Toda esta historia fue escrita por mí y los personajes son de S. Meyer!
"La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos."
—Marco Aurelio.
Capítulo 6
Bella
Esta podría ser, con diferencia, la situación más incómoda en mi existencia entera.
Casi puedo sentir cada respiración, cada mínimo movimiento de Jasper mientras nos sigue a Edward y a mí hacia mi estudio. Ni siquiera sé por qué mencioné mis pinturas; a mi no me gusta presumir lo que hago. Y definitivamente no esperaba tener que mostrárselas a Edward.
—No es mucho —susurré, y odiando lo débil que se escuchó mi voz, carraspeé para aclararme—. En realidad, solo es un hobby tonto.
—¿Tus pinturas? —Edward alzó la ceja. Su mano, gracias a Dios, seguía en su lugar. No me sentía bien tocándolo; no enfrente de Jasper—. No lo creo.
—Ni siquiera las has visto.
—Estarán bien —me dio una mirada apreciativa—. Algo me dice que lo estarán.
Tomé una gran respiración y asentí, no queriendo estar en desacuerdo con él porque, de todos modos, ¿qué sentido tendría?
Caminamos por los interminables pasillos de la casa. Era un espacio gigante, y mi estudio de pintura se encontraba en la ala más alejada del lugar. Era un regalo que mi padre había tenido para mí, una oda a mi privacidad, y de las pocas cosas que sentía que había hecho porque me amaba.
Porque sí, Charles Swan, a su extraña y tóxica manera, me amaba. Y no era por ser presumida, porque no sabía si era un privilegio o un castigo, pero yo era su hija favorita. Para bien o para mal.
—Es por aquí —señalé las puertas dobles del estudio y abrí, dejando que Edward entrara primero. Le di una mirada compungida a Jasper, que me miraba con dolorosa resignación, y luego le cerré la puerta en la cara. Edward se volvió sorprendido hacia mí, por lo que dije—: No creo que sea necesario que el señor Hale nos acompañe. Es seguro aquí.
Él asintió, y por un momento, sus ojos brillaron con travesura.
—Por supuesto.
Me obligué a sonreír, más o menos. Se me revolvió el estómago al pensar que le podía haber dado una idea equivocada pero ¿qué otra opción me quedaba? No iba a jugar a la parejita enfrente de Jasper. Él no se lo merecía.
Y a mi no me quedaba de otra.
—Es muy bonito aquí —salí de mi estupor para ver a Edward apreciar los cuadros de las paredes revestidas de blanco. El cielo raso estaba hecho con una enorme cúpula de vidrio que iluminaba el lugar con la luz del sol.
Él se detuvo, sin embargo, en mi lienzo más reciente. Sobre el papel había una formación de rocas, que servían como un rompeolas natural en el cual una chica se encontraba sentada. No mostraba el rostro, pero su pose encorvada demostraba cómo se sentía.
—Es peligroso sentarse en lugar así —comentó Edward como si nada, deslizando los dedos a través del lienzo, pero sin tocarlo realmente—. Sin embargo, creo que los peligros son lo que menos le importa en este momento.
—No creo que le importe, no —susurré, poniéndome a su lado. Y luego añadí, sin saber por qué—: Está triste.
Me miró con sus ojos de hielo, estudiando mi expresión como si fuera una pintura también.
—¿Por qué?
Me encogí de hombros.
—No lo sé, realmente. Creo que está atormentada. Seguro tomó decisiones que no debía o… o simplemente no tuvo nada que decir al respecto sobre su futuro —sabía perfectamente que no estábamos hablando de la pintura ya, y él también, pero no me detuvo—. Es por eso por lo que se encorva, ¿ves? —señalé la curva de su espalda, donde caía su cabello negro como el alquitrán—. Es la pose universal de la resignación.
—A veces uno no tiene la capacidad de decisión. A veces, aunque la tengas, hay que oír al deber primero —murmuró. Luego sacudió la cabeza y miró los demás cuadros, cambiando de tema rápidamente—. Tienes mucho talento. Estabas siendo modesta.
—Paso mucho tiempo aquí. Si no hubiera aprendido una o dos cosas, estaría avergonzada de mí misma.
Nos habíamos acercado un poco al hablar, así que no me di cuenta de nuestra proximidad cuando, de pronto, él se volteó hacia mí, rozando su mano contra mi cadera y haciéndome respingar.
—Lo siento —se disculpó rápidamente—. ¿Quieres salir?
Parpadeé.
—Pero si acabamos de llegar.
Negó con la cabeza.
—No me refiero a eso, digo… ¿quieres salir conmigo? ¿ir a la ciudad?
Solo había ido a Nueva York un par de veces desde que había entrado en la adolescencia cuando los problemas de la mafia con padre empeoraron. Así que fui muy rápida al asentir, a pesar de que no me sentía del todo cómoda con Edward aún.
—Yo… sí. ¿Se puede?
Ni siquiera había terminado de aceptar cuando él me dijo que sí. Pareció tan sorprendido con su invitación como yo, pero no la retiró.
—No deberías estar aquí encerrada todo el tiempo —frunció los labios con disgusto, y fue el primer gesto con el que le vi demostrar que, al menos, sentía algo.
Me encogí de hombros.
—No es mi decisión.
—Siempre lo es.
—No —lo miré—. No lo es.
Dimitió con eso porque ¿qué otra cosa podría decirme? Y luego miró mi mano.
—No tienes un anillo.
Miré mi dedo anular, sorprendida.
—Er, no —no es mi trabajo conseguirme uno, quise agregar, pero no me atreví.
Él pareció escuchar lo que pensaba gracias a mi expresión porque, vaya, se vio un poco divertido y su labio se curvó en una extraña una media sonrisa. Eso era más de lo que esperaba.
—Te lo traeré mañana, cuando venga por ti.
—Padre no me dejará salir —recordé acongojada.
—Estoy seguro de que lo convenceré. Probablemente ni siquiera necesites llevar guardaespaldas.
La repentina mención de Jasper me recordó que estaba aquí, prestándole atención a Edward, mientras él estaba allá afuera sufriendo. Quería picarme la mano con un picahielo por siquiera atreverme a disfrutar – no, no disfrutar, soportar – la presencia de mi futuro marido.
Pero es que Edward no era como creía; tenía pensado que mi prometido sería malvado o, cuando menos, tan mandón como mi padre. Y lo era, parecía, pero no estaba actuando de ese modo conmigo. Entonces, si él era amable, ¿por qué no serlo de regreso?
Ya me había resignado a mi matrimonio. Aunque quisiera irme, nunca podría, porque Edward Cullen no se tomaría bien la ofensa. Estaba segura de que esa tregua y tranquila amabilidad que parecía tener conmigo se evaporaría en el instante en que yo me fugara, y arremetería contra mis hermanos y mis padres.
Simplemente no podía irme; estaba obligada a quedarme. Más me valía acostumbrarme a mi nuevo prometido.
Porque escaparme de él no era opción.
—Eso sería genial —murmuré. Edward asintió, aunque no pareció satisfecho con mi respuesta. Me veía tanto que quería zarandearlo y preguntarle qué era lo que buscaba, pero me contuve.
Suspiró, y por un momento, se vio cansado y envejecido.
—Bella, sé que no soy tu persona favorita en este momento. Y no me voy a ir por las ramas, porque soy una persona clara y me gusta mantener las cosas así —dijo de repente. Asentí, sin saber qué contestar—. Siento que hayas terminado en medio del fuego cruzado entre tu padre y yo, pero esta unión… era algo necesaria. Estoy seguro de que sabes por qué.
—Algo sé —convine. Y era cierto, pero no por gracia de mi padre, sino por los chismes de todos los demás. Sabía que si Edward y él no se unían, a los Cullen no les iba a quedar más remedio que liquidar a toda la organización Swan, desde dentro hacia fuera.
—No me gusta, y sé que a ti tampoco. Pero es nuestra única opción, así que hay que ser maduros sobre esto, ¿está bien? No quiero ser tu enemigo. No tiene por qué ser así.
Era una oferta de paz, algo que nunca esperé que saliera de los labios de Edward Cullen.
—¿Quieres… —me ruboricé en todos los matices de rojo que encontré, pero necesitaba hacer la pregunta— ¿quieres que actuemos como un matrimonio normal?
Él sonrió. Una media sonrisa, no una completa, pero ya me había dado cuenta de que no solía darlas completas jamás.
—Esperaba que pudiéramos ser amigos primero —comentó con picardía, y yo me sonrojé más—. Tenemos un poco más de tres meses hasta la boda. No tiene que ser algo incómodo para ninguno.
Inhalé y asentí, aliviada. Edward no era tan malo como pensaba. Todavía no estaba contenta con la situación, pero si podía sacar lo mejor de ella, lo haría.
—Está bien. Amigos —asentí.
Tomó un mechón de pelo que se había resbalado de mi moño, y lo acomodó detrás de mi oreja. Estaba muy cerca de mí, y aunque aun había rastros de incomodidad subyacentes, no lo alejé.
Tienes que acostumbrarte. Va a ser tu marido, me repetí.
—Aunque tal vez… —susurró, acercándose más—. Tal vez podría besarte, tesoro. Solo para cerrar el trato.
—Los amigos no se besan —fue mi débil negativa. No quería besarlo; al menos no conscientemente, pero mi subconsciente… él parecía estar de acuerdo.
—Nosotros podemos ser la excepción —dijo, y su boca se acercó a la mía. Estuvo tan, tan cerca, cuando el estruendo de la puerta nos hizo separarnos de golpe.
.
.
.
Jasper
—Es de mala educación escuchar detrás de las puertas.
Salté, soltando una maldición entre dientes que ofendería hasta a un marinero, y Alice, quien estaba sonriendo frente a mí, esbozó una gran sonrisa.
» Eso es aún más mal educado —agregó con diversión.
Suspiré, exasperado, y me alejé de la puerta. De todos modos, apenas y había conseguido escuchar algo, y no quería seguir pareciendo un imbécil chismoso.
—Tú lo haces todo el tiempo.
Alice pestañeó con inocencia.
—¿El qué?
—Escuchar tras las p… —exhalé—. ¿Sabes qué? Olvídalo, Al.
—Yo tengo permitido hacerlo porque, en palabras de padre, soy una mocosa insolente y de todos modos nunca hago caso —no parecía molesta al decirlo, pero yo sí. Odié que se rebajara así, pero siempre lo hacía; tal vez porque estaba tan acostumbrada a eso que ya no lo sentía.
Yo tenía una fiera lealtad por Charles Swan, pero la diferencia con la que trataba a sus hijos me ponía enfermo. Al menos Bella era la más favorecida.
Bella…
Miré la madera con anhelo de nuevo, y recordé que seguía encerrada ahí con ese cabrón Cullen. Aunque "encerrada" no era un término correcto, ya que ella me había mantenido afuera. Pero lo estaba haciendo desde mucho antes que eso.
Me estaba exiliando de su corazón, poco a poco. Hasta que ya no quedara nada de mí para recordar.
Me dolió el pecho con la idea.
—¿Qué pasa? —Alice me sacó de mi ensoñamiento y agradecí la distracción.
—Nada.
—¿Por qué no estás adentro con Bells? —Bella odiaba que le dijeran "Bells" y Alice lo sabía, razón por la que lo hacía todo el tiempo. Me contuve de rodar los ojos—. ¿No deberías estar cuidándola?
—Estamos en una fortaleza. Mi trabajo es casi inservible.
—¿Verdad? Es lo que yo digo todo el tiempo. Además, no entiendo por qué Bella tiene guardaespaldas y yo no —frunció los labios con disgusto—. Ni siquiera es la heredera.
—Basta, Alice.
—Bien, bien… —se encogió de hombros y se recostó en la pared a un lado mío. Era tan bajita que ni siquiera me rozaba el hombro—. Pero, ya en serio, ¿qué haces aquí?
—Espero a Bella.
—¿Y por qué no esperas adentro? No es que me queje, claro, porque estoy bastante aburrida y agradezco tu presencia —Alice parloteó. Lo hacía todo el tiempo, y normalmente era entretenido, pero ahora mis nervios estaban en un punto crítico.
—No importa. Deberías regresar a tu dormitorio.
Me miró con dolor en sus ojos oscuros y casi me arrepentí por ser grosero. Casi.
—No quiero. Voy a entrar —tomó el pomo de la puerta y la giró.
—Alice, no lo hag… —abrió antes de que pudiera terminar la frase.
Bella se separó de Cullen como si estuviera tocando agua hirviendo. Los miré, sin entender. ¿Se estaban besando?
No, me contesté a mí mismo, Bella no me haría a eso.
Casi quise sacudirme la cabeza por pensar una estupidez así.
—Ups —Alice soltó casualmente, entrando al estudio, aunque no se veía nada arrepentida por interrumpir—, Jasper no me dijo que tenías visita. Supongo que usted debe ser el infame señor Cullen, ¿o me equivoco?
Cullen se acarició la barbilla con gesto pensativo, y asintió.
—El mismo. Supongo que tú eres la hermana que no me han presentado.
—Todos siempre se olvidan de mí. No te preocupes por eso —Alice hizo un gesto de desinterés con la mano y luego se dirigió a Bella—: Qué suerte tienes, hermana. Un prometido tan guapo. Estoy seguro de que padre no será tan bueno conmigo y me casará con el primer bagre que se ofrezca.
Bella se erizó.
—Mary Alice Swan, ¿cómo te atreves?
Cullen bufó con diversión.
—Eres audaz. Me agradas —ignoró la mirada indignada de Bella y se acercó, dándole un beso a la mano de Alice, antes de añadir en voz baja, que solo ella y yo oímos—: Sin embargo, debes elegir tus batallas. Tu hermana no es tu enemiga. Recuérdalo bien la próxima vez.
La amenaza subyacente estaba allí, y Alice se puso blanca como la leche. Quise acercarme y quitárselo de encima, pero no me estaba permitido. En estos momentos, no me podía permitir casi nada. Si me quitaban el puesto al lado de Bella antes de convencerla para irse conmigo, nunca más podríamos reunirnos.
Y eso no lo iba a permitir.
Cullen se irguió, sacudiéndose una viruta inexistente de polvo del hombro derecho.
—Me tengo que ir, señoritas. Pero te veré mañana —agregó mirando a Bella—. Estaré aquí a las cuatro, tesoro.
Me ericé de celos, y Cullen me miró con extrañeza. Debía recordarme constantemente que el hombre no era un perfecto imbécil ciego, pero era difícil.
—Sí, claro —murmuró Bella. Miró hacia abajo con sumisión, y lo odié. Ella nunca era así conmigo; conmigo era libre. Una princesa—. Lo veré mañana, señor Cullen.
—Edward —corrigió este.
—Edward —asintió Bella. Un momento después, el hombre salió de la habitación.
—Vaya humorcito de ese hombre —Alice se desperdigó en un sofá de la esquina. Su miedo momentáneo ante la amenaza de Cullen olvidado.
Bella la miró con resignación.
—No deberías ser grosera con él, Al. Si padre se entera…
—¿Qué? ¿Me va a castigar? —Alice levantó la barbilla retándola—. Como si me importara. Ugh, mejor me voy —se levantó y se fue, azotando la puerta a su paso.
En cuanto estuvo fuera del camino, miré a Bella con anhelo.
—Bella, yo…
Me detuvo, sacudiendo la cabeza.
—Lo siento, Jas. Creo que no es el mejor momento para hablar.
Suspiré, resignado. Parecía que ya nunca era buen momento.
Hola chicas!! Muchas gracias por todos sus comentarios, me convencieron y voy a tratar de actualizar diario (aunque los capítulos serán un poco más cortos eso si) :3 alguien dijo ayer acerca de saber un poco de la perspectiva de Jasper y bueno, aquí les dejo un ligero vistazo, pero no se acostumbren porque estaremos casi siempre con los puntos de vista Edward/Bella.
Parece que Bella sigue muy reticente con Edward (y es bastante entendible la verdad), pero a él le gusta ella, al menos físicamente. Y lo más importante es que no quiere ser malo con ella. Hay que darle algunos puntos XD
Déjenme saber si les gustó este cap, recuerden entre más reviews mas ganas me dan de actualizar!! gracias!!
