Toda la historia fue escrita por mí y los personajes son de S. Meyer.
"Soy mitad agonía, mitad esperanza."
—Jane Austen.
Capítulo 5
Bella
Fríos.
Esa es la característica principal de los ojos verde espuma que me miran con sumo interés. A pesar de que la curiosidad está allí, incluso con un destello de fascinación, también hay frialdad.
Mi preciosa prometida.
¡Qué atrevido! Ni siquiera había tenido el suficiente tiempo para prepararme para verlo. Un aviso de parte de padre hubiera sido, cuando menos, amable.
Me distraje con el tacto de sus labios en mi piel. Se sintió como si una pluma se acercara a mi mano, y su aliento cálido hizo que me erizara. Lo peor era que creo que no fue por incomodidad.
Ahora sentía un nudo en la garganta casi imposible de forzar, pero me obligué a murmurar:
—Il piacere è mio, signor Cullen —El placer es mío. ¡Ja!
Me di cuenta tardíamente que Edward Cullen era guapo. Hasta hermoso, se podría decir, pero no en el sentido convencional, ya que tenía una cicatriz que cruzaba desde su pómulo izquierdo hasta la comisura de su labio, dándole un aspecto rudo. Su cabello era de un castaño oscuro, con reflejos rojizos, y la expresión en su cara era… ninguna. No dejaba entrever, ni siquiera por asomo, lo que estaba pasando por su mente. No había interés allí, ni tampoco aburrimiento. Solo era él, y ya.
Cuando sus manos estuvieron lejos de las mías, volví a respirar con normalidad y me revolví, incómoda. Sabía que Jasper estaba detrás de la puerta, seguramente retorciéndose aún peor que yo. Hacía más de tres días que no hablábamos, no desde el anuncio de mi padre acerca de mi inminente boda, pero no era a causa de él.
Jasper me había buscado, una y otra vez, pero yo me sentía tan avergonzada que no le dirigía la palabra. Eso lo lastimaba, lo sabía, lo que empeoraba aún más la situación.
Pero ¿esto? ¿el señor Edward Cullen en persona? Nada podría ir peor. Creí que lo vería por primera vez hasta la fiesta de compromiso pero, en cambio, ahora lo tenía aquí conmigo. Era una suerte que madre me hubiera enseñado a siempre estar presentable aunque ¿no hubiera sido mejor estar desarreglada? Tal vez si le hubiese dado una mala impresión, claudicaría en su plan de casarse conmigo.
Aunque algo me decía que yo podría ser un viejo palo de escoba y aún así podría un anillo en mí.
—Bella estará encantada de mostrarte los alrededores de la finca —volteé a ver sorprendida a mi padre cuando habló. ¿Quería que estuviera sola? ¿Con él?
Pareció ver mi desconcierto, porque agregó:
» Por supuesto, el señor Hale los acompañara. Es el guardaespaldas de mi hija.
Edward, a quien en mi mente seguía llamándolo señor Cullen, alzó una ceja.
—Dudo que sea necesario. Estamos comprometidos y nunca le haría daño —aunque la última frase casi hizo que me dieran ganas de vomitar, estuve de acuerdo instantáneamente con él. No quería que Jasper se viera forzado a tener que vernos… No quería lastimarlo más.
Eso sin tener en cuenta lo que sentiría yo en una situación así.
Padre hizo un gesto de desinterés con la mano.
—Estaré más tranquilo así.
El rostro del señor Cullen se endureció aún más, si era posible.
—Bien —acepto finalmente, y yo contuve mi mueca. Dio un asentimiento al hombre que se encontraba en la esquina del despacho, como entendiéndose con la mirada—. Emmett vigilará que hagas lo que te pedí. Recuerda, Swan, nada de trucos.
Mi boca se abrió por la forma insolente que tuvo de tratar a mi padre, pero no hice ningún comentario. Sabía que Cullen era un capo poderoso, él podía darse el lujo de tratar a mi padre así, pero como quiera, era shockeante.
Padre tenía su boca hecha una fina línea cuando afirmó con la cabeza.
—Por supuesto —convino. Me dio una mirada fugaz como diciendo "pórtate bien" y yo retuve mis ojos en blanco, porque, joder, yo siempre me portaba bien. Era tan aburrida que a veces me producía lástima a mí misma.
Abrí la puerta y traté de que la mano no me temblara al mover el picaporte. Al otro lado me esperaba Jasper, paseándose por el pasillo con una inusual postura encorvada y con las manos en los bolsillos. En cuanto escuchó el chirrido de la madera, se enderezó y un deje de alivio cruzo por sus ojos cuando yo salí.
Sin embargo, su expresión se endureció cuando vio al señor Cullen.
—Jasper —mi voz salió baja, tímida y débil. Lo odié—, el señor Cullen y yo daremos un paseo por la casa. ¿Puedes acompañarnos?
Ni siquiera me di cuenta cuando, de pronto, Cullen tenía mi mano entre la suya. Salté, sorprendida, y lo miré, sin saber qué pensar, pero él estaba estudiando a Jasper.
Oh, mierda.
.
.
.
Edward
Algo estaba mal.
Isabella Swan, tal como esperé, me pareció un gatito dócil y asustado. El miedo eclipsaba su casi imposible belleza, lo cual me pareció irritante. Cada segundo de escuchar como se doblegaba a las órdenes de su padre, por más nimias que estas fueran, me produjo urticaria.
Pero eso no era lo que estaba fuera de lugar, no. El guardaespaldas, que tenía un nombre imposiblemente ridículo, la veía con demasiado interés. Con demasiado ahínco.
Era fácil el deducir por qué: Bella era hermosa. Tenía la piel suave, sin ni una mancha, blanca como la leche, y contrastaba de una forma increíble con su pelo y ojos oscuros. Su metro sesenta tampoco era muy llamativo; apenas y me llegaba al hombro. Y sin embargo, a pesar de que era una belleza típica italiana que se podría encontrar en cualquier parte de Sicilia, había algo más ahí. Algo que era poco posible de ignorar.
—C-como puede ver, señor Cullen, estamos llenos de cultivos de manzanos. El clima es perfecto para la fruta y… —su diatriba, que parecía ensayada, me estaba poniendo de los nervios. Llevaba los últimos diez minutos hablando de los beneficios de las manzanas.
La tomé de la muñeca, deteniéndola y también callándola.
Por el rabillo del ojo, vi al guardaespaldas acercarse a nosotros. Lo miré, retándolo, mientras la mirada de ciervo atrapado en los faros aparecía de nuevo en el rostro de Bella.
Bella, que apropiado para alguien tan bella, pero ¿dónde estaba el fuego de esta gatita?
—Creo que deberíamos dejar de lado las formalidades, ¿no lo crees? —su asentimiento fue lento, y su mirada nunca dejó la mía. Estaba avergonzada; eso era obvio. Pero aun así, lucho con el sentimiento. Ahí estaba el fuego. El poder. Simplemente tendría que rascar un poco la superficie—. Puedes llamarme Edward.
—Y-yo…—se aclaró la garganta—. Sí, por supuesto.
Alcé la ceja.
—Edward —completó. Fue apenas un susurro, pero me hizo darle una ligera sonrisa. No era muy común en mí, pero esta gatita…
—¿Solo estudias manzanos por aquí? —pregunté como quien no quiere la cosa, mientras seguíamos caminando. Mi mano se deslizó desde su muñeca hacia su palma, y las uní para que siguiéramos nuestro camino. Aunque se quedó mirando la unión por unos segundos y se tensó, no hizo nada para detenerme—. Estás todo el tiempo en casa, ¿verdad?
—No, yo… hago otras cosas, por supuesto —parpadeó, como si fuera la primera vez que notaba eso—. Mi padre no me permite salir.
Apreté la mandíbula.
—¿En general?
—Er, no. No me permite salir para nada —murmuró—. Dice que es peligroso.
—Lo es —acepté, y su expresión cayó un poco—. Sin embargo, eso no debería ser razón para mantenerte encerrada. Tienes un guardaespaldas.
—Lo sé, pero mi padre no piensa igual —se encogió de hombros, era obvio que ya había hecho las paces con la idea. Luego agregó—: Yo… pinto. ¿Te gustaría ver?
La miré con renovado interés.
—Sí, por supuesto.
Su mano se soltó de la mía y enseguida sentí la pérdida, pero no hice nada por buscarla de nuevo, ya que se veía incómoda en tener un contacto prolongado conmigo. Me molestó el hecho de que me escociera su desinterés, pero me recordé rápidamente que no estaba ahí para agradar.
Bella Swan era parte de un acuerdo que me traería beneficios, y eso era todo.
Que fuera guapa, bueno, era un extra.
Hola! Muchas gracias por sus comentarios en el capítulo anterior. Este cap fue un poco más chiquito porque voy a tratar de actualizar diario, les gustaría que fuera así?
Déjenmelo saber con sus comentarios. Gracias!!
