Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 14

El gimnasio está vacío cuando Bella y yo salimos del vestuario. Ella se detiene junto a su bolso para beber un poco de agua antes de darse la vuelta hacia mí. Estira sus hombros. Se truena el cuello. Mece sus brazos frente a ella.

—De acuerdo, hay tres elevaciones importantes que tienes que ejecutar con éxito mañana —comienza—. Un lanzamiento con giro doble, pasando a Cupie, preferiblemente. Algunas personas estaban alardeando con un cambio a Cupie izquierdo antes de desmontar. Eso te conseguirá puntos extra y te subirá de nivel. —Camina hacia mí mientras yo jalo de mi cuello—. Luego mortal libre con un brazo. Limpio. Simple. —Para ella, quizás—. Y por último, una extensión mano a mano directo a Liberty.

—Super fácil —digo y ella pone los ojos en blanco.

—No te preocupes por el Cupie Superman. Rosalie simplemente estaba siendo mala. Si logras dos de esos tres, no hay manera que no califiques. Y te he visto hacer las tres durante la práctica. Solo necesitamos mejorar la sincronización.

Sé que puedo hacerlos todos, solo que no lo suficientemente bien o con consistencia.

—Comencemos con un lanzamiento con Cupie izquierdo —dice y sonríe.

—Sí, de acuerdo. —Me río porque ella tiene que estar bromeando.

—Lo digo en serio. Vamos a conseguirlo primero con la izquierda.

—¿Por qué? —Hay una razón por la que solo mi brazo derecho, y solo mi brazo derecho, jodidamente duele. No puedo hacer ni mierdas con mi izquierdo—. Jamás he conseguido ejecutar un Cupie izquierdo prolijo. ¡Mucho menos con un lanzamiento!

—No importa. Ese no es el punto. —Le resta importancia.

—Entonces, ¿hay un punto? —pregunto en broma.

—Sí. —Lleva las manos hacia esas malditas caderas que tiene de nuevo, y suelto un gruñido—. Ya sabes, ¿como cuando intentas hacer una repetición ligeramente por encima de tu máximo, así tu máximo se siente más ligero?

—No hago eso.

—Bueno, ayuda.

Me trono los dedos, uno por uno, sintiéndome cada vez más impaciente.

—¿Vas a cubrir con cinta tus muñecas de nuevo?

—Nah, están bien.

—Cullen...

—Swan... —imito su tono, y ella gruñe, dándose la vuelta y regresando a su bolso de nuevo. Regresa con un rollo en cada mano, sus vendas violetas y la cinta blanca. Toma mis manos, una a la vez, y meticulosamente las venda primero antes de cubrirlas con cinta firmemente, asegurándolas.

Mis dedos ansían sostenerla, plantar mis labios contra los suyos. Afortunadamente, ella da un paso atrás antes que yo.

Practicamos lanzamientos con Cupie, con mi izquierda. Ella hace todo bien. Prácticamente levita. Pero yo no puedo sostenerlo. Todo se siente incómodo con mi mano izquierda.

Pero la atrapo cada vez. Ella nunca se acerca al suelo.

Descansamos por un segundo, y mis manos están en mis rodillas mientras intento recuperar el aliento cuando sus dedos se enredan en mi cabello.

—Casi lo tienes. —Su tono es tan jodidamente suave; provoca cosas en mí.

Me paro derecho, y su mano cae a su muslo con un bufido frustrado.

—Intenta bajar más en tu sentadilla —dice, poniéndose seria de nuevo—. Necesitamos más altura en el lanzamiento. Intentas usar demasiado tus músculos. Si aterrizo a la altura de tu pecho cuando me atrapas, va a ser difícil para ti empujar todo mi peso hasta una extensión completa con tu izquierda todo el tiempo.

Lo sé. Ya lo siento. Mi brazo está ardiendo.

—Tienes que confiar en mí, también —continúa, su mirada fija en mí—. Deja que yo salte. Usa mi salto. ¿De acuerdo?

Asiento y me seco el sudor de la frente con mi muñeca vendada.

Ella da un paso hacia mí.

—¿Confías en mí?

—Por supuesto que confío en ti.

—Cierra los ojos —instruye.

—Swan...

—Solo ciérralos.

Hago lo que dice sin quejarme, y entonces la siento. Simplemente la siento. Su presencia. Su calor. Me envuelve. Ella toma mis manos, levantándolas entre nosotros, antes de enlazar sus dedos con los míos.

—¿Sientes eso? —Intensifica su agarre alrededor de mis dedos, una corriente de energía que vibra, transfiriéndose de su piel a la mía.

—Siento todo. —Mi voz sale apenas en un susurro—. Diablos, Swan, ¿qué me estás haciendo?

La escucho inhalar profundamente, y entonces sacude suavemente mis manos, aflojando su agarre en mis dedos. Mis manos caen a mis costados mientras las suelta.

Cuando abro los ojos, ella me está observando, con ojos bien abiertos, con confianza, y tan jodidamente hermosos.

—Apuesto a que puedes lanzarme y atraparme con los ojos cerrados. —Sonríe tentativamente, sus dientes capturan la esquina de su labio inferior.

—Sí, no probemos eso.

Ella se ríe un poco, dándose la vuelta y preparándose para nuestro próximo intento con el Cupie izquierdo. Cuando tomo sus caderas con mis manos, ella da unos golpecitos a mis muñecas con sus dedos, tres veces, como siempre. Esta vez, me agacho más que antes, usando todo lo que posiblemente puedo de mi sentadilla. Aflojo mi agarre en sus caderas, permitiéndole saltar. Fluye mejor, y ella jodidamente flota. Mi brazo está extendido mientras mis dedos aferran sus zapatillas. Absorbo con mis rodillas, manteniendo mi brazo bloqueado.

Funciona.

Ella chilla mientras forma una V con sus brazos en alto.

Mi primer lanzamiento con Cupie izquierdo.

Mientras la dejo en el suelo, ella voltea y salta sobre mí. Lleva sus brazos alrededor de mi cuello. Sus piernas alrededor de mi cintura. Su pecho firme contra el mío.

—¡Lo hiciste! —Sonríe brillantemente. Yo también sonrío. No puedo evitarlo. Envuelvo un brazo alrededor de ella, manteniéndola cerca de mí.

Diablos, lo hice.

Nos separamos incómodamente, y ella acomoda su cabello detrás de sus orejas mientras que yo bajo la mirada.

Pero ella es implacable, y volvemos a trabajar de inmediato.

Probamos otros lanzamientos con la derecha, y justo como ella dijo: mucho más fácil. Seguimos con las elevaciones con giro doble, lo cual es todo ella y sus habilidades. Simplemente necesito lanzarla con un giro así ella puede hacer dos giros de trescientos sesenta grados al subir, y entonces solo necesito atraparla. Me toma un tiempo pillar el agarre correcto, pero ella es capaz de pararse sobre cualquier cosa, en cualquier parte de mi mano, con uno o dos pies.

Probablemente pueda caminar sobre el agua.

Estamos sincronizados, nuestros intentos fallidos quedan atrás. Nada importa ya, solo lograr las elevaciones con ella.

Entonces pasamos a las mortales libres con un brazo, una de mis habilidades favoritas. Es un movimiento de élite. Es muy difícil ya que tengo que lanzarla hacia atrás y entonces atraparla... todo con un brazo. Me preparo detrás de ella, mi mano en su espalda baja. Sé que no debo notar cómo mis dedos se extienden por sus caderas, de izquierda a derecha, de pulgar a meñique.

El lanzamiento es un desastre. No obtengo altura. Sus pies se resbalan de mi mano y aterrizan en mi pecho, haciéndonos caer a los dos.

Pero la atrapo. Lo hago. Afortunadamente, diablos. Cayendo dolorosamente sobre mi trasero, suelto una carcajada porque soy un jodido desastre.

—Ay... —digo mientras ella se ríe sobre mí—. ¿Estás bien?

—Estoy bien. —Se pone de pie y me ofrece una mano, ayudándome a pararme—. ¿Qué pasó?

—Diablos, no lo sé —miento.

Ya no miro a sus caderas; simplemente miro adelante mientras me agacho detrás de ella, y somos capaces de lograr varias repeticiones.

Cuando comenzamos a hacer la extensión mano a mano, me encuentro exhausto. Ella también luce cansada. Está sudando, lo cual es raro cuando hacemos elevaciones. Su rol trata solo de fineza. Técnica. No de fuerza bruta como el mío.

Las extensiones mano a mano son las que más me distraen. Con ella parada de manos en mis palmas, no tengo manera de esquivarla. Tengo que mirarla. Y ella también me mira. No puedo soportarlo. Finjo no notar cómo su cuello está enrojecido y húmedo, y el contraste de su cabello oscuro pegándose a este. Mis brazos tiemblan debajo de ella; mi brazo izquierdo cede, pero ella lo compensa sosteniendo su peso con el brazo opuesto, ayudándome así puedo acomodarme.

Ella es tan jodidamente buena en esto.

Yo tiemblo por completo, pero la sostengo en su lugar el tiempo suficiente para que cuente.

Ante mi señal, desciendo y la empujo hacia arriba así ella pueda girar con la altura suficiente para aterrizar con sus pies sobre mis manos. Ella lo ejecuta con éxito, pero no tengo un buen agarre, así que se inclina hacia un costado. Soy capaz de atraparla, evitar su caída, y caigo sobre mi costado con ella en mis brazos.

—Mierda, ¿estás bien? —Observo el techo del gimnasio, pequeñas estrellas esparciéndose en mi visión.

—Estoy bien. —Ella gira para bajarse de mí y quedar sobre su espalda a mi lado—. ¿Y tú? —Se pone de pie entonces, a mi lado. Ella extiende una mano, pero niego con la cabeza, incapaz de moverme del suelo. Esa última caída estuvo cerca, y no voy a arriesgarme más.

—He acabado —digo, tratando de respirar—. No podría hacer una repetición más, incluso si me lo rogaras.

—¿Estás seguro de eso? —Lleva sus manos a sus caderas, parándose cerca de mi cabeza, una sonrisa tentadora en su rostro. Está respirando con dificultad, lo cual hace que sus abdominales se tensen y mi mente de vueltas.

Creo que gimoteo en voz alta.

—Por favor, no me ruegues.

—De acuerdo. —Se aleja, regresando rápidamente con nuestras botellas de agua en mano.

—Gracias. —Se sienta, aún jadeando, y me tiende mi botella, sentándose a mi lado. Permanecemos allí en silencio por un momento, bebiendo agua y regulando nuestra respiración.

—¿Pudiste practicar tus pasadas de gimnasia para mañana? —pregunta Bella, volteando a mirarme.

—Cielos, eres peor que la entrenadora Hale. —Me echo hacia atrás, apoyándome sobre mis manos, sacudiendo la cabeza.

Ella se ríe entonces, fuerte y honesta, y la risa llena todo el gimnasio.

—Te probaran para eso mañana también —explica después de calmarse.

—Lo sé.

—Tus habilidades gimnásticas son consistentes, pero solo digo, ahora que estás cansado sería momento de que lo intentes. Si puedes completarlas esta noche, puedes hacerlas en cualquier momento bajo cualquier circunstancia.

La observo por un momento un poco demasiado largo.

—¿Por qué me ayudas?

—¿Por qué no debería?

—No lo sé. —Me encojo de hombros, usando mi hombro para secar el sudor que cae por mis sienes.

—Somos amigos, ¿cierto? —Su labio tiembla juguetonamente, sus ojos brillantes—. Eso es todo lo que somos.

—No lo hagas. —Lucho contra mi sonrisa porque ella es una tentación y será mi fin.

Ella sacude la cabeza, su rostro se vuelve serio.

—¿Por qué no debería ayudarte? Eres la persona más trabajadora que conozco. No pierdes el tiempo... jamás. Aceptas las críticas y las usas para mejorar. Tienes mucho potencial.

—Pero podrías decir eso de la mayoría del equipo.

—Eh... no. —Se ríe de nuevo, haciéndome sentir tembloroso—. No te ves con claridad, Cullen. —Me echa un vistazo por encima de su hombro mientras rodea sus rodillas con sus brazos, su mirada atrayéndome—. Eres respetuoso. Eres tan gentil conmigo. Eres gracioso. También eres un regalo para los ojos —añade con una sonrisa.

—Detente. —Me río, observando mi botella de agua.

—Y un día harás a un chico afortunado muy, muy feliz.

Sé lo que está haciendo—está presionándome, buscando una reacción. Lo sé. Mis orificios nasales siguen dilatados, y mi mano se encuentra alrededor de su codo antes de poder contenerme. Cómo deseo poder mostrarle todo lo gay que no soy.

—Te crees muy graciosa. —Mis dedos se intensifican alrededor de su codo, pero ella ni siquiera se sobresalta.

En cambio, se ríe como si fuera nada, a pesar que su mirada baja a mis labios mientras la acerco a mí. No sé cómo logro no besarla, especialmente después que se humedece los labios con la lengua.

Con una inhalación temblorosa, suelto su codo y escondo mi rostro en el pliegue de mi brazo con un gruñido.

—Oye, lo siento. Solo fue una broma. —Su tono es suave, lleno de disculpas, pero cuando sus dedos alcanzan mi cabello, me pongo de pie rápidamente.

—Swan, no hagas eso —le advierto.

—¿No haga qué? —Se para detrás de mí, sus ojos ardientes. Es una pregunta retórica, ella sabe exactamente lo que está haciendo.

—Siempre haces esto. Me tocas. Agarras mi cabello. Me vuelve loco.

—¿Entonces qué? No es como si te guste de esa forma. ¿Cierto?

—Sí. ¡Lo haces! Ese es todo el problema.

—Entonces, ¿por qué lo combates? —Se cruza de brazos, como si a esto es adonde quería llegar.

Respiro profundamente, pellizcándome la nariz y tratando de acomodar mis pensamientos.

—Bella, no podemos estar juntos.

—¿Quién lo dice?

—¿La entrenadora Hale? ¿Jasper? ¿La sociedad? ¿El sentido común? Diablos, no lo sé.

—Oh, por favor. ¿Realmente crees que después de pasar todo este tiempo juntos, viajando, entrenando, no habrá ligues en el equipo?

—Entonces, ¿eso es lo que quieres? ¿Un ligue?

—No. Pero solo digo que la regla de "mantente lejos de tus compañeros de equipo" es una mierda. —Está nerviosa, respirando con dificultad. No sé qué hacer conmigo mismo.

Camino lejos de ella entonces, dirigiéndome hacia el tatami, odiando todo sobre ello.

—¡¿Qué haces?! —gruñe fuerte detrás de mí.

No puedo lidiar con esto ahora mismo. No soy lo suficientemente fuerte para resistirla. Me preparo en una esquina y respiro profundo, dolorosamente consciente de que me está observando.

—¡Cullen! —chilla detrás de mí, pero entonces voy a por ello, practicando mis movimientos gimnásticos una y otra vez, agregando giros que ni siquiera son parte de la rutina. Hasta sentirme mareado y sin aliento. Hasta que ella desaparece, y me detesto por ello.

~F~

Observo el andamio de metal a lo largo del techo del gimnasio, mi cuerpo pegado al tatami, hasta que mi respiración desacelera y soy capaz de ponerme de pie. Enrollo las alfombras acolchadas que cubren el duro piso de la cancha de básquetbol y las guardo, todo mi cuerpo adolorido y quejumbroso con cada movimiento. Espero que un baño helado ayude a que mis músculos se recuperen para mañana.

Espero que un poco de descanso me ayude a despejar la mente, así puedo encontrar a Bella y disculparme con ella... de nuevo.

Me quito la camiseta empapada y camino de regreso al vestuario. Me detengo cuando me quedo sin aliento cuando la veo, sentada junto a mi bolso, su pierna estirada a lo largo del banco, una compresa fría sobre su tobillo derecho. Su cabeza está echada hacia atrás, contra la pared, su toalla violeta cubriendo sus ojos.

Me quedo parado allí por un segundo, contemplando qué mierda hacer. Mi primer instinto es cobardemente pasar por su lado e irme, o darme la vuelta y salir por las puertas del frente mejor, pero ella se encuentra sentada justo al lado de mi bolso. Contemplo las potenciales consecuencias de dejar mi teléfono, mis llaves, y mi billetera atrás, y no tomar el baño helado, cuando ella repentinamente se sobresalta, apartando la toalla de su cabeza.

Sus ojos encuentran los míos en un instante, pero entonces sutilmente bajan por mi cuello y mi torso, dejando un camino ardiente en mi piel. Sus mejillas enrojecen mientras ella se detiene, levantando la mirada hacia mí.

—Lo siento —dice rápidamente, sonando nerviosa—. Estaba a punto de irme. —Toma la compresa fría de su tobillo y se baja del banco, su pie izquierdo aún cubierto por su zapatilla, mientras que el derecho está desnudo y ligeramente enrojecido.

—Swan...

—Está bien. —Toma su bolso apresuradamente, sin mirarme y claramente cojeando—. No tienes que huir lejos de la tentación con volteretas o lo que sea. —Se ríe nerviosamente, echándome un vistazo de nuevo antes de girar y recoger el resto de sus cosas.

—¿Está bien tu tobillo?

—Sí, está bien. —Tiene todas sus cosas en sus brazos y su mirada fija en la puerta mientras pasa por mi lado.

—Déjame ayudarte a vendarlo. —En contra de mi buen juicio, mi mano rodea su codo, deteniéndola a mi lado.

—No te preocupes por ello —dice suavemente, su mirada aún esquivándome.

—Lo siento mucho —digo con mi mano aún en su codo. Ella me mira con pestañas mojadas y ojos que hacen doler mi pecho—. Soy un asno, ¿de acuerdo? Simplemente a veces, me tomas por sorpresa, y tengo problemas para... —Me tomo un segundo para respirar porque ella se encuentra demasiado cerca que puedo sentir su calor en mi brazo, y tengo problemas, todo el puto tiempo. Para resistirla. Para controlarme. Para ser bueno. No lo sé, demonios—. Simplemente tengo problemas, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. —Su voz es apenas un susurro, sus ojos aún fijos en los míos como si temiera mirar a otra parte.

—Tienes diecisiete años, Bella. —No sé qué intento explicar. Quizás solo intento convencerme a mí mismo—. No puedo...

—Solo tendré diecisiete por un mes más. ¿Y cuál es el problema? Tienes diecinueve. Eres quince meses mayor que yo. Eso es todo. No es nada.

—Eso es... algo.

—Está bien, Edward. —La manera en que dice mi nombre envía un escalofrío por mi cuerpo. Ella casi nunca me llama por mi nombre—. Lo entiendo. Está bien. No tienes que usar nuestra edad como una excusa.

—No sé qué es lo que crees que entiendes, pero no es una maldita excusa —siseo, soltando su codo y dando un paso atrás en un inútil intento por calmarme—. No tienes idea de lo difícil que es esto para mí. El poco control que tengo ahora mismo. Lo mucho que quiero... —Me detengo. No puedo decirlo en voz alta. Sus ojos se agrandan un poco ante mi pequeño arrebato mientras me sigue observando—. Pero no puedo. No podemos.

—Lo que no podemos es seguir así. —Envuelve sus brazos alrededor de sí misma, y sus ojos se llenan de lágrimas, rompiéndome en dos—. Porque esto duele.

—Lamento eso. —Me apresuro a su lado, desesperado por consolarla. Mis articulaciones se sienten flojas y mis huesos débiles—. Lo último que quiero es lastimarte. S-Solo no sé qué más hacer o cómo lidiar mejor con esto.

Ella suspira, esquivando mi mirada. Una sola lágrima cae de su ojo mientras mis manos duelen por aferrarla.

—Bella. —Me preparo con honestidad porque no tengo nada más—. Desde el momento en que te conocí, no he sido capaz de dejar de pensar en ti. No puedo dejar de desearte. Y me vuelve loco, literalmente demente.

Sus labios se tuercen en una casi sonrisa, pero entonces niega con la cabeza, al parecer molesta consigo misma, o con mis palabras, o conmigo, o con todo en el medio.

—Mi mente dice que no podemos estar juntos, pero la idea de que estés con alguien más me mata. Y sé que eso es injusto, y jodidamente tóxico, pero no puedo evitarlo. Creía que podría lidiar con ser solo tu amigo, pero es jodidamente difícil.

Sus brazos pierden su agarre alrededor de su torso, y los deja caer a sus costados mientras suspira, echándome un vistazo entre sus pestañas húmedas.

—No quiero meterte en problemas. —La verdad sigue escapándose de mí, y estoy demasiado cansado como para que siquiera me importe—. No quiero arruinar mis posibilidades aquí. O las tuyas. Todo está en juego, y hay mucho en riesgo. —Mis hombros caen con agotamiento mientras exhalo, las semanas detrás de mí pesándome. Hay alivio también, por haberle contado todo esto, de que ella sepa lo que realmente siento por ella.

Simplemente estoy muy, muy cansado.

—De acuerdo —dice, acercándose, y cuando levanto la mirada, tiene una sonrisa dulce para mí, una real—. No tenemos que resolver esto esta noche. Tenemos una segunda oportunidad en las pruebas mañana. Concentrémonos en eso.

Exhalo con alivio, notando que ella permanece cuidadosamente lejos de mí.

—Necesitas descansar —continúa—. Los dos lo necesitamos. Va a estar bien, lo prometo. Podemos hablar después de las pruebas, ¿sí? —Da un paso hacia la puerta, y mi mirada baja a su tobillo cuando ella ligeramente cojea.

—Déjame vendar tu tobillo —ruego desde mi lugar, aliviado cuando ella se detiene y voltea para mirarme—. ¿Por favor?

—Está bien. —Su mirada baja a mi torso de nuevo, y ella se sonroja—. Pero necesitas ponerte una camiseta.

—Trato. —Sonrío, mirando la camiseta empapada que sigue en mi puño. Me coloco la cosa asquerosa de nuevo, sin importarme realmente mientras que la haga sentir más cómoda, mientras que facilite más eso para ella, para nosotros.

Ella camina de regreso hacia el banco; su cojera es más pronunciada mientras camina de puntitas de pie solo con su pie derecho. Se sienta y me dejo caer a su lado con un bufido. Ella toma las vendas de su bolso y yo palmeo mi muslo, indicando que coloque su pie sobre mí.

—No está muy hinchado. Eso es bueno. —Inspecciono su pie con diligencia, con cuidado de no ser demasiado brusco con mis movimientos.

—No es tan malo, en serio —dice, retorciendo los dedos de su pie, sus uñas pintadas de un rosa chillón—. Solo quería tomar todas las precauciones así se encuentra bien para mañana.

Cuando mis dedos frotan el arco de su planta, ella suelta unas risitas, retorciéndose debajo de mí.

—Oye, detente —digo cuando intenta apartar su pie. No quiero que ella se lastime más su tobillo con un movimiento repentino.

—¡Hace cosquillas! —Sus risitas se intensifican, y jala su pie de nuevo. Tengo que respirar profundamente, levantando la mirada hacia ella, mientras presiono mi mano bajo su pie.

—Bueno, aguantátelo —bromeo, haciendo su pie hacia atrás en mi muslo. Su risa disminuye mientras envuelvo meticulosamente su tobillo, asegurándome de que no esté muy ajustado o muy flojo. Cuando termino, le echo un vistazo y me está mirando fijo.

—Luces agotado. —Su tono es suave y dulce.

—Lo estoy. —Me aparto el cabello de la frente mientras ella se estira en busca de su zapatilla y quita su pie de mi pierna. Son solo pasadas las ocho cuando miro mi teléfono, y estoy hambriento. Las barras Rice Krispies que inhalé después de las pruebas ya se han digerido.

—Deberías poner hielo... a todo. —Suelta una pequeña carcajada mientras termina de atar su zapatilla.

—Lo haré —digo con una risita, respirando profundo—. Tomaré un baño de hielo. —Señalo con mi cabeza hacia el cuarto detrás de los casilleros—. Luego iré a casa.

—Está bien... —Se baja del banco y se para frente a mí, jugando con las tiras de su bolso deportivo—. Estuviste increíble hoy. Tengo un buen presentimiento sobre mañana.

—Espero que tengas razón. —Levanto la mirada, directo a sus ojos, nuestra diferencia de altura reducida con ella de pie y yo aún sentado en el banco. Levanta su mano hacia mi cabello pero se detiene a mitad de camino, dejándola caer a su costado, como si quizás lo entendiera ahora y ya no me tocará de esa forma. No sé si estoy más aliviado o molesto por eso.

Da unos pasos hacia atrás, su pie ahora más firme con su tobillo vendado y su zapatilla puesta.

—Deberías elevar tu tobillo por un rato —le digo, aún un poco preocupado por su lesión.

—Lo haré. ¿Dormirás esta noche?

—Eso espero —digo, estirando mi espalda.

—Intento no pensar demasiado. —Esa pequeña sonrisa tonta aparece en su rostro, llenando mi pecho.

—Es más fácil decirlo que hacerlo.

—Te veré mañana, Cullen.

—Adiós, Swan. —La observo mientras desaparece por la puerta, deseando que ella pudiera haberse quedado aquí conmigo, deseando que pudiera haberla acompañado de vuelta hacia los dormitorios. Sé que es mejor así. Necesitamos mantenernos concentrados para mañana. Quedar en el Equipo A es por lo que he estado trabajando todo el verano, en los dos meses que he pasado aquí con ella. Haré todo lo que sea humanamente posible para lograrlo.

Y después de calificar, hablaré con Bella. Hablaremos con Jasper. Encontraremos una manera. Porque ella tiene razón, no puedo seguir así.


Parece que Edward dejará de resistirse jaja

Van a poder encontrar los videos de las elevaciones, también de la caída si lo encuentro jajaja, en los comentarios de la publicación en el grupo :)

¡Gracias por leer!