«El cerebro humano puede producir electricidad a través de reacciones químicas en sus células» ¿Y sí la energía de la Chispa está en mi cerebro? ¿Eso cuenta cómo abducción? «¿A dónde se van los nutrientes de los alimentos? ¿En qué se transforman después?» Hubiera puesto más atención en biología, tal vez esa última clase resultó más útil de lo que imaginé.
Cierro el libro que estaba leyendo y suspiro. Esto es demasiado para mí, apenas entiendo nada de lo que sucede con mi cuerpo.
—Grace —alguien me llama, me asomo hacia abajo cuidadosamente—. ¿Qué estás haciendo allá arriba?
Sam me mira con el ceño fruncido y los labios separados, tratando de comprender cómo llegué hasta el tejado.
—Pues… —ni siquiera recuerdo cuando subí, estaba demasiado concentrada—. Leyendo.
—Claro —dice usando un tono de sospecha—. Ya ven acá. Tenemos que irnos o se hará tarde.
Escuela. Comienza a ser una tortura.
—Voy en un segundo.
Solo debo resistir hasta el fin de semana. Las vacaciones de verano están a la vuelta de la esquina. Ese pensamiento me ayudó a motivarme lo suficiente para apresurarme a bajar. Metí algunos cuantos libros en mi mochila que había dejado en el sillón el día anterior. Entré al auto y me acomodé en el asiento de atrás, ya era una costumbre que ese se volviera mi lugar designado. Siempre recogemos a Mikaela de paso y mientras ellos conversan, yo voy viendo por la ventana.
Durante el viaje, una melodía familiar cruzó mis oídos, di un pequeño salto y me incliné al frente, mirando de cerca la radio.
"Stronger and harder than a bad girl's dream
Make a bad one good, make a wrong one right
Power of love will keep you home at night"
Presiento que conozco lo suficiente a Bee, para intuir que trataba de decirme algo. Sin embargo, mi preocupación fue otra.
—¿De dónde sacó esa canción? —noté que se pusieron nerviosos, evitando hacer contacto visual conmigo.
—Verás… —Sam se rascó la sien—. Anoche, antes de enterarme que desapareciste, Mikaela y yo fuimos al Autocinema. Estaban pasando Volver Al Futuro, la primera.
—Y parece que a Bee le fascinó la película —Mikaela disimuló algunas risas.
—¿Vieron Volver Al Futuro y no me llevaron? ¡Es mi favorita! —miré a Sam con reproche, pues él lo sabía perfectamente.
De niños, nos desvelamos noches enteras repitiendo esa trilogía. La amábamos, esa experiencia era nuestra. Ahora me entero que ya tiene a alguien más con quien vivirla.
—Es que era una cita, las hermanas no van a ellas —sus explicaciones no sirvieron de nada. Me volví a sentar, cruzándome de brazos.
Mikalea vió a Sam en forma de regaño por haber sido demasiado directo. Así que trató de suavizar las cosas.
—Cuéntame, ¿Tienes planes para después de graduarte? —preguntó, poniendo una sonrisa amigable.
—No —bufé, aunque en parte no le quitaba lo cierto.
—Oh, ¿Por qué no intentas aplicar a la misma universidad qué Sam? —sugirió. Quise contestarle algo grosero, pero no era mala idea.
Aceptaron a Sam en la universidad de Princeton, es una buena escuela, será el primero de la familia en ir allá. Está cargando el orgullo de nuestros padres en sus hombros en este también estoy feliz por él. Sam puede ser despistado, pero fue lo suficientemente capaz de ingresar.
No me molestaría seguirle los pasos, el único detalle es que no sé aún qué quiero estudiar. Tal vez ingeniería mecánica o robótica. No tengo las cosas claras. Lo único seguro es que quiero estudiar algo que me permita ayudar a otros.
—Todavía le queda un año para pensar —le dijo él—. Solo espero que sobreviva sin mí —me dedicó una sonrisa burlona.
Diablos. No me gusta pensar en eso. De por sí ya estoy sola, cuando Sam se mude no me quedará nada. El tiempo se agota, al acabar las vacaciones seré hija única en casa. A él le entusiasma la idea, a mí no tanto.
—¿Y tú por qué no te vas con Sam? —regresé al tema, volviendo a retomar la compostura.
—Mi padre saldrá de prisión —explicó ella—. Me quedaré a trabajar con él en su taller.
—Esperen, ¿Van a terminar? —me entrometí, riendo pícaramente—. Ambos estarán separados, a muchos kilómetros de distancia.
Sam pareció exaltarse bastante con mi pregunta, casi se golpea contra el volante del auto. Mikaela solo rió en voz baja por su reacción.
—Claro que no —exclamó Sam, esperando el apoyo de ella—. Haremos que funcione, ¿Cierto? Podemos probar las videollamadas.
—Soy la única chica que sabe sobre su oscuro secreto —dijo refiriéndose a los Autobots y nuestra curiosa historia—. Puede considerarse afortunado —sonriendo, le guiñó un ojo.
Resoplé y me dejé caer de regreso en el respaldo, no hablé más el resto del trayecto. Bee nos dejó en la escuela, los tres bajamos y nuestro camino juntos no duró mucho. Me separé de ellos para ir a clases, las cuales fueron tan ordinarias cómo siempre.
Mi único respiro era la hora del almuerzo. Suelo ocupar la misma mesa todos los días, nadie más se sienta aquí y eso no me molesta. La soledad puede parecer fea pero es tranquila. Me encontraba bebiendo jugo de la botella cuando de repente, alguien dejó caer su bandeja de alimentos frente a mí.
Todd se quitó la mochila y se apresuró a sentarse, casi cómo si estuviera emocionado.
Debe ser una maldita broma.
—¿Qué quieres ahora? —no me importó sonar agresiva.
—Hola, chispitas —dijo en un tono sarcástico, fingiendo responder un saludo que jamás ofrecí—. Noté que tenemos un par de clases juntos, así que vine a averiguar tu nombre.
—¿Cómo me llamaste? —algo de enojo y sorpresa me invadieron. Por un momento olvidé el incidente de ayer, él actuaba tan tranquilo, cómo si en realidad no hubiera ocurrido.
—Mira, ambos sabemos lo que sucedió y por eso, estoy dispuesto a negociar a cambio de información —me propuso, entrelazando las manos frente a su rostro.
—Primero, baja la voz o te juro que te pateo —le advertí, echando una mirada rápida a los alrededores, es importante que nadie más se entere—. Y segundo, ¿De qué información hablas?
—Tu nombre —pidió sonriente.
—¿Y si me niego?
No sé qué pretendía, pero debo ser cuidadosa. Este secreto es muy importante y justo este chico aparece de la nada, podría ser una trampa. Sé que ayer lo asusté, pero fue un accidente.
—Bueno, entonces simplemente debería ver esta fotografía yo solo… —sobre la mesa deslizó dicha imagen igual que un objeto ilegal. Al principio solo alcancé a mirar una esquina, eso bastó para que le arrebatará la foto completa.
—Es el lugar de mi sueño —dije sosteniéndola entre ambas manos. Sabía que algo era inusual cuando lo dibujé, no era yo misma en ese entonces—. ¿De dónde lo sacaste?
—Tenías una expresión de zombie cuando lo estabas dibujando, así que me dió curiosidad e investigué porque me pareció familiar —comenzó a contarme—. Lo vi hace mucho tiempo en un libro de historia. Esto de aquí, es la tumba de Tutankamón que está en Egipto. Yo solo la copié de internet y la imprimí, ya sabes, es sencillo.
La fotografía era mucho más precisa y clara que mi dibujo, los colores, los murales en las paredes… todo apuntaba a tener cierta veracidad.
—He oído hablar de eso vagamente, pero jamás lo había visto —murmuré confundida—. ¿Por qué dibujaría algo que nunca he visto?
—Pues tú dime, eres la rara —se encogió de hombros y comió una patata frita de su plato—. Ya hice mi parte, te toca.
—Me llamo Grace —respondí finalmente para que estuviera contento. Se lo dejo como recompensa por haber sido útil, al menos una pequeña fracción de eso—. Witwicky.
No puedo dejar de pensar en lo misterioso que es haber soñado con un sitio así, ¿Por qué? Y ¿Por qué tampoco dejo de ver esos símbolos en todas partes? Podrían tener alguna relación, ¿Pero cuál?
Es simplemente confuso.
—Okey Grace, pasemos a temas más importantes —se giró alcanzando su mochila, sacó un montón de historietas y las desplegó en la mesa como cartas de poker—. Busqué todos mis cómics y los clasifiqué.
No puedo creer lo que estoy oyendo. Sus delirios me desvían de las verdaderas prioridades.
—¿De qué me sirve tu mundo Geek?
—Ayer demostraste que todavía no tienes control sobre tus poderes —al decir eso, estuve a punto de escupir todo el jugo que bebí hace unos instantes—. Así que busqué muchas referencias confiables para ayudarte. No me agradezcas.
Terminé de toser y me sujeté de la banca, mis ojos lo veían con tanta intensidad que podrían apuñalarlo. ¿Cuánto es que sabía de mí? Habla tan tranquilo, que parece que no le impresiona.
—¿A qué poderes te refieres? —reí un poco, fingiendo normalidad. Tenía que actuar.
—Eso del sentido arácnido y los rayos, vamos, no me engañas —bastante despreocupado, le dió una ojeada al primer cómic—. En los últimos días, ¿Te ha mordido una araña radioactiva? —me quedé viéndolo en silencio fijamente, hasta que cambió de libreto—. Entonces, ¿Caíste en desechos tóxicos o te golpeó una nube cósmica?
—No, Todd —gruñí entre dientes. Esto es ridículo.
Él no dejó de intentar, estaba ilusionado por alguna razón.
—¿Puede ser un gen mutante? —me miró igual que un doctor a su paciente, deseando que respondiera qué sí, lo cual sería una locura—. Bueno, ¿Qué me dices de rocas alienígenas?
Me hubiera seguido pareciendo estúpido lo que salía de su boca de no ser por eso último. Terminó picando la superficie de mi curiosidad.
—¿Qué pasaría? Hipotéticamente hablando, obvio —le di un sorbo al jugo, era mi mejor modo de disimular.
—Pues… —su sonrisa se ensanchó, supo que me había atrapado—. Algunos superhéroes normalmente adquieren sus poderes así, ¿Tocaste una?
Me incliné hacía él, lo tomé de la camiseta y lo atraje, tenía que obligarlo a jurar su silencio.
—No puedes decírselo a nadie.
Si mi suerte no es tan mala, apunta a que Todd solo cree en superhéroes y esas historias, no tiene ningún conocimiento sobre la Chispa Suprema ni nada relacionado, debo mantenerlo así. No hay forma en que le haga olvidar lo que pasó.
—Con una condición —exclamó, levantando el dedo índice—. Que me dejes ser tu entrenador. Mira, he leído cientos de cómics y sé qué hacer en estos casos. Te prometo que mis labios estarán sellados.
—Me da igual —contesté tras un breve silencio. No era mi mejor decisión, pero al menos así lo tendría vigilado y me podré cerciorar de que no vaya contándoselo a medio mundo.
Debo resistir.
—¡Sí! —festejó emocionado—. Te veré mañana saliendo de clases.
No tuve oportunidad de oponerme, ya que se levantó tan pronto la campana sonó y se fue corriendo a clases. Sabía que probablemente yo iba a alegar. En fin, ahora es el único que lo sabe. Debo ser cuidadosa, si por su culpa nos descubren, tendremos muchos problemas.
El resto del día ni siquiera pude estar tranquila, me inquieta pensar en que podría estar haciendo ese payaso de Todd. De cierta manera, terminé deseando que el siguiente día llegara pronto y cuando eso sucedió, le inventé una excusa a Sam de que me iría a hacer tarea en equipo. Presiento que no lo convencí mucho, pero él aprovecharía la situación para pasar tiempo con Mikaela. Da igual.
Ya era miércoles, mitad de semana. Me fui caminando con Todd a quién sabe donde, aunque él estaba despreocupado, tratando de sacar conversación sobre cosas triviales. No le presté mucha atención. Llegamos a un almacén abandonado, la estructura estaba desgastada, incluso faltaba uno de los muros del edificio.
—¿Un basurero? —pregunté escéptica.
—Cuando me mudé aquí, vi este lugar de lejos y pensé que servía cómo guarida —me explicó emocionado, mientras colocaba su mochila cerca de un neumático viejo, yo hice lo mismo—. Lo más importante, es que no hay nadie.
Me va a volver loca con esto de los superhéroes.
—De acuerdo, entrenador espacial, ¿Con que inicio? —no se porque le sigo el juego, supongo que debo mantener sus ilusiones para que no descubra la verdad.
—Bueno, ¿Tienes otros poderes, además de super reflejos y soltar chispas? —preguntó interesado, yo sólo alcé los hombros. No tengo ni idea—. Está bien, trabajemos con eso. Arroja chispas a ese contenedor de basura —su manó señaló enérgicamente dicho objeto.
Volteé al contenedor, después vi a Todd que me animó subiendo los pulgares. Solté un suspiro, sabiendo que no tenía otra opción, di mi mayor esfuerzo en sacar esos rayos de mis manos. Obviamente no resultó. Él no perdió los estribos y reunió un montón de objetos a mi alrededor, latas, botellas, neumáticos y todo lo que encontró. No es ninguna sorpresa decir que eso tampoco funcionó.
—Esto es estúpido —exclamé cansada—. No disparo rayos y no tengo superpoderes.
—¿Y cómo explicas esto? —otra vez presumió su mano delante mío.
La verdad no tengo ni la menor idea. Comienzo a pensar que pudo ser una casualidad y al haberme preocupado, exageré las cosas.
—¿Conoces la electricidad estática? —me tiré al suelo, sentándome en postura de mariposa.
—Pesimista —él también se dejó caer junto a mí, recargó el rostro en su puño y nos quedamos en silencio un rato—. En El Imperio Contraataca, cuando Yoda entrena a Luke, le dice que no puede controlar la Fuerza porque su mente no está en paz.
—¿Qué diablos es la Fuerza?
—Una energía muy poderosa que… ¿Nunca has visto Star Wars? —dijo cómo si fuera una ofensa—. El punto es, que tal vez necesitas aclarar tu mente.
—¿A qué te refieres? Mi mente está clara, tan clara qué sé que si haces una referencia más te voy a golpear —le advertí, apuntándole a la cara.
—¿Lo ves? No estás en paz, quién te enfada te conquista —me demostró, sacándome otro suspiro de pesadez—. Tienes que relajarte, despejar la mente. Cierra los ojos y piensa en un lugar, momentos o personas que te hagan sentir en calma.
¿En calma? Qué tontería. Aún así, le di una oportunidad a su idea, solo porque ya no perdía nada intentándolo.
—Tu ganas.
Inhalé profundamente y cerré los ojos. Entré en lo más recóndito de mi mente, era igual que estar en el Times Square, rodeada de pantallas gigantes que transmitían cada uno de mis recuerdos. Avancé en ellos, sentí cierta felicidad al ver mis memorias, pero no me daban la calma que necesitaba. Iba a rendirme, entonces alguien me llamó. Era él. Siempre que Optimus me lo pedía, yo lograba tranquilizarme y recuperaba la confianza en mí misma. Es extraña la sensación que me causa, no sé cómo describirla pero es cálida y me relaja.
—Grace, por favor abre los ojos —escuché decir a Todd nervioso.
Abrí los ojos repentinamente, saliendo del trance. Los objetos a nuestro alrededor estaban levitando, la expresión de Todd era de total impresión. Solté el aire que estaba conteniendo y todo cayó de vuelta al suelo, provocando un estruendo.
—Maldición —me levanté asustada, dando vueltas en círculos sin saber qué hacer.
¿En serio fui yo? ¿Eso de los poderes era real? Debe ser un sueño o mejor una pesadilla.
—¡Estuvo increíble! Moviste objetos con la mente, igual que Jean Grey —contrario a una persona normal, Todd me miró fascinado—. ¿En qué pensaste?
Inexplicablemente para mí, sentí que mis mejillas ardieron igual que mi estómago. Esa fue una buena pregunta, ¿Acaso estoy perdiendo la cordura?
—Funcionó tu plan, quién lo diría —odié darle la razón, pero fue lo único que se me ocurrió para evadir la pregunta.
—Esto amerita tu propia lista —contento, se fue apresurado a sacar algo de su mochila. Se sentó sobre en el borde del viejo neumático, necesitaba un descanso así que también me senté, aprovechando para ver que tramaba.
—¿Trajiste tu laptop? —sonreí y negué con la cabeza. Eso explica porque esperó un día.
—Tenía que ir a casa a prepárame, ahora que sabemos más, pondré: súper reflejos, rayos y telequinesis —dijo mientras sus dedos pulsaban las teclas—. Hay que ser una prueba de vuelo, super fuerza, teletransportación y…
—Más despacio —lo detuve o de lo contrario me iba a marear.
—Sí, lo siento —sus músculos se relajaron, deteniendo sus manos—. Es que nunca creí que de verdad pasaría esto. Solo veía películas y leía historietas.
Rayos. Me pareció algo tierno escuchar eso. Ahora soy el adulto que debe cuidar las ilusiones de un niño o le romperá el corazón.
—Ya que traes tu laptop y te gusta entrometerte… —yo también saqué algo de mi mochila, era mi cuaderno de dibujos, lo abrí justo en la página de los símbolos que vi esta mañana—. ¿Qué me dices de esto? ¿No te resulta familiar?
Ya me prometió su silencio, así que puedo arriesgarme a confiarle esto también. Necesito averiguar qué es lo que veo y porque. Puede ser una pista hacia algo, pues las visiones son más constantes.
—¿Si lo leo me pondrás un conjuro encima? —bromeó, tomando el cuaderno entre sus manos—. No, no lo había visto jamás. Pero sé de alguien que sí, se llama internet.
Lo dejé que se diera gusto investigando, entre tanto, yo me distraje intentando volver a hacer que los objetos flotaran. Ya no estaba funcionando. Solo conseguí cansarme, era una fatiga extraña, cómo si me hubieran golpeado desde dentro.
—¿Encontraste algo? —pregunté tras un rato. Estaba agotada, así que me detuve.
—No en realidad, pero escucha esto —dijo riendo—. Hay un tal Roboguerrero que habla sobre conspiraciones alienígenas en un foro.
—¿Alienígenas? —un tanto nerviosa, me acerqué a revisar.
Era la típica página repleta de cuentas falsas, debatiendo en los comentarios de un fragmento de video. Me sobresalté al notar que la portada del video mostraba los acontecimientos de Mission City. Nada de eso debería ser público, siempre debe haber alguien que sabe demasiado.
—Dice que se esconden entre nosotros, debe ser muy fanático de las películas de Depredador —se soltó riendo—. Apuesto a que es un niño tras una pantalla, le voy a escribir.
—Sí, una película —imité sus risas, esforzandome en estar lo más neutral posible.
En lo que Todd peleaba con desconocidos en internet, un chirrido metálico nos sorprendió a los dos. Volteamos en dirección a la cerca, la cual fue derribada por la defensa delantera de Bumblebee. Se estacionó a unos metros de nosotros, corrí alarmada hacia él, creyendo que se trataba de alguna clase de emergencia. Asomé la cabeza a través de la ventana del conductor, me pareció inusual no encontrar a nadie en su interior, simplemente dejó sonar una grabación.
—Vendrás conmigo, jovencita.
—¿Y Sam? —le pregunté pero no contestó.
—¿Conoces al del bonito Camaro? —la voz de Todd, me hizo recordar qué él seguía aquí. No se movió de su lugar y por lo tanto, no podía ver que en realidad no había nadie conduciendo.
—Es mi hermano, ya debo irme —claramente mentí.
—Oh, está bien —sus cejas se elevaron en forma de sorpresa—. Te avisaré si encuentro algo.
—No le vayas a decir a nadie —le repetí en lo que me ponía la mochila que había dejado a su lado.
—No lo haré —asintió, misteriosamente me transmitió confianza—. ¿Nos vemos mañana?
—Puede ser.
Quizá, Todd no es una persona desagradable. No comprendo porque me ayuda en lugar de tenerme miedo. Y encima, quedé de verlo mañana, ¿Eso no es lo que hacen los amigos? Hace tanto que no tengo uno. No uno humano.
Me subí al asiento del copiloto de un salto, Bee salió en reversa del almacén y se puso en marcha sobre la avenida. Este no era el camino a casa, así que no es ahí a dónde íbamos.
—¿Sucedió algo malo? —no me dió ninguna respuesta, el radio ni siquiera estaba encendido—. Ya sé, estás molesto por lo del otro día. Perdón, te juro que ibas a ser al primero que iba a llamar.
—Sin excusas, cariño.
Así es difícil tomarme su mal humor en serio. Pensaré en algo feo para no reírme.
—Ya te debieron haber dicho lo que pasa conmigo —supuse, a lo qué emitió un gorjeo de confirmación—. Gracias por guardar mi secreto, te debo una. Muchas, de hecho.
De repente encendió la radio, una melodía alegre sonó. Sonreí tranquila y agradecida. El resto del camino fue calmado hasta llegar a la base. Me pareció raro y me preocupó, deseaba que verdaderamente no haya pasado nada grave.
Los militares de la entrada nos revisaron y nos dejaron ingresar, cómo si les hubiesen avisado de nuestra llegada. Bee entró y me dejó cerca de la plataforma junto al laboratorio de Ratchet. Subí las escaleras y me dirigí hacia él, estaba de espaldas trabajando en algo.
—No sabía que me traerían cada día —dije jugando, aunque había una pizca de reclamo en mi tono.
—Solo cuando detecto las firmas de energía descontroladas —me miró acusatorio, apuntando sus lecturas del monitor—. Si yo lo supe al instante, imagina los Decepticons que están desesperados.
—Ugh… —me olvidé de eso completamente. Debió ser por el supuesto entrenamiento.
—Tienes suerte de que no haya sido cómo la última vez —dijo molesto.
—Estoy bien, ¿Sí? —extendí ambos brazos y justo en ese momento, sentí algo tibio escurrirse de mi nariz al borde del labio, lo limpié con las yemas de los dedos—. Más o menos —el rojo intenso de la sangre me dejó paralizada.
Suspiró decepcionado, como si ya lo hubiera anticipado.
—Cuando te examiné, me di cuenta de que la regeneración celular se disparó pero en consecuencia te desgasta y esos serán los resultados si juegas demasiado con la Chispa —me señaló, bajé la cabeza aceptando la culpa—. Haré que te administren suplementos férricos. No es grave, solo es preferible prevenir.
Las malas noticias solo empeoran. El único consuelo que tengo es saber que al menos puedo manipular la energía. Si le digo, sabrá que me excedí demasiado y se enfadará más. También pondría la existencia de Todd en peligro. Me quedaré callada. Puedo manejar esto.
—¿Y luego puedo irme a casa? Tengo examen mañana.
—No, estuve diseñando un dispositivo que ayude a ocultar tu rastro —contestó, eso me interesó—. Necesito acabar de darle los últimos arreglos antes de probarlo. Así que siéntate y espera.
¿Eso fue una orden? Que importa. Sin más que hacer, me dejé caer en el suelo y me senté abrazando mis rodillas. No pude evitar curiosear la base, me percaté de varios aspectos. Uno de ellos, fue que faltaba personal, sin mencionar a los otros Autobots. El segundo, es que Ratchet tenía un cubo en una vitrina. Me trajo recuerdos, así que tuve que preguntar.
—¿Qué es eso?
—Estoy creando un prototipo del Cubo. Busco que sea capaz de encauzar la energía y contenerla.
—¿Cómo un Cubo artificial?
—Podría decirse.
No tenía idea de que eso fuera posible, ¿Funcionaría? Tendría que esperar para saberlo. No obstante, eso me dió una idea a mí. Ya sé en que voy a invertir mi tiempo estas vacaciones.
—Por cierto, ¿A dónde fue todo el mundo? —volví a revisar la base, es tan raro que haya poca gente.
—A una misión —fue lo único que respondió.
—Perfecto, hay algo que quiero preguntarte, es personal… —jugué nerviosa con mis manos, no estoy segura de que sea correcto pero la curiosidad me mata—. ¿Sabes cuál era el nombre de Optimus, antes de la caída de Cybertron?
Emitió un sonido de sorpresa, casi inaudible pero logré oírlo, sus manos se quedaron quietas y se giró hacía mí viéndome desconcertado. Puede sorprenderlo que me interese por eso o porque sepa demasiado. De cualquier forma, no pareció molestarle.
—Si quieres saber, te contaré una pequeña historia.
