El fin de la guerra
Oscuridad.
Eso era todo lo que veía a su alrededor.
No podía hacer nada, ni moverse, ni hablar o intentar hacer algún sonido con su garganta, nada.
«Y yo que pensé que sería menos aburrido morirse», pensó Severus Snape.
Ya no sabía el tiempo que había estado así, sin saber qué hacer. Hubiera podido jurar que, al instante de morir, Albus estaría ahí, recibiéndolo, para continuar molestándolo el resto de la eternidad como su infierno personal.
Pero no fue así.
Por una parte lo agradecía. Aunque no podía engañarse tampoco, quería ver a alguien. Quería pedirle perdón a Lily y también a su madre, por no haber podido hacer algo más por ellas cuando tuvo la oportunidad.
«¿Este sería mi infierno personal? ¿Quedarme solo sin poder redimirme?»
Esperaba que no.
Y en ese momento, escuchó unas voces lejanas.
— ¿¡Estás loco Harry!? ¡No podemos llevarlo a ningún lado!
Las voces junto con pasos acercándose rápidamente lo alertó.
— Ron tiene razón, si lo sacamos de aquí todos querrán matarlo.
— ¿¡Y qué hacemos; lo dejamos morir aquí de verdad!?
«No puedo creerlo. Ni siquiera puedo tener el gusto de estar muerto».
— De acuerdo, ¿qué te parece si vas a buscar ayuda con algunos miembros de la Orden? Tal vez ya sabiendo lo que…
— Hermione, lo siento —la interrumpe su amigo pelirrojo— pero ahora nadie querrá ayudarlo a salir, todos están curándose o curando a otros o… cubriendo a los muertos —terminó con un tono triste al pensar en su hermano mayor.
— Bueno, pues lo intentaré. Ahora depende de nosotros salvarle la vida — con esta frase se va decidido, dejando a sus amigos sorprendidos.
— Ve con él Ron. Necesita apoyo… como tu familia —la tristeza en sus palabras era palpable. No solo por la pérdida de un miembro de los Weasleys, sino también porque ella ya no tendría a sus padres a su lado.
— Herms, no quiero dejarte aquí sola —le dice triste, tomándole la mano en muestra de apoyo.
— Tranquilo —con un ligero apretón ella da media vuelta y revisa el pulso del hombre en el suelo.
Ronald titubea un poco, pero después de unos pocos segundos sale detrás de su amigo.
— Lo vamos a ayudar profesor.
Esas fueron las últimas palabras que escuchó antes de caer de nuevo en la oscuridad total.
— 0 —
— Por favor profesora, tiene que ayudarnos a trasladarlo a otro lugar.
— Señor Potter, no entiendo su empatía por ese hombre— se detuvo súbitamente al escuchar esa frase— él fue quien terminó con la vida de Albus, usted nos lo repitió infinidad de veces —la verdad estaba sorprendida por la actitud del joven elegido. Literalmente quería terminar con su vida al inicio de la batalla y ahora, ¿quería ayudarlo?
— Lo sé, se lo explicaré todo, se lo juro. Pero por ahora por favor, ayúdenos a llevarlo a la enfermería— le suplicó.
Minerva McGonagall sintió un mareo de emociones en ese momento. Por un lado sí que quería ayudar al joven delante de ella, no por nada, gracias a él lograron vencer al monstruo de Ryddle. Pero ¿ayudar a Snape? Y no es tampoco que quisiera ver morir a su examigo (sí, aún lo consideraba un amigo a pesar de todo y aunque le haya deseado la muerte frente a él) pero en el fondo, muy, muy en el fondo, quería creer que las últimas palabras de Harry hacia Voldemort de Severus eran ciertas.
Suspiró.
— De acuerdo, los ayudaré. Los veré en la entrada principal… o lo que queda de ella, en diez minutos— dicho esto, partió a la enfermería para hablar con Pomfrey. Dudaba que ella aceptara ayudar tan rápido como ella.
Ron, quien se encontraba detrás de Harry en todo momento, callado, esperando el fin de su conversación, por fin se acercó a su amigo.
— ¿Estás seguro? No es que dude de ti pero… ¿qué tal si sus recuerdos son falsos?
Harry ya no quería hablar de lo mismo, porque esto los llevaría a una conversación en círculo que sabía, no tendría fin.
— Vamos al Gran Comedor, a ver si podemos ayudar en algo en estos minutos— suspiró al iniciar el camino a dicho lugar.
Su amigo solo lo siguió en silencio.
— 0 —
Cuando llegaron, sintieron el ambiente demasiado pesado. De hecho, no podían ni hablar de lo tenso que se sentía todo.
— ¡Harry, Ron! —la voz de Ginny los hizo girarse a una esquina y ver a la familia Weasley reunida.
Al llegar, vieron el cuerpo de Percy siendo cubierto con una sábana blanca. Fred arrodillado a su lado. Se sentía culpable de que su hermano recibiera la maldición que iba hacia él. Si tan solo hubiera sido más rápido, su hermano estaría aún con ellos.
Tal vez no fue muy apegado a la familia, pero el que diera su vida por uno de ellos, ya decía lo mucho que los amaba.
— Lo lamento Arthur, Molly… —Remus llegó detrás de ellos, quien le coloca las manos en sus hombros a modo de abrazo y apoyo.
— Gracias Remus — le responde el señor Weasley, dando tres pequeñas palmadas en la espalda del hombre lobo, conteniendo las lágrimas. Tenía que ser fuerte por su familia en ese momento.
Harry entretanto abraza para poder consolar a Ginny. Mientras que Ron hacía lo mismo con su madre.
— ¿Y dónde está Hermione Harry, está herida? —Molly le pregunta un poco asustada al pelinegro. No verla junto a ellos le asustó un poco.
— No, ella está bien… en lo que cabe. Solo se quedó atrás cuidando a alguien —no quería comentar el nombre, no era el momento para eso.
— Vamos Harry, te ayudaré a buscarla —sin poder decir otra cosa, hizo que se soltara de Ginny y se lo llevó fuera del Gran Comedor, dejando a la familia de pelirrojos despedirse.
Nadie le dijo nada.
— Oye, ¿y Sirius, está bien?
— Sí, no te preocupes por él, está con Tonks. —le mueve una mano en señal de tranquilidad.
— ¿Y por qué no estás tú con ella? —esa frase le dio mucha curiosidad.
— Sirius se puso un poco… intenso, ya sabes cómo es, y… quería revisar que no tuviera heridas…
— ¿Y qué tiene de malo? —lo interrumpió el joven mago.
— Nada, no me malinterpretes, pero… quería ver si tenía heridas… debajo de mi ropa… en el pasillo del quinto piso… rodeado de estudiantes… ¿entiendes?
La imagen de Sirius, intentando desnudar a Remus en pleno pasillo le hizo reír un poco.
— ¿Entonces, por qué lo dejaste con Tonks, no haría lo mismo? —pregunta con un poco de ánimo.
— Harry, si crees que Tonks necesita ayuda para calmar a Sirius… necesitas pasar más tiempo con ella —el tono de diversión ayudó un poco a aliviar el ambiente.
— Ah, qué bueno que lo encuentro señor Potter, ya todo quedó listo— los interrumpe Minerva.
—Gracias profesora. Le diré dónde es —así ambos magos se marchan fuera del castillo.
Remus, con curiosidad, los siguió con la vista. Pero entendiendo que no lo necesitaban, fue a buscar otra manera de ayudar a otros estudiantes.
— 0 —
—¡Harry! Qué bueno que ya regresaron, logré… — se detuvo en seco al ver a la profesora detrás. No sabía cómo ella reaccionaría con Snape.
— Tranquila, nos va a ayudar a llevarlo a la enfermería— le explicó tranquilo.
— Qué bueno verla bien, señorita Granger— pero sus ojos no se despegaban del cuerpo en el suelo. Comparado con la última vez que lo vio, no pensaría que fuera el mismo hombre.
— Gracias profesora, digo lo mismo… yo… logré hacer que su hemorragia se detuviera y le suministré un poco de poción para reponer la sangre que perdió.
— Bien hecho, vamos, nos trasladaré a la enfermería de inmediato— sin más que decir, se juntaron, tomaron el cuerpo y desaparecieron.
— 0 —
— ¡Sirius! ¡Por amor a Merlín, te dije que podía caminar, es solo un rasguño!— la puerta de la enfermería se abrió, dejando paso al animago que venía cargando a una Tonks un tanto molesta al parecer por su tono de cabello y claro, el tono de voz. Mientras que detrás de ellos, Remus llevaba también a un estudiante para ser atendido.
— Te dije que te traería de una forma u otra, porque sé que no vendrías por tus propios pies— contesta Sirius, dejándola en una cama vacía. Sin embargo, en cuanto el pelinegro da un paso atrás, Tonks ya se estaba levantando.
— Vaya, pensé que no habría lugar aquí— se sorprende Remus, dejando también al joven estudiante en otra cama vacía.
— Se acaban de llevar a los pacientes a San Mungo— le contesta la enfermera, pasando junto a ellos y llevando apresurada varios frascos de pociones vacíos a una estantería. Viendo de reojo al joven y buscando la poción para él.
— Vaya, hasta que hacen algo esos…—
— ¿Te podemos ayudar con algo Pomfrey?— lo interrumpe Remus. Porque veía un poco erráticos sus movimientos. Como si estuviera nerviosa por algo.
— No, no. Puedo encargarme sola. Ahora sino les molesta, quisiera atender a mi paciente tranquila— señaló la puerta con una mano y fue darle el brebaje al chico.
A los tres les pareció un poco extraña su actitud, pero no dijeron nada. Al fin y al cabo, se acababa de ganar una guerra.
— De… acuerdo, lamentamos las molestias Madam. Estarem…— pero Tonks fue interrumpida por el sonido de una aparición en el lugar.
— Pomfrey aquí traigo a…— Minerva comenzó a hablar, pero fue interrumpida por una voz bastante molesta.
— ¿¡Qué demonios hace ese idiota aquí!?— Sirius no podía creer que Harry estuviera ayudando a Snivellus, después de todo lo que había hecho. Eso era lo que menos debería estar haciendo.
— Sirius, por favor, escucha— comenzó a explicar Harry, mientras colocaban al hombre inconsciente en la cama —él… Snape merece nuestra ayuda y…
— ¡No, Harry, qué te pasa! ¡El imbécil asesinó a Albus! ¿Ya se te olvidó?— molesto, empezó a caminar hacia Severus para sacarlo del colegio.
— ¡Sirius, no te atrevas a ponerle una mano encima!— Hermione salió en defensa también.
— ¡Basta! —gritó molesta la enfermera —Si eso es todo de su parte, ya no les pido, les ordeno que se retiren ahora.
Con esto dicho, fue a ver qué podía hacer por Severus Snape.
Efectivamente, ella pensaba igual que Sirius Black. Sin embargo, Minerva le convenció y le recordó su juramento como médico. Y ella no era alguien que faltara a su palabra.
— Vamos afuera—la simple orden de Minerva los hizo salir de su sorpresa y sin hacer gesto alguno, salieron del lugar.
— ¿A quién más vamos a ayudar Harry? ¿A Bellatrix, Greyback, los Carrow o a los Malfoy?— sobra decir el tono sarcástico y furioso de Sirius.
Harry, buscando un poco de ayuda de los otros adultos para controlar la situación, se le quedaron viendo de igual manera, apoyando silenciosamente a Black.
Cansado, se sienta en el suelo, recargando su espalda contra la puerta. En tanto, Hermione se sienta junto a él, para ayudarle a entender que no estaba solo.
Sin embargo, no sabía cómo empezar. Aunque no fue necesario.
— Ahh, aquí están— la voz de Kingsley salió de un pasillo. Haciendo que todos giraran las cabezas para verlo —sé que es extraño, pero ya no debería sorprendernos nada ese hombre… Albus… nos solicita en su… bueno… en la oficina de la dirección. Dice que es algo urgente.
Todos estaban confundidos por ello, sin embargo, sin intercambiar otra palabra, salieron rumbo a dicho lugar.
Hola a todos.
Gracias por leer hasta aquí.
Les mando saludos desde la Ciudad de México.
