Zapatillas


De por sí la ceremonia iba atrasada. Todavía quedaba un poco del preventivo mal augurio en el futuro esposo como para apegarse a la norma de no ver a la novia antes del altar, así que fue por ella. El trauma tardaría en dejarlo en paz para devolverle los modales (si es que alguna vez los tuvo). Su futura suegra lo interceptó antes de llegar al fondo de la habitación, donde Jan-di se forcejeaba con la jefa de empleadas.

—¿Ahora qué rayos pasa, nana? —Joom-pyo estaba enojado.

—¡Señor! —exclamó la venerable anciana con sorpresa—. No es posible… ¡qué malacostumbrados están al descaro! Pero pasaré por alto tanta insolencia a la tradición con tal de que haga entrar en razón a esta señorita: se afana en utilizar este calzado de mal gusto.

—Futuro yerno, no avances más —todavía intentaba detenerlo la madre de Jan-di, pero él la había apartado con cuidado.

—¡No me veas, no me veas! ¡Es de mala suerte! ¿Qué haces aquí?

—No te estoy mirando —así era, pues fijaba los ojos en el opuesto y directo al piso cuando se acercó—. Muéstrame por qué te demoras tanto.

Jan-di se quitó una de las zapatillas que le regaló hacía años Seo-hyun y la extendió lo más lejano que pudo de sí para revelarla. Joom-pyo reconoció vagamente el estilo y sólo viró los ojos. No era para tanto, pero sí se adivinaba muy inapropiado. Su madre seguro pondría cara de asco, pero nada le daba más igual a él. La nana dedujo que su amo no haría nada al respecto y demostró que se había rendido al salir ofendida y murmurándose con la madre de la novia, quien la siguió con la misma resignación, aunque más apenada que en fastidio.

—Pero son negros —le reprochó Joom-pyo, aunque sea.

—Pero lindos e importantes para mí. Si no los uso hoy, precisamente hoy, yo... —insistió con torpeza y luego agachó la mirada— Es que me dijeron que me llevarían a lugares que recordaría toda mi vida...

Joom-pyo la soltó y se marchó fuera de la habitación. Desde la puerta gritó a secas:

—Si no llegas al altar, yo me encargaré de que sea lo último que recuerdes.

Jan-di no tardó mucho para seguirlo después de eso, sólo demoró lo que rio, cerró los ojos y los puños con ímpetu y parpadeó varias veces para devolver las lágrimas a su interior. Sería su mejor recuerdo, o al menos el primero de los mejores a partir de ese día.