Ahí estaba, sentada en la fila de adelante mientras el Sr. Turner escribía ecuaciones en el pizarrón. Todos estaban atentos, completamente callados y tratando de anotar a la misma velocidad que el profesor.

¿Yo? Estaba muy ocupada tratando de terminar un retrato del profesor de Biología siendo atacado por un perro. No es que odiara las clases, simplemente me cuesta concentrarme.

—Grace —escucho mi nombre pero sigo bocetando—. Señorita Witwicky —detengo mi mano y subo la mirada—. ¿Me escuchó? Pase estos exámenes.

El Sr. Turner me entrega una pila de hojas con calificaciones escritas en rojo, giro mi torso para pasarselos a la chica de atrás. Cuando terminan de repartirlos, soy la única que se queda con las manos vacías.

—Señor, falta mi examen —le informo confundida.

—No, no falta. Aquí está —apunta una hoja sobre su mesa. En conjunto con su voz, la campana del final de clases suena—. Bien, todos pueden salir, nos vemos mañana —todos se levantan y empiezan a salir, tomo mis cosas para poder hacer lo mismo—. Grace, tú te quedas. Tenemos que hablar de esto.

Detengo mis pies y me quedo estática. Todos me rebasan, pasando por los lados. Cuando nos quedamos solos, ruedo los ojos y suelto un largo suspiro para prepararme.

—¿Cuál es el problema? —doy la vuelta, quedando cara a cara.

—El problema es que sacaste cero en mi examen, otra vez —dice, mostrándome la hoja—. Ya son dos veces, ¿Tratas de reprobar el curso?

—No.

Él relaja los hombros y vuelve a poner la hoja sobre su escritorio.

—Un exámen reprobado dos veces, ningún acierto correcto. No había visto esto ni con el más tarado de la clase —se me escapa una risita, así que la oculto. Sé que no es el momento—. Incluso respondiendo al azar, existe un 50% de probabilidades de obtener al menos una pregunta como buena. ¿Sabes cuál es la única manera de fallar a eso?

—Conociendo las respuestas correctas —susurré.

—¿Es por el concurso estatal? —me quedé callada. Supo que era por eso.

Definitivamente yo no quería concursar pero él había insistido cuando destaqué con el promedio mas alto.

—¿Ya me puedo ir? Le prometí a mi hermano que hoy lo acompañaría a comprar su primer auto.

—Sí, puedes irte —rápidamente giré sobre mis talones y empecé a dar pasos rápidos hacia la puerta—. Grace —volvió a llamarme, me detuve un instante—. Eres una chica brillante. No lo desperdicies.

Tragué saliva. Seguí caminando hasta llegar al pasillo invadido por los demás estudiantes, atravesé el mar de adolescentes con la mirada al frente con el único objetivo de encontrar a mi hermano.

—Sam —sonrío por primera vez en el día.

Encuentro a Sam saliendo apresurado con un montón de cosas entre sus manos.

Creo que mi hermano mayor es la única persona que le da algo de felicidad a mi vida. No tengo otros amigos además de él, aunque me gustaría tenerlos. Soy mala socializando. La gente se asusta de mí con facilidad.

—Sostén esto —me da un par de libros, sobre ellos hay un mapa enrollado y unos anteojos.

—¿Trataste de vender estas basuras también aquí?

Por alguna razón, Sam llevaba semanas intentando vender ese mapa y los anteojos de nuestro bisabuelo en su vergonzosa página de eBay. Con un nombre de usuario nada lindo, por cierto.

—No son basura y sí, de alguna forma tenía que conseguir dinero. Tendré el auto pero falta a la chica, no tendré a la chica si no tengo dinero —se defiende. Termina de ponerse su mochila y le devuelvo sus cosas, él las guarda para después ponernos en marcha a la salida.

—Sobre eso, ¿Cómo te fue con tu trabajo? Dime que conseguiste una A.

—¿Qué te parece esto? —me muestra la hoja con la calificación escrita con crayón rojo—. ¡Bum! Una A menos. Pero es una A. Papá no podrá decir que no al auto.

Hablando del rey de Roma, cuando salimos del edificio vemos a papá esperándonos afuera. Vamos hacia él, Sam llega impaciente a contarle las buenas noticas. Está muy emocionado, ha esperado mucho por tener su primer auto.

—¿A ti cómo te fue en tu exámen, cariño? —me mira sonriente.

—Aprobé —mentí. Fingí una sonrisa. No quería decepcionarlo.

—¡Esa es mi chica! —exclama orgulloso.

A veces siento que esperan mucho de mí, ya que, soy la única hija en la familia. Sé que también está Sam pero bueno, es Sam.

Subimos al vehículo y nos ponemos en marcha, pasamos por una agencia de autos pero solo era una broma de papá para Sam. Luego de eso, llegamos al verdadero lugar que papá tenía planeado.

Apenas nos bajamos, pude notar la cara de decepción de Sam. No estábamos en un lugar de primera exactamente.

—¿Es juego? —Sam seguía sin creerlo.

—Oye, es tu primer auto —le recuerda papá.

En cuanto llegamos, fuimos recibidos por el vendedor que se presentó como Bobby B. Vimos algunos de los modelos que tenían, pero ninguno lograba impresionar a Sam.

—¿Qué te parece este? Es lindo —me detengo en un Volkswagen Beetle 2003 color rosa.

—¿Cuánto por ese? —le pregunta papá al vendedor, apuntando con la cabeza el auto que me había gustado.

—Se los dejaré en cuatro mil, ¿Qué tal? Hoy estoy muy generoso.

—Si fuera tú, lo llevaría —aseguró papá.

—¿Tengo cara de Barbie? No puedo llegar a la escuela en un auto rosa —se queja Sam.

—Podrías llevarme al parque, de compras... —bromeo, solo quería molestarlo un poco.

—Definitivamente el rosa no.

Me encogí de hombros. Seguí buscando algo bueno entre tanta chatarra, en eso un vibrante color amarillo atrapó mi atención. Al frente había un Camaro viejo.

Me acerqué curiosa hacia el auto, Sam se dió cuenta y también se aproximó. Es cómo si algo en el nos llamara.

—Este si me gusta —dijo asombrado—. Tiene franjas de carreras.

—Sí, de carreras... ¿Qué rayos? Este no lo había visto —el hombre miró hacia el taller—. ¡Manny! ¿De dónde salió esta cosa?

Sam y yo seguíamos ensimismados observándolo, él abrió la puerta y subió. Noté cómo sostenía el volante en sus manos para probarlo, con su pulgar removió el polvo del botón del claxon. Tenía un extraño símbolo en el. Jamás había visto algo parecido.

—¿Y este? —pregunté.

A pesar de que antes el vendedor parecía desconcertado, vino hacia nosotros con una gran sonrisa. Podía ver la ambición reflejada en ella.

—Bueno, con esta pintura y los neumáticos...

—La pintura está opaca —lo interrumpió Sam.

—Pero de primera —alegó el hombre.

—¿Opaca de primera? —ambos lo miramos.

—Ustedes son unos niños, ¡No tienen idea! —exclama y luego mira a mi padre—. Quiero cinco grandes.

—No pagaré mas de cuatro.

—Bien, fuera del auto —le dice a mi hermano.

—Usted dijo que los autos nos eligen, ¿Ya olvidó eso? —alegó Sam.

—Pues este eligió a uno de padre tacaño.

Tiene un punto.

—Olvídalo, buscaremos otro —le dije.

Sam salió decepcionado y cerró la puerta, consecutivo a eso, la del copiloto se abrió de repente y golpeó el auto de junto. Eso detonó la alarma.

—¿Qué fue eso? —bajé el entrecejo.

—Tranquilos, tengo un mazo que lo reparará —aseguró.

—Parece que tiene fallas —volví a decir—. Sin mencionar la pintura vieja y las abolladuras, creo que debería reconsiderar el precio —alcé una ceja cuando después de mi frase, el radio del auto se encendió sola, reforzando mi argumento.

—Ya les dije que... —ni bien terminó de hablar, cuando todos los cristales en el lugar estallaron. Todos nos cubrimos como pudimos, obviamente estábamos desconcertados—. ¡Cuatro mil! —accedió aterrado.

¿Qué mierda había pasado? No teníamos ni idea, pero al menos Sam tenía auto nuevo.

Por la tarde, Sam me había convencido de subirme en su auto para ir a una fiesta. La única manera en que consiguió que yo viniera fue prometerme que me llevaría a patinar más tarde. Me gusta el Skate como hobby.

Sam venía conduciendo, yo solo observaba el paisaje por la ventana en el asiento del copiloto.

—¿Seguro que te invitaron a esto? —pregunto con una ceja arriba.

Sam era más social que yo, pero no tanto como para venir a una fiesta dónde había atletas y chicos populares.

—Claro —puedo reconocer la mentira en su voz—. El lago es un lugar público.

Rodé los ojos. Es obvio que no estábamos invitados pero que mas daba. Ya habíamos llegado.

—Ay no puede ser —dice nervioso—. Ahí está Mikaela. No vayas a hacer nada raro.

—¿Disculpa? —lo miro ofendida.

Detiene el auto y lo estaciona detrás de la gran hilera de otros vehículos, pertenecientes al montón de adolescentes. Ambos descendimos, no tardé en sentir una mirada hostil de inmediato.

—Miren a quiénes tenemos aquí —reconozco esa irritante voz. Es Trent y detrás de él viene Mikaela—. Pero si son los hermanos, ¿A qué vinieron?

Yo venía preparada para librarme de todos en cualquier momento, así que pongo en el pavimento la patineta que traía conmigo y comienzo a hacer unos cuantos saltos. Paso por alto al costal de músculos y su novia o lo que sea ella de él.

Realmente no entiendo que le ve Sam a Mikaela, es decir, es bonita pero creo que lo único interesante de ella es que sale con atletas. Y no quiere decir que yo la odie, simplemente creo que podría buscar algo mejor.

—Venimos a hacer esto —responde Sam a mis espaldas. Puedo sentir que todos me prestan atención.

—Sí, se ve divertido —escucho las risas burlonas de Trent. Yo sigo concentrada en lo mío—. Te conozco, ¿No? Trataste de entrar al equipo de fútbol.

—¿Qué? ¡Oh! No, no, no. Solo era un estudio, para un libro que estaba escribiendo —dice Sam nervioso.

—¿De qué trataba? ¿Malos deportistas? —pregunta con burla.

—Pues era sobre la relación entre el daño cerebral y el fútbol. Les encantaría, tiene una sección de laberintos, hojas para colorear y hasta figuras en tercera dimensión —Sam juega sutilmente con él.

No puedo evitarlo y unas carcajadas se me escapan por más que trato de aguantarlas. Sé que eso molesta a Trent porque su gesto cambia y me ve disgustado.

—Sé que tú estuviste en el equipo de atletismo —exclama. Detengo la patineta frenando con un pie al oír eso—. Dicen que lo abandonaste cinco minutos antes de la carrera. Dejaste en ridículo a nuestra escuela.

Él se toma en serio los deportes, no por nada es un estúpido futbolista.

—¿No tienes una pelota que atrapar? —mi sangre hierve, esta es la mejor forma de desquitarme.

Veo cómo el impulsivo de Trent esta por venir hacia a mí pero una mano en su hombro lo detiene, era Mikaela.

—Ya fue suficiente —le dice ella, poniéndose entre nosotros y él.

—Bien, todos a la fiesta. Hay que largarnos de aquí —nos mira fulminante antes de irse, los demás lo siguen.

Sam y yo nos quedamos solos.

—¿Qué fue eso? —pregunta—. Nos vimos cómo unos idiotas.

—Él es un verdadero idiota —le resto importancia. Me agacho para recoger mi patineta y después comienzo a caminar de regreso al Camaro amarillo.

—¿Es cierto lo que dijo? Sobre el club de atletismo.

Sí, era verdad cada palabra. Antes solía estar en el club de atletismo, era buena corredora, pero el día de la competencia salí huyendo. Igual que con el concurso de matemáticas. Por alguna razón, me atemorizo tanto de fallar y decepcionar a los demás que mi única respuesta es no intentarlo.

Dejé de intentar hace mucho.

—Tal vez —me encojo de hombros.

—Maldición... —suelta impactado. No lo culpo—. ¿Mamá y papá lo saben? —Sam interpreta mi silencio muy bien.

Claro que no lo sabían. Para ellos soy una buena chica. No sé porque me esfuerzo en mantener esa imagen.

Finalmente llegamos hasta el auto, abro la puerta y entro de inmediato. Me siento abrumada, necesito un respiro. Espero a que Sam suba, en eso, el radio se enciende solo dándome un susto.

—Oye, Sam —lo llamó nerviosa. Varias estaciones de radio se cambian solas. Era muy extraño—. ¡Sam! —él aparece corriendo a toda pisa—. Algo extraño le pasa a...

—Mikaela se está yendo sola, esta es mi oportunidad —ignora totalmente lo que trataba de decirle.

—¿Qué? —me desconcentro yo también.

—Debo llevarla adelante, por favor —pide suplicante.

—¿Entonces yo me voy corriendo? —suelto con sarcasmo—. Vamos, dile que suba atrás y prometo no molestarlos.

—No puedo llevarla atrás, tienes que comprenderme —insistía—. Yo haría lo mismo por ti.

—Si claro —suspiro. Tomo mis cosas y bajo del auto.

—Te quiero, eres la mejor —se sube apresurado—. Prometo pasar por ti al parque más tarde —dice antes de arrancar e irse a alcanzar a la chica. Yo lo veo alejarse.

Una vez que me quedé completamente sola, recordé que esto era normal en mí. Esta era yo. El error. La hija no planeada, aunque mis padres lo negaran diciendo que me amaban. La chica rara, que no encaja en ninguna parte por mas que quisiera.

Sam es mi única interacción social además de mis padres, pero más allá de eso sé que él tiene una vida y yo no puedo interponerme. Debo dejarlo ir tras la chica.

A veces lo admiro. Me gustaría ser tan libre cómo él.

Sola y con un extraño cúmulo de emociones acumuladas, empiezo a caminar lentamente de regreso a casa.


Holaaa, no me he presentado por aquí. No soy tan nueva en la escritura, tengo otros tantos fanfics en Wattpad y por aquí solo he estado leyendo durante un tiempo, pero finalmente me anime a traer mis historias. Espero que sean del agrado de alguien :D

Este fic si es mi primera historia de Transformers xd pero le estoy poniendo empeño. Quiero avisar desde ya que será un Optimus x Oc o lectora, así que ahí está el aviso. Ahora si, nos leemos despues:)