La historia la escribí yo, ¡pero los personajes son de S. Meyer!

Capítulo 9

Edward

—¿Saldrás?

Paré por un momento de abrochar los botones en mi camisa verde botella. Miré a Seth, quien se recargó en el marco de la puerta con los brazos en jarras.

—En un momento, sí —confirmé.

—Con tu prometida.

—Veo que Emmett no puede mantener la boca cerrada.

—¿Pero cuándo lo ha hecho? —se rio—. Tengo que enterarme de tus cosas a través de él, ya que tú pareces no reconocer a tu hermano menor.

—No seas exagerado —discutí—. He estado ocupado.

—¿Incluso para la familia?

Fruncí el ceño, terminando de ajustar mi camisa, y me di la vuelta para mirarlo.

—¿Qué sucede, Seth?

—Nada. Simplemente quería verte, eso es todo.

Me contuve de resoplar. Seth y yo éramos muy apegados, pero jamás tenía a mi hermano detrás de mi buscándome. Eso quedó en nuestra infancia, y aunque a veces extrañaba a mi pequeña sombra, sabía que era mejor así. Seth no estaba echo para esta vida, tenía un corazón blando debajo de toda esa coraza de superioridad y frivolidad.

Esa era la razón por la que él no era parte de la organización. Por esa razón él llevaba las riendas en su mayor parte de C Security, nuestro negocio legal y nuestra mejor tapadera.

—Me viste la semana pasada —increpé.

—Sí, y vivimos juntos. Deberíamos vernos más seguido.

Esta vez no pude evitar contener mi resoplido.

—Di de una vez lo que quieres, Seth.

Sonrió.

—Tienes un límite de paciencia bastante bajo.

—Sí, y tienes suerte de ser mi hermano —murmuro, tomando mi chaqueta. Aunque apenas son inicios de otoño, el clima está bastante templado—. Sino, no estarías sonriendo.

—¡Bah! —me observó con acritud—. ¿Por qué vas a ver a la hija de Swan? ¿No se supone que esto es fingido y no te importaba?

—No lo hace —mentí—. Pero necesito convencer a los ancianos, ya sabes.

—Ajá —me dio una mirada confusa, pero se encogió de hombros y lo dejó pasar—. El tío Aro no está contento contigo.

—El tío Aro no está contento conmigo jamás. No desde que le quité su trono.

Mi tío era una horma en mi zapato, pero era mayoritariamente inofensivo. No me atacaría jamás, y le gustaba quejarse de cómo llevaba la organización, pero sólo para poder pavonearse cuando yo "pidiera" su ayuda, cosa que sólo solía hacer para mantenerlo quieto en su lugar.

Al enemigo es mejor tenerlo cerca.

—Tía Esme, por otro lado, está emocionada. Se muere por conocer a tu prometida —Seth bufó—. Parece que al menos alguien de esta familia se creyó tu sucio cuento sobre que estás enamorado. ¡Vaya burla!

—No hables así de Esme —lo reprendí, aunque tenía razón. Mi tía a veces pecaba de ingenua.

—Está triste porque no podrá organizar la boda ella. Creía que tendría la oportunidad de una fiesta como la que hizo con Emmett y Rose.

Fruncí el ceño, porque no había pensado en que mi tía estuviera interesada en los preparativos. Debí haberlo sabido mejor. Tal vez debería comentarlo con Bella.

Bella. Me tragué mi suspiro. ¡Qué difícil situación sería que me tuviera en su lado bueno! Apenas y soportaba estar cerca de mí. Pero bueno, sólo llevábamos unas horas de conocernos.

Roma no se construyó en un día.

—Si no tienes nada que pedirme, me retiraré —dije, ignorando su último comentario. Ya me las arreglaría con tía Esme—. Se me hace tarde.

—Deberías llevar unas flores —me interrumpió, metiéndose en mi camino. Lo miré con acritud, empujando su brazo a un lado para poder pasar—. A las mujeres les gusta eso.

—Sí, y tú sabes mucho de mujeres —me burlé, aunque no me divertía. No era un secreto que mi hermano no era bueno con el sexo femenino. Tenía aventuras, pero nunca se relacionaba de la forma correcta. Había tenido que salvar su culo demasiadas veces como para que me resultara divertido ya.

—Sé unas cuantas cosas —puso los ojos en blanco—. Te conseguí unas.

Lo ignoré mientras bajaba las escaleras.

» Peonías rosas. Símbolo de la inocencia y todo eso —continuó diciendo detrás de mí. Me paré en seco, casi pasándolo a traer, y se hizo hacia atrás sorprendido.

—Ya en serio, Seth. ¿Qué es lo que quieres? —pregunté malhumorado.

Seth suspiró, y su máscara se cayó por un momento, dejándome ver su preocupación. Sabía lo que venía antes de que siquiera abriera la boca.

—Emmett me contó todo, Edward —frunció los labios con desagrado. Le puse los ojos en blanco, porque con mi hermano era la única persona con la que me permitía demostrar emociones, y continué mi camino. Él no se rindió.

» Fuiste a casa de Swan a desplegarte con aire de autoridad, como si, como si…

—¿Cómo si qué? —inquirí, perdiendo la paciencia. Ignoré que estábamos en medio del vestíbulo de la casa, donde todos nos podrían ver discutir—. ¿Cómo si qué, Seth?

—Como si nuestra relación con La Organización no estuviera en una cuerda floja —me dijo, sombrío—. Pones tu vida en peligro, dándote igual todo, ¡solo para pelear por un maldito burdel!

—Seth, obviamente no entiendes nada sobre el código de honor de la Cosa Nostra. No te pido que lo hagas, pero sí que lo respetes —me erguí sobre él—. Pórtate como un hombre, y deja de quejarte conmigo por cosas que ya pasaron y no se pueden cambiar.

—Te matarán cualquier día.

—Si así ha de ser, será.

La expresión de Seth cambió, y un deje de tristeza nubló su mirada.

—Y entonces, cuando eso suceda, ¿con quién me quedaré yo?

Eso me desarmó. A veces olvidaba que mi hermanito seguía ahí, escondido en un rincón, detrás de la máscara de frivolidad e inmadurez que le gustaba cargar.

Suspiré.

—Te prometo que trataré de no hacer nada imprudente de ahora en adelante —tratar era la palabra clave. No estaba mintiendo.

Él lo supo, pero pareció satisfecho con mi promesa a medias. Era lo mejor que conseguiría de mí, y sabía cuáles guerras eran inútiles de pelear.

—Solo cuídate, hermano —me dijo. Echo una mirada hacia atrás, a la mesita del recibidor donde descansaba un ramo de peonías—. No mentí sobre las flores.

Por primera vez en el día, sonreí.

—No, por supuesto que no.