Yo escribí esta historia, pero los personajes son de S. Meyer.

Capítulo 13

Bella

—¡Pudiste haber muerto! —Cristo. Ya lo sabía. No era necesario escuchar ese grito por décima vez en menos de una hora.

A mi lado, vi el tic de la mandíbula de Edward. Mi padre estaba llevándolo muy lejos en muy poco tiempo; al principio supongo que le estaba dando soltura, ya que sí, había puesto en peligro a mí (aunque no estaba de acuerdo en eso, después de todo, no era Edward quien estaba disparando), pero ahora veía que le costaba mucho aguantarse sus respuestas.

Tenía que intervenir.

—Papá, está bien —dije. Tragué en seco cuando su mirada iracunda me atravesó—. No pasó nada. Edward me protegió.

Eso era un eufemismo. El hombre prácticamente me había llevado en brazos cuando me cansé de correr, cosa de la cual no me sentía orgullosa.

Vi por el rabillo del ojo cómo Jasper se encogía visiblemente al verme defender a Edward. Me tragué mi suspiro; sus sentimientos tendrían que esperar.

En la esquina de la habitación, Emmett, quien había descubierto era el primo y consigliere de Edward, veía todo el intercambio con postura tensa.

—¿Te protegió? —bufó papá—. ¡¿Te protegió?! ¡Te rociaron con balas, Isabella! ¡Pudiste haber muerto!

Era la undécima vez que lo decía.

—Basta ya —Edward intercedió y su mirada se oscureció con rabia. Instintivamente di un paso hacia atrás, no queriendo estar en el medio de su ira—. Este fue un suceso desgraciado, y me encargaré de ello. Isabella no tiene nada que temer a mi lado.

—No confío en ti —papá entrecerró sus ojos, apuntándolo con un dedo acusador. Me sorprendió que tuviera el valor de hacerlo—. Esta es la última vez que Isabella saldrá contigo.

Lo miré, atónita.

—¿Qué?

Edward intercedió:

—Es mi mujer. Saldrá conmigo cuando yo quiera, en el momento en que yo quiera —rugió.

—No se han casado. Tengo total derecho sobre ella y esta es mi casa, ¡así que las reglas las pongo yo!

Okey. Mierda, mierda, mierda. El ambiente se estaba caldeando a pasos agigantados y no faltaba mucho para que ambos empezaran a jugar al tiro al blanco entre ellos. Vi cómo Jasper se erizaba con rabia en su posición, así como Emmett.

—¿Podrían no hablar de mí como si no estuviera aquí? —tercié con valentía, aunque ambos hombres dirigieron su ira hacía mí. Tragué gordo, sintiéndome como una hormiga. No me gustaba estar en el medio de una pelea de dos capos de la mafia, pero si no hablaba ahora, las cosas se pondrían feas rápidamente—. Padre, Edward es mi futuro esposo. No me parece justo no tener un poco de soltura con él.

Desde su lado Jasper me miró dolido. Lo ignoré lo mejor que pude, este definitivamente no era el momento.

—No tienes ningún derecho de estar aquí dando tu opinión estúpida, Isabella —padre se pellizcó el puente de la nariz frustrado—. Vete a tu habitación. Ahora.

—Pero, papá…

—Bella, haz caso —Edward dijo. Lo miré, sintiéndome traicionada. ¿Qué? ¿Ahora también tendría que recibir órdenes de él?

Solo estaba cambiando de dueño.

—No quiero. Están hablando de mi futuro aquí.

—¡No tienes nada que decir al respecto! —mi padre rugió.

—¡Es mi vida, papá! —medié, odiando a las lágrimas que se comenzaron a formar en mis ojos—. Por favor, déjame tener voto en ella. Solo por una vez.

—No tienes nada que decir al respecto, no si te pondrás en peligro constante.

—No es peligro constante. Fue cosa de una vez —hipé.

Mierda. Me tapé la boca con la mano, deteniendo el sollozo. La postura de Edward se relajó y sus hombros se suavizaron.

—Lo siento —dijo—. No debería estar dándote órdenes.

Le di una mirada dolida, pero me encogí de hombros.

» Llegaré al fondo de esto, Charles —continuó diciendo—. Lo resolveré. Después de todo, Bella es mi prometida —enfatizó.

Mi padre hizo un gesto despectivo con la mano.

—No saldrá de nuevo contigo. No si no resuelves esta situación y no antes de que hagamos el anuncio de su unión en la fiesta de compromiso.

Papá no estaba cediendo del todo, pero eso fue suficiente para mí. La fiesta de compromiso sería dentro de dos semanas.

Y la boda… en tres meses. Si Edward no se echaba para atrás.

Lo miré, mordiendo mi labio con aprensión y rogándole con la mirada que aceptara. Se veía rabioso, dispuesto a pelear más, pero en última instancia soltó un suspiró y se pasó una mano por el rostro con gesto frustrado.

—Está bien —dijo por fin. Me sorprendió que aceptara.

Emmett también se mostró sorprendido, pero se recuperó rápidamente. Avanzó un paso hacia el frente y carraspeó con incomodidad para llamar la atención.

—Capturamos a uno de los hombres del ataque. Colin le disparó en el muslo, pero vivirá lo suficiente para cantar —dijo. Me estremecí, sin querer imaginar la clase de cosas que le harían.

—¿Y los demás? —preguntó Edward.

La mirada de Emmett brilló con satisfacción.

—Todos muertos.

—Esta no es una conversación para que tengan en frente de mi princesa —mi padre dijo con molestia. Traté de evitar quedarme boquiabierta, porque sí, nunca se hablaban de esas cosas frente a mí, ¿pero exactamente desde cuando me llamaba princesa?

—Por supuesto que no —Edward accedió—. Le mie scuse, tesoro —mis disculpas, tesoro.

» Será mejor que me vaya. Tengo negocios que atender y lenguas que hacer hablar —continuó—. Sin embargo, me gustaría tener unos minutos a solas con mi prometida.

A mi padre comenzó a temblarle la comisura del ojo izquierdo, sin embargo, accedió.

—Bien. Cinco minutos —salió de la sala, con Emmett y Jasper siguiéndole los talones.

Miré con incomodidad hacia el piso, pero Edward salvó la distancia entre nosotros en unos segundos y tomó mi barbilla, alzándola para obligarme a verlo. Su rostro y sus ojos no denotaban nada.

—Lo siento por lo de hoy —lo dijo como si las palabras le supieran raras en su propia boca. Me imaginaba que sí; un capo nunca se disculpaba. Ni siquiera lo había hecho con mi padre, que estaba tan alterado—. Puedes estar segura de que esta es una ocasión única. No dejaré que nadie te ponga en peligro de nuevo.

Eso era una mentira, y lo sabíamos bien ambos. En nuestro mundo siempre se estaba en constante peligro, incluso alguien como yo, protegida hasta la médula.

También me pregunté si pensaría lo mismo si supiera que hacía menos de unas horas había dejado que Jasper me tocara. Me estremecí de culpabilidad; nunca más lo haría. Edward parecía malo, pero era lo suficientemente honorable como para que yo le ofreciera, como mínimo, respeto a nuestro matrimonio falso.

Él malinterpretó mi escalofrío y me soltó, derrotado. Quise corregirlo, pero no había nada que decir. Al menos no por el momento.

—Será mejor que me vaya.

—Sí. Será lo mejor —asentí—. ¿Te veré… pronto?

Frunció el ceño.

—Tal vez no en los próximos días, no. Tengo que resolver el problema del atentado.

—¿Eso no te pasa muy seguido?

—La última vez que intentaron matarme tenía doce años. Me hicieron esta —señaló su cicatriz—. Nadie más se ha atrevido.

—¿Atrapaste al responsable?

Algo parpadeó en sus ojos.

—Todavía no —respondió con voz distante—. Pero pronto.

Tragué con fuerza.

—Ya veo.

—Nos vemos, tesoro —depositó un beso en mi frente, con tanta delicadeza que apenas sentí el roce de sus labios.

—Nos vemos —susurré cuando lo vi salir por la puerta.