Toda esta historia fue escrita por mí y los personajes son de S. Meyer.
"El valor por encima de todas las cosas es la primera cualidad de un guerrero."
— Carl Von Clausewitz.
Capítulo 4
Edward
—¿A dónde vas?
Paré en seco al bajar las escaleras de la casa solariega que compartía con mi familia a las afueras de Nueva York. La voz de Emmett me fue imposible de ignorar.
Mordí el interior de mi mejilla, molesto, pero me volteé a verlo.
—Fuera.
—Tienes una reunión con Richard Avemsey en una hora —me recordó. Tenía unas cuantas reuniones al día, sí, pero todos eran con nuestros socios "limpios". Cullen Security era nuestra tapadera, y una muy buena, ya que éramos los mejores del país.
Dejar plantado a un senador no era lo que tenía planeado para hoy, pero a veces esas cosas suceden.
—Necesito irme. Puedes tratar perfectamente con el senador Avemsey.
—No, no puedo —Emmett apretó los dientes con molestia—. Sabes perfectamente que pidió hablar contigo.
—Me temo que lo que tengo que hacer no puede esperar.
—¿Y se puede saber qué es eso? —bajó el tramo de escaleras hasta posarse a mi lado, bajando la voz—. ¿Qué es tan importante que ni siquiera yo, tu consigliere, puede saberlo?
Di una mirada al cielo, pidiendo por paciencia. Odiaba que Emmett se inmiscuyera, pero tenía razón, esas cosas él debía saberlas.
Había mandado a investigar a Charles Swan lo suficiente para saber que nuestra unión no repercutiría más de lo que me ayudaría. Resultó que estuvo limpio, incluso Emmett y Seth lo aprobaron, pero la maldita cucaracha escondía un nido no muy lejos de él, a nombre de alguien más.
La noche anterior había descubierto que tenía en sus manos un burdel de poca monta. Tenía prostitutas ahí, y con una pequeña descripción de uno de mis agentes, supe que no todas estaban por su voluntad. Había chicas que incluso parecían menores de edad, y sólo podía pensar en cómo acabaron allí.
Ese pozo de miseria abarcaba el 20% de los ingresos de los Swan.
Estaba dispuesto a ir a matar a Charles con mis propias manos, porque si algo entendíamos con la Cosa Nostra, es que no nos metíamos con mujeres. Mucho menos con unas que aun contaban como niñas.
Pero incluso yo sabía que eso era una mala idea, por eso no se lo había dicho a Emmett. Tomé una respiración profunda y lo miré.
—Será mejor que hablemos en mi despacho.
—Está bien —asintió.
Caminamos juntos al interior de la casa. La arquitectura databa de la época de las colonias, a un antiguo duque, y pasó a ser parte de la familia Cullen cuando mi abuelo la compró a principios del siglo XX. Aún la usábamos como cuartel general, pero lo más importante es que aquí vivíamos mi hermano y yo, así como Emmett y su esposa, Rosalie.
La hermana de mi padre y mi tía, Esme, era la mamá de Emmett y ella vivía directamente en Nueva York junto con su marido, Carlisle. Lo mismo hacía el tío Aro.
Esta casa era únicamente de mi primo, mi hermano y mía. La familia central.
—Ocurrió un problema —farfullé, recostándome en el sillón de mi despacho. No me gustaba el lugar; estaba decorado al gusto de mi abuelo. Prefería las paredes de ventanas en lo alto de mi torre en Nueva York.
—Eso me queda claro, pero ¿qué es?
—Charles Swan es. Resulta que escondía bien un pequeño secreto —le di los pormenores de lo que había investigado acerca de su burdel, y la expresión molesta de Emmett igualó la mía. A ninguno de los dos nos gustaba que nos mintieran, pues éramos Cullen. Nos hacía ver como idiotas—. Pensaba ir a meterle un tiro entre ceja y ceja.
—Cazzo —murmuró. Carajo—. No puedes hacer eso, Edward, ¿es que no lo ves? Si por fortuna salieras de ahí, provocarías la guerra que tanto estabas tratando de evitar.
—Me mintió, Emmett. Se atrevió a mentirme.
—Lo sé, pero esto es más importante que tú y tu orgullo —dijo y, aunque sabía que tenía razón, seguí lleno de rabia—. No podemos echarnos atrás en un trato como este, lo sabes, toda la maldita organización querrá tener tu trasero. Ya estamos en la cuerda floja desde que mi tío murió, ¿en serio quieres terminar de hundirnos?
Negué con la cabeza y exhalé un gran suspiro. Por cosas como estas Emmett era mi consejero; a veces yo me dejaba llevar por la rabia, la única emoción que parecía predominar en mí la mayor parte del tiempo, y actuaba de forma precipitada. Mi primo era el que me ayudaba a permanecer estoico.
» Le cerraremos el maldito burdel y ayudaremos a esas mujeres —continuó diciendo—. Podemos hacerlo por debajo del agua, y amenazarlo. Una vez que te cases con su hija, Charles Swan pasará a ser parte de la organización de la Costa Este y por lo tanto, tendrá que obedecerte. Piénsalo, así todos ganamos —terminó. Y luego murmuró bajito, pero solo para él—: y evitamos una estúpida guerra.
Sabía, de manera lógica, que tenía razón, pero me sentía molesto por mi maldito orgullo. Ni el investigador que había contratado, ni el chivo que tenía entre las filas de Charles, habían podido informarme de la mierda que se traía Swan entre manos. Odiaba estar ciego en algunas partes, y me molestaba más de lo que querría admitir.
—Está bien —acepté—. Será mejor que le hagamos una visita a Charles Swan, entonces.
Emmett se sorprendió cuando me levanté, dispuesto a salir de la sala.
—¿Hoy? —preguntó.
—Ahora mismo —no iba a dejar que un minuto más pasara esta situación—. Te veré en quince minutos en la entrada. Espero que estés listo. Y dile a Ángela que cancele todas mis citas.
—Pero el senador…
—Luego, Emmett.
Mi primo me miró con una expresión dura, pero terminó asintiendo. Sabía perfectamente qué batallas pelear conmigo y esta no era una de ellas.
—Dame diez minutos.
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La casa de Charles Swan demostraba todo el dinero sucio que le encantaba ganar. Era básicamente una mansión, con arquitectura greca que distaba mucho de los bordes rudos de mi casa solariega. Había por lo menos tres kilómetros de pasto interminable desde que el portón se habría hasta que llegabas a la casa, y todo el lugar estaba lleno con cultivos de manzanos.
Charles Swan me esperaba en la entrada, con dos de sus guardias a cada lado. Emmett y yo habíamos venido con unos cuantos guardaespaldas, pero como muestra de respeto, en nombre de nuestro contrato, se quedaron el patio, a pesar de que se veían nerviosos por dejarnos desprotegidos.
La casa de Charles parecía un museo. Me quedaba claro que le gustaba coleccionar cosas, ya que las paredes blancas estaban llenas de cuadros y más. El suelo linóleo nos siguió hasta su despacho, que era tal vez dos veces más grande que el mío, lo cual era decir mucho.
Muchas veces las cosas, las compras de alguien, hablan mucho de la personalidad de la persona. A Charles Swan le gustaba aparentar, eso era obvio. Por eso odiaba su posición como líder de la organización, ya que era una cucaracha entre miles de ellas. Si yo me casaba con su hija, le devolvería su estatus, aunque seguiría estando en un rango demasiado bajo.
Yo, por otro lado, no ganaba nada. Excepto la unificación, y la finalización de una guerra de más de dos décadas.
A él no le convenía que yo no quisiera firmar.
—Vamos a evitarnos el momento incómodo de plática estúpida —comencé una vez que estuvo sentado. Yo me quedé del otro lado de la habitación, de pie al lado de la chimenea. Emmett nos estudiaba, callado, desde su silla en un rincón—. Descubrí Donne's.
El estúpido nombre de su burdel me puso aún más colérico, pero me contuve. Esto no era una misión para propiciar una guerra, venía aquí a exponer mis términos.
Charles se puso blanco como papel, lo que me confirmó que sabía de qué estaba hablando. Mordí el interior de mi mejilla, tratando de bajar la rabia que sentía en mi interior. No había venido aquí a pelear, y tenía que estármelo recordando constantemente.
—Creo, Charles, que sabes que tus transgresiones podrán, en el mejor de los casos, costarte la vida —continué diciendo. El hombre se puso rojo; seguro odiando la tácita amenaza en mi voz, a pesar de que estábamos en su propia casa—. Sabes muy bien que no me relaciono con la trata de personas. Me produce asco, y no estoy dispuesto a que mi familia se una a la tuya cuando eres capaz de dirigir negocios así.
—Donne's no está a mi nombre —se intentó defender—. Recibo dinero de ahí, claro, pero no es mío. Mi historial está limpio y lo sabe muy bien, señor Cullen.
—No está limpio, y así como yo me enteré, otros se enterarán. Solo necesitarán tener la motivación adecuada, y créeme, lo harán —los viejos de la familia ya de por sí estaban furiosos con mi decisión de unir el clan Swan a nosotros, y lo único que me había salvado había sido que Demetri, mi capo dei capi, había dicho que estaba de acuerdo con mi decisión.
Eso era el motivo por el cuál Emmett quería que, por sobre todo, arregláramos la situación estúpida de Charles en lugar de matarlo. A Demetri no le gustaría que la boda se cancelara después de haber dado su bendición. Lo haría quedar como un idiota.
Eso sin hablar de mí.
—Yo… —Charles se había quedado sin palabras. No me había costado notar que ese hombre era puras promesas y nada de acción; le gustaba su posición de poder, pero era temeroso y sumiso. Estaba en un lugar que no le pertenecía.
—Vas a desmantelar Donne's hoy mismo —hablé entre dientes apretados, dándole todo el peso de mi mirada—. No estoy dispuesto a tener como suegro a un maldito tratante de personas, ¿entendiste?
Charles se atragantó.
—¿Hoy? Pero eso es imposible, eso me tomará, como mínimo, dos semanas y…
—Hoy mismo, Swan. Te lo juro que estoy siendo benevolente contigo —dije duramente—. Hoy mismo. ¿Capice? —¿entiendes?
Asintió, viéndose resignado.
—Chiaro —Claro.
—Excelente —no expresé mi disgusto más de lo que debía. Moría por irme de ahí, pero antes… —. Esperaré a que hagas tus llamadas. Emmett podrá vigilarte, solo como preocupación. No quiero que me mientas.
Charles y mi primo me miraron sorprendidos.
—Yo…—Swan se aclaró la garganta—. Tendré que hacer más que unas cuantas llamadas.
—Por supuesto, no esperaba más —asentí y agregué—: En cuanto a las chicas de ese lugar, mis hombres estarán allí esta noche para colocarlas en un lugar seguro. Entenderás que no confío en ti para eso, ¿cierto?
Pude ver el tic en la mandíbula de Charles, era obvio que lo estaba presionando, pero terminó estando de acuerdo conmigo.
No pensaba tener una visita social, y nada me gustaría más que vigilar como un halcón a Swan mientras deshacía su pequeño burdel, pero era claro que el hombre ya estaba al límite por mi presencia. Emmett podría vigilarlo tan bien como yo-
—Ahora que ya estamos claros, me agradaría conocer a mi futura esposa y dar un paseo por el tiempo en que tú arreglas tus problemas —agregué, sonriente. Aunque la sonrisa falsa casi me costó un dolor de cabeza—. ¿Está la señorita Swan por aquí?
Charles casi se atragantó, pero se recuperó enseguida.
—Sí, por supuesto. La llamaré —parecía feliz de complacer. Estaba dispuesto a todo con tal de quedar bien conmigo, incluso poniéndome a su hija en las manos como un regalo bien envuelto. No me sorprendía que tuviera un negocio lleno de prostitutas que tal vez ni siquiera querían estar ahí, no con el comportamiento que exponía con su propia familia.
Esperé lo que pudieron ser tal vez quince minutos, viendo los retratos de su familia. Estaba su mujer, por supuesto, Renee Swan, a quien conocía personalmente, pero hacía años que no veía. También, había una pareja que tenía demasiadas similitudes, de la cual solo reconocí a Alec Swan. Apenas era un crío, tal vez tendría unos dieciséis años, pero ya se estaba haciendo un nombre entre la organización de su padre. Él, a diferencia de Charles, sería un buen líder cuando heredara. Un buen aliado al que tener al lado.
La mujer a su lado supuse que sería su hermana gemela, aunque desconocía el nombre de ella. Realmente no me importaba. Lo que me llamó la atención fue la mujer a su lado, apenas un poco más alta.
Me di cuenta conmocionado de que esa era Isabella Swan, mi futura esposa. Con el cabello marrón en caireles hasta la cintura, la piel blanca como el alabastro y los ojos oscuros más profundos que hubiese visto nunca, me pareció bellísima. Pero eso fue solo un segundo antes de que un ligero toque en la madera me sacara de mi ensimismamiento.
La puerta se abrió ligeramente, y por ella entró Isabella Swan.
—Padre, ¿me buscabas? —estudió temerosa e insegura la habitación, hasta que sus ojos cayeron en mí y abrió ligeramente la boca con sorpresa. Sus mejillas se tintaron de un rosa ligero, y supe que estaba avergonzada.
¿O tal vez era algo más?
—Sí, Isabella. Mira, acércate —Charles tomó su mano y la jaló hacia mí, y aunque me gustó el salvado de la distancia, odié el como la manipuló, sin ser suave. Sentí como si ella necesitara toda la suavidad del mundo, ¿por qué una mujer como ella no debería ser tratada así? —. Te quiero presentar al señor Cullen. Anda, saluda —dijo. Su voz me sonó demasiado forzada.
Isabella, que se veía como un ciervo atrapado bajo los faros de un auto, miró hacia alrededor intentando buscar una salida fácil, hasta que sus ojos se posaron en mí. Lentamente, me ofreció su mano, esperando un saludo formal, pero la tomé y deslicé mis labios sobre ella. Apenas el toque de una pluma, sin dejar que mis ojos fueran a otro lado más que al encuentro de los suyos.
—Piacere di conoscerti, la mia bellissima fidanzata (0).
(0) Encantado de conocerte, mi hermosa prometida.
Helllouu,hola chicas! Muchas gracias por los comentarios en el capítulo anterior, me alegro mucho de que les guste esta historia. Vamos a ir avanzando de poquito a poquito, pero no quería que Edward y Bella tardaran mucho en conocerse, así que aquí está el capítulo donde Bells conoce por primera vez al rey infame.
Qué les pareció? Les gustó? Recuerden que sus comentarios son mi paga y así me dan más ganas de actualizar. Gracias!
