Nada de la Leyenda de Zelda me pertenece.
Capítulo 10
-... niño, ve a molestar a alguien más. - Le dio la espalda, por tercera vez.
Miró a sus acompañantes de reojo, específicamente a Mipha. Había tratado por las buenas, tres veces. Había sido bueno, había sido educado. Lo intento.
- No lo dañes mucho, necesitas que vuele. - Gracias a las diosas por entender Mipha, gracias.
Con la aprobación innecesaria, pero que igual quería, y el recordatorio de que no podía inutilizar a su medio de transporte improvisado, se abstuvo de chasquear los dedos. Provocaba, provocaba solo descargar toda su ira en el idiota pajarraco gigante…
En su lugar sacó su arco y se aseguró de utilizar flechas incendiarias a pesar de los gritos de que no lo hiciera. No usaba las explosivas porque ya tenía planes con ellas, pero iba a asegurarse de dejar su marca en el lugar para que el idiota pajarraco jamás pudiera olvidarlo. No era un niño, no era un chico jugando, no era un confiado, no era un simple don nadie.
En lo que sintió como un pestañeo se quedó sin flechas, pero no era así porque su pulso era acelerado y su respiración también. No miró para asegurarse si había dado en el centro o no, sabía que les había dado, y se cruzó de brazos, esperando que iba a decir ahora el idiota suicida que era su boleto de ida al ave mecanica gigante que prometía una pelea que no se quería perder. Y un nuevo-viejo amigo. Detalles.
- Ya… veo… - Un pico abrió y se cerró varias veces, mirándolo a él y a los blancos de los cuales no quedaría nada. - Podrías haber…
Lo demás que siguió no lo escucho.
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-... veo, muchas gracias. - La enfermera asintió y se despidió, dejándolo con un muchacho que debió de pensarlo mejor antes de hacer lo que hizo.
Le había colmado la paciencia, se recordó con una mueca. Había sido perfectamente civil, amable incluso, pidiendo que lo llevará a la bestia sagrada. Varias veces. No iba a llevar a nadie, era demasiado arriesgado, especialmente para alguien que no podía volar. Y si no sabía usar un arco mucho menos, sería una pérdida de tiempo, un riesgo mayor que no estaba dispuesto a tomar.
Y ahora aquí estaba, con su esposa y su hijo. Ninguno estaba muy feliz, por distintos motivos.
- ¿Estará bien? - Cuando su hijo saliera de la vista, su esposa no dudaría en decirle lo que estaba en su mente.
- Estará más que bien si sigue las indicaciones del médico. - La pregunta es si el chico tendría la paciencia. Estaba decidido a subir sobre la bestia sagrada.
- Pero no tiene plumas. - Por supuesto que no, no era Rito.
- Tureli, es un hylian. Ellos no tienen plumas, ¿recuerdas? - Era un pequeño-
- Pero tiene armadura, ¿ven? - Ah, la mayoría de los hylians que llegaban aquí no venían con… oh…
- El hecho de que tenga una armadura no quiere decir que…
Lo que decían pasó a segundo plano, pasó a ruido de fondo. Sus ojos, su mente, estaba viendo con detalle lo que había pasado por alto todo el día.
- Asegurate de que tenga la mejor de las comidas, ¿si cariño? - No podía ser… - Tureli, trata de no molestarlo. - Porque si esto era lo que creía que era… - Vuelvo en un par de horas, necesito ver algo. - Urgentemente.
Las leyendas eran solo eso, leyendas.
Pero no creía que fuera solo casualidad que un hylian apareciera con una armadura demasiado llamativa y lejos de ser lo que uno esperaría de su raza.
Y no creía que existiera alguien con tanta influencia o dinero como para poseer tantas joyas preciosas a plena vista.
Las leyendas contaban que Revali, el gran campeón de los Rito, había elegido una pareja de la manera más sagrada que había para los Rito a un hylian, especialmente al elegido de la espada maestra, al campeón de los hylian, al mismo campeón que otros ya habían marcado.
Los Zora tradicionalmente usaban armaduras o armas, según tenía entendido. Este hylian tenía una armadura muy llamativa y no parecía hylian.
Los Goron utilizaban piedras preciosas que refinaban en otras cosas de uso, usualmente, decorativo. Este hylian tenía diamantes, la gema más cara que había en el mercado.
Los Gerudo usaban armas, casi siempre eran armas. No vio otra cosa que no fuera el arco, pero el arco bien podría haber salido de la mismísima nada al igual que las flechas.
Los Rito marcaban a su pareja con un collar de sus mejores plumas. No cualquier pluma. No cualquier material. Y no cualquier encantamiento, si podían colocarlo. Era lo más sagrado de esa índole para ellos, no cualquiera lo hacía, y si se hacía era un asunto serio.
Nunca se dijo en las leyendas si la princesa del reino también marcó al campeón de los hylians. Si las leyendas eran ciertas y dicho campeón fue marcado por los otros cuatro, entonces debió ser marcado por la princesa también.
Llamaría eso impropio, blasfemia, si no estuviera involucrado un Rito como Reveli, si no hubiera sido lo más sagrado dado el tema.
¿Cómo alguien podía elegir a alguien que ya había sido elegido?, ¿cómo podía alguien aceptar otro compromiso del cuál solo podía tener uno?
Quizás…
Quizás ahora pudiera entender de dónde venían esas partes de la leyenda, si acaso estas eran ciertas…
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-... y también comen semillas? - Asintió, tratando de no reírse. - ¿Y piña?, ¿y fresas?, ¡apuesto que comen arcilla! - Bueno no, pero si. El sí.
- Yo si, los demás no creo. - Era una pequeña máquina de preguntas.
No es que le molestará, que debería porque jamás había tratado con niños y debería de ser peor que tratar con adultos, pero… pero se le era extrañamente normal, como si fuera Epona. ¿Tal vez era por qué parecía un pájaro?, ¿solo que era uno que hablaba?
- Ten. - Ya que estaba tan maravillado por cosas tontas… ¿por qué no? - Solo no te lo comas. - No creía que su estómago se lo agradecería si lo intentaba.
El pequeño Rito tomó el objeto como si este fuera de cristal, con los ojos más brillantes que hubiera visto en lo que iba del día.
- Cuando aprendas a volar, puede que te sea útil. - Mientras tanto sería una linda decoración. - O antes, brilla en la oscuridad. - Era una piedra. Mágica o no era una piedra. Y una marina, para variar.
- ¿En serio? - ¿Oh?, ¿lo dudaba?
- Solo cierra las cortinas. - Eso debería de bastar.
Su madre ya se había cansado de sacarlo de aquí. No ayudaba que, ya que el niño no le daba nada, prefería mil veces que viniera él a sus padres.
Sus padres probablemente no estarían felices con él, ahora que lo pensaba.
- Wow…
Era una piedra luminosa. Una piedra, al final de todo, pero brillaba en la oscuridad. Para ser una piedra, eso era destacar. Y era perfectamente inofensivo, a menos que decidiera usarla de proyectil o golpear a alguien con ella.
Tal vez no debió darle una piedra. Podría haber elegido algo más inofensivo, como una flor. ¿A los niños les gustaban las flores por casualidad?
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- Hasta que por fin decidiste aparecer, elegido. - No había abierto el pico cuando ya sabía que no se llevaban bien. - Te tomaste tu-¡Hey!, ¡te estoy hablando!
- Y yo te estoy ignorando. - Tomó las cosas importantes e hizo de cuenta que no lo insultaron. - Mira, no sé quién eres, pero soy Link. Me levanté de mi propia tumba, así que hazme el favor de meter todo eso del elegido allí, ¿te parece?
Porque lo que sea que fuera el "elegido" obviamente había terminado en esa tumba de agua en medio de la nada. Si fuera importante, lo recordaría. Si fuera importante, lo sabría. En su lugar uno que otro lo mencionaba y era referencia pasajera a solo diosas sabe que. Si acaso fue alguna clase de "elegido", obviamente murió con eso y no se despertó con él. Podía vivir sin eso, ¿no lo hacía ya?
- ¿Qué? - Preguntó defensivamente.
Cuatro fantasmas lo estaban viendo con distintos niveles de diversión, shock, y miedo.
No había dicho nada del otro mundo. Solo dijo la verdad. ¿Era eso un problema?
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-... seguro de querer darmelo a mi? - No se molestó en mirar al fantasma que estaba todo emplumado mirándolo feo a sus espaldas.
- ¿A quién más debería de dárselo para que lo coloque en donde sea que deba ir?, no soy Rito. - Y dudaba que fuera buena idea quedarse con eso.
Quién sea que lo hizo sin duda alguna había vaciado su alma en ello. Ahora que lo pensaba, las otras cosas que había conseguido en cada bestia sagrada iba en esas líneas… Fueron muy amados, sin duda alguna.
Eso no explicaba porque seguían aquí, detrás de él, innecesariamente, en lugar de ir con esas personas que, obviamente, los habían querido tanto en vida. No era su problema, la verdad, pero a veces no podía evitar preguntarse por qué. Por no mencionar el cómo sería tener a alguien que pudiera amarlo tanto.
Si alguna vez lo tuvo, no podía recordarlo. Incluso si lo hiciera, no estaría entre los vivos.
- Entiendo. - Por la vista, no parecía ser así. - ¿Puedo preguntar si has hecho lo mismo con los otros? - ¿Ah?, ¿qué?
- ¿Se supone que hiciera algo diferente?, Revali es el único sin descendencia. - Por todo lo que sabía, el Rito había estado echando humo desde que dio sus intenciones a conocer, pero no había dicho palabra alguna.
Teba, por alguna razón, lo miró por un largo momento. Cuando finalmente habló, le lanzó una bomba:
- No tienes la más mínima idea de quién en verdad eres para los campeones, ¿no es así? - Un leve ladeo de cabeza. - Deben estar llorando en sus tumbas, y si bien está en tu potestad decidir qué hacer con estos objetos tan preciados, estoy seguro de que sus dueños originales amarían que los mantuvieras contigo en lugar de darlos. Claro que esto es solo mi opinión.
- No entiendo. - ¿De qué rayos estaba hablando?
- Mantendré esto conmigo hasta que decidas venir por él. Es lo menos que puedo hacer por todo lo que has hecho por nosotros. - Pero… ugh.
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- ¿Link?, ¿qué pasa? - Ya esta era la tercera vez que se había quedado parado como si estuviera escuchando algo.
Lo sabía por la forma en la que movía la vista y en él como sus orejas se movían ligeramente en signo de haber captado algo. El problema es que no sabía qué, porque no había nada fuera de lo normal.
- ¿Link? - No era la única en notar lo raro, pero si fue la primera en expresarlo.
En lugar de responderles, su amigo los ignoró, orejas moviéndose levemente en una dirección completamente opuesta a ellos. Finalmente, Link detuvo a Epona en su andar, vista fija en algo que solo él podría ver.
Un leve ladeo de cabeza, un ceño fruncido. Un movimiento de orejas. Un bufido audible y mala cara.
- ¿Podrías iluminarnos en qué rayos estás haciendo? - Alguien había perdido la paciencia. Había demorado.
- ¿No la oyes? - Incredulidad pura. - ¿No la oyes? - Oír qué exactamente. - Oh. - Las orejas bajaron en su totalidad y la expresión cambió totalmente.
Era una que conocía muy bien. Era una expresión que no había visto en mucho tiempo. No duró mucho, su atención volviendo a lo que sea que lo había estado molestando antes.
- Si pudieras decirnos que pasa, sería maravilloso. - Quizás no era-
- Me están llamando. - Qué. - Desde hace mucho, solo que aquí puedo oírlo. - No, no podía ser. - No quiero escucharla, la última vez que lo hice las cosas no terminaron bien para mi y no volvió a hablarme. ¿No puede llamar a alguien más? - La última parte fue más un lamento que otra cosa.
Quizás era el primer verdadero lamento que oí de Link desde que era un niño. Su sola expresión hablaba más que cualquier otra cosa, vulnerable y abatido al mismo tiempo.
- Tienes que ir. - Se adelantó antes de que alguno de los otros se lo dijera de forma más ruda. - Es una amiga, y quiere ayudarte. - Si era lo que estaba creyendo que era…
Entonces Link se arrepintió de haber tomado esa espada al menos una vez. Y ya sabía cómo había terminado con ella en primer lugar, la había oído y había respondido siendo aún solo un niño.
Y luego su nuevo amigo dejó de hablar y se vio en el predicamento de haber sido elegido para algo que no pidió.
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- ¡Hey!, más respeto. - Quién diría que el primero en chistar fuera el que menos quería hablar con él. - Es-
- No tiene caso Revali, no nos escucha. - Dudaba que hiciera alguna diferencia si lo hiciera.
- ¿Y? - Aparentemente esta no era la respuesta que esperaba el árbol gigante. O los troncos con una hoja como cara. - Apreció tu consideración, ¿pero qué importa si muero o no? - Definitivamente eso no era lo que esperaba el árbol.
No es que esperó una respuesta, si iba a morir pues que así fuera. Tanto por una espada… ni la miraría si no fuera por cómo sentía que era suya.
Quizás era la primera cosa que sentía de esa manera, de verdad.
Pestañeo estúpidamente, sintiéndose muy fuera de sí. Si no supiera mejor, diría que acababa de levantarse de su tumba. No creía ser capaz de mover un dedo.
-... terco, con el pasar del tiempo. - No sabía porque, pero estaba seguro de que eso fue un insulto:
- Abuelo, no me importa. - Tal y como era: - Pueden meterse eso del elegido por dónde el sol no brilla, que en su caso supongo que son las raíces. Estoy aquí porque fui llamado, no porque desee estar aquí. Si mi antepasado fue hijo tuyo pues eres un pésimo abuelo. - No, no le importaba que era un árbol de más de miles de años.
Si lo insultaba, lo insultaba.
- "Veo que has decidido ser más honesto." - ¿Con respecto a qué o a quién?
- Una espada no tiene derecho a hablar después de todo el asunto de querer matar a su portador. - ¿Y por qué?
La imágen de una mujer, una hermosa mujer de la cual solo podía ver su silueta, pasó al frente en su mente, no por primera vez.
- Hylia debería saber mejor que nadie lo inútil que es esto. - Se quejo, se quejo.
Por alguna razón, hubo un silencio sepulcral luego de tal queja. Era la verdad, lo quisieran oír o no.
- Entonces, abuelo, espada come almas, ¿algo más o ya puedo agarrar un arco y cazar a ese jabalí gigante? - Más vale que le dijeran que no había más nada.
A menos que fuera a pelear contra monstruos, claro está.
- Si tanto quieres irte-
- ¡Gracias abuelo!, adiós y ojalá duerma mucho, a ver si se le pasa la amargura. - No había nadie que lo detuviera de ahorrarse tales comentarios.
Era un árbol. Gigante o no era un árbol.
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- ¿Es necesario? - En este momento era sumamente obvio que Link era solo un mocoso.
- No, ¿pero no te gustaría saber cómo eran las cosas antes? - Estaba presentando gran resistencia a este tema en particular.
Mucha resistencia. Más que cualquier otra cosa hasta ahora. No sólo extraño, sino bastante interesante. Diría que era por la falta de batallas que tendría, pero no había puesto tanta resistencia en las otras cosas. No había sido tan vocal tampoco.
- Te enseñaré a volar si lo haces. - ¿Uh?
- No soy un pollo gigante. - Vino la respuesta inmediata de alguien que no creía ni pio de la oferta.
- Revali, tu-
- Puedo hacerte volar, ¿quieres una demostración?, te daré una demostración.
Palabras mágicas. Y un nuevo sentido de apreciación. Y cero quejas.
Y un Rito muy arrogante en lograr algo que ninguno de ellos no, algo que no se los iba a dejar olvidar pronto. O nunca.
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- ¿Realmente estamos haciendo un bien? - Si iban a hablar cuando creían que estaba dormido, pues no.
No sería la primera vez que lo hacían. No sería la primera vez que se hacía el dormido para ver si decían algo de él o no. Por una vez quisiera decir que lo había hecho con intención, pero la verdad es que no podía dormir. Si fuera por él, pelearía o golpearía cosas hasta que no sintiera nada.
Mañana sería el último punto. Realmente estaban preocupándose por algo que ya no tenía devolución. Estaban preocupándose por la cosa equivocada, en su opinión.
- Hylia… - Murmuró en voz baja, llamó en voz baja.
Como desearía preguntarle porque no lo dejó morir, ella sabía que volvería y que no la culparía por nada. Lo de Fi, quisiera admitirlo o no, tenía más sentido que haberlo dejado vivir. Hubiera vuelto, siempre volvía, pero ahora…
El cuerpo roto que había vuelto casi a la perfección, cicatrices que solo podían verse bajo cierto ángulo, e imperfecciones internas que solo salían a flote bajo cierta… mentalidad. Incluso sin eso, no era la mejor reencarnación. Probablemente era la más problemática y tal vez la menos hábil.
Estaba seguro que Hylia no diría lo mismo. Era… desesperante. Si lo hubiera dejado morir, no dolería tanto a quienes había dejado atrás, a quienes no podría seguir por mucho tiempo.
¿Elegido?, ja.
Se preocupaban por lo que no era importante. Recordará o no, siempre buscaría a Hylia. Era casi… prescrito.
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- Buenos días Link, ¿a qué debemos tu visita? - Decir esto mientras lo empujaba a dentro de la casa y un niño se maravillaba al ver quién visitaba.
No era el primero ni sería el último niño que se maravillaría al ver a su caballero. No con cómo era él con ellos, claro está.
- Dijiste que vendría a buscar algo. - Con que era eso… - Tengo una solicitud, pero puede que sea muy sensible. - Hizo una mueca al ver lo que su caballero había buscado sin cesar en el sitio de su muerte. O casi muerte. - Dijiste que faltaban plumas, ¿no? - Los restos de lo que solía ser la marca de Revali.
Dicho Rito había quedado sumamente quieto, su atención completa en Link.
- ¿Quieres que…? - Nunca había oído de una propuesta así. - Veré que puedo hacer, dame una semana. - ¿Eso fue un si?
- Lo aprecio mucho. Gracias Teba. - Algo como esto debía ser inaudito.
Pero Revali no podía dar más plumas. Esas eran las únicas que quedaban, desgraciadamente. Cómo habían sobrevivido tanto tiempo… Debía ser magia, pero no tenía idea de qué clase, sería-
- Hylia, piensas mucho. - Un susurro, nada más que un susurro, pero si no supiera mejor diría que Link la había mirado al decir esto. - Mi próximo objetivo es el Castillo. Solo para que sepan. - Ugh.
Cero tacto, pero al menos les informó.
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-... problema, ¿pero puedo preguntar a qué vino este cambio de opinión? - Se le era tan raro, Link había sido muy claro en que quería que ellos lo tuvieran.
- Tu hermana me hizo inmortal. - Pestañeo un par de veces, y solo para asegurarse:
- ¿Perdón?, ¿mi hermana hizo que? - Su hermano no podría haber-
- Tu hermana me hizo inmortal. - Repitió el hylian del mismo modo. - Recientemente oí que los campeones amarían que cargará sus cosas conmigo. Mipha no quiere negar o afirmar este hecho. - Qué. - Así que, si no les importa, quisiera agregar algo a ese collar. ¿A menos que sea un problema?
Horas más tarde, el collar había adquirido un brillo peligroso. No fue por eso por lo cuál preguntó:
- Hablas de mi hermana en presente. - A menos que se estuviera perdiendo de algo, tal vez su amigo solo estaba recordando. Quizás… - Ella ya no está aquí, tristemente.
Ojos azules dieron con él por un momento, y tuvo el presentismo de que se estaba perdiendo de algo.
- Asegurate de que nadie no lo agarren de faro luminoso, ¿si? - Aún no estaba ni seguro de que estaba pasando aquí. - A diferencia de Revali, todos los demás aún tienen familia que los recuerda. Sería cruel de mi quitarles eso, ¿no crees?
- Es tu derecho. - Se estaba perdiendo de algo, ¿no es así? - Tu y Mipha-
- Tengo su armadura. - Si todo funcionara así… - El collar te sirve de recuerdo, y protección si alguna vez-
- Nadie lo usará Link. - Nadie en su sano juicio y con la más mínima muestra de respeto a su raza. - Estoy seguro que ella prefería que lo tuvieras, como una segunda protección. - Después de todo: - Ella no quisiera que fueras al más allá con ella, no hasta que hayas vivido una larga y feliz vida. - Podría no tener tantas memorias de ella como quisiera, pero tenía las suficientes para saber que no era un simple amor pasajero.
Mipha querría la mayor protección posible para Link. Era un gran gesto dejarlo en la estatua para que la vieran, pero allí no hacía nada.
En Link, al menos, lo protegería de la electricidad.
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- ¿Oh?, ¿eso es lo que te carcome abuelo? - ¡Qué tontería! - Es una buena reliquia, pero abuelo, allí quedará como tal. Nadie tomará esa arma a sabiendas de lo que en verdad es, y estoy segura de que la abuela quisiera que la usarás en caso de que la que te dio se rompa. Las armas se desgastan, y ella ya no está aquí para reponerla por ti como dicta la tradición. - Y esa arma tenía que haber visto mucho uso, lo quisiera o no.
No tenía mucho caso cuando tenía muchas más armas, pero… pero aquí esa arma solo sería una reliquia, una amada reliquia, y de allí no saldría. Era un gran honor y todo eso…
Pero en el lugar de su abuela, ella quisiera que esa arma al menos tuviera un uso y que no estuviera solo para agarrar polvo.
- Llévatela. - Por muy bonita que fuera, no merecía morir allí.
Y si de verdad iba a ir al castillo… mejor que tuviera todo a su disposición.
- ¿Cuándo dijiste que ibas a ir al castillo? - Si creía que iba a ir solo, pues estaba muy equivocado.
Solo tenían a un elegido. Solo tenía un abuelo. Tenía que cuidarlo, así fuera una de las personas más fuertes que conocía también era uno de los pocos que amaba los peluches como ella. Tenía que cuidarlo.
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- Estoy preocupada. - Si, de eso todos estaban claros y no estaba sola. - Es una persona completamente diferente. - El sujeto en cuestión estaba con Epona, tocando una armónica en un tono que sonaba muy practicado. Link jamás había tocado la armónica por todo lo que sabían. No sabían de dónde la había sacado a decir verdad.
Estaba hablando, si, justo lo necesario. Para los demás no había mucha diferencia porque no lo veían mucho, pero para ellos que estaban allí todo el tiempo… Link no hablaba más de lo que tenía qué hacerlo. Eso significaba que podía pasar días sin hablar, como antes, pero no en el mismo sentido.
Era más… taciturno, casi melancólico. Si no estaba peleando, se notaba. El pozo sin fondo había agarrado una dieta. Y esa era la parte más preocupante de todas, el pozo sin fondo estaba comiendo en raciones normales.
- Está siendo educado. - Eso también. Y no estaba mirando a cualquier cosa inanimada-
- Hylia. - ¿Se había golpeado o algo…? - Hylia, piensas demasiado. - ¿Perdón?
- Ya es la tercera vez que hace eso esta semana. - No lo hacía antes, y no lo hacía-
- No estoy enfermo Hylia. - Miro a sus compañeros, quienes también la miraron, y preguntó sin filtro alguno:
- Oyeron lo mismo que yo, ¿no? - Ahora Link estaba hablando con la diosa de tu a tu. O estaba hablando-
- Tu eres quien no me dejo morir, no te quejes ahora Hylia. - Oh genial, se les había metido a loco. - Hylia.
Quisiera decir eso con certeza. Quisiera, pero estaban hablando del elegido de la diosa, quien tenía una espada mágica que por lo visto hablaba cuando quería.
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- ¿Te acuerdas de mí? - Ja, ya quisiera que no.
- No me dejaste morir. - Se encogió de hombros diciendo esto, ¿qué importancia tenía ya? - ¿Se van ya? - Mucho era que aún estuvieran aquí.
- Ah… - Suponía que faltaban cosas. Unos últimos… clavos sueltos, por así decirlo.
- Cuidare de ella, si ella no me bota. - A Urbosa, a quién nunca más volvería a ver, quién no lo volvería a electrocutar y quien no le contaría más cosas sobre los Gerudo. - Hylia no suele hacerlo, pero a veces se le mete la idea de que me irá mejor sin ella y todo ese cuento. - Y nunca terminaba bien, para él al menos. Y luego venían discusiones al respecto. - ¿Es suficiente para ti? - Porque si no podría haber un problema.
- Que. - Tal vez si habría un problema.
- ¿Estaré pendiente de sus familias? - Bueno, en el caso de Revali: - A ti no se que rayos ofrecerte, no deberías tener nada pendiente. - Era recordado como uno de los más grandes Rito. Eso era lo que quería, si no mal recordaba.
- Mi nombre no es Hylia, no soy-
- ¿La diosa reencarnada?, si lo eres. - Si no lo fuera: - Cada vez que tu vienes, yo vengo, y a la inversa. - Y lo quisiera o no: - No cuentes conmigo con detalles, son vagos. Tampoco cuentes con que recuerde mucho, tu fuiste quién decidió no dejarme morir. - Y tener toda esta problemática. - Eres Hylia, siempre has sido Hylia. Aunque supongo… - No estaba demás, no quería verla llorar. - Es un placer volver a verte, princesa. - No quería decir que iba a ser-
Pestañeo varias veces, dio con sus amigos mirándolo como si tuviera dos cabezas, y miró a quién había decidido agarrarlo de servilleta. Honestamente no fue una sorpresa recibir un regaño en voz baja sobre que ese no era su nombre.
- Bienvenida a casa, Zelda. - En este momento no era un caballero. Podía hacer la vista gorda y abrazarla.
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- ¿Eso?, no, estaba hablando con ella. - Desde su posición, Zelda se atragantó con agua. - Es vago, muy vago. Sé que si muero simplemente volveré más tarde, en otra vida, ¿y eso no hubiera sido mejor para todos?, esperar 100 años por una versión que falló y no está al 100% y no es la más… dada, es tonto. - Por su expresión, lo veía peor que eso.
- No sabía que volverías. - Fue un siseo malhumorado de alguien que había estado decaída hasta que fue obvio que cierto alguien estaba tomando conductas antiguas. Sin necesidad. - Incluso si lo hubiera sabido, hubiera intentado salvarte igualmente. - El leve sonrojo en sus mejillas deltaba la verdadera razón, pero el elegido era un idiota de primer :
- Probablemente hubieras querido al siguiente. - Un encogimiento de hombros. - En fin, no quiero decir adiós, pero tienen que irse. - Una leve sonrisa triste. - Desearía no recordar nada, o ir con ustedes.
Oh. Oh.
Esa era la verdadera razón del cambio de "personalidad". Y de la "dieta".
- Link, no estás solo. Y no es como si fuéramos a ir muy lejos, faltan ustedes dos.
Incluso si, por lo dicho, ambos hylians volverían a la tierra de los vivos en algún momento para repetir la leyenda.
- Siempre estaremos allí, aunque no puedan vernos más.
Era imposible no querer seguir allí, pero su tiempo hace mucho había pasado.
- Asegurense de vivir lo más que puedan, gozen, rían, disfruten. Vivan una larga vida, no hay prisas.
El tiempo para los muertos no existía realmente. Y los hylian tenían un lapso de vida muy corto en comparación a otras razas.
Tsk, ¿crees que puedes cargar todo eso y pretender que la muerte elimina los votos?, que osado.
Era una tragedia, pero no todo se perdió. Dos de ellos quedaron, la tierra estaba a salvo, el monstruo ya no existía. Hyrule volvería a prosperar.
- ¿Votos? - ¿Qué votos?
- De familia, por supuesto, cariño.
¿Eso no era lo que eran?
- Siempre estaremos allí para ustedes, así que sean felices, porque estaremos viendo.
Cuando aceptó esos objetos, había aceptado un compromiso sagrado del cuál aún ahora no tenía ni idea.
Al darles algo de igual o mayor valor había sellado un trato del cuál no tenía escapatoria.
Era de ellos. Y ellos de él.
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- Link. - No sabía si era una queja, un lamento, o un gesto de cariño. O los tres.
Luego del segundo momento de lágrimas, de haberse recuperado de eso, Link había decidido llevarla a la fuente de agua más cercana. Y le había presentado una muda de ropa que le hacía preguntarse cómo, porque no recordaba haberlo visto conseguir esto durante su aventura. Era relativamente común y casual. Esperaba. No tenía joyas ni nada extravagante, gracias a las diosas, pero no tenía idea de que se usaba en este tiempo.
- ¿Si princesa? - Canturreo el idiota desde su lugar en la roca, dandole la espalda con la espada hundida en la tierra, manos sujetandl el mango en una pose inconfundible.
Jamás pensó que diría esto, pero Link recordaba más de lo que hubiera deseado si podía traer su entrenamiento de esta forma tan pronto.
- Deberías darte un baño tú también. - Los dos habían salido hechos un verdadero desastre. - No iré lejos. - Agregó, temiendo que le diría que no por su protección y todo eso.
No debió de haberse molestado, porqué con un silbido tenía a Epona allí con ellos y la intención era más que clara.
- Merece un premio, ¿no crees? - ¿Ah?
Oh. Se equivocó. No iba a tener niñera y no le dijeron que no. Gracias a las diosas.
