Asalto 2.

El deseo vengativo del asesino.

(…)

Moviéndose cinco pisadas ligeras, tuvo una ubicación frontal al espejo ovalado y de detalles primorosos en el marco. Imitando a los mejores modelos de servicio, anudó la cinta azul bajo el cuello de su camisa, terminando por hacer un bonito moño. Con algo de crema obligó a su cabello azabache a mantenerse peinado, y amarró las agujetas de sus zapatos de cuero.

Revisó que todo estuviera bien con su atuendo, y dio su último visto bueno.

Su yo interno le seguía repitiendo que esto no iba con él, y que un traje que mostrara su rostro debía ser quemado de inmediato.

Le parecía increíble estar allí, pasando la prueba que otro le impuso. ¿Exactamente qué lo motivaba? ¿Curiosidad, codicia, aburrimiento? Con todas esas preguntas, solo aletargó su respuesta para caminar a su destino.

Tranquilamente dispuso a callar esa voz y se fue del espejo a la puerta.

A un paso de llegar, tocaron.

- Dark-Kun, es hora. ¿Estás listo?

- Sí.

¿Cómo terminaron las cosas así? Se preguntaba.

Su madre se esforzó en criarlo lo más apático posible con la vida. Los problemas ajenos se quedaban en eso, y su interés por vivir se reducía a tomar café y estar donde no llegara el sol. Ese era su estilo de vida.

Si era así, y amaba su bella gama de oscuridad, ¿Qué hacía allí, en la mansión que robó hace diez días?

Su alias era una adaptación pobre de su nombre, y a Sylph se le olvidaba llamarlo por él e irresponsablemente le decía "Darkness", dando en vano el alias.

De todos sus conocidos ladrones, mercenarios y caza-recompensas, no conocía uno que volviera a la escena del crimen que cometió. Casi se sentía como una broma, que fuera contra el sentido común, y solo por la petición de un chico que acababa de conocer.

Fue un meollo convencer a Link de dejarlo ir. Su rostro de asombro, mezclado con aturdimiento no salía de su memoria.

Al momento de aceptar, tuvo el apacible pensamiento de que "Seguro no me aceptarán de todos modos". Se le cayó el semblante cuando en la entrevista (Hecha directamente por Etanol Clover) fue aceptado y contratado en la mansión. Es más, ¿Se tomó en serio su entrevista? La rareza del hijo no llegaba a los pies del padre.

- Me llamo Dark, es un placer conocerlo, Etanol-Sama. Su hijo me propuso para el trabajo de guardaespaldas.

Quién acudía a su entrevista era nada menos que el cabeza de la familia. Su pelo liso de color verde oscuro, y sus ojos de brillo extraño le parecían sacados de Marte.

No dejaba de sorprenderle que ese fuera Etanol Clover. Para abreviar, sus ropas no eran las que un noble usaría. Eran simples y comunes. Vestía al nivel de la gente promedio. No llevaba excesivas ropas galantes ni joyas, y su perfil era sencillo de no ser por sus orejas que demostraba tener sangre elfica.

Además, tenía un rostro simple. No era feo, pero tampoco podía decir que fuera espectacularmente atractivo. Tenía la cara de alguien que catalogarías como personaje de fondo.

-…

Pensando en su imagen preliminar, y el rostro heredado de Sylph, pensó que este hombre tendría un largo cabello y cara de muñeca, largas extremidades y una voz andrógina que confundiría al más experto de los observadores.

Pero esto…

Sylph tenía más cara de elfo que él. Este hombre solo podía ser llamado elfo por sus orejas.

Dado lo poco que se preparó, la posibilidad de toparse con el obstáculo imbatible del cabeza de la familia le pareció una buena oportunidad de fallar. Llegó a concebirlo. El momento donde le dirían que se retirara.

-Ah, veamos, Dark-Kun… Me llamo Etanol, cabeza de los Clover. Llevémonos bien, ¿ok? puedes llamarte como mejor te parezca. Uff, que sueño…

Bostezó en medio de su diálogo solo. Pudo oírse dentro de esa sola habitación. Su postura al sentarse no era la indicada, y su cabello necesitaba urgentemente ser sacado de su campo de visión. ¿Acaso tuvo una semana difícil?

-…

No le parecía raro. Los daños a su mansión fueron considerables, y hubo un montón de problemas que tuvo que arreglar. Casi sentía la ironía de estar allí, pidiéndole un trabajo.

- Un placer conocerlo, Etanol-Sama. – Fingió respeto. – Estoy un poco nervioso por esta frente al cabecilla de esta acaudalada familia.

-No pareces estarlo… De hecho, pareces bastante confiable por tu postura.

Soy un mercenario que hace diez días se infiltró en tu casa. Poseo una mirada de tirano, y por donde se vea, soy peligroso.

Lo invadió una sonrisa de fragante perfección, atendiendo las palabras del hombre.

- ¿En qué momento conociste a Sylph? – Preguntó él.

- No hace mucho. – En eso no tuvo que mentir.

- Me alegra que conozca a alguien de su edad, dado que no tiene amigos. ¿Cuántos años tienes, Dark?

-16.

-¡Oh! Tienes esa edad y ya te ves tan maduro. Bien por ti. – Señaló con una grata sonrisa. – Yo a tu edad tenía cara de polluelo. Me confundían con un niño.

-…

¿Ese comentario era necesario en una entrevista?

-¿Qué comes normalmente?

- Café.

- ¿Eso cuenta cómo comida?

- Como todo lo que sea comestible. – No tenía gustos especiales respecto a la comida.

- ¿Estás casado?

- No. – No soportaría la presión femenina de ninguna mujer, y no se consideraba en la edad de tener pareja aun.

- ¿Has hecho trabajo doméstico?

- No mucho, pero estoy dispuesto a aprender.

- Hmm, bien. Eso es encomiable. ¿De qué raza eres?

- Humano.

O al menos, eso creía.

Los elfos tienen poca tolerancia con la raza humana. Si digo que soy humano, él tal vez…

- Hmm… Así que humano, eh. Aquí tenemos una mescolanza en cuánto a especies de refiere. Encontrarás desde elfos, medio-elfos, semi-humanos, hasta humanos comunes. No me importa realmente la especie, como tal.

-…

Esto no estaba previsto.

- ¿Tienes competencia luchando?

- Un poco.

Por no decir, bastante. Era un mercenario. Tenía que pelear bien sí o sí. Ser débil solo le provocaría una muerte prematura.

Fingiendo atención en todas sus inimaginables preguntas, terminó su entrevista. El vacío que quedaba en su pecho no pudo ser rellenado con ninguna de esas preguntas.

No le preguntó mucho sobre sus aptitudes como guardaespaldas.

Fue superficial en su interrogatorio sobre sus aptitudes en combate y magia. Todo fue orquestado como si ya supiera que no tenía sentido preguntar. No sabía si era negligencia, o no tenía dudas de sus capacidades.

Terminó contestando preguntas intrascendentes como cuál era su comida favorita, qué tipo de ropa usaba más a menudo, y cosas similares.

Quedó claro que trabajaría primero en quehaceres con los demás sirvientes, esa fue la única parte que quedó clara.

- Disculpe… - Utilizó su verdadera voz, una grave y calculadora. - ¿No tiene dudas al contratarme tan deprisa?

El señor sonrió, tirando a un lado su papel de preguntas (Que solo tenía el dibujo de un tiburón).

- ¡Ninguna! Sylph te recomendó, con eso no tengo ninguna razón para dudar de ti.

Eso pasó.

Frunció el ceño visiblemente. Aprovechaba su libertad ahora que nadie lo veía.

La facilidad para volver a colarse a la mansión lo ponía nervioso. Llegaba a pensar que podría ser una astuta treta de toda la casa para atraparlo cuando estuviera confiado.

¿A qué se debía esa fe ciega en el juicio del hijo menor?

Decidido, abrió la puerta de su habitación, saliendo afuera. El reloj colgado en la pared a cinco metros del nivel del pasillo marcaba las 7 en punto.

Hora de trabajar.

(…)

El gentil chirrido casi imperceptible de la puerta de la cocina anunció otro visitante a la misma. Pocos sirvientes, ocupados en sus tareas hogareñas, giraron a ver. Solo los curiosos se dieron ese lujo.

En total silencio Darkness se presentó al grupo de "compañeros" de trabajo.

La cocina, abarrotada de cocineros haciendo un festín para la familia principal, no se detuvo con su llegada.

-Ah, buenos días, Dark-Kun. – Recibió un amistoso saludo.

Quién lo saludó era una chica de un cabello ceniza que llegaba por debajo de sus pequeños hombros. No demostraba seguridad al hablarle, pero si educación al dirigírsele.

-Buenos días. – Devolvió el saludo. Tampoco era tan apático como para no hacerlo.

El verdadero infierno comenzaba ahora. Si todos guardaran distancias con él, no sentiría nada, pero una sola, de ellos, era peor que una estampida de mala suerte.

Batiendo con un cucharón el estofado, giró su espalda. Su precioso cabello corto rojo sangre se agitó levemente, y sus ojos perspicaces debatieron si verlo con desprecio o enojo por seguir allí en la mansión. Sus mejillas rellenas y rosáceas se endurecieron a buena hora de la mañana.

Campante, Camelia le envió una cruda mirada, diciéndole entre líneas que no era bienvenido.

Le sonrió burlonamente, tragándose su hostilidad sin sentido.

Stone, Yuria, y Shield tragaron saliva. Cuando Camelia, la segunda sirvienta más capacitada de allí (Además de Asura), y Dark, el novato, se encontraban, una tensión invisible aplastaba todo lo que tenía a su paso. Respirar se volvía incómodo, y el sudor frío salía de sus frentes.

La relación de Darkness con Camelia, era de lo peor. Nadie diría lo contrario.

Sylph dijo alegre las siguientes palabras "Camelia, Darkness pronto será tu compañero de trabajo, así que trátalo bien, ¿sí?" con cara de buen chico. Camelia solo pudo aceptar el extraño modo de pensar de su joven amo.

Sin embargo, eso, y despreciarlo a muerte eran cosas distintas.

Jeremy, el anciano de buena estatura y físico, no lo aceptaba por completo, pero no demostraba esa enemistad. El hombre de edad avanzada se complació de apreciar sus habilidades de aprendizaje.

-¡Buenos días, Dark-San!

Un chico de cabellos blancos y saltones le dio un manotazo detrás de su espalda. El sonido seco no fue signo de sufrimiento. Link tenía solo razón cuando le comunicó su deplorable fuerza física.

-… Hola. - El saludo que le envió fue del mismo estilo, copiando el manotazo.

-¡Guuh! – Chilló Shield cayéndose por el sólido golpe que destrozaría una montaña. Tocándose, comprobó que seguía teniendo sus pulmones dentro de su sistema.

Camelia se giró, olvidándose el darle los "buenos días". Nunca lo hacía.

- Te despiertas temprano, Dark.

El sirviente en jefe, Asura, llegó con él. Su traje impecable era su mayor orgullo. Le agradaba solo por no hablar más de lo necesario.

- No lo creo. Está entre los deberes básicos despertar a buena hora. – Solía hacerlo todos los días, pese a no tener vida social o razones para aprovechar la mañana.

El mayordomo indicó con una mirada a Shield.

- Shield, por su lado, se despertó a las nueve en sus primeros días. Costaba levantarlo, pues se aferraba a las sábanas. Fue todo un dolor de cabeza inculcarle la disciplina de madrugar.

El chico mencionado se sonrojó. No podía ni defenderse.

-Y Yuria rompió como cinco jarrones en el lapso de dos meses.

-¡Kiii! ¡…Tenías que mencionarlo!

- Stone no sabe cocinar. No es necesario decir que Etanol-Sama la pasó en cama dos días del dolor de estómago. Si lo ves cocinando, llámanos inmediatamente.

-¡Al final lo dijiste…! ¿¡Por qué!? – Lloriqueó el chico todo golpeado.

Lo más impresionante de este hombre, era que no tenía intenciones de molestar a sus menores, ni tenía la malicia para hacerlo. Lo decía puramente como ejemplificación.

Pero para ellos era el calvario de la vergüenza. Tener sus peores comienzos expuestos a plena luz del día.

- De Camelia… Apenas cometió errores. Aprendió sumamente rápido en los primeros meses, por lo que no tengo nada que señalarle.

Casi pudor oír un orgulloso "Hah" de la persona mencionada.

Sonrió pétreo. - Tomaré en cuenta tus consejos.

(…)

Los trabajos que llevó a cabo eran simples. La mayoría ordenados por Asura.

Eran limpiar las ventanas, ayudar en la cocina, limpiar las habitaciones, etc. Comenzó con trabajos de baja dificultad, hasta un novato podría manejarlos. Asura alabó sus rápidas nociones de aprendizaje, y aumentó su cantidad de trabajo por confianza en que podría con ello.

No le importó aprender las tareas básicas.

Los mercenarios solían ser gente que necesitaba desesperadamente dinero, o tenía hambre de él. La vida no era tan amable como para aceptar a un mercenario que no pudiera hacerse cargo de sí mismo.

Hablando de eso, Link era quién le cocinaba el desayuno, almuerzo y cena. No negaría el extrañar de sus comidas que parecían pinturas salpicadas en rojo. Era un fanático del kétchup.

Los primeros cinco días fueron con viento en popa. Al sexto día su horario dio un vuelco.

A las tres de la mañana, una sirvienta lo despertó. Cuando preguntó la razón de la hora a la que nadie tenía los ojos abiertos, contestó que Camelia le encargó limpiar cinco habitaciones antes del desayuno. Como no tenía otra opción, no tomó la contraria y obedeció.

Al terminar su labor, no tuvo ni veinte minutos de reposo cuando ella vino y le ordenó alimentar los caballos del cobertizo utilizados en los carruajes.

Cumpliendo, cayó sobre su cabeza ahora hacer la lavandería, podar los arbustos del jardín, erradicar una plaga de ratones (Esto fue lo más estresante), buscar en las montañas huevos de Lagarto escamado, hacer guardia, fregar los baños, y más.

No durada diez minutos libre, pues ella lo ocupaba con trabajos pesados y estresantes.

Hasta la fecha no vio otro que hiciera ni la mitad de eso y quedara de pie. Visto de forma lógica, se distribuían equitativamente las tareas para no cargarse demasiado las manos.

No dudó en que llegó al puesto del más explotado del reino.

De no ser quién era, habría sucumbido al cansancio hace mucho, pero bebiéndose sus pociones energéticas, recargaba sus pilas agotadas, y reanudaba su lucha. El cansancio no podría compararse a perder una partida con esa mujer.

No podía identificar exactamente por qué le tenía tanta animosidad. No hizo nada para que lo viera como un enemigo.

Los sueños, en donde ella era la protagonista, eran más recientes con las noches transcurridas.

Verla sufriendo era su mejor medicina cuando tenía los párpados cerrados en la noche debido al extremo cansancio de su mente y cuerpo. Se imaginaba torturándola lentamente hasta que perdiera las ganas de vivir.

Normalmente, no habría llegado a ese extremo de no ser por ella.

No creyó detestar tanto una persona que apenas conocía.

- Lava los baños. – Una vez más, ese día, recibió una "amable" orden de su superior, quién traía una cara malhumorada. Quién quería asesinar a alguien era él.

- ¿No lo hice ayer?

- ¿No puedes? ¿Ya te cansaste por no hacer gran cosa? – Provocativamente ladeó su cabeza, irradiando lástima. – Supongo que eres bastante flojo.

El trapeador, viajó en un parpadeo a manos del pelinegro.

- Nunca dije que no pudiera. Nunca me negué expresamente. Solo quería asegurarme que tu memoria funcionara bien.

- ¿Crees que no puedo entender el tono condescendiente que empleas?

- No recuerdo que haya hablado de esa manera. Deber ser tu imaginación volando un poco, señorita.

- Eres un sirviente bastante descarado, ¿sabías?

- Yo…

La persona, que se encargó de evitar el cataclismo, vino a escena.

Su cabeza coronada de canas blancas, y sus ojos de un lujoso violeta tirando a rosa, fueron el nuevo centro de atención de los sirvientes, que pospusieron su enfrentamiento para otro momento… cuando no estuviera el anciano.

-Dark-San. – Dijo Jeremy peinándose con la mano. – Ya es hora de llevarle té al Joven Sylph, ¿Podrías hacerme el favor de llevarle esta bandeja?

En sus manos llevaba una delgada bandeja de plata, con una jarra dorada, y bocadillos de todo tipo.

Suavizándose, Darkness dio un corto "Ok" y cogió la bandeja. Dando una corta reverencia se retiró, abandonando con una mirada inexpresiva a la de ojos rosa-azul. Ella no dudó en mirarlo con molestia por escapar con el rabo entre las patas.

El carraspeo del hombre fornido apagó las llamas de contienda de la joven, que nuevamente preguntó con la mirada qué deseaba decir.

- Camelia, cuando llegaste aquí hace dos años eras una niña inexperta en todos los quehaceres existentes, no sabías lavar, cocinar o escribir. No obstante, a los meses pudiste comprender mejor que nadie tu trabajo y te perfeccionaste. Me dejaste sorprendido lo buena que eres cocinando. José se queda deprimido cada vez que lo haces. – Tomando aire, siguió – Pero para nadie es un secreto tu incomodidad por el nuevo sirviente.

Cerrando los ojos suavemente, Camelia cambió su rostro al que poseía normalmente, uno ligero y apacible.

- Mis disculpas, Jeremy-Sama.

- Entonces lo comprendes. Incluso si el nuevo es el más sospechoso de todo el mundo, es nuestro deber guiarlo debidamente, sin trampas. En caso de que mostrara otra cara sería otro caso, pero por ahora se ha portado digno de su papel de servidor.

- …

- Hurgando en el asunto, cada vez que viene alguien nuevo, lo echas con trabajos excesivos. Los sirvientes que tenemos son porque estaban antes de ti, o llegaron poco después. Los que venían luego de eso eran echados por ti, o se iban a las pocas semanas.

Cuando entraba un desconocido al círculo, Camelia se transformaba. No poseía nada de empatía por los extraños y los hacía llegar al límite, terminando por romper su determinación de trabajar para la mansión Clover. Una vez la mansión estaba libre de desconocidos, volvía a ser la agradable Camelia que todo el mundo conocía.

Quién tenía mayor conciencia de esto, era Camelia. Su personalidad le inducía a portarse fría con los nuevos, y a torturarlos con trabajos pesadísimos. No comprendía lo irracional de su carácter.

- Lo comprendo, Jeremy-Sama. Pero… - Oprimió sus tibios labios, curvando sus cejas en preocupación. – Cuando lo veo, no puedo controlarme. Cada cosa de él me parece insoportable, a pesar de que sé qué hace bien su trabajo, deseo aplastarlo y echarlo de aquí.

- Camelia, tienes un grave problema de desconfianza, ¿será debido a tu padre?

- ¡No! – Se apresuró a decir, pero se calmó. – Yo…no lo sé, sinceramente.

Jeremy estrujó su ceño, respirando pesadamente. Con seguridad afirmaría, que el único defecto de esta chica era su recelo. Si pudiera abrir su corazón a las personas ajenas a su círculo, podría ser una gran mujer capaz de agradarle a quién sea.

- Camelia, desde ahora yo le encargaré los trabajos. Así nos evitamos confrontaciones innecesarias, ¿entendido?

Hubo un asentimiento desganado y se dio por terminado la conversación.

(…)

Pétalos de tonalidad malva se arremolinaban a su eje, desprendiendo un suave aroma atractivo para los insectos como las abejas. La vista, llena de color lila, abarcaba completamente su visión. El camino de piedras alisadas lo guiaba en medio de ese tupido bosque ornamental, esto era, el jardín de hortensias.

Al no llegar un solo rayo de luz, el aire se expresaba con un color lavanda.

Dentro de ese nuevo mundo aislado de los inconvenientes externos, presidía la serenidad.

Un ambiente agradable para reposar.

Al final del camino que seguía, encontró el fin del recorrido del laberinto florar. Una mesa redonda, cubierta de azulejos. Un techo le daba sombra, y el ocupante respondía con la cabeza agachada unos papeles con preguntas y fórmulas. El círculo de flores rodeaba cabalmente el pequeño espacio.

Sylph, estando a medio revisar de los papeles apilados, lanzó un grito de aburrimiento. Su cabeza se dejó llevar y paró de cara en la mesa.

- ¡Esto es imposible de resolver!

Desordenó los abundantes papeles (Su tarea) y se rindió con solucionar su contenido.

- Sylph.

- ¿Uh?

Aquellos curiosos ojos rubí de gemas azules se levantaron de su adormecimiento, y vieron a su acompañante con bocadillos. La fuerza regresó a su cuerpo.

-¡Darkness! ¡No he podido verte estos días!

Dark paró la bandeja plateada en el centro de la mesa y agarró asiento, sirviendo dos tazas de Earl Gray. El borde de la porcelana tocó sus labios y vertió el líquido oscuro en su garganta. La frescura del ambiente armonizaba con esta hora del té.

En su perplejidad Sylph dijo:

- ¿No se supone que estás trabajando?

- ¿No se supone que estás estudiando? – Preguntó en lugar de responder.

-… ¡Buen golpe! Me dejaste sin palabras.

Las dudas del elfo volaron, y procedió a tomar su taza, y unos dulces. Golosamente se metió una tras otro en su boca, masticando como una ardilla. Su falta de clase a la hora de comer transmitía despreocupación, agradando a Darkness.

Tomó unas galletas.

No era el hombre más aficionado a los dulces, pero el estrés de estos días se ponía por encima de sus misiones más peligrosas.

- ¿Estudias? – Sacó a flote el tema, esperando poder al menos estar sentado unos minutos sin la interrupción de esa mujer.

-¡Sí! Pero… - Hizo pose trágica. - ¡No entiendo nada!

- Al parecer no solo tienes un pésimo juicio, sino que tienes la cabeza vacía. – Cruelmente se expresó de su falta de entendimiento.

Los labios del peli-verde se arquearon divertidamente. El insulto de antes no afectó su estado anímico, y en vez de eso, lo puso más alegre. Hablar con alguien de su edad que no tuviera restricciones al dirigírsele era su mayor tesoro.

- Puede ser, así que ¿me ayudas? – Amontonó los papeles con garabatos en las esquinas.

Debería tener claro que dibujar no le daría puntos de inteligencia.

- ¿Le pides ayuda a un mercenario? Desde nuestro nacimiento le rehuimos a la educación, sino, ¿por qué tenemos este trabajo deshonesto?

Los papeles de bajaron. Sylph comprendió su punto.

- No hay opción, tendré que pedírselo a Camelia.

Sus músculos faciales se contrajeron, y su boca se colocó recta como una línea. Su mano se cerró inconscientemente.

- Dame eso. – Quitó de sus manos la tarea que definía como para un grado superior de inteligencia, o a menos, de Sylph. – Lo resolveré y luego te enseñaré como hacerlo solo.

- ¿¡Eh!? ¿Enserio? – Apresurándose se colocó detrás, ojeando por su hombro como un niño que era enseñado por sus padres. Su mente funcionó nuevamente, y recordó. – Espera… ¿¡Y lo de no saber sobre esto!?

-Mentí. Miento a menudo. – No temió decir en voz alta su falta, procedió magistralmente a resolver las preguntas hechas inteligentemente.

La materia concerniente era geografía.

Un mercenario hacía muchos viajes para efectuar sus delitos o trabajos. Ir de estado a estado era algo normal para los estándares de los combatientes a sueldo. Las tierras en guerra poseían las mejores oportunidades de trabajo.

Audazmente contestó la primera, la segunda, la tercera… Una mirada, y ya tenía la pluma escribiendo la respuesta.

Sylph solo podía asombrarse con su inteligente cabeza.

Acabando con el papeleo, se lo pasó al chico detrás. Inexpresivo, pavoneó su conocimiento.

- E-Esto no es justo. Si he estudiado desde pequeño, pero tú…

-Aunque le enseñes a un perro a saludar, nunca podrá decir "Hola".

- ¿Eso de recién era un insulto?

- Tómalo como quieras.

- Oh.

- Eso era un insulto.

- ¡Ah! ¡Eres malo!

El intercambio superficial, arrancó una sonrisa jovial del rostro del niño, tomando asiento. La compañía de Darkness le resultaba muy grata.

Tomando una magdalena con polvo de azúcar, reabrió otro tema.

- ¿Cómo te ha ido últimamente? Cuando le pregunto a Camelia si puedes venir a visitarme, contesta que estás ocupado y que no tienes tiempo para hablar con nadie.

Darkness se prometió ahorcarla algún día. Por ahora, apoyó su mejilla derecha en su mano, bebiendo un sorbo de té.

- Es cierto que he estado ocupado. Esa mujer me creé su juguete para darme todos los trabajos pesados.

- ¿Enserio? Pero ella es muy amable.

Una risotada emergió de lo profundo de su garganta. Percibiendo la extrañeza del niño a su súbito gesto, regresó a su estado serio.

- Apréndete esto, las mujeres tienen dos caras. Ella me muestra su lado malo, y a ti el bueno.

- ¿Eh? No lo cr-… - Paró de hablar. Su mirada perdida podría ser prueba de acordarse de algo relativo a lo que hablaban.

- Es cierto. Mi hermana es buenísima frente a Asura, pero conmigo es pedante. – Juntó sus labios en un pico.

- ¿Lo ves? Es lo mismo con Camelia.

- N-No tenía idea. La debes tener difícil.

Una espina de culpabilidad se incrustó en su conciencia. El responsable de contratar al mercenario de cabello oscuro, era nada menos que él. Debería poder aliviar su estrés.

Deseando de corazón aliviar el aire tenso, balanceó sus pies debajo de la mesa.

- ¿Y qué tal esto? Desde mañana ven a enseñarme a la hora del té. Si es una orden directa mía, no debería tener problema, y podrás descansar un poco.

- ¿Haciendo de tutor?

- ¿No suena mejor que ir a pescar al río helado?

- … - La propuesta fue analizada en frío, quedando como de provecho. Asintió, tomándole la mano y cerrando el "trato".

- Tienes manos frías.

- Señalar eso era totalmente innecesario. Podría incluso tomarse como ofensivo.

- ¿¡Tanto así!? ¡Lo siento!

- No es que me moleste realmente.

- ¿¡Entonces por qué lo señalaste!?

- Para molestar.

- Uff.

La corta hora del té de veinte minutos, finalizó con la boca del elfo lleno de migajas, y el pelinegro bebiéndose el resto de la jarra para su despoje de estrés.

(…)

A partir de ese momento, ocupó el puesto de "maestro" de Sylph. Tal como dijo Sylph, una orden directa frenó las intenciones de Camelia de enviarlo a misiones imposibles. Encontró desconcertante su falta de competitividad.

Sylph estudiaba geografía, matemáticas, historia, y otras materias menores, pero de entre todas ellas, su predilecta era la magia.

Su rostro imperturbable permanecía quieto, sus manos se abrían sobre una roca redonda, que, flotando en medio de ellas, se movía apenas. Dark no podía oír la respiración entrecortada de Sylph, pero no le era secreto su sobreesfuerzo para mantener la roca levitando en contra de la gravedad.

Abriendo su mano, hizo lo siguiente.

¡PAW!

La palma impactó la mesa de azulejos. La burbuja cerrada de meditación explotó a placer.

- ¡Ah!

Gimió Sylph. Sus manos temblaron, y la roca que levitaba cayó en picada. Tocando el piso, supo, para su desgracia, que falló el ejercicio enviado por su profesor de magia.

Su rostro estuvo a punto de tirar lágrimas de frustración, pero hizo bien al contenerlas. A su vez, se viró molesto hacia el culpable de su falta de concentración.

- ¿Por qué hiciste eso, Darkness?

El llamado áspero no alcanzó una pizca de miedo en el hombre pérfido. Movió aburrido sus cejas, viéndolo igual de monótono.

- No está bien.

Sylph se retrajo, no comprendiendo lo que quería decir.

- ¿Qué no está bien? Estaba flotando.

- Tú concentración no está bien. Pones todo de ti para hacer flotar la piedra.

El alegato no llegó a explicarle sus razones para interrumpirlo en medio de su práctica. Seguía sin saber a donde quería llegar.

Le invitó a seguir hablando.

- En otras palabras, si no puedes hacerlo con naturalidad, aun estando en un ambiente de relajación, menos podrás emplearlo en batalla.

El argumento no tuvo hoyos, para que un novato de la magia como él pudiera decir lo contrario. Aun así…

- N-Nadie puede hacerlo naturalmente al principio, dijo mi maestro. Mientras más practique, mejor lo haré…

No pudo leer la cara indiferente de su compañero, que colocó sus ojos en rendijas delgadas.

- De ser así, ¿cuánto tiempo llevas practicando este hechizo?

Hinchó su pecho.

- ¡Dos meses y medio!

-…

La descripción de Sylph era algo que Darkness no podía subestimar. Le era sencillo emplear su magia de luz, compensando su falta de experiencia con su talento natural al nacer elfo, pero no podía resolver unos simples problemas de geografía como "¿Cuántos estados tiene Eclipse?" y la magia de levitación, que les venía bien a los elfos, le rehuía completamente.

Estos días le sirvieron para trazar puntos críticos de su contratista.

1) Era más frágil que una doncella de huesos de cristal. Correr más de diez metros se llevaba toda su energía.

2) Cuando se ponía en peligro, su magia se volvía poderosa, pero inestable.

3) A veces mostraba una comprensión casi inhumana del universo, pero un ejercicio de división escapaba de su comprensión.

4) Su familia y sirvientes confiaban ciegamente en lo que decidía basado en su juicio.

5) Era, de los tres hijos, el querido por ser el menor.

Por más que escribiera en un libro los detalles de su extraña existencia, aparecía otro rasgo inaudito que cambiaba los colores que componían su persona.

Al buen ánimo de Sylph se descoloró.

Sus manos se juntaron en un ruego desesperado.

- Ok. Soy un desastre. Sé tan amable de enseñarme, maestro. ¡Ilumina mi deficiente conocimiento, por favor!

Darkness levantó una ceja. - ¿Me lo pides a mí, de entre tantos sirvientes?

- Lo hago.

- ¿Por qué?

- Porque confió en que podrás enseñarme.

-Sabes que eso será un pago extra, ¿no?

- Así que todo se reduce a eso, eh… ¡Entonces, bien! ¡Pagaré lo que sea necesario! ¡Eek!

Recibió un golpe en medio de la frente de la punta de los dedos de Darkness. Fue tan duro que vio estrellas.

Darkness tenía el ceño fruncido. - Deberías tener más cuidado con tu billetera. No actúes por impulso, ni ofrezcas demasiado. – Poniéndose estirado en su silla, comenzó a arrancarle los pétalos a una flor. – Y por cierto… Lo del pago era mentira.

- ¿Eh?

Sylph hizo un sonido de confusión.

- ¡Pero estaba seguro de que eras codicioso!

- No es mentira que el dinero es lo único que me motiva, pero amontonar montañas de él cuando no viviré para usarlo, carece de sentido para mí.

- Que un joven hable como un anciano es bastante extraño, ¿sabes?

- Quieres que te enseñe, ¿o no?

- Disculpa la grosería de este tonto estudiante, maestro. – Dijo bajando a reverenciarlo.

- Uh… Como sea, quieres que te enseñe ¿no es así? Ahora intenta levitar esa roca.

- Ah, s-sí. – El repentino cambio de tema lo dejó embobado, pero procedió a poner la roca donde pudiera verla.

- Espera.

El milímetro que la roca subió regresó a ser nada. La cúpula mágica de Sylph fue interrumpida, otra vez.

- ¿Qué?

- Cuando lo hagas, no te molestes en concentrarte.

- Es la primera vez que un profesor me dice que no tengo que concentrarme. – La ironía le parecía cómica.

Darkness puso la piedra sobre sus manos.

- No tienes que copiar el libro. Si te sientes cómodo haciéndolo con una mano, bien. Si quieres hacerlo con un dedo, también. Aunque la magia requiere concentración, también es parte del organismo, y como lo es, debe ser usado espontáneamente. ¿Acaso peleas mentalmente para mover tu brazo?

- Oh, bueno, no. ¡Pero lucho un montón para despertarme en la mañana!

- Nadie preguntó por eso. Tan solo inténtalo como te sea más cómodo.

- Bueno, está bien. No pierdo nada intentándolo.

- Mi tiempo, de hecho.

- ¡Sé un poco más amable con este estudiante, por favor!

Sylph exclamó una última vez, antes de tomar la piedra con una mirada nerviosa.

Sylph abrió sus ojos. Desechó todo lo que le dijo el maestro, y se concentró en hacer lo que quería.

En vez de sus enseñanzas, aceptó la curiosidad que se asomaba por los rincones de su mente, limpió su mente de pensamientos innecesario… No… Fue mejor decir que su mente se quedó en blanco, y solo miró la piedra.

-…

Zun.

- ¿¡-!?

Burlándose de sus anteriores esfuerzos, la piedra levitó sin pasar más de dos segundos. Comparado a cuando lo hacía en la cúspide de la voluntad, ahora solo pensaba "Muévete" y ella se movía.

- ¡M-M-Mira, Darkness! ¡De verdad levitó! ¡Y sin tanto esfuerzo!

- Tanta emoción por algo tan simple no tiene sentido.

- Alegrarse por las cosas grandes y pequeñas es parte de la vida. ¿Por qué esa cara larga? ¿No me dirás nada ahora que lo logré?

- ¿Esperas que me emocione y te dé palmaditas en la cabeza?

-… ¿Eh? ¿No lo harás?

-…

La decepción se plasmó magistralmente sobre el lienzo del elfo. Era algo que deseaba con toda su alma.

- Ríndete. No lo haré.

- Eres un demonio.

Darkness no tuvo reparo en destruir sus sueños. ¡Debería felicitarlo!

- Joven Sylph.

- ¡_!

Perdió la concentración con la que no contaba, y la piedra voló descontroladamente.

Fijando líneas aéreas por todas partes, cruzó al lado de la mejilla de Darkness. Que estuviera a punto de golpearlo no fue algo que le molestara, y lo dejó pasar. Afortunadamente, la roca siguió a la otra persona parada en la entrada.

Una mano de lindo dedos femeninos se cernió sobre la roca. El impulso fomentado por magia del mineral murió en manos de la usuaria.

Camelia sonrió, abriendo su mano. El polvo, que antes perteneció a la dura roca, escurrió finamente de su mano.

- No sé si estar feliz, o atemorizado de verte, Camelia.

- Tomaré eso como un halago, Joven Sylph. Me alegra ver su progreso en la magia de levitación que le ha sido tan difícil de dominar.

Sylph se olvidó de la culpa y sonrió como todo un experto en hechizos de nivel tres.

- Darkness es muy bueno enseñando. Lo logré fácilmente luego de que lo explicara una vez, como ves.

- Hmm.

Camelia no vaciló su sonrisa cordial, más en las comisuras de sus labios, se dio un temblor que alguien poco observador como Sylph notaría. Darkness estuvo consciente de ese cambio.

- Veo que disfrutas de los asientos de la familia Clover.

Indicó con veneno goteando de su voz. Su meta era claramente la guerra. Tenía la intención de agravarlo.

- Ah, fui yo quien lo invité a tomar asiento. No lo regañes por eso.

- Yo no haría algo como eso… - Tuvo que recapitular al ver su amo insistir. Darkness casi le sonríe burlonamente.

- ¿Por qué viniste, Camelia? – El ignorante Sylph (Que fingía no saber nada) preguntó la razón de su visita.

La sirvienta acomodó su semblante, y gentilmente dijo:

- Etanol-Sama desea verlo. Me envió expresamente a informarle.

- Ya veo, Padre me llama. Seguro no es importante.

- Dijo que es importante.

-Dice eso para todo. – Su padre se tomaba todas las cosas como el fin del mundo. Si fuera un actor de teatro, iría bien con el papel.

Se volvió a Darkness.

- Me tengo que ir, Darkness. Nos vemos. Ah, puedes comerte los bocadillos que quedan.

-… - No gastó energías en asentir ni contestar. Sylph no lo tomó a mal y salió siguiendo el camino a la salida del jardín violáceo.

Camelia endureció su rostro de doncella. Veía inaceptable su frescura al tratar con el tercer hijo de la Familia Clover. ¿No entraba en su cabeza la importancia del linaje de los elfos?

Darkness, siguiendo las instrucciones amigables de Sylph, llevó su mano perezosamente al plato de galletas y pastelitos.

Una aguda mirada rasgó su mano, de parte de Camelia.

Como el buen y recatado hombre que era, le levantó una esponjosa magdalena.

- ¿Quieres?

- No… - Negó entre dientes. - Esta comida está expresamente hecha para nobles, no para humildes sirvientes como nosotros.

- Como digas…

Haciendo caso omiso de lo que dijo, se comió la magdalena sin una pizca de culpa. A Camelia por poco y no le da un ataque de ira.

(…)

Recibiendo afables saludos de los sirvientes con los que cruzaba miradas, giró en la siguiente intercepción y acabó en frente de una puerta de caoba.

Los trazados en la madera figuraban una planta a punto de florecer. Tocando tres veces, esperó una invitación…

Pero no esperó allí más de dos segundos, para ir, y abrir la puerta con total confianza.

- ¡Hola!

- ¡Hiii! ¿¡Cuántas veces debo decirte que debes tocar!?

La pacífica oficina se hizo pedazos cuando un elfo entró desinteresadamente. La mesa en la que Etanol veía las cuentas de su casa, se movió cuando su ocupante saltó del susto. Sus rodillas golpearon la madera, y le quedó un rostro de puro dolor.

- Oh, ¿estás bien?

- …Deberías tocar antes de entrar, Sylph.

- ¿De verdad? Lo siento, lo siento. Lo haré la próxima vez.

- ¡Eso dices siempre! ¡Siempre se te acaba olvidando!

- No puedo decir que tenga la mejor memoria de todos. De todos modos, ¿por qué me llamaste? Estaba practicando magia, sabes.

- Uh. Lamento interrumpirte, es que tenía que decirte algo importante.

- ¿Y eso sería?

La mención del tema principal puso rígidos los hombros del adulto de mediana edad. Él, por su parte, entrelazó sus manos, posando su barbilla sobre su centro. El salón tomó un aire severo.

- En realidad…

- ¡Oh!

- ¡Eek!

Etanol no tiró una exclamación sin razón alguna.

Mientras buscaba las palabras adecuadas para hablar, su hijo estiró la mano y arrancó algo de su cabello.

Sylph vio el cabello arrancado, un pelo totalmente blanco.

- Mira, encontré una cana.

-¿Era necesario arrancarla apenas verla?

- ¿Quieres que la vuelva a pegar?

- Eso es imposible, y mejor no. Quiero seguir viéndome joven.

- Veo más de donde salió esta.

- Fingiré que no entendí nada de lo que dijiste. No me importa lo que digas, soy un hombre particularmente joven. Esa cana no es mía.

Luego de que terminara esta charla, iría inmediatamente a un espejo a arrancarse cualquier pelo blanco que tuviera en su cabellera. No podía dejar que alguien más lo notara.

Volvió a entrelazar las manos, para reproducir el momento serio de antes.

- Sylph, yo…

- Vaya, tienes una arruga en la cara.

- ¿¡Podrías dejar de señalar todas mis imperfecciones!? – Cada palabra salida de la boca de su tercer hijo era veneno. Deseaba que no fuera tan honesto, y se guardara sus descubrimientos en lo hondo de su corazón.

Sobre todo, lo relacionado con su edad.

A este paso no lograría llegar al tema en cuestión. Por ello, soltó los hombros.

- Sylph, necesito que me acompañes a la capital.

- ¿La capital?

- Sí. Voy a recoger a un embajador de Flyers que tiene una cita con el rey. Es mi deber escoltarlo hasta el castillo.

- Yo estaré allí para…

- Creí que eso ya era obvio. Es para hacer bulto. No quiero que sea recibido por un solo hombre. Sería algo descortés. Además, te serviría ir conociendo las caras de los embajadores extranjeros.

A Sylph, al ser bastante joven, no entendió realmente la importancia del asunto, y dibujó una sonrisa torcida. De verdad le costaba entender cómo pensaban los adultos.

- Pero ¿por qué yo?

- ¿No quieres ir?

- No digo que no quiera ir. Es solo que no soy tu único hijo. ¿Qué hay de mis hermanos?

- Uff… En realidad, se los pedí, pero ellos…

Los hombros que Etanol mantenía orgullosos, se cayeron abajo. El hombre de familia terminó cayendo sobre su escritorio.

- ¡…me rechazaron sin pensarlo dos veces!

-Cuando fui con Xión, pensando que llevar a mi hermosa hija sería digno de elogio, ella me dijo mientras se maquillaba "Papá, ¿Crees que tengo tiempo libre para salir a respirar polvo? Si necesitas valor, solo ve con alguien que no sea yo". Insistirle no funcionó.

- ¿Y Reishel?

- En cuanto le mencioné la capital se negó rotundamente. Ya sabes como es.

- Al hermano mayor le desagrada salir, después de todo. – Su papá no tenía suerte en las negociaciones con sus hijos. Le faltaba firmeza en muchos ámbitos.

Pero esto no era algo malo. Era una buena oportunidad para cambiar de aires por un rato.

- Está bien, iré contigo, papá.

- ¿De verdad? Menos mal. Sabía que podía contar contigo.

- Como condición, ¿puedo traer a Darkness?

- ¿Uh? ¿Hablas de Dark-Kun? ¿Por qué?

-¿No es mi guardaespaldas? Traerlo me suena bastante normal. También está el hecho de que las calles hoy en día están un poco turbias. Llevarlo no estaría de más.

- Oh, eso tiene sentido. Más me vale seguir tu consejo.

(…)

-…

-…

El traqueteo de la carroza no era de ayuda para el dúo en particular. Los hombros de ambos andaban tiesos como roca, y sus caras con una pantalla inamovible de silencio.

Etanol y Sylph tragaron en seco desde atrás de la carroza. El incómodo silencio de afuera resaltaba en ellos en pobre sentimiento de incomodidad.

Darkness y Camelia miraron al frente, imponiéndose el objetivo de no verse las caras. Si lo hacían, sus ansias asesinas tomarían control de ellos y se matarían en plena carretera.

Solo cinco centímetros de espacio evitaba que estuviera totalmente juntos en el asiento de conductor. Camelia traía las cuerdas, controlando firmemente los caballos de espeso pelaje blanco.

Cuántas ganas tenía Dark de estar dentro de la carroza. No por estar con Sylph, ni por evitar el frío que atravesaba las telas de su galante traje de mayordomo, solo para evitar respirar el mismo aire que esa maldita mujer.

Era lo mismo para Camelia.

Sylph, dentro de la carroza azul real, se remordía dentro de sí. Sus planes fueron frustrados nada más que por la buena voluntad de su progenitor. Etanol pensó que si un sirviente como Darkness era buena opción, una sirvienta hermosa como Camelia sería perfecto para completar el paquete.

La turbia relación de los sirvientes no entró dentro de sus cálculos, su arrepentimiento no podía ser más grande.

(…)

Cumplieron su cometido de recibir el embajador. El hombre (Que era un elfo del extranjero) no tuvo reparo en interesarse por Camelia. No era algo fuera de lo común. Aun siendo una sirvienta, la belleza de Camelia era de primera. Sus ojos de cristal y sonrisa angelical embobaron al embajador. Darkness encontró eso desagradable.

¿Quién vería encanto en ese demonio de pelo rojo?

Desilusión entró en él cuando el embajador no confundió a Sylph con una chica. Que no sucediera lo hacía sentir con escasas habilidades de observación.

Concluyendo su misión, iban de regreso a la carroza para comenzar el viaje de regreso, hasta que alguien se detuvo.

Etanol terminó deteniéndose súbitamente, levantando su voz más que para sí mismo, que para otros.

-¡Un poco más y se me olvida!

- ¿Acaso olvidó algo importante, Etanol-Sama?

- Por poco y lo paso por alto. Querida, ¿Podrías, en tu magnifica amabilidad, retirarme la espada que mandé a reparar? Aquí tienes la dirección. – Constaba de un papelito con letras escritas, la dirección de una herrería de renombre.

- ¿Espada? – Inquirió Sylph con una ceja levantada.

- Sí. Un grato recuerdo de hace muchos años. Antes serví como caballero para el reino, y esa espada me acompañó durante esos tiempos llenos de conflicto; al menos, hasta que conocí a tu madre. Luego de casarme, la guardé en el depósito para evitar que se oxidara.

- No tenía idea de que tuvieras un recuerdo tan importante. Pero, ¿cómo se rompió exactamente, si estaba guardada?

- E-Eh… Eso no es importante. Los años harían que cualquier arma se haga más frágil, ¿no crees? No importa realmente por qué se rompió. Eso no viene al caso.

Camelia, con una mirada inexpresiva, se dignó a decir lo que su amo se negaba a contar. – Etano-Sama la sacó a tomar aire una mañana, e intentó cortar a la mitad una calabaza. La espada se rompió limpiamente por la mitad, y la calabaza quedó intacta. No mostró una sola fisura.

- ¿¡-!? ¡No tenías por qué decirlo! – La vergüenza devoró su rostro. Terminó ocultando su cara roja entre sus manos.

Camelia fue testigo del hecho innegable. Su amo quiso lucirse frente a ellos al rebanar una calabaza que trajeron para la cocina. Grande fue su decepción cuando la espada se rompió a la mitad apenas tocó la superficie de la verdura.

No existía un solo sirviente que no haya presenciado el incidente. Su amo les dijo encarecidamente que no le comentaran a nadie lo ocurrido.

- Ah… Como sea, Camelia, por favor…

- Como usted ordene.

Sin energías para continuar hablando sobre inocencia en el asunto, Etanol le indicó a Camelia que fuera a recogerle su espada con un ademán desanimado de su mano.

Inclinándose respetuosamente, Camelia encaminó sus pequeños pies en la dirección escrita en el papel. Su señor la detuvo al cabo de diez pasos.

- ¡Cierto…! ¡Camelia!

- ¿-? ¿Se le olvidó algo otra vez?

Etanol dio un golpecito en el hombro del pelinegro, sonriendo caballerosamente.

- Darkness, acompáñala…

El tocadiscos invisible paró de tocar, haciendo un chillido desagradable al terminar de moverse. Una pintura de los semblantes de Camelia y Darkness no quedaría mal para una exhibición.

- ¿Disculpe? – Inquirió la sirvienta con incredulidad goteando de su voz.

- Camelia, ¿olvidas que eres mujer? Además, una muy hermosa. Sería terrible si atrajeras un pervertido de la calle. Sería mucho más seguro que vayas acompañada de un hombre confiable.

Camelia lo miró como diciendo "¿En qué ese animal es confiable?".

- Y Darkness seguramente estaría encantado de acompañarte.

Darkness le dijo sin palabras "¿Quieres que renuncie ahora mismo?".

Sylph no creyó este desenlace. Su padre debería saber bien que ellos no eran compatibles. Si eran juntados a la fuerza, ¡solo un desastre podía dar lugar! ¿En qué pensaba?

El elfo en cuestión, creía que no existían discrepancias que no se pudieran arreglar. La mejor opción para arreglar tales desacuerdos, era confrontarlos de frente. Ellos debían relacionarse para resolver sus problemas. Concluyó.

- Nos iremos adelantando. Los esperaremos.

-… Sí, Señor. – A Camelia le supo a vinagre su aceptación. No estaba nada feliz con este giro de los acontecimientos.

¿De verdad tenía que quedarse con ese hombre? ¡Un perro sarnoso sería mil veces mejor!

El dúo de padre e hijo se alejaron unos cuantos pasos, eso hasta que…

- ¿Sylph?

Sylph dejó de caminar, sonriendo entre dientes.

- De hecho, creo que iré con ellos.

- ¿Ah?

Etanol levantó una ceja automáticamente. ¿Es que su hijo no entendía qué pretendía?

- Tengo curiosidad de cómo se ve una herrería, nada más. – Eso dijo, sin espacio a negativas.

(…)

Oh, no…

El trío iba en la dirección que indicaba el papel que le entregó Etanol. Franqueaban en medio de las personas con una pose autoritaria. Camelia era conocida como una íntegra servidora de la casa Clover. Sin necesidad de decir algo, las personas la saludaban amigablemente.

¿Qué es esto?

Mientras que a los aldeanos o pasantes les sonreía, al hombre que tenía a su lado, un despreciable ser de ojos esmeralda tóxico, le enviaba la mayor hostilidad. Darkness ni se dignó a verla. No creía necesario contaminar su visión.

¡Mátenme! ¿Qué es esta desagradable tensión?

Sylph contaba con una comprensión pobre de los sombríos términos de la pareja. Siendo sincero consigo mismo, no creyó que dos personas pudieran llevarse tan mal.

- Camelia, ¿cuál es el aspecto de esta espada? Tengo curiosidad.

La mala mirada de la doncella se amansó ante la voz del joven. Darness notó la discrepancia.- Es bastante simple, de hecho.

- ¿Eh? ¿No tiene grandes grabados o algo así?

Hizo una negativa. - Por donde la vea, es una espada común que cualquiera podría conseguir en una herrería por un precio de 7 monedas de bronce. No tiene nada que destaque.

El entusiasmo que tenía contenido se desinfló. - Al ser un viejo recuerdo de papá, esperaba que fuera del tipo legendario o algo. Menuda decepción. Oh, no, espera… ¿Acaso tiene poderes impresionantes? ¿Cómo partir montañas o invocar rayos del cielo?

Se rio con ironía. - Semejante espada debería estar en manos de un espadachín poderoso, no de Etanol-Sama. Es solo una espada común.

- ¿Completamente común?

- Sí. Además, no goza de mucha resistencia. Esta será la sexta vez que se ha roto. Cada vez que el Señor la toma y práctica, termina rota.

- ¿Eso es posible?

La doncella colocó su dedo sobre sus labios, sopesando sus recuerdos.

- Recordando, la primera vez creo que intentó hacer un truco en el aire con ella, pero no funcionó y se rompió. La segunda vez maniobraba con ella, pero la soltó y dio con una ventana, rompiendo exclusivamente la espada. En otra, probó hacer un hechizo con ella, pero a medio cargarla cedió y se partió. La siguiente vez, solo se apoyó en ella y…pues…

-… Decir algo a estas alturas no tiene sentido, pero lo diré igual… ¿Por qué usa una espada si su manejo en ella apesta?

Menos mal que su padre no estaba presente. Eso habría arrancado el alma de su cuerpo.

La doncella bajó sus hombros. Ella no tenía la respuesta a esa pregunta.

- Sus razones me son totalmente desconocidas. Todos los meses hace hincapié en querer usarla. No parece querer dejarlo… Si tuviera que pensar en alguien que supiera algo… - Cerró sus ojos brevemente. – Sería en Jeremy-Sama.

- ¿Jeremy?

- Es el sirviente más viejo, e incluso dicen que estuvo con su padre antes de que conformara la familia. Él debería saber por qué le es tan preciada.

Pensar que Jeremy Bladewill tendría las respuestas al comportamiento terco del señor Clover sería algo razonable. La relación que los conformaba seguía siendo misteriosa para las personas como Camelia y Sylph, que no tenían idea de sus vidas pasadas.

- Ya veo. Tendría que preguntarle alguna vez…

- Sí…

- Mujer, nos estamos desviando del camino. Y procura ver adelante. – Reveló Darkness estrictamente, haciendo que la cejas de la sirvienta se crisparan.

Ser corregida como una niña le causó gran disgusto. Además, ¿acaso no se acordaba de su nombre? ¿Cómo osaba llamarla "mujer"? ¿Qué parte no comprendía de ser inferior en rango? Como mínimo, debería llamarla con un gran honorífico de acuerdo a su posición.

- Lo más seguro es que tu memoria esté puramente de adorno. Parece que ni siquiera pudiste acordarte de mi nombre. – Golpe.

- No es que no me acuerde, es solo que no quiero usarlo. – Golpe, golpe.

- ¿Es así? ¿Es eso resentimiento lo que oigo? – Golpe, golpe, golpe.

- No veo por qué debería tenerte resentimiento. Es decir, has sido muy amable conmigo. Tal vez demasiado. – Golpe, golpe, golpe, golpe.

- Tu descaro no tiene límites… - Siseó venenosamente en su punto de ebullición.

- Lo mismo digo de ti.- Los sagaces ojos de Dark se cerraron en un deje de fastidio.

- ¿Acaso no sabes lo que es el respeto?

- ¿Acaso no sabes cerrar la boca? Tu tonto parloteo ha hecho sangrar mis oídos.

- E-Esperen, chicos…

Sylph quería decir algo, pero el ambiente no le daba lugar para interferir. Es más, el aire estaba volviéndose ominoso, y temía que empeorara.

Él límite de ambos finalmente daba señales de aparecer. Rígidos, se colocaron de frente, haciendo que dos mundos chocharan.

- Parece que no sabes tratar con tus superiores, novato.

- No creo que valga la pena tenerte como superior, en primer lugar.

-¿Crees que esto es divertido? Tu comportamiento infantil afecta al Joven Sylph.

- ¿Acaso lo necesitas para defenderte? ¿No puedes alegar algo que no esté a su nombre?

Ella se sacudió de furia.

-¡Eso…! ¡De verdad no conoces lo que es el respeto! ¡Eres un descarado sin igual!

- Que te molestes por cosas sin importancia demuestra el poco carácter que tienes. ¿Quién está siendo superficial aquí?

- ¡Eres despreciable! ¡Olvídate de ser su guardaespaldas! ¡Ni siquiera sirves como sirviente!

- Has estado molestándome desde que comencé a trabajar en la mansión, ¿y tienes el descaro de decir que no soy apto? Quién realmente necesita controlar su temperamento eres tú, no yo. – Señaló. – A menos, que quieras oír la opinión de Sylph sobre el asunto.

-… ¿¡-!?

-… Entonces… ¿Eh?

La mención de elfo provocó que ambos se giraran hacia el personaje que hace tiempo no profería una sola palabra, pero el vacío, dejado en su ubicación previa, heló sus semblantes.

- ¿Pero qué…? ¿En dónde se metió Sylph? – Dijo Darkness viendo a los lados.

Su visión no lo captó en las mediaciones de la calle. Realmente no estaba cerca.

Camelia, incapacitada para hablar, miró y buscó a su joven amo, pero no logró dar con su paradero. Esto le daba mala espina. Un sudor frío recorrió su frente y sus manos. Su garganta se sintió seca con el espantoso error de novato que cometió al olvidarse de su amo.

¿En qué momento se fue de su lado…?

- ¿Dónde está?

- ¿Acaso se fue sin esperarnos?

Camelia guardó sus palabras. El hombre a su lado estaba, como mínimo, muy alterado. Quizás más que ella.

- Darkness…

- ¿Qué?

- Él Joven Sylph nunca desaparecería así sin más… Él no es de los que se van por su cuenta…

Entrecerró sus ojos. -¿Cómo estás tan segura?

Camelia dijo con cara seria. - El Joven Sylph no se sabe las calles.

-… Oh.

Esa fue…razón más que suficiente.

(…)

¿Qué tipo de magia es esta…?

Antes de que Sylph pudiera intentar controlar a los sirvientes, un manto negro cayó sobre su visión. Fue instantáneamente aislado del mundo entero, con su visión, oídos, y tacto bloqueados. La sensación de estar flotando en medio de la nada lo mareó, dándole un poco de náuseas.

La pesadilla de estar completamente solo y ni siquiera poder pedir ayuda lo hizo desesperar. Intentó gritar, pero su garganta no produjo un solo sonido. Mover los brazos no lo sacó de este mundo negro. Fue cuanto recibió un fuerte dolor detrás de la cabeza, poniendo su mundo teñido de malestar.

Sin poder hacer nada, perdió la conciencia.

Luego de un tiempo indefinido, Sylph despertó. La inmensa oscuridad se sobrepuso a la imagen que tuvo antes de perder la conciencia.

Y como era de esperar, se encontró dentro de algo similar a un almacén abandonado.

Él consuelo de comprender que este no era un mundo separado de la realidad, inundó su pecho. Pero continuaba en una mala situación.

El sitio daba aires de abandono. El piso mostraba grandes cantidades de polvo, bichos se arrastraban por las paredes y el suelo.

Movido por este ambiente tétrico, quiso asegurarse que nada estuviera escalando su ropa, pero sus brazos no se movieran una sola pulgada.

¿Qué rayos…?

No tenía la capacidad de moverse. Sus muñecas, atadas al respaldar de una silla, le dejaron claro que esta situación era mucho peor de lo que imaginaba. No le agradó la sensación de impotencia, ni de la áspera cuerda que lastimaba su piel cuando me movía descuidadamente.

Un rayo de comprensión partió en medio de su confundida mente.

Supo que fue, a todas luces, secuestrado.

Numerosas preguntas lo asaltaron apenas concluyó su destino.

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Por quién? ¿Por qué ahora?

- Tu cara de no entender nada es realmente molesta, ¿sabías?

- ¿-?

La voz conmovió ese sitio lleno de polvo, donde, la oscuridad fue disuelta por una sombra andante. No causó un solo ruido aun en medio de este ambiente descuidado.

Su cabello alisado era de un violeta ceniciento, sus ojos de azul vacío lo miraban como a una cucaracha. Su altura sería de 1, 80 y algo, tan solo un poco más bajo que Darkness. Su cuerpo iba revestido de una capa envejecida y de color pardo descuidado.

La capa, en particular, causó un clip dentro de la mente de Sylph.

¿Darkness no llevaba una así cuando asaltó la mansión?

Sylph entendió que estaba en una muy mala situación. Al menos necesitaba saber cuál era su nombre, y por qué lo había traído hasta aquí.

- ¿-? ¿Ngh?

Sin embargo, al intentarlo, se dio cuenta de que no podía hablar. Sus palabras quedaron obstruidas por la mordaza que tenía metida en la boca.

-… Ng…

Esta situación, lejos de ser buena, se volvía cada vez peor. ¿Qué le faltaba ahora? ¿Qué el criminal le confesara que lo odiaba?

El chico en sus años mozos, sonrió sinuosamente. Tenía el toque de un rey que se burlaba de un sucio plebeyo.

- Es bastante alentador ver lo inútil que eres en esta situación. Te retuerces igual a una cucaracha al borde de la muerte. No, eres incluso más patético y lamentable que una cucaracha. Bien podrías ser un nuevo tipo de insecto, uno que se arrastraría por la tierra como el ser patético que es.

-…

¿Qué era este discurso cargado de tanto odio?

- Como mínimo, te dejaré saber que me muero de ganas por cortarte en pedazos.

-… ¿¡-!? ¡Nhg!

Esto es malo.

Oh… Ciertamente le confesó un odio secreto, solo que él no tenía idea de quién era este tipo. ¿Exactamente por qué era odiado, en primer lugar?

(…)

El aire del almacén abandonado olía a odio en su más pura aserción. La respiración y el ritmo cardíaco del asesino era un caos. Las emociones que circulaban en su corazón eran indescriptibles. Imposibles de ordenar.

Enojo, ira, tristeza, rencor, irritación, desolación… Su cuerpo mismo mostraba signos de no soportar tantas emociones contradictorias y se agitaba sobrecargado.

El enojo y la ira por ser dejado de lado tan fácilmente, la tristeza por no ser tomado en cuenta, el rencor por enfrentarse al causante de su situación, irritación por su fácil modo de vivir e impertinencia, y desolación por ser reemplazado por un niño que no tenía idea de la vida.

- ¡Tu cara realmente me molesta un infierno! ¡Maldición!

- ¡Nhg!

Sylph cerró los ojos instintivamente delante del furioso grito del secuestrador. Oyó un golpe que desmenuzó el área donde hizo contacto. Sintió la vibración a través de su silla. La fuerza exhibida le sacó un manto de sudor.

Al abrir los ojos, comprobó que el golpe había sido efectuado a diez centímetros de su mejilla derecha.

El lugar que recibió el golpe, ahora estaba abollado y expulsando polvo.

El sudor se hizo más prominente. Su cabeza habría volado en puros pedazos de sangre y carne si ese golpe hubiera conectado en su rostro.

El mismo arrebato cobró una tarifa para el secuestrador. Su mano quedó sangrando, con sus nudillos gravemente lastimados.

Eso se vio doloroso, pero el chico no se molestó en hacer una mueca que demostrara que sufría. Sylph no estaría tan calmada con tremenda lesión.

Link respiró un poco mejor luego de exponer algo de su ira.

El dolor le concedió algo de consuelo y estímulo a su corazón hecho pedazos, pero no duró mucho. La verdadera causa de su ansiedad era ese chico que tenía allí amarrado. Si volcaba todo su despecho sobre él, seguro se sentiría mejor.

Sin embargo, antes necesitaba algunas respuestas.

- ¡-!

El muchacho tomó los reposabrazos de la silla y la empujó contra la pared. El movimiento súbito lo dejó bastante mareado. Su captor inmediatamente colocó sus rostros cercas. Sylph fue ahogado bajo la mirada del peli-morado.

Ese acérrimo odio nadaba en el lago azul que eran sus ojos.

- ¿Qué le ofreciste…?

-…

La respuesta no le llegó, el rehén tenía la boca con una cinta bien ajustada que le impedía hablar.

Aparte, claro, de que no tenía respuesta para menuda pregunta. Ni siquiera entendía el contexto en que era dicha.

- ¿¡Qué le ofreciste!? – Su voz imprimió el doble de energía.

La pequeña figura de Sylph se perturbó bajo el grito. Esa fragilidad le molestaba. Volvió a repetir con mayor intensidad.

- ¿Qué hiciste para que Darkness trabajara para ti, eh? – Siseó entre dientes. Cada palabra se volvía más resentida que la anterior.

Sus ojos ardían de ira, haciendo que solo viera rojo. Quería matar ese elfo de una buena vez ¡Quería hacerlo sufrir!

- ¿¡Por qué, por qué, por qué!? ¿¡Por qué Darkness se fue contigo!? ¿¡Que trucos sucios usaste, eh!? ¿¡Qué tienes de especial, afeminado!? ¡¡Darkness jamás dejaría su trabajo de mercenario para irse detrás de un chico como tú!!

Y sin embargo, era la verdad.

-¿¡Qué le dijiste!? ¿¡Qué le ofreciste!? ¡¡Si se suponía que era un trabajo…! ¿¡Por qué no fui incluido!?

- Ng…

Sylph no podía hacer nada frente a los ataques verbales del asesino que volcaba su fuerza en presionarlo contra la pared. Le era imposible no angustiarse cuando la ira de su captor aumentaba con cada segundo.

Entendió que era una persona consumida por la ira. No pensaba claramente por el odio que lo enceguecía.

- ¡Cuando Darkness me dijo que no consiguió la Gema, lo acepté por confiar en él! ¡Pero luego me dijo que se iba a trabajar a mansión! – Escupió errático. - ¡Por donde lo vea eres el culpable de todo esto! ¡Darkness no sirve para atender a personas estúpidas como tú! ¡Está hecho para el puesto de mercenario! ¡Es allí donde puede brillar! ¡Es más, no tiene sentido dejarme fuera, puesto que soy su compañero! ¡Es mi papel estar a su lado! ¡Es lo normal! ¡Y sin embargo, él se fue…!

Finalmente, y respirando inestable, enredó en su mano los cabellos de Sylph, tirando fuerte. Los ojos de Sylph expulsaron lágrimas al tener su cuero cabelludo siendo abusado. A Link le agradó su reacción.

- Si mueres, Darkness no tendrá que mantener el contrato y eventualmente volverá… - Añoró ese mundo ideal. – Claro que no estaré satisfecho ni matándote diez veces. Me tomaré mi tiempo, así que ten paciencia.

Él declaró, con plena confianza, que lo iba a matar.

La sangre fue drenada del elfo.

Esto no era un juego. Fue ahora que lo entendió. Fue ahora que cayó en que este tipo no estaba jugando, y que el rencor que le tenía era tan sólido como una montaña. Por sus palabras, debió cogerle resentimiento cuando Darkness se fue a trabajar como su sirviente.

Uhh… No dejaré que esto termine así.

Nadie puso negarle su deseo de vivir. Aun siendo joven, entendía que si no hacía nada, terminaría teniendo una muerte miserable. Él, lejos de querer ese final, se movió en consecuencia.

- ¿¡-!? ¡Pedazo de…!

Aunque estaba atado, las piernas de Sylph seguían libres.

Tiró a golpear entre las piernas del asesino, imprimiendo todas sus fuerzas en su patada. Su captor se enfureció, pero el dolor de tener su entrepierna magullada hizo que soltara su cuero cabelludo para encogerse.

Sylph, ya libre, pasó a hacer su próximo movimiento. Balanceó las piernas y…

- ¿¡Ngh!?

Desafortunadamente…el acto no le salió como esperaba.

Su silla se precipitó a un costado. No pudo librarse de la cuerda como tenía planeado, y terminó en peores condiciones que las primeras. Encima perdió la genialidad del momento y acabó como un tonto.

-…

Link, dentro de su ser perverso, creyó tener una pizca de lástima por el lamentable elfo. Se debería tener valor para vivir siendo tan estúpido.

¿¡Por qué!?

¿El universo no estaba conforme con su papel protagónico o qué?

Link, en su silencio mortal, vio sus manos desnudas.

Una mortífera idea pasó por su mente.

- ¿Sabes qué? Ahora que lo pienso, estrangularte no parece una mala idea… De hecho, suena tentador.

La seriedad con la que profesó su deseo secó la garganta de Sylph. Este tipo hablaba sobre asesinarlo como si hablara de cosas mundanas.

Ansioso por ahorcarlo, Link dio unos pasos hacia él. Sylph se agitó temeroso.

- No te preocupes, lo haré lo más lento posible. Lo suficiente para verte retorciéndote en busca de aire. – Fue que trazó el precedente de una sonrisa extasiada. Disfrutaría esto con todo su ser.

-…

- ¿¡-hk!?

- ¿¡-!?

Antes de tocar un solo cabello del peliverde, Link se apartó de dónde estaba y se puso en guardia.

La tierra tembló, desatándose la destrucción en el almacén.

Un aparatoso peso intangible atravesó una de las paredes del almacén como si de aire se tratara. Su poderoso e imbatible envite tiró abajo las bases del concreto. Pedazos peligrosos de roca y madera acabaron desordenados por todas partes.

El temblor del impacto conmovió a los ocupantes del almacén.

Link se sostuvo en sus pies, mirando el ataque del tanque humano.

Lo que normalmente se pensaría como el ataque de un elefante, acabó siendo una delicada chica de cabello rojo y unos ojos cristalinos. Su vestido de sirvienta estaba algo sucio por la polvareda provocada antes, y tenía impresa una faz de pura determinación.

La formidable entrada construida hace poco le permitió a la luz entrar a la oscura y deprimente zona, bañando la visión nublada de Sylph.

- ¡Joven Sylph!

La paz y el enojo se mezclaron increíblemente en ese llamado. Sylph no sabía si estar feliz y o asustado. Casi todo su ser palpitaba por ser rescatado ahora que su plan de escape falló miserablemente.

Como un mal chiste, al lado del hoyo que colaba el aire caluroso de afuera, una puerta puesta estratégicamente fue abierta por un hombre alto y de cabellera negra y brillante. Era Darkness.

Miró con petulancia la brutalidad de su compañera.

"¿Eres estúpida? Aquí había una puerta", sería un gran placer hacérselo saber, pero tenía otras cosas de las que encargarse primero.

Link obvió la presencia de la burda mujer, y se centró solamente en él, su ex compañero.

Ese ex le dolió más que nada.

¡Chicos! ¡Gracias por venir! ¡No saben cuánto los he extrañado!

La irritación de Link subió hasta los cielos. La mirada feliz que ese elfo mostraba con tanta pompa hizo que su sangre hirviera. ¡Tenía el descaro de mostrarle menuda mirada…!

- ¡Fuera!

- ¿¡Ngh!?

- ¿¡Joven Sylph!?

Abriendo su mano, Link envió un manto de sombras hambrientas que se arremolinaron bajo su silla. Sin poder defenderse, Sylph descendió dentro de esas sombras temerarias, desapareciendo incomprensiblemente de la vista de sus salvadores. Camelia no pudo evitarlo y dio un grito angustioso.

- ¡JOVEN SYLPH!

Sylph dejó de estar allí. No quedó un cabello de él.

- ¡Tú….! ¡Bastardo!

Camelia terminó hecha una furia, con su rostro enrojecido como su cabello. Pidió respuestas al hombre de tez pálida y mirada perversa.

- ¿¡Qué le hiciste al Joven Sylph!?

Link no contestó.

Darkness no acabó como Camelia. De hecho, se mostraba muy tranquilo, esto no requería una cara de pánico.

- Camelia, sal ahora.

- ¿Qué-

- Sal ahora. Sylph no está muerto, por eso te pido que salgas, yo me encargo de él…

Link frunció el ceño al no ser llamado por su nombre.

-…

Camelia estaba complicada ¿Cómo podía estar tan seguro? ¿Conocía la magia de este lunático? ¿Por qué la enviaba a ella exactamente?

Sin embargo, entendió que no era tiempo de hacer preguntas. En los ojos de Darkness concibió el apremio de la orden. Comprendió que no hacerlo podría causar que algo malo pasara.

En silencio, salió por la puerta del almacén sin mirar atrás.

Desde un principio, supo que Darkness no era alguien común.

Todos esos trabajos que le despachó eran imposibles de llevar a cabo por individuos comunes.

Lo envió al río más frío de la montaña, lo envió a buscar miel en el territorio de los osos. Incluso le encargó eliminar una terrible plaga de ratones alados.

El pesado sentimiento de molestia abarrotó su pecho. ¿Por qué Darkness no se rendía? ¿Tanto quería trabajar para Sylph?

Aunque no llevas más de dos semanas trabajando…

No llevaba casi nada, pero ya había aprendido varios quehaceres. La irritación se le subía a la cabeza con cada tarea que él lograba culminar. Su facilidad para aprender incrustaba molestia en su corazón.

El recuerdo de sus años de novata golpeó su memoria, por más que quisiera evitarlos.

- Jeremy-Sama, ¿Por qué los otros sirvientes me evitan? – Habiendo sido sirvienta hace un tiempo, Camelia no entendía por qué todos los demás sirvientas la evitaban.

Por lo tanto, le preguntó inocentemente al anciano Jeremy, el cual estaba un poco más joven. El anciano acarició su barba, mientras pensaba en cómo responderle

- Supongo que…están algo celosos.

- ¿Celosos? ¿Por qué?

¿Por qué habrían de estar celosos? No entendió.

- Bueno… Has llegado hace menos de un año, pero ya sabes hacer todos los quehaceres con plena excelencia.

- ¿Eso no es algo bueno?

- Los seres humanos son seres que están inclinados a sentir envidia. Para ellos, que les tomó años perfeccionarse, que hayas llegado y aprendido rápidamente hace que se sientan inferiores o poco aptos.

- ¿Es eso así…? ¿Es…mi culpa?

- No, no lo es. Esto es parte de la vida, que no te afecte. Tú solo sigue trabajando diligentemente. Ya ellos sabrán lidiar con esos sentimientos. – Amable y conciso, le dio una palmadita en su cabeza.

Ella sonrió felizmente cuando fue aceptada por el anciano, sabiendo que no había hecho nada malo. - Uh, ok. Eso haré.

…Pensar que sentiría esta susodicha "envidia" de la que hablaba el viejo Jeremy hace años… Era irónico. Tal vez demasiado.

Se rio de sí misma, pensando en aceptar que estaba haciendo las cosas mal desde el principio. Debería, como mínimo, ofrecer una disculpa al agraviado en todo esto. En cuánto rescatara al Joven Sylph, eso sería lo primero que haría.

(…)

La sala quedó en silencio una vez la sirvienta de pelo rojo desapareció de la escena.

-…

Darkness le dio su atención exclusivamente a su oponente, el cual no se había movido una pulgada hasta el momento. Pudo notar que esto contentó inesperadamente a su ex compañero.

-D-Darkness… - Dijo en un hilo de voz. El anhelo de expresarle sus sentimientos se veía reflejado en sus ojos azulinos.

- ¿Qué?

- Yo… ¡Kuh! ¿¡-!?

De inmediato, las palabras que tenía contenidas en el pecho quedaron sin concluir. Su mundo dio una vuelta de 190 grados, y un dolor terrible lo asaltó bajo el mentón. Perdió la noción del espacio durante esos segundos en los que su cerebro intentaba entender qué había pasado.

Había sido Darkness, que en medio de su discurso trazó una patada directa a su barbilla.

- ¿¡-hk!? ¡Nhg!

El equilibrio de Link apenas comenzó a estabilizarse. La sangre acabó fluyendo de su boca y nariz en una hemorragia incontenible debido al daño.

- ¿Enserio creíste que me detendría a oírte? – Sonrió, pero no irónicamente. Esta sonrisa fue hecha con sus más afilados deseos asesinos.

- Mgn…

Link retrocedió, limpiándose la nariz. El dorso de su mano se pintó de sangre, pero no le prestó demasiada atención, más teniendo a su contrincante acechando.

- No quería pensar que serías tan tonto para hacer algo tan estúpido como esto. Por un momento dudé de que fuera tú, pero acerté. No muchos pueden secuestrar a una persona con tanto sigilo. - Indiferencia entró en los oídos de Link.

Link se levantó, algo mareado por el golpe de antes. Obligó a sus tambaleantes pies a ponerlo erguido. La distancia que lo separaba de Darkness era apenas de cinco metros, sabiendo bien que si quisiera, atravesar esa distancia no sería nada.

Inesperadamente, recibió gustosamente la mirada filosa de Darkness.

Como mínimo, estaba contento de verlo después de tanto tiempo.

Había quedado tan solo luego de su partida, lo cual conllevó dos semanas de oscuro encierro. Aislado en el piso de su casa, pensó innumerables veces qué causó que su compañero lo abandonara como a un objeto que dejó de servir.

Estuvo revolcándose en el abrazo de la tristeza y la rabia durante un tiempo, al menos, hasta que la respuesta salió por sí misma… Según le dijo el mismo Darkness, todo este problema fue causado por alguien en particular.

Un nauseabundo niño elfo.

Todo por ese niño…

Se mordió el labio, provocando que circulara un hilo de sangre.

- ¿P-Por qué trabajas para ese niño…? – Dijo de voz débil.

La dura mirada de Darkness no fue opacada por la supuesta pesadumbre del peli-morado. Incluso se enfrío más. Frunciendo su ceño, hizo un ademán de molestia con su mano.

- Hombre, sí que eres problemático… ¿No te detuviste a pensar cuántos problemas me darías?

Allí, en solo compañía de su compañero de la misma calaña, mostró su verdadero rostro.

- Si Sylph muere, no esperes una muerte indolora de mi parte…

Aquellos hermosos ojos esmeraldas chispearon en plena negrura. Su cabello se erizó como un efecto de su propio enojo. La empatía desapareció del rostro de Darkness, y fue reemplazado por una sed de sangre sin fondo.

Obviando un aviso previo para su contendiente, avanzó fantasmagóricamente aquellos cinco metros a la mirada perpleja de Link. La distancia fue reducida en menos de un segundo, siendo Link pateado en medio de sus costillas. El golpe lo hizo retroceder aéreamente. Su capa marrón ondeó por el aire, y dando un esplendoroso giro, terminó frenando la caída en una de las paredes.

No presentó problemas al sujetarse de ella, preparándose para contratacar.

Los azules ojos ardieron de rabia.

Buscando su daga bien afilada, arremetió contra su oponente. Con buen manejo, Darkness acató su muñeca y la partió antes de que encestara un corte.

No obstante, Link no se molestó en mostrar una cara de dolor, y pasó la daga a su otra mano. , siendo ambidiestro, logró dibujar un corte desde el pecho hasta el final de los hombros. La sangre ensució el galante traje de mayordomo.

¿Qué tenía ese niño…?

La pregunta lo asaltaron miles de veces, pero seguía sin encontrar la respuesta. Remató flagelándose para aminorar esos amargos pensamientos, pero ni el dolor podía hacerlo olvidarse de aquella amargura. Acudió a la bebida, pero luego de cinco intentos se rindió. Ojalá fuera alguien que pudiera acabar ebrio… eso, y no le gustó el sabor.

En su ignorancia, esperó que volviera al haber acabado el trabajo o haber renunciado a él. Así pasó dos días, tres días, cinco días, una semana… A la segunda semana casi se suicida.

Todo su ser quería venganza, pensando en aquel que se había llevado a su compañero. Aquel al que odiaba con locura.

- ¿Por qué no lo admites ya?

- ¿Eh? – La pregunta salida de la nada lo hizo temblar de confusión.

¿Qué? ¿A qué se refería?

Al dudar por un momento corto, embotó sus colmillos. Darkness, habiendo conseguido hacerlo bajar la guardia, barrió bajo sus pies.

- ¿¡Uah!?

Link no previó aquel movimiento, y cayó consiguientemente. El polvo se levantó cuando cayó sobre su espalda.

Inmediatamente después, sintió un peso represivo encima de su cofre, como una mano que se abrió paso a su cuello.

- ¡Ngh!

Teniéndolo lo suficiente cerca para sentir su mirada esmeralda, la maldad llameante dentro de sus ojos sin fondo acabó por consumir su escaso valor restante.

- ¿No deberías ser sincero contigo mismo? – Lanzó tranquilamente.

- ¿Q-Qué? ¿Q-Qué dices…? – Se esforzó para que su voz no tuviera vacilación, pero algo se pudo medir en ella. Sus ojos solo podían perderse dentro de los de Darknes, que a continuación dijo:

- De verdad eres toda una molestia. ¿No quieres confesarlo, o simplemente eres tonto?

Su lengua sonó de decepción. Link acabó más enredado. Todo esto asentaba mayor confusión en él.

Y por lo tanto, se irritó.

- ¡No entiendo lo que estás diciendo! ¿Qué-…? Ngh!

El pelinegro apretó su mano, deteniendo sus palabras en un ahogado jadeo.

- Parece que de verdad eres un idiota sin comparación. Está bien, te lo diré para que entiendas de una vez que todo lo que has hecho no ha sido nada más que una estupidez.

Darkness, exasperado hasta la médula, terminó enunciando calmadamente, tomando todo el tiempo del mundo para hacerle saber lo siguiente:

- Link, con quién realmente estás enojado, a quién realmente odias con todo tu ser, a quién realmente quieres matar… Es a mí ¿no es así?

- ¡-!

La compostura de Link acabó hecha polvo por el terremoto de la revelación. Su cuerpo convulsionó con toda intención de negar lo dicho recientemente.

Eso no era posible. De ninguna manera.

Él nunca podría odiar a Darkness.

Nunca podría…

Y sin embargo, ¿por qué estaba tan alterado?

Quería desesperadamente oír de alguien que eso no era cierto. Que alguien se lo negara.

- E-Eso es…imposible…

- No lo creo. – Aseveró por segunda vez. - Puedo ver con facilidad que es a mí a quién deseas asesinar brutalmente, no a Sylph.

- ¡No! ¡Eso no puede ser cierto! ¡De ninguna manera podría!

- Quieres hacerme sufrir por dejarte ¿no es así?

- ¡No, no! ¡No es así!

Intentó desesperadamente alejarse, pero un apretón doloroso sobre su cuello lo hizo jadear.

Entonces, oyó el llamado del diablo.

- Entonces… Si tanto lo deseas ¿Por qué no lo intentas?

- ¿…Eh?

Se quedó inmóvil. Su cerebro no pudo darle respuesta. Acabó el blanco por la propuesta en sí.

- ¿Q-Qué…? – Inquirió estático.

- Te lo facilitaré… - Sumándole algo de perfidia a su sonrisa, le soltó, pasando un puñal a su mano sana.

-¡-hk! – Perdió el aliento cuando recibió el arma.

Ese puñal… Se lo había regalado hace unos meses. Había estado en oferta, y pensó que sería un buen regalo para él… Con ese objetivo se lo compró como un obsequio.

Y ahora se lo regresaba de esta manera…

No, no, no, no, no, no, no, nonononononono…

Quería retroceder, quería escapar, no quería hacer esto… ¡Pero no podía huir! ¿Por qué?

Su mano izquierda no podía estarse quieta, temblando con el puñal descuidadamente entre sus dedos. No tenía idea de nada. Sus instintos asesinos no aparecían por ningún lado. La respiración se le hizo pesada de llevar.

Darkness colocó su mano con el puñal a un lado de su cuello. Un poco de presión provocaría una herida mortal. Él lo sabía. Asesinó a un montón de gente durante estos años como asesino. Era imposible que no supiera como asesinar a alguien.

Y Darkness le estaba dando una oportunidad de asesinarlo…

¿Podría…acaso…asesinarlo?

La sangre bombeó ruidosamente detrás de sus oídos. Sentía que el mundo daba vueltas, pero que solo hacer algo de presión regresaría todo a la normalidad.

Si tan solo presionara un poco más, entonces él…

"¿Cuál es tu nombre?"

"¿Nombre?".

"Sí, tu nombre."

"No...tengo. No tengo un nombre. Nadie me ha dado uno."

"¿No tienes? Hmm… Entonces, ¿está bien que te llame Link?".

"¿Link?".

"Sí. Simplemente se me ocurrió. Es simple y fácil de recordar. ¿Estás bien con eso?".

"Link… Link… Sí… Creo que sí… Me agrada cómo suena".

"Está bien. Desde ahora te llamarás Link. Que no se te olvide."

"No lo haré. Es la primera vez que tengo un nombre. No hay forma de que lo olvide."

-…

Cierto… El nombre que tenía, y su vida actual, todo se lo dio Darkness.

En semejante predicamento, ¿cómo podría siquiera pensar en…?

- N-No… No puedo hacerlo… - Musitó sin fuerzas.

Tiró de su mano el cuchillo, rindiéndose completamente.

-…

Debido al recuerdo, sus ojos acabaron húmedos, todo para su vergüenza. Pensó en secarlos, pero…

- ¡-UAH!

Un filo atravesó su carne y se incrustó en su estómago. La corriente de dolor recorrió su sistema nervioso, enviando grandes cantidades de adrenalina a su cerebro que hizo fluir la sangre más rápido. Su cuerpo se inclinó hacia adelante, con su boca destilando mares de sangre.

El mismo puñal que tiró, fue tomado por Darkness, éste lo clavó sin nada de culpa en su vientre.

- U-Ugh… ¿Por…qué?

Link no tuvo fuerzas para resistir la caída de sí mismo. El dolor no fue fácil de soportar, menos con su fatiga mental.

- Enserio no tienes remedio… - Siseó Darkness carente de afecto.

Pasando de abajo a arriba, se sentó sobre él, moviendo ágilmente sus manos a su cuello.

-¡Hmn! ¡Ghg! – Gimió lastimero, sintiendo la presión sobre su tráquea.

Los largos dedos pálidos de Dark fueron presionando sobre el blanco cuello del peli-morado. El aire se le cortó, invadiéndolo una oleada de ansiedad y ganas de vivir. Sus piernas patalearon, pero no pudo mover a la persona sentada sobre él. La presión se hizo más notoria.

Aire, aire, necesitaba aire…

Desconoció el dolor de la profunda herida en el estómago, no sintiendo la sangre circular. En cualquier momento podría acabar como un cascarón vacío.

- Incluso dándote la oportunidad, careciste de determinación. Fue realmente patético que no pudieras hacer algo tan sencillo. Ante todo, me gustaría que dejaras esa asquerosa dependencia de mí…

- ¡Ngh! ¡A-Auh…!

Arañó sus brazos, pero nada de lo que hizo provocó que éste los soltara.

- …Incluso olvidaste tus técnicas de asesinato… Eres todo un inútil.

-…

- Me tienes en demasiada estima… No es que me necesites para vivir.

- G-Gh…

En aquel solitario almacén, un fatal silencio siguió luego de un respiro.

(…)

- ¡NOOOOOOOOOOO!

La presión de aire acalló el gutural grito salido de sus pulmones. Nunca antes había dado un grito tan fuerte, y nadie lograría oírlo. Afanado, pensó en todas las cosas que pudo hacer antes de esta fecha y que no hizo por falta de tiempo o incapacidad.

Su único consuelo era la hermosa vista panorámica de la ciudad desde muchos metros en el cielo. Él cielo, también era muy bello, con su color azul, y nubes blancas.

¡Pero nada de eso le importaba viendo que iba a morir como una mancha de jalea!

En cuánto las sombras lo abandonaron, descubrió que estaba en plena caída de lo alto del cielo. El pánico que sintió seguía vigente en toda su plenitud.

- ¡MALDICIÓOOOOON!

Su cuerpo continuó cayendo por los aires de la capital, sin que una persona viera su inminente final.

Dentro de su impotencia, agitó sus brazos y piernas con descontrol tanto como pudo. Los amarres, por milagro de Dios, acabaron aflojándose. Sylph sintió la libertad sonriéndole, saliendo al paso con su magia para liberarse. Ahora notaba que la cuerda tenía algún tipo de hechizo que contenía la magia.

¡Terminó libre! ¡Realmente logró deshacerse de sus amarres!

- ¡Soy libre!

En medio de su felicidad, dio una mirada abajo. El suelo se acercaba sin cambios. Su ánimo decreció.

- ¡PERO DE NADA ME SIRVE AHORAAAAAA!

Liberarse a estas alturas no le sirvió de nada. No tenía una magia que pudiera amortiguar su caída, y su magia de levitación no estaba tan avanzada para levantar cosas tan pesadas.

- ¡ESTANQUE ACUOSO!

Antes de que cerrara los ojos para no ver la cálida bienvenida del suelo, observó algo impresionante.

Caminos de agua desfilaron y ágilmente formaron un espacioso y diáfano estanque.

- ¡Oh, oh, oh!

El estanque de agua lo recibió con los brazos abiertos, hundiéndolo en su cuerpo mojado.

El agua no le opuso resistencia y lo recibió casi gentilmente (O en comparación a cómo lo haría la tierra dura). El sentimiento de ser mojado hasta la ropa más recóndita fue diez veces mejor que morir… pero seguía siendo incómodo.

El gran estanque de agua flotante descendió poco a poco, posando en tierra. Al tocar la superficie, acabó explotando con un "POW" y permitiéndole al elfo seguir respirando el dichoso oxígeno.

- ¡E-Estoy vivo! – Gritó victoria, escapó de las garras de la muerte.

Boqueó por aire, sin importarle cómo se veía. Le daría mil gracias a su salvador.

- ¡Joven Sylph! ¿Está bien?

¿Esa voz…?

Esa voz gentil abrazó al elfo aun estando asustado, pudo calmar ansiedad que lo carcomía. Los pasos siguientes fueron de una joven doncella en sus años mozos, de un inconfundible cabello bermellón.

Corriendo apresurada, acató en sus brazos a su Joven Amo.

Hubiera gritado su nombre con alegría de no ser por el fuerte apretón que casi le saca los ojos.

Esa fuerza bien podría romperle todos los huesos como galletas.

Además… Ella lo apretó en un lugar bastante suave e imponente.

- ¡C-Camelia…! ¡Por favor…! ¡S-Suéltame ya…!

Su rostro acabó sintiendo el generoso pecho de la sirvienta. Ella, inconscientemente, lo acunó como a un niño y dijo incansablemente sobre cuán preocupada había estado por él.

Sylph no oyó nada más que oraciones inentendibles. Su mayor problema ahora era respirar. Presentía que la muerte le llegaría si continuaba siendo apretujado contra este pecho.

Camelia terminó más preocupada. Su amo se veía tan flácido, con tanta debilidad. ¿Qué le hizo ese malnacido antes?

Lo separó de ella, viendo cómo él buscaba alivio al abrir su boca. De verdad quedó traumatizado por esta experiencia. Necesitaba calmarlo.

- ¿Necesita que lo cargue? Puedo hacerlo sin problemas-

- ¡No! – Interrumpió.

Como hombre, no podía dejar que su imagen decayera de manera tan vergonzosa. Tenía escrúpulos.

Carraspeó en medio de su puño. – De verdad estoy bien. Solo algo cansado.

- Ya veo… Menos mal.

Camelia, oyendo eso, se desinfló en un apacible suspiro lleno de alivio. Sus ojos lo miraron cariñosamente, como pidiendo disculpas.

Un aguijón en su pecho le reprochaba por descuidar la seguridad de su Joven Amo. No tenía esperanzas, no era diferente de sus primeros años de novicia.

Al salir, vaticinó el peor escenario. Uno donde habría llegado demasiado tarde…

De haber sucedido eso, ni suicidándose diez veces lograría expiar su pecado.

Abrazó de nuevo el pequeño joven, que se resistió agonizante.

- ¡C-Camelia! ¡No soy un niño!

- No estoy de acuerdo con ese punto de vista. Para mí no existe diferencia entre usted y un infante de cinco años.

- ¿¡Es así cómo me has visto todo este tiempo!? ¿Cómo un mocoso?

- Decirlo de esa manera suena ofensivo. Digamos que lo tengo en alta estima al ser el más joven de sus hermanos…

- Sigue sin ser razonable para mí. Y a todas estás…

Miró a los lados, buscando a esa persona de traje negro.

- ¿Dónde está Darkness?

-… - Camelia endureció sus mejillas, pero las aligeró al controlar sus emociones. – Se quedó luchando con el secuestrador. Fue quién me envió a buscarle.

- ¿Sabía que caería del cielo? Guao, que asertivo.

Más tarde le preguntaría al respecto.

(…)

12: 32 PM. Mansión Clover.

Un suspiro. Dos suspiros. Un bostezo.

Desordenó su cabello con una mano, quedando algunos mechones despeinados acariciando su frente. La visión nocturna de la que tanto estaba orgulloso decaía con el cansancio que amenazaba con cerrarle los párpados. Pedía reposo, quería tocar su almohada y esperar hasta el otro día.

Forzándose a estar despierto, se causó dolor con un piquete de su pluma en el dorso de su mano. No midió bien y un punto de sangre apareció. Lo lamió, limpiando la evidencia y volviéndose a centrar en la página del libro.

La linterna de luz blanca le daba luz idónea para leer de noche, pero el sueño lo acosaba constante.

Ya era media noche, y su estudio no terminaba.

Como mayordomo (Y guardaespaldas) requería, además de habilidades aptas para proteger a su contratista, los conocimientos necesarios como representante de una familia noble. Un mercenario no tenía eso, y se vio en la obligación de estudiar todas las noches hasta que el sueño se lo llevara.

Pasó a la siguiente página.

El ruido de la hoja moviéndose adormeció sus sentidos.

Si no estuviera tan activo en el día podría estar hasta las cinco de la mañana despierto. Todo esto, era culpa de esa mujer.

Especialmente lo dejó cansado la odisea por recuperar a Sylph en la capital.

Teniendo de compañera a una mujer agitada y bipolar, tardó cinco minutos en darse cuenta de la mente maestra detrás de este mal presagio.

Sylph, aunque tenía ese delicado aspecto para ser un varón, tenía un vasto poder mágico que podría hacer polvo a quien le pusiera un dedo encima. Si su oponente lo superara en fuerza, abandonaría su hombría y gritaría por ayuda. Su desaparición perfecta fue una singular pista de que alguien especializado en el campo de las magias de sombras fue el autor del crimen.

Solo conocía a alguien tan familiarizado con esa magia perfecta para el asesinato… Link.

Con el criminal identificado, solo quedaba analizar los posibles lugares, y razones que lo motivaban para secuestrar al hijo de los Clover. No estaba de más decir que los motivos eran innegables, quedando adivinar el lugar donde lo tendría.

Encontraron el escondite a los cinco minutos. Camelia, arrepentida por su error, corrió más que un caballo de carreras.

Bostezó.

De todos modos, no quedaba mucho que resumir.

- Link es un idiota… - Murmuró pasando la hoja.

Pero, aun con las razones deshonestas de su ex compañero, no le arrebató la vida.

Aunque se lo merecía, terminó perdonándole su patética vida a capricho. Aun con ese escenario donde rodo apuntaba a que Link acabaría muerto… ¿Por qué…? ¿Por qué decidió dejarlo vivir?

-…

Ni él mismo se explicaba.

-Tks… - Cerró su libro, sin poder concentrarse. Las letras y párrafos bailaban y se burlaban de sus ojos.

No pudo matar a Link… No, no sería correcto decirlo así… No quiso matarlo.

Aunque lo dejó en un estado terrible, eso sí.

Camelia, el demonio de pelo rojo, se horrorizó con la vista. Sylph se le acercó, y luego de comprobar su buena salud, dijo:

- ¿No crees que te pasaste un poco?

¿Pasarse? ¿Él, pasarse de la raya? ¿Cómo?

No se consideraba alguien inhumano, pero tampoco comprendía aquellos sentimientos como la empatía. Link se buscó aquella paliza, nada cambiaría eso.

Pero… Con todo lo dicho y hecho, ¿la muerte no habría tenido más sentido? Habría sido el escenario más factible, viendo cómo fluían las cosas.

¿Acaso…trabajar en un sitio pacífico comenzaba a afectar su filo?

No. Si esto pudiera ablandarlo no podría llamarse hijo de Yiresia, la Ladrona sin expresión. Un buen cuchillo no se oxida de un día para otro.

- No tiene sentido quedarme despierto pensando en esto. – No era productivo, y le consumía horas de sueño.

Con un sueño casi insano, abandonó el asiento de la silla tallada, apiló los libros en tres y llevó a la repisa de su pequeño estante pardo, metiéndolo en su lugar, cuidó que ninguno estuviera fuera de orden, y dio un bostezo.

De igual manera se quitó el traje negro, colgándolo en un gancho. Quedó vestido con una camisa blanca, y pantalones marrones.

Hoy, Camelia demostró un lado genial.

Como su traje quedó roto en algunas partes por la lucha con Link, temía la reprimenda que llevaría por violar el atuendo de trabajo (Le preocupaba más el pago por él), Camelia cambió su estado de chica sumisa a chica mandona y le ordenó que le pasara el traje. Extrayendo aguja e hilo, acabó arreglando el traje como una máquina versada en cocer. Acató molesto (Por reconocer su talento) que el traje se notaba como nuevo. Como deseó pagar el dinero por la reparación que confesar que ella era buena en algo.

Miró su cama. Su añoranza salió a la luz.

Las camas son más útiles que las mujeres. No gritan, no se quejan y te permiten llegar al cielo.

Apenas dando un paso de camino a su querida, la puerta se agitó con tres roques seguidos.

-… - Desde sus entrañas maldijo la persona detrás de la puerta. - ¿Quién?

- Soy yo.

No distinguió la voz de Sylph, en vez de él…

- ¿Tú, mujer?

Camelia vino a visitarlo. ¿Qué trabajo de carga le daría ahora?

La mataría. De verdad lo haría. Nada ni nadie lo detendría ahora que su paciencia se había agotado.

Buscando el cuchillo bajo su almohada, Camelia continuó su discurso.

- Traje café y bocadillos.

-…

¿Qué truco asesino era este?

- ¿Y?

-¿Acaso no es de tu agrado el café? Hm, tal vez malentendí lo que dijo el Joven Sylph…

- Me gusta, pero no comprendo a dónde quieres llegar, mujer.

- Déjame entrar para degustar esto contigo, ¿tengo que ser más específica?

-…Bien. - Volviendo a esconder el cuchillo, fue a abrirle la puerta a medias.

- ¿Y no se te ocurre que venir a altas horas de la noche a la habitación de un hombre sería inadecuado?

- No creo que seas del tipo de hombre lujurioso, y si llegaras a intentar algo, te lo cortaría. – No dijo detalles de qué cortaría.

Como dijo antes, sus manos transportaban una bandeja de madera con galletas, caramelos, pastelitos, bollos dulces, y otras cosas más. A su lado, una jarra de plata con café dentro. El vapor llenó su nariz con el exquisito aroma que no podía rechazar.

- En ese caso, puedes pasar. No es que me sienta atraído por demonios, al fin y al cabo.

- Y yo tampoco siento atracción por bandidos mugrientos.

- ¿No sería mejor que me dieras la bandeja para menos molestias?

- Esto no tendría sentido. Si no lo consumirás conmigo, no te lo daré.

Su ceño se puso rígido.

- No te encuentro sentido.

- ¿Me dejarás pasar?

- Si no lo hago, probablemente tires abajo la puerta.

- Buena decisión.

¿Entonces sí lo haría?

(…)

La hora del té a la medianoche empezó con algunos insultos como aperitivo.

La mujer llamada Camelia, caminó elegantemente por la habitación, posándose en una silla que daba a la mesa escritorio.

- Tenía la esperanza de que tuvieras un chiquero de cuarto para tener la libertad de pincharte. Qué lástima.

- La puerta está allí si quieres usarla.

- No, gracias. Estoy cómoda… - Posó la bandeja en medio de la mesita, barriendo las pertenencias de Darkness como basura.

-…

¿Podía ser más insoportable?

- Ok… - Arrimando la silla sobrante, la puso al otro lado de la mesita. Su mano golpeó varias veces el cojín implantado en el taburete. – Puedes sentarte.

- Tú forma de hablar y moverte me molesta.

- Lo mismo digo.

Reacio del posible desenlace de este nuevo episodio fuera de lo común, Darkness tomó asiento nuevamente esa noche. Solo quedaba a metro y medio de la joven.

El suave y dulce aroma de rosas de su cabello discrepó del olor insípido de su habitación. Su piel estaba algo rosada, y su cuerpo transmitía calidez. Encima ya no tenía su traje (Que le creía cocido al cuerpo) de maid, un pijama de camisón lima estaba en su lugar.

Su desconfianza creció.

- ¿Qué intentas hacer, mujer?

- No comprendo tu celosa pregunta. Hoy no he hecho nada que merezca tu excesiva reserva. – Tomando su taza de café oscuro, agregó normal – Solo me he dado un baño antes de venir, nada fuera de lo común. Lo hago antes de irme a dormir.

- Eso era algo que no necesitaba saber.

- ¿Crees que me baño en lodo o ácido para mirarme así? Fue con agua, y me eché algo de loción para la piel. Me la dejan suave.

- El modo en que hablas hace que tenga escalofríos No caeré ante tus trampas.

-¿De qué trampas hablas? – Su desconcierto fue genuino. - ¿Está mal hablar de eso?

- Con un hombre, sí.

- ¿Eh?

- ¿Eh?

-…

El desconcierto pintado en su rostro fue genuino, concluyó.

Su rostro se coloró un poco, al verse su ropa, se le escapó un alarido. - ¿D-De verdad no se puede…?

-… Incluso lograste sorprenderme…

Antes que nada, ¿qué tenía esta mujer dentro de su cabeza? ¿En qué mundo despreocupado vivió para pensar que hablar de su baño con su hombre no tenía nada de malo?

Pero no tenía malas intenciones. Lo demostró al tener completo desconcierto por su dato.

De hecho, había pensado que intentaba seducirlo. Viendo como vino vestida, y los datos perturbadores que dio, pensó que ese era el caso.

-…

Como esto se hizo incómodo, tomó su taza y le dio un sorbo. El líquido despertó y le dio vida a sus párpados caídos.

-¿Y? ¿De qué querías hablar?

- Eres un imbécil.

-¡-!

¿Y ahora por qué el insulto? ¿Esa pregunta era alguna clase de oración lasciva?

Camelia, tocando su pelo, miró a otro lado, a los bollos dulces.

- Podrías haber dicho algo antes.

- Parecías saber lo que estabas haciendo.

- Simplemente crecí en un lugar donde no habían muchos hombres.

- Eso veo. Hablaste campantemente de cómo te bañaste y todo.

- ¡No hice nada semejante!

- Je.

No era nada desagradable tomarle el pelo, pensó.

- Entonces… ¿De qué querías hablar conmigo?

- Eres un idiota.

- ¿Por qué el insulto inexplicable, puedo saber?

Ella hizo un puchero con los labios. - Si le preguntas a una mujer de qué quería hablar contigo obviamente no te responderá. Tienes que esperar el momento adecuado. El mundo no es tan simple como crees.

Que ella se lo dijera enfriaba su café.

- Entonces hablemos de lo que pasó hoy con Sylph. – Los frágiles hombros de Camelia se tensaron. El tema no era bienvenido – No creo que esté de más decir que fue culpa de ambos.

- Sí… - No pudo negarlo. No tenía la piel tan gruesa.

- Hoy dependimos en su mayoría de la suerte. Suerte de que pudiéramos encontrar a Sylph sano y bien.

-… Sí.

Ese detalle pesaba más que el mundo mismo.

Si el asesino hubiera querido matarlo en el acto, ellos no habrían podido hacer nada más que lamentarse por llegar tarde. Fue una suerte que Link lo hubiera mantenido con vida hasta su llegada. De otro modo, habrían tenido que entregarle a Etanol el cadáver de su hijo.

Tal pensamiento incrustó una punzante culpa en la doncella.

Por orden de Sylph, decidieron guardar esto como una experiencia desafortunada. Aunque eso no le restaba culpa a Camelia. De hecho, la hacía sentir más culpable.

Por ende, decidió informarle a su amo Etanol. Él no tomó bien la noticia, pero saber que su hijo terminó bien le restó algo de ansiedad.

- No negaré que fue un milagro que estuviera ileso.

- ¿Eso que oigo es aceptación de tus pobres facultades como sirvienta?

-… - Desvío de mirada. – De verdad saber cómo irritarme. Y eso que estaba por alabarte por encargarte del secuestrador.

- ¿Lo estabas?

- Claro… Aunque…de verdad no tuviste piedad. – Hizo una mueca al recordar al pobre peli-morado.

- Tú lo habrías matado. – Se defendió.

- Pero solo tú fuiste tan…brutal.

- ¿Qué ven de malo en mi modo de castigo?

- Uh, ok, dejemos este tema fuera. Yendo al grano, bueno, yo…

- ¿Tú qué?

- P-Pues… – Pareció buscar azúcar para endulzar las palabras que diría. – Viendo mi comportamiento desde un punto de vista analítico, creo que me comporté un poco agresiva contigo…

- Oh, que revelación.

Su sarcasmo irritó un poco a la pelirroja, que intentó hace caso omiso de su interrupción.

- Bueno, ciertamente me porté algo mal contigo. Y yo…

¿Por qué era tan difícil disculparse?

Debía tener la cara tan roja como su cabello, pero no podía huir de esto. Necesitaba dar cuenta de su pasado comportamiento.

-… Lamento profundamente haberte tratado de esa manera. De verdad.

-…

- Ya no intentaré provocar tu renuncia.

¿Eso era lo que pretendía al encargarle todos esos trabajos?

Ella agregó en un volumen más bajo. - Aunque si te vas, tampoco te detendré.

- Tu disculpa casi sonaba sincera hasta que dijiste eso.

- No pretendo cambiar mi manera de ser. Estoy orgullosa de cómo soy.

Camelia sacó el pecho, el par se senos de gacela rebotaron y fueron remarcados por sus brazos cruzados. Darkness no supo si lo hacía con intenciones de conquistarlo o solo porque era inocente de su alrededor y la naturaleza de los hombres. Como no quería ensuciarse la vista de barro rojo, giró sus ojos a otra parte.

- Y con eso diré esto… - Ahora, imbatible como un muro de roca maciza, Camelia cruzó las manos. Ellas se frotaron nerviosamente. – Supongo, solo supongo, que te cargué de muchos trabajos innecesarios.

-…

¿Ah? ¿Qué dijo?

- Entiendo la primera parte, pero la segunda no. ¿Cómo que innecesarios?

¿Por qué decía que eran innecesarios ?

Ella se hizo más pequeña, ruborizándose. – B-Bueno… Todos esos trabajos no eran precisamente necesarios. Esos productos se envían por correo o se consiguen en la ciudad.

-…

-…

Robóticamente, rodeó los delicados hombros de Camelia. Ella brincó, pero no se asustó. Nadie estaría feliz de saber que el trabajo infernal no tuvo sentido, ni que su esfuerzo no valió de algo. Darkness estaba en su derecho de vengarse, como mínimo.

- Camelia, tú…

-¡Buenas noches, Darkness! ¡Vine a beber algo de café contigo, aunque no sé si es café o petróleo, dado lo negro que es! Discúlpame, fue mi primera vez preparando algo. Espero que no estén tan amargo… ¿Eh?

Camelia miró estupefacta la entrada de Sylph, todo estando ahora sumamente cerca del mayordomo de cabello negro. Por alguna razón, le dio una tremenda vergüenza estar siendo observada por los ojos inocentes de su joven amo.

El joven se erizó seriamente. La imagen sería similar a la de un gato que se encuentra con un perro. - ¿¡C-Camelia!? ¿Q-Qué sucede con este ambiente romántico entre ustedes? ¿Acaso vine en un mal momento? ¡De verdad lo siento!

-C-Claro que no ha interrumpido nada. – Camelia se agitó del contacto de Darkness, sonrojada furiosamente. – Solo vine a comer algo con él, nada más.

- ¿Cómer? ¡No es justo! ¿¡Qué hay de mí!?

- Los niños necesitan dormir temprano.

-¡Pero si tenemos la misma edad! ¿Por qué soy el único que debe dormir temprano? Además, es extraño que una chica venga a la habitación de un chico tan tarde en la noche.

-…

Darkness la miró por encima del hombro, como diciendo "Incluso Sylph tiene un poco de sentido común".

La doncella quiso meterse en un hoyo.

TOC, TOC, TOC.

Darkness esperó que fuera broma de sus oídos la siguiente voz.

- D-Darkness, ¿estás despierto?

Fue Link.

El mismo que secuestró a Sylph.

-…

Estaba aquí, en la mansión…

- ¿¡-!?

Sylph y Camelia, en proporciones iguales, cayeron en pánico. Debido a él, no pensaron claramente y su primera reacción fue ir a esconderse al closet o bajo la cama.

Todo a vista de Dark.

¿No veían lo patético que se veían?

Es más, la presencia de Link era inesperada, sí, pero no desconcertante.

Tal como dejó con vida a Link, tenía que tomar total responsabilidad de él a partir de ahora. Si lo descuidaba, podría caer en el mismo círculo vicioso del rencor y lo mismo de hoy pasaría otro día. Si lo dejaría con vida, necesitaba tenerlo cerca, donde pudiera vigilarlo y controlar su errática personalidad.

¿Y dónde más, que en la mansión Clover?

Hoy todo el mundo lo buscaba.

Se relajó en su silla, sabiendo que no podría dormir mucho aquella noche.

El jueves 15 de enero, se contrató un nuevo miembro del equipo de trabajo en la mansión, llamado Link, sin apellido, con el cargo de chofer de carrozas.

Cuando el nuevo trabajador fue presentado al equipo de 10 sirvientes, y un cocinero, Shield (La víctima del teatro sangriento de hace dos semanas) tuvo una premonición dentro de su escalofrío.

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