Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 17

—Caramba, ¿en serio te estás afeitando? —Emmett entra al baño, una media manzana comida en la mano. Debería haber puesto traba a la puerta.

—¿Te molesta? —Mi rostro está cubierto con espuma de afeitar, y solo tengo una toalla alrededor de mi cintura.

—Solo me pregunto qué te estaba llevando tanto tiempo. —Se sienta sobre la tapa del inodoro cerrado, dándole un mordisco a la manzana y mirándome—. ¿Cuál es la ocasión?

Me inclino hacia el espejo y comienzo con mi costado derecho, planeando ignorarlo.

—No me iré hasta que me lo digas. —Toma su bolso de cuidado personal del mostrador, sacando su cortaúñas y colocando el cesto de basura debajo de él.

—De acuerdo —digo antes que las uñas comiencen a volar por todas partes—. No es gran cosa, así que no lo conviertas en una...

Sus cejas se alzan, sus labios se estiran, pero afortunadamente, baja el cortaúñas.

—Invité a salir a Swan. —No le doy vueltas al asunto; se lo digo directamente. Él iba a enterarse de todos modos. Vuelvo a mirar al espejo y continúo afeitándome, esperando su reacción exagerada.

Dos pasadas más en mi rostro, y él aún no ha dicho nada, por lo que lo miro y él le da otro mordisco a la manzana, en silencio.

—¿No tienes nada que decir?

—Me dijiste que no exagerara —dice mientras mastica.

Ah, mierda...

Algo ocurre. Él sabe algo y no me lo está diciendo. Debería haberlo sabido. Bella está prohibida. Me echarán el equipo.

Cuando Emmett comienza a reír, doblándose sobre el inodoro, lo fulmino con la mirada.

—¿Qué mierda pasa?

—Oh, bebé... —Se pone de pie y camina detrás de mí, posando una mano sobre mi hombro y mirándome a través del espejo—. Deberías haber visto tu rostro.

Coloco ambas manos sobre la encimera, respirando profundo y observando el lavabo.

—¿Estoy loco por hacer esto? ¿Por actuar como si puedo salir con ella y ser compañeros de equipo, y que todo estará bien?

—Oye... —Emmett sacude mi hombro, haciéndome levantar la mirada—. Estás loco... —dice, y suelto un gruñido—. Por haberte contenido todo este tiempo. Jamás creí que durarías todo el verano.

—Entonces, ¿crees que está bien?

—Ya era hora, eso es lo que creo. —Me da unas palmadas en la espalda, sonriendo hacia el espejo—. Usa mi loción para después de afeitar y mi humectante. —Menea las cejas antes de desaparecer por la puerta.

~F~

Paso una mano por mi rostro afeitado, no acostumbrado a este y sintiéndome cohibido. ¿Por qué me afeité? Bella va a pensar que soy raro. Inhalo profundo antes de tocar a la puerta, y al siguiente segundo, ella está allí, abriendo la puerta, en shorts de jean y una blusa corta floreada y amarilla, con su cabello suelto y unos aros.

—Cullen... —Tiene una sonrisa enorme para mí. Se está sonrojando. Está radiante. Ya no me importa mi decisión de afeitarme.

—Swan... —Me apoyo contra el marco de su puerta, ciertamente maravillado, y suelto un gruñido mientras presiono mi frente contra el marco de madera, echándole un vistazo por el rabillo de mi ojo—. Mierda, luces increíble.

Ella siempre lo hace. Simplemente jamás se lo he dicho.

—¿Eso es algo malo? —Se ríe un poco, bajando la mirada hacia ella misma, sus pies en zapatillas haciendo un pequeño repiqueteo—. No estaba segura de qué ponerme. No me dijiste adónde íbamos o que íbamos a hacer. Así que... ¿espero que esto esté bien? —Me mira bajo sus pestañas, las cuales parecen estar más rebosantes ahora, haciendo que sus ojos luzcan más grandes.

—Perfecta. —Mis dedos arden, ansiando tocarla, sostener su mano o algo, pero probablemente sea mejor que no haga eso mientras seguimos en los dormitorios. Me aparto del marco de la puerta, haciendo lugar para ella mientras se coloca su pequeña mochila. Respiro profundo e intento transformar pensamientos coherentes en palabras—. Pensé que podríamos ir de paseo. ¿Al sendero en el cañón? ¿Has ido ya? No está muy lejos ni es muy empinado, y...

—Suena genial. —Sonríe, cerrando la puerta detrás de ella, y camina por mi lado, sus caderas moviéndose de lado a lado. La sigo sin poder contenerme.

Estoy perdido. Arruinado. Muerto.

El sendero en el cañón se encuentra a unos minutos a pie de los dormitorios, y ni bien nos encontramos bajo la cobertura de los árboles, tomo su mano. Ella me sonríe y enlaza sus dedos con los míos, así que exhalo con alivio.

—No puedo creer que comenzamos las clases la próxima semana —empieza emocionadamente—. Jamás he estado en un salón de clases antes, mucho menos uno de universidad.

—¿En serio?

—Educada en casa, ¿recuerdas? —Me mira, encogiéndose de hombros.

—Cierto... Supongo que tampoco he estado en un salón de clases universitario.

—¿Sabes cuál será tu especialización?

—Sigo sin decidirme. Probablemente Educación Física o algo así... ¿qué hay de ti?

—Nutrición —dice con facilidad, sin siquiera pensarlo—. Con un adicional en Psicología.

—Diablos, lo tienes todo pensado.

—Quiero aprovechar mi tiempo aquí todo lo posible; es por eso que creamos un plan.

—¿Creamos?

—Mis padres y yo —dice casualmente mientras seguimos caminando—. Mi papá Phil, y mi mamá se encargan de todos mis otros compromisos y mis finanzas, así yo no tengo que lidiar con nada de eso. Por lo que tenía sentido que ellos me ayudaran a planificar mi semestre también. Así puedo tener tiempo para mis otras responsabilidades.

—¿Además de las clases y la animación? —Una chispa de protección me molesta. Quizás sea por lo que Jasper dijo, o no llegó a decir, pero la ansiedad se asoma. Estoy preocupado por ella. Que tenga mucho entre manos. Que sus padres pueden estar presionándola mucho.

—Sí, como comerciales y eventos para la línea de ropa —comienza—. Las cosas de las redes sociales... ya sabes, todo eso.

—¿Cuándo tienes tiempo para ti misma?

—¿A qué te refieres? —pregunta un poco distraída, volteando para mirarme.

—Como disfrutar del momento, o lo que sea.

—Disfruto del momento. —Sonríe con dulzura, sus ojos inspeccionando mi rostro.

—¿Sí?

—Estoy disfrutando de este momento. —Se acerca a mí, nuestros brazos chocando entre sí mientras se inclina hacia mí.

La respiro, haciendo lo mismo.

—Es solo que parece ser mucho...

—Mira quién habla, Cuatro-Horas-de-Sueño Cullen. —Se ríe, haciéndome sonreír.

—Oye, dormí como diez horas anoche.

—¡Bien por ti! —Gira para mirar el paisaje a nuestro alrededor, una expresión contenta y tranquila en su rostro.

—Pero lo digo en serio... —La jalo hacia mí suavemente, deteniendo nuestros pasos.

—Lo sé —dice, dando un paso hacia mí, parándose de puntitas de pies, sus ojos muy abiertos y llenos de confianza—. Sé que es mucho, pero estoy bien. Puedo con ello; lo prometo.

Mis manos buscan su rostro, mis pulgares en sus mejillas, y lentamente me agacho hasta que mis labios hacen presión contra los suyos, como he estado muriendo por hacer desde que nos fuimos del gimnasio temprano hoy. Cuando me separo, sus ojos están cerrados, un sonrojo intenso esparciéndose por sus mejillas, y sus dedos cerrándose alrededor de mi camiseta mientras respira profundo.

—Al parecer, esto es con lo que no puedo lidiar —dice antes de abrir los ojos y mirarme fijamente mientras baja sobre sus talones.

—¿Qué pasa?

—Tú. Tus besos. Acabas de hacerme desmayar, amigo.

—¿Eso es algo malo? —repito sus palabras de antes, incapaz de contener la sonrisa que amenaza con asomarse en mi rostro. Al parecer los dos tenemos el mismo efecto en el otro.

—Lo es si esperas que camine derecha por el resto del camino y que no me caiga de cara.

Busco su mano, riéndome para mí mismo.

—No te preocupes. No te dejaré caer. —Jamás lo haré.

~F~

Nos lleva alrededor de media hora llegar el mirador del sendero, junto al cañón y con una vista de todo el campus y las montañas detrás. Sigue estando bastante soleado, pero no hace demasiado calor casi al atardecer. El viento se siente agradable mientras nos asomamos hacia las rocas.

—Oh, vaya, esto es increíble —dice Bella frente a mí.

—Entonces, ¿no has estado aquí arriba?

—Nop... —Juega con las tiras de su mochila mientras camina pasando por el banco de madera y hacia el borde del peñasco—. Emmett y yo nos quedamos en la parte baja del sendero durante nuestras corridas matutinas. ¿Vienes aquí mucho?

—A veces... cuando necesito un respiro. —Me paro detrás de ella, el cielo azul con algunas nubes frente a nosotros—. Es bonito y tranquilo.

—A un lugar tranquilo. —Mira por encima de su hombro, directo a mí, mientras repite el único pedido que ella tenía para nuestra cita—. ¿Donde podamos estar a solas?

—Exactamente. —Le sonríe, sintiéndome exitoso. Sostengo su mano y la llevo hacia el banco, donde nos sentamos uno junto al otro mirando hacia el peñasco—. No es un restaurante elegante, pero traje bocadillos.

Ella arquea una ceja mientras yo abro mi mochila. Dos bananas, dos cajas de jugos, varias barras de granola, y una manzana.

—Tenía dos manzanas, pero Emmett se comió una. —Me río mientras coloco todo en el banco en el espacio entre nosotros.

—Gracias. —Me sonríe cariñosamente, sus ojos fijos en mí.

—No es nada especial. —Me encojo de hombros, estirándome en el banco—. Son del comedor. —Realmente no tuve tiempo de planificar nada.

—No se puede llevar la comida. —Suelta unas risitas suaves, tomando una de las barras de granola. La gira en su mano, inspeccionando el dorso.

—Nos cobran de más por ella de todos modos —bromeo, mi atención en ella mientras continúa examinando la barra, chequeando los ingredientes, asumo.

Cuando baja la barra de granola, me mira.

—¿Puedo comer la manzana?

—Por supuesto.

—Gracias. —Me mira mientras le da un mordisco a la manzana—. Esto es muy dulce, Cullen.

—Prometo que te daré una cita apropiada. —Abro el envoltorio de la barra de granola y arranco de un mordisco la mitad de esta.

—No necesito eso. —Se acerca a mí, y yo envuelvo mi brazo a su alrededor—. Esto es perfecto.

Comemos con nuestra mirada en el paisaje, con su cabeza sobre mi hombro, mientras observamos las nubes pasar.

Nos besamos también, hasta que me encuentro sin aire e incómodo en mis shorts.

—Creía que jamás me besarías hasta que tenga dieciocho años —dice Bella con un pequeño jadeo cuando nos separamos.

—Mierda, Swan, no me lo recuerdes. —Dejo caer mi frente sobre la suya, exhalando bruscamente.

—Eso es lo que iba a pedir por mi cumpleaños. —Se ríe, jalando mi rostro—. Ahora, tendré que pensar en otra cosa.

—Detente. —Presiono mis labios entre sí para evitar reírme.

—Está bien. —Estira las sílabas con un suspiro mientras sus manos rodean mi rostro.

—Soy un viejo decrépito —digo, medio bromeando, y ella suelta unas risitas. Mierda.

—Tienes cajas de jugo para cenar, y tu cereal favorito es Lucky Charms.

—¿Qué tiene de malo Lu...? —Abro los ojos, y ella me está observando con una sonrisa de oreja a oreja.

—También eres un adolescente —continúa—. Y en menos de un mes, solo serás un año mayor que yo.

—Aún así...

—Además... —Desliza sus dedos por mi mandíbula—. Tan suave como un bebé.

—¿Lo odias? —pregunto juguetona.

—¿Bromeas? Quiero decir, también me gusta la barba, pero no, no lo odio. Nada puede quedar mal con esta mandíbula. —Se inclina hacia adelante, presionando suaves besos a lo largo de mi mandíbula antes de apartarse y mirarme.

Inhalo profundo y llevo varios mechones de su cabello por detrás de su oreja.

—¿Crees que va a estar bien? Nosotros... con el equipo y todo. —Mi tono es más bajo, ya no es juguetón, e intento expresar con mis ojos que voy en serio con esto.

—Por supuesto que va a estar bien. —Voltea para mirar el paisaje, encogiéndose de hombros—. Además, no es asunto de nadie.

—Okey... —Me pregunto si ella se refiere a solo el equipo, la entrenadora y Jasper, o si sus padres también, pero no presiono el asunto—. Entonces, ¿nos escondemos por ahora?

—Lo mantenemos entre nosotros. —Me mira—. ¿Recuerdas nuestra promesa de meñiques?

—No importa lo que pase... —recito mientras ella sujeta mi meñique con el suyo.

—No permitimos que afecte nuestro desempeño —termina las palabras que prometimos al otro anoche.

—De acuerdo. —Inhalo y echo un vistazo a nuestro alrededor, el cielo que se tiñe de rosa, el atardecer inminente. Estoy contento de haber traído linternas de cabeza para usar cuando regresemos.

—¡Santo cielo, esta vista es espectacular! —Se pone de pie y camina hacia el peñasco—. ¡La iluminación es perfecta también! —Comienza a alizar el suelo con sus zapatillas, sin mirarme. Ella no tiene que decírmelo; sé lo que quiere hacer.

—¿Tienes tu cámara? —Me pongo de pie también, rotando mi hombro.

—¡Por supuesto que sí! —Me mira, su rostro iluminado.

—Por supuesto que sí. —Me acerco a ella. Solo otro beso—. ¿Acaso puedes hacer elevaciones en eso? —Deslizo un dedo por la tela de su blusa, y ella me pone los ojos en blanco.

—No te preocupes —dice, sonriendo diabólicamente y dando un paso atrás—. Tengo un bralette debajo.

Mierda.

Lo que sea que es un bralette, ella dobla el frente de su blusa por debajo de este e intento no mirar.

En los siguientes minutos, Bella ubica su cámara en su pequeño trípode sobre el banco. Me hace parar frente a esta mientras juega con las configuraciones, los ángulos y la iluminación, riéndose de mis poses.

Y así es cómo pasamos nuestra primera cita, con su cámara tomando fotos y nosotros haciendo elevaciones durante todo el atardecer.