Disclaimer: Shingeki no Kyojin le pertenece a Hajime Isayama

Notas de la autora: Damos inicio al mes de octubre, y como ustedes saben, amo este mes con locura, así que por eso, este mes lo dedicaremos más al terror, empezando por este fanfic que me pidió Nikola. Consta de 5 capítulos y ya está terminado, sin embargo, subiré un capítulo por semana y culminaremos el día 31 con el último.

Lo que habita en la montaña

Capítulo 1: Tranquilidad efímera

Eren disfrutaba ampliamente de caminar por el pueblo, en especial a esas horas de la mañana, cuando el sol apenas empezaba a alzarse sobre las montañas, revelando así poco a poco los tejados de las encantadoras casas de la comunidad. Las viviendas, esculpidas dentro de algunos árboles, rocas o cuevas, presentaban fachadas adornadas con enredaderas y flores coloridas. Las calles empedradas estaban impecablemente cuidadas y adornadas con farolas antiguas, cuyas luces titilantes conferían un aire misterioso y acogedor al entorno.

A medida que Eren avanzaba por el pueblo, podía escuchar el sonido de los riachuelos que proporcionaban agua al pueblo, agregando una melodía suave y relajante al ambiente. Las tiendas y talleres, de aspecto encantador y con escaparates llenos de objetos fascinantes, invitaban a los transeúntes a sumergirse en un mundo de maravillas y curiosidades mágicas. La comunidad estaba llena de vida y actividad, con elfos, hadas y otras criaturas mágicas que, al igual que él, empezaban sus labores matutinas.

A medida que el sol ascendía en el cielo, los rayos dorados se filtraban entre las ramas de los árboles ancestrales que rodeaban la comunidad. Eren podía sentir la energía de la naturaleza a su alrededor, una fuerza que fluía en perfecta armonía con la magia que impregnaba todo el bosque y se sentía afortunado de poder llamar a ese lugar su hogar. Con una sonrisa acomodó la túnica roja sobre sus hombros, agarró con fuerza el pequeño cesto que colgaba de uno de sus brazos y emprendió su camino hacia una de las viviendas al costado del camino.

—Eren, cariño ¿Cómo está tu madre? —saludó una pequeña hada al tiempo que rebuscaba dentro de una bolsa.

—Hola, Tia Iris. Mi madre está muy bien, gracias por preguntar —respondió Eren con amabilidad, acercándose al hada mientras mantenía el cesto en equilibrio.

—Me alegra escuchar que Carla está bien. Y dime, ¿traes mi pedido de hoy? —Extendió un par de metales tallados de la bolsa al tiempo que se relamía los labios, anticipando el sabor del festín que se daría.

Eren asintió y con cuidado sacó una caja decorada de su cesto, revelando una selección de pastelillos delicadamente decorados con formas de flores y hojas en tonos vibrantes. Cada uno era una pequeña obra de arte comestible.

—Aquí está el pedido de hoy. —dijo Eren con orgullo mientras extendía el paquete.

—Gracias. Sus pasteles siempre alegran mis días. Dile a tu madre que es una verdadera maestra de la repostería.

Eren sonrió, agradecido por las amables palabras del hada.

—Se lo diré, Tia Iris. Disfruta de los pasteles y que tengas un día maravilloso.

—Eres igual de amable que tu madre… Ve con cuidado, cariño.

Eren se despidió con una pequeña reverencia para continuar con las entregas planificadas esa mañana. Cada hogar al que llegaba era recibido con calidez y gratitud por parte de los habitantes del pueblo. Eren disfrutaba de la interacción con la gente, de escuchar sus historias y de ser testigo de cómo los pasteles de su madre lograban dibujar una sonrisa en el rostro de los habitantes. Cada entrega era un recordatorio de la importancia de su labor y del amor que rodeaba su hogar.

Tras hacer la última entrega del día, decidió desviar un poco su camino para visitar a su mejor amigo, después de todo, desde hace algunos días que no lo veía. Soltó una pequeña risita al pensar en un Armin con las ojeras por los suelos de tanto haber leído. A Eren le impresionaba esa capacidad suya de sumergirse en sus investigaciones sobre pociones a tal punto de desaparecer semanas enteras.

Eren llevó la mano al cesto y sacó una pequeña caja que contenía algunos dulces de rosas y frutos secos aderezados con una pócima energizante a base de raíces de ginseng. Definitivamente los dulces le caerían muy bien al elfo.

Con esto en mente apresuró el paso y tras algunos minutos de caminata por fin llegó hacia el árbol donde Armin tenía su hogar. Golpeó repetidamente la madera que fungía como puerta y escuchó un ruido adentro, como si algo se hubiese caído.

—¿Armin? ¿Estás bien? —Eren pegó la oreja a la puerta.

—Emh… Si, si… un momento. —La voz tierna característica de los elfos sonaba un tanto nerviosa.

—¿Qué pasa?

—No… na… nada. —Armin apenas y abrió la puerta, solamente se podía ver la mitad de su rostro.

—¿Todo bien? —Eren trató de mirar hacia el interior de la casa, pero el cuerpo de Armin, aunque delgado y pequeño, le impedía la visión.

—Se me cayeron algunos libros, es todo —El elfo se apresuró a salir de la vivienda y cerró la puerta con prisa. —. Es un completo caos allá adentro y…

—Entiendo. —Eren sonrió provocando que las bolsitas bajo sus ojos se inflaran levemente. —. Imaginé que estarías enfrascado en tu investigación y te traje estos dulces. Los hizo mi madre especialmente para ti.

Armin recibió con alegría el paquetito que Eren le extendía.

—Por cierto, esto me recuerda… La temporada de hongos luminosos al parecer se adelantó este año. Encontré algunos cerca del río, te apuesto a que hay muchos más en la cueva.

—¿En verdad? Mamá se pondrá contenta si le llevo algunos para que empiece a hacer sus pasteles fluorescentes. Será una gran sorpresa para el pueblo entero.

—Entonces ¿Vamos?

—Claro que sí…

Armin sacó una pequeña llave del bolsillo y aseguró la puerta con un candado. A Eren le sorprendió el gesto del chico, pues generalmente el pueblo era lo suficientemente seguro como para dejar un cofre lleno de monedas talladas en la puerta y nadie se atrevería a extraer ni una sola.

—Tengo a un pajarito herido adentro y no quiero que se vaya hasta que no esté recuperado. —Se apresuró a aclarar Armin ante la mirada interrogatoria de Eren.

El sendero hacia la cueva estaba rodeado de árboles frondosos y un aire fresco y húmedo llenaba el ambiente. Eren se maravillaba con la belleza natural que los rodeaba, mientras seguía a Armin con paso ágil. A medida que se adentraban en el bosque, el suelo se volvía más cubierto de hojas y ramas, creando una alfombra crujiente bajo sus pies.

—¿Sabías que si mezclas hojas secas con raíces de jengibre y recitas el encantamiento de purificación… —Eren miró a Armin expectante, —, puedes crear un ungüento contra los mosquitos?

—Armin…

—Lo sé, lo sé… No debería experimentar con cosas así, pero…

—De otra forma no se descubrirían cosas como esta… —completó Eren, recordando la misma excusa que su amigo le daba cada vez que intentaba regañarlo. —. Solo prométeme que no te involucrarás en cosas…

—¡Mira! ahí están los hongos —Armin casi gritó al ver el leve destello verdoso resaltar entre las sombras creadas por las rocas. —. Te dije que habría muchos más por aquí.

—Entonces la cueva debe estar repleta.

Armin tomó la delantera, guiando a Eren con cautela hacia el interior de la cueva. A medida que avanzaban, la oscuridad se hacía más densa, pero la luz tenue y mágica de los hongos comenzaba a aparecer en la distancia. Eren podía ver cómo Armin, con una expresión de admiración en su rostro, se detenía ocasionalmente para observar de cerca los hongos y tomar algunas notas en su cuaderno así que el hechicero decidió también dedicarse a la labor de recolectar el ingrediente principal para los pastelillos más cotizados de su madre.

Eren alzaba el cuchillo y lo inclinaba a treinta grados para luego, en un solo golpe, cortar el hongo preservando la raíz. Era un procedimiento que había repetido incontables veces en toda su vida, así que lo hacía de manera casi automática, con la destreza que solamente puede verse en un experto en el área, por eso, cuando falló el tercer corte, Eren se vio turbado.

—Es una pena. —Armin miró el líquido luminiscente regarse por la pared de la cueva dejando al hongo completamente vacío. —Hace mucho que no fallas un corte… ¿Pasó algo?

Eren sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras miraba el hongo vacío en su mano. La extraña energía que había percibido anteriormente parecía haberse intensificado por un breve instante, pero decidió mantenerlo para sí mismo. No quería preocupar a Armin.

Intentando disimular su desconcierto, Eren forzó una sonrisa y respondió con una ligera encogida de hombros.

—Creo que solo me distraje. —Eren, inconscientemente volvió a mirar hacia el interior de la cueva, pues le pareció escuchar una especie de murmullo.

Armin pareció aceptar su explicación y asintió con comprensión. Sin embargo, Eren notó una mirada de sospecha fugaz en los ojos de su amigo. Parecía que Armin tenía una intuición aguda y capaz de detectar cuando algo no estaba del todo bien, incluso si Eren trataba de ocultarlo.

Eren y Armin caminaron juntos por el tranquilo sendero que los llevaba a la casa de los Jaeger. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. A medida que se acercaban al hogar, el aroma embriagador de los deliciosos guisos de Carla se deslizaba por el aire, abriendo el apetito de ambos jóvenes.

—¿Una carrera? El que pierda deberá comerse una hoja de ortiga completa. —propuso Eren mientras echaba a correr en dirección de la casa.

—Oye, ¡Eso es hacer trampa! —Armin corrió tras Eren mientras reía.

Eren llegó primero y antes de poder abrir la puerta, el rostro amable de una joven hechicera apareció con una sonrisa radiante.

—Mamá… —dijo Eren jadeando. —. ¿Cómo… Cómo sabías que…

—Puedo escuchar sus risas a kilómetros de distancia… Armin, cariño ¿Cómo has estado? no te he visto en semanas.

—Señora… señora Jaeger —Armin estaba incluso más cansado que su amigo. —. Que gusto verla… Los dulces estuvieron deliciosos, muchas gracias.

Carla ahogó una risita al ver al par de jóvenes empujarse en la puerta.

—¿Te quedarás a comer?

—Si no es mucha molestia.

Los dos jóvenes ingresaron al hogar que se mimetizaba entre las rocas y árboles del entorno.

—¿Puedo preguntar por qué demoraron tanto?. No habrán ido a hacer travesuras, ¿verdad?

Eren apresuró el vaso de agua que bebía para responder.

—Mamá… Sabes que no somos como esos niños traviesos… me ofendes. —bromeó.

—¿Entonces?

Eren sonrió ampliamente y puso su cesta sobre la mesa para después sacar un paquetito envuelto en tela.

—Armin y yo fuimos a la cueva que conecta con la comunidad de las ninfas y…

—No estás hablando en serio. Aún faltan un par de meses para la temporada de hongos luminosos.

—Pensaba lo mismo, pero Armin me contó que había visto algunos en el río, así que…

—Son excelentes noticias. —Carla abrió el paquete para admirar la belleza de los hongos. —Mañana mismo daré el anuncio. Estoy segura de que vamos a tener muchísimo trabajo.

Al tiempo que Carla examinaba con entusiasmo los hongos luminosos, una suave brisa hizo ondear las cortinas de la ventana. Eren se giró hacia el sonido y se sorprendió al ver a Mikasa de pie en el umbral de la puerta, con su cabello oscuro y sus ojos penetrantes que parecían contener un fuego interior.

Mikasa era una figura imponente, su presencia irradiaba confianza y fuerza, algo que se hacía aún más evidente gracias a la manera altiva de sostener su ballesta.

—Pensé que estabas en una misión. —dijo Eren mientras se levantaba de la mesa e iba hacia su hermana para ayudarla con el equipaje que cargaba.

—Si a eso lo llamas misión… —Bebió un poco de agua del cuenco que Armin le extendió. —. Solo un par de orcos de bajo nivel molestando a los de las afueras. No fue algo complicado —Mikasa se sentó a la mesa denotando un poco de fastidio. —. Me gustaría que dejen de llamarme por cosas tan vanas. Además, apenas me pagaron un par de metales tallados.

—Hija, no todo se trata de dinero, además…

—Tampoco es que puedas vivir de buenas acciones y bonitas palabras. —completó la muchacha recordando los sermones anteriores.

—Además, ya sabes lo que pienso. —Carla la miró con firmeza.

—Ma… por favor, no lo digas.

—Siempre debemos estar dispuestos a ayudarnos los unos a los otros, es la base de toda comunidad sana, además, nunca sabes cuándo podrás necesitar la ayuda de alguien más.

—Mamá tiene razón, incluso la más pequeña criatura…—Eren confrontó a su hermana al pararse frente a ella.

—Mamá ayudaría incluso a uno de esos apestosos orcos si se lo pidiera. —Mikasa no se dejó amedrentar y plantó los pies con firmeza en el suelo de piedra.

—Ustedes dos dejen de pelear y mejor vayan a lavarse las manos, la cena está casi lista. —Carla golpeó la mesa con potencia mientras clavaba la vista en sus hijos.

Los dos hermanos se gruñeron levemente antes de separarse y obedecer a su madre.

—Señora Jaeger, usted es siempre amable, pero cuando se enoja, si que logra dar miedo. —Armin ahogó una risilla al ver a su amigo regañado.

—Armin, ve tú también a lavarte las manos.

La sonrisa del elfo se desvaneció al presentir que si no obedecía en ese instante, él también se llevaría parte del regaño.

Armin asintió rápidamente y se levantó de la mesa, siguiendo los pasos de Eren hacia el lavabo. Carla observó a sus hijos con una mirada cálida y suspiró, sabiendo que, a pesar de sus disputas ocasionales, se querían bastante.

Mientras los chicos se ausentaban, un suave golpe resonó en la puerta principal. Carla frunció el ceño, no esperaba a nadie más esa noche. Se levantó de la mesa dispuesta a abrir la puerta, pero Mikasa se adelantó.

—Seguramente es alguien buscando mis servicios, pero que sepa que tendrá que pagar bien si quiere que yo vaya. —Casi gritó la última frase, era obvio que buscaba que cualquiera que esté afuera pudiera escucharla.

Caminó con calma hacia la puerta y la abrió. Grande fue su sorpresa al ver a una joven ninfa vestida con ropas ceremoniales. Tenía los ojos llorosos.

—¿Estás perdida? —Fue lo único que pudo pronunciar antes de que la ninfa se desplomara hacia adelante, cayendo entre los brazos de la muchacha quien pudo agarrarla a tiempo.

—¿Todo está bien? —Eren, quien en ese momento regresaba hacia la estancia principal, se apresuró hacia la entrada para ver qué sucedía, pero tuvo que retroceder ante la presencia de Mikasa que entraba al hogar con una joven entre los brazos.

Tras varios minutos, la ninfa logró despertar. Seguía muy asustada y era evidente que quería decir algo, sin embargo, las palabras no lograban abandonar sus labios.

—Ten, te ayudará a calmarte. —Armin le extendió un pequeño cuenco con agua de panela y la ninfa bebió furiosamente.

—¿Cómo llegaste hasta aquí, pequeña? —preguntó Carla tomando el cuenco que la ninfa dejaba de lado.

—Necesito su ayuda… por favor. —dijo la muchacha apretando la tela blanca de sus ropajes.

En un inicio, la pequeña no lograba articular muy bien sus palabras, algo entendible debido a que las ninfas no solían socializar con el resto de la aldea y se creía que tenían su propio vocabulario.

—Cálmate, por favor. No logro entender lo que dices. —Carla acarició el hombro de la ninfa, quien se estremeció al contacto.

—Ellas… desaparecen… hay algo… malo. —pudo por fin decir en un perfecto español. —. Hace tres noches desapareció otra de nuestras hermanas, pero la escuchamos… algo se la llevó.

Los tres hechiceros se miraron entre sí.

—Tu puedes ayudarme, ¿verdad? —La ninfa miró a Mikasa y la tomó de la mano. —Tú cazas… eres la única que puede enfrentar a la bestia que se lleva a mis hermanas. —A pesar del temblor que aún llevaba en todo su cuerpo, la voz de la pequeña sonaba decidida. —. Te pagaré. —Sacó un puñado de hojas secas, arándanos y dátiles de una pequeña bolsita que llevaba atada a su cuello y se los extendió a Mikasa.

La cazadora miró la mano temblorosa con desdén.

—¿Por qué no buscas a otro cazador? No soy la única ¿lo sabías?

—No… Tú eres la única… lo sé.

—¿Cómo estás tan segura? —Mikasa empezaba a alterarse.

—No lo sé… no sé. —La ninfa miraba las manos de Mikasa con anhelo, como si en ellas estuviera escrita la verdad.

Mikasa estuvo a punto de perder la paciencia y de echar a la ninfa de su casa, pero Eren se adelantó a hablar.

—¿Cuál es tu nombre?

La ninfa pensó un poco antes de responder.

—Historia… mi nombre es Historia.

—Muy bien, Historia. —Esta vez fue el turno de Carla para intervenir. —Creo que lo mejor es descansar primero, mañana Mikasa se encargará de todo, ¿verdad hija?

Mikasa estuvo a punto de irse, pero las pequeñas manos de Historia se aferraron a las telas de sus ropajes.

—No hay tiempo, mis hermanas están refugiadas en las cuevas por el miedo. Morirán si no salen de allí en siete días..

Las miradas de las dos jóvenes se cruzaron y Mikasa pudo ver la desesperación en los ojos de la muchacha, sin embargo, abandonó la casa de todas maneras.

Historia, al ver la negativa de la cazadora, empezó a llorar desconsoladamente, dejando salir todo el dolor que la desaparición de las otras ninfas le causaba.

—Dices que las demás ninfas están en cuevas ¿cierto? —Todo el rostro de Armin se frunció en una mueca de preocupación extrema al tiempo que Historia asentía sin dejar de lloriquear. —. Esto es malo, muy malo.

—¿Por qué lo dices? —Eren, que se había inclinado para consolar a la ninfa lo miró con angustia. Sabía que algo malo se avecinaba.

—El poder de las ninfas viene directamente de la luz del sol y de la luna… Si están encerradas en las cuevas…

—¿Perderán sus poderes?

—Es mucho peor que eso… La sangre en sus venas empezará a cristalizarse y luego se extenderá por todo su cuerpo… Al final morirán.

Las palabras de Armin resonaron en el aire, cargadas de angustia y desesperación. Eren se aferró a Historia, tratando de calmar su llanto mientras su mente buscaba una solución.

—No podemos permitir que eso suceda ¿Verdad mamá? —dijo Eren con determinación mientras buscaba en la mirada de su madre la fuerza que necesitaba. —. Debemos encontrar a las ninfas y sacarlas de esas cuevas. Debemos protegerlas.

Carla cerró los ojos y tragó saliva. Si bien era cierto que siempre trató de inculcar en sus hijos valores como la bondad y la ayuda al más necesitado, debía admitir que el temor invadía todo su cuerpo. La preocupación y tristeza reflejados en el rostro de los tres jóvenes debería ser suficiente para que ella accediera, pero sencillamente no podía… No quería poner en riesgo a Eren, y tampoco a Armin, puesto que lo consideraba un hijo más.

—Pequeña… ¿Puedes contarnos lo que pasó? —Carla rogó internamente por encontrar una solución que no perjudicara a su familia y que al mismo tiempo sea favorable para la ninfa.

Historia volvió a asentir, esta vez un poco más calmada debido a las hojas de valeriana que Carla había puesto en su bebida para lograr tranquilizarla.

—Hace tres lunas empezaron las desapariciones —La voz, aunque un poco más relajada, aún transmitía tristeza. —. Al principio pensamos que mis hermanas se iban a recolectar bayas para alimentar a los zorros pero… Nunca volvieron. Luego una presencia maligna llegó, una presencia oscura que olía a moras podridas y sangre. Nos escondimos en la cueva, recitando conjuros de ocultación pero antes de que se cierre, yo me escapé para buscar ayuda.

—Eres muy valiente. —Armin tomó a Historia por los brazos y la ayudó a ponerse de pie.

—También eres muy inteligente. —secundó Eren mientras la sostenía de la cintura. —. Mi madre, Armin y yo, haremos lo que esté a nuestro alcance para ayudarte… Te lo prometo.

—Es cierto. Mañana en la mañana iremos en grupo a rescatar a tus hermanas, por hoy quédate aquí. Come algo, descansa y…

La ninfa no pudo contener su emoción y se abalanzó hacia los brazos de Carla mientras agradecía repetidamente. Carla abrazó a la ninfa con ternura, sintiendo su frágil cuerpo vibrar y permaneció en esa posición hasta que Historia se quedó dormida.

Eren fue el encargado de llevar la delicada figura de la ninfa hacia la habitación de Mikasa. Si sus cálculos eran acertados, seguramente su hermana llegaría en la mañana y trataría de convencerla de por lo menos ir a investigar lo que sucedía. El joven hechicero y el elfo se dirigieron a la habitación del primero para descansar y recuperar energías. Las necesitarían para la proeza del día siguiente.

….

Las ninfas corrían desesperadas hacia las cuevas. Sentían el peligro cerca, cada vez más cerca. Tenían que esconderse, ponerse a salvo.

Las que contaban con más experiencia se postraron frente a la entrada de la cueva y alzaron sus voces hacia el cielo. Mientras más fuertes se hacían sus cantos, una especie de barrera empezaba a tejerse en torno a ellas. Podían estar seguras en ese espacio. Pretendían quedarse allí hasta que el peligro desapareciera y antes de que el último tramo de barrera pudiera crearse, Historia, impulsada por una fuerza desconocida, salió de la guarida para perderse en la negrura del bosque.

La ninfa despertó agitada. Sentía el peligro acercándose, como si las vibraciones del aire trataran de advertirle, como si trataran sacarla del lugar.

Estaba inmóvil, presa del pánico y del terror, aferrada a las suaves mantas y al calor de la habitación, protegida por el delgado manto de su propio hechizo, rodeada por el susurro inaudible de sus cánticos.

Un grito hizo que perdiera su concentración. Un grito desgarrador que empezó afuera de su puerta, pero que al cabo de un par de segundos se desvaneció en la espesura de la noche.

—¡Mamá!

Los oídos de Historia zumbaron ante el grito y después todo volvió al silencio, a la oscuridad. No supo cómo, pero de pronto, Eren estaba frente a ella, gritándole algo que no podía comprender del todo. Solo había podido rescatar dos frases entre el caos: "Se la llevaron" y "Se llevaron a mi madre".

Mikasa llegó a la mañana siguiente, cargando sobre sus hombros a un lobo de un tamaño considerable. Cuando estaba de malas, siempre le calmaba el irse de cacería, era como si pudiera dirigir su ira hacia algo más productivo. Y no, no era como si se fuera a cazar solo con el propósito de matar. En primer lugar, podía proveer de alimento a la casa que tan bien le había acogido, y por otro lado, de alguna manera podía sentirse más cerca de sus antepasados.

En realidad, Mikasa no era hija biológica de los Jaeger. Pertenecía a un largo linaje de hábiles cazadores que en algún punto de la historia habían sido clave para fundar la aldea que tanto querían… Quizás por eso todos en el pueblo la buscaban a ella primero para resolver cualquier tipo de problema.

—Traje carne para el desayuno. —dijo a manera de saludo, pero nadie respondió, al menos no en seguida.

El ambiente se sentía tenso y enrarecido. Una especie de sexto sentido que había desarrollado en sus noches de cacería se hizo presente y un cosquilleo intenso se alojó en la base de su estómago. Algo malo estaba sucediendo, lo sabía, pero no fue hasta que vio la expresión aterrorizada en el rostro de Armin y Eren que lo entendió todo.

Mikasa ahora estaba furiosa. Agarró a la pequeña ninfa por el cuello y estuvo a punto de soltar una bofetada, pero Eren se interpuso.

—No es su culpa… no es su culpa. Mikasa, cálmate.

La ninfa derramaba gruesas lágrimas, sin embargo, no emitía ningún sonido.

—Esta… —pensó un poco sus palabras. —. Esta ninfa es la culpable de que mamá no esté. Ella atrajo el mal a nuestra casa, es su culpa.

—En todo caso, es tu culpa por no haber aceptado el trabajo. —dijo Eren sin pensar demasiado, solamente trataba de distraer a Mikasa para que no le hiciera nada a la ninfa.

Mikasa le dirigió una mirada llena de rencor, pero al mismo tiempo, llena de tristeza.

—¿Qué vamos a hacer sin mamá? —pronunció la joven con la voz entrecortada, por fin podía dejar de lado esa máscara que siempre se ponía cuando de ocultar sus verdaderas emociones se trataba.

—Iremos a buscarla. —consoló Armin mientras se acercaba a la joven..

—¿Qué crees que esté sucediendo? —preguntó Eren mientras miraba suplicante a su amigo.

Armin frunció el ceño.

—No lo sé, pero algo malicioso está acechando la aldea.

—¿Crees que no lo sabemos? —Mikasa alzó la voz completamente alterada.

—No lo entiendes —Armin mordió la uña de su pulgar derecho tratando de mantener la calma. —. ¿Sabías que se considera un pecado siquiera molestar a las ninfas? No me imagino a alguien que esté lo suficientemente loco para ir a… —Dejó la frase a la mitad, sin atreverse siquiera a pronunciar lo siguiente. —. Lo que quiero decir es que esto que nos está acechando va mucho más allá de cualquier cosa que alguna vez hayamos conocido.

—¿Qué vamos a hacer? —A Eren, que se había aferrado a la ninfa, se le quebró la voz. No podía seguir aparentando fortaleza cuando uno de sus pilares más importantes también se había roto. Le dolía ver a Mikasa en ese estado.

—Tengo una idea, pero… —Armin dudó un poco antes de continuar. —. Primero debo confesarles algo.

Mikasa y Eren reaccionaron ante las palabras del elfo y lo miraron instándole a seguir.

—Tengo… tengo algunas conecciones con los oscuros y pienso que ellos quizás…

—¿Estás loco? —Mikasa no esperó más explicaciones y agarró a Armin del cuello de su túnica. —. No puedo creer que tengas relación con esos imbéciles.

Eren, si bien estaba sorprendido por la repentina confesión de su amigo, también comprendía lo que Armin estaba tratando de decirle.

—Mikasa, cálmate por favor — Agarró las manos de su hermana haciendo una ligera presión en las mismas. —. Escuchemos lo que tiene que decir Armin… debemos escucharlo si queremos salvar a mamá.

La joven cazadora soltó el agarre ante las palabras cálidas de Eren, pero en su mirada se evidenciaban todos los sentimientos contradictorios que su corazón albergaba.

—No piensen mal de mí, por favor—Armin sacó una pequeña libreta del bolso que siempre cargaba con él y se las extendió a los hermanos. —. He estado investigando sobre una especie de leyenda que se cuenta en los bajos mundos y he estado viajando hacia las afueras del pueblo en búsqueda de información.

—No entiendo qué tiene que ver lo uno con lo otro —Mikasa miró la libreta llena de anotaciones para examinarla, pero Eren se la arrebató de inmediato.

—Aquí… un olor a moras podridas y sangre —Eren miró a Historia con preocupación. —. Esto fue lo que nos dijiste anoche.

Mikasa se limitó a ver a la ninfa y luego a Armin y tras pensarlo por unos cuantos segundos, tomó una resolución.

—Entonces debemos ir a buscar respuestas a la cantina.

Mikasa ya estaba acostumbrada a ese tipo de trayectos. Generalmente en sus misiones debía recabar todo tipo de información para poder actuar sin equivocaciones y de hecho, sabía que podía tardar varios días o semanas en terminar de conectar sus anotaciones, pero en esa ocasión, no podía darse el lujo de desperdiciar tiempo ni recursos. Cada minuto era de vital importancia.

Armin iba al frente, dirigiendo al grupo por entre los rincones más alejados de la aldea. Se iban adentrando poco a poco en el bosque. Era bien sabido que cosas malas habitaban esos lares, desde desterrados hasta hechiceros que habían optado por la magia negra, criminales, traficantes… Toda clase de escoria.

Caminaron un poco más hasta llegar a una casa hecha de maderas viejas. No era como las que se acostumbraba a ver en la aldea… era diferente.

Una ola de calor y aromas penetrantes invadieron al grupo en cuanto pusieron un pie dentro del lugar y el sonido de unas cuantas voces escandalosas invadieron sus oídos al instante. El peligro podía palparse en el ambiente. Armin, sin dejarse intimidar por las miradas escrutadoras de un par de duendes, siguió su camino hacia la parte posterior de la cantina. Los otros tres lo siguieron con un poco de recelo.

—¿Vienes en busca de más libros? —La oscuridad del lugar no dejaba ver del todo a la dueña de esa voz.

—Hoy no… necesito otro tipo de cosas. —La voz de Armin parecía haber cambiado un poco. De pronto sonaba más madura.

—Tienes potencial, muchacho, ¿Por fin te decidiste por…

—No es eso, necesito información. —Interrumpió Armin con una firmeza que ni Eren ni Mikasa le habían visto antes. Era como si el elfo se hubiese convertido en otra persona.

Una mano gris salió de entre la oscuridad estirando los dedos de manera grotesca.

—Sabes que la información cuesta mucho más… —Hizo una pausa para agarrar un trozo de manzana agusanada. — dependiendo de lo que sea.

—Te pagaré en cuanto me digas lo que sabes.

—Eres un chico listo, me gusta —La mujer estiró el cuello hacia el frente, dejando ver el brillo de su único ojo. —. ¿Quiénes son tus amigos? —Examinó a los muchachos uno a uno, en especial a la ninfa.

—Son eso, mis amigos… Ahora dime, ¿Qué sabes sobre la leyenda de la montaña?

—Pensaba que eras más listo que eso. —La bruja se lamió los labios.

—Solo quiero saber.

—No sé nada nuevo que no hayas escuchado antes —Soltó una carcajada. —. La leyenda dice que fue un hechicero muy poderoso que buscaba la vida eterna, pero a cambio, tenía que sacrificar su humanidad. La humanidad era lo que menos le interesaba al brujo y pagó con su propia vida el precio de sus pecados.

—¿Entonces logró la vida eterna? —preguntó Eren por impulso. La bruja nuevamente soltó una de esas risas escandalosas y desagradables.

—Si a eso le puedes llamar vida.

—Entonces sí que sabes algo más. —Mikasa estaba perdiendo la paciencia.

—Tu aura es roja como el mismo infierno, ¿Quién eres?

—Soy una cazadora, no necesitas saber más. —La joven se levantó del asiento dispuesta a irse, en cambio, la bruja ensanchó su boca con una sonrisa.

—No eres una simple cazadora… ¿Sabes? Voy a darles toda la información que tengo a cambio de que me respondan dos preguntas.

—Hange… —Armin, en un descuido, pronunció el nombre de la bruja. Era muy extraño que ella accediera a revelar datos sin obtener algo más a cambio. —¿Qué quieres saber?

—¿Por qué un grupo de niños bien portados está detrás de esa oscura leyenda?

—Mi mamá está en peligro. Necesito saber todo lo posible para salvarla. —Eren levantó la cabeza para ver hacia ese único ojo brillante.

—Interesante… —La bruja mordió su huesudo pulgar. —El hechicero del que hablo, en realidad existió y su castillo se situaba hasta lo más arriba de la montaña Sina. No sé los detalles a la perfección, pero lo que sí sé, es que una especie de maldición envolvió el entorno para no dejar escapar a nadie que hubiera habitado la montaña.

—Entonces es imposible que el hechicero sea el que se llevó a las ninfas y a tu madre. —dijo Armin mirando a Eren. Se sentía derrotado.

—Aún no termino. —La bruja se levantó de la silla un tanto emocionada. —Ninguna maldición es eterna. No existe nada tan poderoso como para sellar a algo o alguien dentro de un campo de energía. Las barreras pueden resquebrajarse, crear grietas, incluso romperse. ¿Han escuchado sobre las desapariciones extrañas del pasado?

Armin y Eren movieron la cabeza de manera negativa. Mikasa se limitaba a observar los alrededores. Habían llamado mucho la atención, en especial Historia.

—Creo que debemos irnos —dijo la cazadora.

—Puedo ver que tu madre sigue viva. —Hange se apresuró a decir la frase para captar la atención de los chicos, aún le faltaba una cosa más por preguntar.

—¡No te atrevas a mentir, maldita bruja. —Mikasa la encaró.

—Yo no miento, niña. Puedo ver el aura de las personas, y percibo un halo familiar en la montaña Sina, un halo que me recuerda a este pequeño. —La bruja miró a Eren con una sonrisa. —No es tan difícil llegar allá, y por lo que me dicen, es muy probable que las grietas del hechizo estén abiertas.

Las personas dentro de la cabaña estaban más y más cerca de ellos y era evidente que sus intenciones no eran buenas.

—Gracias por la información, pero nos debemos ir. —Armin se levantó de la silla percibiendo el peligro. Mikasa, por su parte, agarró con fuerza uno de los cuchillos que guardaba bajo sus ropajes.

—Aún me deben una respuesta. —La bruja se sentó nuevamente. —¿Cuál es tu nombre completo, querida? —Miró a Mikasa. —Y antes de que te niegues, debo decirte que sin mi ayuda no podrán salir de aquí.

Armin sintió un escalofrío correr por su espalda, sabía que la amenaza de la bruja era real, pues había sido testigo de muchas cosas en sus visitas clandestinas cuando buscaba libros extraños.

—Díselo. —suplicó el elfo.

La joven cazadora adoptó una pose inquebrantable, sin embargo, al ver que un par de duendes demacrados se aproximaban a Eren, decidió hablar.

—Mikasa Ackerman.

La carcajada de la bruja llenó todo el lugar.

—Les deseo suerte pequeños, van a necesitar mucha, aunque no creo que logren salir de la montaña con vida.

Una nueva risotada llenó la amplia boca de la bruja al tiempo que el par de duendes agarraban a Eren por el brazo.

—¡Hange, lo prometiste! —gritó Armin mientras ayudaba a sus amigos a retener a Eren junto a ellos, la bruja no dejaba de reír escandalosamente.

Mikasa sacó uno de sus cuchillos de debajo de su ropa, el mismo con el que le había quitado la vida al lobo de esa mañana y blandió el arma tratando de atinarle a uno de esos repugnantes seres.

—¡Qué aburridos que son! —Hange alzó su huesuda mano por encima de su cabeza y chasqueó los dedos. —. Déjenlos en paz, luego podremos ir a recoger sus restos…

El particular grupo aprovechó que los maleantes bajaron la guardia por un par de segundos y corrieron a toda velocidad hacia afuera de la choza, siguieron corriendo incluso por algunos kilómetros más, solamente se detuvieron en cuanto estuvieron seguros de que nadie los perseguía.

—¿Entonces? ¿Qué es lo que debemos hacer? —dijo Eren en cuanto logró recuperar el aliento.

—Armin, ¿Qué tan confiable es esa bruja? —Mikasa miró al elfo con unos ojos penetrantes.

—Puedo decirte que lo que dijo es verdad… Nunca miente. —Armin jugó con sus pequeñas manitos.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —Mikasa se acercó más a él, tratando de intimidarlo.

—¡Mikasa! —regañó Eren.

—Está bien, Eren, no te preocupes —Armin acomodó su túnica antes de seguir hablando. —. Cada brujo poderoso ha tenido que pagar un precio demasiado alto para obtener poderes oscuros… y Hange dio a cambio su habilidad para mentir.

—Armin… —El hechicero miró a su amigo con intriga.. —¿Por qué sabes tanto?

El elfo suspiró y solamente se limitó a negar con la cabeza.

—Son demasiadas cosas por explicar, pero ahora mismo no tenemos mucho tiempo.

—Entonces está decidido —La mirada de Mikasa se transformó al pronunciar esas palabras, reflejando la convicción que la asaltaba cada vez que se encontraba en una misión importante. —. Iremos a la cima de la montaña Sina y rescataremos a nuestra madre.

Lo primero que sintió Carla al abrir los ojos fue un dolor punzante en cada centímetro de su cuerpo. En cuanto recuperó un poco de conciencia solo pudo sentir vergüenza por lo que había hecho en la madrugada, pero era la única manera de mantenerse con vida. Eso debía ser suficiente para que nadie juzgue sus pecados.

Unas intensas ganas de vomitar sacudieron su cuerpo, y al saberse sola en la celda, se arrastró hacia una esquina y dejó escapar la bilis que le subía por la garganta.

Estaba exhausta, dolorida e infinitamente triste. El dolor en su cuerpo le hacía cuestionarse si valía la pena todo el infierno al que se había expuesto aquella noche, y el sonido de las puertas de la mazmorra abriéndose hizo que se replanteara nuevamente su decisión de seguir con vida hasta encontrar la manera de escapar, pero la imagen de los ojos de Eren y Mikasa le dieron una nueva fuerza.

Se sentó en el piso y abrió las piernas, y aunque por dentro temblaba, su cuerpo se mantuvo firme, incluso cuando el gruñido de la bestia recorrió los oscuros pasillos.

Continuará

Espero que les haya gustado este primer capítulo. No quise meter demasiadas cosas aquí, porque de hecho, el capítulo se estaba alargando demasiado. La siguiente actualización se hará el día lunes 9 de octubre y se irán agregando más capítulos paulatinamente hasta terminar el día 31 de octubre, esto para celebrar halloween (Que saben que amo estas fechas)

Paso a recordarles que tengo fanpage en facebook "Chisheccid fanfics" en donde les subo actualizaciones de fics, proyectos futuros y una que otra dinámica. Por allá también les voy a subir algunas imágenes que hice inspiradas en este fic.