¡Esta historia la escribí yo! Toda, completita.
"Somos etapa en la etapa de tantos, y huella en la vida de pocos"
Capítulo 11
Bella
—Es hermoso.
La vista al Upper East Side me tenía casi sin palabras. Después de comer y tener una conversación con pequeños descansos incómodos, Edward me había llevado hacia la que sería un nuestra nueva casa en cuanto nos casáramos. Era un departamento situado en el opulento distrito.
Teníamos el ático. El lujoso espacio era de un estilo abierto, con paredes de vidrio que superaban los cinco metros de altura y dejaban una vista preciosa hacia la ciudad. Desde aquí, se sentía como vivir entre las nubes, incluso aunque estas taparan la vista de las estrellas, las cuales no eran comunes en Nueva York.
El espacio era anodino, con un pálido piso marmoleo blanco y toques en gris y negro. Era abierto, por lo cual la gigante sala de estar estaba conectada junto con el comedor. Había un segundo y un tercer piso que daba hacia las demás habitaciones, y según las palabras de Edward, teníamos la terraza para nosotros solos.
Era magnífico. Y, por un momento, me vi en él. Vi mi vida fuera de la casa de mi padre, vi mi libertad en la palma de mi mano, vi cómo podía ser feliz en un lugar en el cual no estuviera rodeada de seguridad constante.
Pero entonces, recordé lo que esto era: solo una jaula de oro más. Y lo perdí, con el brillo desvaneciéndose de nuevo.
—Estás actuando raro —Edward se acercó y se posó a un lado mío, pero no hizo ningún intento por tocarme, lo cual agradecí. Aunque había hecho las pases con la idea de estar con él, eso no significaba que me sintiera cómoda tan rápido.
—¿Qué dices? —no lo miré, pero alcé una ceja—. No lo hago.
—Sí lo haces —pude escuchar la burla en su voz. Me costó mucho no voltear, solo para verificar si sonreía o no. Algo me decía que no—. No te conozco lo suficiente, pero soy bueno estudiando a la gente.
—¿Ah, sí? —no pude evitar observarlo esta vez.
—Sí —asintió, serio, imperturbable, sin el menor atisbo de haber notado mi ironía. O tal vez solo la había ignorado—. Es bueno para mi trabajo.
Eso le quitó la diversión a mi semblante.
—Sí, supongo que sí —acaricié el cuero negro del sillón. Estaba frío. Ahora que se había pasado el encanto principal, me daba cuenta de que todo el departamento era un bloque de hielo. Me estremecí.
—Lo siento. Debería haber pedido que ajustaran la calefacción —se disculpó. Se quitó la chaqueta y suavemente la puso sobre mis hombros. Quería quejarme, pero mi vestido de gasa era delgado y hacía mucho frío.
» ¿Te hago sentir incómoda?
Su pregunta me hizo mirarlo de nuevo, sorprendida. No parecía molesto, sino curioso. Raro.
—No —contesté, siendo sincera—. No lo haces.
A pesar de todo, Edward no me parecía alguien de quien tuviera que cuidarme. Él como persona estaba… bien. El problema era lo que hacía; era un mafioso. No podía olvidar eso, porque sería como obviar que sus manos estaban llenas de sangre de personas inocentes.
—¿Entonces por qué estás actuando así? —frunció el ceño—. Desde que nos besamos…
Pude sentir la sangre corriendo a mis mejillas cuando no terminó la frase.
—¿Sí?
—Estás actuando extraño desde que nos besamos —completó—. Bella, yo te prometí dar lo mejor de mi parte. Me gustaría que fuera algo mutuo.
—Los sentimientos no se pueden forzar —escupí, arrepintiéndome al instante. Miré al suelo con vergüenza.
Sus dedos se deslizaron hacia mi barbilla, y me forzó a mirarlo.
—Ahí está —soltó un amago de sonrisa—. Creí que se había apagado.
Parpadeé. Su tacto quemaba mi piel, pero no de mala manera.
—¿El qué?
—El fuego —contestó, como si yo debiera saber la respuesta—. Estabas actuando tan sumisa. Creo que lo odio.
Fue imposible contener el resoplido poco femenino que salió de mí.
—Pensavo che le piacesse il mio atteggiamento, mio capo —Pensé que te gustaba mi actitud, le dije.
Frunció una ceja y para mí el cambio me pareció refrescante; no tener que ocultar "mi fuego" como él le llamaba. Pero seguía resignada a él. Nada cambiaría eso.
—Nunca me gustará una mujer que no diga lo que piensa, tesoro —gruñó—. Sé que estás acostumbrada a encerrarte así, pero conmigo eso no será necesario.
—Eso dices ahora.
—Eso diré siempre —discutió, sin verse alterado—. Si tienes algo por lo que quejarte, quéjate.
La sola idea se me hizo divertida. Nunca había tenido permitido quejarme, ya que con mi padre, siempre se había tratado de totalitarismo por su parte. Ni siquiera tuve una buena relación con mis hermanos, al menos no una que me permitiese explayar mi sentir con ellos.
Me senté en el sillón, ignorando la frialdad contra mi piel, y Edward me siguió muy de cerca. Me estudiaba con precisión, como un halcón a su presa, y entendí a lo que se refería cuando me dijo que su trabajo era estudiar. En este momento yo no estaba mostrándole nada, ni diciendo nada, ¿pero vería él algo en mí?
Pensé en la única pregunta que me había estado carcomiendo por días, desde que padre me explicó mi destino. Y ahora, con el permiso de Edward, me sentía lo suficientemente segura como para decirla en voz alta.
—¿Por qué te casarás conmigo?
Durante un momento, no pudo ocultar la sorpresa en su expresión. Fue solo por un segundo, pero vi pasar la emoción en sus ojos. Fue efímero, pues volvió a encerrarse en su estoica forma de ser un momento después.
—Era necesario —terminó respondiendo.
—Me gustaría saber todos los pormenores.
Alzó la ceja y un rastro de diversión le atizó la boca. Se reacomodó a un lado mío, cruzando sus piernas y poniendo un tobillo por sobre su rodilla. Esa posición lo hizo ver imposiblemente intimidante y masculino, y no pude evitar que mis ojos lo recorrieran.
Cuando alcé la vista, la travesura empapaba su mirada.
Me sonrojé.
—Las esposas no deberían saber ese tipo de cosas.
—Suerte para nosotros que aun no soy tu esposa —murmuré para mi—. Además, tú empezaste. ¿Quieres que no sea sumisa? Responde mis preguntas.
Exhaló suavemente.
—Tenía que haber una alianza entre tu padre y yo —explicó al fin, obviando el por qué, ya que yo ya lo sabía: así se evitaba una masacre—. Me temo que las familias no suelen perdonar a los alborotadores como… —carraspeó— como tu padre. El matrimonio es una excelente institución en estos casos.
—Pero es un trato injusto —discutí. No era una mentira; Edward tenía más dinero que Dios y La Organización nunca podría hacerle frente, incluso si decidiera atacar. Él no necesitaba a mi padre—. Tú no consigues nada a cambio.
Me miró, con fuego quemándose en sus ojos.
—Te equivocas, cattivella (1) —su mano fue hacia mi rostro y acarició mi mejilla con su pulgar—. Lo gano todo.
(1) Alborotadora/traviesa.
Hola, ¡muchas gracias por sus comentarios! :) Especialmente a: jupy, paramoreandmore, jacke94, Adriana Molina, Kasslpz, Lupita Pattinson Cullen, Piligm, Twi Fan, Dani, Rini Chiba, Noriitha, NaNYs SANZ, Tata XOXO, Pandii23, Marbelli por dejar su opinión en el capítulo anterior.
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué piensan de Edward? Él en realidad quiere intentarlo con Bella :)
