Más dinámicas de pareja
7. Enfermedad
A pesar de cómo inflaba las mejillas cuando se enojaba, esta vez Applejack tenía un aspecto enfadado como pocas veces le había visto, y realmente le incomodaba lo que estaba haciendo. Sin embargo, no podía admitir que tenía razón o ella ganaría.
—Spike, es la última vez que te lo pido —dijo con voz baja y estricta mientras lo señalaba con el dedo—. No me hagas lazarte como un becerro, ¿oíste?
—¡Pero no quiero!
Él, tan testarudo como siempre, se levantó de su lugar y comenzó a caminar por la habitación, poniendo de barrera el colchón y las sábanas, mientras Applejack tomaba las almohadas y amenazaba con golpearlo.
—Te daré tres segundos, o me obligarás a usar esto —dijo ella sacando su soga de su cinturón; hay que mirar, mujer prevenida vale por dos.
—Oye, no tenemos por qué ser tan estrictos —alegaba él tratando de persuadirla.
—Fue tu idea —replicó ella, y gritó— ¡Uno!
Spike soltó la cobija y Applejack estuvo a punto de reírse al ver su desnudez, pero aquello le hubiera restado valor a su amenaza, así que avanzó con paso decidido mientras se ajustaba el sombrero.
—Te ayudaré con tus tareas de la granja…
Applejack alzó la ceja, con incredulidad y presunción al decirle que eso ya estaba cubierto, aunque quizá no como él lo imaginaba.
—Ya son tus tareas —volvió a decir, y gritó de nuevo— ¡Dos!
Y viendo que no tenía a dónde correr, Spike suspiró mientras se dejaba caer en la cama, levantando el trasero. En pocos segundos, la granjera había preparado una jeringa con el antibiótico de Spike. Los primeros días no hubo problema porque él apenas y podía sentir algo debido a su enfermedad, pero desde hace tres días se había puesto muy testarudo.
Una vez que le pinchó la nalga y le limpió la minúscula gota de sangre, lo dejó subirse el bóxer y se sentó con él al borde de la cama, sobando su espalda.
—Caramelo, si no vas a dejar que el doctor te pinche las carnes, lo tengo que hacer yo —dijo Applejack con una leve sonrisa.
—Pero me da vergüenza.
Applejack rodó los ojos.
—Obviemos el hecho de que nos hemos visto sin ropa muchas veces —decía mientras le daba un beso en la frente—. Hoy fue el último día, terroncito. Ya estás mejor.
—Muchas gracias.
Y dicho eso, los dos se besaron entre risas mientras Applejack arrojaba la jeringa vacía en el cesto con un tiro certero hacia el otro lado de la habitación.
