Notas & Disclaimer:
The Legend of Zelda y sus personajes no me pertenecen, pero me ofrezco como guionista (cobrando, que muchas cosas las he adivinado en mis fanfics y me siento plagiada por Nintendo xD).
Historia ubicada en el universo Tears of the Kingdom (por lo tanto habrá spoilers, aviso) y conectada también con Breath of the Wild. Como en otras historias, me tomaré todas las libertades artísticas y modificaciones que se me ocurran.
¡Espero que os guste! Muchas gracias a todas las personas que me leen y me han seguido todos estos años, si hoy publico esto es por vosotros :)
Un abrazo,
-Juliet.
Culpa Mía
El porche delantero de casa es uno de esos sitios desde donde se pueden oír mil y un sonidos.
Desde allí, Zelda oye la corriente del arroyo. El de la fuente que nutre la charca de aguas transparentes que hay bajo la colina del manzano. Cierra los ojos. También oye los pájaros, revoloteando y piando en los árboles, disputándose algún gusano o pedazo de fruta madura. Si se concentra más, oye el viento meciendo las hojas y la hierba verde que crece en el jardín. Está muy alta, descuidada, lleva mucho tiempo sin cortarse. A lo lejos, una campana. No, no es una campana, es el cencerro de una vaca. Y el ladrido del perro de Clavia, ¿se llamaba Huesos?
Cuando insistió a Link para tener un perro como mascota, él había dicho que no era buena idea. No podían llevarlo de un lado a otro usando el teletransporte sheikah y tampoco podía meterse a explorar cuevas. Eran húmedas e inseguras y la mayor parte de las veces tenían que deslizarse con cuerdas y escalar. Y los abismos. Meter a un perro en el interior de uno de los abismos habría sido incluso cruel. No podrían haber arrastrado a una mascota a la pesadilla en la que se han visto atrapados y de la que apenas acaban de despertar.
Tras un rato absorta, despega los párpados con cuidado. El té que tiene entre las manos está frío. Aún se siente torpe, sus movimientos antes enérgicos y decididos ahora van a otro ritmo, a uno lento e irregular. Intenta disimularlo, pero tarda más de lo normal en ejecutar casi cualquier acción sencilla: desde abrir la cubierta de un libro a llenar de agua una tetera.
—Alteza…
No ha visto llegar a Prunia. Es como si sus ojos viesen cosas que aún están lejos, como si siguiesen ajustándose a la nueva distancia.
—¡Prunia! ¿Cuándo has llegado a Hatelia?
Zelda se incorpora para abrazarla. Se habían dado un largo y sentido abrazo en su reencuentro, días atrás, pero este no tiene nada que envidiar al primero.
—Hace un rato.
Zelda frunce el ceño y Prunia tira con suavidad de ella para que se siente otra vez en los peldaños de madera del porche de casa. Ella también toma asiento a su lado.
—Rotver ha arreglado el teletransportador del laboratorio, así que puedo venir desde Fuerte Vigía en un parpadeo.
—Creí que Link tenía la Tableta Sheikah.
—Me la dio. Bueno… más que dármela se desprendió de ella como si quemase —carcajea Prunia.
Zelda dibuja una sonrisa fugaz y eleva la vista a las nubes. El cielo se pinta de naranja, lleva un buen rato ahí sentada y ya anochece.
—¿Cómo estás? —Prunia muestra una diminuta arruga de preocupación entre las cejas.
—Aún es raro… pero bien.
—Raro pero bien, una descripción muy meticulosa —resopla Prunia.
—¡No sé cómo explicarlo! No me siento enferma ni nada de eso. Sólo algo torpe.
—He estado revisando de nuevo todos los resultados de los análisis que te hice. Todo está correcto, tu salud está muy bien. Al menos la física. La mental…
—No estoy mal, Prunia —insiste, intentando borrar toda sombra de duda —de verdad. No recuerdo nada, ya te lo dije. Lo último que recuerdo es tragarme la gema zonnan y que se iniciase la transformación. Sé que es raro, pero para mí es como si hubiera estado separada de vosotros el mismo tiempo que vosotros de mí.
—Eso facilita mucho las cosas —dice Prunia, mostrando una sonrisa algo tensa. Zelda sabe que ella siempre necesita asegurarse de todo al menos dos veces, así que tampoco le da importancia a su exceso de preocupación.
—Mineru tenía razón. Convertirse en dragón implica renunciar a tu ser. Así que… todo lo que era yo, toda mi conciencia, todo eso desapareció. De alguna manera yo estaba dentro, pero…
—Es mejor así, de verdad. Vivir durante milenios y volver. Eso habría sido demasiado problemático. De locos.
—Supongo que sí —admite ella —A veces… veo cosas raras en sueños. Seguramente serán reflejos de esa vida. Del mismo modo, mi otro yo guardaba dentro mis sentimientos.
—Las lágrimas de dragón —intuye Prunia.
—Sí, eso. Eran fragmentos de lo sucedido, sentimientos que supongo que desbordaron y terminaron cayendo. Pero no sé ni cómo lo hice, la verdad.
—Aunque no lo hicieses a propósito, fue de ayuda, créeme —Prunia busca su mano para sostenérsela —sin eso, Link habría tenido muchos más problemas para encontrarte. Tal vez no lo habría conseguido.
—Puede que mi deseo de que me encontrase fuese más fuerte que cualquier otra cosa.
—Hablando del Héroe de Hyrule… ¿dónde diablos anda?
—Oh —Zelda se ríe sólo de pensarlo —básicamente duerme, desde que llegamos a casa.
—¿En serio? ¿Está bien?
—Sí, nada de qué preocuparse —sin querer hace aspavientos con las manos al ver que Prunia se mantiene inquieta —está agotado, es todo. Duerme durante horas, cae a plomo en la cama, como si no hubiera nada más a su alrededor. Como duerme tanto, se despierta a cualquier hora, ya sea de día o de noche. Lo sé porque cuando se levanta parece un oso de las nieves, deberías verlo. La otra mañana apareció con el pelo enmarañado, sólo gruñe y se choca sin querer con los muebles y las paredes de la casa cada vez que se levanta sin estar despierto del todo.
—Diablos… este chico… —Prunia pone los ojos en blanco y ella no puede evitar soltar otra carcajada.
—Estando aún medio dormido se pone a buscar cualquier cosa que haya para comer, si hay algo en la mesa en ese momento, o si no, saquea la despensa. Una vez se ha llenado la panza se arrastra escaleras arriba y sigue durmiendo otra eternidad. No importa el ruido que yo haga, es total y absolutamente imposible despertarle —Zelda da un sorbo a su té, pero ha olvidado que está frío y ya no sabe igual de bien.
—¿Debemos preocuparnos?
—No, de veras. Él… está agotado. Está exhausto hasta la saciedad —suspira —sabía que Link estaría nervioso y preocupado. Pero no tenía ninguna manera de dar con él, ni de comunicarme, ni de explicarle nada. Quería decirle que estaba bien, que estaba a salvo, pero… No… sencillamente no podía. Ha sido muy frustrante, no imaginas cuánto.
—Tranquila, amiga. El tiempo es distancia, al fin y al cabo. Y en tu caso, era una distancia abismal e insalvable.
—Me trataron muy bien, Rauru y Sonnia —confiesa, apretando sin querer los puños —me acogieron desde el principio. No quería ser descortés con ellos, pero…
—Pero no podías dejar de pensar en un modo para volver aquí.
Ella asiente, un poco cabizbaja. A lo mejor, si no hubiera estado tan ofuscada pensando un modo para viajar al futuro, podría haber hecho más en el pasado. Podría haber visto antes la amenaza creciendo a su alrededor.
—Zelda, no es culpa tuya —dice Prunia, adivinando sus pensamientos —Lo que hiciste para salvarnos fue una gran estupidez. Una de las más peligrosas que te he visto hacer, pero no tengo derecho a juzgar nada… no sé qué habría hecho en tu lugar.
—Me di cuenta de que no había otra forma de volver. Y además, era la única manera de restaurar la Espada Maestra.
—Pero existía la posibilidad de que no volvieses a recuperar tu verdadero ser.
—Siempre pensé que no tenía esa posibilidad. Cuando tomé la decisión de transformarme estaba convencida de que no volvería a ser yo misma nunca más. Pero… no tuve elección —admite, con amargura —Link está enfadado conmigo por eso, por haberme sacrificado así.
—Tiene la cabeza más dura que un saco de piedras —resopla Prunia —dale tiempo. Ha sufrido bastante con todo esto.
—Es lo último que yo pretendía.
—La otra vez… cuando, ya sabes, el Cataclismo, Link no recordaba nada. Tardó tiempo en ir recuperando pedazos de nuestro pasado hasta poder tener una imagen clara de los sucesos, del mundo y de sus sentimientos. Tu desaparición ha significado algo distinto para él esta vez. Es un tipo de dolor muy distinto.
—Lo sé.
—Con esto no quiero decir que sea culpa tuya. Ni lo de la otra vez ni lo de esta.
—Aprendo a no culparme, pero es difícil —dice, con una risa nerviosa —yo también tengo la cabeza dura.
—¡Muy cierto! En fin… —Prunia se pone en pie y mira al cielo, comprobando que ha anochecido casi del todo —me marcho con Symon y Rotver, me esperan en el laboratorio. Volveré mañana, por si ha despertado el oso de las nieves.
—Estaremos aquí —sonríe ella.
—Sí, no cabe duda —suspira Prunia —deberíais formalizarlo de una vez.
—¿El qué?
—¿Qué va a ser? Vuestra situación. Eso que creéis que nadie sabe pero es un secreto a gritos.
—¡Prunia! —Zelda se sonroja tanto que el calor le quema hasta las orejas.
—¿Cuándo empezó todo en serio exactamente? ¿Fue en el primer viaje tras derrotar a Ganon? Hm. Puede que incluso antes, a saber…
—No sé de qué me hablas —dice ella, incorporándose, nerviosa.
—Formalizadlo lo antes posible. Si no lo haces tú hostigaré a Linky para que lo haga él. Lo arrastraré de las orejas desde aquí hasta el laboratorio si hace falta.
—¡No le digas nada de eso, te lo suplico!
—Menudo secretismo tenéis vosotros dos, siempre igual —Prunia echa a andar hacia el puente que separa la casa del resto de la aldea —viven juntos desde hace siglos, viajan juntos, el torpe de Linky se pega a ella como una lapa, pone esos ojos de cachorrito cada vez que la ve… y ella no da dos pasos sin llevarse a su Linky bajo el brazo… pero no, no sabe de lo que le hablo… debe ser un misterio tan insondable como las escrituras de los Zonnan…
—Bueno… no es que sea exactamente, ya sabes, un secreto… —balbucea, con la cara aún ardiendo —es sólo que… es… es cosa nuestra y…
—Claro, claro. Descansa, princesa. Mañana volveré.
—Descansa tú también.
—¡Cuida de Linky! —se despide Prunia, dándole la espalda de manera definitiva.
Tras la visita de Prunia, Zelda se dispone a preparar algo de cena. Corta las verduras a su nuevo y extraño ritmo, pero consigue acabar la tarea. Una ráfaga de aire frío se cuela por la ventana, así que la cierra y prende la chimenea. No sabe qué hora será, se entretiene hojeando un libro mientras el guiso se hace a fuego lento en el caldero. Necesita más fuego. Sale a por leña, y al volver a la casa descubre a Link con la cabeza metida dentro de la olla, olisqueando la comida.
—¡No! ¡Está ardiendo!
Él no la oye entrar y se da un golpe contra el borde de la chimenea al sacar la cabeza de ahí de repente.
—¡Link! ¿Te has hecho daño?
—Me has asustado —gruñe él, llevándose la mano al lugar donde se ha golpeado.
—La cena aún no está lista, tardará algo más, no seas impaciente.
La cena tardaría más por su nueva torpeza. Además, es Link el que cocina siempre, pero necesita recuperarse, ella no puede permitir que él abra los ojos y que no haya nada caliente y pasable que pueda llevarse a la boca. Link se deja caer en una silla para observarla mientras ella termina de darle los últimos toques al guiso. Cuando se gira para mirarle descubre que ya no está el Link agotado y adormecido de los últimos días. Tiene las sábanas marcadas en la mejilla izquierda y sus párpados aún están hinchados por las horas de sueño, pero su mirada vuelve a ser del azul limpio de siempre. Y en ese azul, consigue ver preocupación.
—Estoy bien —dice ella, sin que él llegue a preguntar nada.
—¿Segura?
—Sí, de verdad —reafirma, sintiendo calor en las mejillas —Prunia ha estado aquí.
—¿Mm?
—Sólo quería visitarnos y ver que todo está bien. Ella también se preocupa. Y todos los demás, en realidad.
—Supongo.
—Deberíamos volver a Fuerte Vigía. Oh, y por supuesto, hemos de visitar las cuatro grandes regiones. Y Kakariko, sé que Pay se ha acordado mucho de mí. Hay que informar a todos los grupos de investigadores, no he podido contactar con ninguno de ellos todavía. ¿Y si queda algún rezagado dentro del abismo? Mirene debería haber publicado ya varios boletines para distribuirlos en las postas, porque el periódico sigue en pie, ¿no? ¿Link?
Él da un suspiro hondo y prolongado. Ella lo observa insegura, no sabe si ha asimilado la mitad de todo lo que tienen que hacer.
—No a todo —dice él, rompiendo al fin su silencio.
—¿Qué?
—Lo que has oído: no a todo eso.
—Pero Link…
—No vamos a salir de aquí en mucho tiempo. Ni a Fuerte Vigía, ni al periódico, ni a ningún lado.
Ella frunce el ceño tratando de procesar la negativa cuando Link la sorprende abrazándola, con fuerza.
—No vamos a ningún sitio —repite contra su pelo y apretando un poco, como en una especie de impulso.
—Link, tenemos-
—Por favor —él se separa un poco sólo para poder sostenerle la cara con ambas manos —por favor.
—No va a pasar nada, ya estoy aquí.
Él vuelve a resoplar, todavía disconforme, y a apretarla con fuerza contra sí mismo.
Zelda no es capaz de decirle que no en ese estado, ni de enfrentarse a esa intensidad, porque casi le da miedo pensar por lo que habrá pasado Link para comportarse así. Por eso permite que él la abrace hasta sentirse más tranquilo. Poco después cenan en silencio, como si nada.
El guiso está bueno, no sabe ni qué ha puesto, sólo ha mezclado sabores que cree que pueden combinar bien, como cuando prueba una nueva fórmula en un experimento. Saborea la comida y tarda un poco en darse cuenta de que Link la observa con más fijación de la habitual. Lo ve tomar las cucharadas de su guiso sin apenas mirar el plato, porque no deja de perseguir todos sus movimientos.
—No voy a desaparecer, Link, déjalo ya —bromea, agitando la cabeza con resignación.
—Eso no lo sabes —gruñe él, llevándose un enorme trozo de pan a la boca.
—No he desaparecido ninguno de estos días, esta noche no es distinto.
—Prefiero asegurarme —protesta él, masticando con esfuerzo la enorme bola de comida que hay en el interior de su mejilla.
—Me gustabas más cuando sólo te comportabas como un oso de las nieves que come, duerme y se choca con las paredes.
Link puede llegar a ser exagerado hasta la saciedad, pocas personas saben eso.
—Ya he dormido bastante.
Zelda sonríe y busca su mano. Él se la cede de inmediato, ansía el contacto tanto como ella, pero como buen cabezota se niega a mirarla a los ojos y sigue con el ceño fruncido por el enfado o la preocupación, no sabría decir.
—No me voy a separar nunca más de ti, ¿vale? —Zelda se lleva su mano a la boca para besarle el dorso. Él parece ablandarse, aunque lo disimula bastante bien.
—Eso pensamos la otra vez —Link sigue atascado en el mismo tono gruñón —pero este lío ha sido incluso peor que el primero. Mucho peor, créeme.
—No voy a desaparecer, nada malo va a pasar… esta vez sí se acabó, Link.
—Si tú lo dices…
—¿Sabes? A lo mejor Prunia tiene razón —suelta la mano de Link para seguir cenando, mientras da forma a una idea.
—En qué. Casi todos los problemas empiezan con "Prunia tiene razón". O "los sheikah tienen una idea" —se queja él, y ella no puede evitar dar una carcajada.
—No, bobo. No es nada de eso. Prunia cree que tenemos que formalizar nuestra situación.
Link deja caer la cuchara para mirarla como si hubiera un moblin gigante detrás de ella y eso sólo sirve para ponerla nerviosa.
—Formalizar la situación —repite él.
—Rauru formalizó su situación con Sonnia —suelta la idea de repente, sonrojándose como una imbécil. ¿Por qué ha tenido que poner un ejemplo tan ridículo? Él la mira con la boca abierta, probablemente Link no está entendiendo ni una palabra porque ella ha elegido la vía más complicada para explicarse, como siempre. Debería haberse quedado callada.
—¿Es una costumbre zonnan? —pregunta él, arqueando una ceja.
—Algo así. Es una costumbre más extendida, no sólo entre los zonnan —tose para aclararse un poco, la boca se le ha secado y parece un maldito desierto.
—¿Es una costumbre del pasado?
—También de nuestros días.
—Nunca había oído nada de eso —él sigue con su cara de bobo mientras se arrasca el pelo bajo la nuca, con aire pensativo.
—Link, Prunia sabe lo nuestro —admite al fin, seguramente más roja que un tomate.
—Que Prunia sabe… —de repente, él empieza reírse —Prunia sabe lo nuestro.
Sus carcajadas son cada vez más fuertes, retumban en las paredes tranquilas de la casa. Se ríe tanto que casi se atraganta y tiene que golpearse el pecho un par de veces para no ahogarse.
—Eres idiota… —resopla ella —no tiene ninguna gracia.
—¿Pero cómo diablos no iba a saber lo nuestro?
—No lo sé —bufa, cruzándose de brazos con indignación. Él sigue riéndose a su costa, pero ella no consigue verle la gracia a algo tan personal.
—Prunia tendría que estar ciega o en otra dimensión para no saber lo nuestro. Vivimos en la misma casa, desde el primer día.
—¿Y qué? Eso no tiene por qué significar nada —justifica ella. En realidad es una justificación que se ha repetido a sí misma mil veces.
—También viajamos juntos a todos lados, nunca nos separamos.
—No dejas de ser mi caballero guardián, mi escolta personal. De algún modo.
—Cuando no estamos juntos, siempre me preguntan por ti, será por algo. Supongo que asumen que tengo información de primera mano —prosigue él.
—Un escolta personal maneja información de primera mano.
—Siempre llevo las túnicas que tú me haces, tú comes la comida que yo cocino. Eso está a la vista de todos, Zelda.
—Bueno, a veces hago manualidades y las comparto. También he regalado alguno de mis cuadros, no lo olvides.
—Prunia sabe de sobra que te quiero, sabe que eres lo más importante para mí. Bueno, ella y todos los demás. Deberían ser imbéciles para no saberlo. ¿Quién diablos iría por ahí de esa manera si no fuese por eso? ¿Creen en serio que es sólo una obligación de escolta personal? Es la teoría más estúpida que he escuchado en mi vida…
—Pues… p-puede que lo piensen. Que es tu obligación seguirme o estar conmigo o meterte en líos por mi culpa —balbucea ella, sintiendo el burbujeo de las palabras de Link en el estómago.
—¿Ah, sí? ¿Crees que Hotzlar se comporta como yo? Es capitán de la guardia real, tú misma lo nombraste. Su obligación es protegerte. Pero ni al más estúpido con cerebro de bokoblin en todo Hyrule se le ocurriría pensar que hay algo entre vosotros dos. Entonces, creo que lo nuestro es evidente.
—No para todo el mundo.
—De acuerdo —suspira él al fin. Más relajado, Link se enjuaga las lágrimas que debieron saltar en mitad de su espantoso ataque de risa.
—¿D-de acuerdo?
—Sí. Si hay gente por ahí tan torpe para no ver claramente que tú y yo estamos juntos, pues se lo diré a la cara. Les diré: ey, idiotas, no estoy con ella por obligación, ni porque sea la princesa de Hyrule y tengo que protegerla a todas horas y a toda costa. Y ella no está conmigo por compasión, ni por tener protección y vivienda asegurada. Si es necesario les dibujo un mapa, a ver si lo entienden de una maldita vez —tras ese último gruñido él empuña la cuchara y se toma varias cucharadas de guiso casi con rabia.
—De verdad que no creí que fuese tan transparente —se lamenta ella, intentando en vano que el calor de sus mejillas baje unos cuantos grados.
—No te avergonzarás…
—¡No, no, no! —exclama, haciendo aspavientos —no es eso. Es… bueno. No creí que lo nuestro se notase tanto, cuando nosotros nunca hemos dicho nada en un sentido ni en otro. No abiertamente.
Link entorna los ojos y la observa así durante unos segundos. Ella siente que el corazón le late como un tambor, ha sido una idea terrible plantearle nada sin haberlo pensado bien.
—Entiendo. Si hay más gente tan precavida como tú igual prefieren pensar otra cosa, no que estemos juntos. Por no asumir cosas sin saber toda la verdad, por muy evidente y claro que sea.
—E-eso es.
"Evidente", "claro", "transparente". Link debería dejar de usar esas palabras que sólo sirven para ponerla más nerviosa.
—Vale. Haremos lo de formalizar. Ya me tendrás que explicar qué es, pero estoy dispuesto.
Zelda traga saliva y decide no aclarar nada. Él es a veces así de inocente, y ella es torpe y complicada hasta la saciedad, porque hablar de compromiso habría sido mil veces más sencillo, pero por cobardía usó el mismo eufemismo que Prunia. Tendría que hablar claro con él, pero eso sería otro día, en un segundo intento. Esa noche ha tenido suficientes desafíos para su timidez y necesita más tiempo para encontrar una manera de decirle a Link que deberían comprometerse, si es que él no cae en la cuenta antes.
—¿Vamos a dormir? —dice Link, rompiendo el silencio, tras la cena. La examina de reojo, seguramente intranquilo por su cara de preocupación.
—Creí que habías dormido suficiente.
—He dormido casi todo el día sin ti, ahora toca dormir contigo —Link se levanta y tira de su brazo para arrastrarla por la habitación y escaleras arriba.
—No hemos recogido los platos.
—Seguirán ahí mañana.
—Sí, cierto. Pero…
—Maldita sea, sí. Sé que cierras los ojos y lo primero en lo que piensas es en los platos sucios que hay sobre la mesa. Hyrule no está a salvo si nos dejamos los platos sin limpiar por una vez.
Zelda suelta una carcajada, quien ríe ahora es ella al ver a Link quejándose mientras dejan todo ordenado y limpio.
Una vez en la cama, Link la arropa con cuidado, mucho más de lo habitual. Deja que se acurruque y recueste sobre él para que se sienta cómoda. Pero… ¿cómo no estarlo? También ella ha echado de menos todas y cada una de las noches en las que ha dormido sola, en una cama enorme y fría, en el palacio de Rauru y Sonnia. Ha pensado mil y una veces en dónde estaría él, si lograría sobrevivir a sus heridas. Lo ha imaginado durmiendo solo en esa misma cama, en una noche fría de Hatelia, preocupado e intranquilo, sufriendo del mismo insomnio y pesadillas que la asolaban a ella.
—Voy a apagar ya la luz —Link baja la llama de la lámpara de aceite de la mesita hasta extinguirla del todo.
La casa está en silencio, sólo se oyen algunos crujidos de la madera del tejado y un poco el viento, que golpea la ventana. Y el pulso calmado de Link, suave contra su mejilla. La habitación se siente como si fuese el lugar más seguro del mundo, como si nada pudiera alcanzarles ahí.
—¿Crees que podrás pegar ojo con todo lo que has dormido estos días? —bromea ella.
—Sí, siempre que sea así como ahora —dice él, apretándola un poco más contra su cuerpo.
—Buenas noches, Link.
—Buenas noches.
El sueño se apodera de ella, él le acaricia la cabeza sólo con el pulgar, un movimiento pequeño, muy bien aprendido y que siempre tiene un efecto sedante en ella. Pero sabe que él aún está dándole vueltas a algo y tardará más en caer.
—Siempre dormimos juntos, otra prueba más de lo nuestro —susurra Link.
—Pero ellos no lo saben, ni eso, ni nada de lo que pasa cuando estamos sólo tú y yo. No están aquí para verlo.
—Prunia sabe desde hace mucho que dormimos en la misma tienda de campaña. Sólo viajamos con una tienda.
—A lo mejor ella cree que dormimos por turnos: uno duerme y otro monta guardia.
—Mierda, es verdad.
Zelda no puede evitar reírse, es divertido llevarle la contraria porque sabe que él seguirá buscando evidencias para convencerla de "lo claro y transparente" que se ve todo desde fuera.
Su pulgar dibuja ahora círculos pequeños cerca de la sien y la oreja, es imposible no ceder a algo así, así que se le escapa un murmullo de satisfacción.
—Todo el mundo sabe que estás enamorada de mí.
—¿Qué? —le golpea el costado haciéndose la ofendida, él carcajea victorioso —serás arrogante y engreído…
—Si lo sabía hasta el árbol Deku…
—Lo del árbol Deku es distinto. Es un ser sabio y ancestral. Y no puedes recurrir al árbol Deku para justificar tus ideas cada vez que a ti te parezca.
—¡Ya sé! Pay pensaba que tú y yo deberíamos estar juntos.
—¿Por qué iba a pensar Pay eso? Pay es la persona más discreta que conozco. Además, los sheikah tienen la cabeza en otras cosas, no en eso…
—Lo leí en su diario.
—¡Link! ¿En serio? Creí que lo que me contaste de leer los diarios de la gente era una de tus bromas sin sentido…
—¿Por qué iba a bromear con eso?
—Es increíble.
—No es para tanto…
—Prométeme que no volverás a hacerlo jamás.
—Hm-hm.
—Link…
—Duérmete ya, debe ser agotador darle tantas vueltas a todo.
—Será posible…
Esa mañana es la primera en la que Zelda se despierta más tarde que Link desde la vuelta a la paz y la normalidad. Un agradable olor a desayuno asciende desde la planta inferior, lo mismo que el sonido del chisporroteo de la leña en el fuego y un murmullo de Link, que tararea mientras cocina. Es igual que antes de que todo pasara. Cierra los ojos, cuenta hasta tres y vuelve a abrirlos para asegurarse de que no está soñando. No lo está, está en casa, de vuelta y con Link. Hyrule está a salvo, más a salvo que nunca.
—Buenos días. Qué madrugador —saluda, acercándose a Link por la espalda. Se estira un poco para dejar un beso sobre su mejilla.
Él sigue tarareando sin inmutarse, con el ceño fruncido y un enorme gesto de concentración que hace brotar la primera sonrisa del día en Zelda.
—Hay fruta fresca por ahí. He cortado un poco, he salido a comprarla a la aldea. Prueba lo que quieras mientras acabo de hacer esto.
—¿Y eso que tarareas qué es? No sabía que te gustase tararear.
—Una canción que he aprendido de los músicos de las postas.
—¿Los músicos de las postas?
—No los conoces aún. Te los presentaré.
—Vaya, así que tu plan de permanecer encerrados aquí para siempre empieza a quebrarse poco a poco.
—Bueno, cuando salgamos. Dentro de mucho tiempo —aclara él con toda la seriedad, y ella no puede más que reírse.
—¡Uhm! Está muy bueno —mordisquea un trozo de melón y se sienta a la mesa para probar otras frutas.
Link termina de cocinar y sirve pan crujiente, huevos y otras muchas cosas deliciosas que va desplegando en la mesa con toda la reverencia que él siempre dedica a la comida. Después se sienta frente a ella y la mira con seriedad, arqueando una ceja. Zelda tiene que aguantarse la risa una vez más.
—El Clan Yiga —dice él, sin más.
—¿Qué pasa con ellos ahora? ¿Tenemos que hablar de ellos en el desayuno? A ver… Sé que se aliaron con Ganondorf, que han causado problemas, sobre todo en el laboratorio de Akkala, pero lo arreglaste, ¿no?
—También saben lo nuestro.
Zelda espurrea el zumo que está bebiendo en ese momento.
—¿Qué van a saber? Estás loco…
—Me acordé anoche, pero ya te habías dormido.
—Agradezco que no me despertaras para decirme esa tontería, tenía mucho sueño y necesitaba descansar.
—Todo este tiempo han intentado atraparme haciéndose pasar por ti, inventando rumores sobre ti para llamar mi atención. ¿Por qué diablos iban a hacer eso si no supieran lo nuestro?
—No lo sé. Porque saben que soy la princesa de Hyrule. Te recuerdo que ya intentaron matarme mucho antes de que lo nuestro fuese lo nuestro. Siempre han sido enemigos de la corona… y de todo el mundo, en realidad.
—Correcto. Intentaron matarte a ti, pero yo no tenía nada que ver con eso. Sin embargo, ahora todas sus trampas consisten en hacerse pasar por ti porque saben que es lo único que me haría perder la cabeza, investigar el asunto personalmente y hasta el final.
—Eres un encanto por cuidar así de mí —alarga la mano para acariciarle la mejilla, se siente conmovida por todo lo que Link siempre hace por ella, es abrumador. Sin embargo él no responde al gesto de cariño, sigue igual de ofuscado y su indignación es demasiado graciosa —A pesar de eso, no creo que sepan exactamente lo nuestro. Saben que eres cercano a mí.
—Cercano, eso es. ¿Te parece poco?
—No lo sé —carcajea.
Él resopla con toda la resignación del mundo y decide empezar a devorar su desayuno sin miramientos.
—Me pregunto por qué te indigna tanto. —dice ella, sondeando su silencio —Yo… sabes que no me gusta hablar de mis asuntos personales con los extraños. En la corte siempre se inventaban rumores sobre mí, a lo mejor es por eso por lo que siempre me molesta que la gente meta su nariz en nuestros asuntos.
—Los vecinos de Hatelia saben de sobra que estamos juntos —Link habla como si no hubiera procesado nada de lo que ella acababa de decir.
—Diosas, eres de lo que no hay…
—Nos han visto pasear de la mano ¿cuánto? ¿Un millón de veces?
—Ya, es cierto.
El calor vuelve a apoderarse de sus mejillas, como la noche anterior. Aún recuerda lo fuerte que le latía el corazón la primera vez que Link la agarró de la mano, con su aire despreocupado, mientras ascendían por la colina para dar un paseo en el bosque. Era un gesto de cariño de los miles que él tenía hacia ella, pero nunca lo había hecho en mitad de la aldea. Después de ese día, lo hiciese Link adrede o no, se convierte lo habitual. Al menos cuando están en Hatelia. En otros sitios, sigue siendo diferente. La gente sigue teniéndole una especie de reverencia por ser la princesa de Hyrule, y él siempre está cerca, pero en su vigilante segundo plano, donde se siente más cómodo y tranquilo.
Link le ha pedido que espere un poco más para visitar la escuela, porque "todavía es muy pronto para eso".
A lo máximo que accede es a recibir las visitas en casa. Por eso, Symon y Prunia podrían pasarse un rato "bajo su supervisión". Es casi cómico, porque en el fondo Zelda sabe que él quiere que ella vea a sus niños, a los aldeanos y a todos los demás. Pero según él, nada de visitas al exterior, "ya iremos, ahí y mucho más lejos, hay sitios nuevos que quiero enseñarte. Pero aún es muy pronto para eso". Sabe que Link aún no se cree que vuelven a estar juntos de verdad, sabe que él piensa que al girar la cabeza hacia otro lado toda esa felicidad podría esfumarse, como en un espejismo. Ella misma a veces tiembla de miedo, teme que su esencia se desvanezca para convertirse en otra cosa. También es pronto para ella, pero sabe que a Link le está costando más. Él ha sufrido su desaparición a ciegas, ha mendigado cualquier pista que apuntase a ella. Link ha estado errando de un lugar a otro, en medio de la oscuridad creciente, sin dormir, sin descanso, nervioso e intranquilo, sin información, sin nada más a lo que aferrarse que su propia fe en ella. A Zelda se le encoge el corazón sólo de pensarlo y entonces sí, tiene que darle la razón a Link y admitir que deben darse más tiempo a solas, sin interrupciones ni interferencias, hasta que sus corazones vuelvan a latir acompasados.
Symon y Prunia llegan pasada la hora del almuerzo, traen unas galletas caseras que logran distraer un poco la atención de Link. Ella, sin embargo, está increíblemente nerviosa y eso la hace parlotear sin parar. Es absurdo, pero se siente expuesta, porque si de verdad Link tiene razón y su relación es tan evidente para los demás, no sabe cómo ha podido llegar a ser tan torpe para no verlo. Ella, que siempre se da cuenta de todos los detalles… ¿cómo había podido pasar algo así por alto? ¿De verdad los sheikah lo sabían y no han dicho nada hasta ahora?
—No estoy tan convencida de seguir utilizando la tecnología zonnan tan alegremente —dice Prunia. Llevan un rato conversando sobre unos planos que Link ha obtenido de los gólems constructores. Esa información supone todo un abanico de posibilidades para el avance y la modernización de Hyrule, pero los sheikah ponen pegas a cualquier cosa que no venga de ellos, aunque les despierte la misma curiosidad.
—No veo por qué no. Si esa maquinaria se utiliza bien podríamos conectar unas aldeas con otras a través de vías de transporte. Abriríamos rutas comerciales, no habría más problemas de abastecimiento en el poblado orni si hay ventiscas, ni en el desierto si la arena vuelve a cubrirlo todo. Así lo hacían en el pasado, por lo poco que pude ver —repone ella, recordando algunos avances increíbles que existían milenios atrás.
—Me cuesta admitirlo, pero los zonnan me hacen desconfiar un poco —Prunia se cruza de brazos, un tanto a la defensiva.
—A mí también —suelta Link de repente.
—¿Qué? ¿Cómo puedes decir tú eso? Precisamente tú sabes lo mucho que nos han ayudado. Sin ellos no podríamos habernos salvado otra vez —Link siempre es un poco reticente cuando se trata de confiar en alguien nuevo, pero desconfiar de los zonnan, sus salvadores, es pasarse de la raya.
—No me caen mal, y sí, nos han ayudado. Al final. Pero ellos fueron los que nos metieron en esto, para empezar —repone él —tú y yo estábamos bien y en paz. Tranquilos. Fue culpa de ellos que quisieras meter la nariz ahí. Además, ellos son los que te secuestraron.
—¡Link!
—En parte, Linky tiene razón —interviene Prunia, apoyando su dislocada teoría.
—Los zonnan no me secuestraron —resopla ella, poniendo los ojos en blanco.
—Te secuestraron, te metieron en ese lío y por culpa de ellos te tragaste esa piedra. Es que casi te borran del mapa para siempre. Ahora que ya no los necesitamos puedo decirlo en voz alta. No me hizo ninguna gracia —espeta él.
—Yo también lo veo como una especie de secuestro. ¿Con qué derecho te retuvieron allí, alteza?
—Eso es, escucha a Prunia. Un tipo viene con piedras mágicas que le ayudan a controlar a los demás y decide nombrarse rey. Trae un peligro a este mundo y luego recurre a tus poderes para librarse. ¿Eso le hace mejor que Ganondorf?
—No puedo creer lo que estoy oyendo… sabes lo mucho que Rauru te aprecia y confía en ti, Link. Él te salvó, ¡te cedió su brazo y su magia!
—Bueno, no es mal tipo. Ayudó también a otras cosas —admite él a regañadientes, frunciendo el ceño.
—¡Rauru sabía que teníamos que colaborar para poder salvarte a ti, cabezota! Y a todo el reino de Hyrule, por supuesto.
—No sé. Debería haberlo pensado mejor antes de inducirte a tragarte esa piedra —protesta él.
—Ni él ni Mineru querían que lo hiciese, fui yo, ya lo sabes. Supe lo que tenía que hacer.
—Inducida por ellos.
—No estaba inducida…
—Sí lo estabas. Estoy seguro de que tú sola habrías encontrado otra forma. Si yo hubiera estado allí lo habría impedido, ¿sabes?
—Sé que aún estás molesto, pero era un sacrificio necesario, Link. De verdad que lo pensé, pensé en todas las posibilidades. Sabía lo mucho a lo que renunciaba al hacer algo así. ¿Crees que no lo pensé?
—No lo sé —gruñe él, cruzándose de brazos como Prunia.
—Pues lo pensé. Pensé en que tendría que renunciar a ti si eso suponía la salvación. Y no fue fácil, créeme. Deberías saber lo doloroso que es eso para mí.
—¿Y tú crees que yo iba a aceptar algo así tan tranquilo? Sin poder opinar… Malditos zonnan.
—Sabía que sería difícil para ti, pero tu vida estaba en peligro y tenía que hacerte llegar-
—Ajem —la tos forzada de Prunia interrumpe lo que se ha convertido en un diálogo semi privado entre ellos dos —es tarde, ¿verdad, Symon?
—Sí, es verdad —Symon se levanta, con cara de incomodidad —os dejamos descansar a solas. Otro día volveré y podemos hablar de las mejoras en la escuela.
—¡No! Perdonad, ya lo arreglamos Link y yo en otro momento, podéis quedaros un rato más. Quedaos un rato, por favor —suplica ella, sintiéndose un poco acalorada. Por culpa de Link han discutido delante de los sheikah.
—Otro día seguimos. Empiezo a creer que es verdad que necesitáis un tiempo de descanso, vosotros dos —Prunia se aleja hacia la puerta seguida por Symon.
—Eso le he dicho a Zelda, pero es tan cabezota que no me hace ni caso —protesta Link.
—Sería menos cabezota si no siguieses enfadado conmigo —repone ella.
—No estoy enfadado —refunfuña él, torciendo la boca como un niño pequeño. Por supuesto que está enfurruñado por mucho que lo niegue, igual que un crío.
—¡Hasta otro día! —se despide Prunia. —Formalizadlo, lo antes posible. Veo que es urgente —susurra sólo a Zelda en voz baja, antes de irse.
—Hasta otra —sonríe Symon —tal vez podríais ir unos días a aldea Arkadia, Link. Al menos es un cambio de aires.
—Sí, tal vez —responde Link, con aire distraído.
Zelda cierra la puerta y apoya la frente en la madera. Se toma unos segundos para apaciguar un poco la frustración que siente. Después se sienta frente a Link, que sigue poniendo morros y parece un poco a la defensiva.
—¿Aldea Arkadia? —pregunta sin más.
—Hm.
Es necesario cambiar de tema. Es necesario tratar un tema que no equipare al buen rey Rauru con el monstruo de Ganondorf gracias al enfado y la cabezonería de Link.
—¿Qué se te ha perdido a ti en aldea Arkadia?
—Nada, un negocio.
—¿Un negocio? —arrastra la mano por la mesa para tropezar adrede con la de Link. Él permite que ella acaricie sus dedos. Zelda sabe que así es como se consigue ablandar a Link —¿Con Karid?
—Puede.
—Oh, es un misterio entonces.
—No es un misterio.
—¿Entonces?
—Nada, es una casa.
—¿Una casa? ¿En aldea Arkadia? ¿Tú?
Link se pone rojo como un tomate, pero al menos ya no está enfadado.
—Eran unos buenos terrenos. No en la aldea, están en la colina, se ve el mar. Desde la aldea no se ve el mar, ni desde la zona de nueva construcción.
—¿Has comprado otra casa?
—Eran unos buenos terrenos —repite él, incapaz de sostenerle la mirada.
Un pensamiento hiela el corazón de Zelda, lo paraliza, casi ha dejado de latir. ¿Estaba Link planeando dejar la casa de Hatelia? ¿Se lo había planteado ante la posibilidad de que no volvieran a verse nunca más? Es horrible, horrible. Pero es culpa suya, ella había decidido por los dos y eso tiene consecuencias. ¿Y si él en realidad estaba planteándose acabar con todo por estar harto de sus obligaciones como princesa de Hyrule? O simplemente quería olvidar todo, olvidarse otra vez de ella, borrarlo de su mente para siempre, para seguir adelante. Las manos le tiemblan, pero entonces la mano firme de Link atrapa la suya, la devuelve a la calma, a la realidad.
—Pensé que estaríamos bien ahí, cuando te trajese de vuelta conmigo —admite él, atreviéndose a mirarla al fin —es… tiene intimidad. Es más grande, puedes montar un laboratorio con luz, no como ese agujero que tienes ahora. Y un telescopio, y hay más habitaciones. Y pensé que un cambio de aires… no tenemos por qué dejar Hatelia del todo.
—Link…
De repente se pone a llorar como una idiota. No puede evitarlo, una lágrima sucede a otra y sin querer está sollozando como una cría.
En todo ese tiempo Link nunca ha renunciado a volver a reunirse con ella, a encontrarla y traerla de vuelta. Por eso ha comprado una casa. Su determinación es algo que sobrepasaba incluso todas las expectativas que ella siempre tiene en él.
Link se levanta y camina rodeando la mesa. La mira con la cabeza inclinada y tira de ella para que se ponga en pie, para así poder abrazarla. Ella esconde la cara en su túnica y trata de calmarse un poco, es difícil parar esos sollozos tan absurdos, aún siente que le tiembla todo.
—Si no te gusta la vendemos. Por muchos diamantes —dice él, haciéndola reír. Link es la única persona en el mundo que consigue hacerla reír en momentos como ese.
—Sí me gusta.
—Querrás hacer cambios, seguro.
—Sé que es perfecta.
—Sigue sin ser un castillo.
—No quiero ni oír hablar de castillos.
