12 Confrontación

SANTUARIO

En el interior de la cámara patriarcal, el sumo pontífice se encontraba manteniendo una importante conversación con el guardián del primer templo, acerca de la reparación de las armaduras de los Santos de plata, una guerra se aproximaba y debían estar preparados.

— Lamento presionarte con esto. — esbozó el mayor entrelazando sus manos con semblante tenso, aduciendo que los herreros en Jamir se encontraban saturados forjando su propio armamento, en caso de que deban intervenir.

— No se preocupe, maestro. — respondió con aparente calma, en aquellas semanas había tenido mayor trabajo del usual modificando las armaduras de bronce, por lo que encargarse de la orden de plata le demandaría mayor tiempo y energía. Sin embargo, no quería agobiar más a su maestro, quien por momentos lucía un semblante entristecido, pues cada día se distanciaba más del Santo de Libra, esto lo preocupaba. — Tendré las armaduras a tiempo.

— Gracias, Mu.

Para el mayor era un alivio poder contar con su discípulo, quien en aquellas semanas se había vuelto un verdadero apoyo para él. Reconocía que le estaba exigiendo más allá de su labor pero lejos de protestar, Mu se dedicaba a cumplir lo encomendado.

— En momentos como estos me gustaría poder contar con Dohko. — expuso llevando una de sus manos a los expedientes del consejo, aduciendo que si bien el Santo de Libra cumplía sus funciones administrativas, no se encontraba a su lado emocionalmente y eso lo afectaba — Sin embargo...eso no parece ser posible.

— Todo mejorará, maestro. — dijo tratando de animar al patriarca, cuyo tono de voz denotaba tristeza, pero al fijar su vista en las manos del mayor, pudo observar algo que llamó su atención.

Un expediente con su nombre.

— Quiero dejar todo listo — explicó señalando los expedientes de la orden dorada, aduciendo que cinco años pasaban con velocidad.

— ¿Ha seleccionado un Omega para mí? — indagó recibiendo un asentimiento por su parte.

Para el guardián del primer templo no había pasado desapercibido el interés que mostraba su maestro por encontrar un vínculo acorde para su rango, quizás algún Omega de Lemuria o un Santo de plata. No pudo seguir examinando sus opciones, ya que había sido interrumpido por la voz del patriarca.

— Afrodita. — esbozó con serenidad, procediendo a unir los expedientes de ambos guerreros. Todo ante la desconcertada mirada de su discípulo, quien no pudo evitar palidecer al escuchar que era un candidato para el sueco, estaba seguro que moriría envenenado antes de poder marcarlo. Afrodita no permitiría que nadie lo marcara, salvo Shura o Deathmask. Ya lo veía convertirse en la viuda negra del Santuario.

Al ver la expresión de su discípulo, el patriarca no pudo evitar dejar escapar una sonora carcajada, aduciendo que en verdad no tenía planeado unirlo al sueco; como compañeros de armas mantenían buena relación, pero como pareja podía ver venir la muerte de su pupilo. Por esa razón se encontraba indeciso respecto al sueco, quien era el único Omega de la orden sin vínculo. No quería unirlo a cualquier guerrero, sino a alguien que pudiera amar o con quién pudiera congeniar. En un inicio había considerado a Deathmask, quien no había mostrado interés en algún Omega, pero parecía llevarse bien con el sueco, el cual sabía hacerlo entrar en razón. Además parecía ceder ante Afrodita, por lo que no dudaba que formarían un buen vínculo. Casi podría afirmar que ambos se amaban pero eran demasiado tercos para reconocerlo abiertamente.

— Que susto. — suspiró aliviado el menor, al saberse libre de un compromiso, aún no se sentía listo para exponer su relación con el Santo de Virgo, en especial ahora que su maestro más lo necesitaba — Debo irme, maestro. Tengo guardia con Aldebarán. — procedió a hacer una reverencia con la intención de abandonar la cámara patriarcal. Sin embargo, cuando estuvo a punto de retirarse, es detenido por la dubitativa voz del patriarca, quien lo observaba con cierta duda.

— Mu...

— ¿Si, maestro? — preguntó con curiosidad, no era usual que su maestro se mostrará vacilante.

— En caso algo me ocurra y está guerra no termine a nuestro favor, deseo que seas tú quien asuma el cargo como futuro patriarca. — informó con seriedad, aduciendo que lo considera como futuro sucesor para dirigir el Santuario, esto creó mayor presión en el alfa — Al menos de forma momentánea...— dijo desviando la mirada hacía el otro extremo de la habitación, conocía de antemano que su discípulo no ostentaba el cargo de sumo pontífice, ni siquiera era algo que ambicionaba. Sin embargo, no podía contar con nadie más. Confiaba en la manera en que educó a Mu, de ocurrir una eventualidad, él sabría mantener la paz en el Santuario, protegiendo a los Omegas bajo su cargo.

— Pero el maestro Dohko...

— Si algo me ocurre, él sufrirá la pérdida del vínculo — aclaró fijando sus profundos orbes en su pupilo, si bien el Santo de Libra era el segundo al mando, ante el dolor de un lazo roto no podría tomar las riendas del Santuario— lo mismo aplica para mí, en caso Dohko sufriera algún daño.

Al guardián del primer templo no le agradaba pensar en tal escenario donde perdiera a su maestro. Sin embargo, era necesario cubrir todos los escenarios posibles. Esa era la labor del patriarca, anticiparse a lo peor. No obstante, el menor no creía estar preparado para ostentar tal cargo, después de todo no era un guerrero tan poderoso como Saga, ni uno tan habilidoso como Aioros, que era un Omega.

— Aioros ha declinado — explicó como si pudiera leer la mente de su pupilo, quien lo observaba sorprendido — no desea rivalizar contra su alfa. — agregó aduciendo que por obvias razones Deathmask y Afrodita estaban descartados, veían más por sí mismos que por terceros. Shura y Camus estaban pasando por el clímax del vínculo, Milo estaba inestable, Aioria no tiene la madurez suficiente, Shaka sería envíado en algún momento a Asgard, Aldebarán no sentía atracción por asumir el cargo, eso sumado a su inflexibilidad de alfa no lo hacía elegible; y Saga... — no estaba listo.

Un pesado silencio inundó la habitación, el Santo de Aries podía sentir sus músculos contraerse, produciéndole una incómoda sensación. No se creía digno de tal cargo, pero tampoco deseaba defraudar a su maestro, no cuando este había sacrificado tanto por la protección del Santuario.

— ¿Puedo contar contigo, Mu? — preguntó entrelazando sus finos dedos, manteniendo aquella sobria expresión que tanto lo caracterizaba, no deseaba presionar a su discípulo pero debían estar preparados.

—... Sí, maestro — pronunció con Inquietud

MONTE CILENIO

En el interior del templo del dios mensajero, dos deidades se encontraban ingiriendo licor, con el fin de apaciguar la situación, días atrás Zeus le había ordenado espiar a Apolo, aduciendo que dudaba del dios. Por esa razón había encomendado a Hermes, uno de los dioses olímpicos más astutos aquella ardua labor. Desde su infancia, Zeus reparó en su inteligencia y buena disposición, revelando que tenía las aptitudes ideales para ser su confidente y embajador. Al ser nombrado "Dios mensajero" Hermes cumplió su labor con absoluta lealtad, sobre todo en situaciones dificultosas para Zeus, cubriéndolo en sus constantes infidelidades ante la celosa Diosa del matrimonio.

— Hera no se atreve a abandonar sola su palacio.— expresó con burla un hombre de cortos cabellos castaños, de profundos orbes café y atractiva figura, en su cabeza portaba una corona de hojas con algunos racimos de uvas en ellas. A su lado sostenía un vaso de oro con su mejor vino, el cual compartía con el mensajero del Olimpo. — Es obvio que está aterrada.

— ¿Qué hay de Apolo? — preguntó con inquietud, aduciendo que estaba preocupado por los rumores que había escuchado.

— Aún se encuentra en Delos sanando sus heridas. — informó el castaño, revelando que días atrás Zeus se había reunido con el dios de los bosques — Según Pan, Apolo ha sentido oscuras presencias en los bosques de Arkadia, pero no le creía — indicó con un inusual seriedad, remarcando en la iracunda expresión del regente del Olimpo — Artemisa no ha encontrado el cuerpo de aquel ciervo, Pan tampoco ha sentido ninguna presencia extraña. — meditó sus palabras — Además...

— ¿Qué ocurre? — preguntó recibiendo un cansado suspiro del menor

— Tiene una profunda herida en el vientre. — indicó remarcando lo que sabían del encapuchado — Es claro que fue hecho por una deidad.

Estas palabras preocuparon enormemente al dios mensajero, quien ahora se encontraba en una encrucijada. ¿Acaso las sospechas de Zeus eran ciertas?

Apolo era el traidor del Olimpo?

— No puede ser... — susurró con desconcierto, recibiendo una inquisitiva mirada por parte del dios del vino.

— Apolo es famoso por sus conspiraciones. — insinuó malicioso

— Dionisio — Regañó con evidente molestía

— Hasta qué punto crees qué podemos confiar en nuestro hermano? — cuestionó con recelo — En el pasado ya intentó acabar con el Olimpo y con Zeus.

Hermes meditó lo dicho, rememorando en la rebelión de Apolo, aquella hecatombe fue su venganza ante la muerte de su amado hijo Asclepio, a manos del dios del Olimpo quien haciendo uso de sus rayos calcinó su cuerpo, condenándolo por quebrar los decretos entre la vida y la muerte. Al saber de su muerte, Apolo enfureció atacando el Olimpo y a todo ser que interviniera en su venganza, muchos dioses fueron heridos, entre ellos Hefesto quien no pudo impedir el asesinato de los cíclopes, aquellos que fabricaban las armas de Zeus, esto enfureció al dios del Olimpo, quien con furia lo enfrentó hasta reducirlo frente a él, habría asesinado a Apolo de no ser por la aparición de Hermes y Artemisa, quienes abogaron por él. Aprovechando un descuido del regente del Olimpo, el dios mensajero tomó a un malherido Apolo entre sus brazos llevándoselo lejos de la ira de Zeus. De no ser por la intervención de Athena y Artemisa, ambos habrían sido eliminados por el dios, quien tras algunas semanas se limitó a perdonar la osadía de Hermes y desterrar a Apolo, quien viviría parte de su vida como un mortal al servicio del rey Admeto para pagar sus pecados, aquella humillación fue demasiado para el dios. Tras su castigo se pensaría que aprendió la lección pero siempre había tenido hambre de poder, caracterizándose por ser un dios arrogante, egocéntrico y autoritario.

— Cuándo llegue el momento, ¿qué bando elegirás, querido hermano? — cuestionó con interés el dios del vino, fijando sus profundos orbes café sobre el de hebras ébano, quien guardó silencio.

Zeus no le perdonaría salvar por segunda vez a Apolo.

— No hay pruebas que señalen en concreto a Apolo. — defendió con recelo

— Ante Zeus todos seremos culpables de encubrirlo. — sonrió arrogante — Incluso tú, Hermes.

El de hebras ébano se removió incómodo sobre su asiento, el hecho que Zeus le hubiera asignado vigilar a Apolo, era una forma de probar su lealtad.

— ¿Qué harás tú, Dionisio? — cuestionó expectante

— Lo que más me convenga, por supuesto.— indicó colocando sus brazos sobre su cabeza despreocupado, dejando descubierto su marcado abdomen.

Nada parecía alterar al jovial dios, el cual bebía soberbio de su vino, recibiendo una intensa mirada del mensajero de los dioses, quien parecía buscar algo en sus orbes café, quizás un indicio de su decisión o... algo más. No era la primera vez que lo observaba con aquella profundidad.

— Por cierto... — inquirió con seductora voz, atrayendo la atención del azabache, quien observaba con desconcierto el atrevido acercamiento del dios. — Si me sigues mirando así... pensaré que te gusto. — esbozó atrevido, recibiendo un fuerte empujón por parte del aludido.

— Idiota! — exclamó con un fuerte rubor sobre sus pómulos, provocando una carcajada del dios, quien procede a retirarse conduciendo un impresionante carruaje tirado por panteras, dejando atrás a un muy avergonzado Hermes.

"El alegre dios del Vino" pensó

— Nunca toma nada en serio.

SANTUARIO

El manto de la noche cubría los dominios de Athena bajo una profunda oscuridad, a lo lejos podía distinguirse tenuemente la silueta de un alfa de largos cabellos rubios, quien se encontraba patrullando los alrededores del Coliseo, lugar donde se reuniría con el Santo de Géminis para relevar a Mu y Aldebarán de su guardia. Sin embargo, una vez que llegó al punto de encuentro, un extraño ruido llamó su atención.

— ¿Quién está ahí?! — cuestionó, fijando su atención entre las ruinas del Coliseo, escuchando un leve jadeo.

Extrañado, el alfa procede a dirigirse hacía aquel lugar, encontrándose con la figura de su aprendiz retorciéndose con dolor entre las rocas, por lo que sin dudar se dirigió hacía él para socorrerlo.

— ¡Balder! — exclamó sosteniendo con cuidado el cuerpo del Asgardiano, en busca de algún indicio de ataque. No entendía qué hacía en ese lugar.

— Señor Shaka... — murmuró con dificultad, posando su mano sobre la del rubio, quien se percató que el menor tenía las mejillas enrojecidas, de su cuerpo brotaba un leve aroma a girasol.

— No... — espetó percatándose que el Asgardiano estaba entrando en celo. Esto lo desconcertó, se suponía que su celo había culminado hace dos noches, pero estaba durando más de lo habitual, quizás el hecho de permanecer en un clima más cálido hizo que su celo se viera afectado; por lo que el rubio intentó ayudarlo comunicándose con el Santo de Géminis vía cosmos. Sin embargo, fue detenido por Balder, quien lo tienta a morderlo, afirmando que le gustaría unirse a él.

— Márcame — gimió, confesando nuevamente sus sentimientos por el alfa, quien intenta resistir el adictivo aroma del Omega, pidiendo ayuda a quien esté más cerca.

"Saga... Aldebarán...Mu"

Las feromonas del albino lo estaban afectando, no podía evitar sentirse mareado, en especial cuando el Omega se aferraba a su cuerpo, envolviéndolo en un cálido abrazo.

— Tómame... — demandó comenzando a abrir su camisa dejando al descubierto su niveo pecho.

— No sabes lo que dices. — jadeó luchando contra su instinto, pero Balder sólo se friccionó contra él con mayor intensidad. Por más que deseaba sus piernas no respondían para alejarse.

"Mu..."

En la desesperación por no sucumbir al celo, el Santo de Virgo intentó quitarse los sentidos pero fue detenido por el platinado, quien llevó una de sus manos hacía su pecho descubierto, sintiendo el cuerpo caliente del Omega, esto incrementó el lívido del alfa, quien jadeó recorriendo la cintura del platinado, provocando que este gimiera sobre su oído excitando al alfa, quien iba cediendo al placer. Al percatarse de esto, el Asgardiano procede a besar lascivamente el cuello del alfa, bajando una de sus manos hasta su hombría, permitiéndole al hindú sentir el caliente miembro del platinado erguirse bajo su vestimenta.

— Balder... — gimió extasiado al sentir la humedad del Omega, quien procedía a retirar su camisa.

"Mu..."

Llamó con fervor, intentando contenerse. Sin embargo, cada minuto que pasaba el aroma del platinado era más intenso.

"Shaka?"

El alfa se sorprendió, Mu había respondido a su llamado.

"¡Balder está en celo, apresúrate! — exclamó — Que Aldebarán alerte a los sanadores"

El Lemuriano quedó paralizado, no sólo por lo dicho, sino porque el Santo de Virgo no le había dado el lugar exacto de su ubicación para teletransportarse. Por mucho que lo intentó no pudo volver a hacer contacto con el alfa, por lo que tras una rápida explicación al Santo de Tauro, el menor se apresura a llegar al punto de encuentro.

"Shaka!"

El alfa no le contestaba, esto lo preocupaba.

[•••]

Una vez en el Coliseo, trató de sentir el Cosmos del alfa, debido a su pérdida del Olfato no podía sentir el celo de Balder, por lo que dependía del rubio. Una vez que dió con la ubicación, al sentir su cosmos alterado, se dirigió con rapidez hacía las ruinas. Un gran manto de oscuridad cubría el Santuario, esto no le permitía poder ver más allá de las antorchas o el tenue resplandor que le proporcionaban las estrellas.

Al llegar observó con horror al alfa encima del Asgardiano, quien tenía la ropa deshecha, su blanquecina piel tenía leves rojeces, sin duda producidas por el alfa, el cual no portaba la parte superior de su armadura. Sin embargo, tenía los colmillos incrustados en su brazo ensangrentado, era claro que luchaba por contenerse de marcar al Omega. No obstante, al sentir la presencia del Lemuriano despiertan sus instintos de alfa al competir por un Omega.

— ¡Shaka! — exclamó con temor.

Los ojos del Santo de Virgo habían adquirido una forma amenazante, liberando una gran cantidad de cosmos que hizo estrellar al Lemuriano contra una de las columnas. No había duda, su alfa interno había despertado.

— No...

Antes que el Santo de Aries pudiera culminar sus palabras, es atacado por el sorpresivo puñetazo del hindú, de no haber sido por su rápida reacción habría salido muy herido. Sin embargo, este sólo era el comienzo de la batalla contra el Santo de Virgo, quien procede a enfrentarlo haciendo uso de su cosmos acumulado.

— ¡Maldición! — masculló

No podía huir.

Una pelea a muerte dio inicio entre ambos alfas o al menos ese era el objetivo del Santo de Virgo, cuyos ataques buscaban acabar con el alfa, a quien veía como rival por el Omega que se disputaba. El Lemuriano trataba a toda costa de detener sus ataques sin dañarlo, pero no parecía ser opción, no podía teletransportarse por siempre. Su muralla lo único que había hecho era empeorar la situación provocando que el hindú usara todo su cosmos acumulado para deshacerlo, este estruendo provocó que el Santo de Aries caiga al suelo herido.

— Shaka... — pronunció con dificultad

El hindú había roto su muralla. Sin embargo, antes que este pudiera lanzarse sobre él, es detenido por el Santo de Géminis quien lo sujeta con fuerza tratando de contenerlo. Aldebarán ya le había informado lo sucedido, por lo que le pide a Mu que se lleve al Omega, él se ocuparía de Shaka, al tener un lazo con Aioros, el celo de Balder no lo afectaba. El Lemuriano asintió con dificultad, sin poder evitar observar con dolor al rubio ser atacado por Saga, quien no se contenía en sus golpes. No importaba si era un compañero, él no permitiría que nadie causara estragos en los dominios de Athena.

— Márchate, Mu — ordenó posando sus penetrantes orbes sobre el brazo malherido del menor, nada serio. Sin embargo, el hecho que lo haya hecho Shaka, le dolía profundamente al guardián del primer templo, quien se limitó a sujetar con cuidado al Asgardiano, cubriéndolo con su capa.

— Señor... Señor Shaka. — balbuceó entre el delirio y la cordura del celo.

Aquel llamado incomodó profundamente al Santo de Aries, quien se limitó a cumplir con su labor. Debía llevar al Asgardiano con los sanadores para atender la fiebre del celo. No obstante, no podía evitar sentirse iracundo, odiaba percibir el aroma del alfa sobre aquel Omega. Sin más, procedió a abandonar el lugar, tratando de ocultar aquellas amargas lágrimas que surcaban por sus mejillas.

Continuará...

Para los que preguntan "Dónde está Kanon?" Saldrá en el próximo capítulo. No podría tener una historia sin mi querido Dragón Marino. Ya sabrán por qué demoró en aparecer.