Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 32

La temporada de Daytona finalmente está aquí.

Es casi como si el tiempo se acelera después de las festividades, y en los siguientes meses nuestro objetivo principal es prepararnos para el campeonato en Daytona Beach. Con una buena idea de lo que las personas en nuestro equipo pueden hacer, la entrenadora Hale ha creado una rutina que va más allá de lo que todos habíamos esperado, tanto en dificultad como en habilidades. Vamos a hacer elevaciones que nadie ha realizado en Daytona antes—una pirámide tan elaborada que necesitamos cortarla en pedazos para poder practicarlas.

Y practicarlas es todo lo que hacemos.

Renuncio a mi trabajo en Subway ni bien regreso a Utah. Las lecciones privadas son mucho más lucrativas de todos modos, y logro agendarlas en mi tiempo libre limitado. Entre las clases privadas, la ayuda económica, y mi beca parcial, estoy prácticamente pagando mi universidad, sin tener que cargar a mi mamá con ello. Ella ya tiene suficiente entre manos.

Antes de irme de Colorado después de las festividades, mamá y yo tuvimos una larga charla honesta. Ella estaba consciente de las deudas del tío Masen y ya estaba trabajando para pagarlas—es por eso que estaba muy retrasada con todo lo demás. Prometí ayudar más, pero ella insistió en que cuidar de mí mismo ya era más que suficiente ayuda. Estuvimos de acuerdo que me concentraría en Daytona por toda la primavera, y entonces insistiré en ayudarla de nuevo en el verano.

Así que, me concentro en Daytona. Practico con el equipo. Entreno con Jasper. Paso el tiempo restante con Bella. Es exhaustivo, y emocionante, y física y mentalmente desafiante. Pero más que nada, es innegablemente gratificante, lograr nuevas elevaciones, mejorar y mejorar en estas, queriendo seguir presionando por más.

Aunque ha sido suficiente, fácilmente han sido los mejores meses de mi vida.

Todo gracias a Bella.

Ella también ha estado ocupada. Sus compromisos fuera del equipo —comerciales, sesiones de fotos, y contenidos en redes sociales para su marca— han aumentado desde que regresamos de las festividades.

—Mierda... —Emmett se deja caer boca abajo en su cama, por encima de las mantas—. No creo que sea capaz de moverme mañana.

Arrastro mis pies hacia mi cama, sentándome en ella y revisando mi teléfono primero. No he sabido nada de Bella desde que terminó la práctica. Ella se quedó ya que las chicas tenían que probarse el nuevo uniforme, lo cual les lleva más tiempo que nuestros simples pantalones y camisetas.

—La entrenadora Hale quiere que tengamos una práctica afuera mañana —digo, dejando caer mi cabeza sobre mi almohada con un bufido—. Necesitamos estar listos para lo que sea.

Finalmente está lo suficientemente cálido para que practiquemos afuera. A solo un mes para Daytona, la entrenadora Hale quiere que nos acostumbremos todo lo posible a los elementos. Al venir de Utah, puede que estemos en desventaja contra el clima de Florida. Podría estar ventoso. Podría estar lluvioso. Probablemente sea húmedo y jodidamente caluroso.

Ella nos hace ejecutar toda la rutina, mayormente sin una audiencia.

Este fin de semana tenemos nuestra primera presentación oficial —de la rutina completa— para familia y amigos y todos los de la Universidad Summit. Los padres de Bella vendrán. Estoy mitad emocionado, mitad aterrado de conocerlos.

—Ella quiere matarnos —dice Emmett, girando sobre su espalda con un gruñido—. Moriría feliz en sus manos.

Me río suavemente y dejo que mis párpados se cierren, todo mi cuerpo gritando en busca de descanso.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando me despierto con Vicky entrando a nuestro cuarto. Ella se sienta en la cama de Emmett pero me está observando, pálida y preocupada, como si hubiera visto un fantasma.

Mi estómago da un vuelco. Algo va mal.

—¿Dónde está Bella? —Me siento rápidamente y reviso mi teléfono de nuevo. Nada de ella.

—Eh… —Vicky enlaza sus dedos entre sí, bajando la mirada mientras Emmett se levanta apoyándose sobre sus codos detrás de ella, una expresión preocupada en su rostro también.

—¿Qué pasó? —Estoy fuera de la cama, parado frente a ella, mi corazón latiendo salvajemente en mi pecho.

—Ella está bien —dice Vicky rápidamente, demasiado rápido—. No pasó nada. Simplemente tuvo que quedarse con la entrenadora. —Esquiva mi mirada, y sé que está mintiendo.

—Mentiras. Dime qué pasa.

—No sé si debería contarlo. ¿Quizás solo esperemos hasta que hables con ella?

—Vicky, juro por Dios… —Me pellizco el puente de la nariz e intento pensar, pero mi mente da vueltas. Aparto el sueño con una sacudida de mi cabeza y comienzo a tomar mis cosas. Billetera. Teléfono. Zapatillas. Mi objetivo evidente en mi mente: necesito encontrar a Bella—. ¿Dónde está?

—En el gimnasio —contesta Vicky, aún esquivando mis ojos—. Con la entrenadora, y Laurent.

¿Laurent? ¿El médico del equipo?

—¿Podrías simplemente escupirlo, Vicky? ¿Está herida?

—Está bien. —Vicky azota sus manos sobre sus muslos, finalmente levantando la mirada—. No está herida. La entrenadora escuchó una conversación de que Bella está sintiéndose mal y no tiene su período… de nuevo. Así que Laurent estaba revisándola. Creí que ella estaba sintiéndose mal por la dieta de la sandía, pero quizás sea algo más.

Puedo sentir la sangre abandonar mi rostro.

Emmett se baja de la cama, colocando una mano en mi hombro. Ni siquiera sé lo que él dice, pero ni siquiera intenta ser gracioso con esto.

—¿Qué dieta de la sandía? —pregunto en un susurro. Ni siquiera sé por qué eso es lo que digo primero. Es el anuncio menos problemático de todo lo que Vicky acaba de pronunciar.

Mierda.

Mierda. Mierda. Mierda.

¿Podría estarlo? ¿De esa vez en el Jeep de Emmett? Es la única vez que no he usado protección. No puedo creer que me permitiera ser tan estúpido e irresponsable. Mi cerebro reproduce cada posible escenario mientras salgo del cuarto.

~F~

Llego al gimnasio, frío y sudado al mismo tiempo. La entrenadora Hale está saliendo de la sala médica al fondo del gimnasio, Laurent la sigue. Ella se detiene y se cruza de brazos, una mirada de desaprobación en mi dirección. Trago mientras camino hacia ella.

—¿Ella está bien? —Mi voz es tan temblorosa como mis rodillas.

Los ojos de la entrenadora me penetran. Ella luce molesta, preocupada, pero no creo que esté enojada conmigo como debería estarlo.

—Ven a buscarme después que hables con ella —dice, dándome unas palmadas en el hombro, dejándome petrificado frente a la sala médica.

Respiro profundamente antes de llamar a la puerta. No hay respuesta, así que la abro lentamente. Mis ojos encuentran a Bella sentada en la mesa de examinación, aún en su atuendo de animadora. Su cabello está suelto, cubriendo la mayoría de su rostro mientras mira sus manos.

Doy un paso hacia adelante y ella se sorbe la nariz, echándome un vistazo. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, su expresión se ilumina, e incluso sonríe, pasando sus dedos por sus mejillas para secar sus lágrimas.

—Oye —digo con voz ronca, y entonces me aclaro la garganta y lo intento de nuevo—. ¿Estás bien?

Ella asiente, extendiendo sus brazos hacia mí, hasta que cierro la distancia entre nosotros, y los envuelve alrededor de mi cuello.

La respiro, exhalando en alivio, y coloco la bolsa de papel que he estado cargando en la mesa junto a ella. Mis brazos entonces la envuelven, abrazándola contra mi pecho.

—Todo va a estar bien —le digo suavemente, abrazándola fuerte.

Ella se aparta con una sonrisa triste, sorbiéndose la nariz.

—¿Qué tienes allí? —Señala a la bolsa mientras aferro el borde de la mesa, a los costados de sus piernas.

—Solo unas pruebas —digo y ella le echa un vistazo a la bolsa, su sonrisa creciendo en su rostro a pesar de las lágrimas—. Compré una de cada marca. No sé cuál funciona mejor. Hay unas de ovulación, lo cual sé que no tiene sentido, pero estaba demasiado apurado para notarlo, y todas las malditas cajas lucen iguales.

—Cullen…

—Cuentas conmigo, al cien por ciento, ¿de acuerdo? Lo que sea que quieras hacer, estoy aquí. —Trato de sonar calmado a pesar de que mi mente da vueltas.

—Edward… —Sostiene mi rostro entre sus manos, haciéndome mirarla—. No estoy embarazada.

—Lo sabremos con seguridad. —Envuelvo mis manos alrededor de sus muñecas, pasando mis pulgares por sus manos en apoyo—. Voy a estar allí para ti, en cada paso.

—No me estás escuchando —dice con una pequeña sonrisa—. No estoy embarazada.

—Vicky dijo que no has tenido tu período de nuevo. —Doy un paso atrás, mi mirada encontrándose con la suya, confundido—. No-No…

—Simplemente no tengo mi período —dice suavemente, tranquilamente. Incluso se encoge de hombros.

—¿A qué te refieres?

—No tengo mi período —repite, sin inmutarse.

—¿Eso es normal?

—Es normal para mí —dice a la defensiva, bajándose de la mesa.

—Solo asegurémonos. —Jalo de mi cuello, mirando alrededor de la sala en busca de una pista o una señal o algo, francamente perdido, antes de girar hacia ella—. Por favor.

—Ya me he hecho varias pruebas. —Está juntando sus cosas, lanzándolas en su bolso—. Una justo ahora, con ellos. —Cierra el bolso antes de voltear hacia mí—. No estoy embarazada.

—Yo… no lo entiendo. —Me apoyo contra la mesa, mis manos en el borde en busca de apoyo.

—Han pasado dos meses desde esa vez en el Jeep de Emmett. Si estuviera embarazada, lo sabríamos ya.

—Entonces, ¿por qué no tienes tu período?

—Siempre he sido irregular. —Se encoge de hombros de nuevo, acercándose a mí y sonriendo mientras sostiene mi rostro en sus manos—. No te preocupes por ello.

Pero preocuparme es todo lo que hago de camino a los dormitorios, y todo lo que pienso mientras ella se queda dormida en mi cama. Una vez que se duerme, saco mi portátil, y un par de búsquedas más tarde me siento como un completo idiota.

Después del embarazo, la pérdida extrema de peso está listada como una causa para la pérdida del período. Eso me lleva a una espiral de trastornos alimenticios. Todo encaja como un rompecabezas que ha estado delante de mis ojos. Que ella no coma. Que se estrese por la comida y las calorías. Sus dietas locas y la maldita depuración con sandía.

Incluso mi mamá lo había notado, cuando Bella me visitó en Colorado, y cuando ella me lo mencionó con preocupación, lo descarté echándole la culpa al desfase horario de Bella o sus nervios por conocerla. Jamás pensé… Jamás imaginé. He sido inconsciente y descuidado, y simplemente inútil.

Me reclino en la silla, mi mirada fija en ella, sin saber realmente cómo ayudarla. Qué hacer, o qué decir. Ella luce pequeña en mi cama, ahora más que nunca, nadando en mi camiseta.

¿Realmente he estado siendo así de despistado?

Saco mi teléfono. Es casi la medianoche, pero escribo el mensaje de todos modos.

¿Podemos hablar ahora?

La entrenadora no solo responde de inmediato, sino que ofrece pasarme a recoger, y solo quince minutos después, estoy esperándola fuera de los dormitorios, bajo la llovizna.

~F~

La entrenadora Hale conduce fuera del campus y en dirección a las colinas, encontrando un mirador donde estaciona. Hemos estado en completo silencio excepto por la lluvia que ahora ha comenzado a golpear en el coche.

—Okey —dice la entrenadora, desabrochando su cinturón de seguridad y dobla una pierna debajo de ella, girando hacia mí—. ¿Cuánto sabes al respecto?

—No sé nada. Cre-Creí que estaba embarazada.

—Ella bien podría haberlo estado —dice, golpeando mi brazo—. Hubiera pensado que eran más inteligentes como para tener sexo sin protección.

—No lo tenemos —respondo rápidamente, frotando el lugar dolorido en mi brazo—. Ya no. Fue solo una vez.

—De acuerdo, bien. —Me fulmina con la mirada, su mirada llena de desaprobación.

—Entonces, ¿ella está bien? —Creo que conozco la respuesta a esa pregunta, pero la hago de todos modos.

—¿Qué te dijo? —La entrenadora está siendo molestamente evasiva, lo cual solo me enfurece más.

—¡Ella no me dijo nada!

—Edward… —Su rostro se suaviza y lleva una mano a mi hombro, dándole un apretón—. Respira.

Cierro los ojos y hago lo que dice, trato de calmarme, pero estoy honestamente abrumado.

—Ella solo dijo que no tiene su período y que eso de alguna manera es normal para ella.

La entrenadora suspira a mi lado.

—Entonces lo investigué y ahora creo que ella puede tener un trastorno alimenticio? —Miro a la entrenadora mientras las palabras salen de mi boca y la comprensión es evidente en su rostro.

—¿Has notado algún comportamiento preocupante?

—Bueno, ahora que pienso en ello, ¡sí! No puedo creer que he sido completamente inconsciente. —Mis piernas rebotan debajo de mí, mi mente da vueltas—. Ella apenas come. Siempre está revisando y contando sus calorías. Quiero decir, yo también cuento mis calorías, duramente. Muchos de nosotros lo hacemos. Pero no tan obsesivamente como ella. Creí que solo estaba siendo cuidadosa.

La entrenadora une sus manos sobre sus muslos, permaneciendo callada y permitiendo que lo saque todo.

—Muchas veces hemos salido a comer juntos y ella solo decía que no tenía hambre o que ya había comido. Jamás insistí de verdad. Le creí.

Los momentos con Bella pasan por mi mente mientras intento encontrar otras señales que pude haberme perdido.

—Ella se desmayó cuando estuvimos en las aguas termales… Creí…Creí que era por el cambio de temperatura… Solo… —Me cubro el rostro con las manos, mi corazón hundiéndose al comprender—. Mierda, simplemente he sido un completo despistado.

—Edward, si ella tiene un trastorno alimenticio, no es tu culpa. —La voz de la entrenadora es suave, y cuando levanto la mirada, sus ojos están llenos de preocupación.

—Entonces, ¿tiene uno?

—También lo sospecho. La he confrontado al respecto varias veces, pero ella dice que está bien. Que solo es estrés. Que lo hará mejor. Pero puedo ver las señales; las he vivido. Y han estado empeorando.

—Mierda… —Mis ojos se llenan de lágrimas con frustración y comprensión.

—Le he dado un ultimátum. Si baja más de peso, quedará fuera del equipo. Pero no puedo obligarla a que busque ayuda. Ella necesita quererla.

—¿Cómo la ayudo?

—Solo estando allí para ella. Habla con ella. Cuéntale sobre tus preocupaciones y lo que has notado. Cómo te afecta a ti.

—¿Sus padres lo saben?

—Sus padres están al tanto —dice la entrenadora y suelta un suspiro frustrado—. Pero están en completa negación. Les advertí el mes pasado cuando Bella bajó de los cuarenta y cinco kilos, y a Renée le pareció que era aceptable. Cuando ella comenzó a darme una lección, a mí, sobre el índice de masa corporal, sabía que había perdido la pelea contra ellos.

Mis dedos frotan mis sienes, mi cabeza duele. Pero mi corazón es el que duele más—¿por cuánto tiempo Bella ha estado obligándose a pasar hambre frente a mis ojos?

—¿Cómo siquiera hablo con ella de esto? —pregunto entre mis manos mientras cubren mi rostro.

—Solo sé el de siempre, gentil y comprensivo. —La entrenadora posa su mano en mi hombro para darle otro apretón—. Ella te escuchará.

Froto mis manos por mi rostro y levanto la mirada. Ella asiente de manera reconfortante, a pesar que no estoy muy seguro de mí mismo.

—Creo que entre nosotros dos, podemos alentarla a que lo haga mejor, a que se cuide a sí misma, y a que busque ayuda profesional si lo necesita. Intentaré hablar con Phil y Renée también, si acaso para que no sean tan duros con ella y la liberen de esa otra mierda que la obligan a hacer.

Inhalo profundamente y observo la lluvia caer en la ventana, dejando que se lleve la incertidumbre y la desesperanza. Entonces reemplazo esos sentimientos con determinación.

—Okey. Hablaré con ella.