Los personajes son de S. Meyer y la historia es mía.
Capítulo 16
Edward
—¿Estás listo? —le pregunté a Seth en el momento en que lo encontré en el vestíbulo. Estaba vestido con un traje azul marino sin pajarita, y mordía un palito de caramelo con ahínco. Las situaciones sociales no eran su fuerte, así que canalizaba su ansiedad ruñendo algo siempre.
Hoy era el día del anuncio de mi fiesta de compromiso con Bella. No había motivo para estar alerta, pero ese era mi estado natural, así que no me limité a la hora de verificar que todo estuviera bien.
Me avergonzaba un poco no haber visto a Bella en todo este tiempo, pero tenía muchas cosas que arreglar para añadir un problema más a la lista. La situación con Billy Black había sido mi principal problema; rastrear a esa rata me tomó más días de lo previsto, y para cuando la encontré le llevé su cabeza personalmente a Charles.
Bueno, no su cabeza, no era tan salvaje. Pero su mano sí.
Como sea, Swan había recibido el mensaje. No tendría ningún socio a parte de mí una vez que nuestras familias se unieran.
—Te estaba esperando —Seth me dijo, sacándome de mis pensamientos—. No luces como un novio nervioso. Ni enamorado.
—Son solo negocios —mentí. No lo eran, pero tampoco sabía aún hasta dónde podía llegar mi relación con Bella. Al menos cordiales sí seríamos. Odiaba la perspectiva de amarrarme a una llorona de por vida y por suerte ella no era así—. Me preocupan un poco más los ancianos.
Seth se encogió de hombros.
—Lo superarán. No hubieran dado su buena fe si no fuera así.
—Espero que conserven su honor —mascullé—. Sino, esta será una fiesta violenta.
Seth sonrió.
—No sería la primera.
Mi hermano se tomaba todo a broma, así que le puse los ojos en blanco y salí de la casa con él detrás de mí. Sabía que en el fondo Seth conocía los peligros de todo este teatro: si superábamos la noche sin que nadie le disparara a nadie, la boda iría sin ningún contratiempo. Pero si de repente alguien de la organización decidía que no estaba de acuerdo, se podría volver un baño de sangre que ni siquiera Demetri, nuestro capo de capi, podría detener.
—Estaremos bien —mi hermano se subió a la camioneta en el asiento de copiloto mientras yo arrancaba—. No te preocupes.
—No lo hago.
Siseó una risa.
—Claro —se burló.
. . .
Swan había tirado la casa por la ventana. Tomando en cuenta que era la primera vez en veinte años que se abrían las puertas, tenía sentido. Todo el camino de entrada estaba rodeado de luces cálidas que le daban un aspecto cálido y encantador a la mansión, y la fiesta central era en el centro del patio.
A la reunión asistirían alrededor de cien personas, solo los más importantes miembros de la organización. Tendríamos algunos invitados de Chicago, de Seattle y de los Ángeles.
Cayo Vulturi, el jefe de Chicago, no estaba precisamente contento con mi decisión, pero no estaba en su terreno, así que no podía pelear demasiado. Eso no evitó que me estudiara atentamente con su mirada una vez que entré en el salón. Su mensaje era claro: "Cobarde" me gritaban sus ojos. Para él, todo el conflicto se debía arreglar con una guerra que matara a todo el clan Swan, en lugar de hacer las cosas de una manera más política con una unión de bandos. Lo ignoré lo mejor que pude; no siempre haría feliz a la gente a mi alrededor, y no tenía sentido gastar mi energía con él.
El salón estaba decorado con telas grises en el techo que convergían hasta un gran candelabro de cristal que aportaba la mayor parte de la luz. Había candelabros más pequeños alrededor, y cerca de quince mesas cuadradas con grandes floreros de cristal en sus centros. El mármol del piso era tan reluciente que casi podía ver mi reflejo en él. Toda el lugar gritaba lujo.
Era una declaración obvia de poder. Charles no quería que lo vieran como un remilgado.
—Señor Cullen —James Hunter, contador de CSecurity, fue de las primeras personas en saludarme. Contaba con un lugar privilegiado en mi compañía, y era uno de los contadores que se encargaba de limpiar todo el dinero que entraba por la venta de armas.
—James —asentí hacia él—, veo que aceptaste mi invitación.
Alzó su copa de champán hacía mí. Una de sus manos estaba descansando en el bolsillo de su tuxedo.
—Por supuesto. No me lo perdería.
Una de las cosas con James es que era como un perro con un hueso. Le gustaba la posición y el poder, y sabía tan bien como yo que esas cosas no eran solo dinero. Se había ganado con trabajo duro una invitación de mi parte, y él lo sabía.
Acepté el champán que me ofreció el mesero y lo levanté hacía él, reconociendo su gratitud.
—Me alegro —terminé contestando. Seth se quedó rezagado al lado mío, y pude ver que se estaba comenzando a incomodar.
Buscaba con la mirada a Emmett y a Rosalie, pero ya que ellos habían ido por nuestros tíos, llegarían más tarde. La noche aún era joven y mi deber era pasarla al lado de Bella, pero ella aún no aparecía. No me había dado cuenta de que no me había tomado la molestia de llamarla o mandarle un mensaje para saber si quería aparecer conmigo. Había sido… frío, por decirlo menos, en las últimas semanas, y esperaba que no estuviera disgustada conmigo.
Ya me tomaría tiempo de explicarle que nuestro intento de asesinato provenía de uno de los socios de su padre. Pero ahora no era el momento.
—Edward —Charles Swan hizo gala por primera vez en la noche, acompañado de su esposa, quien parecía más un arreglo florar a su lado que una persona. Sonrió y saludó, pero se quedó callada a su lado.
—Señor Swan —lo reconocí—. Una fiesta espectacular.
—Solo lo mejor es digno de la unión Cullen-Swan —él dijo con presunción. Apreté los dientes. El único error de mi plan de negocios con Swan fue hacer que, de manera accidentada, él se volviera parte de mi familia. Era un daño colateral, pero uno que podía soportar.
—Por supuesto —concedí—. Pero me pregunto dónde está la novia —añadí con frialdad.
—Oh, Bella sigue arreglándose —intercedió Renee. Parecía nerviosa, especialmente cuando le presté mi completa atención—. Ocurrió un percance con su vestido, pero ya lo estamos arreglando. Vine a decirte personalmente que no te preocuparas.
—No lo hago —apreté los dientes. Me veía como un imbécil aquí solo, sin prometida a la que mostrar, pero no me enojaría por ello. Si esto era una artimaña de Bella para hacerme sentir mal por ignorarla dos semanas, la tenía bien merecida.
—Tal vez deberías ir a buscar a Bella —a Charles le dio un tic en la mandíbula. Estaba claro que él estaba incluso más ofendido que yo, pero sabía que no era por las mismas razones. Se moría de ganas de presumir a su hija mayor como un objeto, eso era todo.
Tuve que aguantar mis ganas de darle un puñetazo. Una sola demostración de violencia mía desataría la guerra. Y, después de todo, las armas no se habían prohibido. Todo el mundo aquí estaba armado hasta los dientes debajo de todo el brillo y la elegancia.
—Por supuesto, querido —Renee le dio una palmadita en el brazo a Charles y salió pitando lejos de nosotros dos. Su caminar fue rápido y pronto desapareció en el mar de gente.
—Te dejo —dijo Charles—. Tengo caras viejas que saludar. Hay mucha gente aquí que no he visto en años.
—No me imagino por qué —me burlé. Su mandíbula se crispó—. Vete. No necesito un chaperón, ya tengo a mi hermano.
—Nos vemos en un rato —soltó malhumorado.
Pasaron más caras a saludarme, la mayoría las cuales reconocí. Un buen jefe tenía la responsabilidad de conocer a todos sus empleados y socios, y yo no me tomaba el trabajo a juego. Incluso conocía de cerca a mis soldados de rango más bajo.
El que desconoce o está desinformado, pierde. Y yo nunca pierdo.
—Si alguien vuelve a preguntar dónde está la novia, lo perderé —Seth murmuró a mi lado. Las personas a nuestro alrededor seguían charlando, y por fortuna no parecía que nadie fuera a volverse loco de un momento a otro. Las pequeñas ganancias—. ¿Dónde está ella, por cierto?
Resistí el impulso de poner los ojos en blanco. Mi hermano estaba comenzando a ponerse nervioso. Nuestra familia había llegado hacía un rato, pero se habían perdido para hacer la tan requerida labor social, y mi hermano prefería estar al lado mío antes que verse forzado a saludar a todo el mundo.
Mi tío Aro, sin embargo, brillaba por su ausencia. Ese pequeño hecho me tenía furioso por dentro. Si no aparecía en el resto de la noche, quedaría claro que esa sería su forma de decir que estaba en desacuerdo con el compromiso, lo que me traería problemas. Así que más le valía aparecerse por aquí, tomarse una copa y luego largarse o yo mismo lo colgaría de una viga en cuanto regresara a casa.
—No lo sé —contesté al fin, crispado. Había pasado más de media hora desde que habíamos llegado, ¿cuánto tiempo más estaría aquí, viéndome como un imbécil solitario en vez de un novio enamorado?
Seth no alcanzó a abrir la boca cuando un destello de piel blanca entró en el salón. Ahí fue cuando la vi.
Bella tenía el cabello largo recogido en un sencillo moño alto. Traía unos aretes de diamante largos, y los labios pintados de un tono carmín. Pero aunque se veía bellísima, eso no era lo que llamaba la atención en ella.
Traía puesto un vestido lila de halter. Era brilloso, lleno de pequeñas gemas que hacían que toda ella irradiara luz. De primera mano, por la parte de arriba, se vería conservador, pero tenía una abertura en la pierna derecha que le llegaba demasiado alta y mostraba casi toda su cremosa piel.
No era un vestido adecuado para una novia italiana, menos para una princesa de la mafia. Todos los ancianos como Cayo o Marcus Vulturi perderían la cabeza, seguramente, repitiendo que las novias se debían ver virginales y no mostrar nada de piel.
Bella alzó la cabeza y me buscó entre la multitud. No tardó más de unos cuantos segundos en encontrarme; después de todo éramos como todos imanes que parecían no poder estar separados demasiado tiempo. Yo había echado por tierra a todo eso al no hablarle por dos semanas, y hacerla sufrir por algo de lo que su padre era el culpable.
Sus ojos se cruzaron con los míos y sonrió, llena de malicia.
Ahí estaba el fuego que se encendía en ella de vez en cuando. El que yo sabía que tenía.
Su vestido era su manera de decirme "vete a la mierda" por ignorarla. Era su venganza.
Y yo la estaba disfrutando enormemente.
