Habían pasado cómo 17 horas desde que Sam se fue. Cuando llegué de la escuela, revisé la cochera y no encontré a Bumblebee. Sentí un nudo en el estómago. Estaba acostumbrada a su presencia desde hace dos años.

A pesar de que gran parte de la casa quedó dañada, tuvimos que quedarnos ya que el gobierno prometió encargarse de la restauración a cambio de nuestro acuerdo de no difundir información. Entonces realicé mi rutina normal, entré a mi cuarto, hice tarea, leí un poco, saqué la basura y me fui a la cama más temprano de lo habitual. Lo que sucedió esta mañana, me tenía agotada. No puedo creer que tenga la capacidad de leer los pensamientos de otras personas, eso ni siquiera es correcto. Cada día estoy más lejos de ser normal.

En fin. Esa noche ya estaba durmiendo con las luces apagadas cuando una vibración me despertó. The Power of Love comenzó a sonar a todo volumen. Estiré una mano para alcanzar mi teléfono que estaba sobre el buró, tenía una llamada entrante de Mikaela.

—¿Hola? —contesté adormilada y sin despegar la cara de la almohada.

—Siento la hora —se disculpó enseguida—. Pero quería preguntarte si sabes algo de Sam.

—¿De Sam?

—Se supone que tendríamos una cita por videollamada y jamás se conectó.

No puedo negar que Sam ignorando a Mikaela es igual que papá ejercitándose. En resumen, algo poco probable. Pero no me preocupé, puede que simplemente esté ocupado conociendo el lugar o, quién sabe, hasta podría estar saliendo con alguien más.

—No, perdona. De hecho, yo estaba durmiendo.

—Entiendo —respondió tranquila, aunque la pude notar angustiada—. Por cierto, ya tengo las nuevas piezas que me pediste.

—Gracias. Le avisaré a Todd y pasaremos por ellas mañana temprano.

Y la llamada terminó.

Solté un quejido al recordar que a "la cosa esa" todavía le falta afinar un par de detalles. Ya lo resolvería mañana. Por ahora, volví a tratar de recuperar el sueño. No todas las noches tengo la suerte de que las pesadillas me dejen en paz.

No pasaron ni cinco minutos de haber hablado con Mikaela y The Power of Love volvió a sonar. Debo replantearme usar el tema de mi película favorita cómo tono de llamada o pronto lo voy a odiar.

Terminé aceptando la llamada sin ver la pantalla.

—Mikaela, ya te dije qué no sé nada de Sam.

—Grace, soy Optimus —reconocer su voz me hizo abrir los ojos y sentarme en tiempo record—. ¿Recuerdas que intervine la señal?

¡Qué estúpida!

—Sí, lo siento, es que Mikaela me llamó antes y creí que… —me di un ligero golpe en la frente, estaba divagando y probablemente sonaba cómo una tonta ahora—. ¿Qué sucede?

—¿Te encuentras bien? —cuestionó bastante serio, lo cuál me preocupó.

—Lo estoy, ¿Por qué la pregunta?

—Robaron el último fragmento de la Chispa Suprema —la confesión me tomó por sorpresa—. No sabemos con qué motivos pero, dada la relación, podrías estar en peligro.

—Bueno, no ha pasado nada —mentí sutilmente—. Todo está en orden aquí.

—¿Conservas el dispositivo que te dió Ratchet?

—Lo cargo siempre, cómo me dijo —asentí.

—Necesito que mantengas tu posición, iremos por ti —declaró bastante repentino—. Comprenderás que la situación amerita que tomemos precauciones.

—De acuerdo —murmuré—. No me moveré.

La comunicación se cortó y me quedé mirando un punto fijo de la habitación, pensando en la alegría que me causó volver hablar con él. Sé que solo ha pasado un mes desde que tuvieron que irse, tal vez exagero. ¿En qué estoy pensando? Esto es grave, ¿Quién habrá robado ese fragmento? Quizás los Decepticons. ¿Me pregunto qué estarán planeando ahora? Sea lo que sea, significa que debo estar muy alerta, podrían aparecer en cualquier momento.

A la mañana siguiente, me preparé para ir a la escuela, tal vez debería faltar y quedarme en casa pero eso me mataría de aburrimiento. Cuando Todd llegó, fuimos caminando al taller de Mikaela, teníamos la intención de recoger las cosas antes de las clases.

—Buenos días, chicos —Mikaela nos estaba esperando en la entrada, traía su bolso de mano y el casco de la motocicleta—. Denme un minuto y abriré esto.

Después de corresponder el saludo nos apartamos, permitiendo que deslizara la puerta corrediza. Entramos después de ella, dejando que nos guiara entre los vehículos y herramientas. Creo que es la primera vez que vengo aquí en persona.

—Hey, un perro —Todd se detuvo frente al canino del que yo ni siquiera me percaté que estaba ahí—. Que bonito eres —se arrodilló para poder acariciarlo enternecido.

—No sabía que te gustaran los perros —comenté riendo.

—Siempre quise uno. Mi madre era alérgica.

—Pues su nombre es Bones —se lo presentó Mikaela, yendo a dejar sus pertenencias sobre una mesa—. Debe tener hambre, puedes alimentarlo si quieres. La comida está por allá.

Todd fue con Bones a darle de comer, mientras tanto me quedé con Mikaela para revisar lo que nos serviría. No quiero demorar más de lo necesario.

—¿En dónde están las piezas?

—En esa caja —indicó apuntando la que estaba más cerca, se dispuso a mostrarme pero en eso su teléfono sonó—. Un momento, veré quién es.

—De acuerdo, yo reviso esto.

Me acerqué a remover lo que había dentro de la caja, empecé a sacar lo que no consideré tan importante. Incluso restando eso, todavía quedaban muchas cosas útiles. Con esto seguramente terminaremos ese proyecto.

—¿Sí, Samuel? —Mikaela respondió la llamada con un tono sarcástico, la miré sobre el hombro al escuchar ese nombre y ella rodó los ojos confirmando que se trataba de mi hermano—. No puedo creer qué me plantaras en nuestra primera cita, te debería dar vergüenza que incluso tuve que preguntarle a Grace por ti —hizo una pausa, escuchándolo hablar del otro lado de la línea—. Sí, ella está aquí.

Mikaela frunció el ceño, cómo si estuviera confundida. No esperé a que me lo pidiera, yo me acerqué y puso el altavoz de la llamada.

—¿Sam?

—¡Grace! —exclamó desesperado—. ¿Recuerdas qué después de ese "suceso" me preguntaste por nuestro tatarabuelo? Hace dos años, estábamos en casa.

—Claro, el tatarabuelo Archibald Witwicky —contesté extrañada—. No entiendo qué es lo que…

—¡Cuidado! ¡Con el pie, con el pie! —le gritó a alguien, no tengo ni la menor idea de porque suena tan alterado—. Preguntaste si él veía cosas que nadie más, ¿Verdad? —tragué saliva y apenas pude emitir una débil contestación para que continuara—. Le ocurrió luego de la misión del Ártico, vió a Megatron, le echó un rayo y ahí comenzó a ver símbolos raros.

Mis nervios estaban al límite, no por mí, sino por lo que me estaba temiendo de Sam. Tener encima la mirada ansiosa de Mikaela no me ayudaba mucho.

—¿Por qué mencionas los símbolos? —pregunté temerosa.

—¡Porque ahora los veo yo! —exclamó histérico—. Leí un libro de astronomía de 903 páginas en 30 segundos. ¡Acabo de tener una laguna mental a mitad de una clase! Y veo los símbolos desde qué…

Esa descripción no podría encajar más con exactamente lo mismo que me pasaba a mí. Pensar en la posibilidad me provocó náuseas. Sentí miedo por Sam. Conozco lo horrible qué es vivir esto.

—¿Desde qué? —preguntó Mikaela inquieta.

—Desde que tocaste la astilla del Cubo —dije con certeza.

—¿Cómo es qué estás tan segura? —inquirió Sam.

—Solo lo sé.

—Mikaela, dime que tienes esa astilla todavía —imploró preocupado.

—Está aquí en la caja fuerte del taller —le respondió ella sin entender muy bien lo que sucedía.

—No la vayan a tocar, ¡No la toquen!

—Sam, cálmate —le pedí con angustia—. Juro que nadie la tocará.

—Oigan… —resonó la voz de Todd, recordándonos que seguía aquí.

Mikaela y yo cruzamos miradas, percibimos que algo andaba mal. Ella dejó de lado el teléfono y caminamos lentamente hacia donde estaba Todd. Él soltó un grito y un estrepitoso ruido de cosas cayendo lo acompañó. Salimos corriendo para llegar rápido, encontramos a Todd en el piso, sus manos oprimían con fuerza a un pequeño robot que intentaba escapar.

—¡Déjame, maldito cretino! —ladró el pequeño bot. Es el primero que tiene la capacidad de hablar desde lo que pasó ayer, aunque sea para insultar.

—Sostenlo —le dijo Mikaela yendo a traer un soplete con el que posteriormente roció fuego en el óptico de ese bot.

—¡Ese es mi ojo, vieja loca!

—¿Qué demonios haces aquí? —le pregunté seriamente.

—Busco erudición del Cubo —la piel se me puso de gallina al oírlo—, ¡Fallen me envía! Denme la esquirla, la necesito, ¡Me eliminarán si no la llevo!

Esa mirada siniestra de mis sueños es lo primero que se me vino a la mente y no lo entiendo. ¿Quién es Fallen?

—¿De qué habla? —Todd nos miró asustado—, ¿Y qué se supone que es?

—Es un… juguete que están reparando —dije yo y Mikaela sonrió para apoyarme—. Pero no importa, está descompuesto.

—¡Descompuesta tu abuela, niña!

—Metelo aquí —le indiqué ignorando los insultos del Decepticon.

Había una caja metálica de herramientas, abrí la tapadera y Todd lo arrojó para después cerrarla de una patada. Todos estábamos bastante desconcertados, eso era evidente.

Mikaela volvió a retomar la llamada, pasó una mano por su cabello de manera intranquila.

—Te explicaré luego —le dijo a Sam—. Tomaré un avión y estaré allá en la tarde.

Al terminar la llamada me acerqué a ella, me relamí los labios y pensé muy bien lo que iba a decir. No es cómo si tuviera otra opción.

—Iré contigo —exclamé—. No te preocupes por mi boleto, yo me encargo.

—¿Cómo qué te vas? —Todd se plantó frente a mí—, ¿Qué hay de la escuela?

—¿Y tus padres? —agregó Mikaela.

—Hoy no iré a la escuela —eso era un hecho—. Mi hermano podría estar en problemas, tengo que ayudarlo.

La última vez que Sam me llamó y no entendí ni una sola palabra de lo que dijo, terminamos por descubrir que su auto era en realidad un alienígena. No puedo simplemente fingir que todo está bien.

—Yo voy contigo —declaró Todd, aunque no se veía muy convencido de su decisión.

—Claro que no, necesito que vayas a mi casa y subas a mi cuarto, lleva la caja que nos dió Mikaela. Tienes que terminar "la cosa esa" —metí una mano en el bolsillo de mi pantalón y obtuve el dispositivo que fabricó Ratchet, lo observé durante unos segundos—. Pon esto debajo de mi almohada y asegúrate de que nadie te vea.

«Iremos por ti» eso fue lo que me dijo Optimus. Si ven que me estoy alejando, no podré llegar a Sam. Prometí que no me movería pero no puedo cumplirlo.

—¿Qué es? —analizó el dispositivo con curiosidad.

—No interesa —contesté—. Si mis padres preguntan por mí, diles que… me perdí.

—¿Cómo qué te perdiste?

—¡Inventa algo, Todd!

Me quedé con Mikaela para empacar lo esencial, no consistía más qué en la pequeña celda de ese Decepticon, dinero y nuestros teléfonos. Una vez que Todd partió a mi casa, tomamos un taxi al aeropuerto, de camino mi celular vibró sin parar, no me atreví a revisar de quién eran las llamadas y simplemente lo apagué.

Volar en avión me ayudó a relajarme un poco, en mi vida me he subido solo unas cuantas veces. Durante el viaje iba escuchando música, sin poder dejar de quebrarme la cabeza para atar todos los cabos sueltos. Esta situación sin duda es muy extraña y no me gusta nada.

Aterrizamos en Nueva Jersey tras un par de horas, lo primero que hicimos fue buscar otro taxi que nos llevara a la universidad de Princeton. Era una escuela grande, me hizo sentir dentro de una película. No me distraje demasiado apreciando la fachada, nos pusimos en marcha a los dormitorios, Sam le había dado el número y piso exactos a Mikaela. No quiero saber el motivo.

Mientras íbamos atravesando los pasillos del edificio, me puse a considerar si una vida universitaria realmente es lo quiero, es decir, me da algo de envidia ver la normalidad con la que estos estudiantes viven. El problema es que yo no lo soy. Supongo que no tiene importancia ahora. Sin darme cuenta ya estábamos frente a la puerta, Mikaela quiso darle una sorpresa y en lugar de tocar, prefirió abrir sin saber que ese sería un error.

Atrapamos a Sam besándose con una chica rubia encima de él, acostados sobre la cama. Ojalá pudiera borrarme la memoria.

—¿Mikaela? —Sam volteó como si estuviera alucinando.

—Y yo —dije extendiendo los brazos. Tal vez adquirí invisibilidad.

—¿Ella es tu novia? —habló la chica. No sé si sea su voz o sus ojos, pero sentí un disturbio en la Fuerza, cómo Todd hubiera dicho. Creo que ella también lo sintió porque de inmediato me escudriñó con la mirada y sonrió. Ese gesto me hizo retroceder un paso.

—Lo era —Mikaela giró de manera brusca. Pude haberla seguido pero me quedé en un duelo de miradas con esa inquietante chica. Es cómo si supiera algo de mí.

—¡Mikaela, espera! —Sam se levantó para ir detrás de ella, quitándose a la rubia de encima en el proceso—. Puedo explicarlo.

Esa chica abrió la boca y, pensé que estaba delirando, pero alargó una lengua metálica que rodeó el cuello de mi hermano. Mi cuerpo se congeló y mis ojos se abrieron, no supe que hacer, mi mente estaba en blanco.

¿Era otro Decepticon? Si nos ataca, asumo que sí. Jamás habíamos visto uno que se disfrazara de humano, ¿Desde cuándo lo hacen? ¿Todos tienen esa capacidad? Ya nada tiene sentido.

Comenzó a azotar a Sam contra los muros, las cosas caían y él trataba de soltarse. Apenas pude apreciar con más claridad, que los símbolos de mis visiones estaban escritos en toda la habitación. ¿Había sido Sam? En ese caso, él debió estarlo pasando peor que yo.

El escándalo atrajo de nuevo a Mikaela y a otro chico al que solo escuché hablar.

—Oye Sam, tu amiga Alice… —las palabras se le atoraron en la garganta cuando vió la escena—. ¡No, no, no!

Finalmente pude parpadear y salir de mi trance. Rápidamente me volví hacia Mikaela, arrebatándole la caja metálica de las manos.

—¡Hay que arrojarle al enano! —grité.

Alice se anticipó a mi movimiento y se agachó esquivando la caja que salió rompiendo la ventana. No la dañamos pero al menos conseguí que liberara a Sam, el cual cayó al suelo y retrocedió de espaldas, emitiendo un ensordecedor grito de niña.

El rostro de Alice se fue tornando metálico lentamente, igual que las escamas de un reptil que ha engañado a sus presas. Sam llegó hasta nosotros y se levantó sin dejar de gritar para cerrar de un portazo. Segundos después escuchamos que algo explotó pero no nos detuvimos.