«Algún día formaremos uno de nuevo»
¿Quién es? ¿Quién dice eso? ¿Dónde… estoy?
Muchas imágenes pasan rápidamente en mi cabeza, son lugares tan precisos que parecen reales pero nunca he estado en ellos. Hay rostros, más voces, hablan al mismo tiempo y no comprendo nada. Al final, todo se apaga.
Doy un salto y abro los ojos, una inmensa tranquilidad me recorre al ver que estoy en mi habitación. Todo está aquí, mis cosas, pósters, ropa. Siento cómo mi pecho sube y baja tratando de regular la respiración, lo cual logro hacer pronto al saber que estaba soñando.
—¡Grace, apresúrate! —grita mamá afuera de mi habitación, noto su sombra a través de la rendija—. Hoy regresas a la escuela y te irás con Sam. No quiero excusas.
—Ya… voy —intento hablar lo más natural posible pero sigo demasiado confundida.
La sombra de mi madre desaparece y sus pasos se alejan. Suelto un suspiro, sujetando mi rostro entre mis manos. Hay un sentimiento inexplicable de tristeza en mi ser. Es una sensación cómo si acabara de ver morir a alguien, el problema es que… no sé a quién o quiénes.
Solo ha pasado una semana desde la batalla en Mission City, he estado en cama desde entonces debido a una fiebre y otros malestares que comenzaron desde ese día. Recibí una buena atención médica en la base militar, me dijeron que podía deberse al exceso de esfuerzo físico y me ordenaron reposo. No sé mucho de lo que ha sucedido allá afuera, excepto que Bumblebee vive con nosotros y sigue siendo el auto de Sam.
Abandoné mis pensamientos para saltar de la cama, fue reconfortante estar de pie otra vez y sentir la textura de la alfombra entre mis dedos. Me dirigí rápidamente al baño para darme una ducha y después me vestí, bajé a la cocina cargando mi mochila y patineta. Arrojé mis cosas al sillón mientras veía a Sam frente al espejo de la pared terminando de peinarse el cabello, su expresión de concentración me sacó una carcajada.
—Eso, ríe todo lo qué quieras. Mikaela ya sale conmigo, no puedes dañarme —alardeó orgulloso.
—Que gran logro —rodé los ojos.
Me adentré en la cocina en búsqueda del refrigerador de dónde saqué el envase de jugo de naranja y le di un sorbo, luego de beber, tomé una manzana y la devoré a mordiscos. En el proceso, saqué el pan y la mantequilla de maní de la alacena.
—Amaneciste con apetito —dice Sam desde la sala—. No deberías comer tanto, te acabas de recuperar.
—Me siento perfectamente —me defendí, de hecho era cierto—. Oye, ¿Te puedo hacer una pregunta?
—Me asusta tu seriedad —admitió riendo.
Dejé de hacer lo que estaba haciendo y regresé a la sala, me coloqué frente a él para poder verlo directamente a los ojos, eso lo hizo confundirse todavía más, por lo que, puso toda su atención sobre mí esperando que dijera algo.
—¿Recuerdas algo del tatarabuelo?
—¿El Capitán Witwicky? —negó con la cabeza, volviendo a su tarea de empacar libros.
—Sí, ¿No dijeron que se había vuelto loco o algo así?
Sam es mayor así que debe recordar mejor.
—Pues estuvo en un hospital de salud mental, tú dirás que tan loco —insinuó.
Me acerqué lentamente hacia él, tomé lugar en el sillón mientras pensaba.
—¿Cómo del tipo que ve y oye cosas? —seguí preguntando. Necesitaba saberlo.
—Pues creo que papá mencionó algo similar —Sam me miró con duda—. Fue tiempo después de la expedición al Círculo Ártico. Pensaron que perdió la cordura.
—Luego del encuentro con Megatron y de que las coordenadas de la Chispa quedaran grabadas en sus anteojos —sin darme cuenta estaba murmurando.
—En ese entonces no sabían que era Megatron —sacudió la cabeza, cerrando los ojos un momento—. ¿Y a qué viene todo esto? Ya terminó. Somos libres de regresar a nuestras vidas.
—No lo sé, solo me pareció curioso.
Lo cierto es que una intranquilidad que no comprendo me molesta. ¿De quién era esa voz en mí sueño? ¿Qué significado tenía? Es muy confuso.
—Vayamos a la escuela, ¿Sí? —me incitó a salir de casa a empujones.
El tema quedó olvidado cuando nuestra atención la acaparó Bumblebee. Nos estaba esperando en el patio delantero, justo sobre el preciado césped de papá. Será mejor que no lo sepa o le dará un infarto.
—Hola, Bee —lo saludé emocionada de volver a subirme. Ahora que sabía lo que era, me hacía sentir especial.
El claxon sonó dos veces, correspondiendo mi saludo. Me puso feliz verlo siendo el mismo de siempre. Sam me contó que Bumblebee pasó unos días en la base que formaron los Autobots, siendo intervenido por Ratchet y así es cómo consiguió recuperar sus piernas que perdió en la batalla. Me reconforta saber que estuviera bien.
A pesar de que Bumblebee no necesitaba de un conductor, permitió que Sam manejara hasta la escuela. Nuestro camino juntos no duró mucho. Mikaela apareció para sorprender a Sam en el pasillo, a mí me dedicó una sonrisa que solo le devolví por cortesía. Me alejé de ellos antes de que se pusieran cariñosos, fui directo a mi casillero al que no llegué sin antes recibir un impacto en el hombro.
Ese golpe se siente tan intencional que cuando encuentro al responsable, veo a Trent, el ex-novio de Mikaela riéndose en voz baja con sus amigos. Lo ignoro, porque sé que tendré que acostumbrarme a eso de nuevo. Es cómo un déjà vu, pues estoy justo donde inicié.
Luego de guardar mis pertenencias en mi casillero, voy a clase con diez minutos de anticipación. En el aula solo hay dos chicos conversando en un rincón y el señor Turner está en su escritorio organizando unos papeles. Me aproximo hacia él, está tan concentrado en sus asuntos que resulto ser igual que un fantasma para él. Al verme, se le escapa un ligero chillido y salta.
Las cosas del escritorio caen. Lo siguiente que sé es que sostengo todas entre mis manos.
—Perdona, pensé que estaba alucinando —me observa tan impresionado que sus labios ni siquiera se pegan—. Grace, que buenos reflejos —dice extrañado.
Pongo las cosas en su lugar, sin saber cómo ocurrió. Miro mis manos un instante, lo extraño de la situación me hace esconderlas en mis bolsillos.
—Lo lamento, debí avisar —respiro profundamente, convenciéndome de que fue una simple coincidencia.
—¿Estás bien? En dirección me dijeron que estuviste enferma —su mano rasca la parte posterior de su cabeza y sus ojos van de mis manos al escritorio. Buscaba de alguna forma comprender lo que ni yo misma entiendo—. Tranquila, tus inasistencias están justificadas. Solo quiero saber que todo esté en orden.
—Lo está —asiento. No quiero que sospeche nada, no tenemos permitido hablar sobre lo ocurrido en Mission City, así que lo mejor es que piense que solo estuve enferma.
—De acuerdo, ¿A qué debo este honor? —finalmente suspira, preparándose para acomodar más papeleo.
—Quiero preguntarle algo.
—Siempre puedes preguntar, son los gajes de ser maestro —accede sin perder la concentración de sus actividades.
—Solo me gustaría saber, ¿Si aún hay posibilidad de que pueda concursar en la competencia de matemáticas? —juego nerviosa con mis dedos, esto es vergonzoso para mí.
Baja las hojas que estaba sosteniendo y me mira incrédula.
—Te creí muy decidida a no concursar, tanto que casi repruebas mi materia a propósito —no se le escapó ese detalle—. Pero claro que puedes entrar, estaré encantado de que vayas —la cálida sonrisa que me ofreció fue contagiosa—. ¿Puedo saber qué te hizo cambiar de opinión?
Solté un bufido.
—Solía pensar que la escuela me quedaba chica —confesé avergonzada—. Ahora entiendo que todavía tengo mucho que aprender.
—Es raro oír a un joven decir eso hoy en día —su comentario me hace reír un poco—. Que bueno es tenerte de regreso.
Y por regreso, entendí que no hablaba literalmente. Creo que podría calificar para ser mi profesor favorito. Bueno, al menos el que más me agrada y al único que no he dibujado siendo atacado por algo.
Las clases transcurrieron normalmente, me adapté a mi antiguo horario bien, supongo. Al final de la jornada escolar, Mikaela nos acompañó a casa. Los tres íbamos a bordo del auto. A mí cómo siempre me enviaron atrás. Iba muy concentrada jugando un absurdo juego en mi teléfono, que perdí de vista el camino.
—Bee, se supone que vamos a casa —Sam suena preocupado, así que alzo la mirada y veo por la ventana. Estábamos muy lejos y casi no reconozco esta zona.
—Es necesario un desvío —suena en el radio.
—¿Por qué? —pregunta más alterado.
—Alguien pidió verlos —es lo único que dice.
Todos nos miramos entre sí, solamente deseando que no tuviera relación con algo malo. Los últimos minutos de viaje fueron largos, pues intenté descifrar de qué podía tratarse.
Pronto atardeció, los colores cálidos adornaban el cielo y el sol daba la sensación de haber crecido mientras se iba ocultando. Terminamos en una colina, en la cima no había nada más que una increíble vista, naturaleza, tres autos aparcados que fácilmente supimos que eran Ironhide, Jazz y Ratchet, del otro lado estaba Optimus de pie contemplando el paisaje.
Bee se detuvo y nos abrió las puertas, Sam y Mikaela fueron los primeros en descender. Los tres nos colocamos cerca de Optimus, quién no tardó en bajar la mirada hacia nosotros.
—Perdonen que los haya hecho venir de imprevisto —se disculpa—. Pero quería ser quien se los hiciera saber en persona.
—¿Qué pasa? Me preocupas —balbucea Sam.
—Llegamos a un acuerdo con sus líderes, formamos una alianza —su revelación es cómo música para nuestros oídos, al menos yo sonrío—. A partir de hoy, ayudaremos a combatir a los Decepticons que sobrevivieron. Uniremos fuerzas para tratar de preservar la paz de su planeta.
—¿Significa que se quedan, no? —Optimus asiente, respondiendo la pregunta de Sam—. Esa es... Una buena noticia. Me alegro mucho.
Y yo también. Es bueno saber que el gobierno ya no intentará perseguir Autobots. En parte, se debe a qué el Sector 7 ya no existía. De eso nos enteramos al finalizar la batalla en la ciudad. Lo siento Simmons, te irá mejor acomodando ladrillos o lo que sea que hagas.
—Seguimos en deuda con ustedes, no lo olvidaremos jamás.
—¿Los volveremos a ver? —Sam espera una respuesta positiva, igual que yo.
Optimus regresa la mirada al cielo y da un paso al frente.
—Eso depende, pero siempre recuerden que estaremos aquí si nos necesitan.
Supongo que es algo que tenía que pasar. Nosotros solo somos dos chicos y bueno, ellos son robots alienígenas.
Sam se despidió y regresó con Mikaela, ambos se recostaron sobre el capó de Bumblebee, apreciando la vista un rato más. Dejé de mirarlos y agaché la cabeza. Sería un reto acostumbrarme a los cambios, olvidar esto que vivimos. Si antes sentía que no encajaba en ningún lugar, ahora sería el bicho más raro de todos.
—¿Sonará extraño si digo qué no me quiero despedir? —sé que Optimus me está escuchando. Solo quedamos nosotros.
—No es una despedida —me corrige—. Dos caminos, rara vez convergen en uno mismo. Tengo el presentimiento, de que nos volveremos a ver —dice con bastante seguridad.
Eso me motiva, no necesito saber cuándo ni cómo. Me basta confiar. Hace que me resulte sencillo. Es raro porque yo nunca suelo confiar en nadie, pero desde que nos conocemos es lo único que hecho. Y de alguna forma funciona ya que aquí estoy, con vida.
—Quería disculparme por no escucharte y cumplir lo que me pediste —dejo salir lo que llevaba tiempo molestándome—. Por mi culpa, la Chispa Suprema fue destruida y sé que sin ella no podrán reconstruir su planeta.
—Joven Grace, no se puede culpar a alguien por las decisiones que toma en batalla. Hiciste lo que consideraste correcto, y el destino te recompensará por ello.
—¿Qué pasará con su hogar?
—De ahora en adelante este será nuestro hogar y vamos a protegerlo. No debes preocuparte, fui testigo de lo que tu valor es capaz y aunque somos de mundos diferentes, lo que nos une es más qué lo que nos separa.
A veces me pregunto si ya tiene escritas esas cosas. No entiendo cómo es que siempre consigue tranquilizarme y seguir cómo si nada. Parece una habilidad.
—Sí, nuestro mundo está lejos de ser perfecto, pero no tenemos otro —una corriente de viento golpeó mi rostro. Sentí mi cabello contonearse. Fue gratificante.
—Sabias palabras de alguien joven, tienes un largo camino que recorrer —hace un asentimiento—. Grace, yo también debo darte las gracias personalmente.
—¿Por qué? —eso si me sorprendió.
—Te debo la vida —respondió, causandome un sobresalto. No me sentía acreedora de una responsabilidad así—. Y también la de nuestro camarada, Jazz. Me contaron de tu acto de valentía al atacar a Megatron sola, sin duda fue peligroso y por eso tienes mi respeto.
—No, no, eso no fue nada —me revuelvo inquieta—. Estuvo mal. Pude ocasionar un accidente. Tuve suerte de salir ilesa.
—Los sacrificios grandes, tienen recompensas grandes. No lo olvides.
En silencio, su cabeza se gira hacia, poniendo la mirada en el horizonte. Me deja pensando pero tentada hago lo mismo.
No tengo idea de que pasará en el futuro, por ahora solo puedo disfrutar estos momentos y guardarlos en mi memoria. He comprobado eso que dicen acerca de que puedes encontrar amigos en los lugares más inesperados. Y vaya que sí.
Siempre quise una aventura y por fin la tuve. Es momento de cerrar este capítulo de mi vida. No es el final, pero solo queda esperar.
