Que tal, lectores, les traigo un nuevo fanfic, uno pequeño, continuación de "Buscando una heredera", "Regalo perfecto" y "El Rey de Sinnoh". Sin embargo, no creo necesario leerlos para poder entender este, trate de hacerlo completamente independiente de ellos para no causar problemas y puedan disfrutarlo con tranquilidad.

Sin nada más que decir.
Enjoy :D


Buscando un camino

Parte 1: Yo soy el clon.

Iridio solo debía preocuparse de dos cosas: entrenar con su amigo, Richie, y no arruinar los experimentos de su padre. El adolescente entrenada con su amigo en una zona especial, una gran habitación donde él y su sombra pasaban el mayor tiempo perfeccionando sus habilidades.

—Recuerda, solo crear esposas de sombra —dijo el chico a la enorme sombra que se proyectaba detrás de él.

—Eso es aburrido, mejor lancemos cuchillos —respondió de manera amenazante.

—Qué no, los héroes no hacen eso.

—No somos héroes.

—Lo seremos, solo centrare.

Iridio apuntó con su brazo a tres botellas de vidrio. Tres proyectiles oscuros salieron de sus manos y dieron en el blanco. Dos lograron envolver suavemente las botellas, pero el último la partió en mil pedazos.

—Rayos, debe ser menos fuerte.

—¿Qué tal es alguien malo? Debemos romper huesos.

—¡Nada de romper huesos, Richie! —reclamó Iridio.

Iridio había adquirido un sentido de heroicidad gracias a los comics que su padre le había dado. Ver todas esas viñetas de hombres disfrazados salvando personas le hizo desear ser como ellos, ser alguien que protegiera a los demás, y para ello usaría a Richie, su único amigo, al cual debía controlar para que no intentara matar a todo el mundo.

El tiempo que no se la pasaba entrenando se encontraba estaba leyendo o jugando con su padre, Impex, un hombre ya anciano de pelo cano que le miraba desde la otra habitación y analizaba como Richie se volvía cada vez más dócil. Era una gran mejora, esa sombra nació junto a él y en solo dos años logró ser controlado parcialmente por su receptor. Impex estaba orgulloso de su creación, de ver como todos sus años de trabajo e ideas dieron pie al clon más perfecto que había hecho. Un chico de dos años de nacido, con la apariencia de un adolescente de trece años con la capacidad de controlar su don casi por completo.

Pero no era el placer de haber desarrollado su obra maestra lo que le hacía sonreír. Cada que Iridio reía junto a él, le hablaba de sus comics, lo ayudaba con sus otros trabajos o le pedía que le leyera un cuento le hacía sentirse feliz. Su sentimiento paternal se hacía presente cuando el chico le abrazaba y le llamaba padre. Impex nunca se casó, no tenía amigos, lo único que lo tenía luego de que su jefe muriera era Iridio. Su creación maestra, su hijo.

Iridio progresaba rápidamente, Impex estaba seguro que en unos días finalmente podría salir al exterior y explorar la región de Sinnoh. Pero, hasta que controlara por completo a Richie, debían mantenerse ocultos en el laboratorio secretó que alguna vez perteneció al Team Age. El evento del rey era demasiado reciente y salir al ojo del público sería demasiado peligroso. Ser cautelosos era la principal prioridad.

Luego del entrenamiento, Iridio descansó un poco en su habitación, un cuarto algo chico donde descansaban todos los comics que Impex le traía como premió por su buen progreso con Richie. Richie detestaba el cuarto, se sentía atrapado en esas cuatro paredes repletas de papel, su única diversión era la lámpara de lava que le hipnotizaba lo suficiente para no hacer escandalo mientras Iridio se recuperaba y su padre entraba.

—Ha sido un excelente entrenamiento, estas casí listo —dijo Impex con una pequeña sonrisa.

—Gracias, papá.

Iridio sonrió. Él sabía que era un clon, pero en ese momento no le importaba demasiado serlo, solo deseaba seguir leyendo y cumplir su sueño de ser un héroe, de volar por los aires y rescatar personas. Impex lo sabía y lo apoyaba, una forma de expiar los pecados de toda una vida de atrocidades cometidas contra otras personas.

—Serás uno de los mejores, tu potencial es inigualable.

—Papá —Iridio arqueó una ceja—. Siempre me has dicho que soy inigualable, pero nunca me has dicho de quien es mi ADN.

El rostro de Impex se descompuso por unos segundos, no le gustaba hablar de ese tema.

—De una persona muy peculiar, pero tú eres mejor.

—Vamos, solo quiero saber con quién estoy emparentado.

—Yo también tengo esa duda, quizás el original sea más compatible —dijo Richie, dejando de ver la lámpara—. Debe tener mucha más fuerza y energía que él

Impex negó con la cabeza, Iridio estaba genéticamente desarrollado para ser el más compatible. Richie solo gruñó y siguió viendo su lámpara, mientras Iridio bajó la mirada.

—Solo me daba curiosidad —dijo con una voz quebrada—. ¿Al menos puedes decirme su apellido?

—Supongo que eso puedes saberlo —dijo el hombre, llevándose la mano a la barbilla—. Berlitz, una entrenadora.

Iridio arqueó la ceja con confusión. Pensaba que el portador original debía ser un chico, pero no lo era, era una mujer. No pudo evitar sentirse extraño y mirarse las manos, sentía una sensación desagradable al saber aquello, pero no podía explicar en ese momento.

—¿No debería ser chica yo también?

—Bueno, la clonación no es completamente exacta, tu conseguiste tu propio sexo en las primeras etapas de tu desarrollo, así lo programe.

Iridio suspiró.

—¿Te hubiese gustado ser chica?

—No sé, no estoy seguro en estos momentos —admitió, mirando a sus comics—. Los superhéroes son bastante masculinos, ¿no?

—Hmmm no del todo, hay chicas que también gustan los comics, y mujeres súper heroicas.

Esa respuesta tampoco le satisfacción, Iridio solo se abrazó las piernas y suspiro. Impex estaba confundido sobre sus pensamientos, no tenía idea de qué clase de cosas hubiera en su cabeza. Se acercó a él y le puso la mano en el hombro.

—¿Te sientes perdido?

—Un poco, creo que estoy teniendo esa crisis que dijiste que tendría, de ser un clon.

—Bueno, ya sabes lo que siempre dije…

—Eres una obra maestra, lo sé. Pero no quiero pensar que solo soy eso, una maquina perfecta.

—No, de ninguna manera lo pienses así, eres mucho más que eso, eres lo que decidas ser con tu vida.

Aunque eso consoló un poco a Iridio, las dudas no se fueron por completo, aun cuando su padre le dio un abrazo. Impex intentó decirle algo más, pero un ruido extraño llamó su atención. Richie e Iridio se pusieron en alerta, pero Impex les pidió que se quedaran en su cuarto.

El científico caminó con cuidado por los pasillos de su laboratorio, fijándose en cada pequeño detalle esperando encontrar algo que estuviera fuera de su lugar. Tomó un arma y avanzó lentamente entre sus inventos, buscando la computadora desde donde monitoreaba todo el lugar. No había nada fuera de su lugar.

Las cámaras no mostraron nada raro, solo a Iridio caminando lentamente hacia donde él estaba. Lo regañaría por no seguir sus instrucciones, por no quedarse cuando le dijo que lo hiciera en el mismo momento que una bala atravesó su pierna.

El disparo le hizo caer al suelo, inmovilizándolo mientras sujetaba con fuerza su extremidad lastimada. Sus ojos alcanzaron a ver quién lo había hecho, un viejo demonio del pasado. Monika.

—No esperaba que fuera tan pronto —dijo Impex adolorido.

—No hay plazo que no se cumpla —respondió la mujer de pelo rojo, blandiendo una espada.

Monika, la mano derecha del rey, la mujer más letal que había conocido en toda su vida. Impex sabía que eventualmente lo encontraría, pero esperaba que llegar a cuando Iridio pudiese plantarle cara.

—Pensaba que todo esto era por honor, no esperaba que atacaras por la espalda.

—La muerte es el golpe honorable, por eso no te mate al instante —Monika acercó su espada al rostro de Impex—. Sera rápido, pero primero necesito saber qué pasó con tu engendro.

Impex rió de manera sarcástica.

—Sabes lo mismo que yo, la clonación nunca fue posible, el rey nunca me dio el recurso para hacerlo.

—Y aun así extrajiste el ADN de Níquel cuando la capturamos, ¿no? No te hagas el estúpido, sé que en alguna parte de este lugar está tu constructo.

—Puedes creer lo que quieras, pero el proyecto fue un fracaso, igual que la loca ambición del rey.

Monika no soportaría ningún insultó para la persona que más adoraba. Un tajo de su espada fue suficiente para rebanar la mejilla de Impex, provocando lanzar un gran grito de dolor, grito que Iridio pudo escuchar y le hizo correr hacía la sala donde ambos se encontraban.

—La noble visión de nuestro rey la respetaras, y la honraras al morir como él lo hizo.

Impex no pudo hablar, el dolor de tener la carne expuesta era demasiado, estaba a punto de entrar en shock mientras la sangre brotaba y manchaba el suelo de la sala, llegando hasta la puerta. Cuando la sangre encontró camino en la puerta de entrada, empapó los zapatos de Iridio.

El niño se quedó congelado, viendo a su padre mal herido mientras le gritaba que se fuera. No hubo respuesta, Iridio se quedó de piedra hasta que la espada de Monika atravesó el rostro de Impex, matándolo al instante.

—Qué bueno que apareciste, me ahorraste el trabajo.

Ver el cuerpo sin vida de Impex hizo que Iridio gritara lleno de rabia. Era un sentimiento nuevo, rabia, enojo intenso que Richie solo amplificó mientras se alzaba de manera imponente sobre Iridio. Monika no se inmutó ante eso, ni cuando él creó una espada de sombra y se lanzó hacía ella.

Era su primera batalla real, su primer mar de emociones que no podía controlar. El dolor no era un buen combustible, pues Monika lograba esquivar todos los golpes y causar algunas heridas en Iridio. Richie intentó atacarla al hacerse mucho más grande, lanzándose pedazos de sombra o intentar envolverla, pero todo era inútil. Los años de experiencia en combate le valieron para dejar a Iridio a su merced, con una bota en su cuello.

La presión aplastando su garganta fue suficiente para que la adrenalina bajara. Sus ojos se mancharon de lágrimas mientras esperaba que Monika lo atravesara con su espada. No quería morir, no se permitiría morir. Richie tenía un último as bajo la manga, una venda de sombra que dejo ciega a Monika el tiempo suficiente para que Iridio se librara del agarre y saliera corriendo de ahí.

Richie quería pelear, pero Iridio no deseaba morir ahí, terminar como su padre, no quería ser el siguiente en la lista. Huir era la única opción, huir y activar el sistema de autodestrucción del laboratorio, una medida de protección por parte de Impex para que todo el laboratorio fuera envuelto en llamas químicas. Él le habia dicho como activarlo y como escapar de ahí, usando un túnel especial en su habitación.

Monika detectó los químicos vertidos y escapó por donde vino. Su prioridad era Impex, Iridio podría esperar. Además, el pobre chico seguramente no duraría mucho afuera, llamaría la atención y lo terminaría encontrando.

Iridio dejó todo atrás. Su habitación, sus comics, su casa, su padre, todo eso ardió en un fuego verde mientras él logró salir de su túnel que conectaba a las afueras de ciudad Jubileo.

La enorme ciudad se miraba indiferente al enorme incendió que ocurría en sus entrañas, y sobre todos, a los gritos y lágrimas de un niño que en minutos lo había perdido todo.

[…]

El día despues de la muerte de su padre, Iridio no durmió. Se la pasó despierto mirando a la nada mientras el humo era emanado por la escotilla. La voz de Richie exigiendo venganza era opaca por las memorias de Impex. Lentamente recuperó la habilidad de llorar, sus ojos parecieron derretirse aquella tarde cuando los bomberos y policías fueron a ver los restos del laboratorio.

Sacaron un cuerpo, pero Iridio no lo vio, huyó antes de que pudieran decir el nombre de la persona que cargaban a la morgue. Su padre se había ido, estaba completamente solo en un mundo desconocido. Caminó por horas sin rumbó hasta llegar a un pequeño arrolló.

Richie, fiel a su naturaleza, le incitaba a buscar a Monika y matarla, devolverle el favor por haber matado a su padre, pero Iridio no le respondió. La sombra le siguió molestando con aquello, con su estúpido ideal de héroe, que el mundo real no era así.

—¿Tú que rayos sabes del mundo real? —preguntó Iridio con enojo— Eres un subproducto, como yo, tenemos la misma edad.

—Sé que este mundo es cruel, que no llegaras a nada si eres blando —respondió Richie con soberbia—. Si quieres realmente ser alguien fuerte, debes aprender a ser igual de cruel que ellos.

—No es lo que papá quería.

—Y por eso lo mataron.

—¡Cállate!

Estando dentro de su cuerpo, Iridio podía retenerlo ahí, su única forma de reprender a esa maldita forma suya que siempre le molestaba, que siempre le decía que hiciera cosas que sabía que estaba mal. Iridio no quería ser fuerte, quería ser bueno, ayudar a los demás. Eso le enseño su padre, ser mejor, y si el mundo era cruel, él debía ser mejor. Además, el mundo no podría ser tan malo, ¿no?

Los siguientes días estuvo vagando por las afueras de la Ciudad Jubileo, buscando comida y agua, no la encontró. Todo el mundo le miraba debajo del hombro, hacían una mueca y doblaban su camino, dejándole ahí, solo. Richie quería atacarlos, pero Iridio lo controlaba.

Su mejor oportunidad era esperar en las fondas, donde algunos clientes dejaban sobras de su comida y él se aceraba rápidamente a terminarlas. No siempre funcionaba, pues algún mesero siempre salía antes a espantarlo con una escoba. Algunos pocos le regalaban un pan, pero era tan raro que no era una fuente confiable de comida. Para la mayoría, Iridio era un ladrón de sobras y un vagabundo que afea la vista.

Luego de unos días, el chico fue a buscar comida a un centro comercial, pero otra cosa llamó su atención. En un aparador podía verse una falda lisa de color morado que se miraba de una tela algo fina. Iridio se quedó, expectante, mirando el aparador, mientras un guardia no le quitaba los ojos de encima a la cercanía.

—Es muy linda —dijo, con una pequeña ilusión en sus ojos.

—Podríamos robarla, el cristal se ve frágil.

—No vamos a robarla, solo creo que se me vería muy bien, ya debería cambiarme ropa.

—Si no vas a robarla, ¿con qué dinero piensas comprarla?

Iridio tuvo una idea, intentó entrar a la tienda, sin embargo, el guardia que la vigilaba le negó el acceso. Iridio preguntó por qué, pero el hombre no contestó y le pidió que solo le dejara hablar con alguien, que tal vez podría conseguir un trabajo para poder comprar esa falda, sin embargo, el guardia volvió a insistirle con un tonó más violento, acercando su mano a su teaser eléctrico.

—Niño, ya te pedí que te retiraras, no voy a repetirlo —dijo el guardia, molesto.

—Señor, tranquilo solo quiero saber si…

Antes de terminar su oración, una voz se escuchó por detrás de la tienda. Una señora mayor le pidió al guardia que se acercara a ella. Iridio sonrió, aquella señora parecía la administradora y seguramente había escuchado la petición y hablaba con el guardia.

—¿Ves? Te dije que la gente es buena —admitió Iridio, dándose la vuelta.

Antes de poder replicar, un repentino chorro frio golpeó la espalda de Iridio. El agua a presión empapó sus ropas sucias y le hizo retorcerse su espalda mientras caia al suelo. La mujer había sacado una manguera y comenzó a mojarlo por completo, aun cuando estaba en el suelo y le pidió que parara, la mujer siguió.

—Vete de aquí que me espantas a mis clientes, vagabundo.

Richie se molestó, su furia se elevó lo suficiente como para sacar un tentáculo del pecho de Iridio y golpear a la señora, mandándola al otro lado de la tienda.

—¡Te dije que no! —gritó Iridio cuando el tentáculo volvió a él.

—Esa vieja se lo merecía.

De inmediato sonó la alarma, el guardia del local sacó su teaser y el del supermercado igual. Iridio sabía que lo arrestarían, por lo que no tuvo más opción que huir. Era complicado huir, más con la ropa mojada, pero el chico se abrió pasó entre toda la gente del centro comercial y de todos los guardias que comenzaban a arrinconarlo.

Maldijo a Richie, no era la forma de lidiar con aquella mujer, ahora nunca más volvería a ese centro comercial. ¿Cómo demonios conseguirían comida ahora? ¿Cómo podrían seguir ahora que eren fugitivos? Richie solo le recriminó que no se defendiera, que los volvía débiles por esa forma de actuar.

El camino se cerraba, los guardias comenzaban a rodearlo, pero el tentáculo de Richie lo subió a un lugar por donde podrían escapar por una escotilla en un almacén, un buen lugar, bastante oscuro. Solo debía esperar el tiempo suficiente para que nadie lo encontrara y podría irse.

[…]

Níquel se apresuró a llegar antes de lo acordado a su reunión con Titan, su trabajo en el orfanato rara vez le dejaba salir temprano y Titan era la clase de chico que no podía esperar demasiado. Se recostó en su Dragapult hasta esperar su descenso en Ciudad Jubileo.

—Veinte minutos antes de las diez, alcanzare a llegar temprano —dijo la chica, mirando su pokéreloj—. Creo que alcanzare a comprar un manga antes de llegar a la cafetería.

Mientras esperaba, miró su pokéreloj en búsqueda de alguna noticia nueva o algún mensaje. Solo su padre y su mejor amiga le preguntaban como estaba, lo convencional. Luego de responder sus mensajes y mirar unos cuantos memes, Dragapult aterrizó

Níquel bajó y se dirigió a la plaza comercial de siempre, compró sus mangas y fue sentó en la cafetería con el logo de un enorme Garchomp. Titan ya le esperaba, aunque impaciente, le lanzó una grata sonrisa al ver a su amiga llegar.

—Tranquilo, chico desesperado —dijo Níquel, sentándose del otro lado de la mesa.

—No es desesperado, es que tengo otras cosas que hacer —admitió Titan con una risita—. Sin embargo, gracias por venir.

Había pasado el tiempo desde que ambos no se habían visto. Titan, hijo de Mars y Saturn, convertido en el líder del renovado escuadrón galaxia, un grupo de protección a la región de Sinnoh, limpiando el nombre de lo que alguna vez "galaxia" significó para la gente. El chico cooperaba tanto con la seguridad nacional e internacional, y su último gran movimiento fue la localización de la antiguó grupo criminal del Team Age.

—Pense que se habían disuelto —aseguró Níquel, bebiendo de su café.

—La mayoría lo hicieron, pero un pequeño grupo radical se mantiene, y han empezado a cometer crímenes.

—¿Qué clase de crímenes?

—Asesinatos, en masa —dijo, pasando una carpeta—. Lo único que hemos encontrado en común, es que todas las víctimas fueron desertores del Team Age, sin excepciones.

Níquel tomó la carpeta y la hojeó, descubriendo los informes de la Policía Internacional y algunas fotos de los asesinados. Su estomagó se revolvió mientras apretaba los dientes con enojo.

—Ese maldito bastardo del rey sigue molestando aún desde de muerto.

—Lo se —dijo Titan en voz baja—. No sabemos cuál es el motivo, pero hace unos días encontramos a Impex, o lo que quedó de él.

La ceja de Níquel se arqueó al recordar ese nombre. De inmediato su mente se llenó de los recuerdos de los meses que pasó encerrada con ese científico, de los múltiples piquetes en el brazo y lo exámenes que le hicieron acariciar su brazo, sintiendo que él está ahí todavía, observándola. Ver la foto de sus restos calcinados le hizo sentir un poco de retribución, pero, empezó a atar cabos.

—Ese animal era fiel al rey, y también lo mataron, si van por todos los desertores, ¿crees que vayan por mi madre?

—De momento no estamos seguros, este es el primer caso reportado de un alto líder, faltaría encontrar el cadáver de Monika, pero no puedo descartarlo completamente.

Un sudor frio recorrió su espalda, imaginar por un momento lo que le podría pasar a su madre, que podría terminar como las personas de esas fotos, le hizo golpear la mesa con fuerza. Quería salir corriendo de ahí y ver a su madre, pero Titan le detuvo. Platinum estaba siendo asegurada por algunos miembros del Escuadron Galaxia.

—Estamos hablando de mi madre, Titan, debó ir a avisarle.

—Si actúas así solo llamaras la atención, no hay indicios de que ella vaya a ser atacada —la voz de Titan parecía comprensiva, buscando calmar a Níquel—. Si quieres ayudarla, necesitamos tu ayuda.

Aunque renuente, Níquel aceptó, pero pidió estar cerca de su madre para protegerla en caso de cualquier eventualidad. Titan aceptó, pero necesitarían su ayuda. Estaban rastreando a varios ex miembros y esperaban el momento adecuado para interceptarlo y que los llevara a la base, en la base necesitarían toda la ayuda posible. Níquel aceptó sin dudar, acabaría con los restos del Team Age antes de que ellos tocaran a su madre.

—Sera mejor que cargues tu espada contigo —dijo Titan—. No sabemos en qué momento los podremos encontrar.

—Ahora que me dices esto no esperes que me separe de ella —admitió Níquel con algo de nerviosismo.

Cuando se trataba de la seguridad de sus padres adoptivos, Níquel se ponía siempre de ese modo. No estaba dispuesta a dejar nada al azar, menos la seguridad de ambos. Tomó el resto de su café con impaciencia, quería volver a casa, y las pláticas banales de Titan y las anécdotas de Rose no parecían importarle demasiado.

Sin embargo, la cosa cambio cuando escucharon el sonido de una alarma en un restaurante cercano. Níquel y Titan se levantaron al escuchar a la gente gritar "ladrón" y fueron corriendo a ver qué ocurría. No tardaron en llegar con una asustada señora que les dijo que un niño había intentado robar la tienda y le había dado un fuerte golpe. A Níquel le pareció extraño que un niño se hubiese atrevido a golpear a una señora, pero hablar con poco con la dueña del local le hizo levantar una ceja ante la nula empatía de la dama.

Recibieron una llamada de los guardias, el niño se había escurrido hasta los almacenes. Ambos corrieron hacía donde estaba el lugar, pero Níquel le pidió a Titan que le dejara encargarse, ya tenía experiencia con niños.

—No puedes salvarle el pellejo a todos los niños que encuentras —dijo Titan.

—No, pero viste a esa señora, es una vieja clasista en toda regla —admitió Níquel con un tono sínico—. Si el niño la golpeó, ayúdame a calmar a esa señora, prefiero que ingrese al orfanato de Platinum a que sufra de la cólera de esa vieja.

Titan suspiró y aceptó, pero para eso Níquel debía encontrarlo primero, y los guardias le llevaban ventaja. Aunque era un almacén pequeño, aquel niño supo mantenerse oculto de los guardias, sabía lo que hacía de cierta forma. Titan pensó que se había marchado, pero Níquel pudo ver una gran pila de cajas que daban a una escotilla por la cual se podría salir. Rio ligeramente al pensar que fuera tan atrevido para tomar aquella decisión tan arriesgada, pero eso es algo que ella misma haría. Luego de pedirle a Titan que dejara a los guardias acercarse, Níquel se acercó con cautela.

Cuando se acercó, pudo ver al niño a punto de saltar hacía la ventana, la distancia era demasiado larga y no podría lograrlo, por lo que Níquel mandó a su Banette para que lo tomara y lo bajara al suelo. El niño pataleó hasta que Níquel se acercó

—Niño, debiste esperar más tiempo —dijo la chica.

—Déjame ir, por favor, solo quería buscar trabajo y la señora me lanzó agua, no quiero problemas.

—Sí, supuse que la señora habría hecho eso, debo admitir que debió haber sido bastante relajante haberla golpeado.

—Claro que no, yo no quería lastimarla, solo…

Cuando Níquel encendió la luz de su pokéreloj se quedó en silencio. Miró a Iridio y no supo cómo reaccionar, esa ropa era demasiado parecida a la que ella usaba, su color de piel, sus ojos, su pelo, todo era como… ella.

—¿Quién eres? —preguntó Níquel, confundida.

Iridio no perdió la oportunidad y le lanzó una extraña sustancia negra a las manos, inmovilizándola. Níquel intentó quitarse la extraña sustancia antes de que Iridio huyera, pero este se detuvo súbitamente. De pronto, la chica sintió un cosquilleo en las muñecas.

Las esposas se desvanecieron y entraron dentro del cuerpo de Níquel. La sustancia entraba por sus venas y arterias, podía sentirse ese extraño espesor que le hizo rascarse las manos.

—Tú eres de quien yo soy hecho —dijo Iridio, asombrado.

—¿Qué rayos fue lo que me hiciste? —preguntó Níquel, asustada.

Las manos de Iridio se mancharon de negro. Níquel no pudo retroceder pues la sustancia negra se lanzó hacia ella, entrando directamente a su cuerpo.

Níquel se retorció un poco al sentir cada vena de su cuerpo siendo ocupada por aquella sustancia. Se arrodilló al no soportar de dolor de gusanos en todo su cuerpo mientras una gran comezón atacaba. Se quitó su abrigo, quería arrancarse la camiseta, pero era inútil, no había nada que quitar.

Comenzó a sentir un enorme calor y un fuerte y punzante dolor de cabeza que no duró mucho, lo suficiente para que cientos de recuerdos que no eran suyos comenzaran a desbloquearse. El calor se volvió menos insoportable y mucho más agradable, como si su cuerpo se acostumbrara rápidamente a su nuevo ambiente. Su respiración se regularizó, su pulso cardiaco volvió a parámetros normales y todo el dolor se sentía diferente. Se sentía bien, demasiado bien.

—¿Qué rayos fue eso? —preguntó, levantándose.

—Eso, querida, es la parte que te faltaba.

Volteó a ver a Iridio, pero él no había dicho una sola palabra. Fue su nuevo huésped, Richie. Se asustó al verlo, pero una rápida revisada a sus recuerdos le hizo calmarse.

—De modo que tú e Iridio fueron creados por Impex —preguntó Níquel a Richie.

—Es correcto —la sombra sobresalió de su espalda—. Iridio, una copia tuya, y yo soy una copia de todo tu potencial.

—No recuerdo tener potencial malvado —dijo, alzando una ceja.

—Siempre lo has tenido.

Antes de poder seguir, pudo sentir que Iridio comenzaba a llorar. De inmediato se acercó a Iridio, pero este se alejó.

—Siempre pense que encontrarte sería algo lindo, pero en cuanto apareciste también me quitaste a mi único amigo.

—No puedes culparme, ella es más fuerte y…

—¡Cállate, Richie! —reclamó Níquel, a lo que Richie acató y volvió a su cuerpo. — Siento que nuestro primer encuentro fuera así, pero creo que puedo regresártelo.

—No, lo conozco, pero aún así, duele —las lágrimas comenzaron a salir—. Mi padre murió, Richie me abandonó por la "original", no tengo nada.

Níquel no pudo evitar sentir una presión en el pecho. Iridio era su clon, y verlo ahí en esa posición le recordaba como ella estaba el día que se encontró a Diamond en el hospital. Suspiró y le ofreció la mano.

—Mi madre, Platinum Berlitz, tiene un orfanato, mi padre también trabaja ahí y yo doy clases, puede que ahí encuentres algo mejor.

—¿Un orfanato?

—Es mejor que robar migajas de pan —dijo Níquel con una sonrisa—. Déjanos ayudarte, hay un lugar mejor, créeme.

Iridio se quedó pensándolo por un momento, pero decidió aceptar la ayuda de Níquel. La chica no pudo evitar alegrarse, ayudar a un niño siempre era algo que le gratificaba demasiado. Tomó al niño de la mano y salieron caminando del almacén, tenía una cita directo al orfanato de los Berlitz.

[…]

Iridio no dijo una sola palabra en todo su trayecto al orfanato de Ciudad Arenisca. El enorme recinto ya le esperaba, brindándole ropa nueva y cobijo. La recepcionista intentó ser lo más amable posible, pero Iridio no respondía a los buenos gestos, solo obedecía las indicaciones que le daban. Níquel no duró mucho tiempo, tuvo que irse a arreglar unos asuntos, pero le prometió que lo vería el lunes a primera hora en su clase de batallas pokémon.

Iridio no se despidió, solo esperó que le asignaran la habitación donde dormiría, unos libros y una hoja con los horarios de almuerzos, clases y demás actividades recreativas. Tomando sus cosas se encamino al edificio G, donde no pudo evitar hacer un gesto al darse cuenta que lo enviaban junto a los demás varones. Se sintió extraño, pero esa extrañeza solo se volvió en más depresión que le hizo llegar a su cama, tirar sus cosas y tirarse a la cama, hundiendo su cabeza en la almohada.

Las cosas cambiaron demasiado rápido, muy rápido. Extrañaba a su papá, sus entrenamientos, sus juegos, sus comics, la forma en que él le abrazaba y le decía un "te quiero". Extrañaba a Richie, esa vocecita en su cabeza que le contaba chistes, con el que también jugaba, ese cosquilleo en el cuerpo que se había desaparecido. Las lágrimas comenzaron a salir junto a esos recuerdos, deseaba volver, quería volver ahí, pero esta era su nueva realidad, estar en una habitación con cinco niños que parecían divertirse afuera, ajenos a los sollozos del nuevo compañero que, sin darse cuenta, se quedó dormido.

Nadie le despertó, los nuevos niños decidieron no molestarlo y se quedaron jugando. Fue hasta que llamaron a la cena que un chico intentó hablarle, pero Iridio se limitó a decir que no tenía hambre y volvió a dormir. Tenía hambre, pero no tenía las ganas de hacerlo.

La cena era un evento especial los fines de semana. Todos sabían que, la mayoría del tiempo, un famoso chef preparaba un festín nocturno para todos. Los esposos Berlitz decidían hacer los sábados y domingos especiales dándoles comida deliciosa en la noche. Diamond tuvo la idea, y Platinum deseaba ayudarle y aprender un poco también de la cocina de su marido.

Cuando todos los niños estuvieron servidos, Platinum se quedó mirando fijamente a los alrededores. Níquel le había contado de Iridio, pero él no apareció. Se acercó a sus compañeros de habitación y ellos le mencionaron que decidió no salir. Una conducta esperable despues del calvario que había pasado, pero no podía dejarlo pasar luego de prometerle a su hija que lo cuidaría. Pidió una charola para él chico y caminó hacía donde Iridio se encontraba.

Iridio estaba despierto, observando el enorme patio desde su ventana. Le gustaba sentir el aire frio en el rostro. Escuchó los pasos, pero no volteó, siguiendo fijando su mirada en el horizonte.

—Buenas noches, ¿puedo pasar? —preguntó Platinum, desde el otro lado.

No hubo respuesta, solo el movimiento del aire. Platinum respiró hondó, recordando las experiencias previas en el orfanato.

—Traje pastel de chocolate.

Chocolate, hace mucho que no probaba el chocolate. Sin querer volteó y vio al nombre con una bandeja con un plato de una hamburguesa de pollo y un pastel de chocolate. Su estómago rugió al ver la comida, no podía negar que quería comer. Asintió con la mirada, pero de inmediato se levantó.

—¿No debería comerlo en el comedor? —preguntó, confundido.

—Bueno, normalmente sí, pero podemos hacer una excepción si eres nuevo aquí —admitió con una sonrisa cálida, dándole sus alimentos, enserio este niño era muy educado.

Diamond dejó la bandeja en una pequeña mesa. Olía delicioso, y el estómago de Iridio rugió, por lo que no dudo en tomar la hamburguesa y comenzar a comerla, la primera comida decente en días.

—Gra-gracias, señora —agradeció Iridio.

Platinum sonrió al escuchar aquello. Níquel le dijo que Iridio era un clon suyo, aunque por un momento lo dudó, este chico era mucho más dulce y educado que la niña engreída que le gritó cuando volvía del hospital.

—Llámame Platinum, mi esposo y yo suele hacer estas comidas especiales los fines de semana.

Ese nombre le sonaba.

—¿Platinum Berlitz? ¿La madre de Níquel?

Platinum asintió. Un extraño escalofrió le recorrió la espalda al darse cuenta que se encontraba frente a la dueña del orfanato. No solo era eso, era la madre de Níquel, la figura materna original. Iridio pudo detenerse su bocado y presentarse.

—Soy Iridio, Iridio… —hizo una pausa— Creo que no tengo apellidos.

—Bueno, no te preocupes, eventualmente conseguirás algunos —respondió—. ¿Cómo te has sentido?

Iridio se quedó en silenció, no sabía que responder. Comió un poco de pastel y miró a la ventana, buscando el valor de hablar.

—Comprendo si no quieres hablar, es normal sentirse abrumado despues de todo esto…

—Mal, muy mal —interrumpió Iridio, mirando por la ventana—. Perdí a mi papá, a mi mejor amigo, y estoy aquí, solo…

Las lágrimas comenzaron a brotar una vez más. Platinum se quedó en silenció por unos segundos, no estaba segura de cómo abordar al pequeño niño que lloraba frente a él. Diamond era el que lidia con estas complicaciones, no ella. Sin embargo, solo tenía que ser empática, recordó cuando sus padres murieron, ese hecho traumático que la marcó y le hizo sentir como él se sentía.

—Yo era un niño feliz, entrenaba para ser un superhéroe, jugaba con mi padre y Richie, leía comics, era normal, ya ahora no tengo nada, no tengo…

Volvió a llorar, casí tirando el pastel. Diamond suspiró y ser acercó al chico, sentándose a su lado, esperando el mejor momento.

—Lamento de lo de tu padre, lo de tu amigo —admitió Platinum, tratando de sonar reconfortante—. Sé que es algo difícil, y duele mucho recordarlos, pero…

—Ya no quiero que duela —Iridio alzó a ver a Platinum, confundido—. Quiero ver a mi padre, que me diga que todo estará bien, que seré un héroe, que yo… que yo…

Sin poder soportarlo más, se refugió en Platinum, hundiendo su rostro en su hombro, buscando un consuelo. La mujer sintió ese dolor y le abrazó devuelta. Iridio se sentía demasiado vulnerable, cómo ella en aquellos años, que necesita un abrazo, un consuelo, unas malditas palabras de aliento. Diamond y Pearl la ayudaron a pasar el trago amargo, pero Iridio estaba completamente solo, sin nadie más que ella. Sintió como si su corazón se le hiciera pequeño al recordarlo, al verse así. Lo abrazó con fuerza mientras pequeñas lágrimas salían de sus ojos.

—Tranquilo, Iridio, si necesitas llorar, hazlo —admitió Platinum, tratando de disimular—. Te prometo que cuidaremos de ti, lo prometo.

No hubo respuestas, solo más llantos por parte del niño. Platinum intentaba darle ánimos, pero nada parecía consolar al triste niño que continuaba y continuaba. Platinum cerró los ojos y pensó por un momento que debería hacer, que es lo que a ella le hubiese gustado que le dijeran.

—Cuando mis padres murieron…

Hubo una pausa. Escuchar esas palabras hizo que Iridio terminara de llorar por unos segundos, mirando los ojos de Platinum.

—Cuando ellos se fueron, estuve llorando todos los días por varias semanas. No es fácil, los recuerdos te atormentan una y otra vez y lo único que quieres es que paren, pero no lo hacen —admitió, limpiándose las lágrimas—. Sin embargo, el estar con la gente que te apoya, que te quiere, te ayuda a intentar lidiar con ello. Y tal vez pienses que no tienes a nadie en este momento, pero puedes contar conmigo, con Níquel, con mi esposo, con tus compañeros y los que trabajan en este lugar. Sé que es duro, pero, si necesitas alguien con quien hablar, con quien desahogarte, mi oficina siempre está abierta —admitió con una sonrisa.

Iridio no pudo evitar sentirse extrañado. Esas palabras tan amables le hicieron sentirse confortable, al menos una vez. Sonrió y asintió, volviendo a abrazar a Platinum. La mujer sintió el cambio de actitud de Iridio, ese chico tenía algo especial, no estaba segura si era por ser clon de su hija o por qué sentía empatía, pero estaba dispuesto a proteger a ese niño.

Los días pasaron. Iridio seguía metido en sus pensamientos, seguía sin querer interactuar con algún chico, solo se la pasaba en su cama, vagaba un rato por el patio del orfanato y volvía a comer. Nadie se le acercaba, solo algunos cuidadores para preguntarle si estaba todo bien. El niño respondía poco a poco, para seguir explorando el orfanato, comenzó a llamarle la curiosidad conocer el recinto, los sitios de juegos, los salones.

Los días domingo, todos los cuartos recibieron una caja de donaciones. En ellas había algunos juguetes, ropa, comics, de todo. Iridio decidió no acercarse hasta que todos tomaran un regalo. Cuando llegó solo quedaban dos peluches, una camisa gris y comic. Al ver el comic sus ojos se iluminaron. El número 60 de Spinarak-man, su súper héroe favorito. Tuvo suerte, nadie estaba interesado en el comic.

Ya lo había leído, sin embargo, volver a tenerlo entre sus manos le hizo sonreír alegremente mientras lo acercaba a su pecho y se lo llevaba a su cama, dispuesto a leer un poco. Eran las aventuras de siempre, no había sorpresa, y aun así se emocionaba a cada lectura.

Mientras todos se divertían, Platinum hizo acto de presencia. Todos los niños se alegraron al verle, pero Iridio no se acercó, estaba demasiado entretenido en su comic para darse cuenta de quien estaba en la entrada. La mujer sonrió y colgó un papel en la pared, para despues despedirse de los niños y prometiéndoles pizza en la noche. Era un aviso de diferentes actividades, pero hubo un importante cambio.

—¡Actualizaran la sección de comics de la biblioteca! —dijo uno de los niños.

Eso sí llamó la atención de Iridio. Dejó de leer su comic y se acercó rápidamente hasta el letrero, abriéndose paso entre los niños. Ahí pudo darse cuenta que actualizarían la sección de entretenimiento de la biblioteca.

—¿Hay una biblioteca? —preguntó Iridio, confundido.

—Claro, está en el edificio de las chicas —le respondió uno de los chicos—. Ten cuidado, dicen que si te quedas mucho tempo te pueden maquillar.

Todos los chicos rieron un poco, menos Iridio, quien estaba más interesado en esa biblioteca. El anunció decía que debía esperar solo unos días, así que podría esperar hasta que estuviera listo. Solo deseaba alcanzar algún buen comic de Spinaraman.

[…]

Richie resultó ser más beneficioso para Níquel de lo que ella llegó a pensar. Los primeros días, la chica se sintió extraña al tener una masa oscura dentro de su cuerpo, pero tardó poco tiempo en sentirlo como una parte más de su cuerpo. Se sentía con mucha más energía, como si pudiera correr un maratón sin cansarse. Richie había aumentado sus habilidades físicas.

La habilidad de convertirse en cualquier cosa hizo de Richie un elegante saco morado que reemplazó al saco que la madre de Diamond le había dado, una prenda con multitud de utilidades, como el poder subir al tejado de la mansión Berlitz y ver toda la región desde ahí. Sentía como un nuevo mundo se le abría ahora que estaba completa.

Sin embargo, no dejaba de pensar en Iridio. La memoria compartida de Richie le hizo darse cuenta de todo lo que había pasado el niño desde su nacimiento. Ese dolor ahora podía sentirlo suyo, fruto de conectar su mente con la de su nuevo compañero. Además, aquello le sirvió para darse cuenta de quién había planeado todo. Monika.

Níquel no la conoció del todo, fueron otras personas las que la enfrentaron, pero su conciencia compartida le hizo sentir un enorme rincón por la condestable del rey. No tardó mucho tiempo en informar a Titan de que Monika era la responsable, cosa que ayudó la investigación para dar con ella en una base abandonada a las afueras de la región, un lugar al que pudieron acceder gracias a su rastreo por uno de los miembros que fue lo suficientemente estúpido para no borrar su huellas.

—¿Qué estamos esperando? —preguntó Richie, apareciendo su rostro de fantasma en el sacó de Níquel.

—Que Titan nos mande la confirmación —admitió Níquel, suspirando—. Solo debemos esperar.

No tuvo que esperar mucho, su pokéreloj sonó con el mensaje de Titan, indicándole que ya era el momento. Sintió alegría al ver el mensaje, finalmente podría usar el poder de Richie. Se deslizó lentamente hacía su habitación, tomó sus pokébolas y al momento de querer tomar su espada, un tentáculo le detuvo.

—No necesitaremos eso —admitió Richie, generando una espada directo en la mano de Níquel.

—¿Hay algo que no puedas hacer? —preguntó Níquel, con una risa sarcástica.

—Controló todos los átomos de mi cuerpo, puedo crear cualquier objeto que tú desees —dijo Richie con una sonrisa—. Ahora vamos por ella.

Níquel sonrió, confiada, podía sentir bastante emoción como para saltar directamente desde su ventana hacía el césped. Al caer generó un cráter en el suelo, pero su cuerpo se mantuvo intacto. Eufórica, la chica rió y sacó a su Dragapult para que le llevara al lugar acordado.

No recordaba la última vez que se tenía así, emocionada al punto del éxtasis, con tanta energía para derrotar un ejercitó entero. En su mente solo se imaginaba la cara de sorpresa de Monika al verla con Richie, blandiendo una espada más poderosa que la que usó contra el rey, acorralándola y despues matarla.

Fue ahí que se detuvo un momento. ¿Por qué pensaba en matarla? Si, era una horrible persona, ¿pero matarla? ¿De donde había venido esa idea?, de inmediato volvió a recordar la naturaleza de su compañero y exclamó.

—Nosotros no matamos —admitió Níquel, molesta—. No te metas en mi mente, no matare.

—Yo nunca dije eso, Níquel, es tu naturaleza —admitió Richie.

—Buen intentó, pero no me vas a controlar, si Iridio pudo mantenerte a raya, yo lo hare.

Richie no respondió, solo se quedó en silencio. Níquel entendió que todas están sensaciones no eran gratis, si quería usarlo, debía aprender a controlarlo, nada demasiado complicado, pensó, tal vez le pediría ayuda a Caitlin despues.

Los minutos pasaron y Dragapult finalmente aterrizó en un pequeño claro donde miembros del escuadrón galaxia y de la policía internacional buscaban el mejor momento para atacar. Níquel fue arribada de inmediato por Titan, quién no pudo evitar alzar una ceja por la nueva vestimenta de Níquel. Despues de un rato Titan le puso al corriente de su plan.

Monika estaba fuera, por lo que tendrían que esperar a que volviera para emboscarla. Un operativo simple, una vez ella volviera entrarían con la suficiente capacidad para arrestar a todos, incluyéndola a ella. Pero por ahora debería ser sigilosos, esperar el momento adecuado.

—¿Y qué pasó con ese chico? —preguntó Titan, sentándose aún lado de Níquel.

—¿Iridio? Está bien, les pedí a mis padres que cuidaran de él.

—Estuve investigando un poco sobre él, no existe ningún registro de su existencia en ningún lado, ¿sabes algo?

Pensó en contarle la verdad sobre el origen del chico, pero la forma en que lo decía no le hizo confiar. Sentía que en cualquier momento podrían hacer algo contra él. Desde que Titan se volvió parte de las agencias de seguridad, se volvió un perro faldero del gobierno. Níquel negó con la cabeza.

—Nada, en lo absoluto —dijo, cruzándose de hombros.

Otra vez un pensamiento intrusivo. ¿Desde cuándo se refería de esa forma a Titan? Era su amigo.

—Si mis padres averiguan algo, te lo contare —admitió Níquel, debía aprender a lidiar con esto.

Titan asintió con la mirada.

Algunos hombres le hicieron una señal, Monika había vuelto a la guarida, era hora de entrar. Níquel se levantó, sintiendo un poco de emoción por el combate que se acercaba. Richie le generó una espada oscura en su mano antes de irse junto al gran grupo de hombres. Nadie vió en que momento la sacó, solo la tenía mientras avanzaba junto a Titan.

Los dos guardias que custodiaban la guarida fueron detenidos.

Níquel no pudo evitar sentir un escalofrió al recorrer los pasillos oscuros. Aquellas instalaciones le recordaban demasiado sus días cuando fue raptada por el Team Age. El miedo dio pasó al odio conforme las imágenes de su captura iban pasando lentamente frente a ella.

Tres guardias que vigilaban los pasillos fueron detenidos.

El Team Age cometió demasiadas atrocidades en Sinnoh. No solo intentó devolver la región entera al medievo, si no que usaron a un pokémon legendario para iniciar una guerra y le dieron al Team Right una bomba nuclear. Todo eso en menos de 4 años. Aunque Níquel y los demás holders pudieron detenerlos antes de comenzar una guerra, la victoria habia costado demasiado. Y ahora quedaba Monika, matando a gente inocente, matando al único vínculo humano de Iridio. ¿Acaso no podía acabarse esta pesadilla?

Dos guardias que custodiaban una sala fueron detenidos.

¿Dónde mierda esta Monika? ¿De qué se esconde? Hablaba de honor, pero se esconde como una vil rata, pensaba Níquel. Deseaba encontrarla de una vez, enfrentarla, pero nada, solo una enorme sala vacía con una puerta al fondo.

—"No estamos solos" —dijo Richie en la mente de Níquel.

Antes de poder replicar, varias flechas fueron lanzadas contra algunos agentes, a la vez que algunos pokémon de fuego comenzaban a rodearlos. Estaba tan absorta en sus pensamientos que apenas se dio cuenta que estaban rodeados por varios reclutas que les doblaban el número. La tensión del momento aumento al no saber cómo actuar, y más cuando una voz se escuchó.

—Titan, hijo de Saturn y Mars, y Níquel, la basura adoptada de Diamond y Platinum Berlitz, la heredera del rey, no son las personas más listas —dijo Monika desde el parlante—. Bajen las armas si no quieren que el suelo se manche de sangre.

—Tenemos esta zona rodeada, Monika, aunque nos maten, hay suficientes tropas para destruir este lugar.

—A menos que lo destruya primero.

Un sistema de autodestrucción, demasiado cliche para el gustó de Níquel. Sabía que este era el momento de actuar, pero no estaba segura si Richie podría con el resultado. Tuvo una idea, sacada de uno de los comics que Iridio había leído. Su memoria compartida debería servir para esto. Mientras Titan y Monika terminaban de debatir, varios tentáculos salieron de la chaqueta de Níquel y arremetieron contra varios reclutas, dejándolos fuera de combate y con algunas fracturas.

El parlante de Monika se quedó en silenció, Titan no tuvo tiempo de replicar cuando un montón de flechas y fuego fueron lanzados a su posición. Sin embargo, Níquel creó un enorme escudo de sombra para protegerlos. Con esa ventaja, los agentes lanzaron a sus pokémon y comenzaron a combatir a los enemigos.

Las ventajas de Richie en el cuerpo de Níquel se hicieron mucho más evidentes. Podía saltar más alto, ser más rápida y aplicar mucha más fuerza. Además, no estaba limitada por la espada de sombra, cualquier objeto podía forjarse en su mano y ello lo utilizaba con dureza contra los demás reclutas. Le sorprendió lo bien que podía controlar ese poder, debía ser verdad que ella y Richie era demasiado compatibles.

Ojala hubiese tenido estos poderes contra el rey. Tal vez, si los hubiera tenido, hubiese disfrutado más del combate, probando formas creativas de golpear a los reclutas mientras sentía un extraño éxtasis al verlos golpearse contra la pared. Un sentimiento primitivo que le hacía disfrutar cada golpe, sin importar que la mayoría comenzaba a rendirse bajó su superioridad.

Un recluta logró rasguñar su mejilla, la sangre comenzó a escurrir lentamente mientras Níquel se quedaba en silenció, sintiendo un repentino ataque de furia hacia el hombre que ahora cargaba contra ella. No lo pensó, un golpe directo al pecho fue suficiente para dejarlo contra la pared, con las costillas rotas y sin poder respirar. Pudo verlo ahogarse con su propia sangre la cual salía de su boca y una extraña sensación recorrió su cuerpo, quiso más, pero Richie le dijo que Monika se encontraba en la otra habitación. Ignorando la voz de Titan, Níquel se lanzó contra Monika.

La mujer ya le esperaba, había reservado una zona de combate donde Níquel quedó atrapada no más entrar. Al verla el sentimiento de furia volvió a nacer, pero disminuyó cuando Richie salió un poco de su cuerpo.

—¿Así que ahora ustedes dos están juntos? Supongo que el niño murió.

—Cuidado tu tono al hablar de Iridio —dijo Níquel, molesta.

—Oh, vamos, ¿enserio desarrollaste sentimientos por el constructo?

—Más te vale que te calles o te mataremos —dijo Richie, mirándola con un rostro aterrador—. Mataste a nuestro creador.

—Honestamente no entiendo por qué te entrometes, Níquel, Impex te raptó, te mantuvo cautiva y te clonó para crear estas abominaciones, y ¿tú sientes empatía por ellos?

Níquel se quedó en silencio, pero Richie retomó la palabra.

—Nos importa detenerte, nos importa la venganza contra ti. Antes de que vayas por nuestra nueva familia.

Monika arqueó la ceja, riendo levemente.

—Ya veo, eres la marioneta de este —dijo la mujer, tomando sus espadas—. De acuerdo, niña, le enviare los pedazos de tu cuerpo a tu madre.

—¡Aléjate de mi madre!

Creando una espada, Níquel se alzó contra Monika. Al volver a su cuerpo, los sentimientos de odio volvieron, quería herirla, causarle daño, hacerle pagar cada uno de sus crímenes contra los inocentes. Pero ella era diferente.

Monika fue la mano derecha del rey, una mujer con amplió conocimiento en combate. La ventaja que Níquel le sacaba en poder, ella lo compensaba en habilidad, causandole múltiples heridas y cansándola de poco en poco.

Richie podía regenerar algunas de sus heridas, pero el cansancio solo podía ser aminorado con los pequeños golpes de adrenalina que sentía cada que lograba rasgar un poco de las ropas de Monika. Ya no disfrutaba tanto el combate, el odio irracional le hacía atacar sin mucha estrategia, solo el impulso primitivo de matarla.

Monika provechaba esta oportunidad, intentaba atravesarle el corazón en honor a su rey. Matar a la que derrotó a su maestro sería la máxima prueba de honradez. Sin embargo, Níquel podía regenerarse, y sus ataques comenzaban a volverse más agresivos. Aquello se había vuelto una batalla de aguante.

El momento decisivo se dio cuando el equipo de Titan explotó la puerta que mantenían cautiva a Níquel y Monika. La distracción perfecta para que todo el poder de Richie se desatara de un solo golpe, tirándola al suelo. No le dio tiempo de levantarse, pues Níquel logró cercenarle un brazo.

Monika gritó de dolor al ver su brazo caer al suelo, intentó arrastrarse, pero Níquel se acercó lentamente con una guadaña en su brazo. Sus ojos habían cambiado, eran completamente rojos y una pequeña aura roja comenzó a emanar de las partes moradas que cubrían su cuerpo. Monika no pudo evitar sentir miedo, recordando la descripción que él rey le había dado cuando se enfrentó a Níquel. No era una humana, era un demonio.

Antes de dar el golpe de gracia, Titan se acercó junto a más agentes y sacaron sus armas, apuntando a Níquel.

—Es suficiente, Níquel —gritó Titan, apuntándole.

—Por si lo olvidaste, ella es el enemigo —replicó Níquel, volteándole a ver.

—Le cortaste un maldito brazo, está fuera de combate, no puedes matarla.

Matarla, fue esa palabra la que le devolvió a la normalidad, debilitando su aura rojiza. Una extraña confusión se sintió en ese momento. Había dicho que no mataría, pero ahora aquella mujer estaba con una gran hemorragia, sujetando un detonador.

—¡Maldita sea! —gritó Níquel.

Intentó tomarla con un tentáculo, pero Monika huyó a la dimensión fantasma gracias a su Chandelure. El sistema de autodestrucción había sido detonado. Un solo minuto para huir de ahí. Sin tiempo que perder, Níquel salió huyendo de ahí junto a los demás hombres y algunos guardias detenidos. Gracias a los pokémon voladores pudieron salir rápido antes de que un coctel químico evaporara todo el lugar.

Lograron salvarse, y capturar a la mayoría de reclutas, exceptuando a la líder. Sin embargo, aquello no preocupaba Níquel, lo que le preocupaba es el casí matar a aquella mujer. Había dicho que podría controlar a Richie, pero tal vez él comenzaba a controlarla a ella.