Disclaimer: los personajes de Twilight son propiedad de Stephenie Meyer. La autora de esta historia es RMacaroni, yo solo traduzco con su permiso.


Disclaimer: The following story is not mine, it belongs to RMacaroni. I'm only translating with her permission. ¡Ronnie, te adoro!


Capítulo 33

Cuando Bella finalmente se despierta, estoy listo para nuestra mañana, con el cabello aún mojado por la ducha qué tomé. Ella me sonríe, estirándose, sus brazos alzados mientras me llama hacia la cama. Me apoyo de manos y rodillas, atrapándola, besándola, adorándola.

—Ya sabes a menta fresca —dice contra mis labios.

—Buenos días... —Aparto su cabello, sosteniendo su rostro en mis manos, mis ojos fijos en los suyos—. Tenemos práctica afuera esta mañana. ¿Quieres desayunar conmigo?

—Claro. —Sonríe, pero sus ojos estudian los míos, como si sospechara que pasa algo. No soy un buen mentiroso, así que la beso rápidamente y me bajo de la cama.

—Ya tengo algunas cosas listas y traje tu café también —digo, bebiendo un sorbo del mío. Necesito toda la cafeína que pueda consumir para sobrevivir al día.

Ella mira al vaso largo de café helado, sin crema, sin azúcar, en la mesa, las gotas de condensación ya formándose. Echo un vistazo a la bebida con desdén, por mí mismo mayormente, dándome cuenta que todas las veces que hemos estado juntos eso es todo lo que ella desayunó.

—Gracias, Cullen. —Se baja de la cama y se estira con un bostezo—. ¿A qué hora te levantaste?

—Hace un tiempo. —Es técnicamente verdad, pero he estado despierto toda la noche.

Ella se acerca, parándose frente a mí, sus ojos en los míos mientras envuelve sus brazos alrededor de mi torso. Rodeo sus hombros con los míos, abrazándola a mi pecho y soltando un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.

—¿Estás nervioso por este fin de semana? —pregunta en un suave susurro.

—Nuestra primera presentación… sí. —Es la verdad. Será la primera vez que ejecutemos nuestra rutina completa frente a una audiencia. Pero eso obviamente no es la única cosa por la que estoy nervioso.

—Vas a ser increíble.

—Lo veremos. —Sonrío, bajando la mirada a ella—. ¿Estás nerviosa por este fin de semana? —He estado pensando en ello toda la noche, qué ha provocado que tenga problemas… leyendo que a veces no es solo una cosa sino que una combinación de factores. Quizás sea la presión que le está afectando con el final de la temporada que se avecina… con todo lo demás que ha estado lidiando.

—No tanto por la presentación —dice con facilidad—. Sino con la cena con mis padres de después. —Se encoge un poco, mirándome.

—Sí, estoy nervioso por eso también.

Ella se ríe contra mi pecho, intensificando el agarre de sus brazos a mi alrededor.

—Ellos prometieron ser buenos.

Bella me ha asegurado una y otra vez que sus padres aceptan que estemos saliendo, y que los dos no pueden esperar a conocerme. No puedo decir que ansío conocerlos. No con lo que sé de ellos. Cómo tratan a Bella. Cómo rechazaron las preocupaciones de la entrenadora sobre los hábitos alimenticios de Bella. Espero estar equivocados con ellos, pero todo apunta a que a ellos solo les importa Bella por el dinero que ella les genera.

—Genial… —digo con un suspiro, tratando de no sonar demasiado sarcástico. Tengo cosas más importantes por las cuales preocuparme que sus padres. Beso su frente y deslizo mis manos por sus brazos—. Vamos, vayamos a prepararnos, así tenemos tiempo de comer antes de la práctica.

~F~

Con el desayuno en mi mochila, Bella y yo caminamos hacia la colina con vistas al campus. A nuestro banco. También traigo una manta, así nos sentamos bajo la sombra de un árbol en vez del banco.

—¡Qué despliegue! —bromea ella, sentándose mientras saco la comida de mi mochila. Tazones de cereales para llevar, fruta, un par de sándwiches, y varias botellas de bebidas, todo tomado del comedor.

Sonrío un poco, tratando de calmar los nervios que retumban en mi estómago. Me estresé por todo durante la noche y no encontré otro plan más que ser honesto con ella sobre mis preocupaciones. Ahora, demasiado cansado para ser inteligente al respecto, simplemente la observo tomar el tazón de cereal Special K, mi mirada fija en ella mientras abre la tapa, toma un solo copo, y lo mete en su boca.

Entonces, y tristemente como era de esperar, voltea el tazón en su mano, buscando la etiqueta. Pero la etiqueta ha sido tachada con un marcador —por mí— así que su mirada sube y se encuentra con la mía, la sonrisa lentamente desaparece de su rostro.

Bajo la mirada y vierto leche en mis Corn Pops, viendo por el rabillo de mi ojo como ella toma uno de los sándwiches. Tampoco hay etiqueta de ingredientes o calorías en ese; las quité.

—Cullen…

Respiro profundo y levanto la mirada. Sus ojos se llenan de lágrimas. Me siento peor que la mierda.

—¿Rosalie te mandó a hacer esto? —pregunta, luciendo herida.

Niego con la cabeza en respuesta, sin apartar la mirada de la suya.

—Estoy bien —dice—. Como. —Toma un puñado de copos, los lleva a su boca, mastica, y los traga exageradamente—. ¿Ves?

Inhalo profundo y entonces solo dejo que todo salga de mi interior.

—Eso no es suficiente, Bella, y lo sabes. —Trato de mantener mi tono regular, sin querer sonar crítico—. Especialmente por todo lo que nos ejercitamos, lo activos que estamos. La entrenadora dijo que has estado bajando de peso constantemente, y…

—Entonces, ella sí te convenció de esto. —El tazón de cereal y el sándwich son olvidados en la manta mientras se cruza de brazos, mirándome con una mezcla de furia y tristeza en su rostro.

—No lo hizo —insisto, frotando mis palmas temblorosas por mis muslos—. Me contacté con ella porque estoy jodidamente preocupado.

Bella suspira, bajando la mirada.

—Lamento embaucarte así. Esa no fue mi intención. Me he estado devanando el cerebro toda la noche pensando en formas de abordar esto con cuidado. O en cómo hablar contigo de eso. Cómo decirte lo que siento.

—¿Qué sientes? —Su voz es pequeña mientras envuelve sus brazos alrededor de sí misma.

—Estoy preocupado —digo, acercándome a ella—. Estoy aterrado. Molesto conmigo mismo. Me duele pensar que has estado lastimándote sin que yo siquiera lo notara. Me hace temer lo que podría pasar luego.

—No me estoy lastimando. Estoy bien —dice suavemente, estirando las sílabas y buscando mi mano en mi regazo—. Lo tengo bajo control, lo prometo.

—Quiero creerte, pero…

—¿Te sentirías mejor si como el sándwich? —Hay una pizca de humor en su tono, pero no llega a sus ojos.

—¿Te sentirías mejor si comes el sándwich? —replico, mis ojos jamás abandonando los suyos.

Ella suspira y toma el sándwich, desenvolviendo una esquina y probando un bocado. Mastica lentamente y me mira cuando traga. Hay dolor en sus ojos—temor.

—Swan, por favor… —Froto mis manos por mi rostro, mis dedos refregando mis ojos—. Habla conmigo.

Ella muerde otro bocado del sándwich. Mastica. Traga. Bebe un trago de su café y entonces me mira.

—Estoy bien —dice de nuevo, pero está vez su voz se quiebra—. Estoy… Estoy bien.

—Bella, te amo. —Llevo una mano a su rostro y deslizo mi pulgar por su mejilla, captando una lágrima que se escapa—. Te amo tanto. Quiero ayudar pero no puedo hacer eso si no sé qué está pasando.

Su ceño se frunce y su barbilla tiembla mientras intenta inhalar. Abre la boca, como si fuera a hablar, pero entonces la vuelve a cerrar.

Envuelvo mis brazos a su alrededor, abrazándola contra mi pecho, mi estómago hecho un nudo.

—A veces —comienza apenas en un susurro. Me alejo ligeramente unos milímetros para mirarla, pero ella esquiva mis ojos—. Tengo este miedo de que… me volveré muy gorda y… pesada.

—Okey… —Asiento alentadoramente, no seguro de qué más decir, sin querer rechazar sus sentimientos, y teniendo esperanza de que quizás, finalmente, estamos yendo a algún lado con esta conversación.

—Sé que, siendo realista, este sándwich no me volverá gorda —continúa Bella, bajando la mirada al sándwich aún en sus manos—. Solo necesito ser mejor combatiendo la voz en mi cabeza que me dice que lo hará, y entonces comerlo de todos modos. —Muerde otro bocado, cerrando los ojos y masticando por más tiempo esta vez.

Me tomo un momento para respirar, mi corazón en pedazos ante esta batalla silenciosa que ha estado teniendo.

—¿Hay algo que pueda hacer, o que debería dejar de hacer, que te ayude a vencer esa voz en tu cabeza? —Paso una mano por mi cabello, mientras ella levanta la mirada—. Sé que ha veces he estado comiendo para subir la masa muscular, he estado muy preocupado con mi ingesta calórica también, y… y comiendo demasiado frente a ti. ¿Eso te hizo las cosas más difíciles?

Ella sacude la cabeza suavemente, sonriéndome cariñosamente. Las lágrimas que aún cubren sus ojos me hacen sentir mal.

—Hay varios recursos en el campus. —Tomo el trozo de papel de mi bolsillo, donde escribí todo temprano—. Terapeutas, especialistas. Alguien con quien hablar. Iré contigo si quieres que lo haga. Puede que sea útil.

—No es tan malo. —Toma mi mano, enlazando sus dedos con los míos—. Lo tengo bajo control. Lo prometo.

—Bella…

—Sé que necesito nutrirme para funcionar —dice rápidamente, a la defensiva—. Para hacer lo que hago. No es como si tuviera un deseo de muerte o algo.

—Quizás aún así ayudaría hablar con alguien. —Intento de nuevo.

—Solo quería lucir bien para Daytona… —Se encoge de hombros y suelta el sándwich medio comido en la manta, limpiando sus manos con sus muslos antes de mirarme—. Y para la sesión de fotos de los trajes de baño de este fin de semana.

No puedo evitar soltar un gruñido mientras intento unir mis pensamientos, mi sangre hierve. No es suficiente que tengamos nuestra primera presentación de la rutina este fin de semana, sus padres creyeron que sería inteligente tener una sesión de fotos con los trajes de baño, ya que estarían aquí. Odio toda esta presión bajo la que ella se encuentra. Para actuar. Para lucir de cierta manera.

—¿Puedo hacer una pregunta honesta? —digo con cuidado, tentativamente—. Solo para poder comprenderte mejor.

—Claro.

—¿No crees que ya luces lo suficientemente bien para Daytona? —Intento escoger mis palabras con cuidado, sin estar seguro de si tengo éxito o no. Sé que no debo comentar sobre el peso o el cuerpo de alguien, pero para mí, Bella es la persona más hermosa que he visto en mi vida. Aún ahora, mientras sus pómulos sobresalen en sus mejillas—. ¿O que no lo hacías hace un mes?

—Supongo —contesta, restándole importancia—. Pero quería lucir mejor.

—¿Quieres decir más delgada?

—Sí…

—Swan…

—Quizás lo llevé un poco lejos. No perderé más peso, lo prometo. Incluso subiré unos kilos para quitarme a Rosalie de encima. Tendrá que conseguirme un uniforme nuevo; el doble cero no me quedará. —Se ríe, como si estuviera bromeando, restándole importancia, pero me doy cuenta; está evadiendo.

—Bella… —Mi mano busca su rostro de nuevo, desesperado por una conexión—. Lucirías hermosa en cualquier talla.

Ella medio ríe, medio llora, negando con la cabeza. Sus labios tiemblan mientras pronuncia las siguientes palabras.

—No me querrías si pesara cien kilos.

Mi estómago cae. Lo que quedaba de mi corazón se rompe.

—Swan… —La ira arde bajo mi piel ante la ridiculez de sus conjeturas—. ¿No comprendes para nada mis sentimientos por ti?

—No serías capaz de levantarme o lanzarme. —Ya no me mira; sino que jala del borde de su sándwich, quitando la corteza.

—Puedo hacer press de pecho con ciento cincuenta kilos y levantar doscientos de peso muerto, muchas gracias.

—¡Lo digo en serio! —Deja caer el sándwich en la manta con un gruñido.

—Yo también. —Presiono mis dedos bajo su barbilla, haciendo que me mire—. ¿Y si mi apariencia cambia? ¿Si me quedo calvo prematuramente, o pierdo un brazo o algo? ¿Dejarías de amarme o quererme entonces?

—¡Por supuesto que no! —Sus lágrimas caen libremente ahora, pero no me detengo.

—Entonces, ¿por qué el que subas de peso sería un problema para mí?

—Porque es diferente. —Retuerce sus manos, sus dedos jugando con la manta.

—Es lo mismo. Tu peso no te convierte en ti, Swan. Y te amo.

Se cubre el rostro con las manos, y cuando un pequeño sollozo se le escapa, la tomo en mis brazos y la llevo a mi regazo.

—Amo todo de ti —susurro contra su cabello, tragando el nudo en mi garganta y luchando contra mis propias lágrimas—. Amo tu ingenio, y tu sentido del humor, y la felicidad con la que haces todo.

Ella llora suavemente contra mi pecho mientras la abrazo, e inhalo y exhalo con ella para ayudarla a calmarse.

—Amo como te sientes —sigo soltando mi verdad, hundiendo mi rostro en su cabello—. Como me haces sentir invencible. Como nunca me juzgas o me haces sentir inferior.

Sus manos empuñan mi camiseta mientras sus lágrimas se derraman en mi pecho.

—Amo lo apasionada que eres. Amo que seas amable y tengas los pies en la tierra, y simplemente hermosa por dentro y por fuera.

Intensifico mis brazos a su alrededor, jamás queriendo soltarla.

—Amo tantas cosas de ti, Bella, y ninguna de esas tienen que ver con tu peso.

Ella no dice nada por un rato, y simplemente respiramos juntos, hasta que ella se ha calmado.

—Lo siento. —Me echa un vistazo, secándose las lágrimas con sus manos.

—No hay nada de lo que tengas que disculparte. —Tomo su rostro en mi mano, secando más lágrimas con mi pulgar—. Estamos juntos en esto.

—No quiero que pienses que estoy enferma, o que me trates como si lo estuviera, porque no lo estoy.

—Okey. Confío en ti. —Llevo su cabello por detrás de sus orejas, sujetando su rostro cerca del mío—. Solo quiero que sepas que estoy aquí para ti, en caso que sientas que… estás teniendo problemas.

—Estaré bien, lo prometo.

—¿No más dietas de la sandía?

—No más dietas de la sandía —dice con una pequeña sonrisa, y esta vez finalmente llega a sus ojos.

Me siento con esperanza, aliviado de haber tenido esta conversación con ella. Confío en que ella intentará hacerlo mejor. Que esto servirá como un llamado de atención. Que ella sepa que estoy aquí para ella.

Pero no bajaré mi guardia. Prestaré mayor atención y seré mejor yo mismo también.