Hola
Si me estás leyendo y conoces mi perfil y mis historias, sé que tengo Blackhole sin terminar (lo acabaré porque nunca dejo las cosas sin terminar) pero una amiga me pidió que volviera al dramione y he pensado que, mientras me animo a continuar allí, bien podría intentar soltarme con otra historia, para calentar un poco, podríamos decir.
Así que, para los que sigan por aquí o los que lleguen... ahí va, espero que lo disfrutéis.
Un abrazo
AJ
Disclaimer: Todo es de JK, solo juego con el universo de HP.
Sinopsis completa:
Han pasado seis años desde que tuvo lugar la caída de Voldemort.
La vida ha seguido para todos los supervivientes sin sobresaltos, hasta que alguien se hace con un artilugio tenebroso que tiene un poder capaz de poner de rodillas de nuevo a todo el mundo mágico.
Harry y Hermione, que trabajan para el Departamento de Seguridad Mágica del Ministerio, se verán envueltos de nuevo en una aventura a contrarreloj para evitar que una nueva guerra mágica se desate a nivel global. Tendrán que buscar la ayuda de algunos amigos… y enemigos del pasado, entre los que se encuentra Draco Malfoy quien, además de ser un famoso coleccionista de artilugios tenebrosos y un alquimista en ciernes, tiene otras habilidades que pocos conocen y que posiblemente nadie jamás habría imaginado.
Todos tenemos luz y oscuridad en nuestro interior, lo importante es qué parte decidimos potenciar.
Sirus Black.
Prólogo
Era suyo.
Alzó la mano, elevando la vara y sus labios esbozaron una lenta sonrisa
Por fin.
El bastón, caduceo o como quiera que esa sucia muggle arqueloquefuera lo había llamado antes de ir a reunirse con Merlín, era hermoso. No habría sabido decir de qué material estaba hecho, conocía algo sobre aleaciones pero no era su campo en absoluto, solo que era de color óxido y que podía sentir el poder emanando de allí del mismo podo que sentía el calor del sol en su piel.
Medía algo más de un metro de largo y una serpiente de lo que parecía ser bronce se enrollaba por toda su longitud, descansando la cabeza en la empuñadura triangular algo deformada y con bordes romos.
Las dos piedras preciosas que parecían ser los ojos del animal, refulgían bajo la luz del sol como dos gemas vivas, que vibraran llenas de magia y poder.
Había conseguido encontrarlo y ahora nadie conseguiría pararle.
Después de tres años de búsqueda exhaustiva estaba en sus manos.
Parecía que había sido ayer cuando, por casualidad, leyó esa anotación en el margen de un libro viejo y ajado.
Le habían tomado por loco, no habían creído en él pero aquí estaba. Con la prueba de su cordura en la palma de su mano, con el instrumento oscuro más poderoso que el mundo mágico había visto jamás.
Sonrió de nuevo.
Quizás no fuera el más poderoso pero, en su poder, sin duda sería el más peligroso.
Empujó con la punta del pie el cuerpo de la mujer que seguía tirado en el suelo y miró alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie más allí.
Había tomado poción multijugos para hacerse pasar por un investigador de la Grecia Clásica del que ni siquiera recordaba el nombre, había seguido a la muggle hasta unas salas llenas de cajas y polvo en el sótano del Museo Arqueológico de Atenas. Ella estaba extasiada por poder mostrarle la última adquisición del museo, tanto que incluso después de que la maldición asesina acabara con su vida, su rostro había seguido manteniendo esa mueca de absoluta felicidad.
Sin siquiera una última mirada al cuerpo de la mujer, el falso Doctor en Arqueología, sacó una varita del bolsillo interior de su chaqueta y, con un ligero movimiento de ella, se apareció.
—¿Qué estás haciendo aún aquí, Rockewood? —preguntó nada más llegar al pequeño apartamento muggle en el que había estado viviendo la última semana.
—Me están siguiendo
—¿Quién? —siseó usando la varita para lanzar un reducio sobre el cetro — ¿Y por qué has venido aquí si te siguen, maldita sea?
—Me siguen desde Londres —Rockewood se paseaba por el salón como un león en una jaula —esos malditos aurores llevan detrás de mí desde hace más de un año.
—¿No te dije que fueras a Bulgaria? —gruñó y se pasó la mano por la frente con rabia. Podía sentir cómo iban desapareciendo los efectos de la poción.
—Me encontraron, necesito que me ayudes.
Pero todo lo que tuvo por respuesta fueron unas roncas carcajadas.
— Oh, claro que te ayudaré —le apuntó con la varita en un rápido e inesperado movimiento —obliviate.
Hurgó en sus recuerdos y los modificó hasta estar fuera de ellos, después le aturdió lo suficiente para dejarle fuera de juego durante al menos una hora y se marchó de allí sin dejar rastro.
Treinta minutos después dos hombres vestidos con túnicas negras llegaron a la ubicación.
—¿Es aquí? —preguntó uno de ellos.
—Sí —respondió el otro mirando a su alrededor con evidente desagrado — los muggles son muy raros ¿Cómo pueden vivir en estos aparatomentos?
—Apartamentos.
—Lo que sea, me da claustrofobia solo estar de paso —fue a dar un paso y tropezó con algo blando —vaya, vaya… nuestro buen amigo Augustus Rockewood, aquí, a mis pies — Miró a su compañero con una ceja arqueada y sonrió lentamente — sin un triste duelo que… aburrido —chasqueó la lengua y le apuntó con la varita, girándola lentamente sin dejar de señalarle con la punta —Estás detenido, capullo —escuchó a su compañero suspirar —claro, claro —puso los ojos en blanco —Augustus Rockewood, quedas detenido por un montón de cosas que no te voy a contar porque estás dormido, o muerto
—¿Está muerto?
Se encogió de hombros.
—Creo que respira. Tienes derecho a guardar silencio… a no declarar ¿De verdad es necesario?
Antes de que el otro pudiera responder, los párpados de Rockewood se abrieron de golpe, clavó la vista en las varitas que le apuntaban y después en los rostros de los dos hombres que le observaban desde arriba
—Tú… —dijo abriendo desmesuradamente los ojos.
Como respuesta, una enorme sonrisa se dibujó en los labios de ambos.
—Chicos —otro hombre se apareció en la pequeña casa, les miró con el ceño fruncido y su rostro se destensó al ver al detenido en el suelo —bien —sonrió ampliamente —creo que esta noche por fin dormiremos en casa.
—Habla por ti Tony. Yo pienso salir a celebrarlo en cuanto pongamos un pie en Londres.
—¿Sabes Adrian? Empiezas a ser mayor para tantas fiestas y desfases.
—Podéis seguir discutiendo de camino al Ministerio —el tercero había usado un incarcerous en Rockwood así como un hechizo silenciador y lo estaba levantando del suelo.
—Ha sido ¿Rápido, no? —dijo Tony acercándose a ellos —como coser y cantar.
—¿Sabes? Deberías dejar de leer tantos libros muggles, empiezas a decir cosas que no entiende nadie.
—Sí sí, lo que tú digas —se sacó una pequeña snitch del bolsillo, la puso sobre la palma de su mano y se la mostró a los demás —se activará en veinte segundos.
Aferrando al detenido, los otros dos pusieron la yema del dedo índice sobre el pequeño objeto dorado y un instante después se desvanecieron.
Harry Potter escuchaba la historia del comando de aurores que tenía delante. Eran posiblemente los mejores en su campo y lo sabía. No le gustaban demasiado sus técnicas, por no hablar que ni siquiera le caían bien, pero no podía negar lo evidente.
Por enésima vez se alegró de no haber aceptado la invitación que recibió en su primer año en el Departamento para formar parte de ellos, solo de pensar en trabajar codo con codo con cualquiera de los tres le daba dolor de cabeza.
—¿Dónde está Rockewood?
—Le tenéis en la Sala de la Verdad, Potter. Empieza el show dentro de —el más moreno de los tres hombres miró el reloj de pulsera —unas dos horas.
—¿Y mientras?
—Al parecer se están encargando los griegos… así que dentro de una o dos horas, sorpréndete y ve a hacer tu trabajo.
Harry vio cómo los dos hombres desaparecían delante de sus ojos nada más tocar el cazo envejecido y oxidado que habían estado sobre la mesa.
Suspiró y se volvió hacia el Ministro Shacklebolt agitando la cabeza con pesar.
—¿Cuándo va a terminar todo esto, Kingsley? —se frotó la cicatriz, hábito que no había conseguido erradicar en los seis años que habían transcurrido desde que finalmente libraron al mundo de Voldemort y se quitó las gafas para limpiarlas con la túnica de auror —¿Algún día podremos acabar y seguir adelante?
—Harry —su amigo le puso la mano sobre el hombro y apretó —nuca podremos arrancar todas las malas hierbas, siempre habrá otras que crezcan en su lugar, para eso estamos aquí.
—Lo sé —respondió apretando los dientes —pero si sólo consiguiéramos exterminar toda su influencia…
—Gellert Grindewald terminó su reinado de terror, pero su influencia continuó viva hasta que llegó Voldemort
—¿Quieres decir que sólo nos queda esperar al siguiente mago tenebroso que decida seguir sus pasos?
Kingsley se encogió de hombros.
—No desesperes, si todo va bien, eso puede ocurrir dentro de mucho, mucho tiempo.
—¿Y cuándo va todo bien por aquí? —murmuró entre dientes.
El Ministro rió y le dio un empujón.
—Deberías volver a tu departamento, te mandaré un aviso dentro de un rato, si Robards pregunta…
—Lo sé, lo sé, un café con un viejo amigo —señaló con un dedo el lugar en el que los dos hombres habían estado unos minutos antes —no existen, ni siquiera sé quienes son, ni qué hacen.
Shacklebolt asintió, conforme, y mojó una pluma en el tintero con una sonrisa.
—¿Te veré en la cena de Molly este fin de semana?
—Claro —sus ojos verdes brillaron con sincera alegría — está muy contenta con la visita de Charlie. Nos vemos allí.
Cuando salió cerró la puerta tras él y frunció el ceño y se dirigió a uno de los ascensores para subir al segundo piso.
—¡Harry!
La voz de Hermione le hizo parpadear y se alzó para mirar por encima de las cabezas y los memorandos que flotaban alrededor de ellas.
—¿De dónde vienes?
La vio abrirse paso entre dos brujas mayores que la miraron con mal gesto y se colocó el bolso apretando contra su pecho una carpeta de la que sobresalían multitud de papeles.
Harry sonrió.
Estar con ella en el Ministerio era casi como volver a casa, como regresar a Hogwarts.
Había cambiado la mochila por el bolso y los libros por las carpetas e informes, pero por lo demás era exactamente igual.
—He estado viendo a Kingsley y hablando de la cena de Molly.
Ella puso los ojos en blanco pero sonrió ampliamente.
—Todos están como locos ¿Has hablado con Ronald? No me gusta la forma en la que George y él se miran, me temo que quieren sabotear la fiesta.
—¿Sabotear? —Harry soltó una risita ante su elección de palabras—Hermione ¿Por qué iban a sabotear la fiesta de su madre?
Ella bajó la voz.
—He visto que están trabajando en una gominola de colores que se hace gigante, explota y lo llena todo de una masa gelatinosa que huele fatal.
—¿Estás segura que están trabajando en eso? —preguntó él arrugando la nariz —suena más bien como experimentación fallida.
—Bueno, al menos la última vez que vi a Ron estaba cubierto de esa cosa espesa y maloliente y George parecía muy feliz con el resultado.
—Lo imagino —masculló Harry —si se les ocurriera usar eso Molly les colgaría de las orejas en el jardín y dejaría que los gnomos jugaran con ellos durante toda la noche.
Hermione volvió a colocarse el bolso.
—¿Sabéis algo de la ubicación de Rookwood? He leído el informe de tu unidad, creí que os ibais a Grecia.
—Kingsley ha hablado con el Ministro griego y tienen a un grupo de aurores en el campo, estoy esperando una actualización, mientras, nada de viajes.
Llegaron al segundo piso y, dentro del ascensor, se empujaron unos a otros con la brusquedad de la frenada.
—Bien —Hermione le agarró de la manga de la túnica y tiró de él por el pasillo — entonces puedes venir a mi despacho a contarme que es eso que he oído de que Robards quiere marcharse y que te quedes en su puesto ¿Jefe del departamento, Harry? —siseó ella con los ojos muy abiertos —¿En serio? —cerró tras ella la puerta y soltó el aire en una risa orgullosa —Vaaaya, serías el Jefe más joven de… en fin, de la historia del Ministerio.
—Aún no —las orejas de Harry se pusieron algo rojas, como siempre que le incomodaba la situación — aún estará por aquí un par de años, incluso puede que tres —se removió incómodo —necesito un poco más de formación antes de estar preparado.
—¡Ja! —ella alzó una ceja con media sonrisa y se sentó tras su escritorio después de dejar su abrigo en el perchero —¿Estar preparado? Harry llevas preparándote desde los once años y Kingsley y Robards lo saben.
—Bueno, otro tipo de formación, entonces.
Hermione se quedó en silencio durante un rato, escaneándole con la mirada.
—¿Qué te pasa?
Él la miró sin comprender.
—Harry, te conozco, tienes esa expresión de preocupación que siempre pones cuando algo te ronda la mente ¿Qué es?
—Nada —dijo demasiado deprisa.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Harry…
—No es nada, en serio —una pequeña arruga se dibujó en su frente —solo me preocupa Rockewood. Todo en general, me pregunto cuánto tiempo más tendremos que seguir persiguiéndoles.
—Todo el que haga falta —replicó ella, categórica.
Harry se dejó caer en la silla frente a ella y suspiró.
—¿Qué tal fue todo con Viktor?
Hermione sonrió con suavidad y sus ojos brillaron divertidos al darse cuenta de que su amigo quería cambiar de tema.
—Bueno, bastante bien en realidad —levantó las manos con impotencia — todo lo bien que puede ir una cena con tu ex donde te cuenta lo maravillosa que es la mujer con la que está pensando en casarse
Harry hizo una mueca y se rascó la nuca.
—¿Casarse? ¿En serio?
Ella suspiró.
—Pues al menos se lo ha planteado. Parece ser que jugaban juntos en el equipo de Quidditch Bulgaria y el reencuentro ha debido ser… un espectáculo —murmuró con ironía.
—¿Quién es?
—Clara Ivanova
—Cazadora, como Ginny —replicó Harry —era bastante buena. Se retiró el año pasado, aunque es bastante joven, podría haber seguido jugando unos años más. ¿Y cómo lo llevas?
Ella resopló.
—Harry —le miró alzando las cejas —¿De verdad? Me alegra que encuentre a alguien y que sea feliz —se encogió de hombros — lo que me molesta es que haya tardado menos de seis meses en hacerlo. No me gusta ser tan… olvidable.
Harry rompió a reír.
—No creo que seas olvidable.
—Ron tardó menos de un mes en olvidarse de lo que compartimos…
Su amigo volvió a reír.
—Hermione, compartisteis ¿Qué? ¿Un beso en medio de la batalla de Hogwarts?
Ella frunció el ceño y le miró con disgusto.
—Alguno más
Harry arqueó una ceja
—Bueno vale, poco más —Hermione se cruzó de brazos, molesta —pero se olvidó enseguida.
—Y tú también.
—Ese no es el punto.
—El punto es que Ron no estaba preparado para tener una relación después de todo lo que ocurrió… y tú tampoco.
Ella suspiró.
—Lo sé.
—Ahora estáis los dos solteros… siempre podéis intentarlo ahora, a Molly y a Ginny les haría más que felices.
La cara de horror de Hermione hizo reír de nuevo a Harry.
—Creo que hace mucho que se fue ese tren.
Antes de que su amigo pudiera decir nada más, un pequeño avión de papel entró por la pequeña rendija de la puerta que dejaba pasar el correo y calló sobre Harry.
—¿Qué es? —preguntó ella.
Él desplegó el papel y leyó con el ceño fruncido, concentrado.
Empezaba el show.
—Tenemos a Rockewood —se levantó de golpe echando la silla hacia atrás y Hermione también se levantó con él.
—¿Está aquí?
—Estará. Kingsley me pide que vaya a hacer el interrogatorio.
—Bien ¿Me contarás luego?
—Claro.
Harry dejó el despacho de su amiga y puso rumbo al Departamento de Misterios.
Cuando llegó, se aseguró de estar solo, usó la varita para abrir una puerta oculta con un acceso restringido de último nivel y entró cerrando a su espalda.
Nada más acceder el ambiente se llenó con los sonidos propios de una oficina, voces, ruidos de máquinas de escribir, algún vociferador gritando en la distancia, pasos, sillas que se arrastran… y los olores de la tinta, el café y el sudor.
Miró el letrero que colgaba en la pared, donde podía leerse SISA y dio la vuelta a la esquina para entrar en las dependencias del Servicio Secreto de Inteligencia de Aurores de Gran Bretaña.
—¡Potter!
Harry se fijó en Caspar Loughty, el director, que le hacía señas desde la puerta de su despacho.
Loughty era un hombre de unos treinta y cinco años, musculoso, alto y atlético, más similar a lo que Harry esperaría encontrar en un comando especial muggle que en un servicio de inteligencia mágico.
Tenía el pelo y los ojos oscuros y una barba de unos días oscurecía sus marcadas facciones. Le sonrió con amplitud y le cedió el paso.
—Me alegro de verte, Potter.
—Hola Loughty.
—¿Te has pensado mi oferta?
Harry sacudió la cabeza con media sonrisa.
—Creo que me gusta mi puesto.
—Sobre todo ahora que Robards se quiere jubilar ¿No? —rió con una risa ronca —sí, allí podrás tener un puesto más importante en un par de años, aquí tendrías que aguantarme a mi por encima bastante más tiempo. Bien —abrió una carpeta llena y la imagen del cartel de búsqueda de Augustus Rockwood enseñó los dientes desde el papel —le tenemos en la Sala de la Verdad. Mis chicos han hecho algunas preguntas pero… —chasqueó la lengua —no hemos conseguido sacarle absolutamente nada.
—¿Por qué?
—Goldstein cree que han manipulado sus recuerdos.
—Mierda
—Sí —el director se pasó los dedos por las sienes y se echó hacia atrás en su silla —es todo tuyo pero no creo que puedas sacarle mucha más información.
—Así que no tenemos nada.
—Yo no diría eso —Caspar se incorporó de nuevo, puso los codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos mirando fijamente a Harry —tengo algo más, información clasificada —entrecerró los ojos ligeramente —tan clasificada que únicamente dos personas la conocen. El Ministro y yo. Ahora tú también y, una vez que te lo diga, tendremos que ver cómo actuar.
Harry sintió que su estómago daba un vuelco y solo pudo pensar.
Otra vez no, otra vez no.
No podía tener tan mala suerte ¿Verdad? Llevaba desde los once años lidiando con malas noticias, una detrás de otra y cada vez que alguna de esas noticias llegaba, acababa metido en un lío enorme, jugándose la vida.
¿De verdad no podía tener un poco más de calma? No pedía tanto, cinco o seis años más. Realmente quería llegar vivo a los treinta.
Suspiró.
—Cuéntamelo.
