Toda esta historia fue escrita por mí. Los personajes son de S. Meyer.

"Nada importa morir, pero no vivir es horrible"

Víctor Hugo.

Capítulo 2

Bella

Vivía en una prisión.

Una bonita, con suelos de mármol, tejado de adoquines y un patio que se extendía tanto que no alcanzaba a ver con claridad el final a menos que me acercara. Pero era una prisión, al fin y al cabo.

Pasé la brocha sobre el lienzo el que estaba trabajando con exasperación. Ni siquiera me gustaba pintar. Lo odiaba, incluso. Pero madre decía que era una manera muy buena para canalizar emociones, lo cual no tenía ningún sentido para mí. Lo único que canalizaba aquí era mi hastío, mi aburrimiento y mi poca fortuna.

Por supuesto, cualquiera que me oyera quejarme de mi vida absolutamente privilegiada diría que soy una tonta, una niña malcriada, alguien que no sabe apreciar la belleza de no pasar hambre, de no tener ni un poco de conocimiento del hambre o la pobreza.

Eso dirían. Pero ninguno de ellos sabía.

Ser una princesa de la mafia no era una cosa fácil. Nací, crecí, y desde el momento uno me instruyeron que mi vida no era mía para vivir. Tenía que seguir reglas, portarme de una manera en específico, conseguir llenar las expectativas de la gente a mi alrededor.

La puerta crujió detrás de mí y una pequeña sonrisa se coló entre mis labios. Dejé mi brocha en la mesa, sin importarme si manchaba el carísimo cedro, y me di la vuelta.

Ante mí estaba el único aliento de libertad, de rebeldía, que había probado en todos mis años de vida.

Dolcetta (0) —Jasper Hale, mi guardaespaldas, me sonrió. Un ligero hoyuelo decoró su mejilla derecha, y los risos rubios de su cabello resplandecieron con el sol que entraba por la ventana.

Me apresuré a levantarme de mi silla, corriendo hacia él y encerrándome entre sus brazos. Su colonia masculina olía a brisa, a mar, a libertad.

Jasper era mi sueño prohibido; lo único por lo que aun me mantenía cuerda. Había estado enamorada de él desde que podía recordar. Él comenzó como un soldado raso entre las filas de mi padre hasta que un día fue ascendido para custodiarme. Aunque al principio nuestra relación era más bien fría, con casi un sentimiento de odio entre mezclado, pronto nos dimos cuenta de que esos sentimientos sólo eran producidos a causa de no poder estar juntos.

Pero ya tenía dieciocho años, sólo un par de años menos que Jasper. Y sabía que nunca podría estar con él.

No a menos que me fugara.

Era algo de lo que habíamos estado hablando, pero aun no teníamos un plan en concreto. Para fugarme, tendría que desaparecer de la faz de la tierra. Al ser hija de Charles Swan, jefe de La Organización, la segunda organización de mafia italiana más grande de Nueva York, tenía una diana en la frente.

Si no éramos inteligentes, yo nunca podría escapar. Y Jasper moriría en el intento de ayudarme.

Me estremecí y alejé esos pensamientos de mi cabeza. En cambio, lo abracé más fuerte.

—Te extrañé —murmuré contra su traje.

Anch'io, amore mio (1).

—¿Qué haces aquí? Creí que estarías con padre hasta más tarde —alcé ligeramente la cabeza para verlo con claridad. Jasper era muchísimo más alto que yo.

—Lo estaba, pero ha solicitado tu presencia en su despacho —murmuró, poniéndose sombrío de repente—. No me gusta nada esto.

Instantáneamente me puse rígida.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

—Tuvimos una reunión con Edward Cullen, dolcetta —explicó—. No pude entrar en detalles, pero en cuanto llegamos, me ha pedido verte enseguida.

Padre reuniéndose con el enemigo era algo que estaba, bueno, muy fuera de lo común. Jamás, desde que tenía memoria, había pasado algo así.

Además de que Edward Cullen no era precisamente reconocido por su corazón pasivo. Era el Capo de la Cosa Nostra de la Costa Este, y aunque yo era, en su mayoría, una hija que estaba envuelta en sábanas de seda, había oído suficientes rumores de él como para temerle.

Incluso yo tenía la ligera sospecha de que hasta padre le temía. Siempre estaba atacándolo, jugando un estúpido juego del gato y el ratón, pero nunca con la suficiente fuerza para suscitar su verdadera ira. Porque Dios sabía que, una vez que eso pasara, todos nosotros acabaríamos muertos.

Me estremecí.

—¿Qué es lo que querrá? —pregunté preocupada, más para mí que para Jasper, pero aún así él me contestó:

—No lo sé, pero será mejor que lo averigüemos —me dio un ligero beso en la coronilla y se separó de mí reticente. Rara vez me besaba en los labios, no solo porque estuviera prohibido, sino porque Jasper era muy conservador. Estaba dispuesto a esperar hasta el matrimonio para no deshonrarme, y por eso lo quería aún más—. Andiamo, dolcetta.

Mi casa era una mansión, con más de dieciocho habitaciones, una piscina gigante, pasillos interminables y agujeros y escondites secretos desde los que podías moverte de un lugar a otro por detrás de las paredes. Este piso fortificado había sido el sueño de padre; a él le gustaban las cosas extravagantes. Desde que se había convertido en jefe, hacía nueve años, había hecho muchas inversiones en cuanto a nuestra casa.

Estaba lleno de soldados, que patrullaban día y noche. Era prácticamente imposible escapar.

Yo tenía dos hermanos más: Alice y Alec. Ellos eran gemelos, ambos tres años menores que yo. Alec era el futuro jefe de la Organización, y sabía que con su poca edad, padre ya lo había obligado a hacer cosas inimaginables tan solo para "probar" su valía como heredero.

Alec ya no tenía ni una pisca de infancia en el cuerpo. Eso había muerto mucho tiempo atrás.

Pasamos frente a la habitación de Alice, y me resistí a pedirle a Jasper que me esperara un minuto para poder hablar con mi hermana. Últimamente ella estaba más y más distante de mí, al igual que Alec. Ambos comenzaban a vivir en su burbuja, y nuestra hermandad se desmoronaba frente a mí día con día.

Estaba atada de manos. Creía que, en el fondo, el problema de Alice era muy diferente al de Alec. Mientras mi hermano estaba obligado a volverse duro, a no demostrar sentimientos más que el respeto por su familia, Alice parecía sentirse olvidada. Podía entenderlo, hasta cierto punto. Mientras yo tenía la atención de la hermana mayor, y Alec la de del legado, ella no tenía nada.

No sabía lo afortunada que era.

Un soldado pasó frente a nosotros, e instantáneamente la mano de Jasper soltó mi espalda baja y quedó laxa junto a su cuerpo. La miré con anhelo, odiando la falta de contacto, pero sabiendo que era lo mejor.

Mi dispiace, dolcetta (2) —me susurró con pesar. Asentí, parpadeando las lágrimas de frustración. Hacía mucho tiempo que había aprendido que esas no servían para nada.

—Está bien, no es tu culpa —murmuré de vuelta. Seguimos caminando un par de minutos más, hasta que quedamos justo en frente de la puerta de madera blanca del despacho de padre. Jasper tocó suavemente, hasta que padre nos dio el permiso para pasar.

—Isabella, cariño —me sonrió como si nada estuviera pasando, como si no fuera absolutamente raro requerir mi presencia en su oficina cuando la mayoría de los días se olvidaba de mi existencia.

—Padre —saludé, inclinando la cabeza hacia él en una muestra de respeto que odiaba—, ¿me necesitabas?

—Sí, así es —miró a Jasper por un milisegundo—. Retírate.

Sì, signore —Jasper me echó una mirada por el ravillo del ojo, pero no le quedó más remedio que darse la vuelta e irse. Supe que se quedaría en el umbral, esperando por mí, como siempre lo hacía.

Una vez que el pestillo del despacho sonó de nuevo, padre me señaló una de las sillas de terciopelo rojo que se encontraban frente a su escritorio.

—Siéntate, Isabella.

Me moví con movimientos lentos, casi robóticos, hasta que me acomodé en el incómodo asiento. Inhalé y exhalé, antes de decir con voz temblorosa:

—¿Sucede algo, padre?

—Hoy tuve una reunión interesante con Edward Cullen —traté de que mi expresión no revelara otra emoción más que la "sorpresa". Padre no podría enterarse jamás de que Jasper me informaba este tipo de cosas, ya que decirle eso a una mujer, que se supone no tiene nada que ver con la mafia, es considerado traición. Los conservadores italianos tenían algo más marcado aun que su orgullo: su machismo. Y padre no era diferente.

» No necesitas saber todos los detalles, pero hice un movimiento que no le hizo mucha gracia —hizo una mueca y un gesto de desinterés con la mano, pero noté el pequeño tic en su ojo derecho. El enfado de Edward lo ponía nervioso, eso era obvio—. Afortunadamente, pudimos arreglar nuestras diferencias.

Traté de no atragantarme con la bilis que subió por mi garganta. Esto me estaba dando muy mala espina. Padre nunca me contaría esto directamente, a menos que quisiera involucrarme. ¿En qué estaría pensando, que necesitaba de mí?

—Ah, ¿sí? —murmuré, solo para llenar el hueco de la conversación. Odiaba ser tímida y sumisa con mi padre, pero no podía evitarlo. Había sido criada de esa manera, y mi vena rebelde estaba apagada. Sólo salía cuando estaba con Jasper porque con él… con él me sentía libre.

—Resulta que no hay ninguna necesidad de pelear —padre sonrió como el gato que se comió el canario, y más bilis subió por mi garganta—. Hemos decidido hacer un acuerdo que beneficie a la Organización y a la Cosa Nostra.

—Eso es maravilloso, padre.

—Lo es, por supuesto. Es lo que he estado esperado por décadas. He tenido que cargar con las decisiones de mi estúpido padre y su motín —gruñó, mostrando por un momento un destello de su personalidad violenta. Me estremecí, pero tan rápido como lo mostró, se fue—. Como sabes, no es fácil perdonar agresiones como las que la Organización causó a la Costa Nostra. La traición se paga con muerte, no hay otra opción. Pero ese barco ya zarpó hace mucho para ellos.

» Es por eso por lo que decidimos hacer un acuerdo. El señor Cullen me dará lo que quiero, la unificación de nuestras organizaciones con un acuerdo, y yo, a cambio, le daré mi bien más preciado.

Parpadeé, incapaz de comprender las palabras de padre. Él jamás, y cuando digo jamás es jamás, se desprendería de algo de valor. Era como una cucaracha con la comida rancia: anhelaba la riqueza. ¿Pero tal vez me equivoqué, y anhelaba más la redención y el perdón de los Cullen?

Lo veía muy difícil de creer.

—¿Entonces?

Un momento estaba ahí, haciendo esa pregunta tan tonta como la vida misma, y al siguiente estaba siendo llevada por una espiral de confusión y horror, cuando mi padre confesó:

—He prometido tu mano en matrimonio con el señor Cullen. Te casarás en tres meses.

Estupefacta, no me quedó más que abrir la boca con sorpresa, sintiendo como el aire abandonaba mis pulmones. Lo miré, sin poder creer lo que me acababa de decir, pero padre no parecía afectado por mi obvia falta de respeto. Los pelos de los brazos se me erizaron, y sentí un escalofrío por todo el cuerpo.

—¿Qué… Padre, ¿qué estás diciendo?

—¿Necesito repetirlo, niña tonta? —gruñó—. Te casarás con Edward Cullen. Es el Capo de la Cosa Nostra de la Costa Este, Isabella. Nuestra oportunidad de subir en la cadena alimenticia.

—Pero, padre, yo ni siquiera lo conozco —musité, intentando aferrarme a cualquier excusa posible. Estaba dando patadas como un ahogado, lo sabía. Charles Swan ya había tomado su decisión, y a mi no me quedaba de otra más que obedecer. Así había sido siempre.

¿Pero y Jasper?, pensé, sintiendo el corazón desmoronándoseme en el pecho. ¡Jasper y yo estábamos destinados a estar juntos! Y ahora, en este giro cruel del destino, ¿yo estaba comprometida con alguien más?

Alguien que ni siquiera conocía. No, peor aún, un asesino, un jefe de la mafia. Alguien que seguramente sería tan violento como padre, o incluso peor.

—Ya podrás conocerlo —padre sonrió, quitado de la pena—. Pronto, muy pronto, mia figlia (3). Su cena de compromiso será dentro de dos semanas, tiempo suficiente para que te hagas la idea.

—Pero, padre, yo…

—Basta, Isabella —me interrumpió con frialdad—. ¿Acaso quieres decepcionarme?

Bajé la mirada, aturdida y entristecida. No, no quería decepcionarlo. A pesar de que mi padre era malo, dentro de mí estaba el deseo vehemente de complacerlo. Siempre había sido así, por eso yo era su hija favorita, incluso por encima de Alec, su legítimo heredero.

¿Pero de verdad eres su hija favorita?, preguntó una voz sarcástica en mi cabeza, ¿de verdad crees esa estupidez?

—Te he hecho una pregunta, Isabella.

—No, padre —murmuré con resignación—. No te decepcionaré.

La calidez inmediatamente inundó los rasgos de mi padre, y me odié un poco por amar su aprobación.

—Así está mejor —sonrió—. Ahora vete, tienes muchas cosas que planear con tu madre, tu vestido debe ser perfecto. Será la primera vez en más de veinte años que miembros de la Organización regresen a su alma mater.

Con rigidez, me levanté de mi asiento, sintiendo el peso del muendo sobre mis hombros.

—Por supuesto, padre.

Ya me había acercado a la puerta cuando padre volvió a llamarme. Me volteé, odiando seguir sus órdenes como un maldito perro de Pávlov (4) condicionado a su voz.

—¿Sí, padre?

—Estoy muy orgulloso de ti, mia figlia.


(0) Dolcetta: Cariño.

(1) Anch'io, amore mio: Yo también, amor mío.

(2) Mi dispiace, dolcetta: Lo siento, cariño.

(3) Mia figlia: Hija mía.

(4) Condicionamiento de Pávlov:es un tipo de aprendizaje asociativo que fue demostrado por primera vez por Iván Pávlov.

Hola!! Muchas gracias por sus comentarios en el capítulo anterior. Me alegro que les esté gustando la historia. Espero sus reviews en este!!

Solo como nota adicional: hay muchas cosas en este fic que les van a sonar machistas/anticuadas, pero así es básicamente la mafia italiana, especialmente la Cosa Nostra.

Les advierto que al principio va a haber muchas cosas que no les van a gustar de Edward, pero no se preocupen, Bella logrará llegar a il cuore di tenebra y se enamorarán de él :3