Disclaimer: Todo de Isayama

Lo que habita en la montaña

Capítulo 3: Una pizca de esperanza

El eco de la voz de Eren reverberaba en su interior y se aferró a la esperanza de encontrarlo a salvo mientras se abría camino hacia él. Cada paso que daba resonaba en su cabeza como un eco incesante de alivio y ansiedad. Finalmente, después de lo que parecieron horas, encontró una puerta entreabierta de donde salían murmullos apagados. Empujó la puerta con cuidado, y la luz tenue de una lámpara parpadeante reveló a sus amigos. Armin e Historia estaban allí, también Eren de pie en el centro de la habitación, junto a un extraño alto y de mirada penetrante que estaba encendiendo una vela. La expresión de Eren pasó de desconcierto a alegría cuando vio a su hermana.

—¡Mikasa! —exclamó, corriendo hacia ella.

La muchacha abrazó a su hermano con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo y su latido contra el suyo. Habían pasado por tanto, y finalmente estaban juntos de nuevo.

—¿Estás bien? —preguntó Mikasa, despegándose para mirar a su hermano.

—Estoy bien, gracias a…—Eren miró al extraño. Habían decidido primero ponerse a salvo antes de dar cualquier clase de explicación.

—Mi nombre es Erwin Smith —dijo con una pequeña reverencia. En los ojos del sujeto se podía notar cansancio pero a pesar de las ojeras su mirada desprendía bondad. —. ¿Me pueden explicar qué es lo que hacen aquí?

A pesar de la desconfianza inicial, Mikasa se encargó de contarle a Erwin todo lo sucedido, desde el ataque a las ninfas, pasando por su visita a la cantina hasta el ataque repentino en el campamento. Había decidido arriesgarse con el sujeto, al parecer tenía buenas intenciones. Su instinto casi nunca fallaba.

—No puede ser —Erwin se sentó en uno de los sillones del pequeño salón. —. Ustedes son los hijos de Carla ¿verdad?

Los ojos de los muchachos se iluminaron de pronto.

—¿Mamá está bien? —Se apresuró a preguntar Eren mientras caminaba hacia él.

—Está viva, al menos por ahora.

—Llévanos hacia ella. —suplicó Mikasa.

—Es un poco complicado… —dudó si seguir hablando, pero al ver el rostro de los jóvenes supo de inmediato que les debía la verdad. —. En realidad me preocupa Kenny, ahora que sé que ha despertado.

—¿Quién diablos es Kenny? —Mikasa se agarró la cabeza con desesperación. Eran demasiados misterios para una sola noche. Imitó a Erwin y se apoderó del otro asiento, después de todo, necesitaba descansar.

—Pues eso, Kenny es el mismísimo demonio… —Dejó escapar una risa irónica y meneó la cabeza negando. —. Es el que los atacó en el campamento y los trajo hasta aquí —Pasó una mano por sobre su cabello rubio y bien cuidado. —. En realidad me sorprende que nos haya dejado en paz.

—En realidad —Mikasa se puso de pie, sentía que estaban perdiendo el tiempo. —. Lo herí mientras intentaba entrar al castillo, quizás…

—Esto es malo… muy malo —recalcó Erwin. —. Debe estar curándose las heridas para contraatacar con más fuerza.

—Lo herí una vez, así que puedo matarlo, estoy segura —Mikasa miró a Eren y Armin. —. Si ustedes me ayudan con sus poderes, podremos salir de aquí y rescataremos a mamá. El tal Kenny no es tan fuerte como parece.

—¿En realidad crees que Kenny es el mayor de sus problemas? —Erwin negó y volvió a soltar una risa sarcástica, pero esta vez tenía un dejo de tristeza. —. Él apenas es un súbdito… Del que tenemos que preocuparnos, es… —La voz le tembló.

—Entonces ¿Qué estamos haciendo aquí tan relajados? Debemos ir por mamá y… —Mikasa, quien había notado el miedo en la voz de Erwin, se alarmó y con razón. Se dirigió a Eren y lo agarró de la mano.

—Si salen por esa puerta así sin más, será su fin.

Erwin se levantó y caminó alrededor de toda la habitación buscando algo por entre las piedras que conformaban las paredes y cuando llegó hacia el extremo opuesto abrió los dedos con fuerza haciéndolos chocar provocando que una barrera invisible pudiera verse por algunos segundos.

—Aquí nadie más que yo y los que invito pueden pasar. Estamos a salvo aquí, sin embargo necesito que entiendan lo que hay afuera y tomen la decisión correcta.

—¿A qué te refieres? —Mikasa empezaba a perder la paciencia.

—Hace milenios, un poderoso hechicero vivía en este castillo…

—Eso ya lo sabemos. ¿Puedes saltarte las partes innecesarias? Tiempo es lo que menos tenemos.

Erwin continuó su relato:

El castillo, en tiempos pasados, había sido el hogar de un hechicero de gran poder que había sucumbido a la tentación de la inmortalidad. Su obsesión lo llevó a investigar la alquimia, una magia ancestral y prohibida que prometía el elixir de la vida eterna. Las noches se volvieron testigos de sus experimentos macabros, mientras intentaba extraer esa pócima de la vida que lo tentaba sin piedad.

El hechicero no se detuvo allí, su obsesión por alcanzar la inmortalidad lo llevó aún más lejos por los oscuros senderos de la magia prohibida. Sumergió sus manos en las profundidades del conocimiento arcano, adentrándose en secretos ancestrales que ningún mortal debería haber conocido. Los corredores del castillo resonaban con sus experimentos macabros, mientras sus ansias de eternidad lo consumían.

Comenzó a experimentar con la sangre de criaturas legendarias, trascendiendo las barreras de la cordura y la moral, sin embargo, algo salió terriblemente mal mientras leía las runas de un libro antiguo que había encontrado en un viaje a las tierras remotas, un lugar que en ese tiempo era la cuna de los saberes prohibidos pero que actualmente ya no existía. Los hombres lobo, bestias de la noche con fuerza y ferocidad indomables, vieron sus venas entrelazadas con las del mago en su búsqueda insaciable de poder. Los vampiros, seres que habían acechado en las sombras durante siglos, compartieron su esencia con él, otorgándole sed de sangre y la capacidad de la hipnosis. Los íncubos, criaturas que habitaban los sueños y las pesadillas humanas, influyeron en su mente, corrompiendo sus deseos y apetitos.

La sangre de estas criaturas poderosas se mezcló con la del hechicero, y el resultado fue una fusión grotesca. Los límites entre lo humano y lo sobrenatural se desdibujaron ante el aterrador experimento del hechicero. Gradualmente, el mago perdió toda humanidad que alguna vez pudo haber quedado en él, dejando solo un ser monstruoso y despiadado, una abominación nacida de su insaciable sed de inmortalidad.

Erwin también les explicó que, tras la horrenda transformación del hechicero en esta criatura híbrida, él había tomado la responsabilidad de proteger a los habitantes del castillo y mantener a raya la amenaza que representaba el hechicero. Erwin había empleado su conocimiento en la magia para erigir una barrera mágica, una barrera que originalmente había sido fuerte y sólida como un muro de piedra.

Con el tiempo, sin embargo, esa barrera comenzó a debilitarse. El hechicero, en sus momentos de lucidez entre la sed de sangre y el ansia de inmortalidad, había logrado escabullirse de la prisión mágica en la que Erwin lo había confinado, acechando las noches en busca de víctimas. En cada ocasión en que lograba escapar, Erwin se veía obligado a luchar para sellar nuevamente la barrera, utilizando sus propias fuerzas para mantener al monstruo a raya.

A medida que los años pasaban, Erwin había ido perdiendo su vigor y poder, y la tarea de mantener la barrera intacta se había vuelto cada vez más difícil. La debilidad física que aquejaba a Erwin lo ponía en desventaja contra la entidad despiadada. La situación se volvía más crítica con cada luna llena, cuando la bestia se volvía más poderosa y las probabilidades de mantenerla bajo control disminuían.

Erwin terminó su relato con un suspiro cargado de preocupación. El cuarto quedó en silencio por un momento, mientras sus palabras se asentaban en las mentes de los jóvenes que se miraron entre sí con preocupación.

—Entonces usted se quedó aquí para proteger a la gente del hechicero. —afirmó Eren con los ojos brillosos. —. Se ve que usted es una buena persona.

—Creo que tienes un muy mal concepto de mí —Erwin movió la cabeza negando. —. En realidad me quedé aquí porque era la única manera de estar con Levi…

—¿Levi? —inquirió Armin con interés. —. ¿Ese es el nombre del hechicero?

—Así es… Levi Ackerman es el hechicero que.. —Erwin guardó silencio al ver las miradas contrariadas de Eren, Armin y Mikasa. —. ¿Sucede algo?

—No puede ser cierto —La joven cazadora empezó a temblar. —. Levi, del clan de los Ackerman ¿verdad?

Erwin notó la tensión en la habitación y preguntó con preocupación:

—¿Qué sucede? Parecen saber algo más.

Mikasa, con la mirada aún turbada por la revelación anterior, tomó un respiro profundo y decidió compartir su propia historia familiar.

—También tengo el apellido Ackerman. —Se sumió en el silencio de la habitación, era como si no quisiera poner en palabras lo que estaba pensando, sin embargo se sintió obligada a seguir debido a las miradas que caían sobre ella. —. Es posible que yo esté relacionada con él de alguna manera…

—Eso explica el por qué pudiste herir a Kenny. —Erwin la miró con una chispa de esperanza en sus ojos. —. Él también es un Ackerman… Pero en ese caso ¿Por qué Carla no pudo…

—Soy adoptada —interrumpió Mikasa. —. Entonces todo recae en mí. —Tomó su ballesta con ambas manos. La determinación en su mirada se hizo mucho más fuerte.

—No he dicho eso…

—¿Entonces?

—Digo que hay una posibilidad, pero no es del todo seguro. La fuerza de Levi es simplemente... —La respiración de Levi se hizo más intensa y apretó los puños en un intento de mantener la compostura. —. Monstruosa. No bastará con tu fuerza, debemos luchar todos, con todo lo que tenemos. Solamente así…

—Estás loco si crees que voy a dejar que Eren pelee. —La cazadora se puso en frente de su hermano.

—¡Mikasa! —protestó él. —. No quiero quedarme aquí sin hacer nada. Mamá está en peligro y si es que puedo ayudar, lo voy a hacer quieras o no.

—¡No! te quedarás aquí con Armin e Historia mientras Erwin y yo nos cargamos a ese monstruo.

Si algo quiso refutar Eren, no pudo hacerlo. Erwin se adelantó dos pasos para encarar a la joven.

—Voy a tener que utilizar mis poderes al máximo. No voy a poder mantener la barrera en este cuarto y mucho menos en el castillo. Quedarán desprotegidos.

Mikasa se dejó caer sobre el sillón nuevamente y desde allí observó a los muchachos. Trataba de pensar en una alternativa que pudiera alejarlos del peligro, incluso pensó en sacrificar a la ninfa para poder sacar del castillo a Carla y Eren, sin embargo, no pudo continuar con sus pensamientos.

—Lucharemos. —La voz de Eren resonó en toda la sala mientras miraba a sus amigos. —. ¿Verdad?

Armin e Historia asintieron. En sus ojos empezaba a encenderse una llama que solamente dejaba notar la determinación en sus corazones.

—Lucharemos aunque nos cueste la vida. —Armin posó su mano sobre el hombro del pequeño hechicero.

Historia se apresuró hacia ellos y asintió fervientemente. La emoción era tanta que el español se le olvidó por un momento.

Erwin sonrió casi complacido por la tenacidad de los muchachos. Si bien admiraba esas cualidades en cualquier ser humano, viniendo de seres tan jóvenes solamente podía hacerle sentir una mezcla de sentimientos. Si bien la esperanza le dictaba que debía confiar en ellos, conocía de primera mano la ferocidad de Levi y no podía evitar sentir más que pena al ver el destino de los muchachos casi grabados en piedra, pero no había otra manera de ganar que sacrificando cuatro individuos, por lo menos salvaría a miles a lo largo del tiempo y eso valía la pena completamente. Miró a Mikasa quien simplemente ya no tenía argumentos y con ceremoniosa lentitud se dirigió a una estantería de vidrio y extrajo cuatro botellas de un color carmín intenso.

—Van a necesitar esto —dijo, extendiéndole a cada uno un recipiente. —. Bébanlo.

—¿Qué es esto? —La joven cazadora se aproximó hacia ellos y en cuanto agarró una de las botellas, la examinó. El líquido de dentro parecía tener pequeñas partículas de brillantina que bailaban dentro de la pócima.

—A lo largo de los milenios he trabajado en una forma de derrotar a Levi y quizás lo único que funcione sea esto… —Agitó una de las botellas provocando que los destellos se intensifiquen.

—Entonces debemos atacar a Levi con esto. —Más que una pregunta, fue una afirmación hecha por Armin quien miraba con emoción infantil el líquido carmín.

—No voy a mentirles. —El rostro de Erwin se transformó, las cejas cayeron al igual que la comisura de sus labios. —. Tenemos que lograr que la pócima entre en su organismo —Pareció querer acaparar todo el aire de la habitación y luego exhaló cerrando los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas. —, pero esta será nuestra última carta, algo que utilizaremos si todo está perdido.

El instinto de Mikasa se activó en ese instante como si se tratara de una flecha atravesando su pecho.

—No entiendo.

—La única manera en que Levi beba esto es mediante la sangre de su presa…

—Eso sí que no… ¿En realidad crees que…

—Es la única manera.

Los tres muchachos se miraron entre sí. Ninguno de ellos parecía entender las implicaciones de las palabras de Erwin hasta que él mismo tuvo que decirlo explícitamente.

—Deben beber la pócima y si llegara el momento en el que Levi los atrape, no batallen. El sacrificio de uno puede ser la salvación del resto. —Ni siquiera el viento parecía tener el valor de soplar en ese momento y las pequeñas alimañas se quedaron mudas, quizás por el ambiente cargado que se desprendía del castillo. —. Les daré algunos minutos para que decidan qué hacer, aunque en realidad solo existen dos opciones. Luchar con la esperanza de vivir o tratar de escapar con el riesgo de morir.

—¿Mamá bebió esto? —preguntó por fin Eren después de algunos minutos de silencio.

Erwin asintió.

—Entonces… —Mikasa quería formular una pregunta, sin embargo no encontraba las palabras necesarias.

—Ella estaba dispuesta a sacrificarse. Sabía que no viviría y aún así tomó la pócima, sin embargo me equivoqué en mis cálculos.

Un temblor, al inicio lento y después frenético, se apoderó del cuerpo de Eren. Las palabras que querían subir por su garganta simplemente se enredaban en su lengua. No quería decirlo, se negaba siquiera a pensarlo. Hubiera podido quedarse en ese estado por lo que le restaba de la noche, y Armin, conociéndolo tan bien como lo conocía, se aventuró a preguntar lo que su amigo no se atrevía,

—Carla… ¿Está muerta?

Erwin soltó una sonrisa triste.

—Ojalá lo estuviera… Existen destinos peores que la muerte.

—¿Qué le pasó a ella? —La voz menuda de Historia se dejó escuchar desde una esquina. La pobre había tenido demasiadas cosas por procesar, además, empezaba a resentir la ausencia de la luz de la luna.

Erwin miró a los jóvenes, incapaz de decirles el tormento que Carla estaba pasando.

—No es el momento —dijo abriendo una de las botellas. —, ahora solo tenemos que prepararnos para la batalla. —Bebió el contenido de un solo trago y se limpió la comisura de los labios. Los jóvenes lo imitaron.

La percepción del tiempo puede llegar a alterarse a niveles insospechados cuando uno se encuentra bajo circunstancias de máximo estrés. A veces un par de minutos parecen horas y a veces horas enteras caben en el lapso de un minuto, claro está, como mecanismo de defensa.

Carla no supo si el episodio había durado un suspiro o un poco más. Había optado por desconectar su cerebro, y no precisamente por iniciativa propia, más bien se trataba del efecto del líquido carmín que bebió a instancias de Erwin. Aquella pócima se había convertido en su último recurso para mantenerse a salvo y preservar la cordura en medio de lo desconocido.

Erwin le había explicado que ese líquido era mucho más que un simple somnífero. Estaba meticulosamente preparado, específicamente diseñado para desencadenar una serie de efectos en el organismo. Funcionaba como un anestésico, no solo para Levi, sino también para la persona que lo bebía. Cuando el cerebro percibía un peligro inminente, activaba el somnífero para amortiguar cualquier sensación de dolor físico y reducir al mínimo el shock mental. La pócima permitía a quien la consumía mantenerse en calma, incluso en medio de las situaciones más aterradoras.

También le había advertido sobre la naturaleza de Levi. Era un cazador, lleno de ansias carnales de todo tipo. Erwin lo había visto en más de una ocasión con una de sus presas y a pesar de lo nauseabundo que le resultaba, tenía que estudiar a fondo sus patrones para saber cómo combatirlo. No le gustaba la idea, pero la única manera era con un sacrificio… La idea era que Carla se convirtiera en la presa e incitaría a Levi a…

Carla cerró los ojos sintiendo como la bilis le subía por la garganta y se obligó a tragarse el vómito. No podía desperdiciar la última gota de esperanza que le había brindado Erwin, no si eso aseguraba que sus hijos y conocidos estuvieran a salvo, aunque de hecho, empezaba a sentir que todo aquello ya era inútil. Cuando Carla decidió que daría su vida a cambio de la de los demás, el plan sencillamente fracasó. Levi no solamente no la había devorado, sino que se había dedicado a hacerle otro tipo de horrores. La mujer bajó la mirada hacia su entrepierna y el escozor que sentía le recordaba a medias lo que había ocurrido. Sin querer pensar demasiado se arrastró hacia una esquina de la celda y abrazó sus piernas llenas de moretones recordando las palabras guturales que salieron de la boca de Levi cuando empezaba a poseerla con locura.

"Eres igual que mi madre."

Mikasa sabía, por experiencia propia, que cuando algún orco o cualquier criatura peligrosa rondaba el pueblo, lo mejor era separarse para tener más oportunidades de combatirlo, sin embargo, si se encontraban en territorio enemigo y no sabían la amenaza que representaba la criatura o ente, lo mejor era mantenerse unidos. Solamente así podían asegurar la supervivencia. Pero se encontraban en circunstancias completamente nuevas y desconocidas. No le gustaba la idea de que alguno de ellos pudiera morir, pero si esa era la opción más viable para salir del castillo, prefería por mucho que la ninfa fuera el sacrificio, por eso se había llevado a Eren con ella, quizás así podría protegerlo de cualquier mal que acechara el castillo. No había sido lo más inteligente, porque sabía que si ellos se encontraban con Levi, Mikasa sacrificaría su vida propia para salvar a su hermano y esa también era una desventaja.

Tenía que admitir que amaba a Eren, incluso más que a su propia vida, después de todo, él era su único lugar seguro entre toda la tormenta que era su existencia. Recordó las tardes de infancia cuando salían a explorar los bosques en búsqueda de piedras brillantes con las cuales jugaban a la tienda de pociones o esas noches cuando Mikasa despertaba a los gritos recordando la muerte de sus padres y Eren se quedaba junto a ella, contándole historias, distrayéndola de sus pesadillas… Quizás por eso había optado seguir el linaje familiar y convertirse en una cazadora respetada, una a la que todos temieran para poder proteger a las personas que más amaba. Pensó en Carla nuevamente y un dolor punzante se alojó en su pecho. La sola idea de ella siendo torturada la llenó de miedo y remordimiento.

Necesitaba hacer algo más y por un momento, Mikasa quiso volver a esos días en donde los monstruos no eran nada más que malos sueños o sombras de los árboles proyectadas sobre las paredes. Miró a Eren por el rabillo del ojo y podía notar que estaba incluso más temeroso y preocupado que ella, pero no lo demostraba o al menos hacía el mayor esfuerzo para ocultar sus sentimientos.

—Te prometo que mamá va a salir con vida del castillo.

Eren frenó en seco ante las palabras de su hermana y en sus ojos se prendió una chispa de esperanza. No pudo evitar que una gran sonrisa se le dibujara en el rostro y mirándola asintió alegremente.

Mikasa siempre cumplía sus promesas.

Las necesidades básicas son, al fin y al cabo, lo que mueve al ser humano, y de hecho, es la motivación suprema de cualquier raza, de cualquier ser vivo sobre la faz de la tierra. Si uno se pusiera a analizar a fondo el por qué de las cosas, lo más seguro es que termine siempre en la misma base, que es la supervivencia y por ende, cosas como comer, tener refugio e incluso reproducirse es lo que hace girar al mundo.

Entender estas necesidades básicas arroja luz sobre las motivaciones detrás de nuestras acciones y decisiones diarias. Nos recuerda que, en última instancia, todos estamos arraigados en la búsqueda de la supervivencia, incluso cuando nuestras acciones pueden parecer complejas o impulsadas por objetivos más sofisticados o incluso sanguinarios.

De hecho, eso era lo que buscaba Levi, simplemente saciar sus necesidades más básicas para poder mantener la vida eterna que tanto había anhelado. La mayoría del tiempo no era este ser con sed de sangre, sólo era un hechicero perdido en su propio castillo, bajo capas y capas de magia que encerraban sus más bajos instintos, sin plena conciencia del tiempo ni del mundo exterior, sin embargo, cuando las barreras se debilitaban y dejaban entrar los aromas del mundo, Levi enloquecía, escapaba y allí era cuando el peligro inminente surgía. Bajo cualquier perspectiva, Levi era un ser despiadado, sin embargo esta connotación solamente puede darse a gente que a pesar de que sabe que las cosas que hacen son malas, las hacen por puro placer…

Levi se puso de pie. Había estado reposando en el gran comedor y ahora estaba listo para continuar con su retorcida rutina. Kenny le había informado que había encontrado un grupo y Levi, como no quería desperdiciar su momento con la mujer que aguardaba en las celdas, le había encomendado ir por ellos, pero tras saciar sus ansias, estaba listo para ir a buscar su siguiente festín. El aroma que invadía el castillo le resultaba apetecible y seductor. Se relamió los labios con infinito deseo y con una sonrisa triunfante abrió la puerta. Olisqueó en todas las direcciones, como si se tratara de un perro siguiendo un rastro, y cuando detectó el aroma de una ninfa, decidió que iría tras ella… Claro, el elfo sería un problema, pero quizás pudiera resolver eso sin problemas.

Continuará