Ranma 1/2 no me pertenece. Este fanfic está escrito por mero entretenimiento.
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—Cero—
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Capítulo 16: Solo una
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Después de tanto esfuerzo no tenían nada.
Las noches de espera en los clubs de Tokyo no estaban dando resultado, nadie había vuelto a ver a la otra Akane desde la noche en la que asesinó a Ichirakawa.
Nabiki se impacientaba, y la policía también. Era cuestión de tiempo que Akane tuviera que regresar a la comisaría, quizás esta vez para no salir, y ese pensamiento la tenía de los nervios.
El regreso a su antiguo hogar le había proporcionado cierta y comedida paz por algunos días, pero pronto descubrió que lo que en realidad necesitaba era un poco de soledad. Akane asumió que debía regresar a su piso, y cuanto antes mejor.
Empacó sus pertenencias, aquellas con las que había estado viajando y sobreviviendo durante su encierro en el dojô, e informó a sus hermanas de que esa misma mañana regresaría a su piso. Nabiki y Kasumi no recibieron la noticia con demasiado entusiasmo. Y también estaba Ranma.
El artista marcial había estado ocupándose de acallar rumores, mantener su carrera a flote, hacerse de representante e investigar por las noches. Lo cierto es que Akane podía no estar de acuerdo con él en muchas cosas, pero no podía negar que se estaba esforzando más que en toda su vida.
Aquel día lo tenía completamente ocupado con citas, y ella lo sabía. Le mandó un pequeño mensaje al teléfono, explicando lo que iba a hacer. Después se despidió de Kasumi, llamó a un taxi y en menos de veinte minutos ya estaba de regreso a su pequeño y añorado apartamento.
El correo se había acumulado debajo de la puerta, y el lugar olía a polvo y humedad.
Akane suspiró, abrió las ventanas y comenzó a limpiar.
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…
No es que quisiera desobedecer a la policía, pero honestamente, no podían esperar que permaneciera en su casa todo el día. Necesitaba comida y productos de limpieza para poder sobrevivir. Así que Akane se armó con una gorra y unas gafas de sol para pasar desapercibida, también usó una mascarilla desechable. Salió del apartamento dispuesta a dar un rápido paseo hasta el combini más cercano y después continuar con la limpieza, nada demasiado escandaloso.
Llevaba apenas un par de calles recorridas cuando se lo encontró de frente. Se cruzaron y estuvo más que segura que él no podría haberla reconocido, no al menos con su inmejorable "disfraz", pero su buen amigo de la infancia se giró de inmediato, como si le hubieran pinchado con un punzón.
—¿Akane? —preguntó sorprendido, ella le observó a través de las gafas de sol mientras sentía un súbito sonrojo ascender por su cuello y llegarle a las orejas. Se las quitó llena de vergüenza y le dedicó una sentida sonrisa escondida por la mascarilla.
—Hola Ryoga —dijo quedo, él le devolvió el gesto acercándose unos pasos y alzando una ceja.
—Qué sorpresa. No esperaba encontrarte por aquí.
—Vivo cerca… ¿y tú, qué haces en Nerima?
El chico del colmillo suspiró.
—Tengo una cita de negocios en la tarde, es en una cafetería del centro. Vaya, creo que ando un poco perdido —dijo rascándose la nuca con fastidio, Akane no pudo evitar sonreír.
—¿Necesitas que te acompañe?
—¿Podrías? Es decir, si no es mucha molestia…
La chica negó con la cabeza, lo cierto es que no debería alejarse mucho, pero la dirección que le mostró Ryoga estaba a apenas unas calles de distancia. Y qué demonios, le vendría bien el paseo después de tantos días encerrada.
Llegaron mientras charlaban de forma amena recordando el pasado, aunque Akane tuvo buen cuidado de asentir y simplemente sonreír cuando él hacía referencia a algún episodio de los que le resultaban más borrosos. Ryoga sostuvo la puerta de la cafetería y ella simplemente entró, agradeciendo el gesto. Tomaron asiento, él insistió en invitarla a un café.
—Tienes que felicitar a Ranma de mi parte, el último combate fue… muy interesante —dijo Ryoga, y Akane ladeó la cabeza recordando cómo había invadido el ring para gritarle por su mala actuación. Se sonrojó nerviosa.
—Sí, ganó de forma limpia —concluyó sin querer dar demasiadas explicaciones.
—Lo cual me recuerda… Obviamente estás enterada de lo de Ichirakawa, ¿no?
Akane se tensó en su asiento, Ryoga removía su café negro de forma parsimoniosa.
—Cómo no —contestó rígida.
—Las revistas dicen que hay una sospechosa, ¿sabes alguna cosa más?
—N-no —negó Akane, agradeciendo enormemente que su visita a comisaría de momento no hubiera trascendido. Le dio un gran trago a su café y se atragantó ligeramente.
—¿Te encuentras bien? —dijo Ryoga acercándose a ella, apresurándose en llegar a su lado y darle un par de golpecitos en la espalda.
—Tengo que ir al baño —se disculpó de forma acelerada, tomando una servilleta e intentando contener un nuevo acceso de tos, apretándola contra sus labios.
Akane corrió hacia el aseo donde tosió de forma más sonora y ella misma se golpeó en el pecho un par de veces. Le costó unos segundos alcanzar una respiración normal, se limpió la cara con agua fría y pocos minutos después regresó a la mesa intentando aparentar una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir. Ryoga se apresuró en ponerse en pie y le separó la silla de la mesa, ayudándola a sentarse, como todo un caballero.
—Ya me encuentro mejor, muchas gracias —dijo dedicándole una apacible sonrisa, su amigo cabeceó.
—Disculpa, entiendo que ha sido un duro golpe para todos. No debí hablarte de eso.
Akane le ofreció un asentimiento, dando el tema por zanjado.
—Mejor dime, ¿a qué te dedicas ahora? —dijo mientras volvía a tomar su taza de café, aunque ya no le apetecía—. Has mencionado que tenías una reunión de negocios.
—Soy comercial, paso mucho tiempo fuera de Japón.
—¿En serio? Creo que te pega, a ti… Te encantaba viajar —concluyó, como si arrancarse aquel recuerdo del cerebro le hubiera costado un mundo. Ryoga le sonrió.
—Me sigue gustando; Pruebas experiencias nuevas, conoces gente… Te pierdes de vez en cuando —sonrió mostrando uno de sus prominentes colmillos, afilado y reluciente.
—Entonces, ¿has conocido a alguien? —preguntó ella siendo un poco entrometida, él suspiró.
—Ese es un tema complicado, a veces siento que sigo demasiado anclado al pasado como para intentar algo nuevo… Otras solo quiero olvidarme de todo. No sé si me entiendes.
Akane asintió lentamente, ella más que nadie entendía el sentimiento de no poder desprenderse del pasado, de seguir anclada a algo que siquiera podía entender o recordar completamente. Era una especie de obsesión, un misterio asfixiante que la arrastraba a los recovecos de un laberinto oscuro y sin final. Pero ahora y más que nunca, también entendía la importancia de avanzar y construir algo nuevo.
—Espero que lo consigas —susurró—, todos merecemos encontrar un poco de felicidad.
—¿Os va bien a Ranma y a ti? —preguntó Ryoga sin embargo, alzando los párpados pero manteniendo la cabeza baja. Ella volvió a sentir la tensión acumularse en sus hombros a la vez que el sonrojo se instalaba en sus mejillas.
—S-si, eso creo. No es que llevemos mucho tiempo de esta forma, solo ocurrió —confesó lo que ya sabía que era un secreto a voces, pero de alguna forma hablarlo con él se sentía extraño.
—Supongo que era inevitable —contestó encogiéndose de hombros, parecía divertido—, después de todo lo que vivisteis era lo más lógico. ¿Sabes? A veces recuerdo ese día, cuando… —hizo un gesto extraño, un corte oblicuo con la mano y después se sobó la mejilla—, fue la única vez que me golpeaste.
Akane tragó saliva y se aclaró la garganta. Los nervios se agarraron a su estómago.
—Ah, sí —dijo intentando disimular lo mejor que pudo, pues no tenía la menor idea de a qué se refería—, en aquel entonces era bastante impulsiva. Disculpame.
Su amigo dejó su taza de café en la mesa y alzó una ceja.
—¿Te estás disculpando por aquello? —preguntó sorprendido.
—Supongo —titubeó —, ahora ya no tiene importancia.
—Pero sigues llevándolo igual que entonces.
—¿Eh?
—Digo el cabello.
—¿Mi cabello? —preguntó confusa, alzando la punta de los dedos hacia su pelo.
La mandíbula de Ryoga se tensó.
—No lo recuerdas —jadeó, Akane se puso pálida.
—No es eso, es que ha pasado tanto tiempo que… —Pero los ojos de Ryoga estaban tan abiertos y secos que Akane no pudo más que morderse la lengua y levantarse de su silla—. Se hace tarde, pero me ha encantado verte. Quizás podríamos hablar otro día, y así puedes felicitar a Ranma en persona.
—Sí, otro día —dijo él sin perderle ojo. Akane le dedicó un asentimiento ligero, se despidió de él con un movimiento de mano. El hombre la observaba serio, aún sentado en la silla del café. No le devolvió el gesto.
…
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Ranma llamó al timbre del pequeño apartamento.
Era tarde y estaba agotado. Nada más llegar al dojô había armado una bolsa de deportes con algunos de sus enseres de aseo y algo de ropa. Apretó los dientes maldiciendo la naturaleza cabezota de su prometida, volver a mudarse a su piso era una decisión importante que debería haberle consultado, aunque estuvieran enfadados.
Bailó su peso de un pie a otro con nerviosismo, la última vez que estuvo allí siquiera había llegado a la puerta, claro que ahora las cosas eran muy diferentes, no debería sentirse nervioso. Escuchó movimiento al otro lado y al fin vio la cara de Akane asomarse tímidamente antes de abrir del todo y observarle sin demasiada sorpresa.
—Viniste —dijo echándole una mirada de arriba a abajo, sin pasar por alto la bolsa que llevaba al hombro.
—¿Qué esperabas? No quiero que estés sola —contestó él entrando y cerrando la puerta a su espalda, echó un vistazo al lugar—. Así que este es tu apartamento… —musitó apreciativamente.
—No es muy grande, pero para una persona está bien.
—La cama es pequeña —dijo él asomándose al dormitorio.
—Es para una persona, te lo acabo de decir.
—Vamos a tener que buscarnos un nuevo piso —dijo de pasada, dejando su bolsa en el suelo y estirándose, ella contuvo el aliento un instante.
—¿Un piso… para los dos?
—Claro, no podré dormir mucho tiempo en esa cama tan estrecha. Aunque no es como si me importara.
Akane se sonrojó e intentó apartar los ojos de su cama.
—Escucha, Ranma. Yo… siento la discusión del otro día. No estaba enfadada contigo, es que me sentía como una prisionera. No puedo seguir viviendo atrapada en el dojô mientras tú te pasas el día trabajando y la noche persiguiendo a mi sombra. Me tiemblan las piernas solo de pensar que en cualquier momento te ocurra algo y yo no pueda hacer nada.
El guerrero contuvo el aliento y la miró serio, avanzó hacia ella y apoyó la palma de su mano contra su mejilla, ella alzó los ojos renuente.
—No tienes que disculparte por eso, entiendo cómo te sientes. Yo tampoco pensé lo que decía.
—Me siento tan estúpida aquí metida, tan impotente. ¡Yo también puedo luchar! No quiero que vuelvas a salir por la noche sin mi.
—Akane, ya has oído a la policía. Si vuelve a cometerse otro crimen necesito que estés donde puedan localizarte, esto es muy serio. Si intentan llevarte de nuevo… si se les ocurre separarte de mí… —apretó los dientes y tomó el óvalo de su rostro entre sus manos, acunándolo, mirándola mortalmente serio—. Huiremos juntos.
Los ojos de la muchacha se aguaron en lágrimas y negó con la cabeza.
—Jamás te haría eso, tienes una carrera prometedora por delante, simplemente no puedes renunciar a todo.
—Hay una cosa que no entiendes, pedazo de terca —gruñó mirándola de hito en hito, susurrando más que hablando—. No quiero vivir una vida sin tí.
Ella suspiró, se agarró a sus antebrazos mientras sentía que las piernas no la sostenían, y Ranma se abalanzó sobre sus labios en un beso furioso y necesitado. Quería demostrarle que no había fisuras en sus promesas ni más dudas en su corazón. Se abrió paso entre sus labios y su lengua reptó dentro de su boca intensa y caliente. Akane suplicó por aire y apenas consiguió una bocanada antes de que él volviera a reclamarla. Sus fuertes manos la estrecharon mientras sus piernas la acorralaban contra la pila de la cocina con apenas unos pasos.
Ranma solucionó su diferencia de altura alzándola por el trasero y sentándola sobre la estrecha encimera. Ella abrió las piernas y se asió a su cuello, perdida por sus caricias. Era un fuego inextinguible, un anhelo demasiado tiempo guardado. El luchador comenzó a moverse contra su centro, tomándola exigente, y Akane no pudo más que gemir hambrienta. Sus respiraciones agitadas acompasaron el movimiento de sus cuerpos, sacudidos y plenos. Los labios hinchados se aferraban a sus bocas con el mismo ímpetu que sus dedos se afanaban por encontrar piel debajo de la ropa.
Ella apenas le soltó para ayudarle con los pantalones, él le bajó las medias y las bragas de un único tirón apresurado. Y aún así cuando se unieron fue de manera lenta, casi sosegada, mirándose a los ojos, uniendo sus frentes y conteniendo los alientos. Aferrados el uno al otro se dejaron cautivar por la urgencia, Akane jadeó sintiendo el placer enroscarse en la profundidad, y gritó entre sus brazos cuando se sintió vapuleada por él. Ranma la sostuvo fuerte y se enterró en ella una y otra vez hasta que con un gruñido satisfecho se dejó ir en su interior de terciopelo.
Acalorados e invadidos por el cansancio se dieron una ducha y decidieron cenar lo que fuera que hubiera en la nevera. Pero para sorpresa de nadie, estaba absolutamente vacía.
—No me dio tiempo a hacer la compra —dijo ella encogiéndose de hombros, se había puesto el pijama y se secaba el cabello con una toalla. Ranma solo se había puesto unos pantalones deportivos, dejando su espectacular torso al descubierto—. La verdad es que salí a hacer recados pero entonces… ¡Ah!
—¿Qué? —dijo él observándola asustado, se había quedado a medio camino de servirse un vaso de agua.
—¡Nunca adivinarás con quién me encontré!
—¿Cómo demonios se te ocurre salir de casa, en primer lugar? —dijo sin embargo, lo cual Akane ignoró.
—¿No quieres saberlo?
Ranma la miró expectante.
—Suéltalo de una vez.
—¡Con Ryoga! —exclamó ella tras una pausa dramática, el guerrero casi se atraganta.
—¿¡Ryoga!? —preguntó sorprendido.
—Estaba trabajando, pero tuvo tiempo de invitarme a tomar café —dijo de corrido, visiblemente emocionada, desde luego mucho más que el artista marcial.
—Ah, ¿si? —dijo sin embargo él, con voz monocorde.
—Me pidió que te felicitara por el título, deberíamos quedar los tres algún día —continuó vivaracha, el guerrero asintió dubitativo—. Aunque ahora que lo pienso… Esta es la segunda vez que me encuentro con él.
Ranma esta vez sí, frunció el ceño.
—¿Habéis mantenido el contacto? —preguntó tenso como una cuerda, sin ocultar un ápice su ahora evidente molestia.
—No es eso. Le vi en el torneo, no te lo comenté porque… Bueno, ese día… Ese día fue cuando Ichirakawa… —Su voz tembló lo suficiente como para hacer flaquear a Ranma en su enfado. Se acercó a ella y la tomó por las manos con dulzura.
—Eh, no pasa nada. No te preocupes —La abrazó suave y se mecieron un instante en aquella comodidad, en su apacible calor—. Pero es extraño—añadió al rato.
—¿Extraño?
—Es raro que aparezca justo ahora.
Akane alzó la cabeza, aún retenida en su abrazo.
—¿Y por qué iba a serlo?
—Bueno, ya sabes —Ranma se removió molesto—. Siempre estuvo enamorado de ti.
Akane soltó una pequeña carcajada y se separó de él.
—Que va.
—Sí que lo estaba —rebatió profundizando las arrugas descendentes en los bordes de su boca—. Mucho.
—Y yo te digo que eran imaginaciones tuyas. Ryoga era un buen amigo, nada más. Lo que ocurría es que estabas celoso.
El artista marcial se mesó los cabellos sumido en una reflexión empañada por un extraño presentimiento.
—Deberías tener cuidado con él —dijo, descubriendo que estaba respirando de forma acelerada, se miró las manos, temblaban. Las empuñó intentando controlarlo, Akane se acercó muy consciente de que estaba pasando algo que se le escapaba.
—Ranma, por qué dices eso, qué ocurre —Le interrogó comenzando a inquietarse, él chasqueó la lengua, molesto con aquel pensamiento que comenzaba a taladrar en su cerebro, abriéndose paso resbaladizo y espeluznante.
—Ryoga estuvo en Jusenkyo —escupió sin querer mirarla.
—Pero fue a ayudarte, como un buen amigo, él no tenía nada que ver con ese lugar —reflexionó ella con palabras dulces, intentando razonar—. Ryoga no estaba maldito.
La mirada llena de culpabilidad que le dedicó el guerrero la dejó helada, Akane se alejó un paso de él.
—Akane…
—¿Qué es lo que no me has contado? —dijo sin poder pestañear, le vio suspirar y llevarse las manos a la cara.
—No creo que tenga nada que ver, olvídalo —concluyó él intentando esquivar la pregunta.
—¡Ranma!
—Tienes razón, no es nada —Comenzó a buscar su teléfono móvil dentro de su bolsa de deportes.
—Prometimos que no habría más secretos —Le miró acusadora, él se detuvo y alzó de nuevo la mirada, sabiendo que no podía salir airoso. Aquello se había mantenido en secreto de forma tan absurda y durante tanto tiempo que ahora tendría el mismo impacto que una bomba en mitad de aquel diminuto apartamento. Era un tumor, enquistado, pútrido. Algo vergonzoso sobre lo que habría preferido no volver a pensar durante el resto de sus días.
—Sí que estaba maldito —susurró quedo—, pero lo ocultamos.
—Lo… ¿ocultasteis? —jadeó impresionada—. ¿Tú y él? ¿Por qué?
Ranma intentó articular unas palabras que no terminaban de salir de su boca.
—Te lo ocultamos a ti —confesó al fin, la mirada de Akane era una máscara de dolor.
—No lo entiendo.
—Al principio ni siquiera lo pensé, no es algo que hiciera a propósito y tú eras tan… Cabezota, que simplemente lo dejé estar —dijo caminando nervioso, sin lugar al que huir—. Y luego ya fue tarde.
—¿Tarde?
—No puedes comprenderlo.
—Prueba.
—Akane… —resopló frustrado hasta lo más hondo de su ser, con el dolor palpitando hasta la punta de sus pies. No quería perderla, no por algo tan estúpido, pero… pero…
—¡Dilo!
—Su maldición era tan ridícula… Se transformaba en un estúpido cerdo —dijo mirando al suelo, sin atreverse a enfrentarla. El silencio rodó helado por el apartamento.
Resbaló entre ellos con la densidad del aceite, Akane se sintió igual que en sus sueños. Ahogada, sentía que se ahogaba. Se llevó las manos al pecho y vio borroso, pero se obligó a parpadear para espantar las lágrimas. La comprensión la golpeó tan fuerte que quiso vomitar. Miró al artista marcial como si fuera la primera vez que lo hiciera.
Un mentiroso, un extraño.
Avanzó medio paso antes de alzar la mano y golpearlo en la mejilla con todas sus fuerzas. Ranma apenas se balanceó por el impacto, no cambió su expresión. Tampoco dijo nada. Ni siquiera levantó la mirada.
—Vete —dijo con los dientes apretados—. ¡Fuera de mi casa! —chilló.
Y él asintió con la boca apretada, tomó una camiseta de su bolsa y tras ponérsela agarró sus escasas pertenencias y se dirigió a la entrada.
—Cierra con llave —pidió—. Y ten cuidado.
En contestación Akane le dio un empujón furioso.
—¡No quiero volver a verte!
—Vendré mañana —dijo Ranma sin embargo, abriendo la puerta.
—¡Entonces me mudaré! —contestó volviéndolo a empujar fuera, el chico trastabilló en el pasillo.
—¡Vendré mañana! —insistió.
Akane le cerró la puerta en las narices.
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…
—Mierdamierdamierdamierdamierda.
Ranma se encontró a medio vestir, con las zapatillas deportivas sin atar y mesándose los cabellos como un desquiciado, sentado en la escalera de incendios del apartamento de Akane. Sentía el regusto a bilis en el fondo de la garganta, la había cagado en el peor momento, ¿pero cómo sospechar que ese cerdo iba a volver a sus vidas? Imposible que se tratara de una casualidad. ¿Querría intentar algo con ella?
No había vuelto a ver a Ryoga desde hacía años, antes siquiera de librarse de la maldición, antes de que todo comenzara. Sea como fuere, no terminaba de creerse que se hubiera acercado a Akane con buenas intenciones, iba a tener que encontrarlo y tener unas palabras.
—¡Joder! —exclamó poniéndose en pie y echándole una furibunda mirada desde la calle al apartamento. Su respiración caliente se transformó en vapor blanquecino a causa del frío. Ni siquiera llevaba un maldito abrigo. Suspiró rendido, sabiendo que tendría que encontrar un lugar donde pasar la noche.
…
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—¡Un zombie! ¡Es un zombie! ¡Socorro! ¡Un zombie ha devorado a mi pobre hermana y se ha comido su cerebro! —gritó Nabiki de forma dramática en el pasillo del apartamento de Akane.
No había pasado buena noche, pero tampoco era para exagerar.
—¿Qué quieres? —se descubrió diciendo con voz ronca mientras la chica se abría paso dentro del pequeño apartamento.
—¿No podéis dejar de pelearos cinco minutos?
Akane cerró la puerta a su espalda, estaba poco menos que agotada.
—En serio Nabiki, no me apetece hablar ahora.
—Vístete y échate todo el maquillaje que tengas en ese intento de cara, la policía está disgustada con tu cambio de domicilio. Tienes que presentarte a declarar.
Akane gimió y se dejó caer hasta el suelo, como un montón de trapos desordenados y sucios. Su hermana consultó su teléfono y mientras lo hacía echó un vistazo alrededor, arrugó la nariz con disgusto.
—¿Tú lo sabías? —preguntó Akane—. Lo de P-chan.
—¿Ese cerdo qué tenías?
—Sí.
—¿Qué fue de él? Apuesto a que el maestro lo terminó asando.
Akane suspiró con un deje de alivio.
—Voy a vestirme.
—¿Por eso estás así? ¿Ranma te ha confesado que le espachurró la cabeza con una puerta? —dijo con una sonrisa malvada, Akane negó.
—Ojalá y fuera eso —contestó, tras lo cual Nabiki tuvo a bien no preguntar más, pues no le interesaba mediar en las peleas de enamorados, aunque siempre podía sacarle algo de provecho.
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…
La mañana del artista marcial hacía aguas por todas partes. Para evitar preguntas había terminado durmiendo en un hotel cercano al piso de Akane, y desde allí había vuelto a la puerta del apartamento. Había permanecido en la entrada durante un buen rato, sin atreverse siquiera a subir las escaleras, hasta que le empezaron a gruñir las tripas.
¿En qué se había convertido? ¿En un acosador? Se fue a desayunar, tras lo cual decidió que necesitaba pegar golpes a algo, una persona o un saco, lo mismo le daba.
Así que sin previo aviso hizo aparición en uno de los gimnasios que sus patrocinadores tenían repartidos por Tokyo, y aterrorizó a todo aquel incauto que quiso pelear. Después salió a comer, y mucho más relajado le mandó un par de mensajes a Akane, los cuales, por supuesto, ni siquiera leyó. Es más, juraría que le había bloqueado.
Volvió al gimnasio frustrado y se empeñó en moler a patadas y golpes a un pobre muñeco de madera estilo Muk Yan Jong. Ella tenía razones para estar enfadada, y más que justificadas.
Con el sudor cayendo gota a gota por su frente, empapando su camiseta, miró a su alrededor con recelo. Todos le observaban, escuchaba sus cuchicheos. Veía el miedo en sus ojos, pero le temían como algo más que como guerrero. Todos sospechaban.
Y él también lo hacía.
…
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Akane y Nabiki salieron de la comisaría por una de las puertas traseras y tomaron un taxi. Los investigadores no tenían pruebas definitivas en su contra, y según decía Nabiki, eso era bueno. Aparte de apuntar su nueva dirección y darle instrucciones para que no abandonara el apartamento salvo para lo imprescindible, no podían hacerle mucho más.
Al menos de momento.
La muchacha bostezó en la parte de atrás del taxi y Nabiki aprovechó el impás para escribir un mensaje a su sufrido cuñadito.
[Nabiki]
¿Te han retirado la palabra?
Por un módico precio te consigo unos minutos a solas
[Ranma]
¿Estás con ella?
¿Se encuentra bien?
[Nabiki]
Se está quedando dormida en un taxi
ahora nos vamos en busca de tortitas con chocolate sin el permiso de la policía
casi podría considerarse una fuga
[Ranma]
Gracias
Iré esta noche a su apartamento, tal y como le prometí
[Nabiki]
Te aviso cuando la deje allí… por sólo 500 yens
[Ranma]
Eres lo peor
[Nabiki]
Y te consigo una copia de la llave por otros 10.000 yens
[Ranma]
¡Yo no haría eso!
[Nabiki]
Estoy de oferta, ramo de rosas rojas en su puerta por 5000 yens
las disculpas ya son cosa tuya
[Ranma]
¿En serio te consideras una buena hermana?
[Nabiki]
BIEN
Me conformo con los 500 yens
y con que dejes de cagarla
[Ranma]
Ya… a mi también me gustaría
Por cierto, necesito encontrar a alguien
[Nabiki]
¿OH? ¿Estás pidiendo mis tarifas?
Sabes que no soy barata, pero a ti te hago precio especial
[Ranma]
Como sea.
Dime qué sabes de Ryoga Hibiki.
[Nabiki]
Vaaaaya, mira quién vuelve en busca de un cotilleo…
[Ranma]
¿Cotilleo?
[Nabiki]
¿No es por eso?
[Ranma]
¿Qué tiene que ver Ryoga con tus cotilleos?
[Nabiki]
¿No es por lo que te dije en la fiesta de inauguración del torneo?
El cotilleo que quise venderte era sobre Ryoga.
En ese momento el teléfono de Nabiki comenzó a sonar de forma insistente, la mediana de las Tendô le echó un vistazo rápido a su hermana, la cual parecía dormitar en su asiento. Tomó la llamada refunfuñando pero intentando disimular.
—Ahora estoy ocupada. No puedo hablar sobre ese negocio —dijo en lugar de saludar, Ranma masculló al otro lado de la línea.
—Dime qué sabes —gruñó impaciente.
—No creo que sea el momento adecuado para…
—¡Habla de una maldita vez! —insistió perdiendo los nervios. Nabiki volvió a echar un vistazo discreto hacia Akane.
—Me encontré con tu socio hace varias semanas, me temo que está fuera de vuestros negocios habituales.
—¿Dónde? ¿Qué te dijo?
—No me reconoció, o al menos eso creo. Frecuenta un establecimiento de la zona norte, cerca de la estación de Kita.
—Sé más clara.
—Eso que pides es complicado.
—Nabiki…
—Trabaja a tiempo parcial en un combini, y no vive lejos de allí. Estuve investigando por simple curiosidad, tiene un piso alquilado en un mal barrio y le debe al casero casi medio año de rentas. No parece que le vaya demasiado bien.
—¿Tienes la dirección?
—¿Por quién me tomas? Claro que la tengo.
—Mándamela.
—Tengo esos datos en mi despacho, tendrás que esperar a mañana.
—Está bien, está bien. Ocúpate de que Akane llegue bien a casa. Hablamos mañana.
—No me lo tienes que pedir—concluyó con una mueca, su hermana siquiera se había movido.
Nabiki terminó la llamada y se asomó por la ventanilla. El tráfico estaba horrible.
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…
Ranma se encontraba sentado en la bancada de un parque, cerca del piso de Akane. Llevaba un rato esperando a que Nabiki le mandara el condenado mensaje, pero al parecer las hermanas estaban muy entretenidas en su salida. O quizás, en un arrebato de amor filial y tras haberse enterado de su mentira, la abogada de las Tendô había decidido que Ranma era, de hecho, un capullo, y se merecía sufrir un poco.
Y puede que se lo mereciera, pero que al menos le avisara.
Miró la hora en su teléfono, impaciente. Se estaba haciendo tarde.
—Ranma.
Levantó la mirada de golpe para encontrarse con Akane, mirándolo seria a apenas unos metros de él. Dio un respingo y se apresuró a llegar hasta ella. Ni siquiera la había escuchado.
—Akane… —comenzó titubeando ante su ceño ligeramente fruncido—. N-no deberías salir de casa.
Fue la primera estupidez que se le ocurrió, y obvio ella no le contestó. Akane vestía con un grueso abrigo y una bufanda, ya había anochecido por lo que la temperatura era baja y la oscuridad envolvía la calle, sumiéndolo todo en sombras rotas por las luces anaranjadas de las escasas farolas.
Akane le dirigió una mirada desinteresada y después comenzó a caminar hacia unos columpios cercanos, se sentó de forma sosegada en uno de ellos y se quedó en terco silencio, apenas balanceándose. Ranma contuvo el aliento sabiendo que estaba esperando sus explicaciones.
—Fui un imbécil, pero apenas tenía dieciséis años —comenzó en pie frente a ella, tan avergonzado como nervioso—. En aquel momento me pareció lo más lógico, pero no pensé en cómo te haría sentir. Él era mi amigo y yo… Yo no quería traicionarlo.
Ella alzó los ojos, con sus finas manos agarradas a las cadenas del columpio se balanceó un poco, su expresión no mostraba gesto alguno.
—Deberíamos hablar en otro lugar —dijo al fin, poniéndose en pie.
—Sí, si, vamos a tu apartamento —asintió él, aliviado de ver que aceptaba sus explicaciones, o al menos no parecía tan furiosa como la noche anterior.
—No. Los vecinos se han quejado del escándalo —dijo antes de empezar a andar por una estrecha callejuela, y Ranma la siguió sin protestar.
No hizo amago de tomarle la mano, ni siquiera se atrevió a volver a hablar. Caminó dejándole espacio mientras se alejaban más y más del barrio, hasta que llegaron a una zona industrial con un paso a nivel.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó el luchador, inquisitivo. Casi no había nada alrededor, a escasos metros se adivinaba un edificio de apartamentos muy deteriorado.
Ella se giró, le miró con algo parecido al desprecio, y echó a correr.
—¿Q…? —Ranma la observó sin entender, pero por puro instinto salió en su persecución. Akane cruzó el paso a nivel cuando este comenzaba a bajar y el guerrero apretó los dientes y saltó tras ella, superándolo segundos antes de que el convoy atravesara la carretera—. ¡Akane, para! —gritó jadeando de la impresión, la vislumbró cerca del viejo edificio, esperándolo en la puerta.
Llegó hasta ella furioso y confundido, con pasos fuertes y violentos.
—¿¡A qué demonios estás jugando!? ¿Tan enfadada estás conmigo que pretendes matarte? —preguntó agarrándola por un brazo, exigiendo una explicación.
—¿Me amas? —interrogó ella sin embargo.
—¿Cómo?
—Te he preguntado si me amas —dijo de forma lenta y deliberada.
—¡Q-qué tiene que ver eso!
—Tú no me amas, te has enamorado de una farsante —susurró alzando sus ojos de un color extraño, mezclado, hasta dar con los suyos en la oscuridad—. Traidor.
Ranma jadeó cuando sintió una aguja enterrarse en su cuello. Se tambaleó con la sorpresa bailando en su expresión. Cayó de rodillas mientras su teléfono móvil vibraba con la notificación de Nabiki, informando de que Akane ya estaba en casa.
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¡Whop!
Ya estamos en el final, que bien, y que nervios. Espero que os guste la conclusión de este fic. He recibido muchos comentarios los cuales os agradezco en el alma. Muchas personas ya han llegado a la conclusión de quien es el culpable de los asesinatos, creo que he dejado las suficientes pistas.
Muchíiiiiisimas gracias por tanto amor, gracias a mis betas Lucita-chan y SakuraSaotome por sus comentarios y correcciones. ¡Ah! Recientemente he recibido un maravilloso (y muy hot) regalo por parte de mi queria Diluanma (podéis leer sus fics en esta plataforma) y de Shojoranko en forma de comision de una de las escenas lemon del Capítulo 13 de Cero. Podéis verlo en sus redes sociales y también en las mias :D.
Mil besos y nos leemos en el capítulo final, el cual prometo en menos de una semana.
LUM
