Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!
Capítulo 3
Las clases superiores que pertenecen al Equipo A del año pasado viven en una casa en el campus que se encuentra cerca del gimnasio y junto al lago. La mayoría de nuestros eventos para fomentar el espíritu de equipo este verano sucederán aquí, o eso nos dice Jasper mientras juntamos nuestras cosas después de la práctica.
El sol está posándose mientras salimos del gimnasio, como rebaños, obstruyendo la acera mientras nos dirigimos hacia la casa.
—Quiero que todos los novatos se dividan en grupos de cuatro —dice Jasper en voz alta, dirigiendo el grupo—. Dos voladoras, dos bases, preferentemente, para nuestra actividad de iniciación de búsqueda del tesoro.
Emmett me codea, no tan sutilmente señalando a las dos chicas caminando frente a nosotros. Bella, por supuesto, y una pelirroja que aún no he conocido. Antes de que pueda detenerlo, él le da un golpecito en el hombro a Bella.
—¡Swan! —Él le choca los cinco mientras ella se da la vuelta—. ¿Quieren unirse a nosotros? —Me señala a mí con su pulgar y los ojos de ella me encuentran. Ella sonríe y entonces rápidamente mira a su amiga, la pelirroja, quien también me está observando. Entonces las dos asienten, casi en unísono, para la diversión de Emmett.
—Soy Vicky. —La pelirroja extiende su mano en mi dirección. La recuerdo de la práctica. Una de las mejores voladoras del equipo, después de Bella, por supuesto—. Qué bueno que finalmente conozcamos a los famosos Chicos de Colorado.
—Un gusto conocerte, Vicky. —Estrecho su mano y sonrío educadamente, antes que ella siguiera con Emmett.
Camino en silencio junto a Bella entonces, mientras ella y Vicky van de un lado para el otro con Emmett. Ellas también son compañeras de cuarto, cruzando el pasillo frente a nosotros, y ambas son de Florida.
Jasper repasa las reglas de la actividad de iniciación. Veinticinco estaciones con preguntas y desafíos físicos para obtener pistas para la siguiente. El equipo que termine primero obtiene camisetas. Aunque no se trata del premio, ya que es obligatorio que todos terminen y nadie puede irse hasta que todos lo hagamos.
Rápidamente, nuestro equipo va a la cabeza, todo gracias a Bella. Parece que ella ha estudiado la historia de Summit y sabe la respuesta a todas las preguntas. Los desafíos físicos comienzan bastante fáciles también, con una mortal hacia atrás y elevaciones básicas que logramos realizar. Mientras avanzamos, se vuelven cada vez más difíciles, con movimientos más élites. Conseguimos seguir, y Bella prácticamente nos lleva a la final. Comienzo a preguntarme si hay algo que ella no puede hacer excepcionalmente bien.
La última actividad para la victoria es sostener un Cupie, una elevación con una mano, durante sesenta segundos, los cuales nunca pasan rápidamente cuando estás balanceando a una persona —incluso tan pequeña como Bella— en la palma de tu mano. Lo hacemos lado a lado, Emmett y Vicky, Bella y yo. Mi brazo está temblando cuando Jasper indica el final de los sesenta segundos, pero cuando miro a Emmett, él me sonríe engreídamente.
—Después de ti, bebé —dice con arrogancia, arqueando una ceja.
Sí, no sucederá.
Resoplo, ajustando a Bella un poco para tener un mejor agarre, mientras bloqueo mi codo y espero lo mejor. Me mantengo quieto y concentrado en mi respiración y en Bella, quien mantiene su forma firmemente, haciéndolo fácil para mí. Emmett habla de más, como siempre lo hace. Intenta presumir, pero cuando Vicky comienza a perder el equilibrio y comienza a mecerse, él no puede mantenerla en el aire.
—¡Genial! —Jasper suena impresionado, pero no alardeo. Sé que nueve de cada diez veces hubiera perdido eso. Esto fue una casualidad, y fue mayormente gracias a Bella. La bajo de inmediato, y ella choca sus manos con las mías, haciendo un pequeño baile saltarín mientras chilla, al parecer más emocionada con este pequeño triunfo que con toda la competencia que acabamos de ganar.
Supongo que ella también es muy competitiva.
Mierda, su sonrisa es tan hermosa. Tan real. Tan honesta.
Conseguimos nuestras camisetas y nos dirigimos al interior de la casa mientras los demás equipos terminan.
La casa del lago es bastante increíble, con techos de doble altura en la sala, una gran chimenea, y una cocina abierta que luce como un desastre. A pesar de ser elegante en sus huesos, grita casa de fraternidad adonde sea que mires. Mesa de ping pong en el fondo, vasos rojos esparcidos por todas partes de esta, y dos tableros de dardos en la pared.
Aparentemente soy el único en nuestro equipo que está completamente exhausto, mientras me siento en el sofá y Emmett práctica más elevaciones con Bella y Vicky... solo por diversión.
Más personas comienzan a entrar mientras terminan las actividades; debemos esperar a que Jasper haga varios anuncios antes de que todos finalmente podamos irnos. Estoy quedándome dormido en el sofá cuando Bella se sienta a mi lado.
—Oye... —Toma el lugar justo a mi lado, a pesar que todo el sofá está disponible—. ¿Estás bien?
—Sí... —Respiro profundo y me siento derecho, tratando de quitar el sueño—. Solo cansado.
—¿Largo día, eh? —Lleva sus piernas debajo de ella, tirando del borde de sus shorts ajustados y bajándolos un poco sobre sus muslos tonificados.
—Condujimos desde Fort Collins esta mañana... —Carraspeo, tratando de mirarla a los ojos, pero todo sobre ella me distrae demasiado.
—¿Estas son las Rocosas? —Sus dedos se estiran con osadía y trazan la tinta en mi antebrazo, moviéndose hacia mi codo.
—El monte Elbert. Sí. —Inhalo, tranquilizándome.
—Eso es tan genial. —Sus dedos siguen su camino hacia mi bicep. Sus uñas están pintadas de diferentes colores brillantes. Su tacto arde—. Siempre he querido un tatuaje, pero mi mamá no me permitirá tener uno hasta que cumpla dieciocho.
Santo cielo, carajo.
—¿Cuántos años tienes? —Mi voz tiembla un poco.
—Diecisiete. —Se encoge de hombros—. Por tres meses más.
—No luces de diecisiete. —Me siento como un jodido pervertido.
Su risa es explosiva.
—¿Dices que luzco vieja?
—No. Lo siento. No. —Froto una mano por mi rostro, desesperada por quitar mi pie de mi boca—. Solo quiero decir por lo buena que eres en todo.
—Buena salvada —dice, dándome un puñetazo suave en el brazo—. ¿Cuántos años tienes?
—Diecinueve. —Esquivo su rostro, todo su ser, mi mirada estudiando las personas que llenan la sala. Nuestros otros compañeros de equipo.
—¿Tuviste un año sabático? —Su tono es suave, pero me trae de vuelta a ella.
—Algo así.
Su mirada es escrutadora, como si ella intentara descifrarme. Me pierdo en sus ojos. En sus labios. En las pecas que se esparcen por su nariz. Su presencia completa es embriagante. Necesito superarlo —superarla— y rápido.
Como si en el momento justo, Jasper entra con el último equipo y comienza su discurso sobre crear vínculos con el equipo y convertirse en una familia. Aunque no sea una regla formal, el mensaje de "manténganse lejos de sus compañeros de equipo" es fuerte y claro.
Las palabras de Jasper tienen sentido. Las relaciones entre compañeros de equipos implican distracciones, complicaciones, pérdida de la concentración, y preocupaciones sobre la seguridad. Estudio a Bella por el rabillo de mi ojo, mientras sigue sentada a mi lado, permitiendo que las palabras de Jasper penetren mi cerebro—como si este discurso estuviera dirigido hacia nosotros, a mí.
Bella está prohibida, eso es muy evidente. Entre eso y su edad, debería tener razones suficientes para mantener mi distancia de ella. Para mantener las cosas casuales, profesionales—amigables.
Lo cual sonaba bien por escrito, pero en la realidad, sus ojos, sus pecas, y esa hermosa sonrisa que tiene nublan mi mente mientras caminamos de regreso a los dormitorios.
~F~
Las siguientes semanas son brutales. Fácilmente lo más duro que he trabajado en toda mi vida.
Acostumbrarme a mis nuevos horarios. Balancear el trabajo y el equipo. Amaneceres. Madrugadas. Encontrar el tiempo y la voluntad para comer todo lo que debo comer así puedo ganar peso y masa muscular. Entrenar. Practicar. Bella.
Bella en realidad no ocupa tiempo extra mío, pero evitarla —para mi propio bien y el suyo— requiere mucho de mí... mentalmente. No pensar en Bella es totalmente imposible, improbable, pero para poder continuar trabajando con ella, necesito superar el efecto que tiene en mí. Y eso, desafortunadamente, no ha sucedido aún.
Para mi desesperación, la entrenadora sigue emparejándonos en la práctica de elevaciones. Su mejor voladora con su peor base. No tiene sentido para mí, pero ella insiste en que ve un gran potencial en nosotros como compañeros de trucos.
Bella ha sido amigable también. Ha pedido pasar el rato un par de veces. Mi aborde hasta ahora ha sido mantener las cosas profesionales, respetuosas; trabajar duramente e irme ni bien terminamos.
Cuando el viernes por la noche llega, estoy emocionado por el fin de semana, el peso de los últimos días se siente pesado sobre mis hombros. Teniendo nada relacionado al equipo, más que entrenamiento de fuerza con Jasper el domingo por la mañana, mi plan es estar solo, trabajar algunas horas, y descansar tanto como sea posible.
Una vez en mi cuarto, me ducho y reviso cuántas calorías aún necesito, optando por un batido proteico para cumplir con mi cuota del día. Cuando Emmett llega, ya me he cambiado por unos pantalones de chándal y estoy acostado en la cama, sin molestarme en apartar las mantas y sin importarme que siga habiendo luz afuera. Mis párpados se cierran ni bien mi cabeza toca la almohada.
—¿No vienes a la reunión de elevaciones en pareja? —Escucho preguntar a Emmett desde la puerta.
—La entrenadora dijo que era opcional —gruño mi respuesta.
—Sabes que eso no quiere decir nada. Aún así tenemos que ir.
—¿A qué hora es? —Giro la cabeza, abriendo un ojo para mirarlo. Él ha tomado una de mis bananas y ya ha comido la mitad de ella.
—Nueve —dice antes de tragar.
—¿Por qué tenemos que hacer algo tan tarde? —mascullo bajo mi aliento.
—Bebé, a las nueve no es tarde. —Emmett ríe, sacudiendo la cabeza en mi dirección.
Estudio el reloj con un suspiro; ya son las ocho. Sentándome con un gruñido, me froto el cuello, tratando de decidir si dormir una pequeña siesta de menos de una hora siquiera valdría la pena.
No necesito una siesta. Necesito una noche completa de sueño... o una semana libre.
—No das a basto, amigo.
—Lo sé. —Suspiro mientras se sienta en su cama frente a mí. Luce genuinamente preocupado.
—¿Por cuánto tiempo vas a ser capaz de seguir con esto? —Él termina la banana y deja caer la cáscara sobre su mesa. Hago una mueca cuando veo que la parte viscosa está tocando la madera.
—No lo sé.
—¿Qué vas a hacer cuando comiencen las clases?
—Esto no está ayudando, Em. —Apoyando los codos sobre mis rodillas, observo mis pies, frotando mi cuello.
—Quizás puedas reducir las horas en Subway. O no pedirlas tan temprano en la mañana.
—De por sí no tengo horas suficientes. —Tener un turno antes del mediodía es la única manera que aún puedo cumplir con los compromisos del equipo. Seis horas al día, veinte a la semana, es a lo que me comprometí. Desearía poder hacer más. El hecho de que me paguen el sueldo mínimo no ayuda.
—¿Vale la pena unas centenas de dólares? Tu mamá incluso dijo que no necesitas buscar un trabajo.
Por supuesto que ella diría eso. Pero ella sigue rompiéndose la espalda para mí. Trabajando turnos dobles y horas extra. Ahorrando cada centavo. Ella ha sacrificado toda su vida por mí.
La universidad es cara. Incluso con ayuda económica. Vivir aquí cuesta mucho dinero.
Suspiro, ahora sintiéndome culpable por quejarme.
—Iré a la cosa. Está bien —digo así Emmett lo suelta. Satisfecho con mi respuesta, él se coloca los audífonos y empieza a bailar como robot frente al espejo.
Decidiendo que dormir tan poco no valdrá la pena, tomo mi teléfono de la mesa de noche. Mis ojos se agrandan cuando veo la notificación de un mensaje proveniente de un número desconocido y su nombre en la primera línea.
A la mierda mi vida.
Me deslizo hacia abajo para ver el mensaje completo sin abrirlo así no aparece como leído.
Hola, soy Bella.
Conseguí tu número por Emmett.
Espero que no te moleste.
Solo me pregunto si vienes a la cosa de las elevaciones en pareja.
¿Quizás podemos practicar los giros dobles? :)
—¿Le diste a Swan mi nombre? —le pregunto a Emmett con mi teléfono aún en mis manos, mientras vuelvo a leer su mensaje.
—¿Eh? —Destapa uno de sus oídos, girando para mirarme.
—¿Le diste a Bella mi número?
—Eh... ¿sí? —Me sonríe de oreja a oreja—. Ella quiere tu po...
—Emmett. Tiene diecisiete años.
—Oh...
—Exacto, entonces...
—¿Entonces qué? ¿A quién le importa? —Me da la espalda, mirándose en el espejo de nuevo—. La edad no es nada más que un número.
—Eh, a mí me importa. A Jasper y a la entrenadora les importaría. A la ley también.
—¿La ley? —Los ojos de Emmett están en mí, la diversión evidente en sus rasgos—. Estoy muy seguro que ella supera la edad de consentimiento aquí. Tendrá dieciocho pronto, ¿cierto? Tienes diecinueve. ¿Qué diferencia hace?
—Ella será capaz de votar. No iré a la cárcel. —Hago una lista con mis dedos—. Solo para mencionar un par.
—Bebé, no irás a la cárcel. —Emmett se ríe fuertemente, como si estuviera bromeando. No lo estoy.
De acuerdo, la cárcel es una exageración. Bella supera la edad de consentimiento, y sí, técnicamente, solo soy un año mayor que ella, pero aún así. Ella es una menor. Una niña en el estricto sentido de la palabra. Ella es mi compañera de equipo, mi compañera de elevaciones. Aún no puedo pensar en ella de esa manera. No lo haré. Simplemente está mal.
—Además —continúa Emmett—. Si la historia es alguna indicación, ella tendrá veinticinco cuando decidas dar un paso, así que todo está bien. —Él vuelve a colocarse los audífonos, al parecer terminando nuestra conversación—. Ella será capaz de votar. —Se ríe mientras repite mis palabras, volviendo a su baile.
Me dejo caer sobre la cama con el teléfono aún en mi mano, una mezcla de temor y emoción creciendo en mi pecho. Evitar a Bella simplemente se volvió más difícil.
Quito su mensaje y marco un número diferente. Va directo al buzón de voz así que espero al pitido antes de hablar.
—Hola, má. ¿Cómo estás? Creí que quizás te encontraría entre turnos. Me está yendo bien. La práctica ha sido divertida. —Miro a través de la ventana, hacia el sol que comienza a ponerse, y contengo un bostezo dentro de mi codo—. Logré un triple. Em lo captó en vídeo. Te lo enviaré más tarde así que revisa tu WhatsApp, ¿de acuerdo? ¿Te conté que le gané aguantando un Cupie? Él aún no lo supera. —Me río de mí mismo mientras Emmett sigue bailando—. Como sea... —Respiro profundo, rascándome el cuello—. Todo está bien. Te llamaré mañana. Te amo. Te extraño. Adiós.
Suspiro y suelto mi teléfono sobre mi mesa de noche, estirándome hacia las zapatillas de animadoras pesadas debajo de mi cama. Son una talla cinco y están llenas de bolsas de plástico, y luego unidas con cinta con dos pares de discos de dos kilos encima. No es exactamente el peso de una voladora, pero es bastante preciso en forma así me ayuda a entrenar mi agarre alrededor de las zapatillas, mi mano gira y se tuerce.
Un doble es complicado, así que practico los movimientos de mi mano una y otra vez hasta que es hora de prepararnos para irnos, diciéndome que los nervios en mi estómago tiene que ver con la elevación particular que aún no he dominado, y no por ver a Bella esta noche.
