Hola a todos. Después de tanto tiempo, aquí empieza la "segunda temporada". Con todos vosotros el capítulo 6.

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Capítulo 6. Veredicto

Itsuki se hallaba indignada. Pese al desacuerdo de algunas de sus hermanas, en especial por parte de Nino, ella había depositado su confianza en Fuutaro. Había intentado con todo su esfuerzo convencerlas de que su tutor era fiable, que su única intención era ayudarlas a pasar de curso. Había estado en su casa invitada a cenar y había conocido a su familia, y aunque sabía que era un poco insociable, también creía realmente que podía ser alguien de confianza.

Pero ahora, cuando acababa de volver a casa, se había encontrado una imagen que la llenó de indignación. Su tutor había tratado de aprovecharse de su hermana. Haber visto la expresión de Nino fue todo lo que necesitó para saber lo que estaba pasando, por muchas excusas que el tutor estuviese tratando de poner para decir que todo era un malentendido.

Tras ella, no tardaron en llegar a la casa Ichika y Mutsuri. Junto con Miku que bajó del piso superior ya estaban casi todas (Yotsuba seguía en el baloncesto). Itsuki les contó de inmediato lo que estaba pasando, y pese a algunas sorpresas, Fuutaro se llevó una mala mirada por parte de casi todas. Ahora iban a juzgarlo.

Itsuki se había propuesto averiguar la verdad, mostrar la verdadera cara del tipo que había traicionado su confianza. Pese a que no estaba normalmente de acuerdo con Nino, sabía que ahora debía defenderla. Y eso era exactamente lo que iba a hacer.

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8 de septiembre.

TRIBUNAL DE LA CASA DE LAS NAKANO - SALA #1

La escena cambió a la de un juzgado. Un mazo de madera golpeó un soporte. Ichika, vestida como jueza, pronunció unas solemnes palabras.

–Orden en la sala –anunció–. Se abre la sesión en el juicio de Fuutaro Uesugi.

Todo estaba dispuesto como si fuera la sala de un tribunal. Ichika estaba en el asiento de juez, mientras que Fuutaro, sentado frente a ella y con la cabeza gacha, era el acusado. En un lado se encontraba sentada Nino, ahora vestida con el chándal del instituto, también con la cabeza agachada, mientras que Itsuki, vestida con un traje color vino bajo el que llevaba un chaleco negro y una camisa blanca con guirindola, se hallaba de pie junto a ella.

En el lado opuesto se encontraban Mutsuri, vestida con un traje azul con camisa blanca y corbata rosada, y Miku, que iba vestida de médium, con un kimono morado.

–La acusación está lista, Su Señoría –declaró Itsuki.

–La defensa está lista, Su Señoría –dijo Mutsuri.

–Fiscal Itsuki, comience su alegato inicial –anunció Ichika.

–Gracias, Su Señoría –respondió la aludida–. El acusado, Fuutaro Uesugi, que estaba en el lugar del crimen, se dejó llevar por sus bajos instintos ante una chica de instituto. La acusación puede demostrar que él fue el culpable. Tenemos pruebas y una testigo. La acusación no tiene motivos para dudar de los hechos de este caso, Su Señoría.

–Entiendo –dijo Ichika entrecerrando los ojos–. Gracias, Fiscal Itsuki. Comencemos.

–La acusación comienza llamando al estrado a su primer testigo, Miku Nakano –dijo Itsuki.

La aludida no tardó en ponerse en el estrado.

–Que la testigo diga su nombre y profesión –dijo Itsuki.

–Miku Nakano –dijo–. Estudiante y guerrera samurái.

–Bien. Escuchemos su testimonio –dijo Ichika.

Declaración de la testigo

–Estaba a punto de ir a bañarme cuando escuché el timbre del terminal de abajo –dijo–. Era Fuutaro que dijo que había olvidado su cartera. Le abrí la puerta para que la recuperara mientras yo iba a ducharme. La conversación está grabada en el interfono. Fuutaro tiene cara de criminal, pero es inocente.

Esta última afirmación desconcertó al acusado.

–¿Cara de criminal? –murmuró–. ¿Era esa la impresión que doy?

–Se acepta como prueba la grabación del interfono –dijo Ichika–. Bien, abogada Mutsuri, puede empezar el interrogatorio.

Interrogatorio

–Era Fuutaro que dijo que había olvidado su cartera.

Objection! –gritó Mutsuri–. ¿Se fijó en si la cartera estaba en la casa antes de bañarse?

–Sí, se la dejó encima de la mesa –respondió–. No la cambié de sitio.

–Luego entonces sí tenía un motivo para subir –dijo Mutsuri.

¡Protesto! –exclamó Nino–. El acusado me dijo que había subido "a algo". ¡Es un monstruo!

¡Protesto! –respondió Miku–. Ese "a algo" era a recuperar su cartera.

–¡Señoríaaaaa! –protestó Nino–. ¡La testigo está defendiendo al acusado por motivos sentimentales!

Miku se puso roja como un tomate, mientras ponía una expresión incómoda.

–No… No es verdad… –tartamudeó mientras salía humo de su cabeza.

–Me alegro que confíes en mí, Miku –dijo Fuutaro esperanzado.

Miku le dio la espalda.

–No te me acerques –le espetó, ante la mirada perpleja del chico.

–Vaaaaya. ¿Es idea mía o por fin entiendes como me siento, Miku? –preguntó Nino.

–Es idea tuya –respondió Miku.

–Este pervertido ha visto a tu hermana desnuda, ¿y te da igual?

–Ni que te fueras a morir por eso.

–¿¡Perdona!? ¡Puede que a ti te dé igual que te miren, pero a mí no!

–Pues entre tu cuerpo y el mío no hay apenas diferencia.

Los demás veían la discusión con distintas reacciones. Fuutaro estaba calmado, pero algo sorprendido. Mutsuri lo veía con emoción. Ichika sonreía como si fuese lo más normal del mundo. En cambio, Itsuki estaba perpleja. Estaban reunidas para juzgar a Fuutaro, no para enfrentarse entre ellas. Se decidió a intervenir para calmar los ánimos.

–No… no es momento de pelearse, chicas –dijo preocupada.

Ambas le echaron miradas asesinas.

–Tú no te metas, Itsuki –dijo Miku.

–Y ya estás borrando esa foto –ordenó Nino.

Itsuki corrió a brazos de Ichika, en busca de consuelo.

–¡Señoríaaaaaa! –sollozó.

–Ya, ya está. Lo has hecho bien –dijo Ichika acariciándole la cabeza–. Bien, continuemos.

Itsuki se recompuso. Volvió a adoptar su papel de fiscal.

–La acusación llama a su siguiente testigo. Nino Nakano, la víctima –anunció Itsuki.

Poco después, Nino se ubicó en el estrado.

–¿Puede la testigo decir su nombre y profesión al Tribunal? –preguntó Itsuki.

–¿De verdad tengo que hacer esto? –se molestó Nino, mirando a Ichika con incredulidad.

–Estamos en un Tribunal. Es imprescindible –sonrió ella.

La chica de lazos de mariposa suspiró.

–Me llamo Nino Nakano. Soy estudiante de instituto –dijo con desgana.

–Bien. Escuchemos su testimonio –dijo Ichika.

Declaración de la testigo

Nino se aclaró la garganta. Había llegado el momento de escuchar su versión de los hechos.

–Había salido de bañarme –dijo–. Bajé al salón y me dispuse a usar el secador de pelo. Con el ruido no escuché que alguien entró en la vivienda. Solo me di cuenta cuando vi su silueta emborronada. Al principio pensé que se trataba de Miku, por lo que le pedí que me alcanzara mis lentillas. Entonces, sin mediar palabra, se abalanzó sobre mí y me tiró al suelo. Así que grité hasta que apareció Itsuki. ¡Es un crimen vil e imperdonable, y exijo que a partir de ahora se le prohíba la entrada a esta casa!

–¡Oye! ¿No estás exagerando un poco? –clamó Fuutaro.

–¡Hay que ver, qué poca vergüenza! –se burló Ichika con una sonrisa traviesa cerrando un ojo.

–¡Ichika! –exclamó Fuutaro–. Subí porque olvidé mi cartera…

Ichika apartó la mirada con un gesto de molestia. Fuutaro se dio cuenta y se corrigió:

–Quería decir, Señoría…

Ichika soltó una risita.

–Fue tomada esta instantánea en el momento de los hechos, Su Señoría –prosiguió Itsuki, alzando su teléfono.

–Se acepta como prueba –anunció Ichika, dirigiéndose a continuación a la defensa–. Bien, abogada Mutsuri. Puede empezar el interrogatorio.

–¡Sí, Su Señoría! –exclamó la aludida, que parecía emocionada por el papel que estaba desempeñando.

Interrogatorio

Había salido de bañarme. Bajé al salón y me dispuse a usar el secador de pelo.

Objection! –exclamó Mutsuri–. ¿Por qué se había bañado?

–¿¡Pero qué clase de pregunta es esa!? –exclamó indignada Nino con las mejillas coloradas.

–Lo siento, se me escapó –dijo con una risita Mutsuri mientras sacaba la lengua.

–Abogada, evite preguntas innecesarias como esa o tendré que amonestarla –dijo Ichika.

Al principio pensé que se trataba de Miku, por lo que le pedí que me alcanzara mis lentillas. Entonces, sin mediar palabra, se abalanzó sobre mí y me tiró al suelo.

Objection! –exclamó Mutsuri–. ¿El acusado se tiró sobre usted inmediatamente después de esa petición?

–En realidad se puso primero a rebuscar en el armario, probablemente las lentillas que pedí –dijo Nino.

–El testimonio entonces debe actualizarse –dijo Ichika.

–¿Es verdad que te tiraste encima de mi hermana? –intervino Miku preguntando a Fuutaro.

–Bu… Bueno, sí, pero… –dijo este con nerviosismo.

–Entonces eres culpable –dijo Miku severamente apartando al mirada–. Hazte el harakiri.

–¡Miku-san! –exclamó Fuutaro perplejo.

Nino solo pudo sonreír.

–Reanudemos –dijo Ichika–. Testigo, en ese caso actualice su testimonio.

Nino suspiró.

Se puso a buscar las lentillas en el armario, hasta que yo abrí la puerta de un estante superior, donde hay varios libros y mi estuche de lentillas, para tomarlo yo misma. Entonces golpeé la puerta de ese estante y él se abalanzó sobre mí.

Mutsuri meditó un momento. Estaba segura que aquí estaba la clave del caso. Pero había algo que se le estaba escapando. Tenía que dar con ello rápido. ¿Pero qué era? ¿La grabación del interfono? No, esto no servía para este testimonio. ¿La foto del teléfono de Itsuki, entonces? Volvió a mirarla con atención. Y de repente… ¡ahí estaba la respuesta!

¡Protesto! –exclamó firmemente Mutsuri, atrayendo las miradas de todos–. Entonces dice que abrió un armario donde había libros. ¿No es así?

–Eeeeeh, sí. Eso es lo que he dicho –respondió Nino sin entender.

–Señoría, mire esta fotografía –dijo Mutsuri señalando la foto del teléfono de Itsuki–. En ella se pueden ver varios libros en el suelo, a los lados del acusado y la víctima. ¡Lo que indica que el acusado se abalanzó sobre la víctima para protegerla de unos libros que iban a caer sobre su cabeza!

–Tiene sentido –dijo Miku observando bien la foto.

–Ya me imaginaba que Fuutaro no era esa clase de persona –dijo Ichika con una sonrisa–. Bien, entonces ya puedo emitir un veredicto. Este tribunal declara al acusado, Fuutaro Uesugi…

No culpable

La escena volvió a la normalidad. Sin embargo, había alguien que no estaba satisfecho por el resultado.

–¡Un momento! –gritó Nino, alterada–. ¿¡Estáis dando el problema por resuelto!? ¡Dejad de inventar excusas!

–Qué pesada, Nino… –la espetó Miku.

–¿¡A ti qué más te da? –gruñó Nino.

–Vamos, dejadlo ya –terció Ichika, tratando de calmar los ánimos–. Antes nos llevábamos bien las seis.

Nino pareció guardar silencio.

–En cualquier caso, todo esto ha ocurrido por mi falta de tacto –dijo Fuutaro mientras se levantaba–. Lo siento.

Sin embargo, Nino, no estaba atendiendo a su disculpa. Se dirigió a Ichika.

–¿"Antes", dices…? –preguntó.

Fuutaro miró la escena extrañado. Entonces vio que Nino echó a correr hacia la puerta de entrada, saliendo de la vivienda.

–Parece que me he librado –dijo impasible mirando a la puerta por la que se marchó Nino–. Pero ha salido corriendo. ¿No vais a…?

Miku también se quedó mirando hacia la puerta con impasibilidad. Entonces, sin mudar el gesto, dijo:

–Déjala…

Fuutaro miró a Miku. Aunque parecía haber empleado su tono de siempre, también le pareció vislumbrar algo de tristeza en su expresión. Supuso que esto era problema de las hermanas, así que no debía intervenir.

Entonces Mutsuri se dirigió a él.

–Sabía que eras inocente, Fuutaro-san –le dijo con estrellas en los ojos–. Ha sido emocionante hacer de tu abogada. ¡Tantas horas jugando a los juegos de Ace Attorney tenían que servir para algo!

Sonrió satisfecha. Aunque todo había sido mero teatro, Fuutaro tenía que reconocer que lo había hecho bien. Se notaba que era una chica observadora.

–Muchas gracias, Mutsuri –le dijo con una sonrisa–. Sin duda has sido una buena abogada defensora. Sin ti habría estado perdido.

Los ojos de la chica brillaron. Fuutaro admitió que se veía adorable con esa expresión. Espera ¿otra vez? ¿y ahora con otra hermana? Esto le estaba volviendo loco. Tenía que sacarse estas ideas de la cabeza.

–No te olvides del pago, ¿eh? –le dijo ella.

–Sí, volveré a hacer de modelo para ti la próxima vez que venga a daros clase –suspiró resignado.

Poco después se despidió de Mutsuri, Ichika y Miku, disponiéndose a abandonar el piso. Pero entonces vio a Itsuki en la puerta. Parecía preocupada.

–¿Podemos hablar un momento? –le preguntó.

Él asintió. Ambos salieron al rellano. Al parecer Itsuki no quería que las demás los escucharan.

–Siento mucho haberte tratado tan mal –le dijo cabizbaja–. Por haber pensado que eras culpable y que habías atacado a Nino.

Fuutaro estaba perplejo por las palabras de Itsuki. Pero entonces la miró comprensivo.

–No tienes que disculparte –le dijo–. Yo también tengo una hermana, y si hubiese estado en tu situación habría hecho lo mismo.

–¡Pero dudé de ti! –insistió avergonzada–. Te estás esforzando para que estudiemos y yo he dudado de tus buenas intenciones por un malentendido.

Para su sorpresa, Fuutaro la abrazó, cosa que la pilló por sorpresa.

–Solo has hecho lo correcto –le dijo–. Has demostrado que eres una persona que quiere proteger a sus hermanas. Igual que cuando has querido intervenir en la discusión entre Nino y Miku. Eso no es para sentirse mal.

Ella le apretó el abrazo.

–Pero, yo… –le dijo.

–Ya te he dicho que no tienes que disculparte –le dijo apartándola con cuidado.

Al ver a Itsuki, pudo notar esa calidez que desprendía. No, otra vez esto no. Pero tenía que animarla de alguna manera.

–Estaba pensando –propuso Fuutaro, en parte sorprendido por lo que iba a decir–. ¿Te gustaría venir a casa mañana?

Ella le miró, sorprendida.

–Ya han pasado unos días, y seguro que Raiha se alegraría de volver a verte –le dijo sonriendo.

Itsuki entonces sonrió.

–Vale, pero llevaré algo dulce –le dijo–. Será como mi modo de disculparme.

Fuutaro estuvo a punto de argumentar de nuevo que no tenía que disculparse con él, pero algo en su interior le decía que no debía contradecir a esta chica.

Se despidió de ella, no sin antes la pelirroja le dijera que si veía a Nino le pidiera que volviera a subir. Este aceptó, y mientras bajaba en el ascensor se puso a meditar sobre lo que acababa de pasar con Itsuki. ¿De verdad le había dado un abrazo para consolarla? ¿Y además le acababa de proponer una "cita"? ¿Qué le estaba pasando? Semanas atrás ni se habría imaginado una situación así. Pero lo que ahora le preocupaba más era que su padre en cuanto se enterara no pararía de reírse de él por volver a "traer una chica a casa". Pero ya trataría con aquello cuando llegara el momento. Ahora solo quería volver a casa y estudiar.

Entonces sonó su teléfono. Era un mensaje de Raiha, avisándole que había preparado para cenar los udon con curry que tanto le gustaban.

Fuutaro sonrió. Se alegraba de tener una hermana como Raiha, alegre y cariñosa. Muy diferente a la situación de la que había sido testigo entre las hermanas Nakano. En aquel caso pensó que lo mejor era no entrometerse, ya que probablemente ellas mismas lo solucionarían. Lo más sensato era que no se involucrase en sus vidas más de lo necesario.

Cruzó la puerta que daba a la calle. Entonces se fijó en que alguien estaba sentado, apoyándose contra la cristalera del lado izquierdo.

Nino Nakano estaba allí, con la cara oculta entre sus piernas. Al escuchar la puerta abrirse, levantó la cabeza. Vio que era Fuutaro, pero siguió con expresión seria.

Lo que hizo a continuación fue levantarse y correr a toda velocidad hacia la puerta. Pero cuando llegó ante esta era demasiado tarde. Ya se había cerrado.

–¡Serás inútil! –espetó ella, furiosa.

Entonces ella volvió a sentarse donde estaba. Fuutaro enfocó su mirada en ella, hasta que comprendió la situación. En su arrebato de frustración, Nino había salido de casa sin la llave. Y su orgullo le impedía pedir a sus hermanas que le abrieran. Probablemente ella lo tomaba como un signo de debilidad.

–¿Qué estás mirando? –le espetó–. No quiero verte la cara.

Vio que parecía furiosa con el mundo en general. Sabía que no era su trabajo, pero tenía que ayudarla. Aunque tenía la impresión de que si le decía una sola palabra ella se enfadaría aún más. Quizá lo mejor fuera que esperara ella sola.

Se alejó del edificio. Había sido un día muy largo y necesitaba desconectar.

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Mientras tanto, en el ático, tres de las hermanas conversaban.

–Menudo desastre –se lamentó Itsuki mientras borraba la foto de su teléfono–. Y lo peor ha sido esa bronca entre Miku y Nino.

–Oh, vamos, no ha sido para tanto –dijo Ichika riendo–. Ha sido divertido. También nos peleábamos alguna vez en el pasado.

–Pero nunca por algo así, Ichika –objetó Mutsuri–. Ya sé que Nino es algo impulsiva, pero no solía ponerse de tan mal humor.

–Ha pasado un rato y no ha vuelto. ¿No deberíamos ir a buscarla? –preguntó Itsuki con gesto de preocupación.

–Iré yo –se ofreció Miku, que acababa de aparecer–. Se ha ido descalza y acabo de comprobar que se ha dejado las llaves aquí, así que no habrá ido lejos.

Las demás la miraron preocupadas.

–¿Estás segura de querer ir tú? –preguntó Mutsuri–. Antes no se ha tomado muy bien tus opiniones.

–Tranquila, no creo que vaya a ponerse de peor humor –respondió encogiéndose de hombros.

La hermana de los cascos abandonó el piso acto seguido, mientras Itsuki se seguía preguntando en qué momento sus vidas se habían convertido en discusiones constantes.

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Nino estaba muy enfadada. Odiaba que Fuutaro se hubiera echado sobre ella para salvarla de unos libros que le iban a caer encima. A pesar de ello, quería haber aprovechado el malentendido para salirse con la suya y echarle de sus vidas. Pero al final la verdad hizo que su oportunidad de oro para librarse de aquel tutor inútil se hubiera ido al traste. Y por si fuera poco, las demás apoyaban más a un recién llegado que a su propia hermana, lo cual la llenaba más de frustración.

Se maldijo a sí misma por haber salido corriendo sin reparar en si llevaba consigo las llaves de casa. Ni su teléfono. Ni siquiera sus zapatos. Y ahora estaba empezando a coger frío. No le quedaba más que esperar a que apareciera alguno de los vecinos para que le abriera la puerta. Por nada del mundo pensaba llamar a la consola de la puerta de entrada para volver arrastrándose ante Miku y las demás.

Ya era de noche. Se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que alguno de sus vecinos apareciera. Tal vez cuando Yotsuba regresara.

De pronto, escuchó los pasos de alguien acercándose. ¿Otra vez ese idiota? ¿Por qué volvía? Seguramente querría reírse en su cara de la situación por la que estaba pasando.

Pero de pronto, él se sentó en el otro lado de la puerta, para sorpresa de Nino.

–¿Qué estás haciendo? –le preguntó, aunque era más una protesta que una pregunta.

–Hay un problema que soy incapaz de resolver –le respondió mientras revisaba su inseparable libreta de notas–. Y si no encuentro la solución, no podré volver a casa tranquilo.

Nino resopló. ¿Tenía que seguir aguantando a este inútil? Por un lado quería levantarse y echarlo de allí, pero estaba tan ofuscada con todo el mundo que prefería quedarse donde estaba. Así que optó por defenderse verbalmente.

–Todo el día estudiando –le reprochó sin mirarle–. Pareces tonto.

–Estudiar y ser tonto suena a contradicción –contestó él, impasible–. O quizá porque sea tonto es porque tengo que estudiar.

–Cállate de una vez –gruñó, harta de escucharle–. Todos sois igual de idiotas. No os soporto.

–¿Eso va también por tus hermanas? –preguntó Fuutaro–. Porque sé que no es verdad.

Nino abrió la boca con gesto de sorpresa.

–¡Claro que lo es! –se defendió.

Es nuestra casa, y no hay lugar para él –recordó Fuutaro–. Esas fueron tus palabras, ¿no? Podrías al menos explicarme por qué me odias tanto.

–¡Cállate de una vez! –se molestó Nino, apartando la mirada–. Déjame en paz.

–¿Odias a tus hermanas? –insistió Fuutaro–. Yo más bien creo que es todo lo contrario. Creo que las quieres.

Nino se sonrojó. Odiaba tener que escuchar los sermones de este pesado, pero tenía que admitir que no se equivocaba.

–Ese es el motivo por el que yo, un extraño recién llegado, no te caigo bien –sentenció.

–¿De qué hablas? –dijo–. Estás muy equivocado. Eres incapaz de entender cómo se sienten los demás. Y además das mal rollo.

Nino quedó callada por un momento.

–¿Y qué? –protestó algo avergonzada–. ¿Qué hay de malo en pensar así?

Fuutaro esbozó una sonrisa.

–No hay nada malo. Te entiendo perfectamente –dijo–. Yo tengo una hermana pequeña…

Algo de pronto hizo clic en la mente de Nino.

–¡Eso es! –interrumpió–. Yo no he hecho nada.

Fuutaro la miró extrañado.

–Si es que parezco idiota. ¿Por qué tengo que venirme abajo por esta tontería?

Se levantó acto seguido.

–He tomado una decisión –dijo firmemente mientras sonreía.

Miró a la cara a Fuutaro, quien se mostraba confuso.

–No pienso darte el visto bueno jamás –dijo orgullosamente–. Aunque el resto de mis hermanas se pongan en mi contra.

En ese momento, se escuchó la puerta abrirse. Miku apareció.

–Nino, ¿hasta cuándo piensas quedarte aquí? Sube de una vez –dijo.

Miku entonces se volvió hacia el tutor.

–Ah, sigues aquí, Fuutaro –dijo–. Precisamente iba a decirte que mañana…

Nino no perdió el tiempo. Esta vez no iba a permitir que su hermana hablara más con ese inútil. Rápidamente, tomó a su hermana de la mano y la arrastró consigo al interior del edificio.

–¡Vámonos, Miku! –dijo.

–Pero tengo que decirle…

–¡Déjalo de una vez! –ordenó.

Así, ambas hermanas se dirigieron de vuelta hacia su casa.

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Fuutaro quedó perplejo por lo que había pasado. Por alguna razón que no lograba explicarse, había decidido volver donde estaba Nino y tratar de ayudarla. Por un momento pensó que podía haber congeniado con ella, tratando de mostrarse empático para que dejara de odiarle. Y parecía, solo parecía por un momento que ella iba a mostrarse más abierta y seguir la conversación. Pero al final había vuelto a ser la Nino de siempre.

Miró hacia las hermanas, que iban camino del ascensor. Aunque ambas habían vuelto a entrar, también volvieron la cabeza para mirarle. Miku no cambió su expresión, pero Nino se burló de él sacándole la lengua.

Se sintió frustrado. Tratar no solo con ella, sino con las seis hermanas, se le volvía cada vez más difícil. Por algo no le gustaba involucrarse con otras personas.

Al menos esta vez sí se había terminado el ajetreo del día. Ya podía regresar a casa. Se apresuró a enviar un mensaje a Raiha para explicarle por qué se iba a retrasar.

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Yotsuba regresaba del baloncesto. Miraba su teléfono, en el que Ichika le había dejado un mensaje diciendo que habían ocurrido cosas interesantes que estaba deseando contarle.

Guardó el teléfono mientras pensaba en lo que había pasado aquella tarde. No les había dado una respuesta al resto del equipo sobre la posibilidad de unirse. Por una parte le parecía bien, ya que era buena en ese deporte y con su ayuda, podrían tener posibilidades de ganar el campeonato ese año.

Por otro lado, sabía bien que si se dedicaba plenamente al baloncesto, descuidaría sus estudios. Ahora que estaba empezando a seguir el ritmo de estudio impuesto por su tutor, sería una desastre.

Dos alternativas. ¿Qué podía hacer?

Perdida en sus cavilaciones, no se dio cuenta de quien caminaba en dirección opuesta.

–¡Eh, Yotsuba! –exclamó una voz.

La chica del lazo en la cabeza levantó la mirada. Entonces esbozó una gran sonrisa.

–¡Uesugi-san! –exclamó contenta–. Me alegro mucho de verte. ¿Cómo ha ido la clase?

Por toda respuesta, recibió una mirada seria por parte del tutor. ¿Qué le pasaba?

–Un desastre –dijo abatido–. Descuida, no te perdiste nada.

Ella le miró con gesto dubitativo.

–De todos modos, siento mucho haberme marchado a jugar al baloncesto cuando te prometí que iba a estudiar –se disculpó–. Seguro que debes estar furioso.

Sin embargo, en vez de endurecer la mirada, Fuutaro soltó un suspiro.

–No te preocupes por eso. Habrá más clases, supongo –dijo.

Pese a sentir alivio por aquellas palabras, a Yotsuba no le pasó desapercibida la expresión del tutor.

–¿Te ocurre algo? Te veo con más cara de pocos amigos de lo habitual.

–Estoy bien –respondió él–. Solo quiero volver a casa. Hoy ha sido un día muy largo.

–Yo también –dijo Yotsuba–. Me gustaría hablar contigo acerca de un tema importante, pero si necesitas descansar, entonces supongo que esperaré a la próxima clase.

–Te lo agradezco –dijo Fuutaro bostezando–. Me voy a casa. Te veré en la próxima clase. Ah, y no olvides repasar de nuevo la lección de inglés.

Fuutaro a continuación se marchó sin decir más.

Yotsuba le miró perpleja. Sabía que no era alguien de muchas palabras, pero su comportamiento era raro, más de lo habitual. ¿Qué le pasaría? Sería mejor que le preguntara a sus hermanas.

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Fuutaro caminaba en dirección a su casa, esperando poner fin a aquel día. Esperaba no tener más encuentros inesperados. Pero entonces, para su infortunio, apareció una nueva persona.

–¡Vaya, pero si es Fuutaro! –dijo una voz.

Fuutaro miró. Ante él se encontraba un chico de su edad vestido con ropa deportiva. Era medianamente alto, con los ojos marrones y el pelo corto castaño, además de unas notables cejas.

–¿Rentaro Aijou? –preguntó Fuutaro, intentando recordar.

–Me alegra que te acuerdes de mi nombre –respondió el chico con una sonrisa–. Por un momento pensé que se te olvidaría mi cara.

–No soy tan olvidadizo –respondió él–. ¿Qué haces por aquí a estas horas?

–Había salido a hacer ejercicio. No sabes lo bien que sienta hacer unos cuantos kilómetros por la noche. ¿Y qué hay de ti? No me parece que haya sido también tu caso.

–Ya sabes que soy más de estudiar en casa –dijo con gesto de cansancio–. Y han pasado muchas cosas.

–Siempre estudiando. No te digo que no esté bien, pero no está de más cuidar también de tu físico si no quieres se atrofien tus músculos. Seguro que no aguantarías ni diez minutos corriendo.

–No te creas, aguanté eso y más persiguiendo a alguien –dijo Fuutaro recordando la persecución a Miku–. Y también subí los treinta pisos de un edificio a la carrera.

Rentaro alzó las cejas.

–Vaya, estoy impresionado. ¿Qué te ha hecho salir de tu zona de confort?

–Estoy trabajando como tutor de unas compañeras de instituto –se echó una mano a la frente–. Un auténtico quebradero de cabeza.

–Vamos, no debe ser para tanto –rio Rentaro–. Al ser mis padres profesores, nunca he necesitado tutores, pero estoy seguro que no debe ser un trabajo tan malo.

–Tendrías otra opinión si las conocieras –suspiró Fuutaro–. ¿Y qué hay de ti? ¿Llegaste a declararte a aquella chica de tu clase que tanto te gustaba? Asakawa creo que dijiste que se llamaba.

Ante esto, Rentaro bajó la cabeza.

–Digamos que a mí también me pasaron muchas cosas –respondió.

Fuutaro no tardó en entender lo que pasó.

–Así que fuiste rechazado de nuevo –le dijo–. Lamento escucharlo, ya sé las ganas que tenías de tener una novia.

–Tranquilo, eso quedó en el pasado –Rentaro sonrió–. Y además, ahora sí que estoy de verdad en una relación.

–¿En serio? Me alegro por ti –dijo Fuutaro sin mostrar demasiada emoción–. A mí eso de enamorarse me parece una absoluta pérdida de tiempo.

–Oh, vamos, no seas así –Rentaro se encogió de hombros–. Veo que no has cambiado de opinión desde que nos conocimos.

–Lo dices como si hiciera años. Han pasado apenas unos meses.

–Lo que intento decirte es que sigues teniendo una opinión demasiado rígida y negativa de lo que es enamorarse –Rentaro trató de mostrar su punto–. Tener a alguien es algo que te cambia la vida completamente, y pocos son los que no encuentran un alma gemela. ¿Me estás diciendo de verdad que en todo este tiempo no te has encontrado con nadie que haga que tu corazón se acelere, ninguna persona que solo con mirarla hace que te quedes perdido en tus pensamientos?

Fuutaro estuvo a punto de replicar, pero súbitamente calló. A su mente vino cierto recuerdo lejano de seis años atrás. Y a continuación las emociones que sintió en determinadas situaciones que implicaban a ciertas sextillizas.

Sacudió su cabeza.

–No tengo idea de lo que hablas –espetó apartando la mirada.

Pero Rentaro se dio cuenta. No se dejó engañar por aquellas palabras.

–Puedes negar todo lo que quieras, pero sabes que no te hará ningún bien el rechazar lo que sientes –le dijo con gesto comprensivo–. Allá tú con tu decisión. En fin, se está haciendo tarde y es hora de que vuelva a casa.

–Tienes razón –dijo Fuutaro mirando su teléfono–. Yo haré lo mismo.

–Me alegro que nos hayamos encontrado. Y que el autor de esta historia me haya hecho aparecer en un cameo –Rentaro se puso en marcha–. Hasta otra, y dale recuerdos a Raiha.

Fuutaro saludó con su mano mientras veía al otro alejarse. ¿Qué quería decir con eso de un autor y una historia? Daba igual, sería mejor que empezara a caminar también. Esperaba que Raiha no se molestara con él por regresar tan tarde.

Por otro lado, se puso a pensar en las palabras de Rentaro. ¿De verdad era tan maravilloso eso de enamorarse? Probablemente solo fuesen las palabras de un tonto romántico. Al menos se alegraba de que hubiese encontrado a alguien.

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Hola de nuevo. Y aquí termina este capítulo. En este caso he cubierto el número 6 del manga y parte del episodio 3 del anime.

Este capítulo he tardado bastante tiempo en organizarlo, pero quería que se viera bien.

La caracterización de los personajes en el juicio del comienzo está inspirada en personajes de la saga de juegos (y anime) Ace Attorney. Itsuki representa a Miles Edgeworth, Mutsuri a Phoenix Wright y Miku a Maya Fey.

En el anime y el manga, aunque se ve a Nino saliendo de casa descalza, cuando Fuutaro se encuentra con ella tiene puestas unas zapatillas. Pero lo he dejado en que salió descalza, ya que en el anime no se ve que le hubiera dado tiempo a calzarse.

También he puesto un cameo de Aijou Rentaro, el protagonista de The 100 Girlfriends that Really, Really, Really, Really, Really Love You. Tengo una historia sobre este manga/anime por si queréis echarle un vistazo.

He decidido que los capítulos sean un poco más cortos en extensión. Espero que aun así sean de vuestro agrado.