Resumen: Pestañas adora a Fubuki de pies a cabeza. Él ama absolutamente todo de ella, todo excepto su extraño interés con ese tal Saitama.


Inspirado en la canción "I hate your boyfriend" de Lou Bega.


- Anime: One Punch-Man (ワンパンマン)

-Todos los personajes le pertenecen a su creador: ONE®


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Cuando camina, cuando habla, la forma en la que ríe de forma ladina y divertida, hasta la extraña pose que hace con su mano sobre su rostro cada vez que mantiene algo en su mente para ser considerado; la manera en la que luce distraída o demasiado concentrada, intimidante y dulce, poderosa y llena de dudas. Cuando sonríe y cuando tuerce sus bellos labios con disgusto.

De pies a cabeza, Pestañas adora todo de Fubuki.

Ella avanza sobre sus tacones cortos mientras las puntas de su cabello corto, lacio y brillante se mece sobre sus hombros cubiertos por su suave abrigo de peluche blanco. Sus caderas se mueven con gracia y se ladean al detenerse frente al auto, entonces Pestañas reacciona de inmediato acercándose para abrirle la puerta, darle su mano y ayudarla a tomar el asiento de atrás. Su mano es fría, pálida y hoy se ha pintado sus uñas de un color cálido. Al pasar, nota el bonito par de aretes que usa, percibe el olor de su shampoo e incluso es capaz de sentir el aroma de la tela de su ropa.

Al entrar al auto, lo primero que nota es el perfume de la señorita Fubuki. Es fuerte y con un aroma agradable, marcable y muy atrayente, es un perfume caro. Sus labios están más rojos de lo normal, también parece que está estrenando un nuevo collar de perlas.

Pestañas suspira tomando el volante entre sus manos. Los ojos verdes, grandes y brillantes con largas pestañas negras, lo miran desde el retrovisor y su cabeza le hace el asentimiento para que arranque el carro. Pestañas obedece, él es el conductor asignado del Grupo Fubuki.

Él no dudaría en llevarla a donde sea que ella se lo pida.

Fubuki se sienta cerca de la ventana y ve a través de ella. Pestañas sonríe, se siente dichoso de tener tiempo a solas para ellos dos. Él le pregunta sobre su día y ella le sonríe dándole respuestas cortas y sencillas, parece distraída o, mejor dicho, demasiado concentrada en algo; ella de nuevo está haciendo ese gesto en con su mano. Es hermosa, muy hermosa, la más bella heroína de toda la Asociación. No hay forma en la que alguien no pueda caer rendido a sus pies.

Ambos llegan a uno de los puntos de reunión del Grupo Fubuki, ahí los esperan sus compañeros Mono de Montaña y Lily. Pestañas sonríe aunque en el fondo se siente decepcionado, a él le hubiera gustado tener más tiempo a solas con ella. Sólo ellos dos.

Todos suben al auto y se dan camino hacia la dirección que Fubuki se ha aprendido de memoria en tan sólo un par de minutos y que Pestañas ha aprendido debido a las múltiples veces que ha tenido que manejar hasta allá en lo que va de la semana. Pestañas piensa en negarse por un instante, por una vez, decirle a su líder que quizás esta vez tampoco funcione y que lo mejor sería regresar y jugar un partido de cartas, o ir a comer a su restaurante favorito, hablar de las cosas que le gustan y de las que Pestañas ha tenido que aprender para ver si de esta forma algún día ella llegase a interesarse un poco más en él y no tanto en ese sujeto.

Pero los ojos de Fubuki brillan con entusiasmo conforme se acercan al destino y el sol ilumina el contorno de su nariz, de su mentón y de su fleco, haciéndola ver más joven de lo que es, más bella que nunca, más alegre de lo que normalmente parece. Pestañas no se siente capaz de destruir eso justo ahora.

Él sacrificaría lo que sea por ella.

El auto se detiene delante de un condominio en la ciudadela de la Asociación de Héroes, el centro de la antigua Ciudad A. Lily espera mientras que Mono de Montaña y Pestañas bajan del auto primero para ayudar a bajar a la señorita Fubuki. Ella no lo necesita, pero ellos nunca se perdonarían si permitieran que ella abriera una puerta por su cuenta estando ellos presentes. Las puertas se deben abrir para ella, no al revés.

Pestañas es quien abre la puerta y, tal y como todas las veces que lo hace, siente que tiene ante él a la cosa más preciada del universo. Los rayos del sol chocan directo sobre el rostro de Fubuki y el cuerpo de ella poco a poco se remueve para salir y dejarse llenar por completo de esa luz, del viento que mueve su largo vestido y sus ojos verdes se iluminan con determinación mientras endereza su espalda, sin temor a presumir lo alta que es cuando usa tacones.

Pestañas sonríe sin querer, no puede despegar sus ojos de ella.

Sí… Pestañas ama cada parte de Fubuki, todo, por completo, de lleno. De pies a cabeza ella no es nada menos que perfecta ante sus ojos. Completa, totalmente, absolutamente todo ella.

Todo, excepto su extraña afición por ese tal Saitama.

Un idiota, descarado, tonto, aburrido, torpe, pobre, grosero, maleducado, insolente y patético hombre llamado Saitama.

Pestañas ha dejado cada mañana las flores favoritas de la señorita Fubuki sobre su escritorio sin que ella se de cuenta, la lleva de compras sin chistar, carga sus cosas, besa su mano, ha aprendido a cocinar sus comidas favoritas, también sabe que no le gustan los alimentos con mucho dulce o demasiado picantes, sabe sobre su vino favorito, su corte de carne preferido, cuántos tacones lleva en su colección y también sobre las marcas de los vestidos que usa.

En cambio, Saitama no hace más que cerrarles la puerta tan sólo llegar. Fubuki hace el esfuerzo por comprarle regalos costosos y considerablemente específicos para él, pero Saitama no hace más que restarle importancia, encogerse de hombros y continuar negándose a unirse a su grupo.

Pestañas no deja de sorprenderse de la firme insistencia que su líder pregona hacia Saitama. Él nunca la había visto tener tanta paciencia con alguien.

Al igual que las veces anteriores, no hay avances significativos en su reclutamiento. Saitama no cede ante ella ni ante nadie. Pestañas siente una combinación de frustración y alivio, no le gusta ver fallar a su líder pero tampoco le gusta la idea de tener una competencia directa por la atención de Fubuki con alguien de su mismo grupo. Pestañas siente que si sigue dejando esto pasar, él perderá su oportunidad para estar con ella.

Pestañas odia a Saitama con todo su corazón.

—Él es terrible, ¿no? —Dice pestañas de pronto sin despegar su vista del frente, ahora está saliendo de la ciudadela y conduciendo camino a casa, a su punto de reunión. —Hablo de ese tipo, Saitama, no es posible que se niegue tantas veces.

El ceño de Fubuki se frunce, su boca se vuelve una línea recta y sus ojos se mantienen en la ventana. Ella no asiente, no lo mira, no suspira, no se da por vencida. —Concéntrate en el camino. —Se limita a decir de forma fría.

Las manos de Pestañas se aferran más al volante, su cuerpo se tensa y se llena del suficiente coraje para hablar. —¿En verdad es necesario seguir viniendo aquí? Él no vale el esfuerzo que usted está haciendo por él…

—La perseverancia es importante. —Responde ella de inmediato.

Lily le hace señas para que se calle pero Pestañas continúa. —Lo que digo es que lo mejor es que dejemos de insistirle a Saitama para que se una, él ha dejado en claro que no le interesa.

De pronto los ojos de Fubuki lo miran de forma directa desde el retrovisor, su rostro se ensombrece de forma casi amenazante. —No, él algún día tendrá que ceder.

—Pero Saitama la ha rechazado tantas veces que simplemente no puedo soportarlo. Es un tonto y con tan sólo verlo se puede saber que es un holgazán, ademá-

—Pestañas. Basta. —Le corta Fubuki, sus palabras son una advertencia.

Pestañas aprieta su agarre en el volante y su ceño se frunce. Fubuki de nuevo lo está defendiendo, Saitama ni siquiera es parte del grupo y aun así él sigue acaparando toda la atención de su preciosa líder. Pestañas chista la lengua y siente el coraje aumentar en su sangre. —Es un insolente, creído, ciego… Es tan estúpido que me cuesta creer que siguiera haya sido capaz de pasar el examen escrito de héroe, su cabeza ca-

—¡Pestañas!

El grito de Fubuki lo obliga a frenar en seco y voltear a verla. Fubuki nunca le había gritado así, nunca lo había mirado de forma tan molesta.

Fubuki lo mira con brazos cruzados de forma severa. El resto del grupo lo observa con preocupación, sus cuerpos tensos bajo un silencio cauteloso, filoso, agudo. Él había metido la pata.

Pestañas suda, traga saliva y regresa a su labor, volviendo a conducir en silencio y con la frente fija sobre la carretera. La incomodidad los acompaña por el resto del camino.

Al llegar al punto de reunión, todos bajan del auto y Pestañas, como siempre, es el primero en estar ahí para abrirle la puerta a Fubuki y sostener su mano, ser su apoyo. Pero esta vez ella rechaza el gesto y pasa de largo junto a él, deteniéndose sólo por un momento sin voltear a verlo y con voz estoica, clara y firme; una amenaza vestida de advertencia. —Aún hay una mínima posibilidad de que él acceda a unírsenos. —Dice ella refiriéndose a Saitama. —Mientras tanto, más te vale no volver a expresarte de él de esa forma.

Pestañas traga saliva y asiente bajando su cabeza en una reverencia. Fubuki lo mira de reojo y vuelve a alejarse.

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—Maldito Saitama. Maldición… —Pestañas vuelve a dar un largo trago a su bebida, su rostro se siente caliente y sabe que la cantidad de alcohol en su sangre es demasiada, pero no puede dejar de sentirse culpable. —¿Vieron cómo me miró? Y todo por haber hablado de ese… de ese Sai… Saitama.

Pestañas vuelve a dejar su vaso vacío con fuerza sobre la mesa haciéndola tambalear, maldice y vuelve a recostar su cabeza sobre sus manos en un lamento. Después de haberse despedido de su líder, los integrantes del Grupo Fubuki habían acordado llevar a Pestañas a beber a un bar en el centro de la ciudad para levantarle los ánimos. El plan fue que Pestañas pudiera desahogarse un poco y luego dejarlo pasar, pero ya era noche y él se mantenía lamentándose en voz alta.

—Es una suerte que la señorita Fubuki no tenga el temperamento de su hermana Tornado del Terror, de lo contrario ya estarías muerto. —Dice uno de sus compañeros tratando de animarlo, pero eso sólo lo hace sentir peor.

Fubuki nunca le ha prestado tanta atención, ni siquiera por las flores en su escritorio, ni los desayunos sorpresa. No como lo hace con Saitama. Fubuki siempre le sonríe pero de una forma más simple, menos brillante, más que un subordinado pero nunca más que un amigo. Pestañas necesita más que eso.

Incluso trató de ejercitarse para impresionarla pero la mirada de ella no deja de mostrar esa falta de satisfacción o impresión debido a un muy bien marcado estándar nunca antes visto, un nuevo tipo de concepto de fuerza, pero no en el sentido de la envidia hacia su hermana mayor, sino en su interés por un hombre que la ha dejado tan sorprendida que todo lo demás a comparación le parece común y corriente.

Pestañas no tiene ni idea de qué es lo que Saitama le hizo, dijo o mostró a Fubuki para dejarla tan cautivada, pero le resulta detestable.

Saitama es un completo don nadie. Él lo ha investigado y no hay nada interesante para presumir, ningún logro destacable o trascendental. Simplemente no hay razón para que Fubuki invierta tanto tiempo y recursos en él.

—¿Sigues planeando salir con ella? —Pregunta otro integrante.

Pestañas suspira cansado, no tiene fuerza suficiente para responder.

—Deberías rendirte con eso, todos los que lo han intentado han fracasado. —Responde otro.

—Tal vez ella te haga caso si te vuelves un clase S. —Propone Mono de Montaña.

El resto del grupo suelta una risa. —¡¿Es una broma?! ¡Qué buen chiste! —Expresan ellos.

Pestañas alza una ceja y afila su mirada con molestia. Saitama ni quiera era un clase A y ya había acaparado el interés de la señorita Fubuki.

Uno de sus compañeros le da una palmada en la espalda. —Bueno, al menos siempre puedes estar a su lado, ¿no?

Eso no hizo sentir mejor a Pestañas. Es obvio. Por supuesto que él siempre estaría ahí para ella.

Al recorrer sus ojos cansados a las mesas de alrededor, reconoce una cabeza calva que acaba de llegar a sentarse a la mesa de a junto. Él está acompañado por los héroes Demon Cyborg y King.

Pestañas se pone de pie al instante con la intención de ir hacia él. El Grupo Fubuki intenta detenerlo. —¡Oye, no busques iniciar una pelea! ¡King acabará contigo en un instante! ¡Terminarás muerto al primer golpe!

Pero Pestañas repele el agarre de un manotazo y sigue su camino, tiene tanto alcohol y rabia en su cuerpo que le cuesta pensar con claridad.

Fubuki ya se había enojado con él, ¿qué podría ser peor?

Pestañas se acerca y azota sus manos sobre la mesa, captando su atención al instante. Los ojos aburridos de Saitama lo miran y luego se asoma de reojo al resto del grupo que contempla desde su mesa, por un momento parece reconocerlos.

—Quiero hablar contigo. A solas. Afuera. Ahora. —Exige Pestañas con molestia.

De pronto Demon Cyborg lo mira como si quisiera incinerarlo.

—Si haces eso, pa… pagaré sus bebidas. —Dice Pestañas rápidamente al final para evitar ser asesinado.

Saitama acepta al instante.

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Una vez afuera, ambos se paran frente a frente. El silencio es largo. Su molestia aumenta.

Saitama ladea su cabeza y se cruza de brazos. —Bien, ve al grano.

Los puños de Pestañas se cierran y sus dientes se aprietan. Ver a Saitama de cerca sólo confirma lo simple que es. —No te atrevas a hacerte el irrespetuoso conmigo. —Dice. Su hermosa líder podrá tolerarlo, pero él no. —No te creas tanto nomás porque Fubuki es paciente contigo.

Entonces Saitama endereza sus hombros, alza una ceja y lo observa con atención. Después de unos segundos, él lo señala con uno de sus dedos. —Oh, entonces esto es sobre Fubuki, ¿no?

El rostro de Pestañas enrojece más por la vergüenza de admitirlo que por el alcohol, su cabeza se agacha conforme sus ojos se posan al suelo y sus puños se cierran en señal de impotencia. —Ella te prefiere a ti.

Por primera vez ante sus ojos, Saitama muestra una reacción: sorpresa, quizás un poco de vergüenza. —No, espera, no lo digas de esa forma. Ella sólo quiere nuevos integrantes en su grupo.

Y a Pestañas le encantaría que sólo fuera eso, él trata cada mañana de convencerse de eso para tranquilizarse. Pero en verdad él nunca había visto a Fubuki tan decidida en conseguir algo. —Ella se ha tomado muchas libertades contigo, estoy harto de eso. —Responde Pestañas.

—Ah, pero ella siempre es así.

—¡No hables como si la conocieras!

Saitama frunce el ceño y se queda el silencio. Lo observa. Piensa. Después cierra los ojos colocando sus manos en su cintura y soltando un largo y pesado suspiro. Entonces lo mira con una tenue sonrisa, volviéndolo a señalar. —¿Haces esto porque ella te gusta? —Pestañas abre sus ojos y su rostro se torna completamente rojo, luego da un paso hacia atrás. Saitama parece tomar confianza dando un paso adelante, alzando su voz. —¿Te gusta Fubuki?

El cuerpo de Pestañas se tensa, su rostro se siente arder.

Fubuki es su sueño, su ojo en el huracán, su continua tentación.

Desde el primer día en el que la vio, siempre lo ha sido.

—¡N-no es así! —Responde. No dejará que Saitama se burle de él. —¡Cállate!

A Saitama esta reacción parece entretenerle. —Oye, viejo, cálmate, sólo fue una broma. —Él luce más relajado y su tenue sonrisa permanece. —Es que es raro que vengas de pronto a decirme estas cosas, por un momento creí que intentarías convencerme de unirme a su grupo.

Pero Pestañas definitivamente no le ha pedido hablar a solas para hacer eso. Debe aprovechar su oportunidad ahora que la tiene. Él se clara la garganta antes de hablar. —No te preocupes por eso, mi objetivo es todo lo contrario. —Pestañas alza su mirada. —Quiero que te alejes de la vida de la señorita Fubuki para siempre.

Saitama parpadea. —¿Eh?

—Conozco a la señorita Fubuki y sé perfectamente que ella es una mujer que no se da por vencida con facilidad, sobre todo ahora que parece estar decidida a reclutarte. Además, estoy consciente de lo permisivo que has sido con ella hasta ahora. Es por eso que… —Pestañas inclina su espalda para hacer una reverencia baja, la más baja que su cuerpo le permite hacer estando de pie. —¡Por favor, ponle un alto definitivo y prohíbele que se acerque a ti de una vez por todas!

Hay silencio, Saitama no responde. Pestañas decide recurrir a su plan B.

Él vuelve a alzar su voz. —Te daré una compensación monetaria si así lo deseas, también prometo que no volverás a ser molestado por nadie del Grupo Fubuki. Así que, ¡ponle fin a esto de una vez por todas y desaparece de la vida de la señorita Fubuki!

Ninguna palabra es dicha después de eso. El sudor recorre su frente y se escurre por su nariz, su espalda comienza a doler, así que Pestañas se endereza y posa sus ojos para ver la expresión de Saitama, atento a su respuesta.

Saitama lo ha escuchado perfectamente, su sonrisa ha desaparecido. Sus ojos lo miran con un estoicismo que Pestañas nunca antes había visto en alguien.

Sus ojos parecen muertos, tenuemente molestos.

—Déjame preguntarte algo, —comienza Saitama, —¿haces esto por Fubuki o por ti?

La cuestión hace enojar de nuevo a Pestañas. —No hay nada que me importe más que la señorita Fubuki. Hago esto por su propio bien.

Saitama frunce su ceño. —Eso es algo que sólo ella puede decidir.

Pestañas aprieta sus puños. —Maldito…

Los pies de Saitama comienzan a avanzar, acercándose y pasando de largo, con la intención de regresar al interior del bar. Pero Pestañas lo detiene sujetándolo del hombro. Está harto de siempre ser pasado de largo y nunca ser tomado en serio.

—Piénsalo bien, esto también te beneficia a ti. —Insiste Pestañas. —¿Acaso no quieres que Fubuki deje de buscarte todo el tiempo?

Saitama lo mira de reojo con seriedad, su boca es una línea recta. —Eso es algo que sólo yo puedo decidir.

Él sigue su camino y Pestañas contempla su espalda con odio.

Fubuki es una mujer muy terca, pero Saitama tampoco es un hombre fácil de convencer.

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A la mañana siguiente su estado de ánimo sólo empeora debido a la resaca. Su teléfono es lo primero que escucha al despertar. Es Fubuki preguntándole si puede ser su chofer. Pestañas acepta al instante y hace lo mejor que puede para tomar una ducha rápida y ponerse du traje negro.

Escuchar la voz de la señorita Fubuki le da energía.

Su cabeza le duele a morir pero trata de sonreír cuando se encuentra con ella, su líder, la luz de su día y el calor de su corazón. Sólo ella y él en el auto.

Fubuki luce tranquila y menciona recordar una gran idea para un determinado plan, también habla sobre pasar por un supermercado. Ella va buscando carne de primera calidad. El dolor de cabeza no le permite recordar exactamente para qué.

—Quizás podríamos convencer a Saitama con esto. —Responde Fubuki, más entusiasmada que nunca. Ella amaneció de buen humor.

Entonces Pestañas recuerda la noche anterior en el bar y maldice en su mente. No es que realmente quiera escuchar una respuesta, pero tampoco puede quedarse con la duda, así que aprovecha el embotellamiento en el que se encuentran para preguntarle a la señorita Fubuki qué tiene de especial ese sujeto llamado Saitama. Esta vez trata de que el desprecio en su voz no se note.

Parece funcionarle, porque Fubuki le sonríe con confianza y le responde con tranquilidad. —Es fuerte, hábil, eficaz… además, tiene a la división más poderosa en la toda la Asociación de Héroes. —La sonrisa de Fubuki se amplía. —Tenerlo a él es tener a Demon Cyborg, Silver Fang, King y seguramente a varios clase A de nuestro lado.

Pestañas no puede evitar ocultar su sonrisa alegre. —¡Oh! Entonces todo lo que le interesa de ese tipo es su fuerza y sus conexiones con otros héroes, ¿verdad?

La mirada de Fubuki se desvía hacia la ventana, sus hombros se encogen y sus manos se juntan en el paquete de carne sobre su regazo. Su sonrisa se mantiene en su rostro, más suave que antes.

Ella no asiente, pero tampoco niega.

Sus mejillas se tornan de un muy ligero rojo, la luz de sol y su maquillaje consiguen disimularlo muy bien. —Supongo… —Dice ella en voz baja.

Pestañas la mira por el retrovisor y suda frío. El auto de adelante avanza y él decide hacer lo mismo regresando su vista al frente, pasmado.

Mierda. Saitama es más peligroso de lo que pensó.

—¿Te sientes bien? —Pregunta de pronto Fubuki. —Estás pálido.

—A-ah, no es nada, estoy bien. —Dice Pestañas volviendo a sonreírle, cosa que siempre hace cada que la ve. —Sólo estoy un poco cansado.

Esa respuesta tranquiliza a Fubuki. Ella luce animada mirando por la ventana y sosteniendo la carne en sus manos. Es feliz, es cálida y brillante; y al igual que el sol, también podría considerarse inalcanzable.

Pestañas vuelve a mirarla por el retrovisor, vuelve a sentir su pecho lleno y, con ello, vuelve a sonreír de forma inconsciente. En verdad ama absolutamente todo de ella.