Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen. Solo hago uso de éstos con el fin de entretener.
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Capítulo 6
Memorias forzadas
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Fugaku cumplió sobre no revelar la verdadera identidad de Hinata en cuanto le informó a sus más allegados acerca de la integración de una Uchiha lejana. Hubo sospechas de parte del resto de los miembros pero bastó que el líder les mirase a todos con severidad para aceptar. La historia que Fugaku creó para respaldar a Hinata de cualquier investigación interna y externa fue que era una bastarda de una Uchiha que escapó del clan hace dos décadas con el fin de unirse con alguien externo.
Los bastardos o Uchiha semi puros no eran bien aceptados. El ejemplo de aquello era Izumi. Sin embargo, la niña sí era mitad Uchiha mientras que Hinata no.
Sarutobi pidió completa discreción a los ninjas que participarían para llevar a cabo los planes. Todos juraron lealtad y jamás revelar el secreto acerca de Hinata y su supervivencia al suicido masivo de su ex clan.
Fugaku se encargaría de los detalles relacionados con el nuevo hogar de la niña cuando pasaran los días de luto que toda Konoha le ofrecería al sacrificio de los Hyuga.
Rin no supo cómo sentirse al respecto estando de pie y escuchando el discurso que el Tercero ofrecía; horas atrás había estado atendiendo a Hinata, la ex heredera de un clan ahora hecho cenizas. La niña aún estaba inconsciente pero todos sus signos vitales eran positivos. Dudó sobre el estado de la pequeña cuando Inoichi Yamanaka acudió a la habitación secreta que el Hokage preparó en las bases ANBU para comenzar con el proceso de purificación.
Abusar de la mente de una niña dormida no le parecía correcto pero entendía que los recuerdos de Hinata siendo una Hyuga debían ser borrados o el plan no funcionaría. Estaba enterada sobre la decisión de Hizuren respecto a dejar a los Uchihas encargarse de Hinata. Le parecía, de cierta manera, lógica aquella decisión considerando que los poseedores del Sharingan sabían sobre la importancia de un doujutsu.
Pero no podía quedarse tranquila, no entendía el por qué ni la razón. Confiaba plenamente en Obito y no dudaba de que la niña estando en el mismo clan que su amigo no pasaría por peligros, pero aun así, no dejaba de sentirse inquieta.
La familia del actual patriarca se encontraba a unos metros de ella. Obito los acompañaba, como todo el resto del clan. No se sabría si realmente las muecas reflejadas en sus facciones serían honestas, sabiendo el historial de enemistad contra el clan Hyuga.
Más Mikoto Uchiha llevaba un genuino semblante de tristeza y de todo el clan Uchiha fue la única en dejar una flor blanca encima del monumento izado en honor a los Hyuga, el ahora clan extinto de Konoha.
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Faltaban dos días para que Hinata se integrara al Distrito Uchiha. Inoichi se encargó de plantear en la memoria de la menor la historia hecha por Fugaku.
―Eso ayudará a que la técnica sea más efectiva ―explicó en cuanto el líder de los Uchiha se mostró escéptico de realizar tal cosa―. La memoria de un niño, sobre todo de esa edad, guarda demasiados detalles que no se ha percatado que recuerda. Solo hasta una edad más avanzada dichas memorias aparecerán en automático. Para borrar todo necesito primero reemplazar. Si Uchiha-san pudiera crear una historia de origen con respecto a Hinata, ayudaría mucho.
―Entiendo ―contestó Fugaku, captando la idea de Inoichi.
Hubiera pensado que engañar la mente de Hinata a través de un gengutsu resultaría más sencillo, pero el efecto no sería duradero. En cambio con las técnicas los Yamanaka el resultado podría alcanzarse con más facilidad.
Esa noche Fugaku le confesó a Mikoto todo lo relacionado a Hinata y la petición del Hokage. Omitió ciertos detalles que prefería guardarlos para sí, no obstante no podría ocultarle a la matriarca el cómo una niña de origen desconocido y un parecido increíble con la hija de los fallecidos patriarcas del clan Hyuga se unía a la familia.
Mikoto sospecharía de cualquier manera, no había sido una importante shinobi en el sector de Interrogación y Tortura Psicológica. Era mejor ser sincero con ella. La ayuda de la mujer de Fugaku podría servir mejor a comparación de la suya.
―Pobre niña ―los ojos negros de Mikoto no pudieron soportar el secreto y bajaron hasta las rodillas, pensativa, analizando cada una de las palabras que Fugaku acababa de confesarle. Ahora entendía el secretismo con el que iba y venía, días seguidos acudiendo a la Torre Hokage sin comunicarle una palabra sobre los asuntos atendidos con el Tercero.
―Le he asegurado al Tercero que nos encargaremos de ella.
Mikoto levantó la mirada, estudiando a su marido.
Fugaku Uchiha no era un hombre amable ni gentil. Era centrado y leal a sus propios deseos, pero ambicioso. La prueba de ello habían sido las reuniones secretas con el resto de los hombres del clan para planear un Golpe de Estado hacia Konoha. El constante desprecio por parte del Consejo de la Hoja había ayudado a desarrollar ese tipo ideas en la cabeza de Fugaku quien no aceptaba completamente que se le acusara indirectamente sobre el ataque del Nueve Colas.
Recordar los rostros felices de Kushina y Minato la hicieron sentir un golpe en el estómago. Después del ataque pasó a los cuneros del Hospital de Konoha, de los pocos lugares que continuaban en una sola pieza después de los ataques de la bestia. Llevaba a Sasuke cerca del seno y a Itachi tomado de su mano libre mientras observaba al otro lado del vidrio los dos bultos que se removían inquietos, seguramente ansiando el tacto materno.
Dolió ver a esos gemelos huérfanos, con un destino sellado de por vida. Ya eran odiados por todos los aldeanos y ni siquiera habían cumplido una semana de nacidos. Intentó llegar al Tercero y pedir, de alguna manera, si podría participar en la crianza de los gemelos. No había sido completamente cercana a Kushina pero siempre la estimó. Era una heroína, igual que Mito-sama, al prestar su cuerpo y mantener encerrado al Kyuubi para el bienestar del Mundo Ninja. Sus dos bebés no merecían tal trato.
Pero no lo hizo. Después del ataque del Nueve Colas las sospechas hacia su clan aumentaron. Se desconocía el cómo la bestia logró recuperar el control. No existía manera de manejar a un monstruo como lo era el Kyuubi sin poseer una gigantesca cantidad de chakra.
O un doujutsu ocular demasiado poderoso.
Los únicos clanes que dominaban dichas técnicas eran los Uchiha e Hyuga. El resto de las familias shinobis que habitaban en Konoha no poseían tales técnicas. Los Nara manipulaban las sombras; los Yamanaka todo jutsu relacionado con lo sensorial, la mente y los interrogatorios; los Akimichi podían aumentar su masa corporal a su antojo y engrandecer su cuerpo; los Aburame se dedicaban a la crianza de insectos y al control sobre éstos por medio de un pacto hecho hace miles de años; los Inuzuka eran conocidos por sus jutsus intensos y gran camarería con los caninos. Todos ellos poseían jutsus que no requerían de la participación directa de los ojos, a comparación del Sharingan y Byakugan.
El Byakugan no era utilizado para engañar como el Sharingan. Jugar con la realidad y adivinar los movimientos del enemigo eran las principales características de la herencia Uchiha. Sin embargo, también el control sobre otros.
Los aldeanos no tuvieron que pensar demasiado para señalar a los posibles culpables de los destrozos de la aldea así como del gran número de muertes. Ni siquiera había evidencia alguna que demostrara que el clan Uchiha en efecto participó en el ataque, empero el Consejo ya había tomado la decisión de orillarlos hasta el otro extremo de la aldea, al lado de la Prisión de Konoha y dejar a Fugaku afuera de cualquier decisión relacionado con el bienestar de la aldea.
Como único consuelo para mantenerlos a raya, como Fugaku solía decir, fue dejarlos a cargo de la Policía Militar de Konoha, el edificio que por generaciones había sido manejado por la familia Uchiha desde la época del Segundo Hokage.
Era fácil deducir que su petición no iba a ser escuchada. Todos pensarían que buscaba criar a los gemelos o hacerse cargo de ellos de alguna manera para ganarse la confianza de éstos y utilizarlos a favor del clan.
La idea le resultó asquerosa. Para Mikoto eran solo dos niños huérfanos sin nadie en este mundo, no herramientas. Jamás usaría a ningún niño para obrar mal.
Con Hinata Hyuga era similar. El Byakugan quedaría a manos del clan Uchiha, actualmente la familia shinobi más poderosa de toda la aldea. La niña quedó sin familia por culpa de los deseos egoístas de la Nación del Rayo; de no ser por la aceptación de Fugaku en acogerla, ella dudaba de qué futuro hubiera tenido la menor. Probablemente el Consejo dictaría el extraerle los ojos para asegurar el bienestar del Byakugan y la harían vivir ciega por el resto de su vida.
―Mikoto.
Fugaku llamó y ella le miró de nuevo, tratando de ver más allá de la inexpresiva mueca de su esposo sus planes ocultos. No había acogido a una Hyuga por simple generosidad.
Él quería algo.
―¿Hokage-sama confía en nosotros para criar a la pequeña?
―Lo hace. Nosotros sabemos la importancia del linaje de sangre. Somos la mejor opción.
Mikoto asintió sin objetar, era cierto, pensaba lo mismo.
―Es pequeña, pero aun así recordará a su madre.
―De eso se está encargando Inoichi Yamanaka.
No tuvo que preguntarle a Fugaku a qué se refería cuando ya había trabajado con el shinobi en sus días como kunoichi activa. Sabía con qué fin eran usadas las técnicas de Inoichi.
―Manipular los recuerdos es peligroso ―confesó―. La mente es más compleja de la que imaginamos, y a pesar de que existan técnicas que ayudan a manipularla, no somos conscientes de cuán poderosos son nuestros recuerdos.
―Estoy seguro que Inoichi lo hará bien.
Mikoto suspiró sin buscar contraatacar el pensar de Fugaku.
―Si has tomado la decisión, no tengo nada que añadir. Hinata Hyuga…
―Uchiha ―interrumpió Fugaku a la mujer, observándola. Ésta carraspeó y asintió.
―Es verdad, no hay que llamarla así si vivirá con nosotros ―dijo―. Recibiré a Hinata Uchiha con los brazos abiertos ―le observó ahora con otra cuestión creándose en la mente de Mikoto―. ¿Será criada en la Casa Principal?
La mueca que hizo Fugaku demostró que no le agradaba por completo la idea. Ya había compartido con el resto del clan que Hinata era una bastarda, una híbrida entre la sangre común de un civil y una ex Uchiha, no estaba dispuesto a cambiar la historia. Existía la posibilidad de que ninguna familia aceptara a la menor y aquello sería un problema. No podía dejar tal responsabilidad a cualquiera, aunque hacerse cargo de la hija de quien consideró su rival para ganarse el favor del Consejo durante años no le provocaba un gran regocijo. Ni siquiera quería imaginar cómo sus hijos se adaptarían a tan importante cambio.
―Lo estoy pensando.
―Ella es la única persona en todo el mundo con el Byakugan, Fugaku.
―Lo sé.
―No podemos dejar que cualquiera la crie.
Él soltó un suspiró agotado. Suficientes problemas se acumulaban en sus hombros como para añadir otro más, pero mantener a raya a la Hyuga le parecía una buena carta para futuros movimientos. Por ahora el clan Uchiha era considerado el más fuerte, y eso el Consejo debía aceptarlo. Sin el Byakugan, el Sharingan se había convertido en el arma más vital para la defensa y ataque de Konoha hacia cualquier aldea con intenciones bélicas.
El suicidio de todo el clan Hyuga había circulado por todo territorio ninja. El Señor Feudal del Fuego había dado sus condolencias desde la Capital, haciendo una ceremonia para honrar el sacrificio de Hiashi Hyuga y su familia.
El Raikage debía estar enterado ya.
La kunoichi de la Aldea de la Nube capturada por Rin Nohara ahora era una prisionera en la Prisión Subterránea de Konoha. Él había estado ahí cuando la llevaron hasta los cuarteles donde los ANBU detuvieron a sus hombres, declarando que ellos se encargarían del resto. Cualquier detalle que involucrada el proceso de investigación de la ninja le era de conocimiento limitado debido a que su participación en los interrogatorios manejados directamente por el Tercero y su unidad especializada en el campo era casi nula.
―Inoichi me ha pedido una historia para Hinata. Eso ayudará a que los recuerdos que vaya a implantarle sean más fuertes y creíbles, con pocas posibilidades de que ella recuerde su verdadera identidad.
―Me encargaré de eso ―rápidamente Mikoto aceptó sin que Fugaku dijera nada más. Éste asintió, aliviado de que la mujer decidiera participar―. De entre los dos siempre he sido yo quien más imaginación tiene ―ella no desaprovechó ninguna oportunidad para presumir sus dotes, cosa que hizo a Fugaku sonreír ligeramente en un gesto honesto.
Quizá el primero que Mikoto veía en todos esos meses.
―Pero, me gustaría que ella conservara su nombre ―dijo después de una pausa, mirando a su marido―. El verdadero, el que Hitomi-san le puso.
―Mikoto ―Fugaku suspiró sin hallar esa decisión prudente. Le tomó la mano a su mujer; desconocía qué tipo de interacciones tuvo su esposa con la fallecida matriarca Hyuga, pero intuía que se habían agradado. Mikoto era una mujer amable dentro de su clan y siempre buscara la armonía entre clanes, especialmente con los Hyuga―. Hinata ha sido conocida por ese nombre, podríamos arriesgarnos a que…
―Cambiaremos la vida de esa pequeña drásticamente, Fugaku ―objetó Mikoto, con los ojos endurecidos. Una verdadera Uchiha―. Todo lo que ella conocía desaparecerá y en su lugar habrá mentiras; mentiras con las cuales crecerá por toda la vida. Que se quede con su verdadero nombre lo hallo como la más mínimo acto de amabilidad hacia ella.
Mikoto suavizó los gestos cuando vio a Fugaku asentir después de una pausa temporal.
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Kakashi no sabía nada sobre cómo criar niños. Él era un shinobi, no una figura paternal a la cual todos los niños acudieran a buscar refugio.
El departamento donde vivía desde que dejó el hogar que le había pertenecido cuando su padre vivía no era exactamente el adecuado para que dos pequeños vivieran. Había demasiados pergaminos con información secreta en todos lados y armas ninja que no había guardado desde hace días por lo ocupado que estaba en las misiones.
Además, que ambos gemelos, sobre todo Naruto, fueran así de hiperactivos le generaba cierto nerviosismo de que se hicieran daño.
―No ―quitó de las manos de Naruto el libro Icha Icha, haciendo al menor mirarle acusadoramente.
―¿Por qué no? ―preguntó.
―Porque eres demasiado joven para esto. Por eso ―explicó cansadamente, colocando el libro en un lugar más alto, cuestionándose si era prudente dejar toda su colección de erótica literaria en el departamento o esconderlo en un lugar más secreto.
La curiosidad infantil era peligrosa.
―¿De qué trata? ―ahora Menma participaba en el interrogatorio que Kakashi no estaba dispuesto a contestar. No a esa edad.
―Uhm ―Kakashi rascó su cabello grisáceo, mirando hacia otro lado, buscando la manera de librarse de tener que dar explicaciones―. Es sobre una historia de amor. Muy aburrida, por cierto.
―¿Amor? ―Naruto hizo mueca de asco―. ¿Algo así como dos personas besándose y eso?
―Ajá.
―Qué asco ―exclamaron al unísono ambos gemelos.
―Pensé que hablaba sobre cosas geniales como jutsus y eso ―se quejó Naruto, cruzándose de brazos―. En el orfanato no nos dejaban hablar de esas cosas.
―Bueno, es un orfanato para civiles, por supuesto que no hablarían sobre ninjas ―contestó Kakashi a la queja del rubio―. Las aldeas shinobis tienden a dividirse en dos partes: Ninjas y civiles. Mientras el primer grupo recibe una educación especial para desarrollar habilidades útiles en combate, el segundo acude a escuelas que imparten una educación básica y enfocada en oficios menos peligrosos.
―Oh ―dijeron los dos gemelos, viéndole con atención.
―Claro que, a una edad tan pequeña, se les da a todos los niños una educación general. Ya es decisión de cada uno elegir qué camino tomar…
―¿Quién querría ser un civil con un trabajo aburrido? ―expresó Naruto―. ¡Solo un tonto rechazaría ser ninja! ―gritó moviendo los brazos, completamente emocionado―. Ir a aventuras, pelear con otros, viajar y hacer cosas geniales como saltar de árboles… ¡Los ninjas son lo más cool!
Kakashi observó al pequeño, pensando que el modo de pensar era completamente distinto. Era de esperarse.
Naruto era un niño todavía que no experimentaba lo que es ser un shinobi de la Aldea de la Hoja; leal no solo al Hokage, sino a los intereses del Señor Feudal. Luchando día y noche en constantes guerras para preservar la protección de otros. Tener que tomar decisiones importantes en cuestión de segundos y contar con la completa firmeza de no flaquear. Dormir con el llanto de las almas en pena que se sostenían de sus sombras. Lidiar con la visión de la sangre teñir sus manos sin importar cuántas veces las tallara.
―¿Quieres ser un ninja? ―preguntó con calma, intentando no dejarse atormentar con sus experiencias.
La vida como shinobi era para él, no se veía de otra manera. Ni siquiera estaba seguro si sería capaz de cuidar a los hijos de su sensei. Era una gran responsabilidad y ahora que los veía, con ellos observándole como si se tratara de la figura más genial que podía existir, se preguntaba a sí mismo si sería lo que ellos buscaban. Si podría darles el consejo que necesitaban.
―¡Yo también! ―Menma no se quedó atrás, empujando a Naruto quien le gruñó. Ambos comenzaron a pelear.
―Alto, alto ―pidió Kakashi con un suspiro cuando los dos iban a molerse a golpes por tercera vez en el día. Los separó con facilidad―. Quédense quietos ―pidió una vez más cuando ninguno de los Uzumaki le hacía caso.
Otros dos Kakashi aparecieron detrás de los gemelos, atrapando a los menos respectivamente. Naruto exclamó, sorprendido, mirando a los tres hombres como si no creyera que eso era real.
―¡Wow, te multiplicaste! ―señaló con asombro.
Él y sus clones se miraron entre ellos, volviendo a suspirar en sincronía.
―Claro que lo hizo ―dijo Menma, atrapado en los brazos del clon―. Es un ninja. Todos los ninjas saben hacer clones.
―¡Quiero aprender a ser clones!
―Primero tienen que acudir a la Academia, pasar los primeros años de educación básica y entrenar para ganarse su banda.
―¿Cómo la que llevas puesta? ―Menma quiso tomar de la banda que llevaba el ninja de cabellos plateados, pero éste se alejó, haciendo al pequeño azabache fruncir el ceño.
―Sí. Pero ésta es mía ―contestó Kakashi con una sonrisa oculta debajo de su máscara―. Ustedes deben ganarse la suya. Aunque para eso falta mucho ―con un chasquido de dedos Kakashi hizo desaparecer a sus clones, haciendo que los niños quedaran libres.
―¿Y cuándo podemos ir a la Academia? ―quiso saber Naruto.
―Uhm… ¿Cuántos años tienen?
―Casi cuatro ―respondió Menma.
―Aún falta para que se inscriban ―respondió―. La edad mínima son a los seis años.
―¡¿Eh?! ¡¿Tanto?!
―¿Por qué tanta prisa en convertirse en ninjas?
―Porque así seremos fuertes y nadie se meterá con nosotros.
Kakashi guardó silencio ante la confesión de Naruto. Era un niño y era probable que no supiera qué decía, más bastaba observar la mirada azulada llena de determinación para saber que el rubio no mentía sobre sus sueños. No querría imaginar qué tipo de cosas vivió en el orfanato para tener ya esos pensamientos a corta edad.
Generalmente los mocosos solo pensaban en jugar y divertirse. Era lo que un niño común haría, uno que tuviera opciones de convertirse en otra cosa, que no tuviera un apellido demasiado grande por el cual seguir demostrando su valía frente a otros.
Pero Naruto ni Menma eran niños ordinarios, eran los contenedores de la Bestia de Nueve Colas, el monstruo más temido de todos y quien había destruido la aldea hacía unos años atrás, causando la muerte del Cuarto y su esposa.
Los propios padres de los gemelos.
―Tomemos las cosas con calma ―él se agachó a la altura de los gemelos, colocando las manos en ambas cabezas, sorprendiendo a ambos de que tuvieran ese tipo de gestos. Kakashi no les culpaba por ser desconfiadas con las muestras de afecto; aseguraba que nadie se les había acercado de tal manera para tratarlos como lo que eran: niños―. Primero lo primero, iremos a conseguirles ropa y eso. Aún estamos en verano pero el invierno llega rápido ―miró las prendas que les prestó, obviamente sus ropas quedaban demasiado grandes en los cuerpecillos de un par de niños―. No puedo dejarlos andarse así entre la nieve.
―¿Vas a comprarnos ropa? ―Menma miró al hombre, preguntándose por qué era tan amable.
Naruto y Menma despertaron en el hogar del susodicho, quien se encargó de explicarles que estarían en ese lugar por un par de días. Pensaron que era una trampa o algo parecido, pidiendo ver al shinobi de máscara que les había salvado de aquella rubia. Kakashi, como se presentó cuando salieron de la habitación y encontrándose al hombre leyendo un libro cerca de la ventana, se encargó de explicarles los detalles que desconocían, tal como que el ninja genial y cool le pidió a él hacerse cargo de ellos.
Habían dormido en una cama cómoda sin que los resortes se le salieran o fuera ésta demasiado dura. Kakashi les llevó colchas y sábanas con aroma a limpio que los ayudó a protegerse de la fría noche. Compartió sus alimentos con ellos sin que tuvieran que preocuparse por racionar las provisiones para los días siguientes y se habían dado un baño, con él estando cerca, pendiente de ellos.
Sabían que Kakashi era también un ninja, probablemente no del mismo nivel que el enmascarado, pero era uno. Tenía pergaminos con cosas raras que Naruto no dejaba de señalar eran de misiones secretas y herramientas de shinobi. Quisieron jugar con éstas pero Kakashi rápidamente se las quitaba, diciendo que aquellas cosas no eran para niños.
Acostumbrarse a esa nueva rutina no fue difícil para ninguno de los dos. Por primera vez se sentían cómodos.
A salvo.
No querían que terminara.
Constantemente observaban la puerta del departamento de Kakashi. Ya que Konoha estaba siendo arreglada por el reciente ataque de la Aldea de la Nube, ellos y cualquier otro niño no podían salir de sus hogares hasta que se declarara que todo estaba bajo control y no habría otro ataque sorpresa. A parte del Hatake, nadie más les había visitado. Ni siquiera el viejo Sarutobi, aunque Naruto ni él querían verlo porque cuando éste aparecía generalmente traía consigo malas noticias. Y ninguno de ellos quería marcharse del departamento de Kakashi.
―Sí ―respondió Kakashi, mirando al menor, como si no viera nada extraño en lo que dijo―. Solo no abusen, no tengo demasiado dinero…
Se vio sorprendido cuando escuchó un sollozo. Kakashi miró hacia su derecha donde Naruto peleaba consigo mismo para aguantarse las lágrimas. Él entró en pánico. Demonios.
―Hey, hey ―llamó para calmarlo pero fue Naruto quien se limpió los lagrimones―. ¿Qué pasa?
―N-Nada ―respondió él, restregando la tela de la camisa contra la cara, buscando quitarse toda la humedad de los ojos―. No pasa nada…
―Bebé ―insultó Menma.
―¡No me digas así cuando tú también quieres llorar!
―¡Claro que no!
―¡Mentira! ¡Te muerdes los labios cuando quieres hacerlo, como ahora!
Otra nueva discusión afloró entre los gemelos, sin embargo en lugar de querer separarlos Kakashi se limitó a observarlos en silencio, rememorando sin querer los ademanes de Kushina-san cuando algo la molestaba y comenzaba a soltar su típica muletilla que había sido una de las características más comunes de la pelirroja. No importaba que los dos gemelos tuvieran un parecido increíble con su ex sensei, los dos poseían la sangre de Kushina Uzumaki.
La puerta sonó inesperadamente y la pelea entre los dos se detuvo. Kakashi se levantó y caminó con pereza hacia la puerta, más se vio detenido cuando dos figurillas se colocaron delante suyo, bloqueándole el paso.
―¿Y ahora qué hacen?
―No abras ―pidió Naruto, con el ceño fruncido y Menma a su lado, asintiendo―. No le abras al viejo.
―¿Viejo?
―El Hokage.
―No deberían llamarle así al Tercero…
―¡Es un viejo, ¿por qué deberíamos llamarle diferente?!
―Porque si quieren ser ninjas en el futuro, deberán mostrarle respeto a su líder. Y ese es Sarutobi-sama.
Ambos niños se miraron entre ellos sin concordar con lo dicho por Kakashi. El Tercero no era tan maravilloso como todos aseguraban. Al menos no para ellos.
En el orfanato constantemente les repetían que era por el Tercero que estaban ahí y la razón por la cual eran aceptados. Sin embargo, en ninguna ocasión éste se presentó. Solo se dedicaba a pagar las cuotas o prestar los servicios que los administradores del lugar requerían. Jamás había ido a preguntarles cómo estaban o siquiera verlos. La excusa más repetitiva que usaban todos los adultos era que el viejo era un hombre muy ocupado, pero ellos sabían la verdad.
Al Tercero no le importaba lo que sucediera con ellos.
Por eso no querían que Kakashi abriera la puerta, no querían irse ni que el viejo los separara o les hiciera regresar al orfanato.
―Oigan ―Kakashi pudo leer las dudas y el miedo de los niños. No querían volver al orfanato y de eso él se encargaría. El proceso de adopción tomaría tiempo pero contaba con el Tercero para acelerarlo―, no va a pasar nada malo. Se los aseguro.
Ellos se miraron, sin saber si confiar o no en las palabras de Kakashi. Tenían razones para desconfiar pero ese hombre se había comportado amable con ellos. Quizá no les permitiera salir ni jugar con sus cosas, y se molestaba o entraba en pánico cuando querían hojear esos libros que gustaba tanto leer, pero era buena persona.
Les había tratado como humanos, sin despreciarlos o alejarlos de él, comportándose como si ellos tuvieran la peste o algo parecido.
―¿Prometes que no dejarás que nos lleven?
―¿Llevar? ¿A dónde?
―Siempre que ese viejo aparece, las cosas cambian. Y no nos gustan esos cambios ―respondió Menma, recordando los días grises en el orfanato, las miradas llenas de odio y desprecio, el cómo todos los adultos del lugar parecían olvidarse que existían y preferían ignorarlos, alejando al resto de los huérfanos de ellos.
―No se preocupen ―Kakashi los alejó suavemente de la puerta. Usó un tono de voz más suave, uno que no tuviera su acostumbrado tono desinteresado. Recordó la manera en la que Minato-sensei se acercaba a él para hablar de las cosas que no quería y siempre callaba, siento una presencia silenciosa pero reconfortante, con el tono de voz perfecto para hacerlo entrar en confianza.
Quería hacer lo mismo con Naruto y Menma.
―No los separarán de mí.
Las palabras sinceras de Kakashi surtieron efecto pues los gemelos se alejaron de la puerta, quedando cerca del plateado. Nerviosos observaron en cámara lenta cómo el hombre abría la puerta, dejando entrar la luz del Sol.
Dos siluetas se formaron debajo del umbral. De inmediato los gemelos se ocultaron detrás del Hatake, observando con sospecha a los recién llegados que no pidieron permiso de entrar.
―Con permisito ―dijo uno hombre de apariencia rara y cabello azabache, era la primera vez que le veían.
Kakashi dejó entrar a Obito sin molestarse de que éste tuviera tanta confianza con su departamento. Rin se disculpó, entrando igual aunque acomodó las sandalias de ella y las de Obito en la entrada. Notó cómo los ojos castaños de la medic ninja quedaron enfocados en los pares de calzado pequeños que pertenecían a los niños.
―Ah, casi no podía con esto. Rin-chan, compraste demasiadas cosas ―hizo saber Obito, dejando las cosas en el comedor. Observó el lugar de soltero de Kakashi, haciendo una mueca cuando notó el desorden―. ¿Cuándo fue la última vez que ordenaste este lugar?
―He estado ocupado ―respondió Kakashi, ayudando a Rin a llevar unas cosas, siendo perseguido por los gemelos que no se despegaban de su lado.
―Hmm ―juzgó Obito desde su lugar.
―Obito-kun, estamos aquí por otros asuntos, no para criticar el modo de vivir de Kakashi-kun.
El susodicho rio sin mucho esfuerzo. Era obvio que Rin no le estaba ayudando con sus comentarios.
―Hai, hai ―respondió Obito, quitando la cara de juzgón para poner una sonrisa más amistosa, inclinándose para el otro lado en busca de ese par de rostros, más estos seguían ocultándose detrás de su mejor amigo―. ¿Eh? ¿Por qué se esconden? ―se señaló a sí mismo―. Juro que soy amistoso…
―Obito-kun ―regañó suavemente Rin―. No nos conocen ni saben quiénes somos. Deben estar nerviosos ―susurró para después arrodillarse, buscando también los rostros de los gemelos de entre las piernas de Kakashi―. Me alegra que se hayan adaptado al departamento de Kakashi ―hizo saber, hablando con dulzura.
Una cabeza rubia se asomó tímidamente.
―¿Y tú quién eres?
―Soy Rin, Rin Nohara ―se presentó la castaña―. Y soy amiga de Kakashi-kun.
―¿Amiga? ―ahora preguntó Menma, asomándose del otro lado.
Rin asintió.
―Uhm ―respondió―. Kakashi-kun y Obito-kun hemos estado juntos desde niños. Casi de la misma edad que ustedes ―mostró una sonrisa reconfortante, repitiéndose que debía ir con paso lento por más ganas que tuviera de abrazar a ambos niños y prometerles que los protegería por siempre―. Estuvimos en el mismo equipo gennin y fuimos entrenados por el mismo sensei ―la imagen fugaz de Minato Namikaze viajó por su memoria, pero decidió bloquear el recuerdo―. Hemos sido amigos desde entonces.
―¿Es cierto? ―preguntaron ambos niños a Kakashi.
―Es cierto ―contestó―. Conozco a Rin desde niños, ha sido una grandiosa compañera y amiga. Confía en ella ―luego señaló a Obito―. Igual que él, aunque no es tan importante…
―¡¿A qué te refieres que no soy importante, teme?! ¡Salve tu vida!
―No hagas tanto escándalo y presentante de una vez.
Obito masculló un par de insultos entre dientes, aunque la mirada que Rin le dio le hizo callarse abruptamente. Carraspeó fuertemente y respiró hondo. Era la primera vez que estaba de frente con los niños. Ya que el Consejo no confiaba plenamente en los Uchiha, acercarse a los gemelos era imposible; odiaba la mala fama de su clan para impedirle cuidar a los hijos de su sensei. Pero la esperanza renació cuando Sarutobi les insinuó que la adopción podría concretarse, siempre y cuando los gemelos se sintieran cómodos. ¡Y vaya que estarían dispuestos a cumplirlo!
Minato-sensei hizo mucho por los tres, sin mencionar a Kushina-san. Habían sido como una familia y compartieron cada momento del embarazo de la pelirroja, casi eran considerados los hermanos mayores de sus hijos.
Lamentablemente la noche del ataque del Kyuubi dos de las personas más importantes para el Equipo 7 partieron para siempre, dejando atrás a dos niños.
Esa noche tuvo que sostener a Rin cuando otros ninjas le quitaron a los gemelos, queriendo ir ella detrás porque no podía soportar la manera en la que los bebés lloraban, pidiendo que la dejaran encargarse de ellos. Pero no se lo permitieron. Era esencial verificar que el sello que Minato hizo en los ombligos de sus respectivos hijos fuera lo suficientemente fuerte para controlar al Nueve Colas y que no existiera peligro. Obito sintió impotencia y una furia de observar cómo los niños eran tratados de esa manera. Ni siquiera pudo estar presente porque en esos momentos era requerido por su propio plan para ayudar a los civiles.
Cuando escuchó de parte de Rin que Kakashi tenía a salvo a los gemelos sintió alivio. Había muchas cosas que ocupaban su cabeza pero tener la certeza que los hijos de su sensei estaban siendo cuidados por Kakashi le hizo más ligera la preocupación.
Esa mañana Rin fue a visitarlo a su clan. Pensó que la razón de su visita fue por Hinata, ya que ella era la medic ninja encargada de realizar el jutsu para que los ojos de la menor fueran de tonalidad negra, como la de todos los Uchiha.
Hinata seguía sin despertar pero había sido trasladada al Distrito Uchiha. Solo Fugaku y su esposa, Mikoto-san, así como él, sabían sobre eso. Inoichi la había conducido a un sueño más profundo para que los recuerdos que, con ayuda de Mikoto-san, creó para implantarlos en la mente de Hinata se adhirieran más a la corteza memorial. Les aseguraba que en cuanto despertara actuaría como la hija de una ex Uchiha que fue traída a su aldea natal y con su familia materna después de una ardua persecución que dejó a sus padres muertos.
Obito no dejaba de pensar que aquello era similar a lo que realmente le ocurrió a Hinata.
―Yo soy el grandísimo Obito Uchiha, el mejor ninja de todos y quien en un futuro no muy lejano se convertirá en el próximo Hokage ―se señaló Obito, con una sonrisa radiante, ojos expresivos y la completa seguridad de alcanzar sus sueños.
Los dos niños le miraron con total atención.
―¿También eres un ninja? ―preguntó Naruto, arqueando una ceja.
Obito rio con autosuficiencia, apuntando la placa que lo identificaba como shinobi de la Aldea Oculta entre las Hojas.
―Sí, y uno muy genial.
―Kakashi es el más genial ―debatió Menma con completa seguridad.
Obito carraspeó.
―Eso es porque aún no me han visto en acción…
―¿Sabes hacer clones? ―preguntó Naruto, acercándose un poco más al azabache―. Kakashi hace clones.
―¡Por supuesto que sé hacer clones! ¡Es el jutsu más fácil!
―Demuéstralo.
Obito formó los sellos y varias copias de sí mismos se instalaron en distintas partes del departamento de Kakashi. Éste último suspiró con pesadumbre, sintiendo que el mundo no necesitaba más Obito Uchiha. Con uno era suficiente.
―¡Genial!
―¿A que sí? ―Obito pasó un dedo bajo su nariz, notablemente orgulloso.
―Pero Kakashi los hace a todos iguales ―Menma interrumpió, señalando al clon sentado en la cama de éste, apuntando específicamente el atuendo de otra tonalidad que la del original―. Todos visten las mismas ropas.
Obito observó a donde el menor señalaba y las mejillas se le sonrojaron al observar su error.
―¡E-Eso es porque quise darme otro look! Mira, mira ―señalaba para ocultar su falla―. El rojo me va bien.
―Pero ¿no se supone que los ninjas deben ser discretos?
―Eh… S-Sí, pero…
―¿Por qué vestirías con ropas tan llamativas? Cualquiera se daría cuenta.
―B-Bueno, eso es porque…
―¿Y qué son esas cosas que llevas en el cuello?
―¿Eh? ―Obito tomó los googles que desde niño usaba, solo que ahora servían más como decoración y un amuleto de la suerte―. Estos son mis googles. Solía tener ojos sensibles de niño, así que mes los ponía para protegerme de la tierra y el viento…
―Uhm ―soltó Menma sin mucho entusiasmo―. Un ninja enfermizo…
Obito apretó los labios con un tic en la ceja. Ese mocoso…
―Yo creo que son cool ―Naruto interrumpió, sonriéndole a Obito―. El naranja también es mi color favorito.
Rin y Kakashi se observaron, dejando a esos tres hablar. Sin darse cuenta, Obito se había ganado la confianza de los gemelos. Era uno de sus dones.
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Estaba perdido en un laberinto, pero no era uno normal. Había miles de ojos observándola y ella comenzaba a sentirse cada vez más asustada. Corría sin descansar pero no encontraba a sus padres. La oscuridad comenzaba a incrementar y sentía un aire pesado implantársele en la nuca.
―¡Mami! ―la llamaba pero no había respuesta. Solo el eco de sus pisadas―. ¡Mami, papi!
Bastarda.
Hinata observó a todos lados, buscando la fuente de esa voz, queriendo llorar. No encontraba a nadie en ese lugar y cada vez se sentía más sola.
El camino se alargaba, las salidas se bloqueaban y terminaba cada vez más profundo de aquel lugar. Los ojos no dejaban de seguirla, acompañados de las voces haciendo eco infinito en el lugar.
La oscuridad de pronto pareció tener la forma de la boca de una serpiente que iba tragando todo a su paso. Hinata corría y corría para escapar.
―¡Mami!
Hinata…
Escuchó su nombre, era ella. Era su madre.
Con la esperanza calentándole el pecho corrió hacia dónde provenía el susurro. No era completamente fuerte pero percibía la presencia de su madre. No debería de estar tan lejos de ella.
Cruzó otro tramo, ignorando las sensaciones atrás de su espalda y el miedo.
En la lejanía observó una figura blanca emerger del suelo. Su madre, ahí estaba, esperándola para que así ambas regresaran a casa.
―¡Mami!
Hinata.
Hizo todo lo posible para llegar a ella, pero el camino se alargaba. Su madre extendía los brazos y podía imaginar que le estaba sonriendo, animándole a continuar pero Hinata quedaba estancada, como si hubiera entrado en un pantanoso camino que no la dejaba ser libre.
Un poco más, Hinata. Ven a mí, mi Pedacito de Sol.
―¡Mami! ―lo estaba intentando pero con cada movimiento parecía como si cayera más al fondo―. M-Mami ―extendía los brazos, quería alcanzarla pero no podía.
No podía.
Hinata…
―N-No puedo… ―gimoteaba, asustada y cada vez más desesperada de que el pantano la estuviera jalando―. Mami, no puedo…
Hinata…
Y la voz de su madre parecía perder fuerza.
Hinata…
―¡Mami!
Hinata…
Hinata…
Hinata…
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Mikoto acariciaba el cabello corto de Hinata con tranquilidad, con el Sharingan activado y mirando los ojos abiertos de la pequeña. El Byakugan había actuado por inercia ante la amenaza del gengutsu, pero ella no estaba completamente despierta y era más fácil romper la barrera.
No se sentía del todo bien adentrarse a la mente de una niña y manipular sus recuerdos, pero prefería ser ella quien hiciera todo eso. Inoichi ya había hecho su parte, ahora a ella le tocaba la suya.
Les habían entregado a Hinata hacía un par de días. Nadie salvo Fugaku y Obito sabían sobre ello. Pero el secreto no dudaría para siempre. En cuanto Fugaku determinara quién sería el responsable de criar a la joven Hyuga, todos sabrían la identidad de la nueva integrante.
Según la explicación que Rin les había dado con respecto al color de ojos de Hinata, era una técnica que había sellado en la frente de éste, directamente en la zona donde el nervio de la vista se interceptaba. Dicho jutsu se activaba cuando la joven tenía los ojos abiertos. Es decir, mientras los cerrara, ella tendría los ojos puros del Byakugan, más cuando abriera los ojos, éstos se tornarían de ónix, como los de cualquier otro Uchiha.
Era una técnica ingeniosa, digna de una estudiante directa de Tsunade Senju. El Consejo había tenido sus dudas respecto al funcionamiento de ésta, especialmente sin que el Byakugan hubiera sido sellado, pero la niña era demasiado pequeña aún que dudaba de que pudiera haber despertado su doujutsu.
Y ahora que nada de información relevante sobre el funcionamiento del Ojo Blanco existía en todo el País del Fuego, Mikoto dudaba de que Hinata llegara a saber manejarlo.
Hinata no tendría entrenamiento ninja, sería una civil más. Se quedaría en el clan y sería criada en una familia que estuviera dispuesta adoptara y cuidarla; Mikoto no quería que Fugaku se la diera a alguien quien no se ocuparía de ella.
El Tercero no quería arriesgar que, en el futuro, la joven pudiera ser secuestrada, así que prefería que Hinata eligiera un estilo de vida normal. Después de todo, la mayoría de la aldea pensaba que el Byakugan desapareció.
Desconocía qué planes tendría el Consejo. Mikoto dudaba de que los ancianos se quedaran con los brazos cruzados, observando como un poderoso doujutsu ocular se desperdiciaba.
No confiaba en ellos.
El poder no solo corrompía a los Uchiha, sino a todos los shinobis.
Hinata con los ojos abiertos se removió. Ella continuaba relajándola, intentando no ser demasiado brusca con las ilusiones. No quería lastimarla. Solo creaba el escenario pero era la propia mente de la menor quien adaptaba el mundo de la pequeña. Ella solo podía conducirla mediante la figura ficticia que hizo de su madre, una mujer Uchiha que dejó el clan por casarse con otro hombre de una villa lejana.
La apariencia la hizo como la de Hitomi, salvo que en lugar de tener ojos perlados los tenía negros, como cualquier Uchiha y su cabello era negro oscuro, no con destellos azulados. Si algún día Hinata preguntaba de quién heredó su inusual tono de cabello, se le respondería de su padre. Aún le faltaba diseñar al padre, pero confiaba que no necesitaría del Sharingan para hacerlo ya que prefería mejor contarle las cosas a la pequeña cuando ésta se encontrara despierta.
No detuvo el poder de su habilidad ni cuando de los ojos de Hinata brotaron lágrimas, con sollozos silenciosos que emitían inexistentes Mami, mami, mami que le rompían el corazón.
