Esta historia la escribí yo, pero los personajes son de Meyer.

Capítulo 17

Bella

Sentía que el calor de la mirada de Edward podía perforarme desde donde estaba parada. Nos separaban casi veinte metros de distancia, pero el calor que él desprendía me afectaba incluso con la multitud de gente entre nosotros.

Me había puesto el vestido demasiado revelador para hacerlo enojar, para hacerlo sentir tan frustrado como yo me había sentido todos estos días en los que no se había dignado a siquiera dirigirme la palabra. Se suponía que seríamos pronto una pareja, y hasta hace poco me parecía que ambos podríamos al menos estar juntos y mínimo ser amables, pero su demostración de frialdad me demostró que si no hacía algo, nuestra relación terminaría como la de Charlie y Renee: él ordena y ella lo sigue. No quería ser eso, venía de una familia así. No quería intercambiar mi vida por otra igual.

Sin embargo, la mirada de Edward no era de frustración y mucho menos enojo. Estaba sorprendido por mi elección de vestuario, por supuesto, pero con sus ojos calentándome incluso en la distancia, me di cuenta de que lo que más desprendía era su deseo hacia mí, tan crudo que se podía palpar en el aire. Y había un brillo más… ¿era orgullo?

—Bella —Alice me sacó de mi estupor, y perdí de vista a mi prometido por un segundo—, papá está buscándote.

Reprimí mi mueca.

—Seguramente no para nada bueno.

—Tu vestido es bonito —Alice rara vez aprobaba algo de mí, y me sorprendió el tinte de amabilidad en su voz—. Escandaloso pero bonito. Papá va a querer tu cuello por esto.

Tragué saliva.

—Lo sé.

Mi hermana asintió, mirando hacia la pista apreciativamente. Traía puesto un vestido de gasa negra, muy adoc a su estilo. Sus labios estaban pintados de vino, cosa que seguramente a nuestros padres tampoco les gustaría, pero estaban más acostumbrados a la rebeldía de Alice que a la mía, así que seguramente no le dirían nada.

—No te preocupes. No hará una escena esta noche, no le conviene.

Alcé una ceja hacia ella con cinismo.

—¿Y por qué de repente estás interesada en mi bienestar?

Ella lo sopesó por un momento y finalmente se decidió a responder:

—Oí tu conversación con Jasper la otra noche.

Mis labios se curvaron con desagrado.

—No deberías estar escuchando tras las puertas. Es grosero.

—Fue lo mejor que pudiste haber echo —ignoró mi regaño y continuó hablando como si nada. Me miró, pero no puede rastrear pisca de nada en sus ojos oscuros—. Estabas siendo egoísta con él, poniendo su vida en riesgo… actuaste de la mejor forma.

Se me arrugó el corazón, porque sabía que Alice tenía razón. Jasper y yo no teníamos futuro, y siempre lo había sabido muy en el fondo. Si de verdad hubiera estado al cien porciento con él, hubiera luchado más. Pero no quería hacerlo…

La mano de mi hermana me tomó por el antebrazo, sacándome de mis pensamientos. Me miraba nuevamente, pareciendo complacida.

—Sé que duele, pero mejorará.

Asentí.

—Así es —seguir hablando de este tema me estaba incomodando, así que dije—: ¿Me disculpas? Creo que iré al lavabo a retocarme. No llevo ni cinco minutos aquí, pero vaya que hace calor.

Alice me estudió con la mirada, dándose cuenta de que no se me había movido ni un pelo. Puso los ojos en blanco.

—Ve. Distraeré a papá.

Me di la vuelta ipso facto sin mirar atrás ni una sola vez. Gracias a Dios los baños estaban escondidos en un pasillo en el cual no había gente. No estaba acostumbrada a que tuviéramos tanto flujo de personas en la finca, así que comenzaba a sentirme abrumada, especialmente porque esta noche yo era el centro de atención. Me ponía nerviosa el hecho de que yo estaba consciente de que nadie me aprobaba para ser la futura esposa del señor Edward Cullen, pues después de todo no importaba la belleza ni el dinero… yo seguía siendo hija de un traidor. Y la sangre es espesa e importante alrededor de los italianos.

No iba a negar que más de una vez pensé en que en el momento en que entrara a la habitación alguien me dispararía para evitar esta boda que nadie aprobaba, pero no pasó… aunque eso no me quitaba las dudas.

Entré a un cubículo de baño y me arreglé el vestido, asegurándome que la escandalosa abertura quedara por debajo de mi muslo, pues después de todo quería seguir luciendo elegante a pesar de que esta arma mortal era sexy por demasía. Luego salí al espejo, en el cual retoqué mi labial nude con el gloss que traía en mi bolsa.

Fue cuando salí del baño que choqué con un muro de piedra. O más bien, un pecho bastante duro.

Alcé la mirada, encontrándome con los ojos torturados de Jasper. Inmediatamente me despegué de él, volteando hacia nuestro alrededor para asegurarme de que estuviéramos solos.

Él abrió la boca para hablar, pero negué rápidamente y lo hice entrar al cuarto de baño conmigo, trancando la puerta en el proceso.

El pasillo no era seguro, cualquiera podía pasar y vernos y eso se convertiría en un baño de sangre. Le fruncí el ceño, con mi cuerpo encrispándose por la ira.

—¿Estás loco? —siseé con amargura—. ¡Harás que nos maten!

Él ignoró mis reclamos. Se acercó a mi, ahogando el espacio entre nosotros, y me tomó por las caderas. Sus dedos quemaron en mi piel, trayendo recuerdos lejanos de nuestros antiguos encuentros, pero fue curioso como no sentí el habitual rayo de placer que su contacto traía consigo.

—Yo te protegeré siempre —prometió. Reí con sarcasmo y me liberé de su agarre, separándome de él. Traté de ignorar sus ojos torturados… tener lástima por él y nosotros no era una opción. Ya no.

—Nunca podrías protegerme de un ejército de mafiosos enojados —gruñí—. Y mi familia pagaría el precio por tu insensatez.

Jasper parpadeó, como si la idea jamás hubiese cruzado por su mente.

—Deja de pensar en ellos —me pidió—. Sé egoísta por una vez y elige tu felicidad.

—Ya te dije que no —discutí—. Te pedí que te alejaras de mí, hice que mi padre te quitara de mi lado para que no hubiera este tipo de problemas entre nosotros, Jasper. He tomado mi decisión ¿por qué no puedes respetarla?

—¡Porque estás siendo obligada!

—¿Y eso qué importa? ¡Cazzo! —juré entre dientes—. El que está siendo egoísta aquí eres tú; me pones entre la espada y la pared.

—Intento que entres en razón —su mano se alzó, acariciándome la mejilla. Como era débil, me permití por un segundo cerrar los ojos y disfrutar el contacto, como en los tiempos cuando aún se me permitía elegir—. Quiero que seas feliz.

—Seré feliz si no matan a mi familia por tu insensatez, Jasper —me alejé de él, poniendo toda la distancia que el baño nos permitía entre nosotros—. Por favor, deja de buscarme. Ya no te pertenezco.

—¿Pero cuándo has sido mía? —preguntó con tristeza.

Lo miré, acongojada.

—Nunca —respondí al fin—. Nunca lo he sido.

Su mandíbula hizo un clic cuando la cerró con disgusto. Pude ver el momento exacto en el que otra vez volvía a romper su corazón sin remedio, y sentí que el mío se desencajaba también. Pero no había opción entre nosotros dos, ambos lo sabíamos. Yo ya lo había aceptado y él debería hacerlo también.

—Vete, Jas —pedí con suavidad—. No vuelvas a buscarme. En unos meses más seré la señora Cullen y estaré lejos de tus posibilidades —con amargura, añadí—: Ya lo estoy.

Quiso decirme algo más, pero negué con la cabeza. No había más que decir entre nosotros. Ya no.

Se dio la vuelta y se fue.

.

.

Esperé cinco minutos para salir del baño, pues me moría de miedo porque alguien pudiera haber oído nuestra conversación. Sin embargo, en cuanto abrí la puerta, me quedé muda de la sorpresa.

Seth Cullen estaba frente a mí, recargado en la pared del pasillo y con los brazos cruzados en jarras. Sus ojos me estudiaron atentamente, y no parecía haber ningún brillo ahí.

Conocía todos los chismes acerca de Seth Cullen, después de todo, con una hermana como Alice, era imposible no saber. Era el hermano menor de Edward, la parte carismática del dúo, y la única persona que podía hacer que el grandísimo Edward Cullen sonriera o, como mínimo, mostrara alguna emoción.

Era uno o dos años mayor que yo, y aun se veía el brillo juvenil en sus rasgos, como si apenas acabara de salir de la adolescencia, lo cual, en teoría, era así. Sabía que era carismático y que no era un participante activo de la mafia, al menos no un ejecutor.

Sin embargo, no parecía haber demasiada diversión en sus rasgos ahora mismo.

—Pero si es Bella Swan —sonrió, una sonrisa dentada que parecía más de tiburón que de cualquier cosa. Todo el aire infantil que había visto en él al inicio de la noche, cuando estaba al lado de Edward, había sido drenado de sus rasgos—. Toda una celebridad, al menos en mi libro. Me alegra por fin conocerte.

—Hola, Seth —murmuré, mirando hacia abajo. Me costaba mantenerle la mirada—. Es una lastima que nos conozcamos así.

—Sí, mi hermano se vio emboscado por un nido de víboras cuando entramos. Debería haber estado con su prometida —miró hacia el baño detrás de mí, el reconocimiento inundando sus rasgos. Mierda, ¿había escuchado mi conversación con Jasper? Si era así, este sería mi fin.

Carraspeé y una gota de sudor rodó por mi clavícula.

—Será mejor que lo busque —anuncié, esperando encontrar una salida fácil—. No se vería bien que él esté sin su prometida.

Seth asintió con tranquilidad, lo que me dio aun más desconfianza.

—Por supuesto —hizo un gesto hacia donde se escuchaba la música tranquila de la fiesta—. Te veré en un rato.

No necesité que me lo dijera dos veces. Aceleré en camino a la salida, pero no había dado ni dos pasos cuando una de sus grandes manos me tomó por el brazo y me jaló hacia él. Mi espalda chocó contra su pecho, y su respiración golpeó en mi nuca, erizándome la piel como nunca.

Gemí, como un cordero en camino al matadero.

—¿Q-qué…? —traté de preguntar.

—¿Sabías, Bella, que mi hermano es la única persona en el mundo que es importante para mí? —susurró en mi cuello. Su mano serpenteó de mi brazo hacia mi cintura, donde me dio un apretón que casi me dejó sin aliento por el dolor—. Haría cualquier cosa por él. Soy leal sobre todas las cosas.

Tragué saliva, intentando conservar la calma.

—L-lo sé.

—Bien, entonces debes de suponer que si lo traicionas, sería como traicionarme a mí —siguió hablando. Me quedé paralizada cuando sentí algo frío moverse contra mi clavícula, y bajé la mirada un poco para descubrir que la boca de su revolver bailaba sobre mi piel, apenas tocándome.

Solté un chillido de terror.

—Cuídate, Bella, y cuida a mi hermano —murmuró—. Porque si no lo haces, tengo una bala con tu nombre, esperando por ti.

Un segundo después me soltó, se metió la pistola en la funda de su chaqueta y me sonrió como si nada hubiera pasado, dándose la vuelta para salir del pasillo desértico.


¿Ustedes qué creen? ¿Que al Seth se le botó la canica o que escuchó la conversación de Jasper y Bella?

Ya ven que los calladitos son peores, para mí Seth puede llegar a ser el doble de cruel que Edward, simplemente que si puede evitar la violencia (como ahora) lo hará ;) No es el mejor cuñado pero sí el mejor hermano jajaj o qué opinan?