Hola a todos. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí un fanfic. En esta ocasión he tenido la idea de escribir esta historia tras haber visto algunos capítulos del manga y el anime de Las Quintillizas, también conocido como Quintessential Quintuplets o Go-Tōbun no Hanayome. Me pareció una buena idea escribirlo en forma de novela, pues estas suelen incluir detalles de la historia que no se aprecian ni en anime ni en manga.

Espero que os guste. Las aclaraciones vendrán al final del capítulo.

Primero de todo, recordar que Go-Tōbun no Hanayome es una creación de Negi Haruba. Esta historia solo está hecha para entretener a los fans de este gran anime y manga. Ningún personaje de la misma me pertenece, salvo aquellos que yo indique.

Esta historia será tipo harem (aunque prefiero llamarlo relación poliamorosa). Y no contendrá elementos lemon.

Y para empezar, una pequeña intro.

Fuutaro-kun?

Uesugi! Oki nasai yo!?

Fuutaro!

Uesugi-san!

Uesugi-kun okite?

Fuutaro-san!

Yorokobi mo (yorokobi mo)

Kanashimi mo (kanashimi mo)

Anata sae (anata sae)

Roku-tōbun nan desu

Hitotsu: tsukuriwarai mo minukare

Futatsu: anta nanka daikirai yo

Mittsu: massugu na kono kimochi, Kizuite

Yottsu: kigatsuku to dandan

Itsutsu: wakariaeta ne

Muttsu: kimi no soba ni iru yo

Benkyō dake janakute kimi wo shiritai yo

Daikirai kara (daikirai kara)

Daisuki e to (daisuki e to)

Kawaru kokoro ni tsuite ikenai yo

Donna koto mo (donna koto mo)

Anata sae (anata sae)

Roku-tōbun desu demo watashi watashi watashi watashi watashi watashi wa anata ga suki yo

We are the brides!

We are the brides!

We are the brides!

We are the brides!

Peace!

Roku-Tōbun no Hanayome

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Capítulo 1. Tutor por sorpresa

Instituto Asahiyama, situado en Tokai, Prefectura de Aichi, Japón. Un día como tantos otros. Era la hora de la comida. Numerosos alumnos se hallaban en el comedor escolar, disfrutando despreocupadamente de su almuerzo antes de reanudar las clases por la tarde. Un joven se hallaba en ese momento pidiendo en la barra.

–Menú de yakiniku. Sin el yakiniku –especificó.

Fuutaro Uesugi. 16 años. Tenía el pelo negro y corto, con dos característicos mechones apuntando hacia arriba, y los ojos azules. Su cara tenía una constante expresión de seriedad. Su uniforme escolar consistía en una camisa blanca de manga corta y unos pantalones azul oscuro. Zapatos blancos con la suela y puntera color azul claro completaban su atuendo. Su rasgo más peculiar era que tenía seis dedos en cada mano.

–Aquí tienes –le dijo una de las cocineras, entregándole lo que había pedido, tras lo cual él procedió a abonar el importe.

Otros estudiantes, haciendo cola tras él, hablaban.

–¿De qué va este? –preguntó uno, dado lo inusual de su petición.

Fuutaro no les hizo caso. En su lugar se maravillaba por su ingenio. La gente solía pensar que lo más barato del menú escolar era el arroz (200 yenes), pero él sabía que no era así. Si pedía el menú de yakiniku (400 yenes), sin el yakiniku (200 yenes), podía conseguir el arroz, además de sopa de miso y pimientos encurtidos, todo por el mismo precio. Y además, la máquina de agua que había en el comedor hacía que uno pudiese beber toda la que quisiera, sin pagar.

Tomó un vaso de plástico y lo llenó hasta arriba, dispuesto a beberlo con una actitud triunfante, mientras pensaba para sí que el comedor escolar era lo mejor.

–¡Eh, ve más deprisa! –gritó una voz a sus espaldas.

Otro de los estudiantes le dio un empujón, lo que provocó que la mitad del contenido del vaso de agua se le derramara por la cara.

–¡Oh, lo siento! –se excusó el otro estudiante, apenas volviéndose.

Fuutaro ni siquiera le miró a la cara. Malhumorado, llenó de nuevo el vaso de agua, y siguió su camino abriéndose paso entre las hileras de estudiantes sentados en mesas del comedor. Cabizbajo, reconoció que el comedor escolar era lo peor.

Mientras caminaba sujetando la bandeja, escuchó de pasada las conversaciones de otros estudiantes.

–Mira, Uesugi-kun está solo de nuevo –dijo un chico, burlándose.

–Penoso –se burló una chica.

Fuutaro siguió sin hacerles caso. Era habitual que la demás gente hablara de él a sus espaldas, ya que siempre estaba solo. Pese a que muchos lo considerarían algo negativo, a él le parecía maravilloso el no necesitar a nadie. En su opinión era un gran privilegio. Con una sonrisa, pensó que esa gente no pintaba nada en su vida, así que no le importaban sus comentarios.

Dirigió sus pasos hacia "su" sitio, una pequeña mesa cuadrada con dos sillas donde siempre se sentaba para disfrutar de aquel breve almuerzo sin que nadie le molestara. Fuutaro siguió pensando que todo iba a estar bien.

Puso su bandeja sobre la mesa, cuando sucedió algo inusual. Alguien más había colocado una bandeja en lo alto de la mesa, haciendo que ambas chocaran.

Fuutaro se desconcertó. Los demás alumnos solían respetar que aquel fuera su sitio. ¿Quién se había atrevido a invadir sus dominios? Dirigió rápidamente una mirada hacia el dueño de la bandeja.

Ante él se encontraba una chica un poco más baja de estatura que él. Tenía unos preciosos ojos azules y el pelo de una tonalidad naranja rojizo, el cual llevaba suelto y se extendía hasta la altura del pecho, salvo un pequeño mechón que le sobresalía por la parte de arriba de la cabeza. En unos mechones de pelo que le colgaban a ambos lados de los ojos llevaba unos broches para el pelo con forma de estrella.

No le sonaba haber visto esta cara. Se fijó en el uniforme. Una blusa azul con cuello de marinero blanco, con un gran nudo también blanco en el pecho, y una falda de pliegues blanca. Definitivamente no era el uniforme del instituto.

A pesar de la situación, Fuutaro decidió ignorarla, poniendo su mano en la silla dispuesto a sentarse.

–¡Eh, espera un momento! –protestó la chica.

Fuutaro la miró. Había adoptado una expresión de molestia, con un ligero rubor en sus mejillas.

–¡Yo he llegado primero! –exclamó ella señalando a otra mesa–. Si buscas un sitio, ve a sentarte en aquella mesa de allí, que está vacía.

Fuutaro se sorprendió por el comportamiento testarudo de la chica. Pero no iba a dejarse intimidar.

–Aquí es donde me siento todos los días. Eres tú quien debería ir a sentarse allí –replicó, mirándola fijamente.

–¡Me da igual! El sitio es del primero que llega –dijo ella sin ceder terreno.

Él enmudeció. Esta chica no daba señales de querer respetar su espacio. Tenía que encontrar una forma de hacer valer su posición.

–Pues entonces me siento –replicó mientras apartaba la silla y se sentaba en ella rápidamente ante la incredulidad de la chica–. Ahora es mi sitio.

–¡Eh, vamos! –protestó ella.

Fuutaro no se movió del asiento, mientras se preguntaba sobre qué le pasaba a esta chica, que no alteró su gesto de molestia.

De repente, ella se sentó en la silla frente a él.

–Te he dicho… –empezó a decir Fuutaro.

–¡La otra silla está vacía! –replicó ella–. Y llevo toda la mañana caminando, mis pies no dan más de sí.

Fuutaro se quedó mirando a aquella chica, sin saber muy bien qué decirle. Entonces notó la presencia de otros dos alumnos, chico y chica, que pasaban detrás suyo.

–¿Has visto? –escuchó decir a la alumna–. Uesugi-kun está comiendo con una chica.

–¿En serio? –preguntó burlonamente el chico.

Fuutaro se sonrojó ligeramente. Una cosa era que la gente hablara de él a sus espaldas porque siempre iba solo, pero el que ahora le hubiesen visto con una chica iba a generar una nueva oleada de rumores. Él se molestó, no con la chica, sino con aquellos descerebrados que acababan de pasar. Miró hacia otro lado enfadado, mientras se preguntaba qué iba a hacer al respecto.

Entonces miró a la chica. Su cara estaba roja como un tomate, y miraba hacia abajo, mientras le caían algunas gotas de sudor por la cara. Parecía que ella también se sentía incómoda. Fuutaro se preguntó si se estaba esforzando demasiado. Cualquiera pensaría que la estaban obligando a estar ahí.

–Está bien, puedes sentarte aquí –cedió entonces, haciendo que la chica soltara un suspiro de alivio.

Fuutaro le echó un vistazo al contenido de la bandeja que traía la chica. Sus ojos se abrieron de par en par. Contempló unos fideos udon (250 yenes), tempura de camarón (dos unidades, 150 yenes cada una), tempuras de sepia, de pollo y batata (100 yenes cada una) y un pudin de postre (180 yenes). Todo sumaba por encima de los 1.000 yenes. Se preguntó si era alguna celebridad para gastar tanto.

Ella, más relajada. juntó las palmas de sus manos agradeciendo la comida. Felizmente tomó unos palillos y se dispuso a empezar a comer los fideos. Entonces dirigió su mirada hacia él, y puso cara de asombro.

–Oye, eso es de mala educación –le espetó.

Él se encontraba comiendo arroz con la mano derecha mientras en la izquierda sostenía un taco de notas y su vista estaba dirigida hacia un papel desdoblado sobre la mesa.

–¿Qué pasa? –le preguntó con indiferencia– Solo hago como Kinjiro Ninomiya, quien trabajaba y estudiaba a la vez.

–¡No es lo mismo! –replicó la chica.

–Solo estoy revisando mi examen, así que puedes ignorarme –se excusó.

–Estudiar y comer al mismo tiempo –se burló ella–. Seguro que aspiras a llegar lejos.

Él no le hizo caso, pero ella insistió.

–A ver –dijo ella tomando la hoja de la mesa–, ¿qué nota has sacado?

–¡Eh, trae eso aquí! –protestó Fuutaro–. ¡Ni se te ocurra mirarlo!

–Vamos a ver… Fuutaro Uesugi –leyó ella–. Y la nota es…

Los ojos de la chica se quedaron en blanco.

–100 puntos –dijo con un hilo de voz.

–¡Oh, no, qué vergüenza! –exclamó Fuutaro tapándose un ojo con la mano, fingiendo.

La chica hizo un puchero, molesta.

–¡Lo has hecho a propósito! ¿Verdad? ¡Querías que mirara tu nota para restregarme lo inteligente que eres! –protestó ella.

–No sé de qué me hablas –dijo Fuutaro apartando la vista mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en su cara.

–Sabes –dijo ella más calmada–, no me caes nada bien, pero admiro tu nota. Yo no soy buena estudiante, aunque me cueste admitirlo.

De repente, la chica adoptó una expresión iluminada.

–¡Ya sé! –exclamó juntando las palmas de sus manos y sonriendo mientras un ligero rubor aparecía en sus mejillas–. Acabo de tener una gran idea. Es cosa del destino que nos hayamos encontrado. ¿Qué te parecería ser mi tutor?

Las vidas y el destino pueden cambiar a partir de un único y simple suceso. En muchas otras historias, Fuutaro rechazaría su oferta y se burlaría de ella por la gran cantidad de comida que había pedido, lo que terminaría causando problemas entre ellos. Sin embargo, esta vez, Fuutaro decidió escuchar su propuesta. Solo… por curiosidad.

–Ya, ¿y por qué debería? –le preguntó entrecerrando los ojos–. Ser el tutor de alguien significa dedicar un tiempo considerable que no podría destinar a mi propio estudio.

–¡Oh, vamos! –protestó ella–. Seguro que eres de los alumnos más inteligentes si en tus exámenes logras los 100 puntos. Eso es que también sabes organizarte. No te sería tan difícil encontrar un hueco para enseñar a alguien.

Fuutaro meditó. Era cierto que se organizaba bien, pero el que le pidiera que le hiciera de tutor ya era algo que estaba fuera de lugar. Nunca antes había hecho nada parecido, así que ni siquiera sabía por donde empezar.

–Además, no es como si te pidiera que lo hicieras gratis –añadió la chica–. Podría pagarte, y bastante bien.

Esto ya sonaba interesante. Podría venirle bien obtener algo de dinero, no solo para ayudar a su familia, sino para tener que evitar volver a pedir a diario aquella mísera comida que ya estaba a punto de terminar.

–Comes muy deprisa –observó la chica, quien reparó también en su bandeja de comida–. Con ese poco, seguro que te has quedado con hambre. ¿No te apetece uno de estos? Puedo compartirlo, si quieres.

La chica tomó con sus palillos una de las tempuras de camarón. Fuutaro estuvo a punto de decirle que estaba lleno, pero con lo observadora que era ella, sabía que no se lo iba a creer. ¿Por qué se preocupaba tanto por él? Estaba tentado de decirle que iba a engordar pidiendo tanto para comer, pero se contuvo. No quería arruinar sus posibilidades económicas con alguien que le estaba ofreciendo un trabajo.

Un repentino rugido provino de su estómago, haciendo que la chica le mirase con expresión sonriente.

–¿Tienes un león en el estómago o es que te quedaste con hambre? –preguntó, divertida.

–Está bien, lo tomaré –dijo Fuutaro a regañadientes mientras agachaba la cabeza–. Muchas gracias.

Ella procedió a soltar la tempura en el plato de arroz de Fuutaro, que ya estaba vacío. Puso una sonrisa de triunfo.

–¿Por qué pides tan poco para comer? –le preguntó.

–Preferiría no hablar de ello –respondió él mientras apartaba la mirada.

Ella puso expresión preocupada, pareciendo entender. Fuutaro tomó aquella tempura con los palillos. Sabía que no era buena idea aceptarla, ya que entonces sentiría que se encontraba en deuda con la chica, pero ¿quién podría decir que no a algo tan apetecible?

Una notable sonrisa apareció en su cara al probar aquello. Hacía tiempo que no saboreaba una tempura. Estuvo a punto de soltar una lágrima ante aquello.

La chica puso una sonrisa divertida.

–Parece que te gusta –dijo mientras ella terminaba con sus fideos–. Entonces, ¿qué dices de mi propuesta? ¿Querrías ser mi tutor?

Fuutaro la miró con seriedad.

–Sí –dijo al fin–. Te enseñaré.

Ella sonrió.

–Gracias –le dijo–. Tenía la impresión de que eras una persona insensible. Me alegro de haberme equivocado.

No estaba muy alejada de la realidad, como pensó Fuutaro. Si él le hubiese contestado de mala manera, como había estado a punto de hacer, seguramente esa habría sido su reacción. En cualquier caso, tenía que aclarar sus términos.

–Eso sí, tenemos que ponernos de acuerdo sobre los horarios y el precio.

Ella parecía muy feliz. Abrió su boca para hablar, pero un repentino tono de notificación de mensaje les interrumpió. Fuutaro miró su teléfono, del que vino el sonido.

De: Raiha

¿Hoy también estás comiendo solo? ¡Llámame! :-)

–¿Te parece bien si reanudamos esta conversación en otro momento? –preguntó él–. Es mi hermana, tengo que llamar.

Ella puso expresión triste. Pero pareció comprenderlo.

–Está bien –le dijo ella–. Espero volver a verte, Uesugi-kun.

Fuutaro recogió su bandeja y se alejó de allí. Aquella chica era peculiar. No la había visto antes, pero por alguna razón había algo en ella que le resultaba familiar. No le terminaba de gustar que alguien a quien acababa de conocer asumiera tan rápido aquella familiaridad, pero si iba a suponer tener un trabajo, estaba dispuesto a soportarlo.

Dejó la bandeja y los platos en su lugar y se dirigió a los servicios, donde se metió en un cubículo. Acto seguido, marcó el número de teléfono de quien le envió el mensaje.

–¡Onii-chan! –gritó la voz de una niña al otro lado de la línea– ¿¡Papá te lo ha contado!?

Fuutaro se sintió sobresaltado por aquel grito. Su corazón se aceleró.

–Cálmate, Raiha –dijo mientras trataba de reponerse de aquel grito–. ¿Qué ocurre?

En una casa, no muy lejos de allí, una niña de alrededor de diez años se hallaba hablando por teléfono. Tenía un largo pelo azul oscuro, el cual llevaba suelto, salvo un mechón que sobresalía por encima de su cabeza, dándole un aspecto curioso. Su vestimenta era una camiseta de tirantes azul oscuro sobre la que llevaba un delantal verde, además de unos pantalones cortos del mismo color verde. Se encontraba en un habitáculo no demasiado grande, donde en un tendedero se hallaban colgadas varias prendas de ropa que estaban secándose, mientras por el suelo estaba una mochila escolar abierta de la que asomaban varios libros y cuadernos.

–Ah, lo siento –dijo al percatarse del volumen con el que había gritado–. Estaba emocionada porque parece que al fin vamos a poder pagar nuestras deudas.

–¿¡Qué!? –exclamó Fuutaro, incrédulo ante lo que estaba escuchando.

El tema económico siempre había sido una materia delicada en su familia. Tenían bastantes deudas, y su padre no hacía más que trabajar todo el día. El que vivieran con tan poco dinero era lo que le obligó a ingeniárselas para poder encontrar la forma de comer un poco más en el instituto.

–Papá te ha conseguido un buen trabajo –explicó Raiha–. Una familia rica se ha mudado recientemente, y están buscando un tutor para su hija. Es un lugar de trabajo acogedor. ¡Y además pagarán seis veces el salario habitual!

Fuutaro pareció alegrarse, pero había algo que le resultaba extraño.

–¿Has dicho seis veces? Eso me huele a chamusquina –dijo, cauteloso.

–Bueno, si no siempre puedes vivir con un solo riñón –dijo Raiha.

–¡Espero que no estés insinuando que debería vender uno de mis riñones! –exclamó aterrado Fuutaro, sobresaltando con su grito a algunos alumnos que estaban también en el servicio.

–Solo bromeaba –rió Raiha–. Dijeron que las notas de su hija son realmente malas. Pero si onii-chan ayuda, estoy segura que aprobará.

–Espera un momento –dijo Fuutaro–, aun no he dicho que vaya a aceptar.

–Si aceptas, entonces al fin podremos comer hasta estar saciados –dijo Raiha con una gran sonrisa.

Fuutaro guardó silencio. Escuchó de nuevo el rugido de su estómago. A pesar de lo que había comido, y aun con la tempura que le había regalado aquella chica, estaba lejos de estar saciado. Realmente aquel trabajo podría suponer un gran cambio en sus vidas. Y si era por la felicidad de Raiha, lo haría.

–Aceptaré –dijo–. ¿Qué clase de persona es esa chica?

–Es una estudiante que hoy se ha cambiado a tu instituto. ¿Cómo dijo que se llamaba…?

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Más tarde, la clase se hallaba reunida. Fuutaro se sentía algo frustrado porque no había sido capaz de volver a encontrarse con aquella chica. ¿Dónde podría haberse metido? Si al menos le hubiese preguntado su nombre, quizá habría podido preguntar por ella. Ahora no podría explicarle que le había surgido un trabajo como tutor con otra persona y que seguramente le sería imposible ayudarla.

El profesor de repente anunció que tenían una alumna nueva. La puerta del aula se abrió y ella hizo su aparición.

–Me llamo Itsuki Nakano –dijo uniendo sus manos a la altura de la cintura–. Encantada de conoceros.

Fuutaro miró sorprendido. Era la chica que había conocido en el comedor. Así que ella iba a ser la alumna de la que tendría que ser tutor, pues ese mismo nombre era el que le había dicho Raiha al teléfono. Por un momento se alegró de no haberse metido con ella en el comedor, ya que si lo hubiera hecho, la relación entre los dos se habría puesto muy tensa, y seguramente ella se habría negado a que él fuese quien le diera clases.

–Es una chica mona –dijo un alumno por lo bajo.

–El uniforme que lleva es el del instituto Kurobara, ¿verdad? –preguntó otro.

–Entonces debe ser rica –dijo un tercero.

Fuutaro no dijo nada. En ese momento no había caído, pero tenía que haber reconocido aquel uniforme. Sabía que Kurobara era un instituto femenino al que acudían las hijas de las familias adineradas. Y ahora tenía ante él a una chica que procedía de allí. Itsuki.

El profesor le indicó un asiento vacío para que se sentara. Ella procedió a moverse. Fuutaro la miró. Ella reparó en su presencia mientras se dirigía a ocupar su sitio. Él le dedicó un tímido saludo. Nunca había sido de socializar, por lo que se sentía ridículo. Seguramente ella no le haría caso.

Pero para su sorpresa, ella le devolvió el saludo con una sonrisa, causando asombro no solamente en él, sino en otros compañeros de clase que conocían de la personalidad de Fuutaro. Ella entonces se sentó en un sitio que estaba dos filas por detrás de él.

Suspiró aliviado. Su futuro trabajo no corría peligro, ya que no se había producido ninguna mala situación entre ellos. Tal vez no fuese tan malo socializar un poco, para variar.

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Llegó el día siguiente. Nuevamente, Fuutaro había sido incapaz de hablar con aquella chica al haber terminado el día anterior, y tampoco había tenido oportunidad hasta aquel momento. Se preguntó si ella sabría que él iba a ser quien le diera clases.

–Menú de yakiniku. Sin el yakiniku –dijo un día más en el comedor.

Tras recoger su comida, Fuutaro buscó con la mirada a aquella chica. Debía ser increíblemente rápida para que él no la viera moverse de un lado para otro. Tras varios segundos, la localizó. Estaba de espaldas, pero era ella sin lugar a dudas. Ahora llevaba un uniforme consistente en una camisa blanca de manga corta sobre la que llevaba un chaleco rojo, así como una falda de pliegues verde. Y llevaba una bandeja tan cargada como la que le había visto llevar el día anterior.

No podía perder esta oportunidad. Tenía que abordarla para decirle que él iba a ser su tutor. Lentamente fue caminando tras ella, preguntándose si volvería a sentarse en la mesa que compartieron ayer. Tan pronto se parara, la saludaría y le diría que iba a ser su tutor a partir de aquel día. Era un plan perfecto. Nada podía fallar.

Pero entonces sucedió algo inesperado. Fuutaro vio sorprendido como Itsuki se sentaba en una mesa en la que ya había sentadas otras cinco chicas.

–Ya estoy aquí. Siento la espera –les dijo.

–Qué tardona –se burló una de ellas.

Fuutaro se quedó mudo de asombro. Así que iba a comer con amigas. Esto le complicaba las cosas. Si ya le era difícil socializar con una sola persona, dirigirse a ella cuando estuviese delante de otras cinco le iba a resultar imposible.

Ella le miró y le saludó. Fuutaro se sintió incómodo, ya que si ahora hablaba con ella seguro que le invitaría a sentarse con ellas. Le devolvió un tímido saludo y trató de pasar de largo. Sería mejor intentarlo en otro momento.

Sin embargo, su acción no pasó desapercibida para otra de las comensales de aquella mesa. Mientras caminaba, Fuutaro escuchó a sus espaldas el sonido de una silla arrastrándose por el suelo.

–¿Ya te vas? –le preguntó una voz.

Fuutaro se dio la vuelta. Ante él se encontraba una de las que estaban comiendo con Itsuki. Era una chica de pelo corto rosa claro y ojos azules, que iba vestida con una camisa de manga corta blanca y una falda verde, además de una sudadera amarilla que llevaba anudada a la cintura.

–Buscas sitio, ¿verdad? Si quieres puedes comer con nosotras –le dijo.

Genial. No era Itsuki quien le había hecho la propuesta, sino esta chica. Fuutaro empezó a ponerse incómodo.

–No… No, gracias –declinó nerviosamente.

–¿Por qué no? –le preguntó ella, que le estaba mirando fijamente, como si estuviese intentando ver a través de su mente–. ¿No quieres comer rodeado de chicas guapas?

Esto iba de mal en peor. Se sentía incapaz de contestar. No era solo que se sintiese intimidado rodeado de tantas chicas, sino que además sabía que si aceptara, entonces los demás alumnos le mirarían, circularían toda clase de rumores sobre él y no le dejarían en paz.

Trató de apartar la mirada de aquella chica, quien lejos de molestarse, puso una sonrisa maliciosa.

–¿Qué tienes que perder, si no tienes novia? –preguntó en un tono burlón mientras sus mejillas se sonrojaban ligeramente.

–¿¡Y… Y tú que sabes!? –le espetó Fuutaro, cada vez más incómodo.

Se sentía en un atolladero. Tenía que marcharse de allí rumbo a su sitio de siempre. Allí estaría seguro.

–No te vayas –le dijo la chica, cerrándole el paso con un rápido movimiento.

Se puso las manos tras la espalda y se inclinó en su dirección, mirándole fijamente de nuevo mientras exhibía una sonrisa. Fuutaro se preguntó qué tramaba.

–Vas tras Itsuki-chan, ¿verdad? –preguntó.

Lo que le faltaba. Una amiga cotilla. Seguro que su sospechoso modo de actuar le había hecho pensar que estaba enamorado de Itsuki. Ahora era probable que circularan toda clase de chismes por el instituto. Esto no iba bien. Tenía que hacer algo.

–No. No voy tras ella –contestó con el tono más serio que pudo mientras apartaba la mirada.

–¡Aaaah! –exclamó ella poniendo una mano delante de su boca mientras sonreía mucho–. Entonces sí que se trata de Itsuki-chan.

Fuutaro se quedó mudo de asombro, mientras se preguntaba qué le pasaba a esta chica, quien no tardó en preguntar de nuevo.

–Sé sincero. ¿Qué es lo que te atrae de ella? ¿Lo seria que es? Seguro que es eso, pareces ese tipo de persona.

De nuevo no tenía respuesta. No dejaba de preguntarse como se había metido en esta situación.

–¿Sabes qué? Voy a llamarla ahora mismo –dijo la chica sonriente mientras se daba la vuelta y acercaba una mano a su boca para gritar.

–¡Espera! –exclamó Fuutaro, sujetando con una de sus manos la otra muñeca de aquella chica. Esta se volvió sorprendida por el gesto–. No te metas. Esto es asunto mío.

Supuso que el que esta chica se metiera por medio complicaría las cosas. No le apetecía que por todo el instituto se esparciesen rumores innecesarios. Lo más seguro era pasar desapercibido.

Soltó la muñeca de aquella chica y se dio la vuelta. Esperaba que con eso bastara.

Ella entonces sonrió.

–¡Pero qué varonil acabas de sonar! –exclamó ella mientras le daba una fuerte palmada en la espalda, cosa que casi le hizo tirar el contenido de su bandeja.

Fuutaro la miró, con gesto de preocupación.

–Si tienes problemas, habla con la hermana mayor Ichika –dijo ella sin perder la sonrisa–. Será divertido.

La chica le dio la espalda y regresó a su mesa. Fuutaro no tenía idea de lo que acababa de pasar. Así que ella se llamaba Ichika. Tampoco recordaba haber visto su cara antes, aunque no era de fijarse mucho en la gente. Y lo que había dicho…

–¿Hermana mayor? –se preguntó–. Si parece de mi misma edad.

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Fuutaro se dirigió hacia su sitio. Tenía que encontrar la forma de poder hablar con Itsuki a solas.

–No-te-muevas –dijo de repente una voz.

Miró al frente. Ante él tenía una chica con el cabello color rosa perla y ojos azules, que se veían tras unas grandes gafas circulares. Su pelo era corto, y tenía dos pequeños mechones que sobresalían por la parte de abajo, separados por unos coleteros en forma de bolitas. Su uniforme era una camisa blanca sobre la que llevaba una rebeca verde oscuro, además de la falda de pliegues verde.

Otra cara nueva. Esta chica se encontraba ante él, con un cuaderno en una mano y un lápiz en la otra. Parecía estar dibujando algo. Y Fuutaro no tenía dudas de que tenía que ser él, a juzgar por su petición.

–No puedo estar así eternamente, ¿sabes? –le espetó–. Tengo que terminar mi almuerzo antes del fin del descanso.

–Espera, espera –dijo la chica atropelladamente, mientras movía el lápiz a gran velocidad–. Ya casi lo tengo… ¡Listo!

Fuutaro suspiró aliviado.

–Me alegro por ti. ¿Me puedo ir ya?

–¿No quieres ver lo que he dibujado? –preguntó ella mirándole a los ojos.

–¿Debería? Es tu dibujo.

–¡Pues tienes que mirarlo, sin una crítica no sabré si lo he hecho bien! –insistió ella, mientras le ponía la libreta casi junto a sus narices.

Fuutaro cerró los ojos. Estaba empezando a cansarse.

–Te digo que no tengo tiempo –insistió Fuutaro.

–Tú lo has querido. ¡Eh, Itsuki, ven a ver esto! –exclamó ella entonces.

Fuutaro abrió repentinamente los ojos.

–Te pillé –dijo la chica con una sonrisa maliciosa.

Tardó un momento en darse cuenta de lo que había pasado. Aquella chica le había hecho creer que venía Itsuki para que abriese los ojos. Vaya jugada. Y lo peor era que ahora no tenía forma de librarse de ver el dibujo.

Resignado, lo miró. Entonces se quedó sin palabras.

–¿Qué es esto? –preguntó con seriedad.

–Es el héroe de mi futura historia. Creo que lo llamaré Fuutaro-san en tu honor –dijo ella orgullosamente–. ¿No te gusta?

–Ese no es el problema –dijo Fuutaro–. Quiero saber qué significa esto.

Le mostró la libreta. En ella había dibujado un monigote con apenas cuatro trazos. Lo único que tenía en común con Fuutaro era el pelo, que sí lo había dibujado idéntico, negro y con un par de mechones apuntando hacia arriba. Era un dibujo que podría haber hecho perfectamente un niño de cuatro años.

–Lo siento, no soy muy buena dibujando –dijo ella riendo mientras sacaba la lengua–. Aun me queda mucho por mejorar.

–¡Si admites no dibujas bien entonces no me pidas una crítica! –exclamó Fuutaro–. Al menos dibujas bien el pelo, eh…

Se fijó en el dibujo. Había una firma en él, consistente en una flor de seis pétalos junto con un nombre, "Mutsuri".

–...Mutsuri –terminó mientras le entregaba el cuaderno.

–¡Gracias! –exclamó ella alegremente mientras lo tomaba–. Te aseguro que mi próximo retrato será más parecido. Me esforzaré para que así sea.

Y se largó alegremente, ante su perplejidad. Primero una cotilla y ahora una pesada. ¿Tanto había cambiado el instituto? Pero lo más desconcertante era cómo sabía su nombre. Tal vez fuese Itsuki quien se lo dijera.

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Fuutaro se hallaba sentado en su mesa de siempre. Pero no tenía ánimos para probar bocado. Se hallaba cabizbajo con los ojos cerrados, perdido en sus pensamientos.

No sabía qué hacer. Hoy debía empezar a trabajar como tutor de Itsuki, después de las clases, pero ella no sabía que iba a ser él.

U-e-su-gi-saaaan

No había forma de encontrarse a solas con aquella chica. Siempre estaba o rodeada de sus amigas o fuera de su vista. Y él no soportaba tener que dirigirse a más de una persona a la vez.

Uesugi-san

Pero no le quedaban más opciones. Tenía que ser lo bastante rápido para pillarla a solas después de clases.

¡Uesugi-san!

Alertado por el grito, Fuutaro levantó la vista y abrió los ojos. Una chica estaba inclinada hacia él con los codos apoyados en la mesa. La cara de ella estaba a escasos centímetros de la suya.

–Por fin me miras –dijo ella sonriendo con las mejillas ligeramente enrojecidas.

Fuutaro gritó mientras se echaba hacia atrás, asustado.

–¿¡Q-Quién eres tú!? –exclamó.

Entonces la observó con detalle. Tenía el pelo naranja pálido, un poco más largo que el de Ichika, y los mismos ojos azules. Llevaba una camisa blanca sobre la que tenía un chaleco amarillo, con un lazo verde a la altura del cuello, así como una falda también verde.

Fuutaro se fijó en el característico lazo verde que estaba anudado sobre su cabeza, y que parecía moverse como si tuviese vida propia. Entonces recordó a la chica que se había metido con la lentitud de Itsuki. Era ella, sin lugar a dudas. Pero, ¿qué estaba haciendo aquí? Aunque había otra cuestión que le tenía más intrigado.

–¿Cómo sabes mi nombre? –preguntó.

–Buena pregunta –respondió la chica mientras se incorporaba–. Vengo a traerte algo.

Ella procedió a sacar dos hojas de papel, que sostuvo a ambos lados de su cabeza.

–¿Se te cayó este examen de cien puntos? ¿O este otro de cero? –preguntó alegremente.

Fuutaro se sintió desconcertado. No sabía cuando se le había caído el examen, tal vez cuando pasó delante de la mesa donde se sentó Itsuki. Tampoco tenía claro qué era lo que pretendía aquella chica. Parecía que estaba intentando de todo para llamar su atención. Seguro que habría sido capaz hasta de levantarse la falda para que mirara, lo que hizo que Fuutaro volviera a sentirse incómodo. Pensó que lo mejor sería seguirle la corriente, a ver si le dejaba tranquilo cuanto antes.

–El de la derecha –dijo señalando el examen de 100 puntos.

–Eres honesto –dijo ella sonriente mientras le entregaba el examen–. Ten, te regalo el otro también.

–No lo quiero –le espetó Fuutaro–. Además, ¿de quién es este examen con un cero?

Él miró el examen. Había un nombre escrito, "Yotsuba".

–Es mío –admitió ella con una sonrisa incómoda.

–¡Entonces no me lo regales! –protestó Fuutaro.

–Esta es la primera vez que veo un examen con 100 puntos –le dijo ella acercándose a su oído–. Eres tan bueno que me asustas.

Nuevamente invadiendo su espacio personal. Pero tenía que mostrarse frío.

–También me asusta ver una persona que ha sacado cero puntos en un examen –le espetó.

Fuutaro terminó de comer y se levantó dispuesto a dejar la bandeja en su sitio. La chica le siguió.

–Mi primera impresión nada más verte era la de un chico sombrío e insociable –dijo con una sonrisa–, pero voy a añadir genio a esa lista de adjetivos.

–¿Debería alegrarme? –preguntó Fuutaro inexpresivo.

Durante el resto del descanso, Fuutaro recorrió el instituto, con aquella chica siguiéndole a todas partes, intentando hablar con él, cosa que le molestó más. Por suerte, no entró con él a los servicios, pero se quedó esperándole en la puerta. Aunque la peor parte fue cuando se dispuso a entrar en el vestuario de chicos para cambiarse. La chica tampoco entró, pero se quedó observándole desde la puerta con una mirada sombría, provocando incomodidad en los otros chicos que estaban allí.

–¿¡Hasta cuando piensas seguirme!? –protestó Fuutaro.

–Todavía no me has dado las gracias –dijo Yotsuba, haciendo un puchero.

Fuutaro la miró sin entender.

–Cuando alguien recoge algo que se te había caído y te lo entrega, tienes que decir "gracias" –explicó Yotsuba–. ¿Eres un genio y no sabes eso?

Por toda respuesta, Fuutaro le tendió la hoja de un examen.

–¿Eh? –dijo Yotsuba mientras lo examinaba–. Pero si esto es mi…

–Se te había caído –dijo Fuutaro dándole la espalda–. Ahora estamos en paz.

La chica se quedó en blanco por unos segundos, como si no tuviera respuesta contra eso. Al final volvió a adoptar su expresión alegre.

–Ya veo. ¡Muchas gracias! –le dijo con un ligero rubor en sus mejillas.

Al final era ella quien daba las gracias. Fuutaro suspiró. Tampoco recordaba de antes a esta chica, pero definitivamente era un caso perdido. De pronto, una idea cruzó su mente.

–Oye, te llevas bien con Itsuki, ¿verdad? ¿Crees que podrías decirle que necesito hablar con ella?

Ella le miró con extrañeza.

–No sé que hay entre vosotros, pero no está bien que se lo pidas a otra persona –le dijo seriamente–. Si quieres hablar con ella, deberías ir tú mismo.

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Más tarde, tras la salida del instituto, Fuutaro se encontraba tras una figura de un buda con agujeros para poner la cara y hacerse una foto. Se encontraba observando a Itsuki, que en ese momentoestaba comiendo un nikuman, y se hallaba en compañía de dos de las chicas con las que antes había estado comiendo.

Una de ellas tenía los ojos azules y una larga melena de pelo rosa salmón que le llegaba hasta la cintura. A ambos lados de la cabeza tenía unos lazos que se asemejaban a mariposas. Iba vestida con una camisa blanca sobre la que llevaba una rebeca azul marino abierta y una falda de pliegues verde, así como unas largas medias blancas que le llegaban más arriba de las rodillas. En ese momento se encontraba de pie hablando con Itsuki con una expresión alegre.

La otra chica tenía también los ojos azules, y su pelo era marrón, aunque era más corto, pues apenas le pasaba el cuello, y un mechón lo llevaba dispuesto por debajo de la altura de su ojo. Llevaba unos auriculares azules en el cuello, y llevaba una camisa blanca sobre la que tenía una rebeca azul celeste, una falda de pliegues verde y unas medias negras que le cubrían por completo las piernas. Esta se encontraba sentada sobre una barrera, con una expresión indiferente.

Fuutaro se sintió desconcertado. Esperaba que Itsuki estuviese volviendo sola a su casa. Nuevamente estaba acompañada de sus amigas, y aunque ahora fuesen menos, seguía sintiéndose incapaz de abordarla delante de ellas. Seguía suponiendo una gran dificultad. Decidió vigilar a la espera de que Itsuki se separara de las otras dos.

–Comes demasiado, Itsuki –escuchó que dijo la chica con los lazos en forma de mariposa.

–¿Tú crees? –preguntó ella–. Solo es el segundo que me como.

Comió despreocupadamente dándole la espalda a la otra. Pero esta, con una sonrisa maliciosa, la agarró por la barriga.

–¡Eres el monstruo de los nikuman! –exclamó riendo mientras le pellizcaba– ¡Así no les gustarás a los chicos!

–¡Para! –exclamó ella avergonzada, con la cara toda roja.

La otra la soltó, sin parar de reír.

–Para que te enteres, ayer estuve comiendo con un chico –se defendió Itsuki.

–¿En serio? – exclamó la otra, interesada– ¿Quién es el afortunado, quién? ¿A qué curso va? ¡Venga, dime al menos la inicial de su nombre!

Itsuki solo sonrió con incomodidad. Fuutaro sabía que con aquellas amigas cerca, era imposible abordarla. Sin embargo, hubo algo que llamó la atención. Solo veía a dos personas. ¿Dónde se habría metido la tercera?

–¿Te diviertes?

Fuutaro miró, y se sintió aterrado. La chica de los auriculares había notado su presencia, y se había colocado ante él. Tenía que inventar algo, y rápido.

–Estoooooo… dijo apartando la mirada mientras sudaba nerviosamente–. Solo es un pasatiempo que tengo.

–¿Tu pasatiempo es espiar a chicas de instituto? –preguntó ella con un tono indiferente mientras sacaba el teléfono–. Llamaré a la policía.

La situación se complicaba. Si la policía le interrogaba, no tendría forma convincente de explicar por qué estaba observando a aquellas chicas. Tenía que hacer algo.

–¡Espera, no llames a la policía! –suplicó mirándola– ¡No es lo que imaginas! Y por favor, no le cuentes nada a tu amiga Itsuki-chan.

Ella le miró a los ojos, como si estuviese evaluando su petición.

–De acuerdo –dijo guardando el teléfono–. Pero no es mi amiga.

–¡Miku! –se escuchó la voz de Itsuki–. ¿Qué haces? ¡Vámonos!

Ella se dio la vuelta, uniéndose a las otras dos y prosiguiendo su camino. Fuutaro suspiró de alivio. Acababa de ser descubierto, y por una chica muy observadora. Por suerte aquella amiga de Itsuki le prometió que no le contaría nada. Pero tenía que tener cuidad a partir de este momento. Lo mejor sería seguirlas desde una distancia prudencial, esperando su oportunidad.

Mientras abandonaba su escondite, pensó en lo que le había dicho aquella chica llamada Miku. ¿No era amiga de Itsuki? Le resultaba extraño, dado que las había visto juntas buena parte del día. Definitivamente las relaciones humanas eran complicadas.

Prosiguió su camino, conducente a un lujoso bloque de pisos de gran altura. Así que Itsuki vivía allí. Su familia debía ser millonaria. Por si acaso, revisó la dirección que le había enviado Raiha en un mensaje de texto. Era en ese edificio.

Ahora solo tenía que llamar a la puerta. Pero antes de llegar, alguien le flanqueó el paso.

–¿Y tú quién eres? –preguntó la chica de lazos en forma de mariposa con una cara de pocos amigos– ¿Un acosador que se dedica a espiar chicas?

Fuutaro se quedó paralizado. Esta chica tenía un pie sobre uno de los carteles que había en el suelo del edificio, y estaba acompañada de Miku. Fuutaro la miró, con expresión de pedir explicaciones.

–No se lo conté a Itsuki, como te prometí –le dijo sin mudar su expresión seria.

–Ya se ha ido –le dijo la otra–. Y si tienes algo que decirle, cuéntanoslo a nosotras.

Esto estaba cada vez peor. No le apetecía para nada que todas las amigas de Itsuki se enterasen de que iba a darle clases. Tenía que hacerse valer.

–No tengo nada que hablar con vosotras –dijo mientras avanzaba–. Dejadme pasar.

Pero la chica de lazos en forma de mariposa tampoco iba a ceder. Se plantó ante él.

–Eres muy insistente. De nada te servirá hacerte el duro –le dijo con una expresión intimidante–. Seguro que no le agradas a ninguna chica. Vete a casa.

Definitivamente aquella chica le estaba echando un pulso. Tenía que encontrar la forma de que le permitieran pasar.

–En realidad yo vivo aquí –dijo con un tono calmado mientras le daba la espalda a aquella chica.

–¿¡Eh!? ¿En serio? –exclamó ella avergonzada–. Lo siento muchísimo.

–Qué maleducadas sois –espetó Fuutaro.

Bien. Había conseguido burlar a aquella chica. Ya tenía vía libre.

Pero Miku, gran observadora, no se dejó engañar con aquella mentira.

–En el comedor has pedido menú de yakiniku sin el yakiniku –dijo mientras observaba a Fuutaro con aquellos ojos–. ¿Estás a régimen?

Le habían descubierto. Ahora sí que no tenía justificación alguna. Optó por la salida más rápida. Echó a correr en dirección a la puerta de aquel edificio.

–¡Lo sabía! –exclamó la otra chica–¡No vives aquí, mentiroso! ¡Voy a avisar a seguridad!

No tenía tiempo que perder. Unos niños salieron del edificio en ese momento, oportunidad que aprovechó Fuutaro para entrar. De lejos vio a Itsuki, entrando en un ascensor junto a otros vecinos. Esta era su última oportunidad para hablar con ella.

Corrió todo lo que pudo, pero fue incapaz de llegar antes que el ascensor cerrara sus puertas. Solo consiguió observar el dedo de Itsuki apretando el botón del piso 30.

No tenía tiempo de esperar a que bajara el otro ascensor. Tomó las escaleras y subió corriendo. No estaba acostumbrado a hacer ejercicio, así que aquello le estaba suponiendo un esfuerzo considerable. Mientras subía los pisos, enrabietado, se maldijo a sí mismo por haberse metido en aquella situación.

Por culpa de todo aquello, había tenido que hablar con gente que no pintaba nada en su vida, y se había sentido incómodo. ¿Por qué tenía que estar subiendo escaleras en lugar de haberse vuelto a casa?

Piso 25. Primero se había encontrado con una chica cotilla que le miraba como si le estuviera leyendo el pensamiento. Piso 26. Después con una pésima dibujante que solo quería hacerle perder el tiempo. Piso 27. A continuación una pesada simplona que no hacía más que perseguirle. Piso 28. También otra, que a saber en qué estaba pensando, que le tomó por un peligro público. Piso 29. Y para terminar, una justiciera que le había tomado por lo que no era. Piso 30. Abrió la puerta que comunicaba con el rellano.

–¡Espera! –gritó al fin con las pocas fuerzas que le quedaban.

Lo había logrado. Itsuki se encontraba a medio camino entre el ascensor y la puerta. Se volvió al haber escuchado a Fuutaro.

–¿Qué haces aquí? –le preguntó sorprendida.

–A… Ayer… –dijo Fuutaro, tratando de recuperar el aliento.

–¿Qué quieres? –le preguntó seria.

–Ayer… –repitió Fuutaro, incapaz de articular más palabras debido al cansancio.

–Si no tienes nada más que decir, me marcho –dijo volviéndose.

–¡Espera un momento! –gritó Fuutaro, un poco más recuperado.

–Mira, me encantaría haber hablado contigo para que me ayudaras a estudiar como dijimos ayer, pero no puedo –le dijo un poco más calmada–. Un tutor va a venir a enseñarme, y está a punto de llegar, lo siento.

–Soy yo –dijo Fuutaro.

Itsuki abrió la boca sorprendida. Fuutaro no paraba de resoplar.

–El tutor que esperas… soy yo –dijo al fin.

Ella adoptó una expresión neutra.

–No es una idea que me guste, socializar con otros –dijo Fuutaro, capaz de nuevo de hablar con normalidad–, pero no puedo decir que no. Siento mucho si me he portado como un cobarde y no he ido a hablar contigo antes. Pero a partir de hoy, estamos juntos en esto.

Entonces, sorpresivamente, Itsuki sonrió.

–¿¡De verdad!? –exclamó juntando sus manos– ¿Tú vas a ser nuestro tutor?

–Sí, eh… espera, ¿has dicho "nuestro"? –preguntó extrañado Fuutaro.

Sonó un timbre. La puerta del otro ascensor se abrió. Cinco personas pasaron ante Fuutaro. Eran las chicas que habían estado comiendo con Itsuki. Estas se volvieron nada más verle, y le miraron con diversas expresiones. Curiosidad. Alegría. Desprecio. Sorpresa. Indiferencia.

–Vaya, vaya, pero si es el estudiante varonil –dijo Ichika con una sonrisa traviesa–. ¿Qué estabais haciendo Itsuki y tú a solas?

–Si es mi inspiración. ¿Estás aquí para ser mi modelo de dibujo? –preguntó Mutsuri con una sonrisa.

–¡Cuidado! ¡Este tipo es un acosador! –advirtió la chica de lazos con forma de mariposa en el pelo mientras le señalaba.

–¿Uh? ¿Uesugi-san es un acosador? –preguntó Yotsuba extrañada.

–Nino, no saques conclusiones tan precipitadamente –reprochó Miku.

Fuutaro se sintió abrumado. No comprendía lo que estaba pasando.

–¿Eh? ¿Qué hacen todas aquí? –preguntó.

–¿Tú qué crees? –preguntó Itsuki, señalando con la cabeza el cartel que había en la puerta.

Fuutaro miró. El cartel solo decía "Nakano".

–Vivimos aquí –aclaró Itsuki.

Fuutaro no dijo nada por unos segundos. Solo observó el cartel.

–Seis compañeras de instituto compartiendo piso. Debéis llevaros bien –dijo.

Pero ellas tenían expresiones que iban desde el enfado hasta la extrañeza. El cerebro de Fuutaro estaba tan bloqueado en ese momento que era incapaz de asimilar lo que estaba ocurriendo. Estaba al límite. Solo pudo llegar a una conclusión. Un sueño. Tenía que estar soñando.

–No –dijo Itsuki–. Nosotras… somos sextillizas.

Un gran vacío se extendió ante Fuutaro. Ahora comprendía por qué el precio por ser tutor era seis veces superior a lo normal. Iba a tener que dar clase a todas aquellas chicas. Ya no podía renunciar, y pasara lo que pasase a partir de ahora, estaba seguro que su vida no volvería a ser la misma.

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Y hasta aquí este primer (o puede que único) episodio. Ha llegado el momento de las aclaraciones.

En primer lugar, este oneshot sería lo que ocurre en el primer número del manga. Para las acciones y diálogos de los personajes, he hecho una mezcla de las publicaciones oficiales, las traducciones hechas por fans y los fansub del anime. Digamos que ninguna me pareció completamente satisfactoria y por eso he escrito una propia tomando elementos de unas y otras, así como un poco de licencia creativa en algunos diálogos.

Y sí, os habrá llamado la atención que haya puesto a seis hermanas en vez de cinco. Me apetecía añadir algo nuevo a la historia, y pensé que una sexta hermana podría dar más juego a la historia. Para su aspecto he tomado el peinado con el que Miku aparece en el oneshot del manga, al que le he añadido unas gafas. Y en cuanto a su color de pelo, si conocéis la historia, sabréis que es el mismo que tenían las hermanas cuando eran pequeñas. Aquí sería la única cuyo tono de cabello no cambió al crecer.

Fuutaro no tiene seis dedos ni en el manga ni en el anime, pero me he tomado esta licencia por los propósitos de la historia.

Para los platos japoneses que salen en este capítulo (yakiniku y nikuman), pese a que las traducciones los ponen con otros nombres, yo he preferido conservar el nombre original, ya que se trata de gastronomía japonesa. Para quien no los conozca, el yakiniku es un plato de carne a la parrilla, normalmente de ternera, y el nikuman es una masa de harina rellena de carne de cerdo picada.

Fuutaro habla sobre Kinjiro Ninomiya (1787-1856), un filósofo, moralista y economista japonés del que se dice que aprovechaba cualquier momento para estudiar y aprender, por lo que es habitual encontrar estatuas suyas en japón.

De la misma manera, tampoco he traducido el nombre del instituto del que procedían Itsuki y compañía, ya que pensé que estéticamente quedaba mejor el nombre Kurobara.

Para ese momento en que Fuutaro decide escuchar a Itsuki en vez de despreciar su propuesta, me he inspirado en un capítulo del cómic hecho por fans Dragon Ball Multiverse. Si hay aficionados de Dragon Ball entre los lectores, les recomiendo echarle un vistazo.

También os estaréis preguntando por qué no he incluido ninguna escena de lo que ocurre cinco años en el futuro, como pasa en el anime y el manga. En este caso es porque si continuo la historia, pondría un final diferente a ese. Y no, todavía no he llegado al final de la historia ni en anime ni en manga, así que agradecería que nadie me ponga spoilers en los comentarios.

Esto es todo por ahora. Si este oneshot tiene suficiente aceptación, consideraré continuar la historia. Asimismo, si tenéis alguna sugerencia, estaré encantado de escucharla, siempre que no sean spoilers ni críticas negativas. Eso sí, si decido continuar la historia, os pido paciencia, ya que adaptar todo lo que pasa en un número de manga a la escritura lleva bastante tiempo.