Una noche de enero, cabía un sobrenatural silencio a las afueras de una estructura de magníficas extensiones y alrededores. La luz albina se reflejaba frente a los cristales azulejos de las ventanas, como los paredones blancos de la desarrollada estructura de concreto.

Los únicos que tenían el privilegio de causar ruido salvados de ser reprimidos eran los pequeños insectos llamados saltamontes, desencadenando una melodía que realzaba la misteriosa noche de primavera.

Un cambio en las rutas de las nubes las movió vigorosamente. Ellas, que una vez le dieron espacio al astro blanco, se arremolinaron y taparon su luz, hundiendo el suelo terrestre de oscuridad.

Las sombras se arrastraron silenciosamente por la grama húmeda, posicionándose a pocos metros de la magnífica mansión. Sus cuerpos iban escondidos detrás de viejas capuchas color café, y sus identidades eran igual de reservadas.

— Es más grande de lo que pensé. Pensé que sería algo más pequeño – Dijo el de la derecha, ladeando su cuello con fastidio. El que estaba a su lado se tomó su tiempo en responder, diciendo:

— Es propiedad de los elfos, al fin y al cabo. Son amantes de los detalles.

Cobró sentido la magnificencia de la fortificación que parecía más una fortaleza, pero que al mismo tiempo conservaba un tinte de divinidad. Incluso en lo más oscuro de la noche, podía verse claramente a distancia.

Cada centímetro, desde los paredones, hasta las puertas, ventanas y más ínfimos detalles, estaba hecho con suma perfección, exenta de colores oscuros, considerados de mala suerte por la superstición innecesaria de los elfos.

— Tanto blanco no es nada colorido para la vista… – Escupió. – ¿Algo de rojo no le vendría bien?

—Link. – Acertó los pensamientos oscuros de su compañero en aquel instante con su voz fría.

– Nuestro objetivo es la Gema Familiar que tienen en alguna parte del lugar. ¿Acaso lo olvidaste? No vinimos a jugar.

— Uh, lo sé, lo sé… Lo siento…

El chico se rascó la cabeza avergonzado. Se tomó un momento para decir:

— ¿Pero de verdad no puedo matar a nadie?

— Eso traería muchos problemas extras. Concéntrate en buscar la gema.

— Muh… Ok.

—Pero… — El verde encendido de sus pupilas fijaron la maravillosa y molesta estructura. – Admito que este lugar es demasiado grande para poder revisarlo en una noche.

—… Hubiera sido bueno descubrir dónde tenían guardada la gema, pero…

— Sí. No es algo que anden diciendo por ahí casualmente.

Por lo tanto, tendrían que buscar manualmente su escondite.

— Yo iré por este lado, tú ve por el otro. Nada de actos innecesarios, ¿ok?

— ¡Ok~!

Al menos lo intentaría.

(…)

Cuidadosamente metió el ramo de flores color blanco dentro del jarrón considerado en 100 monedas de oro blanco. Exprimió cada músculo de su cuerpo para obtener el máximo cuidado.

Incluso un rasguño podría hacer que la despidieran. Respiró nuevamente cuando todo estuvo listo sin mayores contratiempos.

Yuria, a sus 22 años, seguía poniéndose nerviosa a la hora de cambiar las flores de los jarrones una vez se secaban. Le era inevitable. Seguía sin comprender por qué los nobles ponían esos jarrones carísimos en lugares en los que se podían romper. ¡Los que más sufrían eran ellos, los sirvientes!

Tiró un suspiro, echándole un rápido vistazo al reloj de la pared. La manija marcaba cerca de la media noche. Hora de dormir.

—Uh, me sigue pareciendo sorprendente como la ciencia de los Nippon ha creado algo para medir el tiempo. A duras penas puedo ser creativa, pero ellos sobrepasan hasta los más eruditos…

Diciendo eso, se encaminó al pasillo de los dormitorios de los sirvientes. Pronto debería encontrar su habitación.

¡CRAW!

— ¡IAHHH! – Escapó de sus labios un grito fuerte, pero no tanto como el sonido de algo rompiéndose en pedazos.

Su corazón latió fuerte, trayendo a su memoria el carísimo jarrón color crema que acababa de ver hace unos segundos.

— ¡Oh, no, no, no, no, no, no! ¡Todo menos eso!

Intrépida, corrió olvidándose del tema de la elegancia, y entró en el corredor nuevamente.

Viendo borroso se acercó sudorosa a la mesa que debería tener el jarrón.

Lo que más la dejó pasmada, era que por el suelo no había pedacitos de mármol regados ni trozos fragmentados. Dirigiendo otra mirada a la mesa, el jarrón, que creía difunto, se posaba en perfecta condición, sin alteraciones.

— ¿Q-Qué? P-Pero estoy segura de que oí algo… — Murmuró, tocando el dicho jarrón.

Comprobó para alivio de su alma que no era un holograma o una ilusión hecha por magia.

Lo que dejaba la siguiente cuestión. ¿Qué fue ese sonido de antes? ¿Tanto trabajo finalmente colapsó su cerebro?

No, espera. Piensa Yuria.

TOK, TOK.

—¡Ah!

Tirando un jadeo de sorpresa, la mujer de orejas alargadas enderezó su columna, mirando tras su espalda, más no vio el objeto que causó su nerviosismo. En vez de aliviarse, esto la agitó más.

Tragó saliva, metiendo la mano dentro de sus ropas y extrayendo una pequeña daga de hoja negra.

Su mente, cargando el análisis a toda máquina, encendió los avisos de alerta de su cuerpo. La posibilidad de un intruso se asió dentro de su cabeza, proyectando un futuro enfrentamiento con tal criminal. La timidez que tenía hace poco se esfumó como niebla, y su determinación de hielo se endureció.

Ajustó su mano sobre la daga, tomándola y apuntando el filo hacia abajo.

Como doncella, esto sería visto insólito, pero poseía los conocimientos para enfrentarse a un intruso indeseable en la mansión.

No sé quién sea, pero no debe ser alguien con buenas intenciones…

Su mayor prioridad era acabar con el intruso, o capturarlo. En cualquier caso, tenia, que por lo menos, interceptarlo.

Aguzando su mirada por el corredor casi negro, caminó ligera. Crear ruido no era un problema.

Su talento para no hacerse notar era impresionante, y sería digno de alabanza si lo usara todo el tiempo.

Silenciosa, y pacíficamente llegó al cruce de caminos con los otros pasillos. Su instinto palpitaba dentro de ella, preparando sus músculos para lo que venía.

¡ZING!

El desplazamiento creó un singular hilo blanco que atravesó el aire. Una silueta totalmente negra se avecinó y arremetió con un golpe de algo metálico pero pequeño.

— ¡Uhh!

El golpe la hizo retroceder, pero se mantuvo en su lugar cuando plantó los pies. El intruso era hombre. Podía deducirlo por su peso y forma, y sin embargo, su arma era más pequeña que la suya. Con solo el hecho de ser hombre, dominaba en cuestión de fuerza.

— ¿¡Quién eres!? ¿¡A qué viniste aquí!?

—…

La figura hostil no contestó. No… tal vez lo hizo, pero no lo comprendió. Sintió dentro de ella como si él abriera sus labios, pero el sonido que produjo no pudo oírlo.

— ¿Qué?

La figura arreció en la lucha de fuerza, tirándola hacia atrás. De la boca de ella escapó un jadeo, más parecido a una queja, y de sus ropas sacó otra pequeña daga y contratacó por la abertura que le fue presentada cuando el otro iba al ataque. Sintió golpear algo suave, pero aun cuando estaba luchando a muerte con la figura, no podía verle la cara, u otro tipo de rasgo característico.

Siquiera podía diferenciarle la ropa. Todo su ser era puro negro. ¿Qué pasaba aquí? Incluso si iba bien disfrazado de negro, al menos tenía que vérsele algo distinguible.

¡BOOM!

Las paredes, el suelo, el techo y el aire vibraron tremendamente. Quedó sorda por la magnitud de la explosión que ubicaría en la parte contraria de la mansión, donde residían la familia elfo, los Clover. La explosión fue lo bastante poderosa para barrer una ola de calor que conmovió los pasillos. En su piel podía sentirlo.

— ¿¡—!?

La posibilidad de que la familia estuviera siendo atacada por otro intruso le destruyó la voluntad de enfrentar suavemente a este tipo. Si algo le ocurría a los Clover, sería claramente culpa de los sirvientes que no pudieron protegerlos. ¿¡Dónde estaban los demás!?

Tks, y justo Camelia y Asura-Sama están afuera.

¿O acaso…? El hecho de que los intrusos se metieran esta noche, que no contaban con sus mejores armas ¿era debido a que lo tenían bien entendido?

Se mordió el labio, separándose.

Un salto mutuo los separó a ambos, tomando tiempo. La figura, amarró un trozo de tela en su antebrazo, parando el flujo de sangre abundante. Comprobó, satisfecha, que le dio un golpe en uno de sus brazos y que ahora la tendría más difícil para defenderse de ella.

Pero… ¿Qué es esta incertidumbre? Tengo mi enemigo al frente, pero siento inquietud cuando cruzo armas con él. ¿Por qué…?

Ambos ajustaron las plantas de sus pies al suelo una vez más. Era hora de reanudar la partida de juego. Pararon de respirar, esperando el momento perfecto para llevar a cabo el próximo movimiento que daría fin a esto.

No podía seguir jugando. Lo lamentaba por el chico, pero tendría que arrebatarle la vida. Por

sus acciones podía decir que también tramaba lo mismo. Le llegaba su cólera, que por algún motivo, empeoró con la explosión de antes.

Afilando su determinación, saltó hacia el frente. El hombre imitó su movimiento, deseando clavarle su arma en el estómago, mientras ella iba a por su cuello. Tan solo faltaba medio metro para que los dos colisionaran. El tiempo se hizo más lento, volviéndose una eternidad para el golpe final.

Las nubes sombrías se despejaron en poco tiempo, dejando que la figura blanca que gobernaba la noche diera su brillo una vez más. Este, se paseó por el patio y el frente, entrando por las ventanas y colándose al edificio que estaba a oscuras.

— ¡—!

— ¡—!

La oscuridad intocable que envolvía la amenaza, retiró sus colmillos y se desvaneció en el aire.

Sus manos y pies de paralizaron en el momento. El rostro del intruso que pensó en matar se cambió al rostro de alguien conocido.

Nada menos que uno de sus compañeros de trabajo.

— ¡Nuh…!

Errando por los pelos, evadió la piel de su cuello y evitó un asesinato accidental. Sus ojos rápidos pudieron comprobar para su espanto, que ciertamente era alguien que conocía. Debía detenerse.

Pero cambiar de dirección a esa hora era imposible, y sucedió lo que tenía que suceder. La colisión dio lugar, estallando un golpe sonoro que hizo vibrar la mansión.

Yuria abrió los ojos. El mareo quiso molestarla, pero la seguridad de su compañero era más importante que eso. Se levantó de él, viéndolo detenidamente. Sin duda, era Stone. Su cabello revoloteado de color cian, más notorio que una vaca roja, era la mejor prueba para decirle que era él.

— ¡Ston-Kun, Ston-Kun! ¡Oye!

Sacudirlo le devolvió el brillo a sus ojos perdidos. Lentamente la sangre corrió por sus extremidades, regresando a la vida.

Sus ojos se fijaron confusamente sobre Yuria, que lo miraba angustiada.

— ¿Senpai?

— ¡Oh, menos mal! Pensé que te había matado.

— ¿Uh…? Si me ibas a derribar, al menos pudiste darme el placer de tocar tu pecho.

Lo que sintió no fue el suave placer de los atributos femeninos, sino un golpe en su parte sensible que todo hombre tenía por debilidad.

— Idiota. No es tiempo de bromear. Pensé que eras un intruso que se coló a la mansión.

— ¿Eh?

— ¿Eh?

La confusión del chico de ojos cafés pudo considerarse extraordinaria. Daba a entender que no tenía idea de lo que decía.

— ¿Q-Qué dices, Senpai? Hoy era mi día de montar guardia. Entonces oí un ruido de por aquí y vine, y cuando pasé por la esquina ataqué lo que pensé que era el intruso, pero como estaba todo negro no lo pude comprobar.

— Y-Yo tampoco pude hacerlo. Pensé que era alguien y lo ataqué sin pensar.

— Yo también hice eso.

—…

—…

— ¡Un momento…!

(…)

En un pestañeo de revisar habitación por habitación, su tiempo se fue agotando más rápido de lo que debería. Calculó 20 minutos transcurridos.

Gracias al hechizo de Link, los sirvientes se enfrentarían entre sí, ganando tiempo para poder buscar con un poco más de tranquilidad. Pero no lo tendrían mucho. En cuánto la luna volviera a alumbrar, el hechizo se desvanecería y con eso la ilusión de los sirvientes. Cuando eso sucediera tendrían que salir tuvieran o no la gema.

Su experiencia se demostró, cuando, entrando en la habitación principal, no causó ningún ruido, siquiera el más mínimo. Empujó suavemente la puerta, evitando cualquier chirrido innecesario.

Una vez estuvo dentro, la volvió a cerrar. Sus zapatos pasaron por la cara alfombra de color vino, y se posaron a un lado de la cama queen size.

Sus ojos esmeralda se pasearon sobre los ocupantes del colchón, que dormían ignorantes de lo que ocurría a su alrededor. No los podía culpar. El plan fue hecho escrupulosamente, tomando en cuenta cuándo los sirvientes más habilidosos estarían afuera por negocios.

—Hm…

El murmullo apagado del elfo lo puso alerta. Su figura agraciada, envuelta en una delgada bata blanca, se removió sobre la cama, agarrándose del brazo de su marido, un hombre de orejas alargadas de cabello verdoso. Comprobó cauto que ninguno tenía idea de nada.

Ahora lo que faltaba era buscar la gema. No contaba con tiempo de sobra.

Ágilmente, revisó en todos los lugares que se le vinieron a la mente; gavetas, cajones escondidos, pertenecías, joyería, en las paredes y otros lugares. Más no encontró lo que tanto añoraba. Solo encontró una caja fuerte de último modelo, una bolsa llena de monedas de oro,

una extraña arma que no era punzante, y una caja de pastelitos.

Por supuesto, tomó lo que era de valor (Desistió de la caja fuerte), e ignoró la caja Inútil. Vio un ligero brillo en una de las paredes. Su superficie, forrada en pinturas.

Allí estaban numerosos cuadros, pinturas, dibujos, bocetos, etc. Un cuadro, tenía un marco excepcionalmente grueso. Los demás cuadros eran de marcos delgados y simples. Solo ese, era extraño.

Tanteando sobre el lienzo, la yema de sus dedos pronto notó una protuberancia antinatural en el medio.

Una sonrisa maquiavélica adornó sus labios. Sus colmillos brillaron felizmente en la oscura habitación.

Bingo.

(…)

Con su objetivo dentro de su alforja, impactó su codo en una esquina de la ventana. Los trozos afilados de vidrio adornaron el piso interior, y abrió la cerradura. Salió relajadamente, posado sobre el marco de la ventana. Aún faltaban unos 6 y 8 minutos para que terminara el hechizo y pudiera reunirse con Link.

La misión fue un éxito. Se dijo.

Lentamente uno de sus pies hizo contacto con la grama húmeda del exterior.

— ¡—!

Vio luz blanca apuntando exactamente a él como blanco. Sus ojos previeron cuál sería su final si no se movía inmediatamente.

El rayo de luz cegador vino con toda su fuera a donde estaba. Gracias a sus afilados instintos de supervivencia, saltó lo antes posible lejos del blanco, cayendo a unos metros.

Se quedó ciego por unos cortos instantes antes de eludir otro poderoso ataque. La persona en cuestión planeaba pulverizarlo a toda costa.

Pudo tener un descanso de los ataques intermitentes. La punta de su capa emitía una singular nube de humo. Apagó el pequeño incendio y vertió toda su memoria fotográfica en describir a la persona que interrumpió su escape.

El emisor de la magia no entraba dentro de sus premoniciones, tanto en aspecto como en aparición. Su identidad pertenecía a la persona que menos posibilidades tendría según sus cálculos en aparecer.

Su vestimenta de color blanco y azul estaban limpias Su corto cabello verde lima caía a los lados de su rostro pálido como la luna. Sus ojos rubí lo miraban fieramente bajo la penumbra de la noche.

Se puso de pie.

La chica en cuestión tendría como 15 o 16 años. Podía notar su juventud desde el lugar donde estaba. Aun así, no tuvo dudas para intentar hacerlo polvo con ese ataque de luz.

De todas formas, ¿Qué con este desenlace? Incluso con lo perfecto del hechizo, cabía la mínima

posibilidad de que un sirviente no fuera afectado y se fugara. Sucedían ese tipo de cosas en la

realidad, pero… ¿Un noble? Encima, si sus datos no fallaban, sería uno de los hijos del noble

Etanol Clover.

La chica bajó su mano. De ella habría salido la magia de antes. Dijo enojada:

— ¿Quién eres? ¿Que haces desplazándote en los terrenos de los Clover?

No dejó que su semblante se tiñera de duda. De todos modos no tendría que responderle. Por su postura, era evidente que, aunque era docto en la magia por largos años de estudio y entrenamiento, no tenía verdadera experiencia luchando. A ese tipo de personas noquearlos o dejarlos fuera de juego era bastante sencillo.

Respiró hondo.

— ¿No piensas responder?

La voz estridente del elfo fueron llenas de pesar. Quizás era su deseo que al menos diera a conocer su pecado. Eso definitivamente no pasaría.

—En ese caso, tomaré medidas extremas para que regreses lo que robaste.

Sin esperar segundo más, saltó a la carga, haciendo que la presentación formal del elfo quedara varada en el aire.

— ¡Oye, espera! ¡Aún no estoy listo…! ¡No estoy preparado!

El chico alzó su mano e intentó golpearlo con un hechizo, pero Darkness envolvió su muñeca y jaló de ella. El cuerpo del elfo se inclinó, recibiendo un golpe en la nuca

— ¡—hk! ¡No!

— ¡—!

Aunque lo golpeó exitosamente, el chico no cayó inconsciente, sino que se recompuso, accionando un látigo de la palma de su mano.

Darkness apartó ambas manos de la chica, tomando distancia con prieto.

Su antebrazo acabó con un corte transversal.

Miró atentamente la herida, que sangraba.

Estaba sorprendido, por lo menos.

Su cuerpo es más duro que el de una persona promedio, y aun así, si no me hubiera movido, seguramente le habría volado medio brazo.

Aún así, el elfo no tenía control sobre su magia. De todos modos, no podía ir sin cuidado, o acabaría mal para él.— ¡E-Eso de antes fue trampa...! ¡Q-Que sepas que eso no es todo lo que tengo!

—…

Cerró la mano fuertemente, poniendo sus nudillos blancos. El sangrado paró.

— ¡Sin embargo, no seré fácilmente vencido! ¡Ven!

Pensó que el chico debería elegir mejor sus batallas.

(…)

Por los pasillos llenos de sirvientes enfrentándose entre sí, le fue cosa de niños pasar sin levantar alertas de nadie. El hechizo, que venía de su propia mano, no le afectaba.

Faltaba poco para terminar la hora acordada, y por eso se dirigía a la salida más cercana.

— ¡Por fin te encuentro, sucio ladrón! ¡Espero que estés listo para una paliza!

–¿Hmm?

Detuvo abruptamente su paso, mirando adelante. Allí tenía a un chico joven de cabello blanco astral, y ojos avellana. Su traje negro con cola de golondrina y guantes blancos era gritar en silencio que era mayordomo. Pero su edad… Tal vez un aprendiz.

—Supongo que si me voy sin masacrar a alguien no será divertido. – Sonrió alegrándose con el encuentro inesperado. El chico no tenía idea del error que cometió al haberse mostrado ante él.

Le diría a Darkness que fue inevitable… No tendría culpa del asunto.

— ¡Me llamo Shield Tomgarden! ¡Aprendiz de mayordomo! ¡Seré la persona que limpie el piso contigo!

—… Hmm… ¿De veras?

Habría sido algo ingenioso de declarar, de no haber expuesto sus rodillas golpeándose una contra la otra. No debería mentirse. Se moría de terror por enfrentarse a un enemigo hábil.

Su cara segura, y el contrario contraste de su parte baja temblando, le hicieron sonreír más ancho. Se tomaría su tiempo para arrancarle unos bellos gritos de terror.

Podría comenzar arrancándole una extremidad. Ese truco funcionaba muy bien.

Los siniestros deseos impusieron sobre el chico más temor del que ya tenía. Una breve mirada a los ojos sin fondo del intruso y ya sabía que planeaba matarlo de forma lenta y dolorosa. Solo consiguió que sus rodillas se agitaran más.

No, no, no, Shield. Recuerda, no puedes amilanarte por tus enemigos así de fácil. Debes tener coraje.

— Primer error; no te sumerjas en tus pensamientos cuando tienes un enemigo al frente.

— ¡—! ¡WUAHH!

No supo en qué momento tenía al chico de cabello violeta a unos pocos centímetros. Cuando dio un jadeo, Link sujetó el cuello de su camisa y lo alzó. Sin la mayor delicadeza lo arrojó al piso.

El golpe posiblemente rompería la espalda del chico. El grave sonido llegó a sus oídos, como música.

— ¡Uhhh!

Sus ojos se deleitaron al verlo gemir adoloridamente. La rudeza del golpe le habría roto la columna, ya que eso planeaba. Atormentar a una presa incapaz de caminar aumentaría su placer.

— Entonces… ¿Por dónde debería…—¿—? ¿Eh?

Sus ojos se desenfocaron.

— E-Eso realmente dolió…

El joven tendido en el piso abollado, se puso lentamente de pie. Sus piernas temblaban, pero le obedecieron para poner su cuerpo erguido, aunque algo encorvado por el dolor de los músculos de sus omoplatos.

Pero no comprendía la sorpresa del rostro del intruso de ojos azulejos. Le dio un buen golpe para mandarlo a ver estrellas. ¿Por qué se veía así…?

— Vaya. Es toda una sorpresa.

Link expuso sus sinceros pensamientos, caminando adelante. Shield se alejó.

La sonrisa característica del maníaco se extendió sobre su rostro.

— ¿Por qué te alejas? ¿No es tu deber como mayordomo enfrentarte a mí?

— A-Aprendiz de mayordomo, específicamente… — Corrigió.

— No me interesa. Así que, por favor, acércate.

— P-Preferiría estar a diez metros de distancia si no te importa.

Su forma de responderle lo emocionaba, incitando sus piernas a avanzar.

Shield se puso alerta, sudando a montones.

— ¡Esper—

En medio de su desesperado pedido, su mandíbula se enarboló de un sórdido golpe por debajo de ella. Su cuerpo salió volando como un muñeco. Un golpe de esa magnitud rompería un cráneo, y si no, como mínimo los dientes.

— ¡Gh! – Gimió, recompensando su postura al correr con la parte superior de su cuerpo agachada. Preparó su mano en un apretado puño y lo tiró al estómago descubierto de Link.

Link pensó probar su fuerza física, pero quedó profundamente decepcionado.

—Hm… — Su ceño, se quedó inmutable, solo con un ligero tinte de esperanzas rotas. Moviendo los labios, dijo – Esperaba algo más poderoso.

Clavó la totalidad de su codo en medio de la espalda, buscando su rendición.

El golpe de antes apenas sería superior al de un niño… ¿O no? Posiblemente era incluso más débil.

Shield apretó los dientes, que milagrosamente no tenía rotos, y atacó con una patada a las piernas de Link.

Ese burdo movimiento fue previsto por el inteligente peli-violeta, y todo encantado cogió un cuchillo y trazó un tajo limpio por su pierna. Shield se retiró, tirando jadeos.

Link rio de placer, regodeándose por haber encontrado una presa tan deliciosa.

— ¿Hm? – Una de sus cejas se levantó.

¿Pero qué…?

— E-Eso no fue justo. – Gimió Shield presionando la cortadura en su pierna.

La causa del desconcierto de Link, era que ese "corte" no era nada profundo, cuando empleó en él fuerzas como para arrancarle la pierna. No podía ser que solo recibiera un inofensivo rasguño.

Apenas podía contarse como "profunda".

Tomó el cuchillo apuntando la punta hacia abajo.

Antes de irme quiero probar algo.

Como un parpadeo de luz, arremetió contra él indefenso chico. Impiadosamente cortó su carne, no tuvo miramientos para ir por sus brazos, piernas, rostro, pecho, o lo que estuviera a la vista.

La sangre bañó el limpio pasillo, haciendo una obra de arte de puro rojo.

Esquivó un puñetazo.

Sonrió, ansioso por ver lo que seguiría.

Cofcofcof. Tosió el chico, salpicando algunas gotas de sangre. Pero, por obra del cielo no mostraba signos de convertirse en un cadáver o estar al borde de la muerte. Es más, parecía que solo estaba cubierto de cortes poco profundos.

Link llevó a su boca su mano que tenía algo de la sangre del chico de cabello blanco, y la probó.

—Ya veo. Eres realmente el ser humano más resistente que he conocido. – Lo alabó.

Shield cayó de rodillas, jadeando. Seguramente estaba cansado, pero no derrotado. Le dolía cada corte un infierno, pero no lo suficiente para hacerlo gritar de dolor, solo significaba una molestia. Su enojo por el hombre crecía por atreverse a jugar con él como si fuera su juguete.

— Pero, ya que todo en este mundo es equilibrado… — El tono de voz de Link descendió. – Tu fuerza es nula… Que lamentable.

El fin de la oración hizo añicos la determinación del muchacho.

— ¡Estoy seguro de que había mejores formas de decirlo!

Link tiró un suspiro. La bajeza del mismo dejó encogido al peli-blanco.

— Estoy realmente feliz. Encontré a alguien que puedo maltratar todo lo que quiera sin romperlo prematuramente… — Sus palabras discrepaban de su expresión trágica. – Pero no tengo tiempo. Perdón, mota de algodón, aquí termina la hora de juegos.

— ¿¡Eh!? ¡Pero si yo aún pue—

Sus piernas colapsaron, y sus párpados se cerraron casi automáticamente. El equilibrio se rompió y cayó de trompa sobre el suelo rojizo.

Link se sacudió las manos. Lamentaba tener que solo noquearlo cuando podía hacerle de todo, pero el escaso tiempo no se lo permitía. Sin embargo, le perdonó la vida por el simple hecho de esperar un futuro enfrentamiento donde podría volcar todo su deseo reprimido.

— Adiós, mota de algodón.

La mística silueta de capucha oscura se desvaneció.

Al momento de irse, un intrépido "BOOM" agitó las bases de la misma mansión.

(…)

El desagradable polvo, grama y humedad se frotaron violentamente contra el delicado rostro del elfo, que era forzada a estar boca abajo por la otra figura a horcadas sobre ella. Sus manos, inmovilizadas por las del hombre, lo mantenían bien asentado al suelo. Incluso el movimiento de sus piernas estaba restringido.

— ¡E-Esto no estaba dentro del guion!

Dark ladeó la cabeza, apretando más sus muñecas. Al oír su gemido aligeró el agarre. No negaría que era divertido jugar con ella.

Para simplificar el encuentro; tuvieron un candente encuentro donde casi lo pulveriza en varias ocasiones. Gracias a su nula experiencia, logró ponerse detrás de ella e inmovilizarla.

Ahora la verdadera cuestión. ¿Que hacía con ella?

El padre podría estallar furioso por la muerte de uno de sus hijos. Quería evitar ese escenario.

Con dejarla inconsciente debería estar bien.

–¿¡Cuándo piensas soltarme!?

Fríamente elevó su mano, tomando el impulso para noquearla de un golpe detrás de la nuca.

Y entonces…

¡ZUM!

—¡_!

Ambos soltaron un grito mudo y se separaron. Un camino de espinas de puntas punzantes sobresalió del inofensivo suelo, poseyendo la peligrosa idea de empalarlos allí mismo.

Bañados por la sensación de puro asombro y desconcierto, clavaron sus ojos en el tercero que levantó su mano en su contra.

La luz de la luna bañó la silueta de ropas holgadas. Su forma se agitaba insonoramente, y la sensación de ver algo intangible se metía bajo sus pieles. Cada acción ejecutada por el desconocido no coincidía con las de un humano o ser compuesto.

— ¿Q-Qué es eso? – Dijo Sylph con su mejor cara de estupor. Cada movimiento del tipo era inhumano, eso le ponía la piel de gallina.

Debido a la embestida sorpresa, los dos lograron separarse. Como tal, no contaban con el tiempo ni la oportunidad para terminar su encuentro. La figura hostil se movía hacia ellos, balaceando cada paso.

Con todos los contras, Dark no cambió su estado de ánimo.

Tenía la Gema, pero una chica con problemas mentales se interpuso en su camino, a eso le sumaba que ahora un tercero ajeno quería matarlos, y que el hechizo estaba a pocos minutos de deshacerse.

La situación no era favorable.

Se le arrugó el entrecejo de forma sutil, que solo alguien que estuviera cara a cara con él podría notarlo.

Ahora bien, ¿Cuál sería el movimiento más inteligente, dadas las circunstancias?

El de ropas holgadas se agitada de un lado a otro como un muñeco vacío. Eso debería ser imposible para un ser de carne y hueso, pero él lo hacía como si estuviera conformado de aire.

Olvidándose de dar un previos aviso, o siquiera de dar un sonido, el muñeco embistió. El elfo recibió el golpe de lleno. La embestida fue feroz, rompiendo los huesos en su camino.

– ¡Tch!

Dark no esperó otro ataque sorpresa y tomó a la chica por la ropa y se la llevó, lejos del alcance del enemigo.

(…)

La colocó contra el respaldo de la pared, con una rodilla puesta, y la otra levantada en caso de tener que correr.

Antes tuvo que rescatar a la chica del apuro. Eso no pegaba con su carácter.

¿Cuál era la razón de esa muestra de benevolencia? Simple.

Independientemente de si fuera él u otra persona, si la chica moría, lo culparían igual.

— C-Como duele… — Gimió Sylph, encorvándose. Dolía moverse, dolía mucho.

— Si entendiste que no es un juego, mejor quédate aquí… No necesito a nadie que me retrase, por eso—

El jalón de su alforja detuvo su sermón. Los delgados y pálidos dedos del elfo se aferraban a donde llevaba la Gema.

—…

—…

— ¿Qué haces? ¿Tratas de robarme?

— Esa Gema era nuestra en un principio ¿no?

— Tienes las costillas rotas, y lo primero que intentas ¿es quitarme la gema?

— Ya dije que es nuestra. ¿Debe haber otro significado para eso?

Se olvidó de hablar con ella sobre este tema, y alejó de un manotazo sus manos de su bolsa.

La prioridad de ahora consistía en deshacerse de ese hombre. No era necesario darle vueltas para saber lo peligroso que podía ser.

Estrechó sus ojos cansados, anunciándole a sí mismo que el tiempo avanzaba.

Su mano posada sobre la tierra, captó algo. Las sutiles oscilaciones endurecieron los músculos de su cara.

— Ya viene.

— ¿Uh?

Incapaz de continuar, se vio obligado a retener la siguiente palabra. Una luz incandescente blanqueó sus ojos, con un calor abrasador avecinándose como un disparo ensordecedor.

Un sonoro golpe abrasó y destruyó todo lo que encontró a su paso. El impacto sacudió los cimientos de la estructura como un terremoto destructivo. El concreto fue desmenuzado como arena, y las ventanas se quebraron, volando los trozos de vidrio y regándose por todos lados.

El resultado fue espectacularmente devastador. Un camino de tierra y grama quemada ardía con flamas chispeantes, continuando a una sección destrozada del anteriormente hermoso edificio. No quedaba ninguna prueba de que aquello haya sido el orgullo de la vivienda en dondeel elfo vivió. Podía ver pasillos adentro, algo quemados por el misil que voló parte de la mansión.

—M-Mi casa... – La voz de ella se escapó.

La figura, o más bien, el muñeco de ropas largas se agitaron como una burla al hogar ahora

destruido.

Parado en el campo de batalla, Sylph se hizo de coraje, apretando la mandíbula e ignorando los

espasmos dolorosos de sus costillas crujiendo.

Extendiendo la palma de su mano, explotó su rabia sobre el hombre.

–¡Bastardo...!

Al momento siguiente, el brazo del muñeco fue separado de su cuerpo. El no emitió lamento por su brazo arrancado.

—¡—! – El semblante de Sylph vaciló de estupor. Esa imagen era demasiado para alguien de su edad, incluso si fue el causante.

– Buen trabajo haciendo tiempo.

– ¿¡Tú...!?

Sylph se enfocó en la sombra detrás del enemigo. Sus brazos salieron adelante y tomaron su cuello en medio del bullicio.

Solo fue que Sylph pudo oír al hombre soltar un jadeo por ansia de aire. Dark se enroscó con más fuerza, obstruyendo su tráquea. El aire se escapaba del hombre que se sacudía. Su rostro, azul, daba bocanadas en busca de oxígeno.

– Adiós.

Crack.

El silencio protagonizó el nuevo escenario.

Darkness se tronó el cuello, viendo el final del intruso. De verdad fue problemático.

—Ggn… Hk…

– ¡Oye!

Un gemido llamó su atención. Se giró a su espalda, donde lo esperaba el elfo. Este cayó apenas enfocó sus ojos en él.

Temblaba y escurría su sangre por la grave herida, pintando la grama que debería ser verde.

Sus frívolos ojos inspeccionaron la herida. A este paso moriría.

Suspiró.

De su alforja, sacó una botella de líquido verde, bebiéndose la mitad de su contenido. Las heridas que mostraba se desvanecieron en pocos segundos, quedando como un ser vivo nuevo.

Una vez más miró a la chica, respirando ásperamente.

—… De verdad eres un incordio.

(…)

El día provino con el cantar de las aves.

Para la mansión Clover, sería un día duro. Los sirvientes que fueron víctimas del hechizo de confusión, mostraban heridas y moretones por la lucha caótica que hubo entre compañeros.

Solo Dios sabe cómo no hubo fallecidos.

El tremendo hoyo en el ala oeste de la mansión no sería algo fácil de arreglar en uno o dos días.

Muchas cosas desaparecieron, como joyas, dinero, entre otras cosas.

Muchos morían de miedo por pensar quién sería tomado por culpable. Pese a ser servidores, no pudieron echar a los ladrones y cayeron de lleno en su trampa. Muchos esperaban que rodaran cabezas.

El cabecilla de la familia elfo, Etanol Clover, ahora mismo tenía una importante mesa redonda con su familia, resaltando los puntos más críticos del ataque de anoche.

— Saben, me gustaría saber… ¿¡Qué tienen dentro de esa cabeza suya, eh!?

Las tres cabezas regresaron a su lugar luego del disonante grito que salió del patriarca.

Los tres, ordenados por nacimiento, estrecharon sus cejas, poniendo caras confusas.

El mayor de los hijos, un chico de cabello verde intenso, levantó la mano.

— Disculpe, Padre… ¿A qué te refieres, exactamente?

La cara del adulto se volvió diabólica.

— ¿¡JUEGAS CONMIGO A LAS PREGUNTAS ESTÚPIDAS!? ¡Por supuesto que me refiero a lo que ustedes hicieron anoche!

Los gritos ensordecedores no lograron el cometido de amedrentar al chico, que a continuación dijo:

— ¿En qué mis acciones fueron incorrectas? No recuerdo haber hecho nada fuera de lo común.

Etanol cerró los puños, agitándose de rabia.

— ¿¡Crees que es correcto que el primogénito se esconda bajo su cama cuando atacan su casa!?

Reishel, el chico de cabello verde y corto, resopló.

— ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué saliera a enfrentar a los ladrones? "Quietos, malhechores, les daré unos buenos azotes" ¿Y si me mataban o hacían daño? Viendo las circunstancias, lo más normal sería esconderse y esperar a que se fueran. – Dictó.

Etanol negó.

— ¡El escondite que elegiste fue terrible!

— Eso está fuera de cuestión.

— Como el hijo mayor, ¡deberías ser más valiente!

— Los valientes mueren prematuramente. Me niego a sumarme a las cifras de fallecidos.

— ¡Agh! – Tiró un grito, viendo a su siguiente hijo.

Esta era una jovial joven de cabello rubio apuntando al verde. Si figura podría compararse con la de una bella gacela. Sus ojos azul cielo se agitaron cuando vieron que era el próximo objetivo del demonio de su padre.

— ¡Y tú, Xión…!

— ¿S-Sí?

— De todas las cosas que pudiste hacer, ¿¡Tenías que esconder todas tus joyas y pertenencias!? ¿¡No había otra cosa que pudieras hacer!?

Ella gimió como un perrito.

— ¡Estaba desesperada!

Finalmente, Etanol se fijó en el último de su prole. Este silbaba de lo lindo, sentado con sus piernas cruzadas.

— ¡Y Sylph…! ¿¡Por qué saliste a enfrentarse a uno de los intrusos!?

Sylph torció los labios como si la respuesta no mereciera ser dicha.

— ¿Tiene algo de raro? Solo hice lo que debía hacer. Bandidos vinieron a asaltar mi casa, era normal que fuera a enfrentarlos.

— ¡Eso debería decirlo Reishel!

— No, mi cobardía no me lo permite.

— De todos modos, no me arrepiento.

Etanol calmó su volumen y tono de voz, exponiendo un rostro preocupado.

— Estuviste cerca de morir.

— Lo sé, y lamento mi debilidad. Sí pudiera perder sangre menos rápido...

— ¡No hay manera de entrenar eso!

Etanol suspiró, tomando un taburete cercano y sentándose sobre él.

— De todos modos, me alegra verlos bien.

— ¿Era necesario gritarnos para llegar a eso?

— Por favor, Hermano Rei, guarda silencio. – Lo silenció pavorosamente la joven de cabello arremolinado en su espalda.

— Xión… – Etanol tuvo los ojos cristalinos.

Al menos tenía a alguien de su lado, que comprendiera sus sentimientos como padre.

— Después de todo, Padre no se involucró de ninguna manera, durmiendo placenteramente mientras Sylph demostraba su hombría al enfrentarse a los invasores.

– ¡Ugh!

Un dardo venenoso se incrustó en el pecho del papá. En estos momentos Xión demostraba tener una hoja afilada en la lengua. No, su lengua era una hoja de doble filo.

Su esposa, relajada como en un día de campo, pintaba en su lienzo con rostro pensativo.

Etanol la miró desde su lugar.

— Solo Sorey mantiene la calma sin importar qué pase.

Su rostro inmutable era su mayor medicina.

— Pero oye, estamos perdidos, nos robaron la Gema Familiar… El dinero no me importa, pero

eso fue fatal…

Etanol tendría que emplear esfuerzos titánicos desde ahora para recuperarla. Aun así, no era

seguro el poder regresarla a sus manos.

No pudo evitar tirar sus hombros abajo, totalmente desanimado. El mundo se veía sombrío.

La segunda de las hijas, Xión, enarcó una ceja.

Fue porque su hermano menor se veía, bueno…feliz.

¿Cómo podía estar así cuando su casa fue robada?

— Sylph, ¿no crees que es inapropiado poner esa cara en momentos como este?

— ¿Eso crees?

— La gema de nuestra familia fue robada. Esto no es un juego.

— Me pregunto si es así.

— ¿Uh?

Ese modo de decirlo tan extraño, y la complicidad dentro de su tono, la dejaron estática. Acto

seguido, Sylph desató una risa opulenta.

Esto fue captado por todo el mundo, que lo observó desde su asiento.

Su padre frunció el ceño. ¿Acaso no entendía la seriedad de la situación?

— Sylph. ¿Acaso no comprendes…

— Padre, comprendo a ciencia cierta que este acontecimiento es realmente grave.

— Entonces…

—… Es por eso, que deberías agradecerme.

— ¿Eh?

La cara del elfo se puso engreída.

— Pues verán… En mi encuentro con el intruso no solo me llevé unos golpes y unas costillas

rotas… — Su sonrisa decayó, volviéndole a la mente el infernal dolor de sentirse a punto de

morir internamente, pero se recuperó. – Sino que… ¡Recuperé esto!

— ¿¡Qué!?

A excepción de Sorey, concentrada en su boceto de una flor, los presentes dejaron caer sus

mandíbulas, viendo lo que sostenía el elfo de ropas blancas.

Una esmeralda con una serpiente de oro rodeándola exponía su grandiosa figura y

magnificencia.

— N-No puede ser… ¿C-Cómo es que está aquí…? ¿Por qué esto…? – Jadeó Etanol teniéndola en

sus manos. — ¿Cómo…?

Sylph puso una mano en su pecho. Su sonrisa no podía alargarse más.

— Fui a recuperar lo robado, y eso hice. Me llevé algunos malos recuerdos, pero aproveché una

abertura en sus defensas y metí la mano.

Xión, que inspeccionaba la gema, agregó:

— ¿O sea que le metiste mano?

— ¡Guh! – Su entusiasmo se paró de golpe. — ¡C-Claro que no! ¡N-No digas esas cosas

desagradables!

— Perdón. Formulé mal las palabras.

Etanol se levantó, y, envolvió en un asesino abrazo a su hijo menor. Su estado de enojo se disipó

bajo su sonrisa de papá orgulloso.

— ¡Bien hecho, Sylph! ¡Has demostrado ser merecedor de la herencia!

— ¿La herencia supuestamente no es mía? – Murmuró alguien del otro extremo. Este fue el hijo

mayor, Reishell. A quién por derecho, le confería el título de patriarca en un futuro próximo.

(…)

La familia principal tenía sus propias preocupaciones. Era otro caso para los sirvientes que

atendían las reparaciones. Tuvieron que dividir el trabajo entre los que harían el desayuno, los

que limpiarían y lo que comenzarían las reparaciones básicas. De todos modos, no podrían

arreglarlos por ellos mismo, y tendrían que contratar a un carpintero y obreros.

Yuria, una joven de 22 años de cabello ceniza, peló las batatas una a una, apilándolas en un

recipiente. Otros sirvientes se movían por su espalda, metidos en su trabajo. Todos ellos

mostraban heridas, moretones, vendas, etc.

— Yuria, ¿Te sientes bien? ¿No te duele nada?

Un hombre mayor, de rostro perfilado, y el cabello adornado de canas blancas y traje bien

arreglado, le mostró su preocupación. Cuando comenzó a trabajar en la mansión, ese hombre

ya tenía bastante tiempo. Según la información que recibió de otros, fue el primer sirviente

contratado por el amo Etanol.

— Claro que sí, Jeremy-Sama. Solo son unos raspones. Nada grave.

Por sus brazos sobresalían algunas vendas bien apretadas. La confrontación a la media noche

dejó todo su cuerpo adolorido. Que tuvieran que quedar de guardia por otro posible ataque

también gastó sus energías.

El hombre de edad avanzada entrecerró sus realistas ojos violetas.

— Y-Ya me disculpé. – Dijo una voz de allí.

Stone, el muchacho de ojos cafés barría el polvo acumulado en el piso. Su pose culpable era bien

evidente.

— Ston-Kun, no he dicho que te culpe. También saliste lastimado por mí.

—…

— Además… — El anciano habló, señalando con sus ojos a alguien en la esquina. El dúo se giró.

– Hay otros que tuvieron peor suerte que ustedes.

— Oh. – Dieron una ovación de pena.

En la esquina, limpiando las manzanas para la cesta frutal que sería de centro de mesa, se hallaba

un chico todo vendado y con numerosos hematomas. Mechones blancos y desordenados salían

disparados de los vendajes de su cabeza, y le era difícil trabajar incluso solo limpiando manzanas.

Su cara de mal amigo era la mejor advertencia de no que no se encontraba del mejor humor.

Yuria se lamentó en voz baja.

— Shield-Kun se llevó la peor parte. Al igual que el Joven Sylph, se encontró con uno de los

perpetradores y tuvo un enfrentamiento con él.

— Incluso lo usó de trapeador. – Dijo Stone.

— Pero… — Jeremy se pasó la mano por el cabello blanco bien arreglado. – De no ser él, habría

muerto en el primer ataque.

Ambos coincidieron.

— Si otro de nosotros se hubiera topado con ese hombre, seguramente ahora estaría muerto.

— Su resistencia inhumana sirvió de algo. – Dijo Stone.

— Pero, oye… — El anciano se masajeó las cienes. – Esto no agradará a Asura-Kun ni Camelia—

San.

— …

Los nombres prohibidos hicieron temblar cada órgano de sus cuerpos. Preferían no pensar en

ellos y las consecuencias que traerían.

(…)

Los amables brazos de su cama lo recibieron cándidamente cuando se echó a ellos. Rodó por el

colchón, terminando por mirar el techo.

El infernal dolor, la sangre y el hoyo en su costado ya no estaban allí. En realidad, no quedaban

ni rastros para probar que tuvo esas heridas mortales.

Una vez más tocó bajo su costilla. Nada fuera de lo normal. Todo perfectamente bien. Su propia

mente comenzaba a demostrar dudas sobre si realmente se involucró en la batalla de anoche.

Otro dato importante, era que ninguno de la familia lo curó. Los sirvientes dijeron que lo

encontraron recostado en su cama, con la ropa rota en su costado y nada más. No hubo heridas

ni nada.

Esto acarreó la desproporción de su resolución.

Si ninguno de los sirvientes lo trató, solo podía indicar que el único que lo sacó de las garras de

la muerte era Dark, el mismo perpetrador.

Y lo que más molestaba su semblante, era que dejó consigo la Gema.

Sí, damas y caballeros, el mismísimo ladrón devolvió lo robado.

Bueno, no exactamente como se describe. Ciertamente le robó la Gema cuando estaban en

batalla, pero al caer inconsciente, sería seguro su pérdida una vez Dark lo trató médicamente.

Escapaba de su comprensión por qué decidió dejarle la Gema luego de que vino a robarla. Eso

no tenía sentido.

¿Y si…lo volviera a ver?

El inocente pensamiento revoloteó por los confines de su mente, para caer y echar raíces. La

idea la analizó, y acabó aceptándola de buena gana.

—Podría preguntarle… Con preguntare debería estar bien.

Asintiendo para sí, acabó su monólogo interno para decidirse en ir a comer algo dulce.

(…)

Una oscuridad sin fondo se disolvía a sus ojos. Si estirara la mano no encontraría nada. El espesor

del negro, y la sensación de aislamiento solo lograrían hacer caer en pánico a cualquier persona.

Solo la luz que provenía de dos velas posadas estratégicamente implantaba dentro de su cerebro

que esto era un espacio físico.

Los repiquetes sonaban uno detrás de otro, a veces consecutivamente, o por tiempo separado.

En ese lugar casi tragado por la densa penumbra, una mesa, con un tablero de cuadros negros y

blancos daba lugar a la siguiente partida.

Movió su pieza, acabando con un enemigo.

Los recientes acontecimientos lo dejaron exhausto. Primero, entró en una de las mansiones más

vigiladas e importantes de una familia elfo (Muy valorados en ese entonces), segundo, se

enfrentó a uno de los hijos del noble, capturándolo, y tercero, acabó enfrentándose a un loco

religioso con ropa abundante.

Y más importante, en el lapso del segundo y último acontecimiento, descubrió algunas cosas

que lo pusieron de cabeza.

Primero, la chica elfo de cabello corto y verde limón, no era una chica elfo de cabello corto y

verde limón. Al recostarlo, comprobó por error su verdadero género.

Es un chico.

¿Cómo podía vivir así con ese rostro? En un principio tuvo sus dudas, pero las desechó porque

el aspecto del chico no concordaba con el elfo varón que tenía en mente.

Y su nombre… No podía afirmar a espada que era un nombre de mujer, pero ¿Cómo decirlo?

"Sylph" daba aires de delicadeza.

Lo que llevaba al siguiente problema. El pequeño escarabajo le robó la Gema. Aunque era cierto,

que descubrió su treta cuando lo trató, y que pudo tomarla de vuelta, no se negaría el hecho de

que el muchacho le ganó en astucia. Incluso con su vida pendiendo de un hilo, se arrojó a

recuperar la pertenencia familiar.

Para él, claramente perdió, por ello no se llevó la Gema y la dejó en sus manos.

Fue un rollo explicárselo a Link. No decía nada en contra, pero era demasiado perspicaz.

Lo que apuntaba al último problema, se gastó todas sus pociones curativas.

Fue un gasto necesario para regenerar el cuerpo del chico, que iba en la cuerda floja cercana a

la muerte. Sus diez pociones se fueron en un parpadeo.

No era baratas. Cada una costaba 5 monedas de oro. Un precio tremendo.

Un suspiro cansado escapó de su boca.

Llevarse la Gema, y dejar el chico en su agonía, serían las acciones más convenientes para alguien

de su calaña. Si hubiera dado el golpe de gracia al elfo, mejor, pero no. Le dejó la Gema, salvó

su vida e incluso lo metió a la mansión.

Eras actos demasiados generosos de alguien tan retorcido como él. Le costaba comprender qué

incitó sus acciones.

— Darkness…

El timbre complementado de elegancia agitó sus pensamientos y lo hizo flotar a la realidad.

En el presente, yacía sentado a una mesa que era bastante ligera y pequeña, donde solo dos

personas entrarían. Al otro lado, una mujer de excelsos cabellos nevados ajustó sus ojos hacia

él. Sus pálidos ojos lavanda parpadearon ingeniosamente, llamando su atención. Poseía una

figura envidiable para toda mujer, más a la edad a la que respondía (La cual seguía siéndole un

misterio).

Su vestido púrpura ocultaba la mayor parte de su piel. Si fuera una mujer que temiera los

caóticos efectos de los rayos del sol en su piel, bien podría entenderlo, pero la confusión recaía

en que ella no salía al mundo exterior, siquiera de ese cuarto. Allí comía, allí dormía, allí vivía.

Siquiera tenía una ventana en ese cuarto encerrado.

Se debería amar enfermamente la oscuridad para desear ese tipo de hogar.

— ¿Qué?

— Hoy estás jugando peor que de costumbre.

— Puedo saber claramente que me estás insultando de manera elegante, Madre. – Puntualizó

sin llevarse una ofensa.

Ella pensó fríamente en el siguiente movimiento del tablero de ajedrez, y procedió a mover su

torre, acabando con uno de sus caballos (Su pieza favorita).

Viendo como aniquilaban su fuerza, no se amilanó, y siguió jugando.

— ¿Es por el trabajo que no salió bien?

— Hm… — Ignoró su pregunta, sabiendo que no llegaría a ningún lado. – Posiblemente.

— Jo, si quieres, puedes hablar conmigo de lo que sea. – Abrió sus brazos, en una abierta

invitación a desahogar sus emociones.

— No, gracias. No es algo que me moleste. Solo tengo pensamientos de algo totalmente

diferente.

— Ho, ho. – Cerró sus brazos, pero regresando con una sonrisa traviesa en sus labios levemente

rosados. — ¿Acaso eso que oigo es amor?

— Definitivamente no. – Si ese fuera el caso, habría perdido su camino. – No es algo que tenga

que ver con una mujer.

— Ya veo, ya veo. Es algo demasiado complicado para platicarlo con tu madre.

— No, es algo demasiado simple para platicarlo con mi madre.

El contrataque funcionó bien.

La mujer de vestido púrpura ceñido a su galante figura, se dio un breve reposo, tomando su taza

de líquido oscuro, nada menos que café de granos caros.

Otra cosa que podría señalar de su madre, además de su aspecto de mujer fantasma, era su

enfermizo amor por el café. Su gusto por las cosas oscuras era inimaginable para una persona

normal. Era el tipo de mujer que no podía existir si no consumía su amada bebida amarga.

Por supuesto, como su hijo, tenía el mismo gusto, pero nada comparado con el ahínco de ella.

— Bueno, supongo que para tu edad, que me siguas contando sobre tu vida es un milagro del

cielo. Debo agradecer que no estés en tu fase rebelde.

— Que no me haya revelado no significa que no lo esté. Simplemente no encuentro una buena

razón para buscar tu descontento.

— Qué hijo tan bueno. Me cuesta creer que hayas salido de mis entrañas.

— Y a mí me cuesta creer que seas mi madre con lo joven que te ves.

El dardo fue lanzado, dando en el objetivo.

Su veneno fue tomado como el mayor de los halagos. Ella enrolló un mechón de su blanco

cabello, y sonrió agraciadamente.

— Oh, gracias. Que mi propio hijo alabe lo joven que me veo es el mayor regalo que puedo

recibir. No pensé gozar lo que muchas madres tienen.

—…

No era el resultado esperado.

Puede que pusiera en tela su relación sanguínea, pero su yo interno sabía mejor que nadie que

existía. Sus personalidades podridas era la mejor prueba que se podía pedir.

Aunque sonara imposible, su vida no era tan ocupada. Cogía los trabajos que deseaba, y el dinero

que obtenía a veces podía darle para varias semanas, a veces meses, prodigándole un largo

tiempo de reposo. En su tiempo libre, venía a esa oscura casa, donde bebía café y jugaba ajedrez

con su madre. Era la rutina de un hombre sin vida personal, no lo negaba.

Aparte de hacer trabajos encomendados o planeados, y visitar a su madre, no tenía mucho que

hacer. Link solía invitarlo, pero a menos que estuviera extremadamente aburrido, no iría con él.

Otro suspiro se le escapó.

Podía hacer de todo con el dinero, desde contratar personas para tenerlas a su mando, comprar

una mansión, a tener mujeres, pero nada de eso le emocionaba. Algo debería estar mal con su

cabeza. Encontraba todo los placeres carnales extremadamente aburridos y carentes de sentido.

Su único placer es las efímeras conversaciones con su madre (Que a veces solían tornarse

fastidiosas, irónicamente).

Si bien criticó mentalmente el modo de vivir de su progenitora, no veía nada de malo en él. Su

modo pacífico era envidiable. Casi amaba tanto como ella la escasez de luz externa y el apacible

silencio.

Aquí vivió hasta sus 15 años.

Al vivir en un lugar donde no puedes ver ni tu propia mano, desarrollas mejor tus otros sentidos

con tal de dirigirte efectivamente por los pasillos y habitaciones.

No necesitaba rebuscar en su memoria para traer de vuelta las veces que cayó por las escaleras,

se perdió o chocaba con las paredes. Sus primeros años de vida fueron así.

Tuvo que aprender por sí mismo a dirigirse. Aprendió a oír mejor, a sentir las vibraciones en el

suelo, los pasajes de su casa, y a ver en la más oscura morada.

Por eso sus ojos ahora difícilmente se adaptaban a la luz que había afuera. Le resultaba muy

molesta, gracias a su vida en esta casa a ciegas.

— Jaque mate.

—…

No se creía alguien incapaz de aceptar una derrota, y aun así… aun así…

¡PLOW! La mesa retumbó con el golpe.

(…)

— Ya veo. Así que en nuestra ausencia, no solo robaron las cosas valiosas de la mansión, sino

que lastimaron gravemente al Joven Sylph, además de que perdieron el tiempo entre sí como

un par de idiotas…

— Veo que necesitan más entrenamiento.

— ¡Eek! ¡Disculpa…!

Todos los sirvientes se arrodillaron ante la chica pelirroja y el mayordomo.

Esto eran Camelia y Asura. La primera, una sirvienta hábil y perspicaz, y el segundo, un hombre

que poseía el rango más alto aquí además de Jeremy. Ambos eran la élite de la mansión entre

ellos, quienes merecían profundo respeto.

— Ahhh…

Camelia echó afuera un suspiro.

— ¿Qué falta?

—…

— Vamos…

— Dos jarrones mazola, las joyas de Sorey-Sama, una pintura, y aproximadamente 1.000

monedas de oro, y la vajilla sagrada del reino de Flyers.

— Uh… Esperaba que este lugar hubiera sido vaciado, pero eso es menos de lo que pensé, aunque las joyas de Sorey-Sama es algo grave en su propia extensión.

Aunque a la persona en cuestión no le importaba mucho. Ella no amaba las joyas o piedras preciosas como para llorar por su pérdida.

— En ese caso, recuperemos lo que falta.

(…)

Con el fin de recuperar el mobiliario perdido, Camelia viajaría a la capital.

Anotó en una lista las cosas perdidas, las que repondría al viajar al comprar nuevas.

Ajustó las bolsas llenas de dinero para tal tarea. No necesitaba escolta. Ella misma podía protegerse.

— Que le vaya bien, Camelia-San.

— Trata de no agravar más tus heridas, Shield-Kun.

Dijo palpando su hombro ligeramente.

A Asura le dio una reverencia suave.

— Cuida de todos, por favor… Solo puedo confiar en ti respecto a la fuerza bruta.

— Nosotros no estamos de adorno, sabes. – Ignoró las voces de fondo.

— Sí. – Asintió el pelinegro.

— Entonces. Con su permiso…

Ahora debería entrar en el carruaje y marcharse…

— ¡Espera!

O eso quiso hacer…

Todos los empleados reunidos afuera de la mansión se giraron al joven elfo que venía corriendo.

La pelirroja lo reconoció bien. Era el tercer hijo de la familia, alguien a quien estimaba mucho.

— Joven Sylph. ¿Qué le trae por aquí?

Quién habló era un hombre alto, de pose erguida y respetable. Su cabello denso y negruzco caía en una cola que caía sobre su nuca.

Sylph sonrió, moviendo su mirada a Camelia.

— ¡Quiero ir contigo, Camelia!

—…

Su pedido heló al público de servidores. Shield, Yuria, y Stone tuvieron las reacciones más cómicas, haciendo un "¿Hah?" bien audible y con caras pálidas.

— ¿Perdón? – La joven rehízo la pregunta, girándose por fin. Su cabello granate revoloteó agraciadamente.

El traje de sirvienta quedaba como anillo al dedo sobre su pequeña silueta.

—Quiero ir conti-No… Iré contigo.

No se molestó por volver a repetir la misma frase. Su deseo seguía siendo el mismo.

Los sirvientes se miraron entre sí.

— Pero, Joven Sylph, voy a reponer parte de las cosas perdidas de la mansión…

— Lo sé.

— No voy a jugar.

— Lo tengo entendido.

— Será algo extremadamente aburrido, y me tomo mi tiempo eligiendo cada producto.

— No es un secreto.

—… — Ninguna de sus estrategias anti-Sylph funcionaba ese día. ¿Qué objetivo tenía el joven amo? — ¿Puede al menos, decirme por qué desea salir?

— ¿Le aburre la mansión? – Dijo Stone.

— ¿Está molesto por algo?

— ¿Se siente mal por su habitación destruida?

— ¿O que su mejor ropa quedó hecha añicos?

— ¡No era necesario recordarme todo eso, saben!

Ahora por culpa de eso, recordaba muchas cosas negativas que quedaron a la visita del pelinegro.

— Digamos que quiero despejar mi mente, y ver si atrapo una serpiente.

— ¿—?

— Antes de que me digas que no, no me refiero literalmente a tomar una serpiente en las manos. Es algo metafórico…

— Metafórico, entiendo… E-Entonces… Nada hará que desista, ¿cierto?

Él asintió efusivamente.

— ¿Entonces? ¿Vamos saliendo? – Dijo ansiosamente el chico.

Camelia le echó una mirada, sabiendo que no quedaba otra opción que aceptarlo.

— Uh, supongo.

Sylph cerró su puño victoriosamente.

— Pero le repito que será aburrido.

— Sí, sí.

(…)

Luz solar. Su mayor debilidad, que aborrecía más que la ley.

Ese astro que tanto detestaba, lo sometía a una inclemente tortura con la luz irradiando directamente sobre su rostro.

¿Qué podía ser peor que eso?

Dark se colocó su capucha, sintiendo el calor sofocante por la ropa.

Supongo que no hay diferencia entre mi madre y yo.

Terminando por perder patéticamente en el juego de ajedrez, su madre lo despidió amorosamente con un "Como puedes ver, gané con mucho espacio de maniobra. Ya saber cuál es tu deber como perdedor", se retiró y salió de su antiguo hogar.

El panorama que sus ojos veían era bastante movido. Al ser lunes, muchos negocios abrían temprano y hacían buenas ofertas para captar clientes. La rutina de los vendedores se reanudaba con muchas energías.

Trajes blancos con capas negras parpadearon en sus pupilas verdes. Guardias iban de aquí a allá,

tomando guardia con extrema diligencia. Intentar algo sería un suicidio.

— ¡Uoh, espera, ladrón! ¡Alguien agárrelo!

Claro que las personas no siempre hacen lo más lógico.

Un pequeño hombrecillo de nariz enorme (Más parecido a un duende maligno) salió disparado de la multitud, llevando fieramente en sus manos una bolsa de dinero que posiblemente era robada. La persona víctima del atraco, estiró su mano. Por sus ropas no era incorrecto pensar que se trataba de un campesino luego de vender su mercancía.

El hombre de baja altura corrió entre las personas, colándose bajo las piernas de las mujeres para evitar al hombre que le perseguía.

Dark se desinteresó en menos de un segundo, siguiendo su camino como si nada.

¡ZUIN!

El limpio corte incrustándose en el concreto aplastó los murmullos y el escándalo del público.

Los cotilleos se silenciaron.

El filo brillante del estoque solo necesitaría unos centímetros más para rebanar al hombrecillo.

Fue audazmente clavada a menos de un metro del hombre, que de no haberse detenido de su persecución, habría acabado cortado a la mitad.

Nadie supo lo que había ocurrido, pese a estar mirando todo este tiempo. El que tenía una vaga idea respondía a Darkness.

— Lamento tener que interponerme en tu camino, pero robar es considerado un crimen, y como el crimen que es, debe ser condenado.

La caballerosa (Y molesta, según Dark) voz masculina atiborró los oídos de la multitud. Del grupo concerniente de personas emergió un caballero, envuelto en galantes ropas blancas con unas sutiles líneas negras en la parte inferior de su ropa. Instantáneamente, y como si fuera necesario para su entrada, se oyeron los suspiros femeninos por la belleza del rostro del hombre.

Su cabello, de un amarillo pálido, caía elegantemente sobre su frente, con algunos mechones rebeldes pero bien puestos. Su mirada violeta-dorada se puso sobre el criminal ladrón de dinero, esta se endureció, portando algo de lástima por hacer uso de la violencia.

Sin duda su perfil era de alguien amante del pacifismo, y sin embargo, era un Caballero Dorado, encargado de mantener el orden en las calles del reino.

Con suma facilidad arrestó al criminal, atándole de las muñecas y enviándolo con un compañero a la delegación.

Esto se resolvió en menos de dos minutos, gracias a la capacidad del galante caballero de blanco.

Los que apoyaban el lado de los caballeros aplaudieron, o dieron palabras de ánimo y aliento.

Darkness sonó la lengua. Por algo las personas correctas le causaban repulsión.

Inhumanamente, pareció que el de cabello amarillo opaco oyó su gesto descontento, y se giró en su dirección.

El verde tóxico y los ojos bicolores se toparon en medio del bullicio de las ovaciones.

El corazón de Dark se detuvo, pero de mala manera. Alentó su ritmo cardíaco, para no parecer afectado, y naturalmente giró su mirada. Detestaba ese tipo de personas, pero sabía bien que su habilidad no era una broma.

Caminó lejos del gentío, yendo a una de las tiendas que frecuentaba. Esta no era la más agradable y culta. Su ubicación se remontaba a un lugar oscuro y lóbrego, al que ninguna persona cuerda se acercaría.

Un hombre, que solo podía catalogarse de sospechoso y deshonesto, lo atendió en cuánto llegó al puesto demacrado.

— Oh, mira quién vino esta vez. Uno de mis mejores clientes. – Dijo la frase que le decía a todos los demás.

— Se me acabaron las pociones curativas. – No dio detalles al respecto. El vendedor no los necesitaba mientras tuviera el dinero.

La tienda (Que apenas podía catalogarse como una) mostraba en una mesa diferentes artilugios, como frascos de líquidos de colores diferentes, algunos libros o grimorios, y armas que aún no circulaban por el mercado.

Quería los frascos de líquido escarlata encendido. Con invertir en 20 debería estar bien.

Pagó la cantidad que haría llorar a alguien de baja clase, poniendo dentro de su alforja los frascos que no tendrían más de 500ml.

— Ha habido mucho movimiento últimamente en la capital ¿eh? – El vendedor de apariencia grotesca lanzó ese dardo.

—… — No le pareció mala idea hablar sobre ello. – Lo he notado. ¿A qué se deben tantos guardias?

— No solo guardias, también hay muchos Caballeros Dorados. Esos normalmente no andan por las calles.

Su alto estatus no se lo permitiría.

— ¿Entonces?

— Se han informado numerosos "incidentes" violentos alrededor de Eclipse. Muchos de ellos a extranjeros y semi-humanos.

— Eso es raro.

Eclipse, el país donde vivía, era uno bastante abierto a los extranjeros que venían del exterior, expatriados de sus reinos y hogares. Que las calles estuvieran repletas de personas con rasgos animales no era una cosa del otro mundo en Eclipse. Incluso las personas lugareñas aceptaban de buena gana los forasteros que entraban en sus tierras. En ese sentido, el país era un buen lugar para los que no tenían un lugar a donde ir.

— Sí, pero también se han visto otros ataques.

— ¿Por ejemplo?

El hombre de sombrero roto se inclinó adelante, susurrando venenosamente:

— El hermano mayor del rey Pendragon, fue asesinado mientras estaba dentro del mismísimo castillo. Dicen que los sesos le quedaron esparcidos. Aun no se sabe quién es el culpable del homicidio.

Elevó su ceja con interés.

— Sin mal no recuerdo, ese hombre, Xewi, era un lunático con traje religioso. Su papel en la Iglesia debía ser minúsculo. Solo estaba incluido por ser el hermano del Rey.

— No te lo negaré.

En este mundo, existía gente que ocupaba cargos solo por tener una conexión. Era injusto, sí, pero no había nada que hacer frente a eso y las adversidades de la vida.

— Por eso hay numerosos guardias de rutina. Buscan a alguien capaz de matar a la familia real o de genocidios. Cualquier que se vea sospechoso será seriamente interrogado.

— Uh, ok. Es una información bastante útil.

Sobre la mesa echó tres monedas de plata en pago por el consejo. El vendedor sonrió plácidamente, tomando el dinero. Le despidió con una mano, reacomodando su mercancía.

Determinó dentro de sí, no causar ningún revuelo en público. Tener a un montón de caballeros y guardias detrás sería fastidioso. En cuánto llegara tendría que avisarle a Link de tener bajo perfil.

Se guio por el pasadizo que solo los que solían transitar sabrían como la palma de su mano. Una persona común se perdería como tres veces antes de encontrar el camino a la calle principal.

Solo necesitaba girar una vez más y llegaría a la luz que tanto odiaba.

Cruzó.

Algo se colocó cercano a su cuello. Diría que era un cuchillo, eso parecía, pues apenas percibía el tipo de arma que era con lo viejo y oxidado de su hoja.

— N-Ni se te ocurra pedir ayuda.

El pánico no se expresó en su rostro ni acciones. Calmadamente, y como si estuviera en un viaje de negocios, miró a su "agresor".

Aspecto; demacrado. Si lo comparaba con el vendedor, ganaría por puntos de descuido. Incluso el hombre de ropas viejas tenía su orgullo. Este ni siquiera podía vestirse apropiadamente. Sus ropas viejas apenas podían catalogarse como tal, sería más convincente decirles "trapos sucios entretejidos" feamente.

Si su ropa no fuera ya mala, su rostro sí lo era. Su mirada divagaba de lado en lado, como un lunático. Bolsas oscuras salían bajo sus ojos, resultado de varias noches sin dormir. A su piel le hacía falta luz solar, y su cabello comenzaba a caerse.

— ¡D-Dame todo el dinero que traigas encima! ¡S-Si intentas algo te mataré! ¿¡Oíste!? – Dijo nerviosamente.

— …

— ¿¡A-Acaso no oíste bien!? ¡N-Necesito el dinero para…! – Se calló de repente, temblando. — ¡S-Si no tengo Sugar…me volveré loco! Lo necesito cuanto antes… – Se horrorizó.

Darkness tuvo la respuesta de su incoherente comportamiento para un ser humano.

"Sugar" era el nombre de una droga que rodaba por el mercado, las calles y donde hubiera humanos. Para ser nueva, rivalizaba con el tabaco y otros. Su efecto de sedante e ilusiones fantasiosas era su mayor ventaja en contra de las demás medicinas adictivas. Su nombre salía de su aspecto dulce de azúcar en polvo de color rosa. Un bonito nombre para algo tan dañino.

Las personas olvidaban la realidad en la que vivían y se entregaban por completo a ese polvo nocivo.

¿Enserio? ¿Justo ahora tenía que toparme con este tipo?

A eso no podía hacérsele nada. Obedientemente, y sin mostrar signos de miedo, se dejó guiar a otro callejón al fondo.

— ¡A-Ahora dame todo tu dine—

Colgó la última palabra, con su lengua pendiendo de su boca. La mano de Darkness apretaba su garganta. No le dio tiempo ni de terminar su oración, pues Dark aumentó la presión sobre su cuello.

— ¡Ngh! – Su rostro perdió el escaso color, y tiró el cuchillo. Se agitó desesperado, con sus ojos abultados.

— Mala suerte, amigo. Podría decir algo alentador, pero de todos modos habrías muerto por sobredosis.

Sugar era reconocido por hacer que los que se dopaban excesivamente nunca volvieran de un sueño eterno.

— Es…pe...ra. Ng…

El punto de quiebre finalmente llegó, dando fin a las vanas súplicas del adicto. El cascarón vacío fue tirado a los pies del hombre de ropas oscuras, y casualmente se limpiaba la mano por su capucha.

No dijo palabras de reconocimiento o luto. No las creía necesarias para la bajeza de ser humano en el piso. Su expresión después de muerto rivalizaba con el insensato de la humanidad. No quedaba ni lástima por él.

Anotó mentalmente nunca tocar el susodicho polvo rosado. Echaría su carrera de mercenario a la basura.

Ajustando su capucha para volver a ponérsela, dio un paso.

Una sombra se posó heroicamente en la entrada del callejón sin salida. Su ropa pulcra y bien hecha no congeniaba con el polvo y la suciedad de ese lugar. Su cabello rubio revoloteó luego de una dura carrera.

—…

Dark no se movió, estudiando los datos.

El estupendo caballero Silver, fue testigo de la dantesca escena de asesinato en medio del día.

El cerebro de Darkness maquinó más rápido que nunca.

Actualmente, frustró el intento de robo de un lunático, matándolo al romperle el cuello, y dispuesto a irse, cruzó con uno de los caballeros que vio antes en la calle principal. Sería natural pensar que cometió el homicidio, y efectivamente así era.

Las palabras suyas resonaron en su mente, las de no meterse en problemas.

¿Qué giro de acontecimientos grotescos son estos? Se dijo.

Haciendo uso de lo que dijo Carl, el vendedor de 63 años, los guardias y caballeros estaban al pendiente de todo el que se viera sospechoso. Con las pintas que tenía este tipo tirado en el piso, no sería extraño que el buen caballero lo siguiera por precaución.

Dios, mátame.

Imploró sinceramente.

Silver, el buen caballero, revisó la escena del crimen. Era bien evidente que el hombre tirado en el piso fue brutalmente asesinado por el que estaba de pie, con cara de póquer.

— En nombre de los Caballeros Dorados y el Reino Eclipse, yo, Silver, te arresto por homicidio…¡—!

Darkness, escalando como una auténtica araña subió por las paredes y escapó de su vista por los tejados de los edificios de más de tres metros de altura.

— ¡Ah, espera!

Dark salió disparado, continuando su carrera sin detenerse a mirar atrás. Debería ser retardado mental como mínimo si quería que oyera su presentación para posteriormente arrestarlo. Las personas buenas y cándidas como él le ponía los nervios de punta.

Paró de pensar, alimentar su desagrado por el de ojos bicolores empeoraría su concentración.

En medio de su reprimenda mental, la sombra que abarcó su frente fue ocupado por el hombre llamado Silver. Su espada en mano fue agitada por el aire, buscando hacer contacto con Dark.

Olvidándose de pensar, su cuerpo se agachó, evadiendo una decapitación.

— ¡Oh! – Dijo SIlver sorprendido. Se debería ser un monstruo para esquivar eso.

Darkness comprendió rápidamente que evitar al joven sería casi imposible, y que lo más óptimo sería arrebatarle la vida.

Ojalá las cosas fueran como uno las espera. Enserio… ¿Qué pasaba este día que todo iba en su contra?

Un fulgor dorado encegueció su visión, con un tortuoso ardor que asaba desde sus dedos hasta su codo. El calor insoportable se coló bajo su piel, quemando su carne. Apartó su mano, aun despidiendo humo de ella.

Viendo que sería rápido, probó con una de sus técnicas sin mucho esfuerzo. Arrancarle el corazón lo habría matado, pero con solo arremeter el pecho del caballero se encendió en luz sagrada y repelió sus intenciones asesinas. Le dio un buen obsequio de recuerdo.

Plan B. Escape.

Deslizándose por las tejas de la casa, bajó hasta las calles por las que fluían ríos de personas. El tiempo de reacción de Silver tardó menos de un minuto en seguirlo.

— ¡Espera! ¡Hmg!

Su voz se achicó cuando se movió apresuradamente. La quemazón de los cinco dedos incrustados en su pecho alteró sus nervios. La luz sagrada lo protegió, pero no repelió por completo el impulso, y por consecuencia ahora tenía un flujo anormal de magia oscura y blanca luchando dentro de él.

Puede que no me haya matado, pero hacer esto fue un buen movimiento si me quiere retrasar.

Pero dejarlo ir no entraba dentro de sus cabales, y decidió buscar asistencia.

Cerrando los ojos momentáneamente, centró su magia en la parte superior de su cabeza. El flujo de maná fluyó, algo inestable, y se expresó en unas bolas plateadas que tiritaban con pequeñas flamas.

Estas bolas misteriosas se regeneraron e hicieron animales. Cinco lobos grises aullaron. Su conformación no era sólida, y se podía ver a través de sus cuerpos, pero no existía duda de que ahora mismo existían allí.

Los lobos se arremolinaron frente a su amo, quién los creó.

— Vayan…

Limpiamente dio su orden, y las bestias más pequeñas que los animales normales partieron en direcciones contrarias. Su velocidad transcendió lo que alguien esperaría de un lobo común. Al no tener cuerpos físicos como tal, podía atravesar los obstáculos y saltar más alto.

— Ok, ahora… — Se bajó de un salto del tejado, cayendo en tierra.

Saludó a un vendedor de frutas que casualmente lo vio descender, y siguió el rastro del hombre más astuto que la serpiente.

Los lobos fueron volando ligeros, encontrándose con guardias y caballeros. Estos al ver los animales astrales, extendieron su mano, y en cuanto tocaron a los lobos, se desintegraron. El torrente de información llegó a las mentes de los guardias, que sin perder tiempo fueron en ayuda a Silver en la captura del criminal.

Hoy no era el día predilecto de Darkness, el mercenario.

(…)

Personas, tendederos, niños, calles, paredes, carruajes, caballos, todos estos se ponían en su camino y tenía que echarlos a un lado o usarlos de pantalla para no alumbrar excesivamente.

Además del problemático caballero correcto, tenía otros cinco persiguiéndole en medio de la calle. Más de una vez trataron de acorralarlo, pero su astucia los dejó como tontos.

Las cosas no podían continuar así. Cada vez sentía al caballero más cerca, pidiendo educadamente información a los transeúntes.

Controlando su respiración algo acelerada, se unió al río de gente con naturalidad. Su capa fue retirada y su cabello peinado elegantemente hacia atrás con su mano.

— ¿¡Dónde está!? – Uno de los guardias miró de aquí a otro lado, pero no pudo prever su truco y siguió buscando entre los que se veían sospechosos, sin resultado.

Caminó pausadamente, como alguien que venía de visita y se fue arrimando a las partes alejadas del movido centro de Redrick. El vidrio de una panadería captó su atención, por el reflejo que le daba una buena vista precedente de su aspecto.

Con su cabello hacia atrás, daba aires de alguien bien entrenado y considerado, pese a los pelos cercanos a su frente que tercamente salían como escamas de dragón. La luz reflejaba un plateado limpio en su cabello, y sus atractivos ojos verde esmeralda quedarían como buen disfraz de no ser por las rayas negras que tenía de pupilas.

Mucha excelencia para Darkness.

Sacó unos cabellos que cayeron como ganchos sobre su frente, algo más parecido a su estilo.

Debía señalar que no le quedaba nada mal este look.

Regresó a sus cabales y siguió caminando. Podía sentir que el caballero se acercaba molestamente a fastidiarle el escape.

Para evitar que lo encontraran, necesitaba un lugar protegido por una barrera mágica. Las barreras mágicas se encargaban de evitar maldiciones y rastreos. Lo usaban en hoteles, bares y carruajes de gente importante. A menos que tuvieras una imagen directa de quién quería atrapar, no podía encontrarlo por medios enigmáticos.

Apresuró el paso, buscando un carruaje que tuviera una barrera sólida y bien entretejida. No confiaba en que una triste barrera bastaría para despistar al caballero. Incluso si fallaba por un segundo y este lo sentía, acabarían mal las cosas.

Un carruaje de lo más adornado, de un pulcro color blancuzco y azul real, estacionaba en un área para VIP's, nobles y personas de gran calibre. Ese en específico le gustó.

El guardia que protegía los carruajes ordenados en fila no supuso un problema. Evadió fácilmente su vista limitada y abrió sigilosamente una de las puertas del carruaje que deseaba por escondite. En caso hipotético de estar ocupado, amenazaría al ocupante y cuando estuviera a salvo se iría. El miedo funcionaba como buen silenciador en estos casos.

— Con permiso. – Ocupó el asiento acolchado y cómodo. Fue que la respiración cortada le avisó temprano que el carruaje efectivamente tenía dentro a alguien.

Solo haré lo de siempre.

— T-T-Tú…

La voz aniñada molestó sus oídos, por la familiaridad que le daba desazón. Lentamente se fijó en la persona sentada en el otro asiento de cara a él.

Hay algo malo conmigo hoy. Pensó, viendo al chico sentado con una sonrisa de oreja a oreja.

El jovencito de la casa de los elfos estaba allí, sonriente. Ahora llevaba unas ropas nuevas. El ruido de afuera llevó su mano a taparle la boca. Sylph se extrañó, pero no opuso resistencia al brusco movimiento.

El ruido de los guardias buscándolos se hizo más leve, desapareciendo.

Lo primero que hizo fue masajearse las sienes, soltando al chico.

— Ok, lo comprendo. Odio los lunes.

– Concluyó, sin más opción que quedarse allí.

Si salía ahora en busca de otro carruaje vacío (O con alguien que no conociera) se arriesgaba a ser encontrado en medio del acto. Ser arrestado no cabía en sus planes de vida.

Al extremo de la locura, vio una vez más al chico de orejas largas. Sus ojos lo miraban con interés y la curiosidad de un gato. ¿En dónde quedó su petulancia por su persona?

Dark miró a los lados.

— ¿Y tú escolta?

— ¿Uh?

— Escolta. Un joven noble como tú no podría venir solo a la capital. Dime donde está tu niñera.

El chico infló las mejillas, pero controló su mal genio y contestó:

— Camelia dijo que vendría en treinta minutos, luego de visitar a alguien.

— Ya veo, menos mal. ¿Hace cuánto que salió?

— Hace como diez minutos.

Agradeció ser oportuno.

Se acomodó en el suave asiento.

—…

—…

Un ataque salvaje del chico de ojos rojizos estaría bien, pero no encontraba nada de rencor en los ojos de él.

Levantó la mano.

— Puedo preguntar por fin ¿Qué deseas de mí? Tus reacciones no van con la de alguien que su casa fue robada hace una semana. Estaba seguro, que si nos encontrábamos, saltarías encima de mí pidiendo venganza.

Sylph se hizo el confundido, prosiguiendo con palabras seguras.

— Ciertamente, los primeros momentos luego de despertar pensé de esa forma.

—…

—…Pero desistí y cambié mi modo de pensar.

Dentro de sus palabras no había ningún tipo de resentimiento, pero Darkness guardó su distancia. Tener escamas de las verdaderas intenciones de Sylph no estaría del todo equivocado.

— Entonces permíteme cambiar mi pregunta anterior… — Cruzó sus piernas, mirando filosamente al joven. — ¿Qué quieres de mí?

La sonrisa del niño se extendió como pólvora.

Con suma facilidad, expuso sus más profundos deseos y pensamientos:

— Quiero que trabajes para mí.

—…

Lo dijo.

"Quiero que mates a alguien por mí" habría tenido mayor sentido. En el pasado consiguió trabajos así, pero esto estaba lejos de sus expectativas.

— Por "mansión" te refieres a la mansión Clover ¿no es así?

El asentimiento le confirmó. Re-ordenó sus pensamientos, poniéndolos en fila. Di decía algo fuera

de lugar podría acabar arrepentido.

Cambiarse de carruaje no sonaba tan mal.

— Supongo que tienes bien claro que fui "yo" y mi compañero que nos colamos en tu mansión a robar.

— Que sepa no soy tan olvidadizo.

Entonces admitía que lo era.

— Y quieres, actualmente, contratarme para trabajar para tu familia.

— Pensaba que estaba claro.

Este chico tenía problemas para exponer sus ideales.

— ¿A petición de quién?

— Mía y solo mía.

— ¿Por qué?

— Simple interés.

— ¿En qué?

— Como guardaespaldas.

— Comprendo que serías fácil de matar, pero contratar a un mercenario para este trabajo es muy contrario a la naturaleza de los elfos.

— ¿De qué naturaleza hablas?

— ¿De verdad no tienes idea?

Este chico no tenía idea de los ideales elficos. Su mundo se limitaba exclusivamente a esa mansión, de vida acomodada y pacífica. ¿Exactamente que lo motivaba a hacerle esta propuesta de trabajo fuera del sentido común?

— No veo nada raro en mi petición. – Dicho eso, agregó al fuego más leña. – El pago será de 100 monedas de oro por mes.

—…

Su comprensión sobre el negocio, aunque básico, estaba bien respaldado. No puedes contratar a alguien si no pones un precio por sus servicios. 100 de oro era algo muy tentador para cualquier

mercenario. Una familia noble considerada como Clover le sería sencillo dar ese pago sin afectar su economía.

— ¿A qué tratas de llegas?

Las cejas de Sylph se levantaron.

— ¿Entonces deseas más? Bien, que sean 120 monedas.

— No, eso…

— ¡150! ¡200!

—Espera... No es eso a lo que me refiero.

–¿No...?

– No me quejo del pago. En realidad, 100 monedas de oro es un buen pago por ser guardaespaldas, pero el verdadero asunto es ¿Qué hay de tu familia?

— ¿Ellos? Confían mucho en mi juicio.

–...

Entonces ellos mismos son ignorantes, dedujo.

Se abstuvo de decir aquello, mirando fijamente al elfo.

Repasó los datos recibidos hasta ahora.

Una propuesta de trabajo.

Un buen pago mensual.

La oportunidad de tener respaldo.

Habría muchas ventajas, pero estas podían volverse en su contra y cortarlo como una espada de doble filo.

— Digamos que acepto tu propuesta, elfo.

— Me llamo Sylph.

Lo ignoró.

— Esperas que llegue, ¿y que se sepa que hace una semana me adentré en esa mansión a robar?

— Nunca dije que ellos lo sabrían.

Allí, bajo su mirada, encontró la sonrisa maléfica de un pequeño demonio de lindo rostro. No podía creerlo.

— Podría traicionarte y volver a robar la Gema. – No mentía.

— Eso no sucederá.

Su ingenua confianza le molestó, pero se tragó su opinión personal.

— Tendría que pensarlo.

Normalmente, todo el mundo daba un plazo de tiempo luego de oír el famoso "No me llames, yo te llamo".

No obstante, la expresión de Sylph se volvió adusta, inconforme, dijo:

— ¿No puedes decidirlo ahora? No tengo mucho tiempo libre.

– De verdad...

Que dijera eso casi lo tira de su asiento. Quién tenía poco tiempo era él.

— Puedo notar que eres testarudo.

— No comprendo el significado entre líneas...

— Es porque no hay ningún significado entre líneas.

— ¿Un tiempo de prueba te serviría para decidirte? Podrías comenzar por unas semanas.

—…

¿Este chico no podía rendirse? Si tiraba sus pensamientos honestos sobre la mesa, sería evidente su renuencia a acoplarse a una de las casas nobles. El anonimato era su mayor defensa.

— Puedes presentarte con un alias.

No creía que el chico de casa honesta le dijera eso.

No parecía dispuesta a ceder.

Su inquebrantable espíritu hizo una fisura en su escudo. Aire escapó de sus pulmones, echándose adelante.

No había nada más de qué hablar.

(…)

Que molestia. ¡Que molestia!

Se decía la chica de pelo escarlata brillante. Su belleza robaría los corazones de quién la mirara…si no tuviera un rostro demoniaco capaz de asesinar a una quimera.

Sus fuertes pisadas removías el polvo de los cuadros de piedra que formaban la calle. Sus brazos agitándose al compás de su caminar atemorizaría a cualquier niño que la viera caminar hacia él.

No temía, al menos allí, dar rienda suelta a su enojo.

No, no sería lo más indicado para decir. Si ese fuera el caso, la escena de un carruaje saliendo volando por los cierros deberías ser efectuada, pero no.

Buscó consuelo en el caramelo de sabor dulce que se metió a la boca. La compañía Kimberly mejoraba cada vez su producción de golosinas. Ya eran reconocidos en cinco reinos.

De todos los asuntos que trataba con destreza, su vida familiar era lo único que no podía afrontar con una voluntad de hierro. Su padre era un idiota. ¡Un verdadero idiota!

Si solo pudiera olvidarse de ese idiota…

Tranquilamente, y guardando la compostura de un sirviente de su clase, se adentró al aparcamiento de carrozas. Identificándose con el guardia, fue a su carruaje azulejo.

— Ya volví, Joven Sylph. Lamento la tardanza…

Su sonrisa tradicional se quedó a medio dibujar. Un extraño de aspecto sospechoso la miraba desinteresado.

—…

La primera pregunta que asaltó su mente fue "¿Quién es él?".

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