Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.
Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!
Capítulo 31
BPOV
Elizabeth Cullen, Lizzie, es hermosa sin siquiera intentarlo.
Su cabello es de color marrón cobrizo, así como el de Edward —excepto por las mechas grises que rodean su rostro— y cae en ondas sobre sus hombros. Sus ojos son verdes, profundos y expresivos como los de mi Chico de Colorado favorito, y no parece que ella use maquillaje. Ni siquiera lo necesita.
También es amigable, y dulce, y simplemente todo lo que hubiera esperado de un ser humano responsable de crear a un chico como Edward.
También hay una perspicacia en ella, con sus brazos tatuados y sus Vans gastadas. Algo interesante y divertido. Algo libre.
—¿Quieres algo de comer, cielo? —pregunta desde la cocina, asomando la cabeza a través de la abertura de la barra de desayuno—. Apenas tocaste tu cena.
—Estoy bien, gracias. —La cena fue hamburguesa y papas fritas. La mera idea revuelve mi estómago. Con Daytona apenas a tres meses, no puedo darme el lujo de comer cualquier cosa.
Afortunadamente, la mamá de Edward no insiste, así que me relajo.
—Lamento el desastre. —Regresa con dos vasos de agua, colocándolos en la mesa ratona antes de caminar hacia el rincón de la sala, junto a la ventana, donde hay un caballete, cajas y lienzos apilados a su alrededor.
—No te preocupes... —Me siento en el sofá mientras ella busca entre sus pinturas.
—Hay un orden en mi caos, lo prometo. —Ella definitivamente no tiene una locura por la limpieza como Edward. Me hace sonreír—. Este es el que mencioné. —Regresa, con una pintura en mano, y me la tiende.
—Oh, vaya... —Una luna llena sobre las montañas, detrás de los árboles, todo en blanco y negro—. Me encanta la textura de la pintura acrílica. —Siento su mirada en mí mientras se sienta y yo admiro su pintura. Cuando levanto la mirada, ella me está sonriendo.
—Puedo ver por qué Edward está loco por ti.
—También estoy loca por él. —Coloco la pintura en la mesa, volteando hacia ella—. Él es increíble.
—A veces me preocupa que él trabaje demasiado, que sea demasiado serio, ¿sabes? Demasiado… adulto. —Se ríe y toma uno de los vasos, bebiendo un trago y girando de vuelta hacia mí—. Él parece permitirse pasarla bien contigo. Me gusta eso.
Oh, si tan solo supiera el tiempo que me llevó hacer que se divierta conmigo.
—Él es una de las personas más trabajadoras que conozco —digo con una risita, tomando un vaso también y reclinándome en el sofá—. Es una de las muchas cosas que admiro y amo de él.
—Qué gracioso que digas eso. —Elizabeth esboza una sonrisa, negando con la cabeza—. Él dice que tú eres la persona más trabajadora que conoce… así que, supongo que los dos tienen eso en común.
—Eso creo. —Le devuelvo la sonrisa, pero entonces su expresión se esfuma y sus ojos se vuelven tristes.
—¿Es feliz allí? —Su pregunta me toma por sorpresa, y giro el vaso en mis manos—. ¿Le está yendo bien?
—C-Creo que sí —digo, y odio sonar tan insegura.
¿Edward es feliz? Eso creo. Definitivamente es feliz cuando estamos juntos. La manera en que su rostro se iluminó cuando se dio cuenta que me encontraba en el coche anoche, que estaba aquí para él, que había venido hasta aquí para verlo. Oh, sí, estaba feliz entonces. Muy feliz.
—Él siempre ha estado muy preocupado por ser bueno en algo. —Elizabeth continua. Con encontrar esa cosa que va a hacer. Su por qué, ¿sabes? Pero me pregunto si disfruta del viaje, del aprendizaje, del proceso. —Elizabeth agita una mano, volteando hacia la ventana—. Si se da cuenta de lo talentoso que es. De todas las cosas que podría hacer.
—Él definitivamente no sabe lo talentoso que es —digo con una risita—. Pero está llegando allí. Y mientras más lo veo enseñar, más convencida estoy de que esa es su vocación. Que es la cosa que hará. Su por qué. Por supuesto, no depende de mí… Pero mira… —Saco mi teléfono del bolsillo y busco varios vídeos que grabé de Edward hoy mientras entrenaba a las pequeñas niñas. Los que edité para capturar su sonrisa orgullosa al final de cada elevación, su abordaje respetuoso, gentil, y amable—. Solo mira lo bueno que es.
Sus ojos brillan mientras se fijan en la pantalla de mi teléfono, observando a Edward hacer lo que mejor sabe hacer.
—Oh, por Dios —dice Elizabeth, volviendo a reproducir una vez más antes de devolverme el teléfono—. Gracias.
—Él estará bien. —Dejo mi teléfono en mi regazo mientras Elizabeth se reclina en el sofá, mirando el techo.
Un silencio nos envuelve por un momento, hasta que ella suspira.
—Él siente que me tiene que cuidar —comienza—. Pero no tiene que hacerlo. Debería ser todo lo contrario.
—Es evidente que ambos cuidan del otro —digo suavemente.
—¿Te ha contado de su padre? —Aún reclinada en el sofá, Elizabeth gira su rostro hacia mí. El dolor en sus ojos es más profundo de lo que jamás podré comprender.
—Él me ha contado algunas cosas. —Espero que esté bien que le cuente. Ella no parece avergonzada o resentida, o incluso sorprendida que lo sepa.
—Lo amaba. Realmente lo hacía. Éramos jóvenes y estúpidos, pero también estábamos enamorados. —Elizabeth se endereza, llevando sus piernas por debajo de ella y girando hacia mí—. Él no era un mal tipo, no en realidad… o no al principio, supongo… pero el alcohol lo convirtió en un monstruo.
Asiento en apoyo, sin saber realmente qué decir.
—Intenté muchas veces ayudarlo. Pero, como sea… —Baja la mirada a sus manos, girando sus anillos una y otra vez.
—Edward salvó mi vida. —Levanta la mirada, sus ojos llenos de lágrimas, por lo que me estiro en busca de su mano, esperando que esté bien. Cuando enlaza sus dedos con los míos, sé que lo está—. Incluso de niño, él era más valiente de lo que yo jamás podría haber sido.
—Eras una víctima —digo suavemente—. Es difícil ver la luz en esas situaciones.
Ella asiente, dándole unas palmadas a mi mano y sonriendo con tristeza.
El sonido de llaves en la puerta nos hace sobresaltar a las dos, y Elizabeth aparta sus manos rápidamente, pasando sus dedos por debajo de sus ojos, secando varias lágrimas que se han escapado.
Entonces Edward entra al apartamento, sus ojos inmediatamente encontrándonos en el sofá, y sus labios se estiran en una sonrisa cansada. Se quita el abrigo, colgándolo en los ganchos junto a la puerta, y entonces lanza sus llaves sobre la encimera de la cocina de camino a nosotras.
Agachándose en la alfombra, descansa su cabeza en el lugar del sofá entre las piernas de su mamá y las mías. Su mirada se mueve de mí a ella, y esa sonrisa aparece de nuevo en su rostro, como si estuviera feliz de vernos, como si estuviera feliz de que estemos juntas.
Sí, él es feliz.
—De acuerdo… —Elizabeth se baja del sofá, dándole unas palmadas en el hombro a Edward—. Daré por terminada la noche y dejaré que tengan un tiempo para ustedes. —Me sonríe mientras camina alrededor de Edward y luego hacia el pasillo detrás de nosotros, el que asumo que lleva a los cuartos.
—La amo —susurro, haciendo que Edward suelte unas risitas mientras se sienta en el sofá, hundiéndose a mi lado. Apoya la cabeza en el respaldo, su mirada en mí.
—Estoy muy seguro que ella también te ama. —Su mano busca mi rostro, sosteniendo mi mejilla hasta que descanso mi rostro contra su palma. Él inhala profundamente, jalándome hacia él. Me besa suavemente, una, dos veces, hasta que deja caer su cabeza de vuelta en el sofá.
Sus ojos no mienten, párpados medio cerrados, sus bolsas oscuras debajo de ellos.
—Estás cansado.
—Estoy bien —dice con una exhalación.
—Ven aquí… —Me estiro hacia su hombro y hago que se dé la vuelta. Me arrodillo en el sofá con él de espaldas así mis dedos deshacen los nudos en sus músculos. Él gime un poco, relajándose en mis manos, dejando caer su cabeza hacia adelante—. ¿Voy a dormir en tu cuarto? —pregunto en voz alta. Elizabeth no comentó dónde dormiría.
—Por supuesto —dice Edward en un susurro.
—¿Contigo?
Él se ríe, enderezándose, y me echa un vistazo por encima de su hombro.
—Si estás cómoda con eso, sí. Si no, puedo dormir en el sofá o en el suelo.
—¿Qué hay de tu mamá? —pregunto con preocupación, y Edward gira para mirarme.
—A ella no le molestará —dice tranquilizadoramente—. Está bien.
Dejo que eso se asimile, preguntándome si esto es lo que se siente tener padres relajados. Si estuviéramos en mi casa, mi mamá probablemente le permitiría quedarse en mi cuarto, pero después de muchos ruegos, y en un colchón en el suelo con la puerta completamente abierta. ¿Y Phil? Phil definitivamente estaría vigilando desde el pasillo. Quizás no permitirían que suceda en absoluto. Jamás he invitado a un chico a pasar la noche.
Otro pensamiento se asoma en mi mente, y cuando mis ojos se encuentran con los de Edward, él me está mirando con curiosidad, como si estuviera preguntándose qué estoy pensando.
No lo pienso de más, simplemente se lo pregunto.
—¿Otras chicas han pasado la noche aquí?
Él niega con la cabeza, sonriendo.
—¿Jamás?
—No. Jamás aquí. —Vuelve a hundirse en el sofá, su mano frotando mi muslo—. ¿Vamos a tener la charla sobre los ex?
—Supongo que sí. —Me cruzo de brazos en fingida seriedad—. ¿Cuántas hay?
—Solo dos, pero ni siquiera sé si cuentan.
—Oh, sí que cuentan.
—Okey… —Se ríe nerviosamente, apartando la mirada y echándome un vistazo por el rabillo de su ojo—. Hubo una estudiante de intercambio alemana. En mi anteúltimo año de secundaria.
—¿Ella fue tu primera?
Él respira profundamente, y su mirada regresa a la mía.
—Quiero saber —digo suavemente.
Él asiente en confirmación, sin vacilar.
Una estudiante de intercambio alemana.
—¿Fue bueno? —Arqueo una ceja en su dirección, sintiendo mis mejillas comenzar a arder.
—Swan, vamos…
—Dime, por favor. —No sé por qué quiero saber. Siempre he asumido que él tenía experiencia, más que yo ciertamente, pero sería bueno saber cuánto más.
—Sí, los cinco segundos fueron increíbles.
Suelto una carcajada por eso, bajando la mirada a mis manos.
—Ella estuvo aquí solo un verano, y nunca la he vuelto a ver. —Sus dedos alcanzan mi cabello, llevando mechones por detrás de mis orejas.
—¿Qué hay de la otra?
—Ángela, en mi último año de secundaria. Salimos en el año escolar y por un tiempo después de la graduación… si siquiera puedes llamarlo así. No creo que fuera lo suficientemente genial para ella.
—¿Fue tu cita de baile de graduación?
—No fui al baile de graduación.
—¿En serio? —Supongo que no estoy muy sorprendida. Sonrío un poco. Puede que sea por razones diferentes, pero al menos tenemos eso en común.
—No era algo que me interesara. —Se encoge de hombros.
La pobre Ángela no tuvo posibilidades.
—¿Dónde está ahora?
—En Costa Rica, creo. No estoy seguro.
Permanecemos en silencio por un momento, mi curiosidad está aplacada por ahora.
—¿Quieres saber de los míos? —pregunto, y sus ojos voltean hacia mí con furia.
—No. —Su respuesta es inmediata.
—Porque sabes que no hay ninguno.
—Porque la simple idea de las manos de alguien más sobre ti me mataría. —Respira por la nariz, sus orificios nasales dilatados.
—No hay nadie más —confirmo, a pesar que él sabía que era una virgen antes de él. Jamás creó un gran problema al respecto, jamás permitió que me sienta incómoda o rara por ello.
Él deja caer su cabeza sobre mi hombro con un suspiro aliviado, enterrando su rostro en mi cuello.
—Sí besé a alguien antes —digo rápidamente, y él suelta un gruñido—. Embry Quill, durante mi época rebelde ese verano en Forks. Él era el hijo de uno de los amigos de Charlie.
—No quiero saber. —Edward intensifica el agarre de sus manos alrededor de mi cintura, jalándome más hacia él.
—Ni siquiera lo besé… sino más le permití llenarme de baba. Fue horrible. Él era muy… baboso.
—Por Dios, Swan. —Se baja del sofá, llevándome con él—. Detente —advierte, su tono serio, pero hay un brillo juguetón en sus ojos. Sus labios tiemblan también, como si estuviera conteniendo una sonrisa—. A menos que tu papá le haya disparado o algo, entonces no quiero saber esa parte.
Me río suavemente, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.
—No lo hizo. Lo siento.
—Eso pensé. —Edward da la vuelta alrededor de la mesa ratona, aún sosteniéndome en sus brazos, y se dirige hacia el pasillo.
—¿Adónde vamos? —susurro, aún muy consciente de que Elizabeth se encuentra detrás de una puerta por aquí.
—Necesitamos limpiar tu tatuaje —explica Edward—. Por lo que me concentraré en eso mejor.
~F~
El cuarto de Edward está limpio y organizado, ligeramente vacío. Hay dos pinturas de su mamá en su pared—una que reconozco: la montaña que es parte de la manga de su brazo izquierdo. También hay un póster de los Broncos sobre su cama. Tiene paredes azules y un edredón azul marino. Simple. Juvenil. Limpio.
Él cierra la puerta detrás de él. Sin poner traba.
Me mira como si sabe que estoy volviéndome loca.
Lo deseo. Quiero tocarlo, besarlo. Él luce delicioso en sus shorts, colgando bajo en sus caderas, y sin camiseta después de haberse cambiado. Quiero sus manos en mí, suaves y gentiles —como limpió y volvió a cubrir meticulosamente mi tatuaje esta noche— pero también fuertes y desesperadas—como si no pudiera controlarse.
Pero no pasará. Sé que no. No con su mamá durmiendo en el cuarto frente al nuestro.
—Solo dormiremos. Está bien —dice suavemente, cerniéndose frente a mí, abrazándome a él en un pequeño baile. Nos guía hacia la cama, y me ubico bajo las mantas, sobre mi costado derecho para evitar mi tatuaje. Él apaga las luces y se sube detrás de mí, rodeando su brazo bajo mi cabeza y la otra sobre mis caderas.
—Aún no puedo creer que estés aquí. —Siento su respiración en mi cuello mientras jala del cuello de la camiseta que tengo puesta, su camiseta, y besa mi hombro—. Te amo, Swan.
—Te amo. —Envuelvo mi brazo sobre el suyo, jalándolo más hacia mí y abrazándolo a mí mientras me muevo hacia atrás. Él exhala bruscamente en mi cuello mientras puedo sentirlo, sentir todo de él, duro y listo contra mi espalda. Allí se va el solo dormir.
—Lo siento… —susurra, apartándose ligeramente así él ya no está presionado contra mi trasero.
Giro sobre mi espalda y lo miro. Sus ojos están fuertemente cerrados, casi en una mueca de dolor. La curiosidad me atosiga de nuevo.
—¿Eso realmente duele?
—¿Qué duele? —Abre un ojo, volviendo a respirar profundamente.
—Ya sabes… las bolas azules.
Él se carcajea, haciéndome reír también.
—¿Y? —Presiono mientras él vuelve a cerrar los ojos.
—Un poco. A veces. Mayormente es incómodo.
—¿Y cómo te deshaces de ello? —Mi mano se estira hacia su cuello, bajando por su pecho.
Sus ojos se abren, y me arquea una ceja.
—Bueno, está la manera obvia. —Cuando mi mano alcanza su bulto, me detiene, una mano sujetando firmemente mi muñeca.
—Por favor, no —ruega con un suspiro.
—¿Y cuál es la otra forma? —Aparto mi mano, esperando ayudar.
—Simplemente respiro hasta que se vaya. Pienso en algo más para distraerme, lo cual es difícil contigo justo aquí. —Me sonríe, llevando una mano a mi rostro.
—¿En qué piensas? —pregunto con unas risitas.
—Cosas varias. En las clases. En el trabajo…
—¿En las elevaciones?
—No.
—¿En sándwiches? —Los dos nos estamos riendo por completo ahora.
—Sí… —dice con una carcajada—. En atún. ¿Sabes que mezclamos eso a mano? Con guantes, pero aún así…
—Agh… —Cubro mi boca, tratando de contener mi risa mientras se vuelve más alta.
—Ven aquí… —Lleva sus manos a mi cintura y me jala hacia él—. Solo cambiemos de lugar. —Estamos cara a cara entonces. Dobla un brazo bajo su cabeza, mientras que el otro permanece sobre mis caderas. Sus ojos se cierran temblorosamente mientras respira profundamente.
Sé que está exhausto, y yo debería estarlo también, pero mi mente no se quiere callar.
—¿Oye, Cullen?
—¿Mmm?
—¿Eres feliz? —La pregunta ha estado dando vueltas en mi cabeza desde que Elizabeth me la hizo.
Sus ojos se abren lentamente y se encuentran con los míos con un suspiro.
—¿A qué te refieres?
—¿Con la universidad, la animación y la vida?
Él gira sobre su espalda y suelta un suspiro, mirando el techo por un momento, antes de girar para mirarme.
—Sí. ¿No parezco feliz?
—Eres un poco difícil de leer a veces.
—Soy feliz —comienza—. La universidad es desafiante, pero interesante. Me ha ido mejor en la animación de lo que podría haber soñado. Ahora también tengo las lecciones que doy, lo cual jamás creí que sería tan… gratificante. ¿Y la vida? Solo tengo que dar un paso a la vez, ¿cierto?
—Cierto. —Deslizo mis dedos por su brazo, trazando patrones subiendo hasta su cuello.
—Y te tengo a ti. —Sus ojos arden en los míos, haciéndome sentir amada—. Haces que todo sea mejor, Swan. La universidad. La animación. La vida. Todo.
Lo jalo hacia mí, llevando sus labios a los míos, porque siento mi garganta cerrarse con emoción.
—Tú me haces mejor también —dice contra mis labios—. No sé dónde estaría sin ti.
—Aún patearías traseros —digo, y es la verdad.
—No así, no. —Se aparta, sus ojos estudiando los míos—. Me haces sentir que puedo tener todo. Que no hay límites. No puedo esperar a ganar todo contigo. A tenerte en el aire y brillando en mis manos. La competencia de elevaciones en pareja. El campeonato nacional con el equipo. Todo.
—¿Todo?
—Todo. —Su mano sostiene mi rostro, su pulgar frota mi mejilla—. Todo contigo.
Perdida en sus ojos, no veo venir sus siguientes palabras, mientras me devuelve mi pregunta—la pregunta de Elizabeth.
—¿Eres feliz?
—Soy feliz contigo. —Lo beso de nuevo, sellando mis palabras con mis labios—. Te amo tanto.
—También te amo, Swan. —Cierra los ojos con un suspiro feliz, intensificando el agarre de su brazo alrededor de mi cintura.
Permanezco quieta, callada, dejándolo dormir.
No sé por qué mis ojos se llenan de lágrimas. No sé por qué me siento triste de repente. Lo amo. Lo hago. Y quiero todo con él también. Me siento invencible cuando estamos juntos. Pero la verdad es que tengo que regresar a casa mañana por la mañana, y aunque fui extremadamente cuidadosa, estoy aterrada de que mis padres se enteren que los desobedecí de nuevo. Temo que Phil haga amenazas, y que tengamos que renegociar nuestros términos. Temo que mi mamá se ponga de su lado… de nuevo.
Pero ellos no pueden mantenerme lejos de Edward, no mientras siga en Summit, no con el campeonato acercándose. No hay nada con lo que me puedan amenazar que me haga alejarme de Edward. Incluso si pierdo todo, aún lo tendré a él, y eso es todo lo que me importa.
