Red Velvet

Capítulo 117: Afortunada

Comenzó a manejar por las calles de Atlas.

Su destino, la mansión Schnee.

Debía de estar acostumbrada a esa situación, a verse manejando para volver a casa, y si, no debía de ser sorprendente, no, era su rutina después de todo, ya fuese volviendo de la casa de Ruby o simplemente volviendo del trabajo.

Si, nada para extrañarse.

Pero le extrañaba.

¿Por qué?

Pues la respuesta era simple, pues porque no iba sola.

Se detuvo en uno de los semáforos en rojo, aprovechando el tiempo para girar el rostro, para llevar su mirada hacia el asiento del copiloto, y no, tampoco era extraño el tener a Ruby ahí, por el contrario, era a quien acostumbraba más llevar a su lado, ¿Pero ir a casa llevando a Ruby? Si, eso era nuevo, lo más parecido, fue cuando Ruby la llevó a ella.

El recuerdo de inmediato se sintió melancólico, pero cálido.

Siempre cálido si se trataba de Ruby.

La observó, Ruby sin prestarle mayor atención, esta mirándose en el espejo que traía el visor de su auto, arreglándose el cabello, así como la camisa, asegurándose que su apariencia fuese perfecta. Ruby no era de ese tipo de personas que se preocupaba de eso, era despreocupada, claro que lucía bien, para ella, siempre lucía bien, incluso con solo una bata, pero se notaba que era algo importante y por lo mismo parecía atenta a cualquier detalle.

Esta se puso pantalones de vestir y una camisa, obligándose a lucir lo más formal posible a pesar de que no fuese necesario, de hecho, le gustó verla con sus jeans rotos el viernes, y luego con su ropa deportiva durante el sábado, y ahora, domingo, esta cambiaba de nuevo.

No iba a decir que no le gustaba, porque adoraba aquel cambio.

Ruby era, tal y como su nombre, como una gema, con diferentes tonalidades, diferentes formas, diferentes estados. Tenía tantas facetas, y cada una le venía como anillo al dedo.

Obviamente prefería a la Ruby más cómoda, más en su zona de confort, esa era su favorita.

Pero Ruby quería mostrarse lo mejor posible ante su padre.

No podía creer que las cosas se volviesen locas tan pronto.

Bueno, no locas, pero si interesantes.

Habían decidido sumergirse en ellas durante ese tiempo, sin mirar noticias, sin mirar internet, sin mirar nada que pudiese arruinarles el momento, aunque sabía que, a esta altura, nada podría arruinarle la felicidad que sentía, era indestructible.

Pero, si bien ellas no lo hicieron, si lo hizo su padre, quien decidió que debían aprovechar de hablar frente a frente, a pesar de haber hablado ya por teléfono, pero así era su padre, le gustaban esas formalidades, prefería tener reuniones frente a frente en vez de hacer algo impersonal como una llamada.

Por lo mismo, cuando era niña, solía ver a diferentes socios de su padre visitándolo, y ahí, todos en su familia, debían mostrar el mejor comportamiento, el comportamiento digno de la familia Schnee.

Era estresante, si, ahora se daba cuenta de eso, e incluso notaba que a su padre le debía de incomodar esas situaciones, el tener que estar firme en su propia casa, aunque a decir verdad, él siempre estuvo firme y tenso en su propia casa, porque así debía comportarse, esa mascara debía ser su realidad, día a día.

Agradecía que ya no fuesen así, que ya no viviesen así.

Realmente habían cambiado mucho en tan poco tiempo.

Y sonreía al pensar en eso.

Llegaron a la garita de seguridad bajo la montaña, los guardias dándole la entrada sin problema, reconociendo su auto. Comenzó a subir por el camino, y notó como Ruby se puso más nerviosa, su pie moviéndose de arriba abajo, haciendo que toda su pierna se moviese. Ni siquiera ver el paisaje desde ahí arriba, mostrando el sol de medio día brillando a través de las nubes, fue suficiente para calmarla.

Oh, pobre.

Cuando pasó por la entrada, y luego se estacionó en el garaje, notó como Ruby se tiró hacia adelante, dejando la frente apoyada en la guantera del auto, y ahí ya no pudo evitar reír.

La pobre se veía completamente nerviosa.

Y no podía resistirse.

Se acercó, llevando una mano al cabello ajeno, a los mechones, ahora relativamente más largos. Ruby de inmediato pareció tensa, recordando que estuvo mirándose al espejo y asegurándose que su cabello estuviese en perfecto estado, y creyó que la iba a quitar, pero no, esta simplemente soltó un suspiro pesado y se quedó ahí, disfrutando de sus caricias.

Se había rendido.

"Ya hablaste con mi padre, no te preocupes tanto, todo saldrá bien."

Ruby soltó un gruñido ronco mientras levantaba una mano, su índice en alto.

"Primero, hablé con tu padre medio dormida, aun siento vergüenza por eso."

Luego Ruby levantó un segundo dedo.

"Y segundo, tengo que dar una buena impresión, al final, desde ahora en adelante seré tu pareja oficial, es un gran paso."

Si, era un gran paso.

Pero no pudo evitar soltar otra risa, Ruby removiéndose, mirándola de reojo, su ceño fruncido y un puchero tan adorable en su rostro, claramente indignada de que ella se estuviese riendo de su, al parecer, difícil tesitura. La pobre realmente estaba nerviosa, y no la juzgaba, ella misma fue un puñado de nervios cuando visitó a Yang para su cumpleaños, dándole vueltas al regalo que le iba a dar para dejar una buena impresión, porque era claro que la primera impresión que Yang tuvo de ella no fue la mejor.

Y era muy diferente al caso de Ruby con su padre.

"Ruby, no es la primera vez que hablarás con mi padre, ya le diste buenas impresiones antes."

No con querer, por supuesto.

Ruby soltó otro bufido, dejando de mirarla, moviéndose para volver a quedar bien sentada en el asiento, su rostro yéndose hacia el techo, sus ojos cerrados, su expresión aun tensa. Tuvo que dejar de acariciarla para que esta se moviese, pero aprovechó para dejar la mano sobre su muslo, sin querer despegarse del todo.

"Pero antes era como socia, como amiga, ahora es diferente. Jamás me han presentado como la novia de nadie, esto es demasiado vergonzoso."

Oh, eso no lo sabía.

Por supuesto que sabía que Ruby había tenido parejas antes, antes de iniciar en el Red Velvet, porque era lo correcto antes de empezar esa vida, el que no fuese ese trabajo el que acabase con su inocencia. Pero nunca preguntó más allá, si alguna de sus parejas fue importante o algo similar, lo suficiente para que fuese presentada ante una familia.

¿Era posesivo de su parte el que aquello le causara alivio?

A pesar de que ambas tuviesen experiencia cuando se conocieron, le sorprendía la cantidad de primeras veces que tuvieron juntas.

Era agradable, el tener su propio camino con Ruby.

El explorar juntas, el vivir juntas.

Si, adoraba eso.

Movió sus manos, sujetando el rostro de Ruby, obligándola a que la mirase, y, de hecho, la observó durante unos momentos, pero no dijo nada, simplemente disfrutó de lo que sus ojos veían, y no pudo resistirse a dejarle un beso en los labios, suave, casto, pero esperaba que fuese suficiente que Ruby dejase de comerse la cabeza.

"Creeme que me gustaría decir que eres la primera pareja que le presento a mi padre, pero debes saber ya, a esta altura, que eres lejos la mejor pareja que he tenido, eres la mejor persona que pude encontrar, y estoy segura de que incluso mi padre ya lo tiene claro. Eres diferente a todos los demás, e incluso mejor, y estoy orgullosa de presentarte a mi familia como mi pareja."

Ruby la miró, sorprendida, rápidamente olvidando su nerviosismo, todos los problemas que parecía tener encima hace solo unos momentos, y luego de la sorpresa, vino una sonrisa amplia, Ruby sonriéndole, soltando una risa en el proceso, claramente más aliviada.

Esta asintió, tomándose en serio sus palabras, creyendo cada una de estas, y era así, era verdad, y quería mostrarle a todo el mundo la mujer maravillosa con la que había tenido la fortuna de toparse. Quería que todos supiesen lo feliz que era.

Y eso era exactamente lo que estaba haciendo.

Ruby se acercó, siendo esta quien le daba un segundo beso, este presionando en su carne, y pudo sentir la emoción en Ruby. Cuando esta se alejó, la vio soltando un bufido, la sonrisa permanente en su rostro, mientras apretaba los puños, lista.

Ruby abrió la puerta del auto, no sin antes decirle que se quedase ahí, la miró con curiosidad mientras esta salió, y la vio correr alrededor del auto para abrirle la puerta. Le causó gracia que su puerta tuviese seguro, donde solo se podía abrir si ella la abría desde adentro, y si, era algo que tenían por mera seguridad, sobre todo una familia como la suya que debía ser precavida, pero siempre se preocupaba de tenerlo activo cuando decidió independizarse de ese mundo, no por la razón anterior, si no, porqué, honestamente, odiaba que le abriesen la puerta.

Eran cosas a la que acostumbraba desde niña, donde los choferes le abrían la puerta, los mayordomos, sus citas, pero jamás le agradó, ella podía abrir su propia puerta, gracias.

Pero ver a Ruby intentando abrir la puerta, usando toda su fuerza y sus esfuerzos en conseguirlo, sin resultado alguno, le causó tanta gracia que no pudo evitar reír. Ruby no la debía ver desde afuera por los vidrios tintados, pero ella si podía verla a esta, claramente desesperada, agobiada y en pánico, y era sin duda lo más gracioso que había visto en mucho tiempo.

Sin poder contener la risa, quitó el seguro, solo para que Ruby pudiese abrirla del todo.

Ruby había cuidado mucho su imagen, su cabello, pero ahora esta estaba hasta despeinada ante sus intentos fútiles de ser caballerosa, y no era necesario que lo fuese, pero lo iba a aceptar, solamente porque fue algo divertido de ver.

Se bajó del auto, tapándose la boca, acallando la risa que aún se le escapaba, mientras que con la otra mano le volvía a arreglar el cabello a Ruby, quien parecía completamente derrotada, había perdido contra un auto, bueno, contra una puerta, su ego roto.

Y era aún más graciosa esa situación sabiendo que Ruby trabajaba con autos, arreglándolos.

Vaya ironía.

Comenzaron a caminar hasta el interior de la mansión, la servidumbre dándole miradas curiosas, y tenía claro que la noticia había volado rápidamente, sobre todo ahí dentro. Y si, debía ser extraño para esas personas que trabajaron ahí desde que ella era una niña, el verla en las noticias cuando salió con un montón de chicos, escuchando la ira de su padre por aquel asunto, y luego el tener que atender a quien iba a ser su futuro esposo. Debía ser difícil de creer, pero a pesar de eso, la trataron con la misma cordialidad de siempre, aunque tenía claro que a más de alguien iba a estar en desacuerdo.

Si, las altas esferas de Atlas solían ser más conservadores, más tradicionales, pero al final, la gran mayoría de la población era así, sin importar su estatus social o el dinero que tuviesen en el bolsillo. Todos esos asuntos se mantenían como el tabú que eran, y no le sorprendía, era un pensamiento muy arraigado en ese frío continente.

No iba a culpar a nadie por tener los mismos pensamientos que ella tuvo meses atrás.

Pero había cambiado, y pretendía que el resto de ese lugar, de su hogar, también cambiase.

Además, ahora, con todos sabiendo que Ruby era su pareja, tendrían claro que era suya, totalmente suya, y se sintió arder de solo pensarlo. No quería que nadie más se acercase a esta, que siquiera osara respirar cerca de Ruby, porque hasta su aliento le pertenecía. Le pertenecía por completo, y dijo alguna vez que quería marcarla como suya, no, de hecho, siempre quiso marcarla como suya, y ahora podía.

Podía hacer lo que sea, ya nadie la controlaba.

Se vio carraspeando, esperando que no se le hubiese notado en el rostro los pensamientos posesivos que estaba experimentando.

Klein fue el primero en acercárseles, sonriendo, contento, y por Dios esperaba que su rostro no tuviese ningún tipo de expresión retorcida, que no quería asustar a su querido mayordomo de esa forma, menos a su edad, no era necesario darle sustos gratuitos.

Le causó gracia, y una profunda calidez, cuando los ojos del hombre se posaron en ella, y rápidamente se fueron hacia Ruby, este sin dejar de lucir feliz, animado, emocionado incluso. Notó como Klein se acercó hacia Ruby, quien le saludó con la mano, informalmente, relajada, y este le tomó la mano, bueno, le tomó ambas manos, y se las comenzó a estrechar con intensidad.

Ruby parecía sorprendida con el acto de profundo agradecimiento, pero rápidamente entendió la intención de este.

"Espero que siga cuidando a mi copo de nieve, señorita Ruby."

Klein estuvo agradecido con Ruby aquel día del incidente con su ex, agradeciéndole personalmente por haberla cuidado, por haberla traído de vuelta, por haberse preocupado de su estado, y él, quien más se preocupó de su integridad durante su vida, por supuesto que iba a aceptar a alguien que la cuidase de la misma manera.

Y Ruby sin duda la cuidaba, y eso mismo le dijo, asintiendo, sujetando a Klein con la misma intensidad, luciendo animada, pero determinada, brillando con fuerza, demostrando una vez más lo segura que estaba con sus intenciones, la importancia que le tomaba a aquella relación.

Y se sentía afortunada de que así fuese.

Si, realmente así era.

Los plateados la miraron de reojo, aun brillantes, así como su sonrisa, y aquella expresión se mantuvo incluso cuando esta desvió la mirada, volviendo hacia los ojos suaves de Klein. Él claramente no la juzgaba en lo absoluto por sus decisiones, siempre las respetaba, incluso las malas decisiones que tomó durante su vida, pero ahora, se veía calmado, porque realmente notaba que el camino aquel que escogió, era el correcto.

Si, ese sin duda era el camino correcto.

"Amo demasiado a Weiss, y la cuido porque quiero lo mejor para ella, así que puede estar tranquilo."

Ambas estaban enamoradas de la otra, y ese sentimiento era algo que se notaba, que era evidente, y dejaba notar que lo que tenían era genuino, real, no como las otras relaciones que tuvo. Ninguna se había enamorado de esa forma, nunca, y ahora al fin lo sentían.

Era una de las tantas primeras veces que tuvieron juntas.

Klein parecía aún más emocionado con las palabras de Ruby, feliz, orgulloso incluso, mientras asentía, tomando su palabra. A pesar de este ser tan sobreprotector respecto a ellos, a ella y a Whitley, no parecía en lo absoluto desconfiado de Ruby, de su palabra, y en realidad, Ruby ya había demostrado, en esas pocas oportunidades, que estaba ahí para ella, presente, para ayudarla, a ella y a toda su familia, y no solo eso, sino que también estaba el factor importante de la clara e innegable habilidad que tenía Ruby para hacer que lo demás confiasen en esta.

Era su expresión, su voz, sus ojos, todo lo que la hacía una persona confiable, y ella misma había descubierto en ese tiempo que no era solo una sensación, una mentira, o una pantalla de humo.

Era así, Ruby era así, incluso cuando el mundo la arrojó al suelo tantas veces, que no la hubiese culpado si escogía el peor camino.

Pero no, fue ella misma escogió un mal camino, pero Ruby no, Ruby era única, especial, buena, incluso en el bajo mundo donde debió vivir, teniendo el miedo del pasado, los fantasmas atormentándola, aun así, siempre miró hacia adelante y brindó ayuda sin dudar.

Y de nuevo se sentía afortunada.

Que Ruby la ayudase, que se sacrificase por ella, le salvó la vida, y no era una exageración.

Klein dio un salto luego de estar unos momentos ahí, ambos, mirándose, saliendo del estupor y de la clara felicidad que tenía encima.

"Casi lo olvido, el señor Schnee las espera en su oficina."

Oh, cierto.

Notó de inmediato como Ruby se tensó, su cuerpo volviéndose robótico, su cuerpo recto como nunca, hasta que rápidamente negó, obligándose a si misma a volver a estar en calma, y funcionó. No, no creía que Ruby estuviese del todo calmada, pero al menos no lucía tensa y nerviosa como cuando salieron.

Era un avance.

Ella misma se sentía en calma, y era sorprendente, porque hace unos meses, le parecía imposible declararle a su padre toda esa situación, y mucho menos hace un año, oh no, por supuesto que no. Ahora lo conocía del todo, y estaba segura del hombre que su padre era, obviamente aun había una larga brecha entre ambos, así como la larga brecha que existía entre ella y su hermano, pero era cosa de tiempo para que eso ya no existiese.

Ya no era un misterio, ni algo de lo que planeaba prescindir.

Era su familia, y la mantendría lo más cerca posible de ahora en adelante.

Eso le recordó al viaje que iban a hacer a fin de mes, que al parecer había dejado de ser un tema ante todo lo ocurrido con Winter, y esperaba volver a retomarlo, porque tenía honestas ganas de tener aquel momento en familia. Les hacía falta el tener un momento así, los tres solos, conociéndose, abriendo las puertas que por tanto tiempo tuvieron cerradas.

Y le dolería el abandonar a Ruby durante ese fin de semana, sin oportunidad de verse durante dos semanas, de tener un momento a solas, pero iba a recompensarla de alguna forma, de eso estaba segura. Además, no ver a Ruby era una tortura, así que iba a encontrar la forma de verla lo más pronto posible. No le molestaba el salir días de semana y exigirse un poco luego del trabajo para verla, antes lo hacía, después de todo.

No importaba cuan cansada estuviese, con Ruby recuperaba energías, y se sentía mucho mejor después, así que siempre ganaría en ese ámbito.

Pero no podía detenerse ahora.

Debía seguir, aprovechar cada día, cada instancia.

Ese era su propósito de vida, el aprovechar cada segundo, y por supuesto que venía implícito el estar junto a Ruby, sin que nadie pudiese mermar el amor que sentía.

Ahora, en ese exacto momento, tenía en su vida todo lo que necesitaba para seguir adelante, y no iba a cometer el error de dejar a nadie de lado, no iba a desperdiciar el tiempo, no, por el contrario, iba a ser fuerte, mirar hacia adelante, y así, si se iba de ese mundo, se iba a ir sin más remordimientos.

No pudo contener la sonrisa que se formó en su rostro, mientras buscó la mano de Ruby a tientas, encontrándola rápidamente, esta cálida, como siempre, encajando a la perfección con la propia, y ahí recién ladeó el rostro, buscando los plateados, los cuales la miraban de vuelta, sorprendidos, pero brillantes, siempre brillantes, la sonrisa apareciendo en su rostro, así como la determinación, como la fuerza, como la valentía.

Eran mucho más capaces cuando estaban juntas, de eso estaba segura.

Juntas podían con lo que sea, y agradecía al universo por darle aquel regalo.

Si, realmente era afortunada.

Y así, dio el primer paso hacia su nuevo destino.


Capitulo siguiente: Brillante.


N/A: Capitulo tranquilo, ya en el siguiente veremos que sucede en aquella oficina que para Weiss simbolizó tantas cosas malas durante tantos años, que la atormentó, que la hizo temer, ¿Los recuerdos volverían también en esta ocasión? ¡Lo averiguaremos!

Queda tan poco para que se acabe esta historia por Dios, cada vez menos, y me sorprende, porque pienso cuando empecé a escribirla, y jamás creí que llegaría a este punto. Es sin duda mi obra más larga, más seria también, con giros que hasta a mi me sorprendieron.

Espero que el final sea satisfactorio para todos.

Nos leemos pronto.