Epílogo.

Los días en aquel lugar de Grecia habían sido tan hermosas que nadie podría resistirse a vivir el resto de su vida en aquella apartada campiña. La mansión en el centro

La antigua mansión de la familia Walden, habría sido remodelada y ampliada para comodidad de los ahora habitantes. Y es que, albergar a dos familias, no era cosa sencilla, a pesar de que la gran mansión podría ser habítada por más de veinte personas e incluida la servidumbre. No obstante, se había decidido ampliar la casa de huéspedes y ahora, parecía haber dos grandes y hermosas estructuras bajo el mismo terreno. Para los gemelos, después de esos años sentirse más unidos, no era signo de otra cosa más que de buena hermandad y armonía. Algo que debían agradecer y valorar.

La mañana era tan hermosa y fresca como cada primavera. Las flores en el jardín, no tenían comparativo en belleza, pues llenaban de colorido el inmenso lugar, el agua de la gran fuente ubicada en el centro de la propiedad evocaba la maravilla de la mitología, la diosa de la belleza totalmente desnuda hacia ver qué el agua que brotaba sobre ella, le bañaba y ella disfrutaba del hecho. O eso decían los infantes que a diario gozaban al ir y mojarse hasta que sus madres les sorprendían y veían el caos que dejaban a su paso.

Y hoy, no era excepción, el día aún no se convertirá en la tarde y una pequeña de cabellos plata corría como de costumbre hacia la fuente. Sus pequeños pies eran cubiertos por unos delicados zapatos de charol rosado. Corría recogiendo su vestido rosado de organza. El broche de oro blanco y diamantes le recogía en un moño simple las hebras platinadas, pero de alguna manera se soltó cayendo al piso antes de que llegara la pequeña al sitio de la fuente.

Al verse sola, comenzó a mojarse las manos. Hizo círculos en el agua hasta que salpicó parte de su vestido.

Miró en todas direcciones y se encontró sola. Tal vez para su pequeño cómplice, debía tener problemas con su madre o el tío que un día antes había llegado. Sabía cómo era el inglés con ellos. A ella, le mimaba, mientras que al pequeño de ojos azules, le fastidiaba hasta que el niño no tenía de otra más que darle un puntapié y por fin corría. Anker no era como ella, era más inquieto y temperamental. En cambio, Gianna era dulce y muy perspicaz. Y ambos hacían una bonita dupla.

— Sabía que estabas aquí.—

Le prefirió una voz grave y conocida para ella. Al momento ella sonrió y se viró. De pie y observándola fijamente el mayor de los gemelos se colocó hasta su altura. Le acomodó los cabellos rebeldes y observó sus enormes ojos verdes.

— deberías decirle a mamá dónde vienes por las mañanas. La preocupas, el sitio es grande y aunque hay un perímetro de verjas, podrías extraviar en el área boscosa. —

La niñita de cuatro años observó la seriedad del hombre que le advertía sobre sus huidas a la fuente.

Saga de arrodilló para estar a la altura de la pequeña.

— Anker no ah venido. Seguro que tío Rada no lo ha dejado. —

— Tal vez pequeña, pero tú no deberías venir hasta acá sola. Podrías lastimarte y nadie lo sabría.—

La niña hizo una mueca, se le había escapado de nuevo a sus papás. Saga le acomodó el broche y ella brincó feliz.

— Papá — los ojos verdes de Saga se clavaron en los de la pequeña

— Dime pequeña, ¿ sucede algo? —

La niña miro en dirección de la figura de piedra.

— Esa mujer, ¿ Es mi mamá?— el pequeño dedo índice señaló desde abajo.

Saga sonrió, aunque trato de disimular.

— ¿ Por qué piensas eso linda?— Saga tomo en brazos a la pequeña.

— Por qué tiene el mismo dibujo que mi mamá. —. alzó sus cejas para señalar.

Y era cierto, en la cadera del lado derecho había una pequeña serpiente. Casi imperceptible.

— Eres muy perspicaz. Pero, ahora, hagamos un trato—

— ¿ Cuál?—

— No le diremos a nadie. ¿ ok? —

— Ok papá.— la niña lo abrazó fuertemente por el cuello.

Saga regresó con la pequeña en sus brazos.

Fin.

Gracias a todos los que me acompañaron.

Gracias por su paciencia y el amor que le dieron.

Beauty.