Orion Pax. Se quedó grabado en mi mente.

Ratchet me narró una versión más detallada de la historia de su planeta, cómo era antes de la guerra, de sus vidas pacíficas y el pasado de Orion. Aprendí términos extraños para mí, que los Cybertronianos utilizaban en su vocabulario. Incluso descubrí más sobre el propio Megatron y lo que fue antes de que perdiera totalmente el juicio. Es difícil imaginar que él y Optimus no siempre fueron enemigos mortales. Era cómo un cuento, uno triste, solo que este sucedió de verdad.

Me sentía diminuta escuchando, las vidas humanas de pronto me parecían ese granito de arena en un vasto universo que no conócemos. Las horas pasaron sin darnos cuenta, a pesar de que nunca dejó de trabajar, creo que a Ratchet le gustaba recordar sobre su planeta y a mí me gustaba escuchar.

—Está listo —anunció dando fin a la historia—. Debes llevar esto contigo, nos mostrará tu ubicación y activará una señal en caso de que la firma de energía vuelva a dispararse. No te separes de el.

Me entregó un dispositivo circular, entraba perfectamente en la palma de mi mano y era relativamente ligero. Luego de tomarlo, me levanté del suelo, mis piernas estaban un poco entumecidas debido al pasar de las horas.

—¿Sobre lo de hoy…?

—Te dejaré descansar. Voy a reportar que descarté cualquier indicio de peligro —dijo no muy convencido, pero accediendo al final de cuentas—. No puede repetirse un incidente así. No por la amenaza que representan los Decepticons, es porque no sabemos qué podría pasarte a ti.

—Prometo que no volveré a jugar con la energía —recibí un asentamiento de su parte, di media vuelta para dirigirme a las escaleras—. Gracias.

Tan pronto me vió acercarme, Bee regresó a su modalidad vehicular y me abrió la puerta del copiloto. Él había estado por ahí, rondando el lugar. Guardé muy bien la nueva adquisición en mi bolsillo y entré al auto. En el camino de regreso, Bee intentó mejorar mi estado de ánimo. De alguna forma percibió que yo estaba divagando demasiado. Veía perdidamente por la ventana, escuché algunas voces de la radio, risas y melodías alegres pero simplemente las ignoré.

Ya era noche, la luna resplandecía intensamente, destacando de la oscuridad del cielo nocturno. Abrí la puerta de casa y atravesé la sala, pasando por alto a los tres pares de ojos que siguieron mi andar hasta las escaleras. Uno de ellos se aclaró la garganta, deteniendo mis pasos.

—No tenían que esperarme —ni siquiera volteé, sabía perfectamente que estaban ahí.

—¿Sabes qué hora es? —preguntó papá, adoptando un papel de policía malo. No le queda. Aún así, suspiré preparándome para la guerra que daría.

Me di la vuelta, mi padre tenía los brazos cruzados y estaba sentado en el sillón, mamá se encontraba a su lado y parado junto a ellos se colocó Sam. No es su estilo estar de su parte, solo lo ha hecho las veces que realmente se ha preocupado. Debe ser una de estas.

—No —me atreví a responder.

—No contestabas ni una llamada —dijo mi madre esta vez—. Imaginamos lo peor.

—Perdí mi teléfono, se los había dicho —le dediqué una mirada rápida a Sam, esperando que me apoyara.

—¿Cómo lo perdiste? —me cuestionó él. Era un tema que no habíamos tocado hace tiempo.

—Se me cayó en el canal —respondí tranquila. Si no demuestro ningún signo de duda, me dejarán pronto.

—Qué raro, creí que te lo habían robado o eso fue lo que dijiste el lunes —comentó sobreactuando su confusión. Quise darle una patada en ese mismo segundo.

—No es justificación lo del teléfono. Se suponía que estarías aquí después de clases, tú castigo no se ha terminado —me recordó mi padre.

—Ya son dos veces que regresas tan tarde y… —mi madre me analizó de pies a cabeza, puso un gesto de confusión—. Muy sucia.

—Fui a la biblioteca a hacer tarea, ¿Bien? Le avisé a Sam. Me tropecé de camino aquí.

—No, dijiste que tenías tarea en equipo —me corrigió él, entornando los ojos con cierta sospecha.

Mierda, es verdad. Mi mente está en otro sitio, no tengo cabeza para recordar mis propias mentiras.

—¿Te metiste en una pandilla? —inquirió papá—. ¿Le debes dinero a alguien?

—¿Qué? —me dejó tan desconcertada que no tuve oportunidad de reírme—. Eso no tiene sentido.

—Explicaría la pelea, que te robaran el teléfono y tus constantes escapes —repuso él. En su mente, tenía sentido, claro estaba.

—Ustedes ganan —exclamé fastidiada—. Tengo un amigo. A veces salimos, eso es todo.

Vaya excusa más vaga se me ha ocurrido. Todd ni siquiera es mi amigo, pero usarlo de escudo me puede salvar de esto. Me lo debe.

El silencio se alargó, mis padres intercambiaron miradas, cómo si hubieran oído algo insólito. Sam contuvo la risa hasta que sus mejillas se desinflaron.

—¿Amigo? Detestas a todo el mundo.

—Es nuevo, se acaba de mudar —tuve que decirlo segura, no importa que después me arrepienta—. Él es… un caso especial.

Un caso completo, más bien. Uno que sabe sacarme de mis casillas y crisparme los nervios. Y él único tan raro para hablarme sin salir huyendo.

—¿Ustedes creen eso? —inquirió Sam, poniendo una sonrisa burlona. Es obvio que quiere llegar al fondo de esto, lamentablemente no puedo decirle. Debe centrarse en la universidad, no quiero ponerle mis problemas encima. Tampoco he pensado en cómo se lo diría, ¿Qué soy un fenómeno? ¿Y si se asusta? ¿Y a nuestros padres cómo se los digo sin que se infarten? Simplemente no puedo, no ahora.

—Entonces trae a cenar a tu amigo —la propuesta de mi madre fue inesperada.

—Alto, ¿Qué? —pronunciamos Sam y yo al unísono.

—Si dices la verdad no tendremos que enviarte con tus tíos en vacaciones —me advierte papá. Sabe que detesto visitarlos. Cumpliría su palabra con tal de castigarme.

—Bueno, voy a intentarlo —dije soltando un resoplido de cansancio. Odio esta clase de reuniones, que en realidad se convierten en interrogatorios.

Subí las escaleras a mí habitación, dando pasos pesados. Me tumbé en la cama, con la mirada fija en el techo. Los acontecimientos de la base daban vueltas en mi mente igual que un disco rayado. Esa noche fue difícil dormir, tuve otro de esos sueños. Había arena, abundante y suave. Arriba, un cielo pintado de los colores del atardecer y las estrellas brillando intensamente, esparcidas en forma de puntos blancos. No tenía control de mi cuerpo, mis ojos eran lo único que podía mover y por ello no ví más allá de mis límites. Al despertar en la mañana, tomé mi cuaderno y lo dibujé antes de olvidarlo. Podría ser la siguiente pista a… ¿Qué? No tengo idea.

Me preparé para ir a la escuela, metí en la bolsa de mi pantalón el dispositivo que me dió Ratchet, luego repetí la rutina de siempre. El día transcurrió ordinariamente aburrido. No había mucho que hacer dado que el semestre estaba finalizando. Los carteles de la graduación y el baile ocupaban todas las paredes, servían para recordarme que en dos meses Sam se iría.

En clases me seguí encontrando con Todd, mi tolerancia hacía él aumentó en un pequeño porcentaje. A pesar de que era nuevo, él entró en semana de exámenes y los aprobó todos con notas casi igual de perfectas que las mías. Me hizo decidir, que le compartiría otro secreto, uno que nadie más conoce. Necesitaba su ayuda para construir algo que he estado diseñando, ya tenía los planos, fue fácil convencerlo con decirle que sería un proyecto que nos daría créditos para la universidad. Fue así que me animé a invitarlo a casa al día siguiente. Me encontraba recogiendo el desorden de mi habitación y cuando el reloj digital marcó las 3 de la tarde, el timbre de la entrada emitió su agudo sonido.

Bajé las escaleras de prisa, atravesé la sala en la cual Sam y Mikaela veían una película acomodados en el sillón. La sonrisa nerviosa de Todd me esperaba detrás de la puerta. Al cerrar y darme la vuelta, el sonido de la televisión se detuvo, los cuellos de Sam y Mikaela se estiraban igual que el de dos jirafas tratando de ver quién había llegado. Todd los saludó agitando una mano, ellos correspondieron hipnotizados, nos alejamos de ahí y pude jurar que seguían moviendo las manos.

—Vamos a mi habitación, es arriba —lo empujé por detrás para huir de las miradas, subiendo los escalones, escuché los murmullos de lejos y pasos apresurados que se avecinaban.

—¿No quieren un aperitivo? —gritó mi madre desde abajo.

—No gracias —respondí sin detenernos.

—Puerta abierta —papá me recordó su famosa regla.

—Les pediré una pizza —volvió a decir mamá, más emocionada que al principio.

—Es un chico de verdad —les dijo Sam incrédulo—. ¿Lo vieron real? Yo lo vi real.

Los escalones se acabaron, al terminar de subir, en una mirada rápida atrapé a todos reunidos, observandonos fascinados. Que yo traiga a una persona a casa, es el acontecimiento más impactante después de que Sam fuera el primero de la familia en aplicar a una universidad.

Metí a Todd a mi habitación y cerré detrás de mí, apoyé la espalda contra la puerta, solo deseaba que no convirtieran esto en noticia mundial. Mientras yo me asfixiaba en mis propias preocupaciones, él dió un recorrido estudiando cada detalle.

—Está más ordenado qué el mío —confesó sin ninguna vergüenza, ya sonaba cómo él mismo—. ¿Segura qué quieres convertir esto en un taller los próximos 2 meses?

—Mikaela ya accedió a darnos piezas y prestarnos herramientas —contesté yendo a buscarlas, las tenía ocultas en cajas bajo la cama—. Yo conseguí algunas otras en el basurero de una tienda de electrónica.

—Qué higiénico —soltó sin disimulo—. Solo te advierto que nunca he construido nada. Soy más del campo informático.

—No importa, ¿Trajiste tu laptop? —escuché que respondía vagamente detrás mío—. Bien, repasemos los planos.

Nos acomodamos a cada lado de mi escritorio, al centro de la mesa extendí la hoja con los planos, era una vieja idea que estuvo rondando mi cabeza desde hace dos años luego de la batalla. Estoy segura que puede funcionar y nosotros lo haremos posible.

—Si modificas esto de aquí, la harás más aerodinámica —su dedo apuntó una parte del dibujo que me hizo ladear la cabeza—. La volvería más efectiva y le daría más precisión.

—¿De dónde sacaste esa idea? —pregunté riendo. Era una observación más interesante de lo que hubiera esperado.

—Juego demasiado Call Of Duty por las noches —respondió con una enorme sonrisa de orgullo.

Era una locura, pero por alguna razón terminamos cambiando el diseño inicial para adaptarlo. Todd hizo más sugerencias respecto a los planos, escribió anotaciones en todos lados y así se nos fue la tarde. Corrigiendo, investigando y comiendo pizza. Las semanas también empezaron a irse volando, en menos de lo que pude parpadear, un día ya estaba sentada en el gimnasio de la escuela junto a mamá secándose las lágrimas y a papá tratando de calmarla. Vistiendo toga y birrete, Sam pasó a recibir su diploma, cerrando oficialmente una etapa de su vida. Encasillarme en el trabajo, era la mejor forma no pensar en que pronto mi único hermano se iría de casa. Despertarme, desayunar, recibir a Todd y subir a mi habitación a continuar en nuestro proyecto se convirtió en mi nueva rutina de vacaciones.

Al menos una vez por semana, tenía que escaparme a la base para mi revisión general, Bee no siempre podía llevarme o Sam notaría su ausencia, así que Ironhide o Jazz se turnaban para hacerlo. En los viajes me acostumbré a preguntarles sobre sus misiones, descubrí que soy alguien que disfruta escuchando. Era un poco más complicado coincidir con Optimus, supongo que al ser el líder debe estar constantemente ocupado, las ocasiones que lo encontraba solía hacerle preguntas cautelosas sobre la historia que ya conocía. Su versión sin duda era distinta, mucho más trágica y yo siempre quería saber más y más. Me controlaba para no ser invasiva, pero esta curiosidad en mí no se apagaba. Nunca me había interesado así en nadie, dicho de otro modo, nunca me había interesado conocer a nadie. Pero ahí estaba, contenta si podía tener algo de su atención.

Durante los chequeos, aprovechaba para solucionar mis dudas de ingeniería con Ratchet, le inventé que estaba trabajando en un proyecto escolar y entonces se soltaba hablando sin saber que me estaba ayudando en mi cometido. Yo me aseguraba de tomar los apuntes suficientes. También nos apoyamos en diversos vídeos y artículos de internet, Todd era hábil recopilando información. Nuestros avances en casa ya no nos permitieron usar mi cuarto cómo feria de ciencias, tuvimos que montar un taller improvisado en el viejo almacén en el que probé la energía de la Chispa. Era hora de llevar a cabo las primeras pruebas de esto, nos refugiamos detrás de un contenedor y encendimos el mecanismo de nuestro prototipo, la fuente de energía explotó en automático.

Viéndonos a través de los lentes de protección, compartimos una idea en conjunto.

—Necesitaremos otra batería —dijo Todd por ambos.

—Una muy grande.

A la mañana siguiente me pegué a Sam y Mikalea cuando ella llegó a visitarlo, me senté en medio de ambos para contarle a medias el pequeño invento que teníamos entre manos, no le di detalles relevantes o de lo contrario nos descubrirían. Mikaela se convirtió en mi principal proveedora desde que iniciaron las vacaciones, conocer a alguien que tuviera un taller mecánico antes no me hubiera resultado nada útil. Ahora era una salvación completa.

—¿Quieres una batería de auto? —me miró desconcertada luego de oír lo que tenía que decirle.

—Debe de haber alguna que puedan darme, si son varias sería mucho mejor —pedí suplicante—. Pagaré por ellas, si te parece bien.

—¿De dónde sacarás ese dinero? —intervino Sam, cruzando los brazos—. No te voy a prestar.

—Tengo ahorros —fue doloroso decirlo. Esos ahorros quería invertirlos en la universidad si es que lograba entrar.

—Te daré lo que necesites, no tienes que pagarme —dijo para mi sorpresa. Tal vez esté haciendo puntos en un intento de ganarse mi amistad. No importa. Me cae mejor esta versión de ella que cuando la conocí.

—No sé qué estarán haciendo pero es muy sospechoso —me incriminó Sam.

—Déjalos, disfrutan el verano —dijo Mikaela en mi defensa.

—¿Lo ves? Ella lo entiende.

Hemos estado tan ocupados que apenas tengo tiempo de vivir, a pesar de nuestros múltiples fracasos, admito que nos estábamos divirtiendo juntos. Casi siempre trabajamos hasta altas horas de la noche y menos de lo esperado, el primer mes ya se había cumplido. Luego de que Todd se fuera a su casa ese día, yo regresé a la mía y me tumbé en la cama para descansar. Mi habitación era un completo desastre que preferí observar en lugar de recoger. Ahí estaba, con la mirada perdida y la mente en el espacio. Una brillante luz blanca entró por la ventana igual que una ráfaga, mi habitación se iluminó un instante y la luz se esfumó. Pensé que se trataba de una alucinación y me dispuse a dormir, sin embargo, aquella luz parpadeó una vez más.

El susto me tiró de la cama, tenía miedo de que pudieran estarme vigilando. Caminé de puntitas a la ventana y, con toda la discreción posible, eché un vistazo afuera para ver qué estaba pasando. Casi vuelvo a caer al ver a Optimus en el jardín, no importa que estuviera en su modo vehicular, eso bastaba para dejar las huellas de los neumáticos por todo el césped. A mis padres les iba a dar un infarto seguro en la mañana.

—¿Quieres apagar esa luz? —tuve que reprimir un grito, aún así, volvió a apuntarme con ella—. ¡Ya entendí!

Me mordí las uñas mientras daba vueltas en círculo sin saber que excusa diría en esta ocasión para escaparme. Tomé mi chaqueta del clóset y me la puse. Arreglé mi cabello frente al espejo, tenía marcas de suciedad en la cara por haber trabajado con Todd, así que busqué un pañuelo para limpiarme y entonces me pregunté, ¿Por qué demonios me importa mi apariencia? Y despeiné mi cabello a propósito. Corrí desesperada a la puerta junto a la mía, entré sin previo aviso a la habitación de Sam, lo encontré sentado en el escritorio frente a su computadora. Saltó de la silla al verme aparecer.

—Toca primero —me reclamó al instante.

—No hay tiempo, Optimus está allá afuera y debo ir —dije apresurada—. Necesito que me cubras.

—¿Optimus? —su ceño se frunció, rápidamente fue corriendo a comprobar si era verdad—. No es cierto, no. Mira el jardín.

—Ya lo vi —gruñí—. Solo cuida que no pregunten por mí dentro de los próximos veinte minutos.

—¿Qué es lo que hiciste? —sus ojos me barrieron con sospecha—. Estás en algo grave, ¿Cierto? Porque en dos años, ya son dos veces que se aparece en los suburbios.

—Te explico más tarde —suspiré, ya me inventaría cualquier cosa, ahora no tengo creatividad—. Solo dame veinte y regreso.

Miré sus labios torcerse y escuché un resoplido. Era el gesto que hacía al no estar de acuerdo pero de todas formas terminaría ayudándome.

—Veinte minutos —repitió seriamente.

No perdí más tiempo y, con varias maniobras, bajé al jardín por la ventana. Optimus ya me esperaba abriendo la puerta del copiloto. Me senté a recuperar el aliento, no presté mucha atención a dónde íbamos. Solo arrancó el motor y condujo, parecía no ir a ningún lado en realidad.

—Me diste un buen susto —tuve que decir una vez que tenía suficiente aire en los pulmones—. He estado tan distraída que ya no sé ni lo que sucede a mi alrededor. Estoy trabajando en algo que creo que será sensacional, quiero mostrarte y también a los demás cuando esté terminado —hice una pausa y relamí mis labios, noté la boca seca. Fue en ese breve silencio que capté mi exceso de emoción—. Perdóname, no te he dejado hablar. Debo asumir que no vendrías de no ser importante.

Carajo. Me deslicé incómoda en el asiento, golpeándome mentalmente por ser tan imprudente.

—No te disculpes —emitió tranquilamente desde la bocina—. Casi nunca sueles expresarte en ese tono, me alegra saber que disfrutas tu tiempo —dijo con voz suave.

De repente me sentí avergonzada, aunque no hubiera hecho nada malo. Apreté los ojos con fuerza al sentir que mis mejillas se calentaban. Sin comprender de dónde provenía esa reacción, sacudí la cabeza para despejarme.

—Entonces —me aclaré la garganta, eso me ayudó a enfocarme—, ¿Cuál era el motivo de tu visita?

—Los Decepticons se han desplazado desde que saben que estamos aquí —me respondió en un tono más serio que antes, era el Optimus que aparecía cuando la situación requería al líder Autobot—. Se registraron múltiples señales del otro lado del mundo, es un asunto del que indiscutiblemente debemos encargarnos.

—¿Quieres decir que se marchan?

—Tus líderes han decidido que así sea. Debemos viajar a primera hora mañana.

—Entiendo, ¿Y cuándo volverán? —pregunté esperanzada.

El silencio se alargó más de lo que hubiera esperado, pude presentir que la respuesta no me iba a agradar.

—Me temo que nos hemos ausentado bastante de la base principal que nos fue otorgada por tu gobierno —emitió casi cómo un gruñido—. El resto de los Autobots la resguardan, pero ya es hora de que nos reunamos con ellos.

—Deben irse, lo comprendo —murmuré, encogiendo los hombros—. ¿Por qué te molestas en explicarme esto?

Optimus Prime no tiene que venir a mi casa a darme explicaciones sobre las decisiones que toma, hay un motivo detrás, uno qué me está dando un mal presentimiento.

—Por que quiero vengas con nosotros —más que una petición, me pareció una orden—. En tu situación actual, dejarte sin protección no sería sensato. Puede ser una trampa Decepticon, esperando a que bajemos la guardia.

No sé cómo debería tomar lo que acabo de oír. En pocas palabras, si yo acepto, tengo que ir a casa a empacar mis maletas en este instante y despedirme de todos; de mi vida. Lo irónico es qué si me lo hubiera pedido hace dos años, aceptaría sin titubear. Resulta increíble darme cuenta de que mi mentalidad ha cambiado.

—¿Cuál sería mi función en esa base?

—Estarías bajo la supervisión de Ratchet, es necesario mantener los monitoreos constantes cómo hasta ahora.

—Básicamente voy allá para ser un paciente —solté una risa a secas, sin emoción por la idea de mí siendo tratada cómo algo que tienen que curar—. ¿Al menos podría venir a visitar a mi familia de vez en cuando?

—Desconozco si exista esa posibilidad, los elementos del ejército consideran altamente clasificadas tanto la ubicación cómo lo que hay en el interior de la base, son estrictos en ese aspecto —su descripción me permitía entender que lo poco que vi, debía ser relativamente nada comparado con la sede oficial de NEST. A eso es lo que llamaban base temporal—. Si te ayuda a concretar una decisión, podría hablar con el Mayor Lennox para arreglar tus visitas.

¿Y conseguir qué? ¿Visitas supervisadas en McDonald 's cómo si fuera un convicto? Esto no es cómo me hubiera gustado, claro que me encantaría ir pero no de esta forma. No, si voy siendo el equipaje radioactivo debe ser tratado con pinzas.

—Optimus, no hay nada qué me haga más feliz que ayudarles —tomé una gran bocanada de aire y la dejé salir un suspiro, relajando los hombros—. Pero esto qué dices no es sencillo. Aunque no me guste, sigo siendo una civil y no puedo reprogramarme para olvidar mi vida en un día y aislarme en una base militar. Sin poder comunicarme o salir cuando lo desee.

Me estoy desconociendo, Grace Witwicky del pasado hubiera tirado todo por la borda y aceptado esta propuesta si se lo pedían. Sí Optimus se lo pedía. Pero estoy siendo razonable creo, ¿A esto lo llaman madurar? Quién sabe. Es la primera vez en mucho tiempo que mis calificaciones son estables, veo a mi hermano crecer, trabajo en mis proyectos y estoy haciendo un amigo. Uno de carne y hueso. Es insólito hasta para mí. Me gustaría terminar de vivir esta etapa antes de saltar a otra.

—Tienes derecho a elegir y yo respeto tu decisión —pronunció con cierta aspereza—. Sin embargo, no cambiará mi perspectiva de la situación. Estarías más segura si vas con nosotros.

—¿Olvidas qué Bumblebee es mi guardián? Estaré bien si lo tengo conmigo —saqué confianza y valor de lo más recóndito de mi ser para poder hablar—. Además, ¿No confías en mí?

—Grace, deberías saber que eres la humana en la qué más confío —no demoró ni un segundo en decirlo. Esa certeza le devolvió la coloración a mis mejillas, no esperaba una respuesta negativa pero esto, de algún modo me hizo feliz escucharlo—. Son los Decepticons quienes me preocupan.

—Estaré bien, lo prometo.

—Volveremos por ti, tu salud todavía es nuestra responsabilidad —emití un leve asentimiento, trataba de procesar lo que entraba por mis oídos—. Hasta entonces, toma lo que hay en la caja.

Mis ojos viajaron atontados hacia todas partes en búsqueda de dicho objeto, no había notado que en el asiento del piloto estaba una cajita café, era lisa y sin ningún adorno.

Estiré una mano para tomarla y colocarla sobre mis piernas.

—Un nuevo teléfono —exclamé sorprendida de ser aquello lo que encontré al remover la tapa.

—Ironhide nos informó sobre el incidente con tu dispositivo —que lo dijera me causó gracia, pues en realidad, yo me encargaba de reclamarle todos los días—. El Mayor Lennox dió sus opiniones respecto al diseño, se anticipó a tú decisión de acompañarnos y me recomendó traértelo. Me tomé la libertad de intervenir su señal.

—Gracias.

Los demás probablemente sabían que yo me negaría, aún así Optimus vino aquí a tratar de convencerme. Siempre hace eso. Siempre es tan permisivo conmigo, simplemente podría imponerse y obligarme a ir.

—Si algo sucede, dímelo y vendré enseguida.

—Será imposible, estarás muy lejos —dije riendo. No quiero distraerlo de sus obligaciones, solo por mi culpa.

—Encontraré la forma.

Eso es lo que él le hubiera dicho a cualquiera, es normal que se preocupe por los demás, es su forma de ser, ¿Verdad?. No entiendo a qué se debe este ardor en el estómago, quizá sea un malestar y deba ir al médico, uno que atienda personas. O quizá sí sea un fenómeno, después de todo. Prefiero quedarme con el malestar.

Dimos una vuelta completa a la manzana y regresamos. Descendí en la parte trasera del jardín, di unos cuantos pasos y giré sobre mis talones, capturando el momento en el que partía por la avenida. Una horrible sensación recorrió mi cuerpo. Era similar a ver a un fantasma alejarse en la penumbra de la noche. Ese pensamiento me ocasionó un escalofrío, ¿En qué pensaba? Optimus está más vivo que nunca. A pesar de tener esa seguridad, mis piernas temblaron, igual qué en una despedida en la que sabes qué no se volverán a ver.