En el momento en que fue consiente de su propia existencia, se arrepintió.
Intento mover sus piernas y brazos pero era difícil, su cuerpo lo sentía pesado, entumido y casi podía asegurar que sus huesos y músculos iban a crujir ante el mínimo movimiento.
Abrió los ojos un poco y el dolor de cabeza lo atravesó haciendo que los cerrará de nuevo. Fue imposible evitar que algunos quejidos salieran de su boca y eso solo lo hizo maldecir el siquiera haber despertado.
El sonido de unos pasos acercándose retumbaron a lo lejos, tenía que abrir los ojos y ver quien era.
—¡Que gusto! —una señora frente a él lo miraba detenidamente mientras sonreía, parecía realmente gustosa de verlo—. Por fin despierta. Nos ha dado un susto de muerte, joven Malfoy.
Draco la miro fijamente con los ojos entrecerrados, intentando encontrar algo en ella que le dijera quien era. Su cerebro comenzaba a trabajar, si las maquinas sin uso de pronto fueran utilizadas en toda su potencia, seguro se sentirían como él en ese momento.
—¿Quién es usted? —hizo una mueca, incluso hablar le producía dolor y no sabia si era por eso que su voz sonaba extraña incluso para él— ¿Dónde estoy?
Madame Pomfrey lo miro ladeando la cabeza, como si no entendiera aquellas palabras, su cara cambió rápidamente y sin decir nada más, se dio media vuelta y se fue.
Draco no entendía lo que pasaba, algo dentro le decia que aquello no era normal, pero, ¿qué podia saber él? Lo único que le preocupaba era ese terrible dolor que lo inundaba. Se sentía adolorido hasta los pies. Decidió quedarse quieto totalmente y enfocarse en su visión.
No sabía donde estaba y eso era para preocuparse, pero si no podía siquiera mantener los ojos abiertos sin sentir que se le partía el cerebro, lo demás resultaba inútil. Extrañamente no se sentía en peligro o incómodo.
Al poco tiempo regreso aquella señora vestida con uniforme médico.
—En un momento tendrás una visita. Intentará ayudarte —dijo mientras le ofrecía un pequeño frasco—. Ahora toma esto, te ayuda con el dolor.
Sin pensarlo demasiado, Draco lo bebió todo y sin chistar. Cuando regreso el frasco susurrando un gracias, el efecto fue inmediato, comenzó sentir como su cuerpo se relajaba, dejo escapar el aire de sus pulmones y se quedó quieto disfrutando de aquella comodidad. Madame Pomfrey lo miraba nuevamente como si aquel joven fuera una criatura extraña, y ¿cómo no hacerlo? Draco Malfoy le daba las gracias por primera vez.
No supo cuanto tiempo paso, pero en algún momento, un anciano entro a la enfermería y pidio un momento a solas con él y como midiendo la situación fue a sentarse a los pies de su cama.
—Hola, Draco —lo saludó con una media sonrisa—. Me alegra saber que despertaste, llevabas dos días inconsciente, un poco más y serían tres.
Draco frunció el ceño ante la familiaridad con que aquel hombre le hablaba, ¿quién era? Todo parecía indicar que aquellas personas lo conocían.
—¿Nos conocemos? —preguntó mirándolo directo a los ojos.
—Vaya, tenía la esperanza que Madame Pomfrey estuviera exagerando, pero al parecer es cierto.
—¿Qué cosa?
Y así fue como Dumbledore, con la paciencia que un padre le tendría al más travieso y cabeza dura de sus hijos le explicó lo que hasta ahora él mismo sabía.
Hace dos días, casi tres, Hermione Granger, salió de la sala de Gryffindor a caminar por los terrenos del castillo. Desde que Ron salía con Lavander y Harry parecía por fin animarse y acercarse a Ginny, Hermione intentaba de todo por no hacer mal quinto y alejarse cuando sentía era lo indicado. Después de todo, aunque estaba terminando de superar su enamoramiento por Ron, aún se sentía extraña al estar en presencia de él y Lavander. Esa tarde decidió salir sin rumbo y terminó en el muelle. Pero el corazón se le detuvo un segundo al ver el cuerpo de alguien tirado, de lado y dándole la espalda. Rápidamente se acercó y se encontró con que era Malfoy, ahogo un grito al notar su cabello rubio mayormente de color rojo por la sangre que seguro salía de algún lado de su cabeza, observó su chaleco y camisa con algunos cortes, los cuales tenían sangre casi seca.
Sin saber que hacer exactamente, envió un mensaje a McGonagall a través de su patronus.
Comenzó a repetir cuantos hechizos de curación vinieron a su mente, pero aparecían no hacer efecto.
Hermione comenzó a entrar en pánico, llamo a Malfoy y lo agitó esperando que despertara y le dijera que era una broma, incluso espero que la insultara como siempre, pero nada de eso ocurrió. McGonagall llegó en compañía de Madame Pomfrey y Snape, rápidamente se lo llevaron. Hermione no pudo decir nada ni hacer nada, solo hacerse a un lado. Cuando se dio cuenta tenía el rostro empapado en lágrimas.
Draco Malfoy era un infeliz, abusivo, arrogante, elitista y todo lo demás, pero el verlo ahí tirado le recordó que, a pesar de eso, era un ser humano como cualquiera y ahora parecía gravemente herido.
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Harry se sentía ansioso de ver cómo su mejor amiga se paseaba de un lado a otro en la sala común, apretándose las manos y mordiendo sus uñas. Apoyo su cabeza contra el respaldo del asiento y deja salir el aire de sus pulmones.
—Hermione, deja de hacer eso —se quejó Ron haciendo una mueca—. ¡Me estás volviendo loco!
—Lo siento —se disculpó mientras volvía a caminar mientras se mordía la uña.
—No puedo con esto —se quejó Ron volteando a ver a su amigo—. No sé qué es peor, ver a Hermione toda... así —dijo señalándola mientras seguía caminando— o saber que esta así por el idiota de Malfoy.
—¿Puedes dejar de insultarlo? —dijo Hermione deteniéndose mirándolo con el ceño fruncido—. Te recuerdo que hablas de una persona que lleva dos días inconsciente. ¡Empatía!
—¡¿Lo ves, Harry?! No puedo con esto, me largo, ¿vamos a las cocinas por algo de comer? —preguntó mientras de un salto se ponía de pie. Harry negó con la cabeza y Ron se fue sin decir una palabra más.
Estuvieron un momento en silenció hasta que Hermione se detuvo frente a Harry y dejo escapar un bufido.
—Malfoy despertó, hace un rato fui a la enfermería a preguntar cómo estaba y me encontré con Madame Pomfrey en la puerta, me dijo que Malfoy había despertado y Dumbledore estaba con él. Qué había pedido estar a solas para hablar. Solo dijo que no podía decirme nada de su estado aún, pero que por lo menos había despertado.
—No sé qué decir, es decir, entiendo, pero... No lo sé, bueno... Verte preocupada por él es raro y no se me ocurre que decirte.
—Solo quiero saber que está bien, el encontrarlo en aquel estado... No lo sé. Te prometo que cuando sepa que se encuentra totalmente bien lo odiare de nuevo.
Harry sonrió y Hermione se dejó caer a su lado, recargando su cabeza en su hombro.
Ron y Harry eran sus mejores amigos pero si tenía que poner niveles entre ellos, Harry tenía un escalón más, ella tenía una afinidad con él y sabía que sin importar que fuera, la entendería o por lo menos la escucharía.
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Draco estaba sentado sobre la cama, no podía dejar de pensar en el relato de aquel anciano que decía ser el director de la escuela donde se encontraba. No sabía que pensar o que creer. Por más intentos que hizo de recordar algo, no podía, y entre más lo intentaba la cabeza le dolía.
Él era Draco Malfoy y no significaba nada. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Quién era? ¿Tenía padres? ¿Amigos?
—Toma esto —dijo Madame Pomfrey dándole un pequeño vaso con un líquido verde pastoso. Draco no pudo evitar hacer una mueca de desagrado—. Es para que tú cuerpo termine por sanar pronto.
Sin mucho que decir, Malfoy se tomó aquel líquido y se acostó de nuevo en la cama, sintiendo como su cuerpo se relajaba nuevamente. No sabía la magnitud del daño en su cuerpo, pero el que con cada poción su cuerpo encontrará la manera de relajarse más, era un indicativo de que se encontraba en malas condiciones.
—¿Cuándo podré irme de aquí? —pregunto Malfoy—. Se que no conozco a nadie, pero estar encerrado aquí no me hace sentir mejor.
—Acaba de despertar y no puede irse hasta que pueda mantenerse en pie, eso como mínimo. Aún hay otras cosas que diagnosticar. El director Dumbledore vendrá mañana, no se preocupe, él es un gran mago y seguro sabrá cómo solucionar su problema.
Draco cerro los ojos y recargo su cabeza contra la pared tras él, esperando que Madame Pomfrey se fuera.
Su problema.
Se sentía extraño por estar en un lugar que no reconocía, con gente que parecía saber más de él, que él mismo. Y el saber que tenía un problema qué otros intentarían solucionar, no le agradaba. ¿No era autosuficiente? Parecía que no.
Sus pensamientos comenzaron a volverse lentos, sus párpados se estaban sintiendo pesados y supo que era momenro de acostarse y dejarse llevar por los efectos relajantes de aquella pocion. Pudo sentir a la enfermera alejarse y su conciencia poco a poco se dormia, de pronto escucho una voz lejana, no entendía nada de lo que decía, pero le gustó aquel tono, sobre todo porque escucho su nombre en aquella voz que cada vez se escuchaba más baja.
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Hermione fue corriendo de nuevo a la enfermería porque no podía más con la incertidumbre, si Dumbledore seguía dentro, aunque Madame Pomfrey se atravesará, Hermione entraría a aquella sala para ver a Malfoy.
Al llegar se encontró con que las puertas se encontraban de par en par, rápidamente se acercó a Madame Promfey, con un vistazo rápido intento ver a Malfoy en alguna de las camas, pero no fue así, habían colocado una cortina que lo impedía.
—Vaya, y yo que estaba preocupada, pensé que no regresaria Srita. Granger —dijo sarcástica—. Dado que tiene viniendo una vez cada tantos horas, estoy pensando en darle acceso a una cama para usted aquí mismo.
Hermione se apretó las manos incómoda. Sabía que no había nada de raro en estar preocupada por un amigo o algo más en enfermería. Pero si el motivo de tus visitas es justamente tu enemigo jurado la cosa se mira extraña.
—Vengo a preguntar por el estado de Malfoy. Estoy en todo mi derecho de querer saber cómo se encuentra — alzó la cabeza como si aquellas palabras la llenarán de orgullo—. Después de todo fui yo quien lo encontró.
—Si, ya veo —dijo Madame Pomfrey mirándola curiosa—. Como le dije hace poco, el joven Malfoy despertó, pero antes de que quiera lanzarse a verlo tengo que decirle que lo sede nuevamente. Tomo algunas posiciones que le ayudaran a su cuerpo, a relajar aquellos músculos que se tensaron por lo que sea que le haya pasado y los casi tres días inconsciente. Estará bien para visitas mañana.
Hermione no había notado la tensión en su cuerpo hasta que se relajó al escuchar que Malfoy estaba bien.
—Oh... Bien. Creo que entonces... Bueno... Ya me puedo relajar y estar tranquila.
—Puede pasar a verlo, señorita Granger. Solo un momento. Mañana que despierte el joven Malfoy, creo que usted no... —Madame Pomfrey frunció el ceño repentinamente y una mueca se dibujó en su rostro—. Olvídelo, pase a verlo. Pero que sea rápido.
Hermione asintió y caminando lo más segura posible fue hacia la cama de aquel rubio, hurón oxigenado, engreído e insufrible de Draco Malfoy.
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Cuando Hermione cruzo la puerta de la sala común, lo hizo en silenció, se fue directo a su habitación y se quedó mirando a la nada.
La imagen de Malfoy no era lo único que la aturdía. Estuvo cosa de unos minutos, realmente no era que se fuera a sentar y comenzar hablarle, recitarle poemas o leerle libros. Solo quería saber cómo estaba. Lo que la abrumaba es lo que Madame Pomfrey le dijo antes de irse. Ella era la única persona que había visitado a Malfoy durante esos días. Sin querer, dentro de ella sintió lástima, ¿Por qué nadie había ido? ¿Y su séquito de fans? ¿Y sus guardaespaldas Goyle y Crabe?
Sentía pena y lástima. Qué triste era no importarle realmente a la gente.
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En la oficina de Dumbledore, la Profesora McGonagall tenía las cejas muy alzadas y los labios tensos mientras que Snape parecía estar a punto de vomitar.
—Lo que dices debe ser una muy pero muy mala broma —dijo McGonagall mientras uno cabellos de su perfecto peinado se salían.
—Oh Minerva, hablo muy enserio. Creo que estamos frente a una gran oportunidad.
—Con todo respeto, director, no veo como el permitir el acercamiento que sugiere ayude en algo. Preferiría que fuera alguien de Slyterin quien se encargue de él.
—No se preocupen —dijo Dumbledore sonriendo levemente—. Severus, tú sabes cuál será el destino de Draco si continúa en el mismo camino, para eso fue criado. Tal vez esto que pasó, sea una señal donde se le da la oportunidad de elegir lo que desea, que pueda crear su propia idea sobre lo que ocurre. Lo más importante, podemos salvarlo.
McGonagall dejo escapar un suspiro totalmente derrotada y Snape dibujo una sonrisa que parecía más un gesto cordial de sentir asco.
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Draco paso otros tres dias más en enfermería, entre despertar a comer, volver a tomar posiciones para relajarse y dormir no tuvo tiempo de pensar en su situación tanto como quisiera. Al día siguiente, cuando Malfoy abrió los ojos se sentía mucho mejor. Pudo sentarse en la cama y comenzó a mover los pies y cerrar y abrir los dedos de las manos.
—Buenos días, joven Malfoy —Madame Pomfrey se acercaba por el pasillo con ropa en las manos—. Puedo ver qué se siente mejor. Le dije que mis calculos nunca fallan y dicho y hecho. Le traigo su ropa, este es su uniforme, deberá ponérselo ya que en un momento tendrá una visita.
—¿Cuándo podré irme?
—Hoy, solo necesitan hablar algunas cosas antes con usted, tengo que hacerle un chequeo general para asegurar que realmente se encuentre mejor de salud y podrá irse. Eso si, le advierto que cualquier malestar debe venir de inmediato y cada semana, debe venir a un chequeo hasta que considere que ya no será necesario.
Draco sonrió mientras asentía y se dirigía a cambiar en la esquina de la habitación. Madame Pomfrey lo miro y no pudo evitar pensar que aquel chico tenía una linda sonrisa. Jamás lo había visto hacerlo, las pocas veces que visitó la enfermería exigía atención de primera, exageraba su dolor simulando que pasaba por una tortuosa agonía... sí, tal vez la pérdida de memoria no era tan mala.
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—¿Me llamo, director Dumbledore? —pregunto Hermione asomándose a la oficina.
—Buenos días, señorita Granger —saludo Dumbledore mientras con un gesto le indicaba que se sentará—. Entiendo que está en horario escolar y no le gustaría perder tiempo de clase, así que seré conciso y directo. Cómo sobra, el joven Malfoy sufrió un accidente y una pérdida de memoria. Es por ello que hemos decidido que necesita quien lo cuide y sea su guía.
—¿Qué? ¿Malfoy perdió la memoria? —pregunto sorprendida —. ¡Nadie me lo había dicho!
—Oh vaya... Pequeños problemas de comunicación, pero no es demasiado importante, no sé preocupe, lo primordial es que ponga suma atención a lo que le diré —dijo mirando fijamente a Hermione con una leve sonrisa—. Necesitamos un... ¿Cómo decirlo? Un guía... un amigo, durante el tiempo que dure su amnesia, verá, Draco no recuerda nada del colegio, compañeros, profesores, experiencias, al parecer el conocimiento sigue ahí nadando por su mente sin saber su origen o el porque sabe lo que sabe. Se sentirá desorientado, incluso, me atrevo a decir que algo solo.
—Entiendo, director, pero ¿eso que tiene que ver conmigo? Desconozco el tema de la amnesia y no sé cómo podría ayudarle.
Ella se removió incómoda en su lugar. Tenía claro dos cosas, Dumbledore le pediría que buscará alguien que pudiera con la tarea o se lo podrían a ella, pedía a gritos que fuera lo primero, pero eran las dos únicas cosas que se le ocurrían. El director bajo un poco sus lentes, mirándola fijamente como si la estuviera analizando.
—Consideramos que usted es la persona apropiada para tal tarea.
—¿Consideramos? ¿Quiénes?
—Entiendo que puede ser confuso para usted mis palabras —continuo Dumbledore ignorando aquellas preguntas—. Pero el joven Malfoy necesita alguien excepcional para ser su guía. Usted entiende que el comportamiento de él no ha sido el más apropiado durante su estancia aquí. Muchos alumnos han sufrido su... carácter, usted entre ellos. Ahora que él joven a perdido la memoria, creemos que es una oportunidad de ayudarlo a... Replantear su manera de vivir.
—¿Quiere que lo manipule y… hacerlo bueno?
—Oh no, claro que no quiero que lo manipule. Draco es justo como se le ha educado que sea, no es la mejor manera, si me lo pregunta. Pero ahora, con esta pérdida de memoria, tal vez podamos ayudarlo a ampliar sus horizontes. No es ningún secreto, todos sabemos cuál será el destino de Draco Malfoy si continúa por el mismo sendero que ha llevado estos años. Tenemos la oportunidad de evitarle un camino de lágrimas, sufrimiento y soledad. Por ahora, es usted en quien más confía. Usted lo salvó, él lo sabe y por ello confiara en usted más que en cualquier otra persona por ahora. Por nuestra parte, la Profesora McGonagall la considera perfecta y capaz para la tarea, incluso Severus lo acepta.
Hermione no sabía que decir, lo que decía el director Dumbledore tenía lógica, demasiada. Malfoy no recordaba a nadie y solo sabía que seguía vivo porque alguien lo encontró y pidió ayuda; tenía la opción de dejarlo ahí, incluso siendo su enemigo lo ayudo, incluso lloro al verlo tan mal herido, si ella fuera él, también confiaría ciegamente en la persona que lo salvó. Pero estar cerca de aquel sujeto, después de tanto que le había hecho. ¿Por qué debía ser buena con él?
—Él tiene amigos, está Blase Zanibi, Theodoro Nott, incluso Pansy Parkinson podría cuidar de él.
—Y tambien los señores Crabbe y Goyle. Pero él no los recuerda, a usted tampoco, pero sabe que lo rescató y fue su única visita durante estos días, así que en lo que respecta a él, usted es la persona más digna de confianza.
—¿Él dijo eso?
El director sonrío sin decir nada. Hermione se quedó callada, saboreando las últimas palabras del director. En ningún momento de su vida pensó que ella, justamente ella, sería la persona de confianza de Draco Malfoy.
—¿Puedo pensarlo?
—Me temo que no, lamento no poder darle más tiempo. Es solo que él saldrá de la enfermería en una hora más y necesitamos una respuesta para saber cómo manejar la situación, si usted no puede hacerlo, buscaremos alguien más que pueda hacer su papel. Lamentablemente el joven Malfoy no es el alumno más querido, así que deberá ser alguien de su propia casa quien sea su guía, tristemente, si eso llega a pasar, la oportunidad de ayudarlo se nos escapará de las manos.
¡Eso era chantaje emocional!
Estaba sorprendida de que el propio director la pusiera en esa posición, pero no podía negar que sus palabras tenían razón. Malfoy del lado del enemigo podía ser peligroso, despues de todo, el era el segundo lugar en su generación, solo detrás de ella, alguien con esa capacidad podría ser peligroso. Siempre había manifestado gran odio hacia cualquiera que fuera diferente a él, no solo a la sangre sucia como solía llamarla, incluso aquella sangre pura que consideraba menos por no tener grandes habilidades. Tenía todo un séquito tras de él, no por nada lo llegaban a llamar el Príncipe de Slytherin de su generación. Si pudieran hacerlo cambiar de opinión, de pensamientos, por no decir cambiarlo de bando, si tan solo pudieran sembrar una semilla de duda en las ideas que le plantearon toda su vida... Malfoy podría ser un gran aliado en la guerra, podría llevar consigo a otros y no solo eso, podían salvar su vida, una vida que, aunque fuera de él, ante sus ojos, era una vida inocente. Malfoy alardeaba siembre, había sido cruel, pero era claro que una parte de él era cobarde, todas las oportunidades que tuvo de hacerle daño real, incluso mortal a alguien, él rehuía, aunque insultara y todo el número. Tal vez ni siquiera era un cobarde, solo no era lo suficientemente malo.
No podía dejar pasar la oportunidad de ayudar a alguien, aunque esa persona fuera justamente aquel por el cual le pesaba regresar al colegio cada año.
—Está bien. Acepto ser la guía de Draco Malfoy.
Dumbledore sonrió.
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—No puedo creer lo que dices. ¿Estás segura? —pregunto Ron por décima vez en dos minutos—. No sé quién está peor, Dumbledore por pedirte ser amiga de ese asqueroso hurón o tú por aceptar voluntariamente.
—No me agrada la idea, Ron. Pero, ¿qué puedo hacer? Malfoy no recuerda nada, no sabe quién soy, seguro ni siquiera recuerda tu nombre o el de Harry.
—No confío en que estés cerca de él —dijo Harry mirándola preocupado—. Pero si Dumbledore te lo pidió, estoy seguro que tiene buenas razones.
Ninguno dijo nada más. Harry y Ron acompañaron a Hermione a la enfermería y tras una mirada de apoyo ambos la dejaron ahí.
—Vamos, Hermione. Esto no puede ser más difícil que los exámenes —se dijo a sí misma y tras un suspiro entro.
—Señorita Granger —la saludo Madame Pomfrey mientras se levantada de su asiento y le hacía señas para que la siguiera—. La estábamos esperando. El joven Malfoy está listo.
Hermione camino dos pasos detrás de ella. Su mente trabajaba a mil por hora, pero sin ningún pensamiento en concreto. No sabía que esperar y eso la aterraba, ella quería tener todo bajo control. Así funcionaba. Y estar caminando por la enfermería para ir por Draco Malfoy era todo menos una situación controlada.
Draco esperaba sentado sobre la cama. Le habían dicho que la joven que lo había encontrado sería quien lo acompañaría durante un tiempo, asegurándose de ayudarle y guiarlo en lo que fuera necesario.
Algo en él se negaba aceptar aquello. Una parte orgullosa le gritaba por no lo permitiera, un orgullo que no reconocía, pero lo asustaba, porque sabía que ahora era vulnerable, que no importaba que tan autosuficiente creyera ser, la realidad es que desconocía todo a su alrededor y necesitaba ayuda. ¿Qué había de malo en ello? Nada, pero, aun así. Aquella parte se negaba aceptar aquello. Decidió dejar de pensar sobre ello e intentaría silenciar aquella voz.
—Joven Malfoy, la Señorita Granger viene por usted.
Malfoy giro el rostro para encontrarse con aquella chica. Su cabello agarrado en un moño con algunos risos sueltos la hacían ver encantadora. No pudo evitar sonreír gentilmente. Ella parecía alguien que sería buena compañía y él no podría estar más cómodo con aquello. De un salto bajo de la cama y se acercó a ella, pudo percibir cierta resistencia en ella, pero decidió dejarlo pasar.
—Mucho gusto, soy Draco Malfoy, pero llámame Draco. Un placer conocerte.
