11- El despertar de Eros
3 Meses Después
TRACIA
En el interior de los aposentos del dios del amor, se puede observar a un joven de cortos cabellos rubios despertar de un profundo sueño, dejando al descubierto unos profundos orbes zafiro, los cuales lograban resaltar el atractivo del dios. Sin embargo, al contemplar el rostro del menor, el Santo de Escorpio se percata que las facciones del Dios de la guerra abandonan aquella cruel expresión que tanto lo caracterizaba, tornándose más afectiva, procediendo a acariciar los sedosos rizos del Dios, realmente lo alegraba verlo bien, estuvo dormido por 3 meses. Dependiendo la gravedad del daño, los dioses podían necesitar un año a más para regenerar sus cuerpos, por lo que eran inducidos a un estado de sueño.
— ¿Padre?... — inquirió al sentir un suave tacto en sus mejillas, sólo había una deidad que lo trataba con ese cuidado.
El dios de la guerra.
El menor despertó desorientado. Sin embargo, podía distinguir la figura de su padre, quien lo estrechó con afecto, provocando que el escolta privado de la diosa Hera murmurará al Santo de Athena un discreto "Eros, el más amado".
— ¿Dónde estoy? — cuestionó tratando de enfocar su vista en el dios de la guerra.
— En tus aposentos — informó dirigiendo una inquisitiva mirada a su sirviente, quien tras una breve reverencia procede a afirmar que el cuerpo del dios estaba restablecido.
Ante lo dicho, el dios de la guerra ordena a Anteros, el menor de sus hijos, partir a los aposentos de la diosa del amor para informarle sobre el despertar de Eros, por lo que sin dudar, el menor procedió a retirarse para cumplir la orden de su padre. Sin embargo, una vez que se hubo retirado, Fobos y Deimos proceden a posicionarse en la puerta principal, adquiriendo una postura ofensiva, cómo si esperaran ser atacados en cualquier momento, esta actitud no pasó desapercibida para el Santo de Escorpio, quien no pudo evitar mostrarse expectante.
— ¿Cómo te encuentras? — preguntó Ares, dirigiendo una inquisitiva mirada hacía el rubio
— Restablecido — respondió intentando incorporarse de aquella mullida cama donde yacía preso entre finas sábanas. Sin embargo, al levantar su vista pudo distinguir al Santo de Escorpio, por lo que no pudo evitar mostrarse perplejo.
¿Qué hacía un Santo de Athena en los dominios de su padre?
Al percatarse de su desconcierto, el heleno procede a presentarse haciendo una breve reverencia, por fin conocía formalmente a Eros "el dios del amor", quien vestía una túnica corta color blanco, dejando al descubierto sus estilizadas piernas, en sus brazos traía brazaletes de oro, también portaba sandalias griegas, las cuales eran adornadas por una cinta dorada, llegando un poco más arriba de sus tobillos. Lo que más destacaba de su figura eran unas enormes alas blancas, las cuales semejaban las de un ángel. Físicamente, el dios del amor guardaba un parecido con Anteros, quien lucía el mismo traje blanco, pero con menos accesorios dorados. Por lo que sabía, Anteros tenía la misma edad que Eros o eso era lo que físicamente aparentaba, pues por orden cronológico era el menor de los hijos de Ares. Su cabello era corto y castaño, tan ensortijado como el de Eros, ambos tenían unos profundos orbes azulados. Sin embargo, la mayor diferencia radicaba en las alas de Anteros, las cuales eran las de una mariposa.
— Ahora que está restablecido, necesito hacerle unas preguntas. — aseveró el Santo de Escorpio, aduciendo que debía interrogar al dios del amor. Sin embargo, el dios de la guerra no estaba de acuerdo, deseaba que el menor pudiera descansar un poco más, pero según las palabras del guerrero de Hera, esto no sería necesario.
Dicho esto, Eros accede a revelar todo lo que vió aquel fatídico día del ataque, aduciendo que la diosa del amor lo había enviado a darle un mensaje a su padre, donde decía que sospechaba del Olimpo. Como era de saber, Afrodita era la protectora de la isla de Chipre, a la que asistía de manera ocasional, puesto que moraba en Tracia junto a Ares y sus hijos. Sin embargo, cuando atacaron la isla, ella se encontraba en el Olimpo, por lo que aquellas criaturas tuvieron que saber que no estaría presente. La ausencia de la diosa facilitó su llegada al templo, en especial a su elixir, pues cuando la diosa estaba en Chipre había un campo de fuerza impenetrable. Sin embargo, aquel día no estuvo presente, por lo que la barrera perdía fuerza sin la presencia de la diosa o sus hijos, quienes se quedaban a custodiar la isla en su ausencia. Sólo un dios de gran poder podía destruirlo, los únicos que sabían acerca de su ausencia era el Olimpo, quienes la habían citado de urgencia para la fabricación de la ambrosía, había un inconveniente, Hebe estaba alarmada, alguien había destruido los contenedores de ambrosía, alterando el contenido que corría en los conductos del Olimpo. Para Afrodita era evidente que no podía tratarse de un accidente.
Alguien la quería fuera de Chipre.
Ese día su templo fue atacado, Eros y Anteros se encontraban en el mundo terrenal realizando sus funciones como Erotes, por lo que no se encontraban en la Isla. La diosa no tenía previsto abandonar la isla aquel día, pero ante el llamado de emergencia de Hebe, se vió en la obligación de hacerlo.
Una vez que retornó a Chipre, todo lo que encontró fue una gran masacre, su templo destruido, había escombros por todas partes, pero lo que más afectó a la diosa fue encontrar los cuerpos inertes de sus carites, quienes habían sido asesinadas de manera despiadada. La diosa no comprendía tal masacre, las Carites no representaban amenaza alguna para su rival, no se caracterizaban por luchar, su única función era asistir a su diosa, algunas hacían labores de sacerdotisas, nada relacionado al combate. Las pocas sobrevivientes habían informado a la diosa del hurto de su elixir, esto confirmó sus sospechas.
El conspirador estaba en el Olimpo.
Debía informar a Ares, pero no podía enviar el mensaje con cualquier guerrero, por lo que decidió enviar a Eros, mientras ella se encargaba de restaurar Chipre junto a Anteros. En un inicio la diosa quiso entregarle al dios del amor su cinturón, uno que le permitía transportarse donde deseara. Sin embargo, este declinó, aduciendo que podrían tener previsto que abandonara Chipre. Sí la diosa, ya había confirmado que había un traidor en el Olimpo, esto la ponía en peligro. No podían confiar en nadie, asesinar a las carites era una clara advertencia a la diosa, quien había sufrido mucho por esto. Era mejor que la diosa conservara el cinturón, en caso una visita de aparente "ayuda" se manifestará, la Diosa podría huir. Dicho esto, el dios del amor se dispuso a invocar sus alas para partir a toda velocidad a Tracia, Anteros se quedaría protegiendo a su madre.
El dios del amor estaba furioso por la muerte de las carites, pero a diferencia de su hermano, no podía conservar la calma, quería venganza, por esa razón se ofreció a llevar el mensaje. Nadie mejor que él para incrementar la sed de sangre en su padre, el dios de la guerra Ares. Sin embargo, cuando llegó a Tracia, se sorprendió al ver en llamas el palacio de su padre, habían extrañas criaturas atacando a los Daimones, se trataba de seres sin rostro, los mismos que habían descrito las carites. Ahora lo entendía, el llamado del Olimpo y el ataque a Chipre eran una trampa, no sólo para hacer salir a la diosa del templo que protegía, sino para impulsar al dios de la guerra a abandonar Tracia para proteger a su consorte al saberla en peligro, tal como lo creyó, el conspirador contaba con que Afrodita enviaría a uno de sus hijos con su cinturón a Tracia en busca de la ayuda del dios de la guerra. Sin embargo, debido a la negativa de Eros, esto no había ocurrido, por lo que aquellas criaturas no tenían otra opción que atacar Tracia enfrentándose al dios de la guerra. No obstante, Eros luchó con valentía para defender el templo de su padre, logrando eliminar a varias de esas criaturas con su arco. Sin embargo, al ver a Fobos y Deimos en problemas, intentó ayudarlos, lanzando flechas a su rival pero este las esquivaba con facilidad. Se trataba de una figura misteriosa, cuyo rostro yacía oculto por una capucha, pero lo que llamaba su atención era la ausencia de un cosmos divino, esto lo hacía preguntarse si se trataba de un mortal o aquel ser había encontrado una forma de ocultar su cosmos. Lo único cierto, es que no podía bajar la guardia, los poderes de Fobos y Deimos no funcionaban en él, por lo que intentó entrar en su corazón pero tampoco tuvo efecto, era la primera vez que un dios o mortal se resistía a sus poderes, por lo que no tuvo otra opción que intentar manipularlo con una de sus flechas.
"Te atravesaré el corazón"
Varías de sus flechas fueron esquivadas por el encapuchado, pero una logró dar en su muñeca, provocando que el dios del amor sintiera un profundo dolor en su pecho. Había logrado entrar en su mente, pequeñas escenas venían a la cabeza del dios, se trataba de los recuerdos de aquel ser. Sin embargo, cuando quiso adentrarse en sus recuerdos fue atacado por el encapuchado, quien había logrado posicionarse frente a él, el dios del amor no pudo hacer nada. Una extraña esfera de cosmos había impactado en su cuerpo, dejándolo inconsciente. Lo poco que había podido ver eran fragmentos del mundo terrenal: fuego, odio y mucho dolor, quizás un atentado, sólo podía afirmar que aquel ser albergaba un profundo odio hacia los dioses.
— No pude ver más — acotó intentando recordar sin éxito algún detalle — sólo pude ingresar a su mente cuando una de mis flechas rozó su muñeca.
El Santo de Escorpio no pudo evitar observarlo estupefacto, por lo que sabía los poderes del dios del amor y los gemelos les permitían entrar a la mente y al corazón de su rival, pero al encapuchado no lo afectaban los ataques a distancia. Al parecer tenían que tener algún contacto con él para que su poder haga efecto, aunque de forma lenta. Eso era un buen dato para Milo. Sin embargo, cuando estuvo a punto de decir algo, las puertas del dormitorio fueron abiertas dando paso a la diosa del amor. Al verla inmediatamente Fobos y Deimos abandonaron su postura de batalla, parecían sentirse seguros al tener presente a sus progenitores.
Una vez que todos se hallaban reunidos, Aloes procede a narrar lo sucedido entre el dios del amor y aquel encapuchado, afirmando que el traidor estaba en el Olimpo, debía ser uno de los que ocupaban los 12 tronos.
— Un bastardo de Zeus sin duda — meditó con seriedad el azabache
— El único ausente en el Olimpo era Apolo. — aseguró la diosa, recibiendo una sería mirada por parte de su consorte, quién no creía que estuviera involucrado.
— No tiene sentido. ¿Cómo invocaría esas criaturas? — cuestionó, aduciendo que no estaba entre las habilidades de Apolo
— Apolo es dios del sol, de las artes y la profecía.— objetó, señalando los místicos conocimientos del dios — puede hacer uso de artes prohibidas.
Esto dejó meditando al dios de la guerra. A decir verdad, no podía negar que Apolo era un dios poderoso pero no pudo atacar Chipre y vigilar que Afrodita siguiera en el Olimpo, todo al mismo tiempo.
— Artemisa pudo ayudarlo. — inquirió Aloes
— Los dioses de la cacería... — Ares duda, aduciendo que Artemisa no solía actuar de esa manera, aún si estuviera implicada, la diosa de la caza se encontraba con Zeus.— No pudo hacerlo solo, hay alguien más involucrado.
— Entonces...Nos enfrentamos a Apolo, padre? — preguntó dubitativo Anteros, provocando que el dios de la guerra lo observe expectante, rememorando cuando luchó junto al dios en Troya.
"Aquel ser no era igual" pensó
— Su estilo de pelea era diferente.
Ante lo dicho, el Santo de Escorpio no pudo evitar mostrar inquietud. Sólo un dios podía herir a otro dios, pero aquel ser los había herido. No podían sentir su cosmos, ningún dios podía ocultar su aura divina, ningún dios o mortal podía escapar del poder de Fobos y Deimos, pero aquel ser podía hacerlo. Acaso había alguien más poderoso que un dios?
El dios de la guerra había logrado herirlo, si se trataba de un dios debía seguir herido pero irremediablemente se curaría hasta regenerar sus heridas. En el caso de tratarse de un mortal, si no había muerto, su arma dejaría una profunda cicatriz en su vientre. Una que no podría desvanecerse nunca, aquello era una marca de su pecado por enfrentar a los dioses. Esas cicatrices eran diferentes a las que solían tener los guerreros, era una cicatriz demasiado llamativa, como si lo consumiera por dentro. Un ser divino podría desvanecer el daño pero no un mortal. En caso de salir con vida, llevaría esa marca por la eternidad, en cada reencarnación tendría la marca de su osadía.
— Hay más implicados.— sentenció Ares, aduciendo que de tratarse de Apolo, este debía tener un aliado. Por lo que podía descartar a:
Hermes, el mensajero de los dioses era demasiado correcto como para apoyar una conspiración contra el Olimpo.
Heracles, era un guerrero demasiado noble. Además su amor por Hebe le impedía dañarlo a él y a su madre.
Dionisio, el alegre dios del vino era demasiado jovial y libertino. No lo creía en la capacidad de llevar a cabo una rebelión, por lo que sólo quedaban dos personas.
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Hefesto y Artemisa
El dios de la forja lo odiaba más que a nadie en el mundo. No dudaba que ayudaría en una conspiración, ya lo había hecho con anterioridad. Sin embargo, no podía decir lo mismo de Artemisa, si bien los dioses de la caza eran unidos, la diosa procuraba mantener la paz en el Olimpo.
ISLA DELOS
En el interior del templo de los dioses de la caza, una hermosa figura femenina, de largos cabellos dorados, se encontraba cuidando a un malherido Apolo, cuyas heridas todavía se encontraban regenerando.
— ¿Por qué dejaste el Olimpo ese día? — preguntó, observando a su hermano curarse con dificultad, había agotado mucha de su energía divina para restablecer su cuerpo, pero no era suficiente. La diosa dudaba, ¿qué había agotado tanto a Apolo?. Tuvo que recurrir a la ambrosía para recuperar su poder.
— Porque sentí una energía oscura en Arcadia. — esbozó con dificultad.
— ¿Por qué te atacaron, Apolo? — cuestionó con desconfianza, provocando que el dios la observara con dureza.
— ¿Dudas de mí, Artemisa? — espetó con indignación
— ¿Debo hacerlo?. — increpó regresandole aquella desafiante mirada, provocando que el dios dejará escapar un pesado suspiro.
— Una de tus criaturas enloqueció. Cuando pretendía curarlo me atacó con su cuerno, no tuve otra opción que eliminarlo.
— ...
— ¿Qué ocurre? — preguntó reparando en la inquisitiva mirada de la diosa
— No encuentro su cuerpo. — esbozó con parsimonia, las cosas no lucían bien para Apolo.
— ¿El ciervo desapareció? — cuestionó con desconcierto, está reacción preocupó a la diosa.
En verdad podía creer en Apolo?
Era demasiada coincidencia que desapareciera cuando atacaron Chipre, tampoco podía asegurar la ubicación de Apolo en el atentado al templo de Ares e Ilitia. Donde después del ataque a Tracia, el dios regresó herido a la Isla consagrada a los dioses de la caza. Según la información que envió Ares, había logrado herir al encapuchado, impactando su lanza en su vientre. En el mismo lugar que Apolo, salvo por heridas menores en el abdomen y brazos, la más profunda era la de su vientre. Al revisar la herida, la diosa pudo corroborar que aquello había sido hecho por un ser divino. Sin embargo, Apolo aducía que se trataba de uno de los ciervos consagrados a la diosa. Esto la dejó en duda, ya que nunca encontró el cuerpo del ciervo, además sus criaturas no mostraban signos de haber sido manipulados por un oscuro cosmos.
Artemisa estaba preocupada.
Acaso Apolo era el conspirador del Olimpo?
En el Olimpo corría el rumor que había un traidor entre ellos. Zeus estaba tenso, Hebe había confirmado que alguien saboteó la ambrosía y el único ausente aquel día del ataque de Chipre y Tracia era Apolo.
Era imposible que actuara solo.
TRACIA
Durante la cena en el palacio de Tracia, el Santo de Escorpio no podía evitar mostrarse sorprendido de la relación entre los hijos del dios de la guerra, si bien Eros y Anteros tenían una apariencia angelical, discutían frecuentemente. Fobos y Deimos tenían una apariencia de demonios. Sin embargo, parecían tener una mejor relación, pues siempre los veía juntos y en calma. Bueno, eran una pesadilla pero menos conflictivos que Eros y Anteros.
— Te voy a...!
— Anteros — regañó Ares en medio de la cena, su voz era severa y potente, tanto que hizo estremecer aquel recinto, esto provocó que el castaño bajara la cabeza avergonzado — Eros acaba de despertar de su letargo, no es momento de pelear.
— Él comenzó, padre! — acusó Anteros, señalando a un burlesco Eros. En verdad lo que tenía de ángel lo tenía de malévolo.
El dios de la guerra suspiró con fastidio.
— Ignoralo. — fue una orden, una que Anteros no pudo replicar, no si no quería sentir su furia, por lo que se limitó a continuar con su cena en silencio.
Al otro extremo de la mesa, el Santo de Escorpio no pudo evitar sentirse extraño, mayormente no había un diálogo, salvo por las pocas palabras que intercambiaba Aloes con ambos dioses. Sin embargo, ahora parecía una batalla constante, una que lo inquietaba. Al desviar sus profundos orbes zafiro pudo percatarse de la perversa mirada de Fobos y Deimos, quienes sonreían siniestramente, quizás maquinando de qué forma podían provocarlo para que rompiera los acuerdos.
La cena culminó con las palabras de Aloes acerca de sus sospechas sobre Apolo. Sin embargo, para el Escorpión no estaba claro por qué el dios del sol provocaría una rebelión, el odio a Hera podría influir pero no era suficiente.
— ¿Por qué atacar ahora? — cuestionó
— Quizás para romper su maldición — dedujo atrayendo a él la mirada del Escorpión — O lo que cree que es su maldición.
— ¿Qué quieres decir?
— El amor no es para alguien como Apolo. — intervino Eros esbozando una sonrisa arrogante .— Dafne, Jacinto, Cipariso. Todos los que ha querido tienen trágicos destinos.
—...En el Olimpo se dice que por Eros fue maldecido. — inquirió el escolta de la regente del Olimpo aduciendo que el dios del amor no perdonaba la burla y menos el menosprecio de Apolo. Por ello había usado sus flechas con él, naciendo con ello el mito de Apolo y Dafne. Desde ese entonces, Apolo vio morir a todo ser que amó con sinceridad. Sí había tramado una rebelión aquello podría ser motivado por su odio a quienes culpaba de su dolor. Sí conseguía su objetivo podría no sólo deshacerse de ambos dioses, podría derrocar a Athena, obteniendo así el dominio de la tierra y en un futuro el trono de Zeus.
— ¿Usted lo maldijo?... — preguntó el Heleno cerrando los puños con furia, no podía imaginar un castigo tan cruel.
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Ver morir a todo ser amado.
— Ya obtuve mi venganza, Escorpión — esbozó arrogante — Lo ocurrido después no es obra mía, pero supongo que estaba en su destino — añadió con desinterés
— ¿Por qué le permite creer que tiene una maldición? — cuestionó con incredulidad
— El amor es el arma más peligrosa si lo sabes usar. — proclamó Eros observándolo con desafío, mientras Apolo creyera que sólo él podía deshacer su maldición, no podía acabar con el dios.
"Es despreciable" pensó Milo
— El amor es caprichoso. — sonrió arrogante
— Partiremos mañana. — espetó con dureza el Heleno dirigiéndose hacia Aloes, para posteriormente retomar su camino al recinto que le habían asignado, deseaba llegar cuanto antes al Santuario. Ver a Camus.
Aquella impetuosa actitud, provocó una inusual sonrisa en el dios del amor, quien parecía sentir una fijación por el Heleno.
— Santo de Athena — interrumpió Eros dirigiéndole una inquisitiva mirada a aquel frágil vínculo que lo conectaba a otro ser, quizás su destinado. Sin embargo, este cada vez era más débil — Tu nexo se perderá.
El Heleno palideció deteniéndose al escuchar esas palabras.
— Eros! — regañó Anteros tratando de detener a su hermano, como Erotes no tenían permitido revelar a los mortales acerca del vínculo que poseían, pero este sólo lo ignoró profundizando en aquel nexo.
— Un amor cruzado. — pronunció con interés — No eres el único que ama a ese Omega.
El Santo de Escorpio lo observó iracundo. ¿Acaso jugaba con él?, no estaba dispuesto a permitir tal burla, menos caer en el engaño del dios.
— Otro alfa lo ama. — remarcó divertido ante su iracunda mirada. Lo atraía que no se doblegara — aquel con el que está vinculado.
Ante lo dicho, el griego no dudó en increparlo, aduciendo que trataba de manipularlo, gozando con su dolor, pero a juzgar por la entristecida expresión de Anteros, todo daba a entender que no se trataba de un engaño.
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Eros no mentía.
Shura amaba a Camus...
En un arranque de ira intentó aproximarse al dios del amor, exigir una respuesta más detallada. ¿Acaso Shura había marcado a Camus por egoísmo y no por lo ocurrido en Chasis?, ¿Qué había primado en las acciones del Capricornio, el proteger la integridad de su compañero o el deseo egoísta de poseerlo? Necesitaba saber. Sin embargo, cuando estuvo a punto de enfrentar al dios, es detenido bruscamente por el escolta de Hera, quién lo sostiene retirándose ambos lejos de la habitación, aduciendo que lo mejor era retirarse antes que cometiera una insensatez.
Al otro extremo de la mesa, Ares observaba con júbilo la escena, no podía negar que Eros era la combinación perfecta entre Afrodita y él.
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En los pasillos del palacio, Aloes se encontraba aplacando la ira del Escorpión, quien parecía haber olvidado a quien estaba enfrentando.
— Nunca confrontes a Eros — advirtió con seriedad — porque es el hijo preferido de mi señor, y no dudará en iniciar una guerra por él. — remarcó rememorando la maldición de Zeus, aquella que no le permitía crecer.
El azabache aún tenía presente cuando Afrodita fue tomada como prisionera por el Olimpo, a causa de la profecía de Apolo, donde decía que "Eros sería un peligro para los dioses". Ares al enterarse de esto, no dudó en rescatar a la diosa. Enfrentó al Olimpo, juntos salvaron a Eros de los designios de Zeus, quien al no poder matarlo, lo maldijo para que no pudiera crecer, de esa manera sus poderes no serían un peligro para los dioses, pero tras muchos años, Ares y Afrodita lograron romper aquella maldición, pactando con el regente del Olimpo controlar los poderes de Eros. Sin embargo, pese al acuerdo preferían mantenerse lejos del Olimpo.
— Enfrentaría a los mismos dioses por él.
Continuará...
Nota: Los Erotes tienen la habilidad de ver el lazo de unión de los mortales, profundizando en ellos.
