—¿Qué esperan? ¡Vámonos! —gritaba horrorizado el chico que conocía a Sam—. ¡Es una robot extraterrestre!
—¡Cállate y corre! —le ordené sin detenerme.
De tanto correr habíamos atravesado medio campus en solo segundos, el resto de estudiantes nos miraban cómo si estuviéramos locos. Terminamos entrando a un gran edificio blanco con pilares alrededor, al ingresar me di cuenta de que era la biblioteca. No tuve tiempo de impresionarme por lo inmensa que era, nos lanzamos a escondernos detrás de un estantería de libros.
Lo sabía, sabía que algo malo ocurriría después de esa llamada. Tal vez sea un sexto sentido para el peligro.
—¡Es increíble! Y pensar que casi me acuesto con ella en sueños —se quejó de nuevo ese chico. Estaba siendo un poco irritante.
—Ya sé que me extrañaste mucho Sam —soltó Mikaela con sarcasmo, arrojándole una mirada furiosa.
—¡No es mi culpa, yo soy la víctima! —se defendió él—, ¡Escucha, escucha! Soy una víctima.
—¿Tú eres víctima? —preguntó burlona—, ¿De qué? ¿De una chica de menos de 40 kilos?
—¡Fue cómo si me cayera encima una montaña gigante!
—¡Metiste tu lengua en su boca!
—¡No lo hice! —alegó Sam—, ¿Nunca has sentido que tienes una montaña encima con una lengua larga? No era divertido, Mikaela. Además olía como a diésel. ¡Esa chica olía a diésel, en serio!
—¡¿Quieren callarse los dos?! —exclamé fastidiada—. Tenemos problemas más importantes.
—Metió su asqueroso tentáculo extraterrestre en su boca —dijo el chico junto a mí, causando que lo viera con el ceño fruncido—. Sus embriones extraterrestres gestarán dentro de él. ¡Están creciendo! ¡Debe vomitarlos!
—¿Quién se supone qué eres? —le pregunté desconcertada. A mis espaldas, alcancé a escuchar que Sam escupía asqueado.
—Soy Leo Ponce de León Spitz y soy la clave de esto. Estos seres me buscan por mi sitio —respondió, dedicándome una mirada intensa—. ¿Y tú quién eres? ¿Estás soltera?
—Alejate de mi hermana —le advirtió Sam seriamente.
—¿Tu hermana? No te creo nada.
Antes de poder darle una contestación que lo hiciera salir huyendo, fuimos sorprendidos por una fuerte explosión en la entrada. Los estudiantes gritaron y se levantaron para correr. Nos mezclamos entre la multitud, logrando bajar al segundo nivel del edificio. Los múltiples disparos nos obligaron a refugiarnos debajo de una mesa, me coloqué junto a Leo y Mikaela, a lo lejos Sam nos llamaba preocupado.
Una explosión se desató muy cerca, trayendo los restos de varios libros entre los cuales Sam se deslizó para llegar a nosotros.
—¿Están bien?
Asentimos aturdidas, no hubo tiempo de más preguntas porque ese maldito robot se acercaba. Gateamos entre los escombros hasta una de las paredes, nos quedamos sin escapatoria en ese momento. Por fortuna, uno de los disparos del Decepticon nos abrió un agujero en la pared que usamos cómo medio de escape. Salimos trotando hacia el estacionamiento, de camino encontramos tirada la caja que tenía a nuestro otro pequeño atacante y la recogí.
Mikaela abrió la puerta del conductor de un automóvil gris, pudo arrancar el motor con un puente de cables, lo cual fue un enorme alivio. Entramos de prisa, Sam se subió de copiloto y a mí me tocó atrás con Leo. El Decepticon nos encontró y saltó sobre el parabrisas. Mikaela condujo en reversa, dió unos cuantos giros en un intento de quitar al bot de encima pero no funcionó. Avanzó en línea recta hacia la avenida, chocar contra un poste fue la única forma de deshacernos de esa cosa.
—¡Sigue conduciendo! —le dije nerviosa.
El pie de Mikaela presionó el acelerador y continuamos en marcha, aparentemente a salvo por ahora. Aún así, no podía calmarme. Todo lo malo que podría pasarnos, está sucediendo en conjunto.
—¡Rayos! ¿Qué más hay que saber? —nos cuestionó Leo—, creo que olvidaron mencionar algunos detalles.
—No tienes idea —suspiré agotada.
—¡Ese qué viste es solo un pequeñín! —le avisó Sam.
De repente Mikaela frenó, mi corazón casi se sale cuándo miré que un helicóptero estaba aterrizando peligrosamente cerca de nosotros. Tuve la misma sensación de desconfianza que sentí con Alice. Supongo que este es otro Decepticon.
Todos a bordo gritaron y yo no fui la excepción. Mis ojos viajaron al techo, una garra metálica lo había atravesado e inmediatamente después, comenzamos a elevarnos. Y esa no fue la peor parte. Una camioneta apareció de la nada y nos golpeó, el impacto nos sacudió, provocando que la puerta del lado de Sam se abriera. Él salió disparado del auto, de milagro alcanzó a sujetarse, salvándose de caer al vacío.
No lo dudé y me pasé al asiento del frente, extendí una mano intentando llegar a Sam. Ver hacia abajo y percatarme de lo alto qué estábamos me hizo temblar.
—¡Grace, ayúdame! —me pidió aterrorizado—, ¡Estoy colgando y damos vueltas!
—¡Ya lo noté!
Concentré todas mis fuerzas en los brazos y de un tirón, pude subir a Sam de vuelta. Retrocedí al asiento trasero con Leo. Desde este ángulo la ciudad era inmensa, no tengo idea de a dónde nos llevan, lo único qué sé es que tengo miedo igual que todos.
El gancho que sostenía el auto de repente nos soltó, un desagradable dolor de estómago comenzó a molestarme al sentir que estábamos cayendo en picada. Íbamos directo al tejado de una fábrica, una vez más gritamos, el crujir de las vigas nos indicó que atravesamos la superficie. El impacto nos agitó y luego el auto dió una vuelta completa. No había terminado de procesar ese golpe y ya había una sierra pasando en medio de nosotros.
El auto cayó dividido en dos partes, la sombra de algo gigantesco nos envolvió. Volteé arriba lentamente y me encontré con Starscream.
—¡Oh, cielos! ¡Oh, cielos! —gritó Sam levantándose disparado.
Yo también me puse de pie y caminé en retroceso, alejándome todo lo posible de Starscream. Él solo nos miró con rabia pero no nos hizo nada, no entendí ese comportamiento hasta que se me ocurrió darme la vuelta. Me encontré cara a cara con Megatron. El mismo que había matado.
—¿Q-Qué haces aquí? —me atreví a preguntar, sacando valor de quién sabe dónde.
—Así que me recuerdas —dijo con un toque de superioridad en su tono—. Ven acá, muchacho —le ordenó a Sam—. Acércate más.
Sam pasó junto a mí levantando ambas manos, solo pude seguirlo con la mirada, mi cuerpo no respondía.
—Hice lo que dijiste, ¿Sí? —habló él débilmente cuándo estuvo lo suficiente cerca—. No los lastimes.
—¡Cállate! —su mano lanzó un zarpazo que atrapó a Sam y lo elevó en el aire. Por suerte cayó en una pieza sobre una mesa rectangular de piedra.
—¡Sam! —gritamos Mikaela y yo a la vez.
Megatron aprisionó a Sam para que no pudiera moverse por más que se retorció y pataleó.
—Sí… me agrada tenerte en mis manos.
Debería escoger mejor sus palabras.
—¡Sam! —repitió Mikaela impotente.
—Voy a matarte lenta y dolorosamente —lo amenazó Megatron—. Pero primero tenemos algo delicado que tratar.
—¡No, no, no! ¡Espera! —imploró Sam.
—Bien podría desmembrarte ahora… —murmuró ansioso—. Doctor, examine a este espécimen alienígena.
Un pequeño bot, casi tanto cómo el que nos atacó en el taller, subió encima de Sam y con sus diminutas tenazas lo revisó. Otros dos Decepticons llegaron volando, dejaron caer una especie de gusano mecanizado que ese supuesto robot introdujo en la boca de mi hermano sin que él pudiera impedirlo. Las patas de ese insecto se asomaron a través de sus fosas nasales, de las comisuras de sus labios se escurrió una viscosa sustancia verde. Cuando esa cosa salió de su cuerpo, proyectó todos sus recuerdos cómo si fueran una cinta de vídeo. Los símbolos de mis visiones estaban ahí y resaltaban al rojo vivo.
—Estos símbolos nos conducirán a la fuente de Energon —aseguró Megatron.
Di un respingo al escucharlo. ¿Así que en realidad tenían un significado? ¿Y conducía a algo? Entonces no solo eran pesadillas… todos esos sueños que dibujé son en realidad una guía.
—Debemos tener el cerebro en la mesa.
Mis pies se movieron antes de que pudiera pensarlo, estaba bajando los escalones sin ningún plan o estrategia.
—¡Espera! —me detuve a unos dos metros de Megatron, mis rodillas temblaron a punto de traicionarme y caer—. Por favor, no le hagas daño.
—No creas que porque todavía no te he matado, quiere decir que no lo haré —estiró una de sus garras, acariciando mi mejilla con el filo, cerré los ojos por reflejo. Bastaba un movimiento para que acabara conmigo y mis músculos tensos lo sabían—. La cuestión es que eres más valiosa que el humano, él es desechable. Y a ti aún te necesito viva.
—¿De qué estás hablando? —Sam preguntó confundido, causando que mis ojos volvieran a abrirse, entonces Megatron emitió un sonido de burla cómo si hubiera olido mi miedo.
—Parece que mi muerte te benefició, ¿No es así? —me preguntó con sorna—. Tomaste algo prestado y yo me voy a encargar de que lo devuelvas al lugar que corresponde.
—¿Crees qué esto es un beneficio? —contesté entre dientes—. Más bien es una maldición y yo no la pedí.
—Será un beneficio para mi causa —su garra se alejó finalmente de mi rostro, dejándome soltar el aire que estuve conteniendo—. Por ahora espera tu turno. Ya arreglaremos nuestras cuentas pendientes —dijo riendo despacio—. Mientras puedes observar cómo diseccionamos su cerebro.
—Oye, sé que te hicimos enfadar y estás molesto —intervino Sam con voz temblorosa—. Tratamos de matarte y eso es comprensible. Si quisieran matarme me enfadaría. Creo que esta es la oportunidad de iniciar u-una… una relación nueva —el robot miniatura le pellizcaba los labios, haciendo difícil que hablara con claridad—. Dile al doctor que me deje y hablemos cinco segundos.
El pequeño acercó la sierra a la cabeza de Sam, en ese preciso instante el techo se quebró y Optimus cayó frente a nosotros, disparándole a Megatron sin titubear. Bumblebee entró atravesando una de las paredes y también se unió al intercambio de fuego. Tenía tantas preguntas, quería saber cómo nos encontraron, pero lo único que hice fue correr de ahí con Sam. Huimos al exterior, Optimus nos alcanzó y se transformó en la cabina de camión, dejándonos las puertas abiertas. Subimos e inmediatamente arrancó a toda velocidad, saliendo disparado de ese lugar.
—Perdón —murmuré con la cabeza agachada—. Debí hacerte caso.
—Hablaremos después —su contestación fue seria, lo suficiente para que me encogiera de hombros con culpa.
Optimus condujo adentrándose en una zona boscosa, hasta que un impacto lo hizo saltar y transformarse. Nos tomó a cada uno en sus manos y nos puso afuera con cuidado, Megatron se arrojó encima de él sin darle oportunidad de que se preparara.
—¡Ocultense! —nos ordenó.
Sam y yo corrimos detrás unos árboles, desde esa nueva perspectiva pude ver que Optimus se enfrentaba solo contra Megatron. Tenía bastante control sobre la pelea, incluso usó una espada que se desplegó de su brazo, la punta de la hoja ardía en una tonalidad rojiza.
—¡Decepticons, rodeenlos! —el grito de Megatron, atrajo del cielo a Starscream y a otro más que comenzaron a buscarnos.
No tardamos nada en empezar a correr cuesta abajo, escapando de los golpes y las explosiones que se desencadenaban detrás nuestro.
—Vengan aquí, pequeños —nos llamó Starscream, fingiendo dulzura en su tono.
Apenas pude mirar atrás de reojo, Megatron también venía con la intención de atraparnos y casi lo hubiera conseguido de no ser porque Optimus lo sacó del camino de una patada, después siguió con Starscream. Lo vi todo agachada tras un tronco que se había caído a causa de la pelea. Tenía a Sam a mi lado, no se separaba ni un segundo de mí y de ser necesario tiraba de mi mano para que corriera.
—Hay otra fuente de Energon oculta en este planeta, el chico puede conducirnos a ella —le dijo Megatron antes de acertarle un golpe directo en la cara que lo derribó—. Y creo que ambos sabemos perfectamente lo que la humana puede hacer por nosotros. ¡Por Cybertron!
Megatron le disparó, ocasionando que Optimus saliera volando y cayera muy cerca. El impacto de su cuerpo levantó una cortina de polvo que nos obligó a protegernos interponiendo los brazos.
—¡Optimus! —gritamos Sam y yo a una sola voz, suplicando porque se pudiera poner de pie.
—No permitiré que le pongas las manos encima, Megatron —murmuró Optimus, volviendo a incorporarse—. Esa no es la forma de recuperar nuestro planeta.
—¿Detecto sentimentalismo, Prime? Por eso te has hecho tan débil —Optimus se quedó callado, esa máscara metálica apareció cubriendo la mitad inferior de su rostro, mi corazón se aceleró en ese momento—. ¿No vale el futuro de nuestra raza un par de vidas humanas?
—Con dos no les bastará —una segunda espada se emergió de su brazo y entonces se levantó—, ¡Acabaré con ustedes!
Optimus arremetió sin temor contra ellos, no le importaba estar luchando solo contra tres enemigos a la vez. Pero a mi si me importaba. Cada que recibía un golpe, solo deseaba poder impedir que no le hicieran daño. Ese sentimiento me hizo mirar mis manos. ¿Qué se supone que estoy esperando? ¡Debería estar haciendo algo!
—¿A dónde vas? —Sam me sujetó del hombro, atrayendome de vuelta.
—Son tres contra uno, es injusto —contesté desesperada—. Tengo que ayudarlo.
—¿Y qué se supone qué harás? ¡Son robots gigantes! —me recordó alterado.
¿Qué iba hacer? No lo sé. Cualquier cosa es mejor que solo observar, supongo. Tragué saliva, preparándome para un posible susto de Sam. Estuve posponiendo esto durante tanto tiempo.
Por favor, que funcione.
Lentamente coloqué las manos al frente con las palmas descubiertas, me sentí estúpida, pero deseé con fuerza poder empujar a uno de ellos tan lejos cómo fuera posible. Aquél día, en el almacén levanté un montón de basura con la mente. ¿Por qué está vez es diferente? ¿Por qué no puedo? ¡¿Por qué?!. Me estaba agobiando demasiado.
«Tu mente debe estar clara»
Debo calmarme y pensar en eso que me ayuda a concentrarme pero, ¿Cómo podría concentrarme si lo están golpeando sin piedad delante de mí? Por más fijos que estuvieran mis ojos sobre los Decepticons, no ocurría nada. Los dichosos poderes parecían haber sido producto de un mal sueño.
—¡Grace, retrocede! —me advirtió Optimus.
—¡Cuidado!
Mi respiración se cortó, por un instante, el sonido a mi alrededor se apagó. Megatron acababa de apuñalarlo en el pecho.
—Eres tan débil —Megatron retiró el arma de su cuerpo, dejando que un estallido colapsara en su pecho.
Optimus se desplomó, y conforme él iba descendiendo, yo corrí para llegar cuándo ya estaba tendido en el suelo. No lo podía creer. Era grave. Las placas metálicas de su pecho se habían quemado, nunca había visto un daño así. Acerqué mis manos temblorosas, buscando tocar su rostro con torpeza. El brillo de sus ojos se estaba extinguiendo y con el se llevaba mi último aliento.
—Grace, Sam, corran…
La luz de su mirada se desvaneció y entonces mis rodillas me traicionaron. No lo creía. No podía.
Está muerto.
Alguien jaló mi brazo, lo más probable es que sea Sam, creo que también me está llamando. Escuché más disparos y explosiones, pero yo solo seguía viendo su cuerpo… sin vida. Estaba ahí tirado, cómo si ya no fuera nada. Se desvaneció delante de mí.
—¡Autobots, ataquen! —logré reconocer la voz de Jazz. Estaban aquí, pero era tarde.
—Sam, llévatela y vayan con Bumblebee —le ordenó Ironhide.
No puedo moverme. No puedo respirar. Hay un grito esperando para salir. No encuentro mi voz.
Cerré los ojos, inhalé profundamente y descargué ese grito con toda la ira que sentía. Vacié mis pulmones hasta quedarme sin aire. Nuevamente abrí los ojos, los árboles a mí alrededor estaban tirados, cómo si una violenta ráfaga los hubiera arrancado de tajo. Autobots y Decepticons estaban en las mismas condiciones, en el suelo, reponiendose de un contundente golpe. Busqué al responsable de tal acto, lo único que me encontré fueron varias miradas apuntándome. Acusándome.
Había sido yo.
Miré mis manos y luego volteé hacia atrás, Sam estaba petrificado, por suerte no salió volando cómo todos ya que seguía sujetándose firmemente de mí. Su agarré terminó con su mano alejándose con miedo. Quería explicarle pero en sus ojos vi el miedo.
Por dios, ¿Qué fue lo que hice? Lastimé a mis propios amigos.
—Ese es el poder de la Chispa Suprema —exclamó Megatron con satisfacción—. ¡Traiganla!
Me levanté igual que un resorte, comencé a correr lejos de ahí, dejando todo atrás, corrí y corrí sin detenerme. Por más veces que alguien gritó mi nombre no me detuve. Tenía que alejarme. No me importó que mis piernas y garganta ardieron. El dolor físico era insignificante. Seguí avanzando y jamás me detuve. No podía quedarme cerca de nadie.
Optimus estaba muerto. No lo volveré a ver. Y es mi culpa.
