Qué tal, queridos lectores.
Aquí yo otra vez, fallando como siempre al intentar hacer un fanfic corto y que me salga de tres capítulos UnU
Pero bueno, igual es una historia rapida, que se viene un cuento medio spooky para este mes. Les recomiendo, cuando salgan, lo lean con buen estado mental, lo necesitaran (?)
Sin más, espero disfruten del segundo y penultimo capítulo de esta historia UwU
Enjoy :D
Parte 2: No sé quién soy
Platinum esperaba con emoción la llegada del cartero, había muchas cosas que recibiría ese día. Bebió un poco de su taza de café mientras observaba el enorme patio principal del orfanato. Los niños jugaban tranquilamente, alguno que otro comía, todo parecía estar en orden.
Habían pasado dos semanas desde la aparición de Iridio, y en esas dos semanas el niño finalmente se había acoplado. Pudo verlo jugando en un columpio mientras leía un comic en soledad, aquello le hizo esbozar una pequeña sonrisa. Sin embargo, la persona que no se acoplaba era su hija, Níquel, la cual no se había presentado en una semana a sus clases.
Pensó en llamarla una vez más, pero sabía que recibiría la misma respuesta.
"Estoy ayudando a Titan" era lo que decía cada que le preguntaba dónde estaba. Le preocupaba encontrarla siempre irritada, molesta, ya ni siquiera había hablado con Rose, se la pasaba todo el día fuera con esa cosa pegada al cuerpo, Richie.
Antes de tomar el teléfono para volver a llamarle, Diamond entró a su oficina. El hombre cargaba algunas cajas y cartas en sus brazos.
—Llegó el correo, amor —dijo el hombre con una sonrisa cálida.
—Siempre mi cartero favorito —agradeció Platinum, ayudándolo.
Diamond decidió tomarse un descanso para ayudar a Platinum, dedicarse al orfanato les resultaba algo agotador que necesitaba de muchas manos. Crystal se los había advertido. Luego de dejar el correo en la mesa, ambos comenzaron a revisarlo.
—Factura, factura, recibos, inspección… ¿Citatorio? —preguntó Diamond, confundido.
—Déjame ver eso —dijo Platinum, intrigada.
Eso era nuevo, pero tenía una ligera idea de que se trataba. Al abrir el sobre pudo ver un sello de la oficina gubernamental. Suspiró, ya sabía que era lo que quería su gobierno ahora.
—Sabía que terminaría pasando —dijo Platinum, molesta—. Gobierno de Sinnoh, saben lo de Iridio y su condición.
—¿Cómo pueden saberlo?
—Bueno, ya sabes, tienen cámaras en todos lados —admitió con enojo—. Quieren una evaluación por parte de un educador especial para ver si no es peligroso, además, parece que no lo quieren considerar un sujeto de derecho por ser un clon.
—Oh, vamos, no pueden ser tan así.
—Son el gobierno, Dia, aparte conocen mi historial con ellos, debemos ser cautelosos —Platinum suspiró y se sentó en su sillón—. ¿Crees que el abogado con el que adoptamos a Níquel nos pueda ayudar con la auditoria?
—Tal vez, si le preguntamos —Diamond se acercó a su esposa—. Estaremos juntos si es necesario.
Platinum estaba enojada. Esa forma en la que se referían a Iridio, cuestionándose si era una entidad jurídica, para esos burócratas por el simple hecho de no nacer de un vientre ya no era sujeto de derechos. Le repugnaba, si fuera por ella en ese momento iba y le partía la cara al pobre becario que le hicieron redactar esa carta.
Pero no podía perder la compostura. Ahora debía trabajar con esos desgraciados si quería que todo saliera bien. Respiró profundo y miró a su esposo, hasta sentir sus manos cálidas, estaban juntos en esto.
—Solo serán unas preguntas, podremos superarlo.
—Eso espero, no quiero que se lleven al niño —admitió Platinum, mirando el resto de cartas en sus manos—. Bueno, al menos me aprobaron la propuesta del pokémon inicial, un pasó a la vez.
—Y hablé con Gold y Crystal, serán una tanda de 20 pokémon, deberían llegar en unos días. Ves, una cosa buena por cada cosa mala.
—Dirás dos cosas buenas, Día —Platinum se levantó y caminó hacía la caja—. Ruby trabaja rápido.
—¿Le pediste otro traje de gala para Níquel?
—¿Níquel? Después de ese comportamiento no pienses que la voy a premiar —dijo con un ligero toque de molestia y preocupación—. Es algo para Iridio, un pequeño obsequió.
En la caja se encontraba un disfraz hecho por el mismo diseñador de modas de Hoenn, amigo personal de ambos. Navidad tenía relativamente poco tiempo de haber pasado, por lo que sería la excusa perfecta para no crear rencillas entre los niños. Platinum sacó el traje de colores azules y amarillos frente a Diamond, lanzándole una gran sonrisa.
Diamond no pudo evitar sentirse feliz por su esposa, realmente había conectado con aquel niño, y eso era algo muy bueno, se le miraba genuinamente preocupada por él. Asintió al ver la ropa y le dijo.
—Seguro le encantara.
[…]
Una semana fue suficiente para que Iridio se adaptara. Ni él sabía si se debía al apoyo de Platinum, a las clases o a ayudar en la biblioteca a cambio de llevarse algunos comics para leer en su cama, pero comenzaba a acostumbrarse a este nuevo ambiente.
Sin embargo, el recuerdo de su padre y Richie se mantenía. No había noche que no le recordara a su padre antes de ir a dormir, cosa que le hacía llorar un poco antes de caer dormir. Mientras que Richie se presentaba cada que miraba a Níquel. Solo ocurrió dos veces, pero era suficiente como para hacerle voltear a otro lado para ignorarla.
Esa noche recibió el regalo de las manos de Platinum. Un traje hecho a la medida, de Spinaraman. Iridio no contuvo la emoción, abrazando de vuelta a Platinum al recibirlo. Era un regalo espectacular, algo que jamás pensó tener. Platinum le mencionó que podría usarlo en Halloween o alguna fiesta especial, pero Iridio tenía otros planes.
Si tenía que adaptar sus planes a su nueva realidad, este traje era la prueba de que podría volver a soñar con ser un superhéroe. Había un gimnasio, el lugar perfecto donde él podría entrenar en las tardes con su nuevo traje, pulir una vez más sus habilidades. No tenía a Richie, pero podría ser un héroe sin poderes, alguien que solo usaba su propia fuerza.
Entrenó una semana, semana donde notó la diferencia de no tener a Richie consigo. No era tan sencillo pasar de una jornada de dos horas de ejercicio, a una donde su cuerpo le pedía un descanso luego de treinta minutos continuos de ejercicios. Sin embargo, el chico se mantuvo firme en seguir.
Fue uno de esos días que salía del gimnasio que notó algo. Pudo ver a un niño, algo mayor que él, molestando a una niña pequeña mientras sostenía su jugo de uva y lo alzaba sobre ella.
—¡Devuélveme mi refresco o le digo a la directora! —reclamó la niña, pero el chico rubio solo se burlaba.
Aunque le molestó, sabía que esta era la oportunidad perfecta de empezar con lo que tanto había querido, ser un héroe. Corrió hacía su habitación, tomó su traje y trató de ponérselo lo más rápido que pudo. Pero, al volver, el niño se había ido y la niña solo estaba llorando en el lugar donde le quitaron su jugo. La pequeña no pudo evitar asustarse un poco al ver a Iridio en ese traje, pero le dijo a donde se había ido, hacía el salón de los mayores.
—No te preocupes, pequeña, recuperaré tu jugito —dijo con orgullo, corriendo.
La niña se quedó confundida mientras Iridio corría tras del extraño chico que había robado el jugo. No tardó mucho en encontrarlo, un pre adolescente, disfrutando del jugo de uva mientras miraba el horizonte del orfanato. Iridio se plantó delante de él y le apuntó.
—Tú, criminal, robaste ese jugo.
El chico se quedó callado por unos segundos, asimilando que rayos estaba pasando y por qué un niño en traje entallado le apuntaba. Una risa comenzó a salir lentamente de sus labios mientras escupía un poco del juego que se había acabado.
—Ay, por Arceus, ¿qué rayos eres tú, niño? —dijo el chico con una sonrisa burlona.
Iridio no pudo evitar sentir un poco de vergüenza al sentir la risa del chico. Sin embargo, se mantuvo firme y se acercó.
—Tomates el jugo de esa niña, y debes devolvérselo.
—Oh espera, te conozco, eres el nuevo consentido de la directora —dijo, volteando el jugo—. Lo siento, "héroe", ya me lo terminé.
El chico vertió todo el contenido del jugo en el suelo, para después mofarse de Iridio. Iridio se quedó helado, pero sabía lo que tenía que hacer, debía darle una lección.
El rubio no lo vio venir, aquel niño en traje de héroe se abalanzó contra él y le golpeó sin que se diera cuenta, directo en la cara. Los guantes amarillos de Iridio se salpicaron de sangre, sangre de la nariz rota del chico. Antes de poder levantarse, Iridio le dio una patada en el estómago, dejándole a su completa merced.
Los demás niños del orfanato se acercaron y los rodearon. Iridio pensó en recibir aplausos, pero no hubo un solo sonido que saliera de la boca de aquellos niños. No hubo celebración, no hubo aplausos, solo silencio, rostros afligidos y expresiones de miedo al ver al rubio en el suelo botando sangre y llorando.
Iridio se asustó más cuando escucho llorar a su rival, tirado en el suelo, pidiendo ayuda, pidiendo por su madre. Aquello le chocó, ¿por qué aquel "villano" estaba pidiendo piedad? ¿Por qué rogaba por su madre y su padre como él lo llegó a hacer? Y sobre todo, ¿Por qué sentía que no estaba haciendo lo correcto?
Se quedó congelado, sin saber cómo reaccionar al ver la sangre en sus guantes. Pero, se supone que había hecho lo correcto, en los comics que leía siempre era bueno golpear a los malos, la gente los felicitaba y adoraba por eso, ¿Por qué estos niños le miraba con miedo? ¿Por qué Platinum corrió con preocupación por el rubio y a él lo vio con un genuino rostro de decepción y arrepentimiento? Mientras se lo llevaba, solo podía pensar ¿Qué había hecho mal?
[…]
No se sabía nada de Monika, pero en las últimas semanas varios de los miembros del Team Age restantes habían sido capturados. Estas capturas no eran realizadas por miembros del Escuadrón Galaxia o el gobierno en turno, la responsable era una extraña sombra humanoide que siempre les propinaba una enorme golpiza y los dejaba colgando con una extraña sustancia negra que se desvanecía al momento de procesarlos.
Esa extraña figura de la noche, aquella que no respondía las llamadas de Titan, Diamond o Platinum, era Níquel. Desde su combate contra Monika deseaba encontrarla antes de que nadie, hacerle pagar por lo que le había causado a los demás. Unos días le bastaron para asimilar más el poder de Richie, usarlo con mayor eficiencia para desplazarse por los alrededores de Ciudad Jubileo, siempre sin ser vista, siempre atacando por sorpresa.
Esta noche era otra vigilancia de rutina, Níquel se encontraba en lo alto del edificio de TV Jubileo, observando los alrededores mientras comía un trozo de burrito que su padre le había dejado en la cocina. Richie seguía siendo un abrigo, pero también se había convertido en unas botas y unos guantes pegados a su cuerpo.
—Te dije que los burritos de Diamond son deliciosos —dijo Níquel, terminando el suyo.
Richie asintió, la sombra se asomó un poco para comer algo del alimento que su nueva portadora le ofrecía. Estaban esperando a un nuevo atentado a una comunicadora que había formado parte del Team Age, en cualquier momento escucharían un ruido y entonces atacarían, solo debían esperar.
—Debo preguntarlo, ¿no extrañas a Iridio? —preguntó Níquel, arqueando la ceja.
—Te lo dije, no soy un sentimental como ustedes simples primates, solo necesitó a un portador más fuerte.
—Me pasaste tus memorias, Iridio entrenaba mucho contigo, yo apenas hacia algo de ejercicio con Maylene, él es más fuerte.
—Pero tú eres la original.
La original, otra vez esa palabra. Níquel miró un momento al cielo nocturno, se sentía rara cada que Richie le llamaba así. Flashbacks volvieron a su mente sobre su secuestro por Impex.
Se quedó encerrada por semanas en una habitación oscura con una sola ventana por la cual se asomaba una tenue luz. Todos los días Impex extraía sangre, pedazos de piel, y cabello. No sabía qué quería hacer, en su momento pensó que la diseccionaría como un pokémon cualquiera, esperaba ese momento, y todo por qué, según él, su ADN era especial.
Hace mucho tiempo conoció a un chico que le mencionó algo sobre una persona con dos almas en su interior, y en al menos dos ocasiones, cuando estuvo a punto de morir, una energía extraña la rodeó y le hizo pelear como una bestia enloquecida. Richie le confesó que él tampoco sabía que le hacía especial, tan peligrosa, esa parte malvada suya que se negaba a aceptar.
No era malvada, siempre tuvo una figura que le hizo ser una buena persona. De hecho, estaba ahí para salvar a una pobre locutora de ser asesinada a sangre fría, ¿cómo podría ser eso algo malo? Richie mismo se lo confirmaba, solo hacían lo que era correcto, de cierta forma eran lo que Iridio quería ser.
—Iridio es mi clon, ¿eso significa que él también tiene algo de malicia?
Richie se quedó en silencio, sin responder.
—Se supone que hereda parte de mi ADN, ¿eso no le da una parte malvada?
Richie siguió sin responder. Níquel se molestó ante el silencio de su compañero, levantándose del edificio.
La mente de Richie tenía algunos recuerdos de los libros de Impex. De cómo funcionaba la clonación. La personalidad no se transmitía de un ser a otro, eso no venía codificado dentro del ADN, sino por las experiencias personales. Sin embargo, si esa malicia era innata, si ese lado malvado también lo tenía un niño solitario, sin nadie que lo controlara o lo guiara, que le aseguraba que lo podría controlar.
"Yo puedo estar tranquila, controlarme, pero ese mocoso no puede, y si lo hiciera y dañara a Platinum…" Las imágenes se revelaron en su mente, Iridio golpeando a Platinum y a Diamond con un cuchillo, la sangre esparcida por toda la oficina, los cuerpos sin vida. Mientras la presión en su pecho aumentaba, Níquel se vio peleando contra él. Sería tan fácil, demasiado fácil, tomarlo por el cuello y romperlo, atravesarle el estómago con una espada, decapitarlo, hacerlo ahogarse en su propia sangre o aplastar su cabeza con un solo golpe.
La sangre le hirvió, la presión aumento y el cuerpo le pesaba. Podría hacerlo ahora, para que esperar a que sus padres sufrieron el mismo destino que sus padres biológicos. Podría ir al orfanato y matarlo en la noche, nadie se daría cuenta, nadie lo extrañaría, una simple estadística más.
Banette salió de su pokéball, Níquel se sorprendió al verlo salir y tomar unas pastillas de su mochila. Su medicamento para la ansiedad, ni se había dado cuenta de que estaba sufriendo un ataque, sin embargo no las tomó, solo se lanzó al escuchar el primer gritó de una mujer por dentro del edificio.
Era un simple soldado más, un hombre con un cuchillo que fue lanzado al suelo por una patada de Níquel. La víctima, una mujer de pelo rubio, estaba en el suelo con un poco de sangre debido a una apuñalada en el brazo. La sangre solo hizo enojar más a Níquel. Tomó al escuálido hombre por el cuello y metió la sombra en su nariz, en búsqueda de información.
En los recuerdos del chico no había nada, solo más información de ataques y el inmenso dolor que provocaba que Richie se introdujera en las narices del sujeto. Níquel no se contuvo y usó al hombre como muñeco de trapo, rompiendo el suelo con él y lanzándolo por la ventana.
No lo dejó impactar al suelo, un tentáculo lo tomó con fuerza antes de chocar, pero un sonido de huesos rompiéndose pudo escucharse proveniente de la columna del hombre. Níquel no reaccionó, tampoco reaccionó a los gritos de horror de la mujer, solo salió del edificio y volvió al techo. Encontraría a Monika de algún modo, y después se encargaría de Iridio.
[…]
Iridio fue a la dirección de inmediato, el chico se quedó en shock por varias horas mientras atendían a su víctima. En todo ese tiempo sentado no pudo percatarse de nada, ni de los reclamos de los trabajadores o las cientos de llamadas, muchos menos de las palabras que Platinum y otro hombre decían en su oficina.
Intentaba entender por qué todo salió mal de repente, por qué estaba mal. Había hecho a lo que estaba entrenado, enfrentar a los villanos, pero ahora los demás le miraban con miedo o desaprobación. Ese chico había hecho algo malo, merecía una lección, ¿no?
Luego de un rato Platinum salió, no le dijo nada, solo le pidió que le entregara el traje. En un principio no respondió, pero poco a poco se levantó y fue a un vestidor a dárselo. No hubo reacción por parte de la mujer, solo le pidió que entrara a la oficina, que alguien lo estaría esperando.
En la enorme oficina se encontraba un hombre de chaqueta azul y lentes que esbozó una pequeña sonrisa al ver al niño. Iridio se acercó y se sentó, pero no le miró a los ojos. El hombre suspiró y tomó un poco de jugo.
—¿Quieres un poco? —dijo, pero Iridio no respondió.
Iridio seguía clavado en sus pensamientos, necesitaba ir desde otro enfoque.
—Sabes, a mí también me gustan muchos los comics, Spinaraman es uno de mis favoritos junto a Taurina Omega.
Aquello llamó la atención del joven.
—Mi esposa me contó un poco sobre que te entrenaron para ser un superhéroe, ¿es correcto? Es lo que intentaste hacer allá, ser un héroe y pelear contra un villano.
—Sí, esa era la idea —dijo Iridio con un pequeño brillo en los ojos—. Ese chico era malo, le quitó ese jugo a una niña y yo solo quise hacer lo correcto.
—Sí, entiendo, quisiste ser un héroe—el hombre se acercó un poco a Iridio—. Pero no te sientes como uno, ¿verdad?
—No… —el chico hizo una pequeña pausa, su voz se notaba decaída—. Creí que sería como cuando derrotas a un villano, que la gente aplaudiría y celebraría, pero todos estaban asustados y la señora Platinum estaba… decepcionada.
—Sí, creo que ahí está el asunto —sentándose a un lado de él—. Mira, en las historietas es muy divertido ver a los héroes golpeando a los malos, salvando el día, pero en la realidad es un poco más complicado, no todos las personas son malas o buenas, hay escalas de grises.
—Pero, ese sujeto le quitó ese jugo a la niña, y ella lloró.
—Sí, lo entiendo, pero ¿por qué no pensaste primero en recurrir a alguien más? En algún profesor, alguna otra persona, en la misma Platinum.
Iridio se quedó en silencio una vez más, reflexionando lo que había pasado. Él solo quería poner a prueba lo que siempre quiso ser, un héroe, pero Diamond le explicó que aquello no siempre era la mejor idea.
—Hay que aprender a escoger nuestras batallas, tienes una gran fuerza, lo reconozco, pero debes aprender a saber diferenciar cuando usarla o no. Ese chico, Faiker, no es un supervillano como aquellos de historietas, es un niño más, como tú.
—Pero él molesta a los demás.
—Pero hay mejores formas de encargarse de ello —Diamond miró directamente a los ojos de Iridio—. Dime, su reacción a sus golpes fue igual a la de un villano.
—No…
Finalmente lo entendía, entendía por qué se sentía raro ante todo aquello. Se sobrepasó, sobrerreaccionó a algo que cualquier adulto pudo haber evitado. Un fuerte golpe de empatía y vergüenza lo golpeó, con lágrimas saliendo de sus ojos mientras intentaba limpiarlas.
—Lo siento, lo siento, yo no quería…
—Tranquilo, está bien —dijo Diamond con una voz calmada.
Platinum entró de repente. Al verla, Iridio salió corriendo y la abrazó con fuerza, llorando y pidiéndole perdón. La mujer se quedó quieta, sin saber exactamente cómo reaccionar. Sin embargo, escuchar los llantos del niño le hizo devolverle el abrazo. Las emociones de cuidado volvieron de golpe al intentar calmar al niño que se disculpaba y le pedía otra oportunidad.
Platinum le perdonó, pero no solo bastaría el perdón, necesitaría aprender bien su lección. Como parte de un comité disciplinario, Iridio se vería obligado a cumplir algunas horas de servicio comunitario, cosas como limpiar los enormes jardines o los salones después de clase. Él no tenía problemas con eso, quien si los tuvo fue Faiker, quien también debería hacer los mismos deberes junto a Iridio.
—¿Él me atacó y ahora me castigan a mí? —reclamó, pero no importaba mucho su queja, después de todo también había presentado mala conducta.
Iridio intentó disculparse con Faiker desde el día uno, pero él se reusó a hacerlo, no quería hablar con el chico que había logrado romperle la nariz y solo quería terminar sus cuarenta horas sin mayores problemas. Iridio lo entendió, no quiso hablar mucho con él para no molestarlo, pero sabía que de todas formas necesitaba disculparse, debía encontrar alguna oportunidad.
[…]
Platinum alguna vez escucho, de boca de Cynthia, como es que Níquel y Rose, su mejor amiga, se hicieron amigas. Un combate doble para capturar dos pokémon. Entrado el proyecto del pokémon inicial, tanto Faiker como Iridio fueron seleccionados para recibir un pokémon inicial, por lo que Platinum tuvo una idea de cómo hacer que hicieran las pases.
Los citó a primera hora, después de las clases, en un salón especial. Iridio fue el primer en llegar, mientras que Faiker tardó un poco más, no le gustaba que le molestaran su hora de salida. Ya en el salón, Platinum les planteó el reto.
—Ambos fueron seleccionados para el proyecto de recibir un pokémon inicial, sin embargo, solo quedan dos pokémon, así que deberán elegir entre los dos cuál escoger, ambos deben estar de acuerdo.
—¿Para eso nos citó? —preguntó Faiker molestó, arqueando la ceja—. Deme el que sea y me iré a dormir.
—No, ambos deben estar de acuerdo, y hasta que no lo hagan, no podrán salir de aquí —replicó Platinum dejando la tabla con los dos pokémon—. No pueden escogerlo al azar, deben seleccionarlo y discutirlo, si no, no podrán salir de aquí.
Faiker bufó de enojo, mientras Iridio se quedó confundido mirando las pokébolas. Luego de unos segundos, los dos pokémon salieron. De una pokébola salió un Shellos forma oeste, y de la otra un Oddish. Ambos pokémon gritaron de emoción al ver sus potenciales entrenadores, mientras que Platinum se alejó y dejó a los niños discutiendo.
—¿Esto es lo mejor que tienen? Mejor se lo hubieran ahorrado —dijo Faiker, cruzándose de brazos—. Escoge tú para que podamos irnos.
Iridio se levantó y se acercó a los pokémon. No era la primera vez que se encontraba con un pokémon, sin embargo, si era la primera ocasión en la que le tocaba escoger uno. Recordó las enseñanzas de su padre, pero nunca le habló de cómo ser un entrenador pokémon.
—No estoy seguro —admitió Iridio, mirando a los pokémon—. ¿Cómo se elige a un pokémon?
—¿Cómo se elige? Solo escoge uno y ya, no tiene mucha ciencia —admitió Faiker, levantándose de su silla.
Iridio se quedó pensativo ante la explicación de Faiker, se sentó en el suelo y se quedó observando más de cerca a ambos pokémon. Aquello sacó de quicio al adolescente, no podía ser algo tan complicado solo escoger un pokémon.
—¿Qué acaso nunca has visto un pokémon en tu vida?
—Solo los de mi padre, una vez, pero esto es diferente —admitió, rascándose la barbilla—. ¿Cómo se llaman?
Aquella pregunta molestó más a Faiker, esto iría para largo. Tenía ganas de él elegir al pokémon, pero recordar la fuerza física de Iridio le hizo reconsiderar la idea, no quería otra nariz rota por parte de ese chico. Tuvo que responder sus preguntas tontas sobre los nombres del pokémon, sus tipos, habilidades, tablas de debilidades, todo. Para ser tan fuerte, Iridio era bastante torpe con los pokémon.
—Lees a Spinaraman, ¿no? Deberías saber al menos lo básico de los pokémon.
—Spinaraman fue mordido por un Spinarak radioactivo, y solo esa vez se menciona a un pokémon, la otra vez que se menciona es en el número 312 cuando pelea contra el hombre Octillery.
—¡¿Cómo puedes recordar todo eso y no saber que el tipo agua es débil a planta?!
—No leo libros de pokémon —admitió Iridio, algo apenado—. ¿Tú sabes mucho de pokémon?
—Lo suficiente como para saber lo básico —admitió sentándose en el suelo—. Vamos, solo escoge un pokémon y podremos irnos, ya me dio hambre.
—Lo siento, pero no sé cuál escoger, ¿por qué no escoges tú?
—Pensé que nunca lo dirías —suspirando aliviado—. Bueno, creo que yo quisiera a….
Hubo unos segundos de silencio. Iridio volteó a ver a Faiker confundido, no era para menos, el chico tampoco tenía idea de que pokémon escoger. Tanta ayuda a Iridio le hizo complicarse a él mismo escoger un pokémon.
Gastrodon era una excelente opción, cuando saliera de ahí podría surcar los mares de Sinnoh sin problemas, pero el pokémon era muy lento, viscoso, y parecía algo tonto golpeándose con la mesa de Platinum. Oddish por su parte era más energético, más alegre, pero un Vileplume no sería lo suficientemente cool para él, mucho menos un Bellosoom. Sin querer, Iridio le había pasado la indecisión.
—¡Ahh te odio! —gritó con enojo.
Iridio se asustó un poco, retrayéndose.
—Lo-lo siento.
—Por tu culpa ahora yo tampoco sé cuál escoger —cruzándose de brazos—. Maldita sea.
Ni siquiera supo cómo lo hizo, pero ahora él dudaba de cuál elección tomar. Faiker siempre había sido seguro en sus decisiones, pero esta vez no tenía idea de que elección tomar. Luego de pensarlo un poco, tuvo una idea para elegir.
—¿Y si lanzamos una moneda?
—La señora Platinum dijo que no podemos dejarlo a la suerte —admitió.
—Maldita sea, sería mejor si ellos nos escogieran a nosotros… ¡Eso es! —al tener su idea, el chico se levantó de golpe—. Escuchen, ustedes dos, elijan a uno de nosotros.
Oddish y Shellos miraron a ambos con curiosidad. Aunque se acercaron un poco, los pokémon tampoco estaban seguros de a quién elegir. Esto desquició más a Faiker, quién ya quería largarse de ese lugar, pero no podía bajó la atenta mirada de Platinum.
Los minutos pasaron, ideando estrategias de cómo elegir a sus pokémon, pero no podía ponerse de acuerdo en cómo hacer. Fue entonces que Faiker pensó en una idea que recordaba de su madre.
—La señorita Platinum dijo que no podíamos usar el azar, pero no dijo nada de una competencia —el niño se levantó, confiado—. ¿Has jugado a las vueltas locas?
Iridio arqueó la ceja con desconocimiento.
—Mi madre solía jugarlo conmigo, daremos vueltas juntos y el último que se quede en pie gana.
—Oh, ya entiendo, pero no soluciona el problema de a quién escoger —Iridio se cruzó de brazos—. A menos que ellos también jueguen algo así.
—Bingo —respondió Faiker con una sonrisa—. Solo necesitamos un juego que ellos puedan jugar, las vueltas locas no son una opción si no tienen brazos.
—Tengo uno, en el laboratorio de mi padre, Richie y yo jugábamos a encontrar bayas, escondemos algunos post-its y el que encuentre más gana.
Faiker aceptó sin dudar, después de todo esta era un enorme avance al de no hacer nada.
El primer juego sería de ellos dos, algo simple. Ambos se pusieron de frente y se tomaron de los brazos, luego de alejar algunos muebles, los dos comenzaron a girar y jalarse mutuamente.
Faiker pudo sentir como los brazos de Iridio eran mucho más firmes de lo que se veía a simple vista, ya entendía cómo es que le había roto la nariz de un solo golpe, además, la fuerza que ejercía realmente le hacía sentir que podría arrancarle los brazos. Iridio no parecía verse afectado por la fuerza que ejercía el otro chico, pero no estaba tan acostumbrado a sentir que todo en la habitación daba vueltas y vueltas. Cuando se detuvieron, el chico sintió como la sangre parecía volverse más espesa.
El cansancio en los brazos de Faiker era mayor que su mareó, estaba acostumbrado a los efectos de su juego de tantas veces que lo hizo con su madre. No podía recargarse en nada, pero sujetarse las piernas y respirar era una buena forma de soportar el vómito. Miró a Iridio, jadeando y balanceándose de un lado a otro, sabía que caería como un tronco en menos de lo que canta un gallo.
—No te resistas, por más fuerte que seas, no estás acostumbrado a esto.
—No, si puedo, si puedo —dijo, chocando contra el escritorio—. Si pue…
No hubo respuesta, Iridio se terminó arrodillando hasta sentir sus brazos espagueti y cayó al piso, exhausto. Aquello provocó una sonrisa en la cara de Faiker, había ganado limpiamente este round. No podía celebrar mucho, necesitaba soportar unos segundos más para que la habitación dejara de moverse.
—Lo sabía —dijo, confiado.
—Felicidades…
Iridio intentó levantarse apoyándose en el escritorio, pero este se movió y se volvió a caer al suelo. Faiker no pudo evitar las ganas de reír al verlo caer, realmente no estaba acostumbrado a ese tipo de movimientos. Luego de un rato, Iridio logró levantarse.
—¿Nunca habías hecho esto?
—Solo una vez, pero mi padre me dijo que no lo intentara más —Iridio miró directamente a Faiker—. Eres realmente bueno, te lo has ganado.
Faiker levantó la ceja ante la felicitación, había algo en esa elección de palabras que no le agradaba del todo. Iridio era una persona muy rara, demasiado rara. Para ser alguien tan fuerte hablaba de una forma demasiado elegante, y eso le molestaba.
Ambos empezaron a dibujar diferentes objetos en los post-its y comenzaron a guardarlos en la oficina, mientras Oddish y Shellos cerraban los ojos y esperaban el comienzo de su juego. Luego de un rato ambos chicos terminaron, los pokémon comenzaron a buscar mientras ellos se sentaron en el suelo, viéndolos buscar los objetos perdidos.
Mientras esperaban, Faiker decidió preguntarle a Iridio aquello que tanto le molestaba.
—Oye, Iridio, ¿Por qué hablas de manera tan formal?
—¿A qué te refieres?
—Eres un chico condenadamente fuerte, y actúas como esos hombres de traje, no tiene mucho sentido, no pareces un niño normal.
—Bueno, nunca lo había notado, honestamente mi padre siempre me crio así —confesó, mirando por la ventana—. Además, los héroes son bien hablados.
—Oh, espera, ¿en serio te crees un maldito superhéroe? —preguntó, incrédulo.
—Aún no, pero esa es mi meta.
Faiker no pudo evitar reír lo suficientemente fuerte como para que Oddish y Shellos se distrajeran un segundo. Iridio se sintió confundido y un poco enojado al ver como el chico se reía de él. Aquello solo hizo que la mirada divertida de Faiker desapareciera.
—Oh, hablas enserio —dijo, arqueando la ceja—. No te lo tomes a mal, pero los superhéroes no existen, a lo mucho los pokédex holders.
—Bueno, eso es por qué se necesitan de habilidades excepcionales para poder serlo.
—Lo dice quien no tiene habilidades excepsio… eso.
Iridio no contestó, esa última frase hizo que su rostro cayera por unos segundos. Faiker se sujetó las piernas mientras trago saliva al ver el brusco cambio de temperamento. Había tocado una fibra sensible, si le hubiera pasado a él seguramente ya lo hubiese golpeado, pero Iridio se quedó en silencio por unos segundos.
—Tenía a un amigo, Richie, nació a la par que yo, se escondía dentro de mi cuerpo y podía convertirse en cualquier objeto. Ambos entrenábamos para ser héroes.
—¿Hablas como esos comics donde usan su sombra para crear un arma? ¿Eso existe?
—Algo así, era muy real, pero me dejo, me dejo por la original, la hija de la señora Platinum.
—¿Níquel? ¿Eres su clon o qué?
La afirmación de Iridio fue una cereza más en lo raro que resultaba este sujeto. Faiker no sabía si el chico le tomaba el pelo o no. Había visto cosas raras, pero esto era demasiado. Se sentía molesto al sentir que lo pasaba por tonto.
—Oye, no soy muy listo, pero tampoco soy estúpido, esta fantasía extraña que te has montado me comienza a fastidiar.
—No lo es, es real —admitió, levantándose—. Soy un clon de Níquel, de los tiempos del Rey.
—Y yo soy el hijo perdido de la campeona —respondió con enojo—. Deja de pensar que soy un estúpido.
—Te dijo la verdad. Mi padre me dijo que jamás debo mentir.
—Claro, y si realmente eres el clon de Níquel, ¿por qué no recuperar a tu Richie? Eres más fuerte que casi todos aquí, si es real véncela y recupera a tu amigo, si es que existe.
Iridio se quedó callado por unos segundos, contemplando esa posibilidad. Antes de poder responder, Oddish gritó de alegría al encontrar los cinco post-its de la oficina, había un ganador.
Ignorando a Iridio, Faiker sonrió y fue con Oddish, tomándolo entre sus brazos, ese sería su pokémon inicial. Iridio por su parte se acercó al extenuado Shellos y lo tomó en brazos, él sería su nuevo compañero de aventuras.
Antes de salir de la habitación, Iridio llamó a Faiker.
—No puedes obligar a la gente a estar contigo, por eso no voy por Richie.
—Realmente es por eso o ¿por qué sabes que todo es una mentira?
—¿Qué necesito hacer para que me creas?
Faiker pensó por unos instantes hasta chasquear los dedos.
—Muestra tus movimientos de héroe, en el gimnasio —dijo, con una sonrisa confiada—. Entréname y entonces te creeré.
Iridio se quedó un poco confundido por aquella petición, se sintió raro al saber que Faiker quería que lo entrenara. Luego de pensarlo, asintió con la cabeza. Faiker sonrió, confiado, no creía ninguna palabra, pero a esto le podría sacar ventaja, verlo pelear tal vez le ayudaría a averiguar un punto débil y devolverle el favor a ese chico. Era un plan perfecto.
Luego de aceptar, ambos abrieron la puerta y le avisaron a Platinum sobre su elección de iniciales. Platinum fingió algo de sorpresa, después de todo había escuchado todo desde el otro lado, por lo que solo sonrió alegremente y los felicitó, pidiéndoles que fueran al centro pokémon del orfanato para mayor instrucción de cómo cuidar a sus pokémon.
La mujer volvió a entrar al salón y comenzó a recogerlo, había logrado su misión y necesitaba limpiar para entrevistar al profesor sustituto de Níquel. Ya eran dos problemas menos de los cuales preocuparse.
[…]
El entrenamiento comenzó al día siguiente. Faiker tenía toda la disposición de encontrar alguna debilidad en la forma en la que Iridio peleaba, pero lo que se encontró fue completamente diferente. Iridio era capaz de ser ágil y resistente a la vez, corriendo y realizando flexiones que el propio Faiker no fue capaz de imitar a la primera. Mientras Iridio podía hacer treinta sentadillas sin problemas, él apenas podía hacer diez y terminar completamente fatigado. Era notoria la diferencia.
Iridio no estaba seguro de cómo llevar a cabo el entrenamiento, podría aplicar los mismos conocimientos que Impex le dio, pero Faiker apenas podía acostumbrarse a una rutina simple. Lo único que se le vino a la mente fue reducirle la carga y subirla lentamente.
—No sé cómo soportas estas cosas —admitió en una ocasión Faiker luego de terminar una rutina.
—Mi padre siempre decía que cada día se vuelve más fácil —le respondió, dándole una botella de agua.
Y no mentía. Luego de tres semanas, los ejercicios se volvían mucho más fáciles de hacer, Faiker terminaba mucho menos cansado, teniendo energía para hacer otras cosas luego de que ambos se despedían.
Platinum vigilaba atentamente la interacción de ambos chicos en el gimnasio cada que tenía tiempo. Los chicos habían pasado de no hablarse a quedarse hablando por largos tiempos luego de sus sesiones en el gimnasio, aquello le alegraba, la notoria mejora le ayudaría a proteger a Iridio de la gente que se lo quería llevar.
—Sabes, a todo esto, ¿Por qué quieres ser un superhéroe? —preguntó Faiker, destapando una botella de jugo.
—Bueno, mi padre me dijo que era el proyecto perfecto, y que podría ser lo que yo quisiera. Y desde que leí esos comics, quise ser alguien como esos sujetos, defender a los inocentes, ayudar a la gente.
—Suerte leíste eso y no un comic de antihéroes —bromeó Faiker—. Pero, ¿no hay alguna otra cosa que quisieras?
Iridio se quedó pensado en aquello por unos segundos hasta negar con la cabeza.
—No en realidad, solo he querido ayudar —admitió—. ¿Y tú?
—Hmmm, bueno, me gustaría ser de esos actores que salen en la tele. Debe ser chido tener mucho dinero para salir de aquí y tener de esposa a una chica linda.
—¿Cómo un actor de las películas del pokéwood?
—Si —admitió, levantándose—. El excéntrico y multimillonario Faiker, el mejor actor de Sinnoh —dijo con orgullo—. Y tener una esposa como Whi-Two debe ser algo muy cool.
Iridio rio ligeramente al ver la forma en que Faiker se expresaba, era la primera vez que veía al chico tan calmado y bromeando de manera alegre con él.
—Y ¿por qué quieres ser actor?
—Ya te lo dije, el glamour, el dinero, las chicas, hay mucho de ese mundo —sonriendo ligeramente, el chico volvió a sentirse—. Cuando vivía con mis padres, me la pasaba viendo películas todo el día, pensé en cómo sería mi vida si fingiera ser otra persona, alguien que la estuviera pasando mucho mejor.
—¿Acaso no te gusta ser tú mismo?
No hubo respuesta, solo un fuerte suspiró y un sorbo a su bebida. Luego de pensarlo un poco, Faiker rio un poco con desgana.
—Maldita sea, me quieres volver sentimental —admitió con una risa—. Dejémoslo por hoy, mañana…
—Yo también me he sentido así, algunas veces.
Faiker arqueó la ceja y volteó a ver a Iridio, confundido.
—Oye, ¿este es otro intento de convencerme de que eres un clon? Por qué…
—No es así, es más complicado —admitió—. Algunas veces, al verme al espejo, no siento que sea esto.
—¿Una persona?
—Una persona, un chico, un clon, no lo sé —dijo con un tono decaído—. Solo sé que soy el mayor experimento de mi padre, pero aun así mi mejor amigo me abandonó, quiero ser un héroe, pero en mi primera oportunidad le rompí la nariz a un chico, ni siquiera sé si soy un chico o una chica, no sé nada.
Faiker no supo que decirle, solo bajo la cabeza y pensó en las veces que llegó a pensar algo parecido. Era buen sentir que había alguien además de él que llegase a sentir ese sentimiento.
—Estamos igual de jodidos —respondió con una risa—. Ven, vamos a comer algo, seguro Diamond hará pizza esta noche.
Aunque lanzó una pequeña sonrisa, Iridio siguió sintiéndose confundido, acepando la invitación de su compañero a ir a comer, la comida de Diamond no podía dejarse atrás.
Aquella conversación también fue escuchada por Platinum. Los sentimientos de culpa por espiarlos se fueron al sentir la necesidad de ayudar a esos dos con sus conflictos emocionales. Sin embargo, para hacerlo, debía lograr que se abrieran con alguien. Y tenía una idea de que debía hacer.
[…]
Los viajes del orfanato no eran algo raro, pero sí que la misma directora fuera la que lo organizara. Para ser algo improvisado se tenía un buen itinerario para viajar al Lago Veraz; un viaje de un día entero con sus tres clases en al aire libre.
Todo esto era parte del plan de Platinum, pero debía esperar a que terminaran las clases para poder hablar con Faiker e Iridio sobre el tema, así que se limitó a sentarse y observar las clases del nuevo profesor sustituto de Níquel.
Aquello le hizo sentir un poco de tristeza por su hija, decidió llamarla, pero no respondió, ya era raro que contestara. Suspiró, se sentía como una mala madre al no poder hablar con ella, había cambiado demasiado. Seguía hablando un poco con Diamond, pero ambas no se cruzaban mucho la palabra. Si todo esto salía bien, su siguiente misión sería ir por ella.
Las horas pasaban y Platinum se quedaba observando la tranquilidad del lago, recordando todo lo aprendido por Crystal y Diamond sobre la conexión con los niños, debía ponerse aprueba y tenía que salir bien, de otro modo solo perdería la confianza ganada con ambos. En anteriores tiempos le hubiese resultado imposible, pero los años le hicieron aprender mucho. Quería ayudarlos.
—Ha, te gané de nuevo —dijo Faiker orgulloso, acercándose a su Oddish.
—Sí, fue un buen combate —admitió Iridio, devolviendo a su Shellos a su pokéball—. Creo que ya le estoy agarrando el truco a esto.
—Siempre lo dices y siempre te ganó. Pero si, no eres tan desastroso…
—¿Cómo tú cada que hacemos competencias de flexiones?
Faiker se quedó mirando, confundido, para después reír y darle una palmada a Iridio.
—Eres un pendejo —dijo riendo—. Gracias por dejar de ser tan educado.
Lejos de ofenderse, Iridio rio alegremente junto a él. Luego de ir a curar a sus pokémon, ambos fueron con Platinum, quien ya los esperaba a la orilla del lago. Platinum sonrió al verlos y se levantó del suelo.
—Parece que se divierten combatiendo.
—Sí, jamás pensé que los combates pokémon fueran tan amenos —admitió Iridio con su Shellos en el hombro.
—Se lo dije, este chico vivió debajo de una piedra por muchos años —dijo Faiker con una sonrisa confiada.
—Ya te dije que soy un clon-
—Aja.
Platinum sonrió al ver que ambos se llevaban bien, por lo que decidió llevarlos a un lugar tranquilo para platicar; la pequeña isla en medio del lago, el hogar de Mesprit. Se sintieron extrañados por la extraña petición, pero aceptaron al poco rato, siendo llevados por el Empoleon de la Berlitz.
La entrada a la caverna estaba sellada por un extraño campo psíquico mágico, pero el resto de la isla era fácilmente transitable. La hierba crecía con paciencia y las flores comenzaban a adornar el lugar, mojándose levemente por el agua dulce que Empoleon arrastró hacía ahí.
Era la primera vez para esos chicos estar ahí, pensaron sentir la presión de estar cerca de un legendario, pero el lugar estaba completamente en calma. La suave brisa agitaba sus cabellos y las gotas de las pequeñas olas salpicaban un poco sus rostros. Iridio se quedó maravillado por lo bello que era, mientras que Faiker no evitó tirarse al césped y descansar.
—Este lugar es perfecto para descansar —admitió Faiker.
—Es muy bonito —los ojos de Iridio reflejaban un pequeño brilló—. ¿Para qué nos trajo aquí, señora Platinum?
Platinum sonrió y miró hacia el sur, donde un pequeño cráter alcanzaba a apreciarse.
—¿Alguno de ustedes dos recuerda el accidente del rey hace cuatro años? La ocasión donde atacaron los lagos por segunda vez.
Aquello extraño a Iridio, el cual agachó la cabeza.
—Sí, fue antes de entrar al orfanato.
—Y yo todavía era un concepto en la mente de mi padre —admitió Iridio, sentándose en el césped.
Faiker alzó las cejas al escuchar aquello y bufó, cansado.
—Bueno, cuando el Team Right atacó, con la ayuda de Mars, en aquella ocasión no me sentía del todo bien, pasaron muchas cosas en mi vida que me hicieron sentir extraña, débil —Platinum decidió seguir el camino de los chicos y se sentó junto a ellos—. Se supone que era una pokédex holder, de niña fui capaz de viajar por toda la región, vencer a los líderes de gimnasio y a los ases del frente, y, sin embargo, no pude hacer nada para evitar aquella tragedia.
—Oiga, ¿pero usted no combatió contra el rey a los lomos de Giratina? —dijo Iridio, sorprendiendo a Faiker—. Es lo que me contó mi padre.
—¡¿Usted controló a Giratina?!
—Bueno, eso fue después —dijo con una risa—. Créanlo o no, antes de eso mi esposo no creía que fuera capaz de defenderse por mí misma, él también sufría una crisis, igual que yo. Al final fui secuestrada y me obligaron a hacer todas esas cosas.
—Pero, fue controlada mentalmente.
—No, con ella no implementaron control mental —dijo Iridio—. Solo fue un plan para poder engañar al rey.
—Es correcto. Cuando me entere de que ese desquiciado era mi ancestro, y que yo era de "la realeza", toda la concepción de mi persona terminó por irse al suelo. Ya no estaba segura de quien era yo, quién era Platinum Berlitz.
Esa frase hizo que Faiker alzara la ceja con un poco de molestia, levantándose del suelo.
—Eso no es aleatorio, ¿usted escucha nuestras conversaciones?
—Bueno, no pude evitar escucharlos en el gimnasio, pero si me deja…
—Oh no, no dejaré que me laven en cerebro con estas conversaciones otra vez —dijo Faiker, molesto—. No pienso escuchar esto otra vez.
Platinum no pudo evitar sentir nerviosismo al verse descubierta por Faiker, sintiendo un temblor en el pecho que le hizo levantarse.
—Yo sí quiero escuchar lo que quiere decir —dijo Iridio, sorprendiendo a ambos.
—Oh claro, ahora tú estas de su lado.
—¿Acaso no quieres resolverlo tú también? —preguntó Iridio directamente a Faiker.
—Ya me sé el sermón, de que debo buscar en el interior quién soy y esas cosas, me harta escucharlo.
—Aunque eso no es lo que quería decirles —respondió Platinum, intentando calmarse—. Faiker, solo quiero ayudarlos a ambos, denme la oportunidad de hacerlo.
—En el peor de los casos quedaremos igual —dijo Iridio, suspirando.
—Oh te hacen sentir culpable de no poder seguir lo que ellos quieren —a regañadientes, Faiker volvió a sentarse—. Dígalo de una vez para que podamos irnos.
Esa era el momento, una única oportunidad, una única bala.
—Supongo que tienes razón, todo el mundo te dices que busques en tu interior y que sabes quién eres, pero todos mienten —dijo Platinum, recuperando la confianza—. Yo no soy la hereda del legado de los Berlitz, la esposa desprotegida de Diamond o la madre obtusa de una adolescente de 16 años —Platinum se acercó a ambos—. Tarde tiempo en entender que no somos figuras con contornos fijos, todos somos obras en proceso, en constante cambio, y saberlo es muy liberador.
—¿A qué se refiere exactamente con eso? —preguntó Iridio.
—Que puedo ser lo que quiera, y experimentar hasta donde pueda para reinventar quién soy. Que el día de hoy puedo ser una buena educadora, mañana una artista marcial, otro día una actriz y otro día un superhéroe. El punto es que puedo ser lo que yo quiera, y puedo experimentar en lo que me queda de vida para saber qué es lo que me gusta y que no. No es necesario encasillarse y limitar nuestros bordes, seremos lo que queramos y lo que podamos.
Esas palabras parecieron resonar en la mente de Iridio. Esa posibilidad de forjarse a sí mismo, de experimentar y ser lo que quiera le hizo sentirse una especie de tranquilidad. No encasillarse, no limitarse, probar, experimentar, vivir la vida y en ese experimentar construir su propio ser. Se sentía muy bien saberlo, saber que existía esa posibilidad. Faiker, por su lado, solo se quedó pensando por unos segundos en aquellas palabras.
—¿Qué hay de todo aquello que los demás nos dicen que somos? —preguntó Iridio, confundido.
—La gente tiene sus propias ideas de cómo debería funcionar el mundo, créeme, soy muy tontos para entender que no todo se puede entender así —dijo, sonriendo—. Tú, Iridio, no solo eres un clon de mi hija, tampoco alguien más débil que la original, tú eres lo que decidas hacer con el don de la vida, lo que quieras. Y tú, Faiker, no eres solamente un chico problemático o solitario, eres lo que desees ser, ya sea un buen amigo, o un buen artista —guiñándole el ojo.
Aquello provocó un leve sonrojo por parte de Faiker, el cual solo pudo fingir un poco de molestia al sentirse descubierto por Platinum.
—Al menos dijo algo diferente, pero no justifica que nos espié.
—Sin embargo, agradezco mucho sus palabras, señora Platinum —admitió Iridio, haciendo una pequeña reverencia—. Enserio, gracias.
—Si, como sea, mejor vámonos de aquí antes de que se ponga todo demasiado sentí…
Faiker no pudo terminar su oración. La suave brisa se vio interrumpida por el estruendo de una detonación, el olor a pólvora y sangre emergieron mientras Platinum cayó al suelo, herida en su pierna por el arma de un hombre que permaneció oculto detrás de la cueva.
No hubo tiempo de reacción, Faiker se quedó congelado al ver a Platinum desplomarse en el suelo, mientras que Iridio intentó auxiliarla. No pudo acercarse, pues aquel que fungió como sustituto de Níquel le apuntó directamente al chico y disparó al suelo, en señal de advertencia. La isla quedaba algo lejos de la orilla, por lo que las probabilidades de que los hayan escuchado eran pocas.
—¿Qué qui-quieres? —preguntó Platinum, adolorida.
—La retribución del rey —dijo el nombre, guardando su arma y sacando una daga—. Tengo un trabajo que hacer.
Iridio lo reconoció de inmediato, era el mismo modus operandi que el de Monika cuando mató a su padre, pero esta vez iba por Platinum. Sin embargo, ella no estaba sola, su Rapidash y su Lopunny salieron al combate, fútil esperanza, pues el hombre tenía un Rampardos y un Vespiquen que de inmediato se lanzaron al combate.
—¡Iridio, Faiker, pidan ayuda! —gritó Platinum, tratando de levantarse.
Empoleon estaba dispuesto a llevarse a los chicos, pero Iridio no quiso hacerlo. Se plantó frente a Platinum en posición defensiva. Estaba nervioso, sentía que sus brazos temblaban y su vista se nublaba un poco, pero estaba decidido a pelear.
—¡Iridio, no es momento para que seas el héroe! —replicó Platinum, enojada.
—Si no es ahora, no es nunca —replicó, buscando estar enojado—. Monika también me buscaba a mí, si quieres ir por la señorita Platinum, tendrás que lidiar conmigo primero.
La adrenalina llegó con el primer intentó de apuñalarle, logrando una cortada en el brazo del chico. Al sentir la adrenalina, el chico se lanzó directo contra el hombre. El nerviosismo inicial fue disminuyendo conforme el chico lograba esquivar los golpes y devolver algunos otros contra el hombre. No era sencillo, cada tanto la daga lograba herirlo levemente.
Faiker se quedó de piedra por unos segundos, se quedó expectante de como Iridio luchaba contra el hombre y recibía los golpes sin chistar. Algo en ese combate le dijo recordar algo de su pasado, algo que creía olvidado y le recordaba demasiado a sus padres. Su trance se rompió cuando uno de los ataques de Vespiquen casi lo golpea. Este no era el momento de quedarse a observar, debía hacer algo. Sin perder el tiempo, el chico lanzó a su Oddish al combate mientras trataba de asistir a Platinum. No podía meterse en el combate de Iridio, solo le estorbaría.
—Tenemos que llevarla a la orilla —dijo Faiker, dándole su camisa a Platinum para que hiciera un torniquete.
—No, no puedo irme sin Iridio —confesó, adolorida—. Necesitó que vayas a la orilla y pidas ayuda, ahora.
—Pero…
—¡Estaré bien, solo preocúpate por pedir ayuda! —gritó de vuelta.
Faiker se quedó quieto por unos segundos, nunca le había visto tan preocupada y exaltada. Luego de procesarlo, corrió con Empoleon para poder pedir ayuda. Platinum se quedaría apoyando en el combate pokémon, y esperando encontrar la forma de ayudar a Iridio. Por un momento miró la cueva, rezando que Mesprit saliera y les pudiera ayudar, pero eso no pasaría.
Iridio se concentró en desarmar a su rival. Era difícil, nunca lo había practicado sin tener a Richie, pero no dejaría que su ausencia le impidiera defender a Platinum. Aunque sus golpes ya no rompieran huesos, eran capaz de dejar adolorido al hombre que buscaba la mejor forma de sacárselo de encima. Las patadas era la mejor opción, pero Iridio sabía cómo recibirlas y amortiguarlas.
Sin embargo, había algo diferente, este hombre no era un enemigo cualquiera, su forma de moverse era muy similar a la de Monika, no peleaba de manera aleatoria, Iridio se dio cuenta de que el nombre jugaba al desgaste, a agotar lo suficiente a Iridio para darle un buen golpe. Y la oportunidad se dio cuando logró tomarlo de la camisa y darle un fuerte cabezazo en la frente.
Se pudo escuchar un sonido de crujido mientras Iridio caía y la sangre salía de su frente. Un golpe lo suficientemente contundente que le hizo marearse y caer al suelo, aturdido, mientras el hombre se acercaba con su pistola.
—Eres fuerte, Monika me lo advirtió, pero nunca tuviste una oportunidad —dijo, apuntándole—. No eres más que un constructo que debe ser eliminado, una blasfemia a nuestro…
Antes de terminar su oración, una roca logró golpear su rostro. Platinum fue quién había lanzado ese proyectil. Cuando la sangre comenzó a brotar, el hombre la volteó a ver, enojado, pero Platinum lo recibió con otra roca directo al rostro, bloqueando directamente sus ojos. Intentó limpiarlos, pero Iridio saltó sobre él y mordió con fuerza su brazo, logrando que el hombre tirara su arma. Usando su propio peso, el chico logró tirarle al piso mientras inmovilizaba su brazo con fuerza, casi rompiéndolo en el proceso. El brazo no era su objetivo, era una patada en el hombre, justamente en el nervio. La patada fue efectiva cuando el enorme hombre finalmente se desmayó. Él ya no era una amenaza para Platinum o Iridio.
