10 - Distanciamiento
SANTUARIO
En el interior de la cámara de Athena, el sumo pontífice se encontraba extendiéndole un escrito a su diosa, se trataba de una carta del Santo de Escorpio, quien al parecer se quedaría 3 meses en Tracia, al menos eso había notificado el heraldo que el señor de la guerra había mandado al Santuario. Originalmente el heleno permanecería un mes en ese lugar, pero tras los recientes acontecimientos, tenía que esperar el despertar del dios del amor para interrogarlo, esta acción fue aprobada por la diosa, quien no podía evitar sentir preocupación por su guerrero. Ares no era un ser confiable, nunca fue afecto a la diosa o sus guerreros. Sin embargo, se veía en la obligación de tener al Santo de Escorpio en sus dominios.
— No debe preocuparse por Milo, diosa Athena — aseveró con serenidad el patriarca, aduciendo que el heleno no caerá en provocaciones, no si eso la perjudicaría.
— Es cierto — reconoció la diosa — Sin embargo, no podemos subestimar a Ares, es un dios rencoroso y no creo que eso haya cambiado. — esbozó con inquietud reparando en el estado emocional del Escorpión.
— Milo es un alfa dolido, pero ante todo es un Santo de oro, no permitirá que sus emociones nublen su juicio.
La diosa asintió, el patriarca tenía razón, debía confiar en su guerrero y en que este no caería en las provocaciones del dios de la guerra. Sin embargo, esto no era lo único que perturbaba a la diosa, para quien no había pasado desapercibido el entristecido semblante del sumo pontífice.
— ¿Cómo van las cosas con Dohko? — preguntó con cautela, pues tenía conocimiento que ambos estaban pasando por un mal momento en su relación
— Él ha pasado las últimas semanas en Libra. — informó el sumo pontífice tratando de no denotar tristeza en su voz. Sin embargo, era obvio que se encontraban distanciados, esto preocupó a la diosa.
Ser pareja del patriarca era complicado, el patriarca era la autoridad máxima en el santuario, el encargado de representar a Athena en la tierra, comandando a los Santos de oro en su nombre, pues se sabe que la diosa al igual que otras divinidades del Olimpo, no podían permanecer continuamente en su estado corpóreo en la Tierra, por lo que, a fin de perpetuar su dominio, cada dios fundó un templo que lo representara y desde el cual se pudiera cumplir su mandato. Entre las responsabilidades del patriarca se encontraba prever la trayectoria de las estrellas, monitorear señales de actividad maligna, registrar la historia y transmitir el legado de los secretos místicos del Santuario para las generaciones futuras, por ende, para el patriarca nunca había un respiro, por esta razón Athena plantea la posibilidad que nombre a otro patriarca, aduciendo que así ellos por fin podrían vivir una vida tranquila en Cinco Picos. Sin embargo, el mayor se muestra dubitativo, argumentando que quizás al hallar al traidor podría darle su posición a Saga o Aioros, quienes eran los más calificados, aunque debía admitir que prefería al Santo de Sagitario, quería que un Omega fuera su sucesor. Sin embargo, el castaño estaba demasiado ocupado con los reclutas y el cuidado de sus cachorritos.
— Esto deja a Saga como único candidato. — inquirió la diosa
El mayor asintió reconociendo la capacidad del Santo de Géminis, aduciendo que no tenía duda que sería un buen patriarca, pero ignoraba si estaba listo para tal cargo, prefería que disfrutarán su etapa de padres, al menos hasta que sus dos pequeñas alfas tuvieran 10 años. Sin embargo, dudaba si Dohko aceptaría esperar 5 años. Quizás después de hallar al conspirador del Olimpo podría designar a un nuevo patriarca, sinceramente esperaba que Aioros aceptara el cargo, pero dudaba que el Omega deseara competir contra su alfa, el Santo de Sagitario era muy maternal, por lo que no dejaría a sus cachorritos, los cuales Saga entrenaba.
— Quiero a alguien objetivo, alguien que pueda mantener la paz en el Santuario. — acotó recabando en que, si Saga estuviera en su posición, no dudaría que hubiera optado por la ejecución del Capricornio, después de todo Saga mataría por Aioros. Si un alfa se atrevía a marcarlo, el Santo de Géminis no hubiera dudado en matarlo, aún si se tratara de uno de sus compañeros, aún si Aioros lo odiaba por ello.
— Shion…
— Si algo sucede, debo proteger al Santuario, a usted y a todo aquel que esté bajo su protección. — interrumpió dirigiendo sus profundos orbes hacia la diosa — El patriarca es el aquel que sostiene todos los cimientos, el que junto a Athena carga todo el sufrimiento. — cierra con fuerza los ojos.
— Es una gran presión — meditó con cuidado sus palabras — podrías perder tu vínculo con Dohko.
— Tengo la presión que él jamás sintió. — acotó refiriéndose a aquellos consejeros, quienes preferían ser liderados por un alfa, en especial cuando una futura guerra se acercaba, aduciendo que un Omega como él no podría mantenerlos seguros, si renunciaba en esos momentos sólo les daría la razón, dando el mensaje que no se sentía capaz de cumplir su labor, que prefería nombrar un sucesor, aceptando así la inferioridad de lo Omegas. — si renuncio, todo lo que he defendido se derrumbará.
— Entiendo que eres el primer patriarca Omega del Santuario. — enunció la diosa, recabando en la admiración que estos sentían por el mayor, después de todo eran pocos los Omegas con un rango elevado. — Medita tu decisión, Shion.
El patriarca asintió, despidiéndose con una reverencia, aduciendo que tenía que volver a la cámara patriarcal, debía terminar sus funciones si quería llegar a una hora prudente a sus aposentos, aunque dudaba si el Santo de Libra se presentaría. Sin embargo, como cada noche esperaba la llegada de su alfa, pero tras su última conversación sobre Albafica, este había dispuesto permanecer en el templo de Libra.
— Debo retirarme, Athena. — se despidió abandonado aquel recinto, siendo seguido por la profunda mirada de la diosa.
OLIMPO
En el interior de los dominios del dios de la forja, un gigantesco hombre de deformes facciones, barba desaliñada, torso descubierto y hombros a diferentes alturas, se encontraba trabajando arduamente con el yunque y el martillo restaurando las armas que Herácles le había encomendado.
— Ares todavía está herido. — comentó Herácles fijando sus profundos orbes caoba sobre aquella imponente espada que el dios forjaba para él.
— ¿En verdad? — preguntó sin desviar su volcánica mirada del acero, esta no era la primera vez que el castaño lo mantenía informado de lo que ocurría en el Olimpo, después de todo sus obligaciones en el taller consumían mucho de su tiempo.
El castaño asintió aduciendo que Hebe, la diosa de la juventud le había enviado un cargamento de ambrosía para que pudiera restablecerse. Sin embargo, el proceso sería lento dado la gravedad de sus laceraciones. Aquella confesión provocó una sonrisa malévola en el dios de la forja, quien parecía extasiado con la noticia.
— ¿Tuviste algo que ver, Hefesto? — cuestionó con enfado, dirigiendo una iracunda mirada hacia el mayor, quien por un momento había detenido su labor.
— ¿Por qué lo tendría? — respondió con una expresión maliciosa, provocando que el castaño lo observara desconfiado, para el héroe no era un secreto las cosas terribles que el dios de la forja había hecho contra Ares, todo producto de la ira y la envidia, pues desde su nacimiento, Hera lo había rechazado por su deformidad, arrojándolo con desprecio desde el Olimpo, dejándolo cojo para siempre. Aquello provocó que el dios de la forja se sintiera acomplejado por su aspecto, por lo que para vengarse fabricó una trampa contra la arrogante diosa, atrapándola en un trono de oro con el símbolo del pavo real, logrando con esto coaccionar a Zeus para que le otorgara lo que era suyo por derecho; exigió uno de los 12 tronos del Olimpo, un palacio y de consorte a la más hermosa diosa en matrimonio.
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Afrodita
A pesar que el dios de la forja la llenaba de lujos y obsequios, la diosa nunca fue feliz con él, constantemente se sentía atrapada por estar con alguien que no había escogido. Sin embargo, la verdadera furia de Hefesto explotó cuando descubrió que la diosa del amor lo estaba engañando con quien más odiaba.
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Ares
Por esa razón, ideó un plan para capturarlos y exponer su adulterio ante todos. Aquella humillación logró que ambas deidades abandonaran del Olimpo. Sin embargo, el dios todavía le guardaba un profundo rencor.
— Tienes motivos. — denotó con seriedad el castaño
— No soy el único con aprensión hacia Ares. — debatió, aduciendo que lo ocurrido aquel día no fue su culpa, por lo que en lugar de acusarlo debería buscar al responsable de estropear la ambrosía de Hebe, pues de no ser por ese incidente, la diosa del amor no hubiera dejado Chipre y su elixir no hubiera sido hurtado, no era una casualidad que Ilitia, Ares y Afrodita estuvieran ausentes cuando ocurrió el ataque a sus respectivos templos. Y esa información sólo pudo haber salido del Olimpo — Hay un traidor entre nosotros.
— No permitiré que nadie altere la paz del Olimpo. — espetó tomando entre sus brazos las armas que el dios había restaurado. — Quien esté tras esta conspiración, se las verá conmigo.
El dios de la forja sonrío con burla, si bien el héroe no sentía afecto alguno por el dios de la guerra o la diosa del matrimonio, estos eran importantes para Hebe y por la diosa de la juventud había decidido mantenerse implicado, por lo que no permitiría que ninguna deidad los dañara.
— ¿Sabrás diferenciar quién es tu amigo y quién tu enemigo, Heracles? — cuestionó con perversidad el mayor
— ¡¿Qué es lo que sabes, Hefesto?! — exclamó sujetándolo con fuerza las tiras de aquel desgastado overol que cubría al dios.
— Lo mismo que tú — espetó soltándose bruscamente de su agarré, pero controlándose lo suficiente para no dañarlo, después de todo no le convenía enfrentar a uno de los hijos de Zeus
— Si sabes algo, Hefesto… — increpó con enfado
—Aunque lo supiera, no te lo diría. — esbozó con una sonrisa torcida recibiendo una furibunda mirada del castaño, quien no podía evitar cerrar con fuerza los puños
— Zeus no tendrá piedad con aquel que esté conspirando contra el Olimpo. Lo sabes.
— En especial contra mi "querida" madre y su adorado príncipe del Olimpo. — finalizó retirándose con fastidio a las profundidades de su taller.
SANTUARIO
La oscura noche había cubierto el Santuario, permitiendo que la tenue luz de la luna alumbrara el trayecto del Santo de Libra, quien se dirigía a su templo, aquella tarde había ido a beber con el Santo de Tauro, quién le había insistido en que hablara con el patriarca y arreglaran las cosas. Era evidente el profundo afecto que tenían el uno por el otro. Sin embargo, su orgullo parecía dificultar las cosas.
"— Debería hablar con él, viejo maestro. — aconseja el moreno
— No pienso hacerlo.
— Usted lo ama."
Aquello hizo meditar al alfa, quien no podía negar que echaba de menos a su Omega, había pasado las últimas semanas en el templo de Libra, por lo que únicamente se veían en la cenas protocolares que tenían con los consejeros.
«Quizás Aldebarán tenga razón.» pensó fijando sus profundos orbes sobre el risco que bordeaba el séptimo templo, desde aquel lugar podía observar el cementerio del Santuario, en especial las tumbas de sus ex compañeros de armas del siglo XVIII. Sin embargo, aquello no era la razón por la que había cambiado su expresión, adoptando un semblante entristecido.
A lo lejos, el Santo de Libra podía observar al patriarca, quien como cada noche desde su separación, visitaba las tumbas de Manigoldo y Albafica.
— Él no olvida a Albafica... — susurró con aflicción, optando por retirarse iracundo a su templo.
Una parte de él no podía evitar sentir enfado, decepción y un desmesurado odio por aquel alfa del siglo XVIII. Meditando en que si este viviera podría disputar una batalla contra el alfa por el afecto de Shion, pero Albafica estaba muerto, y él no podía luchar contra un fantasma. No podía ganarle al recuerdo de Albafica.
«El primer amor de Shion.»
Él sólo era un reemplazo...
Al adentrarse en su templo, el castaño se encuentra con un Omega de finas facciones, cabello ébano, mediano y laceo, orbes jade y piel bronceada. Era uno de los sirvientes del Santuario a cargo de los aposentos del patriarca y su consorte.
— Su baño está listo, señor Dohko. — enunció haciendo una reverencia
— Gracias, Tales. — respondió retirándose a la parte superior de su armadura, quedándose únicamente con un pantalón ajustado, sin percatarse de la embelesada mirada del Omega, quien tras una reverencia procede a retirarse.
— ¿Puedo servirlo en algo más? —preguntó, recibiendo una negativa del mayor, quien se dirigía al cuarto de baño — Su santidad lo espera para cenar.
Ante lo dicho, el Santo de Libra se detiene, no tendría otro almuerzo silencioso con Shion sólo para guardar las apariencias frente a los consejeros.
— ¿Estarán los consejeros? — cuestiona fijando sus profundos orbes sobre el omega, quien negó suavemente con la cabeza.— En ese caso, discúlpame con su Santidad. — sentenció adentrándose en los pasillos
El azabache no pudo evitar sorprenderse ante su respuesta. Sin embargo, accede a llevar el mensaje. Sin duda, el Santo de Libra y el sumo pontífice estaban pasando por una situación crítica en su relación.
— Como ordene, mi señor. — respondé haciendo una reverencia
Continuará...
Se confirma que hay un traidor en el Olimpo. Hefesto tendrá algo que ver con el conspirador?
