5.- Preguntas


Madre: desconocida

"Mother: unknown"

De HufflepuffMommy

Alfa-Bet-eado


Draco no mentía cuando dijo que no había visto a nadie de Inglaterra desde la guerra; la única otra persona mágica que él y Lyra vieron fue su madre, y ella ahora vivía en Francia.

Lógicamente, sabía que algún día vería a alguien de su pasado, pero el hecho de que Hermione Granger se mudara a su pueblo, era extraño, ¿no? Bueno, él no lo había visto venir.

Para colmo, Granger era de lo único de lo que Lyra quería hablar durante el resto de la semana. Pregunta tras pregunta surgía de ella con entusiasmo; después de todo, Granger era la primera persona mágica que su hija había conocido fuera de la familia.

Por supuesto, su falta de familiaridad con la Gryffindor no disuadió a su hija y su infinidad de preguntas. No tenía absolutamente ninguna idea de cuál era su color, su materia en la escuela, animal o estación favorita de la bruja. Al menos, tuvo un respiro de todas las preguntas cuando su hija estaba en la escuela, aunque incluso en el trabajo a menudo sus pensamientos vagaban hacia la bruja que ahora residía en lo que consideraba su ciudad.

Esperaba, al igual que su hija, obtener algunas respuestas mientras ella lo visitaba para cenar, algo que lo tranquilizara.

Las preguntas de Lyra disminuyeron a mitad de semana, pero cuando llegó el viernes por la noche, volvió con más fuerza. Draco exhaló un suspiro de alivio cuando ella subió a ducharse después de cenar mientras él lavaba los platos.

Poco después, los pasos de su hija resonaron escaleras abajo, casi sacudiendo los marcos de los cuadros de la pared. Él sonrió suavemente al ver su cabello soltándose de la toalla apilada sobre su pequeña cabeza. Caminó hacia adelante, sosteniendo el peine y el spray acondicionador en sus diminutas manos.

—Papá, ¿puedes cepillarme el pelo? —preguntó ella.

—Por supuesto, princesa —dijo, mientras se sentaba en el sofá y daba palmaditas en el asiento a su lado. Desenvolvió la toalla y comenzó a rociarle el cabello mojado.

—¿Eras amigo de ella, papá? —preguntó Lyra mientras él aplicaba el acondicionador en sus rizos.

—¿De quién? —preguntó distraídamente, trabajando en un nudo particularmente enredado.

Lyra resopló.

—De la señorita Hermione —aclaró.

—Oh, uh, no. No éramos amigos —dijo.

—¿Por qué no? —preguntó simplemente.

Draco siempre se había propuesto ser lo más honesto posible con su hija, así que contuvo el aliento y comenzó a explicarle mientras tomaba el peine de dientes anchos y comenzaba a trabajar en su cabello.

—Me enseñaron que hay diferentes tipos de brujas y magos y cómo se supone que deben ser: un tipo es de sangre pura, lo que significa que ambos padres tienen magia, al igual que todos los miembros de su familia. Los otros dos tipos son mestizos y los nacidos de muggle.

—¿Qué es un muggle? —interrumpió Lyra.

—Es como los magos y brujas en Gran Bretaña llaman a una persona sin magia. En Estados Unidos, los llaman No-Maj, es decir, alguien que no tiene magia.

—Ah, okey.

—Los mestizos son cuando uno de los padres es mágico y el otro es muggle o nacido de muggles. Los nacidos de muggles son aquellos que nacen con magia, pero ambos padres son muggles. ¿Eso tiene sentido? Está bien si no.

Lyra asintió lentamente con la cabeza.

—Ajá, eso creo. Eres sangre pura, ¿verdad? ¿Ya que la abuela Cissy tiene magia y tu papá también?

—Así es. Todos en mi familia han tenido magia, así que venimos de toda una línea de brujas y magos de sangre pura, lo cual es importante porque es por eso que la señorita Hermione y yo no éramos amigos en la escuela. Verás, al crecer, yo pensaba que cualquiera que no fuera sangre pura no era importante... Que estaban por debajo de nosotros y que nosotros éramos mejores que ellos.

Lyra giró la cabeza para mirarlo mientras fruncía el ceño.

—Pero... ¿Por qué? También tienen magia.

Draco suspiró y besó la frente de su hija. Ella ya era más sabia que él cuando le doblaba la edad.

—Eso es justo lo que nos enseñaron nuestros padres, como les enseñaron a ellos sus padres antes que ellos. Nos criaron para pensar que los nacidos de muggles, como la señorita Hermione, robaban la magia de alguien que la tenía y que aquellos como ella estaban por debajo de nosotros.

—Eso es una tontería, papá —lo regañó Lyra—. ¿Por qué pensarías eso?

Draco suspiró.

—No lo sé, princesa. Supongo que no pensé por mí mismo... y por eso, fui muy grosero y malo con la señorita Hermione en la escuela.

La boca de Lyra se abrió y se giró para mirarlo de nuevo.

—¿Quieres decir que fuiste un bully con la señorita Hermione?

Draco asintió.

—Sí, yo lo fui.

—Bueno, ¿dijiste que lo sentías? —preguntó, cruzándose de brazos.

Draco suspiró y sacudió la cabeza.

—Dejé Inglaterra poco después de que nacieras y no la he visto desde entonces.

—Entonces puedes disculparte mañana —afirmó ella, como si eso fuera a resolver todo, y giró la cabeza para que él pudiera seguir cepillando su cabello.

—No sé si aceptará mis disculpas.

—Por supuesto que lo hará —dijo Lyra con confianza.

—¿Eso crees?

Papáaa —dijo, y él prácticamente pudo oírla poner los ojos en blanco, algo que aprendió de la escuela—. Ella no habría dicho que sí a cenar con nosotros si no hubiera pensado que lo lamentabas.

—Para ser honesto, creo que ella simplemente viene porque le hiciste tus ojitos suplicantes —dijo tirando juguetonamente de uno de sus rizos.

Lyra se quedó en silencio por un momento antes de preguntar.

—¿Soy una sangrepura?

Draco levantó a su hija y la puso en su regazo.

—¿Respuesta honesta?

Ella asintió con la cabeza.

—Eres sangre pura o mestiza, dependiendo de quién sea tu madre. Pero pase lo que pase, eres mía, y eso es lo más importante. Incluso podrías ser un Squib y te amaría de todos modos.

Lyra arrugó la nariz.

—¿Un quiz?

Draco se rio entre dientes.

—No, no un quiz, una squib —dijo, enunciando la última sílaba—. Es alguien que tiene padres mágicos, pero ellos mismos no tienen magia. Sin embargo, no tienes que preocuparte por eso, ya que definitivamente tienes magia.

Lyra se animó.

—¿Estás súper seguro?

Draco asintió.

—Muy seguro. Cuando eras una niña pequeña y hacías un berrinche, normalmente algo volaba por la habitación y se rompía. —Él se encogió de hombros cuando ella se quedó con la boca abierta—. Es normal y pasa todo el tiempo. Nada que un simple Reparo no pueda solucionar —dijo con un guiño—. De todos modos, creo que ya terminé con este desastre que llamas cabello. ¿Por qué no subimos y leemos un libro antes de acostarnos... a menos que tengas más preguntas?

Lyra jugueteó con el dobladillo de la blusa de su pijama y luego preguntó en voz baja.

—¿Aún crees que los nacidos de muggles son peores que un sangre pura?

Draco sacudió la cabeza mientras ella la levantaba.

—Por supuesto que no. Ni siquiera creo que aquellos sin magia estén por debajo de los magos, especialmente después de vivir entre ellos durante tanto tiempo como nosotros.

Eso pareció apaciguar a su hija mientras ella sonreía y le rodeaba el cuello con los brazos en un fuerte abrazo mientras él la llevaba escaleras arriba hasta su habitación.

Lyra corrió hacia su estantería desbordada y sus ojos inmediatamente se centraron en su serie de libros favorita: Junie B. Jones, primer grado ¡por fin! Draco sonrió mientras bajaba las mullidas mantas, acomodándose y dejando espacio para que Lyra se subiera a su lado. Su voz no tropezó en absoluto mientras leía su libro en voz alta. A Draco le encantaba que ella tuviera tanta afinidad por la lectura, tal como la tenía él cuando era pequeño. Cuando sus bostezos comenzaron a interrumpir su lectura, él se hizo cargo de leer el resto del capítulo y solo se detuvo cuando su cabeza cayó y su respiración se calmó.

Salió de su cama en silencio, asegurándose de arropar a su nutria de peluche Otis, y se inclinó para besarle la frente.

—Buenas noches princesa.

Lyra suspiró y se acurrucó en su almohada mientras Draco cerraba la puerta detrás de él.

Bajó las escaleras y se sirvió una copa de Merlot mientras encendía la televisión. Sin embargo, mientras transcurría el programa, su mente divagó.

Pensó en las consecuencias de la Batalla de Hogwarts, en Daphne entregándole a su hija y el caos que siguió.

La gente corrió hacia la bruja caída mientras él solo estaba allí, aturdido, sosteniendo al bebé llorando que había sido colocado en sus brazos. McGonagall lo llevó a un lado, queriendo ver a la bebé. Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando él le dijo que la bebé era suya, aunque no tenía idea de cómo había llegado a ser así. McGonagall asintió una vez, con severidad, antes de llevarlo a su oficina. Allí, Madame Pomfrey los examinó a ambos y declaró que la bebé estaba sana. De alguna manera, la directora obtuvo permiso para que Draco regresara a la mansión con la bebé, con el entendimiento de que alguien del Ministerio se comunicaría con él sobre cualquier cargo pendiente por su papel en la guerra.

Gracias a Merlín por los elfos domésticos. Draco no sabía nada sobre bebés, pero los elfos estaban encantados.

Su propia elfina enfermera, Mipsy, se hizo cargo, insistiendo en que cuidaría de ella. Draco, que jamás había estado cerca de bebés, aceptó con gusto la oferta y se aseguró de aprender todo lo que pudiera; ya había decidido que estaría más involucrado en la crianza de su hija, a diferencia de la mayoría de los padres sangre pura que dejaban esa tarea en manos de las madres y los elfos domésticos.

Una vez que Lyra fue cambiada, alimentada y colocada en un pequeño catre que Mipsy había conseguido en el ático, Draco entró en el estudio de su padre, donde colgaba el tapiz de la Familia Malfoy.

Durante toda su juventud lo habían obligado a estudiar el tapiz, mientras aprendía la historia de los Malfoy. Rápidamente encontró su única rama bajo el mando de su madre y su padre. Ahora, otra rama delgada apareció debajo de la suya, con el nombre de Lyra J. Malfoy, y su cumpleaños, el 10 de marzo de 1998. Sin embargo, como no estaba casado, el nombre de la madre no apareció en el árbol, pero al menos Draco descubrió dos cosas importantes: que Lyra era innegablemente suya y el día en que nació, lo que la situaba de casi dos meses.

Apagando la televisión, con la mente aún en el pasado, Draco bebió el resto de su vino antes de dirigirse a su habitación.

Debajo de su cama, sacó una maleta vieja, el cuero de color rosa polvoriento y las bisagras de latón deslustradas y rayadas por el tiempo. Era la que Daphne tenía con ella cuando le llevó a Lyra a Draco. Originalmente estaba lleno de ropa de bebé, pañales, mantas, biberones e incluso fórmula. Lo abrió ahora y los recuerdos que le trajo le hicieron sonreír.

La maleta estaba forrada de satén rosa claro, con cintas a los lados. Dentro de la maleta guardaba algunos de los conjuntos de bebé de Lyra, algunos libros para bebés e incluso algunos juguetes pequeños que Draco quería conservar del primer año de Lyra. Debajo de esos objetos había dos cuadernos encuadernados en cuero, ambos con páginas en blanco, pero podía sentir un brillo de magia justo encima de la superficie. Se preguntó si era algo especial para Lyra por parte de su madre, por lo que los había conservado, e incluso esperaba que pudieran tener una pista sobre quién era la madre de su hija. Sin embargo, Lyra todavía era joven, por lo que planeaba posponer el darle los cuadernos por unos años más.

Con un suspiro de cansancio, guardó todo y cerró la maleta, devolviéndola debajo de su cama antes de comenzar su rutina nocturna.

Mientras yacía en la cama esa noche, sus pensamientos volvieron a Granger, preguntándose por qué había aceptado su invitación a cenar... y si aceptaría sus disculpas por cómo la había tratado hacía tantos años.

A la mañana siguiente, Lyra estaba prácticamente vibrando de emoción mientras jugueteaba en la mesa.

—¿Crees que vendrá antes de las seis? —preguntó mientras Draco preparaba su desayuno frente a ella.

—Probablemente no —contestó.

—Deberíamos haberle dicho que viniera antes, como... después del almuerzo —dijo mientras se metía huevos en la boca.

Draco observó divertido a su hija mientras comía.

—Tenemos recados y cosas qué hacer antes de que ella venga —le recordó Draco, hurgando en su propia comida—. El tiempo pasará rápido, no te preocupes.

—Lo sé, ¡estoy súper emocionada! —dijo Lyra—. Jamás había conocido a otra persona con magia, además de la abuela Cissy. ¿Crees que debería hacerle un dibujo? Voy a hacerle un dibujo. Tal vez con un arcoíris, ya que no sé su color favorito. Me pregunto si tiene mascotas. ¿Debería inventar unas para la foto? ¿Qué tal un unicornio? O tal vez un cachorro... ¿Crees que podemos pasar por la tienda de mascotas más tarde y mirar a los cachorros?

Draco estaba acostumbrado a lo rápido que Lyra podía saltar de un tema a otro y disparar pregunta tras pregunta, asintió distraídamente mientras comía. Pero ante su última pregunta, él se detuvo y entrecerró los ojos.

—Veo que estoy tratando de ser astuta —dijo, apuntándole con un tenedor lleno de huevos.

Lyra se rio.

—¿Pero podemos? Sólo quiero verlos.

—«Verlos» siempre termina cuando tú te enamoras de un cachorro y yo tengo que decir que no. Así que voy a decirlo ahora: no.

—Por favor, papá —suplicó.

—Lyra, dije que no —dijo con más firmeza.

—Pero...

Draco arqueó una ceja, cortando sus súplicas. Lyra volvió a comer huevos y murmuró:

—Está bien, está bien.

Draco sacudió la cabeza mientras terminaba su desayuno. Lyra había estado pidiendo un cachorro desde que tenía casi tres años. No es que no le gustaran los animales, al contrario, le gustaban mucho, ya que creció con perros y gatos en la Mansión. Sin embargo, con él fuera de casa todo el día mientras Lyra estaba en la escuela, tenía miedo de lo que un perro le haría a su casa en su ausencia.

Sabía que eventualmente se rendiría, pero sólo cuando fuera el momento adecuado.

—Vamos, princesa —dijo con una sonrisa cuando ambos terminaron de comer—. Preparémonos para salir. Necesito pasar por la tienda y revisar algunas cosas antes de hacer otros recados.

—¿Podemos conseguirle algo a la señorita Hermione en la tienda?

Draco pensó en ello mientras ponía los platos en el fregadero.

—No es una mala idea. Ahora, ve y vístete.

Lyra le sonrió ampliamente antes de subir las escaleras.

Mientras Draco la seguía, pensó en lo bueno que sería no tener que ocultar quién era realmente, y esperó que invitar a Granger a cenar no fuera un completo desastre, tanto por el bien de él como el de Lyra.


¿Otro? Bueno, ¡vamos!