Quedé inconsciente, no sé cuánto. Supongo que el tiempo suficiente para que un equipo médico acudiera a las instalaciones, me sacaron una muestra de sangre y se la proporcionaron a Ratchet. Comenzó a estudiarla en un laboratorio improvisado que se había montado.
Yo estaba sentada al borde de una camilla, con la espalda encorvada y sin poder procesar el impacto de la información que recibí. Tuve la esperanza de que al despertar, hubiera sido un sueño pero no fue así.
—¿Cuántos días me quedan? —pregunté con una sombría mirada.
Voy a morir.
—Si fueras a morir, ya lo hubieras hecho —Ratchet se tomó el tiempo de contestar, se veía muy atareado—. Lo que está sucediendo ahora, es que la energía de la Chispa, alteró tu organismo con tal de adecuarlo. Eso es lo que me preocupa.
—¿Es grave? —era difícil reprimir mi temor.
—Sistema nervioso, metabolismo, regeneración celular… —decía para sí mismo, yo no entendía nada—. Avanzó demasiado rápido.
—Así que, básicamente, ¿Soy un super humano? —fue la pregunta más tonta que he hecho, pero había que sacarle el lado positivo a esto.
—Es muy complejo —dijo negando—. Está usando tu cuerpo, lo convierte en un recipiente apto para sobrevivir. Estos dos años fueron fundamentales en su desarrollo, debí notarlo antes.
Veo a todos angustiados, yendo de aquí para allá, a Ratchet culpándose y todo porque yo fui la tonta que no se dió cuenta. No es justo.
¿Cuándo fue que pasé de tener una vida normal a ser un simple cascarón de algo más grande? Ya nada tiene sentido.
Unas pisadas subiendo escaleras atrajeron mi atención, Lennox venía hacia acá y no muy atrás, también Optimus. Me pregunté qué habrán estado haciendo, imagino que hablando de mí. La ansiedad me mata.
—¿Cómo va todo? —sus ojos se enfocaron en mí, reflejando cierta preocupación.
—Sus signos vitales se mantienen estables, pero debo seguir estudiando la muestra para descartar posibles efectos secundarios —le informó Ratchet, su atención no se despegaba del monitor ni un segundo—. Si se queda en la base, será más fácil observar qué reacciones tiene. También evitaría que los Decepticons perciban su señal.
—¿Qué señal? —salté de la cama, me estaba poniendo nerviosa.
—Tenía la curiosidad de saber cómo es que la rastrearon —mirando a Optimus, le indicó que se acercara, a su vez se alejó de la pantalla permitiéndonos ver—. Esta es Grace y esto de aquí es… radiación. Ha crecido de forma exponencial.
En la imagen había una silueta humana, era una representación mía, el cuerpo estaba rodeado por un aura roja. Era una fina capa pero estaba presente. Verme ahí me hizo pensar que esto era real y alteró mi respiración.
—La Chispa ya ha causado estragos —dijo Optimus con pesadez—. Fueron atraídos por ella. Nos ha estado llamando, a todos —se colocó una mano en el pecho de nuevo, recordé que antes mencionó algo similar. Tal vez la Chispa Suprema quería ser encontrada.
—Esperen —rasqué mi cuello ansiosa, mis uñas probablemente rasgaron la piel—. ¿Cómo me quito esto?
—No comprendo la pregunta —dijo Ratchet confundido.
—Debe haber algún modo de extraer la energía, ya saben, volver a separarla —hablo más de lo que pienso, simplemente estoy demasiado asustada—. Pueden ponerla en otro recipiente o construir uno, no lo sé.
—Eso te mataría —admitió secamente.
Siento que se me acaba el aliento.
—Grace, nosotros tenemos una expresión, como lo llaman ustedes los humanos —Optimus habló despacio, pareciera que trataba de suavizar la verdad que dijo Ratchet—. Cuándo uno de nuestros camaradas perece, se suele decir que se ha unido a la All Spark.
Fue extraño pero lo entendí. Tenía la pequeña esperanza de que pudiera revertirse, sin embargo, ya no podemos ser separados.
—Además, no tenemos donde albergar esa energía —comentó Ratchet pensativo—. Quizá debería comenzar a trabajar en eso.
Optimus asintió de acuerdo con la idea, permitiendo que volviera a sumergirse en la pantalla. Yo me sostuve de la barandilla, juré que podría desmayarme de nuevo.
—No puedo quedarme —musité, mi mirada recayó sobre el otro humano presente, necesitaba que alguien me comprendiera—. Debo volver a casa, estarán preocupados por mi.
En los ojos de Lennox había pesar, supongo que iba a decir algo que me reconfortara pero en vez de eso, miró al techo cuando las luces parpadearon. Los soldados en las demás estaciones, también se alarmaron cuando los aparatos eléctricos empezaron a fallar, orillando a Lennox a tomar su radio y encenderlo.
—¿Hay alguna falla en la planta de energía?
—Negativo señor, no se ha reportado nada —respondió pronto uno de sus hombres.
Entonces su atención volvió a enfocarse en mí, lo cual me hizo retroceder. No podía ser que pensaran que esto era obra mía. ¿Cómo lo sería? No hay forma.
—Bien, solo respira —puso las manos al frente, indicando que debía relajarme—. Necesito que te concentres.
—Yo no estoy haciéndolo —las luces seguían parpadeando, eso me alteraba.
—Incremento en la señal —dijo Ratchet repentinamente—. Se volvió más fuerte.
—¿Qué te pasó en la cara? —me preguntó Lennox con intriga. Había sospecha en su tono.
—Dormí mal —claramente es una mentira descarada, no espero que me crean, solo que me dejen en paz.
—Te peleaste y por eso no estabas en casa —más que una pregunta fue una acusación, una cierta.
—Las emociones fuertes probablemente incrementan los niveles de energía, así la detectaron —concluyó Ratchet—. Tiene que calmarse.
¿Qué me calme? Estoy calmada, es solo que es increíble que todos crean que soy capaz de apagar y encender las luces a voluntad o interferir en la corriente eléctrica. No soy un fenómeno. No lo soy.
—Grace —pronunció tan firme y pasivo que, para cuando reaccioné, el parpadeo de las bombillas se detuvo—, ¿Me permites un momento?
Asentí en silencio, mientras bajaba de la plataforma escuché que Lennox les ordenaba a todos que volvieran a sus tareas, así la mayoría dejó de verme y yo lo agradecí. No es agradable que de la nada seas el centro de atención. No si te consideran peligroso.
Después de que bajé los escalones, Optimus se transformó en la cabina del camión, dejándome una puerta abierta. Una vez que entré, condujo fuera de la base hacia no sé donde, pero estar lejos y en silencio, sí que me devolvió la calma. Finalmente pude pensar con claridad. Lo qué pasó allá, tal vez no sea una casualidad. Me costará aceptar que ya no seré normal.
El entorno que rodeaba la base no consistía más que en terreno desolado y uno que otro árbol, ya estaba anocheciendo, así que tampoco se veía mucho a excepción de lo que el pobre alumbrado de la avenida alcanzaba a iluminar. Nos detuvimos tras casi unos diez minutos, bajé del vehículo sin entender el porque me había traído.
—¿Qué hacemos aquí? —di unos cuantos pasos, inspeccionando la zona. Una enorme roca captó mi atención.
—He oído que cuando los humanos se agobian, les gusta salir a tomar aire fresco —dijo tras escucharse cómo todas sus piezas se reacomodaban en su sitio. Sus grandes pisadas retumbaron detrás mí, se colocó junto a la roca de antes, decidí subir a ella para compensar tamaño.
—Pues gracias, en serio —abracé mis piernas, reposando la cabeza sobre las rodillas—. No quería causarles problemas, es solo que no estoy lista para esta responsabilidad.
Solté un largo suspiro y me perdí en la luna. Ojalá pudiera ser ella, existiendo ahí sin ningún problema.
—Nunca estamos listos para los desafíos, pero están ahí por una razón —poniendo las manos sobre cada costado, también elevó la mirada.
—¿A qué te refieres?
No dijo nada, meditó en silencio, pensando en si sería prudente continuar o no. Al final lo hizo.
—Cuando recibí la Matriz de Liderazgo, tampoco me sentía preparado para ser un Prime —tras otro breve silencio, prosiguió—. A veces, algunos simplemente no están destinados a tener una vida ordinaria.
No tenía ni la más mínima idea de que Prime era en realidad un título, ¿Quiere decir qué anterior a eso, era llamado diferente? La curiosidad me consume, preguntar sin más podría ser atrevido.
—¿Eso fue en Cybertron, cierto? —él asintió—. Eso es genial. Si la Chispa no está perdida en su totalidad, significa que su planeta aún puede recuperarse.
Eso me animó. Destruirla junto a Megatron, realmente me llenó de culpa en aquella época. Existía la oportunidad de enmendar ese error.
—No hay que adelantarnos —contrario a mí, Optimus no se alegró—. Devolver la vida a Cybertron, condenaría la tuya. Si es que acaso existiera esa posibilidad.
—Tú ibas a hacer lo mismo por la Tierra, ¿Por qué sería diferente?
No es que la muerte no me asuste, pero si mi pequeño sacrificio ayuda a salvar a otros, no me molestaría morir por eso.
—Los humanos no deben pagar por nuestros errores, nosotros trajimos esta guerra, debemos lidiar con las consecuencias —no lo decía orgulloso, era evidente—. Te prometo que hallaremos una forma de resolverlo.
—Los Decepticons ya lo saben —no iba a olvidar tan fácil que Sidesways me persiguió—. ¿Qué estarán tramando?
—Nada bueno, eso es un hecho. Su necesidad de destrucción e impetuosa conquista no los detendrá —aseguró convencido—. Vamos a protegerte.
Sin el desquiciado de su líder, creo que estaremos bien. El planeta ha estado bien. Es cuestión de tiempo para que terminen de cazar a todos los rezagados. No puede ser tan complicado.
—Todavía hay algo que no entiendo —dije confusa—. ¿Por qué me escogió a mí? Ratchet dijo que era energía pura, que debí morir, pero no fue así.
—Hay preguntas que no nos toca responder —golpeé mi frente contra las rodillas, la frustración de no entender qué sucede conmigo es desesperante—. Si te ayuda a encontrar consuelo, puede ser que la Chispa Suprema, haya sentido en ti lo mismo que yo vi.
—¿De qué..?
—Valor y sacrificio —su confesión me impresionó, nunca pensé eso de mí misma—. Las cualidades de un líder.
—Oh, no soy un líder —negué riendo en voz baja—. Pero sin duda me consuela.
Oculté mi rostro para sonreír, me sentía mejor, casi feliz. Había una sensación cálida en mi pecho. Después de no ver a alguien en mucho tiempo, al encontrarse de nuevo es cómo si finalmente pudieras respirar en paz. Es lo que me sucedió estos dos años.
Estiré los brazos y di un largo bostezo. Estoy derrotada.
—Te llevaré a casa.
—¿Puedo ir? —pregunté prácticamente ilusionada. Habían dicho que me quedaría en la base, esto me daba alivio.
—Necesitas descansar —lo tomé como una afirmación. Él se dió media vuelta, regresando a la avenida—. Te vigilaremos muy de cerca para evitar riesgos. Y es importante, que permitas que Ratchet te de seguimiento.
—De acuerdo —accedí, ya no tenía caso protestar—. ¿Debo decírselo a mis padres o Sam? Notarán que desaparezco.
—Es mejor si no lo saben, por ahora —me sugirió, después se agachó volviendo a transformarse. Salté de la roca y corrí para subirme en el asiento del copiloto, de camino los párpados me traicionaban, se cerraban sin que yo se los ordenara—. Está bien si duermes.
No tuve oportunidad de contestar a eso, el respaldo bajó abruptamente y terminé recostada. En otro momento me hubiera avergonzado dormir una siesta, estaba tan cansada que le tomé la palabra, creo que ha sido la mejor de mi vida.
Desperté al no sentir movimiento, me levanté desorientada y vi por la ventana. Ahí estaba mi casa y afuera, Sam recargado en el capó de Bumblebee con los brazos cruzados. No esperaba que estuviera haciendo guardia. Sus ojos se desorbitaron, no creía quién me había traído.
—¿Ese es Optimus? —caminó hacia mí alterado, me sujetó de los hombros y me analizó a detalle—. Santo cielo, ¿En qué te metiste?
—En nada, estoy bien —le dije poniendo una sonrisa.
—¿Nada? —repitió con sarcasmo, apuntando al camión—. Te vas, no contestas las llamadas y Optimus te trae a casa. Yo creo que sí pasa algo. Nos asustaste a todos, ¿Sabes?
—Solo fue una coincidencia, de hecho vino porque quería hablar con Bee —se me ocurrió esa explicación de último minuto. No era totalmente mentira, encajó igual que anillo al dedo.
—¿Con Bee? —el ceño de Sam se frunció, no comprendía lo que pasaba. Vió al Camaro, pretendiendo hallar las respuestas que necesitaba, pero él emitió un gorjeo, dándole a entender que tampoco tenía idea.
—Sí, sobre una misión. Hay que dejarlos solos, vayamos adentro —dije de prisa, antes de que las cosas se pusieran peor.
—Ve preparando un buen discurso, están hechos una furia —me advirtió Sam.
Me agarré de su brazo y lo encaminé a casa, espero que Bee me perdone por usarlo cómo coartada.
Pasar de la sala no fue sencillo, tuve que sobrevivir a una reunión familiar de una hora para poder subir a mi habitación. No concilié sueño tan fácil, estuve observando el techo hasta que caí en esa acogedora oscuridad.
A la mañana siguiente, me dí un baño igual que siempre y me vestí. Cepillaba mis dientes, contemplando mi rostro demacrado en el espejo cuando otra vez sucedió. Los bordes eran similares a un aro de fuego, cientos de ellos, símbolos cambiando uno tras otro.
Tiré al suelo el dentífrico y el cepillo, abrí el grifo para sumergir mi rostro, froté mis ojos con desesperación. Al volver a mirar el espejo, los símbolos ya se habían ido.
—Grace, ¿Todo está en orden? Escuché un golpe —preguntó mamá asustada.
—Sí, todo está bien —traté de relajarme, confirmando que en el espejo no había nada.
Luego de ese episodio, Sam me llevó a la escuela y de paso recogimos a Mikaela. No presté atención a lo que decían, ni a la música, ni a los demás estudiantes en los pasillos. Me desconecté del mundo. Era una sensación ensordecedora que se rompió cuando una pila de libros, cayeron junto a mí.
Olvidé que estaba en clase, a punto de comenzar el laboratorio de biología. Alguien ocupó el asiento a mi lado, ese que estuvo desocupado el semestre entero. Lentamente miré a la derecha, ese chico se estaba acomodando. Era el mismo de ayer que entró a la dirección.
—¿Qué haces? —pregunté entré dientes.
Él volteó en todas direcciones, asegurándose de que me refería a él, lo cual se le hizo extraño.
—Tomo asiento, ¿A ti cómo te va? —al final puso una sonrisa, queriendo parecer amable.
—No necesito un compañero de laboratorio, he trabajado sola desde que inició el año —dije con disgusto.
—El profesor dijo que me sentara aquí —inocentemente apuntó al hombre que anotaba instrucciones en el pizarrón.
—Profesor Bower —me quejé en voz alta, atrayendo su atención. Señalé al sujeto a mi lado, transmitiendole mi confusión.
Bajó el libro del que copiaba la información, mientras ajustaba sus anteojos para enfocarme.
—El señor Harris estará con nosotros lo que resta del semestre, por favor trata de no ser tan dura —torcí los ojos al mismo tiempo que él se dió la vuelta, regresando a sus anotaciones.
—De todos modos, ¿Quién entra a una semana de fin de curso? —refunfuñé. No era mi intención ser discreta.
—Nos acabamos de mudar —él comentó, extendiéndome una mano—. Soy Todd.
—No me interesa.
—Bien, el tema de hoy es muy interesante: Metabolismo celular —exclamó el profesor entusiasmado, era el único—. Les pido que analicen, ¿Cuál es el destino final de los nutrientes que consumimos? Y ¿Cómo creen qué son absorbidos por las células?
Evidentemente nadie tenía más interés que solo aprobar la práctica, así que todos se pusieron a trabajar y yo hice lo mismo. Me coloqué las gafas de protección, agarré uno de los tubos de ensayo y el vaso con agua destilada.
—¿No deberías poner primero la muestra de tejido? —dijo Todd a una distancia muy molesta.
—Sé lo que hago —su mirada encima de mí me hacía perder el control de mis manos, era irritante.
—Solo digo que la reacción…
—Oye, déjame trabajar —alcancé mi límite—. Tú escribes lo que suceda, ¿Sí? —poniendo la sonrisa más falsa, regresé al experimento.
Pude escuchar a Todd suspirar resignado, sacando su libreta y escribiendo en ella. Acabamos la práctica en minutos, obviamente aprobamos. Usé el tiempo restante de la clase, en lo que los demás terminaban, para distraerme en mi cuaderno de dibujo. Mi mano cobró vida propia, ilustraba un paisaje, uno que vi en un sueño. Parecía un lugar real, no estoy segura.
—Eres buena en eso, ¿Me dejas ver? —Todd me sacó de mi divagación. Se inclinó tratando de mirar pero cerré el cuaderno abruptamente.
—No.
Y cuando la campana sonó, fui la primera en ponerme de pie. ¿Qué marcaba el horario? Gimnasia. Solía amar el deporte en el pasado, ahora se resume a dar vueltas a la cancha y jugar quemados o con suerte, voleibol.
Ahí me encontraba. Trotando a mi ritmo, ni muy rápido ni demasiado lento. Me ayudaba a pensar.
—Ya rebasaste a la mayoría —este chico se está convirtiendo en un martirio—. ¿Eres atleta o algo similar?
La carrera más emocionante de mi vida fue huir de la muerte. Ojalá poder decírselo para ahuyentarlo.
—Puede que sí —gruñí—. ¿Qué quieres? —ya era hora de ir al grano.
Incrementó la velocidad de sus pasos, giró sobre sus talones, corriendo de espaldas para mirarme.
—No sé, pensaba que soy el chico nuevo. No tengo amigos, tú tampoco los tienes así que…
—Espera, ¿Qué te hace suponer que no tengo amigos?
—¿Los tienes?
Creo qué sé qué conoce la respuesta a esa pregunta y de algún modo me molestó. Pronto lo dejé atrás, corrí a mi máxima velocidad. Todd no pudo igualarme por más que se esforzó y al cabo de cinco vueltas, terminó igual de exhausto que la mayoría.
Paré cerca de la multitud, aproveché la oportunidad para estirar los músculos mientras disfrutaba de ver a Todd recuperando el aliento.
—¿Cansado?
—Mentirosa —se apoyó del muro, su pecho subía y bajaba—. No dijiste que eras profesional. Diste cómo diez vueltas y no estás deshecha.
Me limpié el sudor de la frente, pasándome una pequeña toalla blanca que traje. Amplíe mi sonrisa, es satisfactorio molestarlo. Aunque es cierto, no me siento tan cansada cómo debería. Ni en mis mejores años en el club tuve tal condición.
Una corriente, similar a un escalofrío recorrió mi nuca, tuve un mal presentimiento. Algo se acercaba desenfrenado y venía en nuestra dirección. ¿Sería otro Decepticon, aquí y ahora? Tiene que ser una broma.
—¡Cuidado! —salté sobre Todd, apartándolo del camino. Los dos caímos encima del pasto sintético, estaba tan desconcertado, pues pronto aterrizó una pelota de fútbol americano cerca de nosotros.
Agradecí que solo fuera eso, una estúpida pelota. Aunque sospecho que no fue un accidente. Y me enfurece pensar en el responsable.
—¿Tienes sentido arácnido? —rodé los ojos al oír la tonta pregunta de Todd. Me concentré en recoger la pelota y buscar a quién la había lanzado.
Del otro lado del campo, el equipo de fútbol estaba entrenando, solo un trío de tontos se carcajeaban entre ellos, siendo evidente que eran los culpables. El insoportable de Trent estaba en medio.
—¿Quieres devolvernos la pelota? Trata de no hacerte daño —riendo, se preparó para recibirla. Puso las manos al frente y separó los pies.
Sonreí fingiendo gentilidad y se la arrojé con todas mis fuerzas, admito que puse una pizca de enojo. La pelota lo golpeó justo en el estómago, no esperaba que tan fuerte, se retorció de dolor preocupando a sus amigos. Estuvo mal, aún así no pude evitar reír.
—El jueves harán un juego de despedida, es su último año —le expliqué a Todd, tendiendole una mano para ayudarle a levantarse, él la aceptó despreocupado—. ¿No te molestan? —su sonrisa se mantenía, era inquietante.
—No en realidad —dijo tranquilo, sacudiendo la tierra de sus pantalones—. Los tipos cómo ellos, no serán nada después de graduarse. Este es su mejor momento, igual que una comedia trágica. Y a mí, me gusta presenciarlo —saludó a Trent y su grupo agitando una mano.
Al principio aguanté la risa, eso fue en definitiva algo que yo diría, no esperaba que escondiera pensamientos tan perversos detrás de esa expresión angelical. Inevitablemente me solté riendo, él me miró sonriendo, satisfecho de cumplir su objetivo conmigo. Maldito, es astuto. Tapé mi boca cuando me percaté.
—Tengo que ir a los vestidores —dispuesta a abandonar esta conversación y marcharme, giré sobre los talones dándole la espalda.
—Espera —vino detrás de mí apresurado, su mano atrapó mi muñeca.
—Oye, ya basta —exclamé fastidiada de su persistencia. Una pequeña descarga eléctrica repelió la mano de Todd, se quedó pasmado, abriendo los ojos a su máxima capacidad. Yo retrocedí asustada, no sé cómo lo hice—. Lo siento, ya me tengo que ir.
Wow. Eso fue nuevo, ¿Pero qué diablos fue?
