Déjate llevar
Nanatsu no Taizai © Nakaba Suzuki
Sinopsis: Meliodas tenía una vida estructurada, buscando que siempre fuera así. Pero, una crisis en su trabajo lo dejó sin dirección y lo llevó a conocer a una joven soñadora, a una panadera ambiciosa, a su hermano luchando contra sus sentimientos por la panadera y a un mejor amigo.
Prólogo
—Gloxinia, no puedo creer que estés hablando en serio —exclamó Meliodas con incredulidad.
—Lamento decirte que sí, Meliodas. Mael lo pidió —respondió Gloxinia con solemnidad.
—¿Qué se supone que debo hacer entonces? —preguntó el joven, confundido por completo—. Soy redactor publicitario, no estoy dispuesto a escribir sobre temas fiscales con mi salario.
Meliodas dejó escapar un suspiro frustrado y cambió de posición, cruzando una pierna sobre la otra. La oficina en la que había estado atrapado durante veinte largos minutos se había convertido en un auténtico campo de batalla a causa de esta conversación.
Los ojos de Meliodas se desviaron hacia un póster que colgaba en la pared detrás del escritorio de su jefe.
—"Revista Stigma. Este año, con una nueva perspectiva" —leyó en voz alta, sin ningún rastro de entusiasmo—. Esa frase hizo que alguien se derrumbara.
—Meliodas, este no es el momento para tus bromas —reiteró Gloxinia Fatum, su jefe, con un tono lento. Le entregó a su empleado una carpeta con un gesto de desdén—. Sé que la tirarás a la basura como hiciste con las otras, pero Mael insiste en que revises la documentación con los nuevos lineamientos.
—¿Qué tiene que ver todo esto con un proyecto autobiográfico? —inquirió Meliodas, intrigado por la extraña tarea que le habían encomendado.
Gloxinia clavó en él una mirada severa.
—No me estás tomando en serio, ¿verdad? —susurró, casi como una acusación.
—Hay cuestiones más importantes en juego, y lidiar con el nuevo propietario es una de ellas —argumentó Meliodas, sus ojos reflejando su exasperación—. ¿No lo oíste? Ahora entiendo por qué sigue soltero.
—Escuché su canto, Meliodas, pero no tengo el poder de cambiar las reglas —se defendió Gloxinia—. Son las directrices de la nueva dirección de Mael. Como parte de la visión renovada de la revista, cada empleado debe presentar un proyecto autobiográfico para conmemorar el décimo aniversario —agregó. Meliodas se dejó caer en su silla con un suspiro—. Supongo que alguien con tu experiencia no tendrá problemas con un proyecto como este.
El joven pasó una mano por sus cabellos rubios, soltó otro quejido y parpadeó, como si intentara despejar su mente. Sus ojos se nublaron por el aburrimiento. Su jefe parecía incapaz de comprender que no tenía intención de escribir.
—¿Y para qué tendría que escribir algo personal? Seamos sinceros, mi especialidad es proporcionar información actualizada sobre diversos temas.
Gloxinia alzó la vista de lo que estaba revisando en su cuaderno y se encontró con la mirada aburrida de su empleado.
—Y estar bien en algo te ha mantenido en un estado de estancamiento durante los últimos cinco años —comentó Gloxinia mientras veía a Meliodas tensarse—. ¿En verdad planeas seguir atrapado en esta rutina? Es cierto que venimos al mundo a cumplir nuestro destino, pero si solo lo cumples, ¿puedes realmente llamarlo vivir?
Meliodas no respondió.
El teléfono de Gloxinia sonó de repente, y el rubio se dio cuenta de que deseaba responder a quien estaba al otro lado de la línea. No lo podía culpar; la situación era absurda. Se levantó de su silla y saludó a medias antes de salir.
Una vez en el pasillo, Meliodas pudo escuchar los murmullos del resto de los trabajadores mientras regresaba a su oficina. Sus ojos recorrieron la habitación donde se encontró con el nuevo dueño y enemigo jurado, Mael Sunshine, quien lo observaba con seriedad.
—Supongo que no encontraré nada hecho un desastre en mi maletín —dijo Mael con una sonrisa burlona.
Meliodas pudo escuchar a alguien murmurar la palabra "perdedor" y unas cuantas risitas. Mael estaba aprovechando la situación para mostrar su autoridad.
—La tercera vez es la vencida —respondió Meliodas con sencillez.
—Eso espero —contestó Mael con arrogancia antes de girarse—. Regresa a tu trabajo y espero un borrador del proyecto pronto.
El resto de la habitación estalló en risas un segundo después, y Meliodas rodó los ojos antes de volver a su oficina. Una vez allí, dio un respingo y se centró en los papeles que tenía entre manos. Miró a su alrededor, buscando una manera de deshacerse de ellos y fastidiar a Mael.
—No parece que vayamos a ser amigos del nuevo jefe.
—Es una lástima, Elaine —manifestó Meliodas con falso dolor mientras tomaba asiento en el escritorio contiguo. Arrojó los papeles sobre la superficie—. Me dejó en ridículo allí afuera.
—¿Frente a los novatos que te piden consejos? Espero que él responda a sus preguntas.
Meliodas soltó una carcajada y volvió su atención al trabajo. Con veintisiete años, se había convertido en un destacado redactor publicitario en la revista digital Stigma. Desde que se unió, había sido la mano derecha de Gloxinia Fatum, encargándose de explorar tendencias específicas y darles vida en las ediciones mensuales durante los últimos años.
Gracias a su excepcional habilidad en redacción y composición, había alcanzado el reconocimiento. Sin embargo, su vida personal era totalmente opuesta a lo que escribía.
—Necesito programar una reunión con el viejo Gowther —comentó Meliodas asintiendo con la cabeza hacia Elaine, su asistente personal.
Elaine era una rubia menuda y de carácter peculiar, una de las pocas personas que Meliodas consideraba amigos junto con Gloxinia.
—La última vez que mi hermano vio a Gowther, dijo que estaba bien.
—¿Estará ocupado? Ni siquiera respondió a mi correo electrónico —preguntó Meliodas mirando a Elaine. La joven se encogió de hombros mientras daba un sorbo a su café—.¿Entonces por qué no me responde? —se quejó, lanzando una mirada suplicante a su asistente.
—Él sabe lo que quieres de él —subrayó Elaine.
Meliodas hizo todo lo posible por ignorar que Elaine tenía razón y se inclinó sobre su computadora para trabajar. Le dio un gesto de agradecimiento cuando ella le entregó una taza de café.
—Lo necesitaba —dijo mientras observaba que era su café favorito, bien negro—. Muchas gracias.
—De nada —respondió Elaine. Se acomodó en su asiento y lo miró con curiosidad—. ¿Qué es lo que te molesta tanto del proyecto autobiográfico?
—No quiero arriesgarme a que salga mal y Mael me despida. Por eso siempre me he mantenido en este puesto —explicó Meliodas—. De esta manera, no corro ningún riesgo y evito terminar odiándome a mí mismo.
Elaine parpadeó sorprendida. Se sintió aliviada al ver que no se sentía mal por trabajar en ese proyecto. Sin embargo, encontró exagerada su explicación. Sabía que él era estructurado, pero aquello rozaba lo obsesivo.
—No veo que sea algo malo. Incluso yo tendré que hacerlo, y soy solo una asistente.
—¿Una simple asistente? Eres una excelente correctora —enfatizó el joven. Los ojos de Elaine se llenaron de asombro—. Mis trabajos serían un desastre si no fuera por ti.
—Aprecio tus palabras —dijo Elaine. Se ajustó las gafas en la nariz y le lanzó una mirada algo triste—. Aunque confieso que me gustaría hacer algo diferente a lo que soy buena en algún momento.
Sin darle tiempo a Meliodas para responder, Elaine se colocó los auriculares y respondió una llamada. La observó, sintiendo la urgencia de soltar un suspiro agotado, pero por razones distintas. Estaba seguro de que su asistente era una de esas personas que creían que los sueños podían hacerse realidad con esfuerzo y trabajo duro. Pero, la realidad era diferente.
«Hasta este momento, he vivido pensando que, si evito experimentar cosas nuevas, no tendré motivos para lamentarme. Mantenerme en mi zona de confort para evitar cualquier riesgo parece una elección segura».
Su infancia y gran parte de su adolescencia habían sido un auténtico caos. La tristeza lo abrumó cuando su madre falleció a sus diez años, dejándolo a merced de su padre, quien se volvió controlador y violento desde entonces. Además, no podía olvidar a su hermano menor, Zeldris.
Sin embargo, todos esos factores se detuvieron cuando su padre tomó la irresponsable decisión de conducir bajo los efectos del alcohol, lo que lo llevó a un accidente que le costó la vida cuando Meliodas tenía apenas dieciséis años. A partir de ese suceso, tanto la vida de su hermano como la suya quedó bajo la tutela de Gowther, al que todos llamaban cariñosamente "el viejo Gowther".
El hombre con barba de chivo y mirada cansada supo aprovechar al máximo las habilidades de ambos hermanos. Zeldris encontró su vocación en el ámbito creativo y se convirtió en profesor de arte en una escuela primaria. Por su parte, Meliodas eligió el camino editorial, enfocándose en la redacción publicitaria. Puso todo su empeño en obtener un sobresaliente promedio en la preparatoria y asegurarse un lugar en la prestigiosa universidad. Una vez allí, su dedicación fue la clave para que su mentor reconociera su potencial y le ofreciera un empleo en su revista.
Todo había funcionado a la perfección hasta ese momento. Era un equilibrio perfecto. ¿Por qué tenía que llegar alguien como Mael y cambiarlo todo?
—Nada debe salir de su sitio. Debe mantenerse así —murmuró Meliodas, terminando de redactar. Justo cuando estaba a punto de agregar su nombre, el teléfono sonó—. ¿Zeldris?
—¿Meliodas? —dijo Zeldris con un tono que desconcertó al rubio—. ¿Estás ocupado?
—Estoy en el trabajo, Zel —respondió él—. Es extraño que me llames.
Hubo un suspiro del otro lado de la línea antes de que Zeldris continuará.
—Es Melascula. Me engañó —expresó Zeldris con rabia, haciendo que su hermano soltara un quejido audible. Incluso Elaine detuvo lo que estaba haciendo al escuchar la noticia—. Es con nuestro vecino, Galand. Ella decía que solo eran amigos.
Un nudo se formó en el estómago de Meliodas.
—Espera y no te muevas. Iré por ti —ordenó Meliodas con voz decidida. Su hermano murmuró un agradecimiento y cortó la llamada—. Tengo que irme, Elaine —añadió mientras miraba a su asistente.
—¿Qué? —preguntó Elaine, desorientada.
—Zeldris está en una situación complicada —le dijo el joven, en tanto reunía sus cosas en su bolso—. No pienso volver.
Elaine le pidió más detalles, y Meliodas se los proporcionó de inmediato.
—Sí, asegúrate de que alguien reciba una buena paliza, y no olvides invitarme —bromeó ella.
Meliodas agradeció el comentario y abandonó su oficina con prisa. Incluso si Mael lo miró de reojo mientras bajaba por el ascensor, no le importó. Zeldris era su prioridad en ese momento.
Sin embargo, no tenía ni idea de que, a partir de ese momento, todo cambiaría.
Nota de la autora: Momento de relanzar una de mis historias de Nanatsu no Taizai que en su momento fue bastante bien recibida. Hoy en día, de los veinte capítulos planteados, solo hay once que debo reeditar y corregir.
Lo haré, pero llevará su tiempo más considerando que deje este fandom hace un rato.
Ciao.
