Me encontraba en la biblioteca de la ciudad, había venido desde temprano para ponerme al corriente con algunas tareas. No he podido concentrarme mucho, ya que, ayer después de llegar a casa caminando por culpa de Sam, este nos hizo despertar temprano para sacarlo de comisaría.
Repetía cómo loco que su auto había sido robado. Era extraño, porque durante la madrugada no se escuchó ningún ruido, tampoco había señales de algún intruso. La verdad me sentía un poco mal por él, tenía mala suerte.
El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos, tengo una llamada entrante, al revisarlo veo que justamente es de Sam.
—¿Qué sucede? —contesto en voz baja, para no molestar a los demás.
—Grace, Grace, escucha —habló Sam alterado—. ¿Recuerdas el auto? Pues se auto-robó, ¡Lo vi!
—¿De qué hablas?
—¡Es un auto diabólico! Está en el jardín acechándome.
—Oye, Sam-
Y sin previo aviso la llamada se cortó.
Me quedé mirando el teléfono en mi mano, pensando en el mal presentimiento que me daba todo esto. Debo decir, que también lo sentí cuando compramos el Camaro pero creí que solo era mi imaginación.
Decidí que era todo por hoy, debía volver a casa y ayudar a Sam. Rápidamente tomé todas mis cosas y salí a la calle, afortunadamente llevaba mi patineta conmigo así que ande sobre ella más rápido. Para mi mala fortuna, tuve que detenerme en un semáforo en rojo, fue ahí cuando una chica en una motocicleta me abordó.
—Eres la hermana de Sam, ¿Verdad? —reconozco que aquella chica era Mikaela.
—Tal vez —insinúo—. ¿Por qué? —seguía resentida con ella. Por su culpa, ayer tuve que aguantar al estúpido de su ex novio y que Sam me dejara.
—Nos conocimos ayer en el lago, soy Mikaela.
—Sé quién eres —respondo a secas. Sé que puede notar un poco de mi disgusto en el tono de voz.
—Estoy buscando a Sam —explica—. Creo que le sucede algo porque hace un momento lo vi pasar cómo si estuviera huyendo.
—¿Huyendo?
Oh, no. Sam en peligro. Sabía que algo no andaba bien.
—¿Sabes qué? Deberías venir —me dice, haciéndome un espacio en su vehículo de dos ruedas—. Lo encontraremos más rápido.
Quiero negarme, pero no es momento para el orgullo.
Suspiro exasperada y paso de mi cómoda patineta al vehículo de la chica segundos antes de que el color del semáforo volviera a cambiar.
—¿Por dónde lo viste? —pregunto.
—Parece que iba a la avenida principal.
—Seguramente a la comisaría —digo para mi misma pero, por la distancia, es obvio que ella me escucha.
—¿Por qué lo crees?
—Solo toma ese camino —digo apuntando hacia el frente—. Con suerte podremos alcanzarlo.
Si Sam cree que su auto se robó y lo persigue, seguramente acuda con la policía y este debe ser el atajo más corto que él tomaría.
Mikaela y yo atravesamos un par de calles sin éxito en nuestra búsqueda, es cuando creímos que ya no lo encontraríamos que, lo vemos salir corriendo de un estacionamiento abandonado.
Sam se veía asustado y muy alterado. Él también nos vió y vino corriendo hacia nosotras.
—¡Den la vuelta! —nos grita. Venía tan rápido que no dió tiempo a frenar y se estampó contra la motocicleta, derribándonos de ella.
—¿Qué es lo que te pasa? —me levanto adolorida por el golpe, buscando recoger mis cosas que cayeron esparcidas.
—¡Allá hay un monstruo que me atacó! —se levanta y después nos apresura a hacer lo mismo—. Tenemos que irnos.
¿Monstruo? No lo creía, pero el miedo de Sam era muy real.
Estaba por tratar de tranquilizarlo, sin embargo, me dejó sin habla un robot gigante que salió del mismo lugar que Sam. Sus ojos eran rojos y aterradores. No podía creerlo.
Aquella criatura venía sin piedad por nosotros, pero fue entonces que el auto de Sam llegó y derribo a esa cosa dando un increíble giro. Se detuvo delante nuestro y abrió una de sus puertas, ahí noté que no había nadie adentro.
—¿Se condujo solo? —creo que nunca había abierto tanto los ojos como en este preciso momento.
—No hay tiempo de explicaciones, suban —sentí su mano empujarme al interior del auto.
Me subí tambaleante, detrás de mí Mikaela y al último Sam. La puerta se cerró y el Camaro de nuevo arrancó, alejándose de ahí a toda velocidad. Miré por la ventana trasera, el robot de antes se repuso y se transformó en una patrulla de policía para comenzar a perseguirnos desenfrenadamente.
Tantas preguntas pasaban por mi mente, es decir, ¿Qué era esa cosa? ¿Por qué nos sigue? ¿Este auto podría ser igual y por eso conduce solo? No obtenía respuestas, lo único que hacía era gritar al igual que Sam y Mikaela cada vez que creíamos estar a punto de impactar contra algo.
Luego de huir por media ciudad terminamos en un almacén en donde nos ocultamos por un rato hasta que eventualmente fuimos descubiertos. De repente fuimos echados del auto que, para hacer mis sospechas ciertas, también se transformó en un robot con extremidades. Los dos gigantes desataron una batalla armada que mis ojos nunca creyeron ver.
Nosotros intentamos ponernos a salvo, pero en eso un robot diminuto salió del grande y fue tras nosotros, atrapando a mi hermano en el proceso.
—¡Me tiene! —Sam soltó un grito dramático mientras rodaba por una zanja con el robot encima.
Los vi detenerse contra la cerca metálica, fue entonces que me armé de valor para bajar por él con mi patineta en mano, misma que usé para moler a golpes a la criatura hasta que la tabla se partió en dos. No logré matarlo. Ya iba a saltar sobre mi pero Mikaela llegó a tiempo con una sierra eléctrica con la que lo hizo trizas.
Por fin pudimos respirar tranquilos.
—Era mi favorita —arrojé al suelo los pedazos de mi antigua tabla.
—¡Sin cabeza no eres nada! —Sam se desquitó arrojando por los aires la cabeza robótica de esa cosa.
Los tres regresamos al lugar en donde la batalla comenzó, necesitábamos respuestas. Para nuestro asombro, el auto de Sam neutralizó al otro. No sabía si era bueno o malo, supuse que bueno ya que antes nos ayudó a escapar.
Simplemente estaba ahí parado junto a una antena satelital, parece cómo si mandara una señal pero, ¿A quién o quiénes? ¿Y para qué?
—¿Qué es? —Mikaela lo veía asustada.
—Seguro que es un robot —Sam se acercaba muy cuidadosamente a el.
—Pues debe ser uno super avanzado, ¿No vieron lo que hizo? —todavía estaba nerviosa —. Te dije que compraras el rosa —solté entre dientes, pero parece que me escuchó.
Empezó a caminar hacia nosotros.
—No te acerques —le advirtió Mikaela, asustada.
—Si quisiera ya nos hubiera hecho daño —aseguró Sam.
—Eso es cierto —lo apoyé—. Tuvo muchas oportunidades e incluso la tiene ahora, aún así, no nos ha hecho nada.
—Creo que quiere algo de mí —dijo Sam.
—¿Acaso lo sabes? —lo miré de reojo.
—El otro habló sobre mi página de eBay.
—¿Cómo que él otro? Espera, ¿Te conocen? —me sobresalté. Esto no era bueno, significa que muy probablemente tienen información sobre nosotros, pero sigo sin entender con que propósito.
—No lo sé —Sam finalmente se detiene—. ¿Puedes hablar? —lo cuestiona. La única respuesta que tenemos son varias voces del radio, pero nada coherente—. ¿Hablas a través de eso?
Sam recibió una respuesta positiva, ya qué su auto le respondió asintiendo con la cabeza y dejando sonar una grabación con aplausos.
—¿Y qué cosa eres? —me atreví a preguntarle.
"Visitantes de los cielos" fue la oración más clara que pudimos entender de las múltiples voces de la radio.
—¿Visitantes de los cielos? ¿Eres algo así como un alienígena? —le pregunta Mikaela.
El vuelve a respondernos moviendo la cabeza de forma positiva, luego regresa a su forma de auto, nos deja la puerta abierta. Entendemos que quiere que subamos para ir a no se dónde. Aún tenemos miedo pero confiamos en él y subimos, se puso en marcha al instante.
Íbamos en total silencio, cada quien con su propia lucha por asimilar los acontecimientos más recientes. Al pasar por un debajo de un túnel, fue Sam el primero en emitir palabra.
—Creo que Mikaela debería venir al frente.
Ambas veníamos en la parte de atrás. No pensamos mucho en los lugares cuando subimos.
—¿Por qué? —inquiere—. El está conduciendo.
—Sí pero solo hay dos cinturones y la seguridad es primero, ¿No?
—Eh... ¿Hola? —agito las manos—. ¿Yo estoy pintada o qué?
—De acuerdo —Mikaela accede a pasarse al asiento del copiloto sobre las piernas de Sam.
Oh, claro. Ahora yo soy el mal tercio.
—Necesito algo de música —estiro mi brazo derecho para alcanzar el radio, cambio de estación varias veces hasta dar en la correcta—Amo esta canción —relajo mi cabeza en el asiento y dejo que mis pensamientos descansen mientras lo único que oímos de camino es Lake Shore Drive. Tenemos un momento de paz por primera vez en la noche, no sabemos cuánto nos vaya a durar—. Qué loco es todo esto, ¿No les parece? Digo, descubrimos que los extraterrestres existen y peleamos con uno en un solo día.
Creo que es lo más interesante que me ha pasado en la vida, por eso me emociona y asusta a la vez.
—Pero, ¿Saben que es lo que no entiendo? —dice Mikaela—. Si es un robot super avanzado, ¿Por qué se transforma en este Camaro viejo?
Las llantas frenan abruptamente. Es cómo si se hubiera enfadado, pues nos baja en medio de la carretera para dar media vuelta e irse.
—Bien hecho —me cruzo de brazos.
—Lo hiciste enojar, no debiste decir eso —Sam se sujeta la cabeza, inquieto. No sabe que hacer.
Nuestra suposición de haber sido abandonados a nuestra suerte se desmorona en un instante, cuando vemos al auto regresar a nosotros totalmente renovado. Quedamos boquiabiertos y no pudimos esperar para subirnos.
El auto siguió conduciendo por algunos kilómetros, nos dejó bajar en un punto solo para que pudiéramos apreciar una vista que nunca creí presenciar. Era una lluvia de meteoritos, tan bella e impactante. Fue un momento corto pero intenso. Desde atrás pude ver como Sam y Mikaela se tomaran de la mano, me sentí triste pero feliz a la vez.
Ya no era la única chica en la vida de mi hermano pero al menos podré decir que peleé con un alíen y vi una lluvia de meteoritos. Creo que mi vida comienza a dar un giro demasiado rápido.
Regresamos al auto e hicimos la última parada, esta vez llegamos al lugar de destino. Era un callejón solitario detrás de unos edificios. Unas luces aparecieron en medio de la oscura noche, seguido a eso un camión azul con llamas rojas atravesó la neblina y detrás otros tres autos. Todos nos rodearon.
—¿Y ahora qué? —solté nerviosa.
Los recién llegados junto con el Camaro amarillo se transformaron en su forma "normal" supongo. Ya entiendo todo. Es por eso que antes estaba mandando una señal, los llamó a ellos.
El que antes era un camión se acercó peligrosamente a Sam y a mí, se agachó para estar a nuestra altura y se enfocó en él primero.
—¿Eres Samuel Witwicky, descendiente de Archibald Witwicky? —le pregunta con una voz grave.
Me impresiona absolutamente, este sí podía hablar.
—Sí, soy yo —responde.
Ahora me mira a mí, retrocedo nerviosa.
—Y tú debes ser Grace Witwicky, descendiente también de Archibald Witwicky —quise responder pero mi voz no salió, solo pude mover la cabeza asintiendo—. Mi nombre es Optimus Prime. Somos organismos robóticos autónomos del planeta Cybertron.
—Nos pueden llamar "Autobots" para abreviar —comenta el otro de ellos.
—¿Qué me cuentan debiluchos? —el Autobot más pequeño hizo unas cuantas piruetas y se dejó caer sobre uno de los autos. Me agrada su actitud.
—Mi lugarteniente, designado como Jazz —lo presenta Optimus.
—Este lugar si es buena onda.
—¿De dónde aprendió a hablar así? —pregunta Sam desconcertado por lo coloquial que sonaba. No lo culpo.
—Aprendimos el lenguaje de los terrestres a través de la red —le responde Optimus.
La red. Todo tiene sentido, por eso Sam dijo que querían algo de él y hablaron sobre su página de eBay. Debieron obtener todos nuestros datos de internet.
Bien, saben todo de nosotros pero nosotros no sabemos nada de ellos.
—Mi especialista en armas, Ironhide —Optimus señala al Autobot de pintura negra.
—¿Se creen muy suertudos, enanos? —desplegó sus armas y nos apuntó. Nos hicimos para atrás asustados.
—Tranquilo, Ironhide —lo calmó Optimus.
—Era una broma. Solo quería mostrarles mis cañones —se disculpó.
De acuerdo, son simpáticos. Pero raros.
—Nuestro oficial médico, Ratchet —apuntó al Autobot de pintura verde fosforescente.
El mencionado olfatea el aire, no entiendo por qué.
—Las feromonas del chico sugieren que se quiere aparear con la mujer —expuso Ratchet. Provocando que Sam y Mikaela voltearan en direcciones distintas.
—Tenías que decirlo así —solté asqueada.
—Y por último, ya conocen a su guardián Bumblebee —finalizó Optimus.
—Bumblebee... —repetimos Sam y yo. Por fin conocíamos su nombre.
—Sus procesadores vocales se dañaron en la batalla —Ratchet apuntó un rayo rojo hacia Bee para examinarlo rápidamente
—. Estoy tratando de repararlos.
Así que por ese motivo es el único que no puede hablar.
—¿Por qué están aquí? —pregunta Mikaela.
Optimus coloca una mano sobre su cabeza, sus ojos empiezan a actuar como proyectores mostrándonos sus recuerdos.
—Estamos buscando la Chispa Suprema. Debemos encontrarla antes que Megatron —Explica—. Nuestro planeta fue una vez un imperio poderoso, pacífico y justo. Hasta que nos traicionó Megatron, líder de los Decepticons. Todos aquellos que los desafiaron fueron destruidos, nuestra guerra por fin consumió el planeta y la Chispa Suprema se perdió en las estrellas. Megatron la siguió hasta la Tierra, donde el capitán Witwicky la encontró.
—Era nuestro bisabuelo —menciona Sam.
—Fue un accidente, el que entrelazó nuestros destinos —Optimus continuó—. Megatron se estrelló, y no pudo recuperar el Cubo. Él activó su sistema de navegación por accidente y las coordenadas de la ubicación del Cubo en la Tierra, quedaron impresas en sus anteojos.
—¿Quién te habló de ellos? —Sam frunció el entrecejo, evidentemente confundido.
—Pues eBay, ¿Que no es obvio? —puedo ver que Optimus asiente, eso me da la razón—. Te dije que te deshicieras de ellos.
—Oye, no me culpes a mí por querer tratar de ganarme el dinero honradamente —se defendió Sam, totalmente ofendido. Yo solo ruedo los ojos.
—¿Creen que es momento para pelear? —Mikaela se cruzó de brazos.
—Si los Decepticons encuentran la Chispa Suprema, utilizarán su poder para transformar máquinas terrestres y formar un nuevo ejército —intervino Ratchet.
—Y la raza humana se extinguirá —agregó Optimus.
Ay, carajo... ¿En qué estamos metidos?
