Solo corrí. Corrí y seguí corriendo.

Era difícil ver claramente con las lágrimas acumuladas en los ojos y un hilo de sangre escurriendo de mi nariz. Pero no me detuve. No pude. Cada vez que parpadeaba, lo veía. Veía esa desgarradora imagen de Optimus muerto. Otras veces es Sam lleno de miedo.

Soy un monstruo. Todo es mi culpa.

Me alejé tanto que terminé regresando a la civilización. No sabía que hacer, todo se estaba saliendo de control. Lo único que quiero es ir a casa.

Tomar un vuelo de regreso no es una opción, no me siento capaz de subir en algo que podría derribar. Así que mi mejor idea fue buscar una central de autobuses y comprar un boleto a casa. Ni siquiera noté las horas de viaje, ni me importó la incomodidad de los asientos, solo me la pasé viendo perdidamente por la ventana.

Y al llegar a mi destino bajé caminando, mis piernas estaban débiles. Mi nariz todavía sangraba. Lo único que se me ocurrió fue dirigirme a una tienda de 24 horas que estaba cruzando la calle. Al entrar sonó el tintineo de una campana y el empleado me echó una mirada rápida, creí que me diría algo pero me ignoró y continuó leyendo el periódico. Incluyéndolo a él, no había más que dos clientes. Avancé despacio, entrando al primer pasillo para buscar pañuelos.

Cuando me dirijo a pagar, me encuentro un pequeño aparador de lentes de sol que llaman mi atención, la verdad solo me acerco porque necesito distraerme para no pensar. Me pruebo un par pero es anticuado, así que me pongo unos completamente redondos, tienen un estilo retro que me parece genial. Me observo al espejo y, no sé como pero, sonrío. Giré sobre mis talones y antes de dar un paso, el televisor que está arriba del mostrador se enciende. Me quedo congelada al ver el rostro de lo que creo es un Decepticon. Esa fiera mirada me recuerda a las persecuciones de mis sueños.

—Ciudadanos del enjambre humano —comienza a hablar, dejándome pálida—, sus líderes les han ocultado la verdad. No están solos en este universo, hemos vivido entre ustedes, ocultos. Pero se acabó. Como ya vieron, podemos destruir sus ciudades… —su imagen se corta para mostrar lugares en llamas, mi respiración se acelera, no tengo idea de que sucede—. Y lo haremos, si no nos entregan a estos chicos. Si se resisten, destruiremos su mundo por completo.

Por un instante todo desaparece, no hay ruido ni personas, solo estoy yo frente a ese televisor, viendo mi fotografía y la de Sam. Todos nos buscan. Somos enemigos públicos. Soy una amenaza. Lo único que he hecho es causar problemas.

Escucho una vibración, los artículos tras las vitrinas se están sacudiendo, los estantes tiemblan, las cosas se caen. Las personas en la tienda se asustan y lo único que hago es voltear pensando que algo se acerca. Lo que encuentro es mi reflejo en el espejo cóncavo de seguridad y lo entiendo. Soy yo la que lo está ocasionando. El espejo se cuartea, los fragmentos de vidrio se estrellan en el suelo. No lo resisto más, tengo que salir de aquí antes de que provoque otro desastre.

Guardé los pañuelos y los lentes en mis bolsillos, dejé sobre el mostrador lo último de efectivo que traía y salí corriendo. Aunque mi fotografía que apareció en la pantalla, era antigua, es extraño cómo siento que de repente las miradas me señalan. Es probable que las personas solo vean una chica cualquiera corriendo, aún así, no puedo dejar de pensar que saben que soy yo. La culpable. La que mató a Optimus. La que lastimó a sus amigos. La que alejó a su hermano.

Corrí desesperada hacia casa, el atardecer le está dando entrada a la noche, llegué cuando la luna ya se asomaba desde el horizonte. Me detengo frente a lo que debería ser la puerta, en cambio, hay unas marcas de garras y un enorme ajugero en el techo. Mis pies se convierten en piedra, me cuesta mucho entrar en casa sin dejar de temblar.

—¿Papá? ¿Mamá? —mi voz sale débil mientras recorro lentamente la sala. Está oscuro, en un inquietante silencio. Hay muebles tirados y escombros. Algo ocurrió aquí.

Subí las escaleras y empecé a revisar cada una de las habitaciones pero no estaban. Ellos también se han ido. O se los llevaron. No lo sé. No entiendo que sucede.

Terminé derrumbada en mi habitación, con la espalda apoyada en la cama y las piernas desparramadas. No me tomé la molestia de encender la luz. Simplemente me quedé ahí, siendo testigo de cómo mi vida se desmorona en segundos. Cómo pasé de tenerlo todo a perderlo. Es triste y desolador. Nunca imaginé que esta casa estaría vacía un día. Menos que ese día sería hoy.

Metí una mano en mi bolsillo para sacar uno de los pañuelos, mientras rebuscaba toqué un bulto, recordé que tenía mi celular y de inmediato lo saqué. Al encenderlo el brillo de la pantalla encandiló mis ojos, era la única luz en este lugar. Presioné todas las opciones hasta llegar al contacto de Sam, necesito llamarlo y saber cómo está pero… sí lo hago, ¿Podrían rastrearme? Maldita sea. A punto de lanzar lejos el teléfono, se me ocurrió revisar la bandeja de notificaciones, cientos de llamadas perdidas y un mensaje de voz. Era de papá. Lo reproduje y pegué la bocina a mí oído.

Jovencita, estás en muchos problemas. Tu amiguito nos dijo que te quedarías horas extra en la escuela, espero que no te hayas metido en otra pelea… —se detuvo un momento para suspirar, pensar en la expresión que debió haber tenido me hizo sonreír—. Cariño escucha, últimamente hemos sido muy duros contigo pero es porque queremos lo mejor para ti. Por favor llámanos cuándo oigas esto y vuelve a casa pronto.

Apreté los ojos intentando retener las lágrimas, no funcionó. Quería romper en llanto por haber sido tan ingenua y creer que podría hacer algo. Esta vez iba a arrojarlo con todas mis fuerzas pero noté que tenía un segundo mensaje de voz. Era de Todd. Lo reproduje e inmediatamente volví a ponerlo contra mi oreja.

Estuve intentando llamarte pero no contestas, ¡No vas a creer lo que pasó! Iba caminando por la calle y un desfile de autos salió de la nada y me rodearon. No sé quienes eran, no pude ver sus caras. Creo que te estaban buscando y a mí casi me meten en el maletero. Estuvo de locos —terminó de contarme con un exceso de energía incomprensible—. Debo ir a clases, llámame cuando aterrices.

El teléfono cayó de mi mano. Las lágrimas solo aumentaron más. Finalmente entendí porque los Autobots tardaron tanto en llegar al bosque. Fue por mi culpa. Si no se hubieran desviado para buscarme, Optimus no habría peleado solo. Si le hubiera hecho caso el día que vino por mí, si yo me hubiera quedado en la base, nada de esto estaría sucediendo.

Me levanté y caminé tambaleante hasta el escritorio, encima estaba mi libreta de dibujos, la tomé y salí de casa. No podía quedarme más tiempo allí, en esa soledad y silencio o me consumirían. Me abracé a mí misma en el frío de la noche. En las calles no había nadie, todo el mundo debía estar muerto de miedo después del mensaje de los Decepticons. Deambulé alrededor de veinte minutos, acabé delante de una rústica casa en un vecindario tranquilo. No es mi mejor opción para ocultarme pero es lo primero en lo que pensé.

Escalé hacia la ventana del segundo piso, era la única con las cortinas abiertas y la luz encendida. Me asomé hacia adentro, es la primera vez en el día que sentí algo de paz al ver que Todd estaba bien. Se encontraba de espaldas a mí, jugando Call Of Duty delante del televisor vistiendo pijama. Toqué suavemente con los nudillos, intentando no hacer mucho ruido. Él puso pausa al videojuego y volteó. Se levantó a abrirme con los ojos casi botando de sus cuencas.

—Lo siento, no tenía a dónde más ir —dije mientras me deslizaba el interior. Me quedé de pie, contemplando su mandíbula desencajada—. Ya viste las noticias, ¿No es así?

—Todos lo vieron —me corrigió—. Estás entre los más buscados de la ley alienígena.

—Entenderé si quieres que me vaya —murmuré avergonzada.

—Por supuesto que no —se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, correspondí el abrazo con fuerza—. ¿Estás bien?

La pregunta tocó la fibra más sensible de mí. La herida aún estaba fresca. Inevitablemente me solté llorando, ya no lo pude contener.

—Está muerto —dije entre llantos—. Está muerto. Yo lo maté y no va a volver.

Decirlo una y otra vez solamente lo volvía más real.

—¿Hay alguien muerto? —preguntó un poco asustado.

—Es mi culpa, Todd —rompí el abrazo para poder respirar, el aire se me estaba acabando—. Murió porque estaba tan concentrada en extrañarlo que me olvidé que había una guerra. Por mi falta de madurez. Por mi debilidad. Bajé la guardia, él me advirtió que los Decepticons estaban al acecho y lo tomé a la ligera. No le hice caso, nunca lo hago. Esto es mi culpa.

Ya no importa si menciono a los Decepticons, ellos se encargaron de anunciar su propia existencia a nivel mundial. No hay ningún secreto que esconder.

—¿Qué fue lo qué pasó?

—Yo… —intenté decirle pero no podía, las palabras se atoraron en mi garganta—. Es qué…

De nuevo escuché esa vibración, las luces parpadearon, había figuras de colección en una repisa que también se mecieron de un lado al otro. Yo era la causante y Todd lo supo cuando sus manos sujetaron mis hombros. Fue un agarre firme.

—Hey, estás olvidando algo —dijo viéndome a los ojos—. Cuando sientes que tu vida se desmorona, primero debes hacer una cosa: respirar.

El consejo de alguna forma funcionó. Los objetos dejaron de moverse y las luces se estabilizaron cuando me relajé.

—Gracias.

—De nada —él sonrió—. Lo saqué de Karate Kid.

Negué con la cabeza y reí despacio, el cuerpo me dolía.

—No sé que voy a hacer ahora —confesé preocupada—. Tal vez debería entregarme y así este infierno se acabaría.

—¿Estás bromeando? Si son malos, ellos no cumplirán su palabra de detenerse.

—¿Entonces qué hago? Ya los escuchaste, planean destruir el mundo —tragué saliva, no puedo creer que lo diría—. Megatron tiene razón, mi vida no vale más que toda una raza. Debo hacer lo correcto.

No puedo dejar de oír la voz de Megatron en mi cabeza, diciendo que soy la clave para recuperar Cybertron. Y es cierto. Estoy viva gracias a la Chispa Suprema, es un poder que no me corresponde.

—Yo te diré lo que harás —anunció, empujándome hacia la cama—. Tú vas a dormir porque necesitas descansar. Yo dormiré en el sillón. Y en la mañana resolveremos esto.

¿Cómo podría estar tan tranquilo? No lo entiendo. Quizás estaba más asustado que yo pero sabe ocultarlo.

Me terminó obligando a acostarme en su cama, después de arroparme con las sábanas apagó las luces.

—¿Qué hay de tus padres? —le pregunté mientras se dirigía a la puerta—, ¿No les molesta si me quedo?

Se detuvo en la entrada, con la mano sobre el interruptor de la pared, hubo un inusual silencio de su parte.

—Mi padre está fuera trabajando todo el tiempo. No te preocupes.

—¿Y tu madre?

—Tampoco está.

Cuando Todd salió, me quedé observando el techo, pensando, recordando, reviviendo ese momento. El brillo de los ojos de Optimus extinguiéndose sin que yo pudiera evitarlo. Se sacrificó por salvarnos, ¿Por qué? ¿De verdad pensó que valíamos la pena? Jamás lo sabré porque se ha ido.

Se fue. Se fue y no pude decirle lo qué sentía.

Cerré los ojos. Las lágrimas fluyeron de una en una igual que pequeñas cascadas. Estaba agotada, tanto física como mentalmente. Por un momento me olvidé de todo y dormí. Hoy toqué fondo.


Los rayos del sol me golpearon en la cara, también había un agradable aroma acariciando mis fosas nasales. Abrí los ojos sin prisa, el color crema de las paredes y la luz natural entrando por las persianas me transmitieron tranquilidad. Recordé que estaba en la habitación de Todd, lentamente me fui sentando en la cama, pasé la mirada sobre todo. Había una Estrella de la Muerte en una repisa junto a una figura de Darth Vader, debajo estaban Superman, Batman y otros personajes de historietas.

Me levanté de la cama al escuchar movimiento en la planta de abajo, me dirigí hacia allá dando pasos cautelosos, intentando ser sigilosa. Llegué a la sala, el sillón estaba vacío y la fuente principal de ruido eran las noticias en el televisor.

El presidente Obama está siendo transportado a un Búnker de los Estados Unidos, ante el peor de los ataques simultáneos que ha habido. Se estiman unas 7000 pérdidas humanas y la cifra podría aumentar…

La televisión se apagó abruptamente, volteé a la derecha encontrándome a Todd sosteniendo el control remoto.

—Suficientes noticias —dijo poniendo el control sobre la mesa de centro—. No quería asustarte, estaba preparando el desayuno.

—No tengo apetito —la verdad es que moría de hambre pero con todo lo que está pasando, comer es en lo último que pienso.

—Si vas a pelear necesitas energías —me tomó de los hombros y me encaminó a la cocina—. El desayuno es la comida más importante del día.

Entramos a la cocina, sobre la barra estaban dos platos con huevos revueltos y tocino, acompañados de dos vasos de jugo. Me senté y a duras penas sostuve los cubiertos.

—Esto se está saliendo de control —dije suspirando—. Tengo que entregarme.

—No vas a hacer eso —Todd se sentó frente a mí—. Tenemos que detener a los malos de alguna forma o las máquinas dominarán el mundo cómo en Terminator —dijo después de beber un poco de jugo—. Así qué esta es la parte en la qué te armas de valor y les pateas el trasero metálico.

—¿Cómo se supone que haré eso?

—Con tus poderes —contestó emocionado.

—No puedo hacerlo, ya no —murmuré, agachando la mirada—. Perdí a… alguien muy importante para mí. Era lo único que me ayudaba a no volverme loca.

Todd se quedó callado, en un inquietante silencio que me hizo voltear a verlo.

—No diré nada.

—¿Qué?

—No te diré nada —repitió, encogiendo los hombros—. Hasta que sepas qué es lo que estoy pensando.

—¿Cómo voy a saberlo? —Todd sonrió mientras señalaba su cabeza—. Agh… ya te dije que no usaré esos malditos poderes nunca más. Es gracias a eso que estoy en este problema.

—Oye, ¿Te arrebataron a alguien que podía hacerte sentir segura? Bien, entonces enfadate —me ordenó tan serio que comprendí que no estaba bromeando—. Encuentra el punto perfecto entre el enojo y la calma. Úsalos para entrar en mi mente.

—No pue-

—Sí puedes.

Todd se cruzó de brazos y fingió sellar sus labios. Solté un largo suspiro, sabiendo que no tenía otro remedio más que seguir sus juegos e intentar sin esperanzas de que funcione.

Lo miré fijamente y me concentré. Dejé que la rabia me recorriera. Las voces comenzaron a escucharse, demasiadas, todas hablando al mismo tiempo. Busqué la tranquilidad, recordando el palpitar en mi pecho. Lentamente las voces se callaron hasta que solo quedó una.

«Sabía que podías hacerlo»

La amplía sonrisa de Todd me indicó que era él. Lo había logrado.

—No lo puedo creer —exclamé, poniendo una mano sobre mi boca. Me lancé a abrazarlo—. Lo hice.

—Recuerda lo que dijo el tío Ben: un gran poder, conlleva una gran responsabilidad —su mano acarició mi cabello, ofreciéndome consuelo—. No puedes rendirte solo porque tuviste miedo. Tal vez hayas cometido un error, ¿Eso importa? El pasado ya no se puede cambiar, pero aún puedes hacerte cargo de las consecuencias.

Eso suena a algo que Optimus hubiera dicho. Es irónico. ¿Qué hubiera hecho él?

—Es cierto, entregarme haría que su sacrificio no sirviera de nada —murmuré para mí misma—. No podemos dejar que los Decepticons obtengan lo qué desean. Eso no es lo qué él hubiera querido.

—¿Quién? —preguntó confundido.

—Escucha, mis sueños intentaban decirme algo —comencé a decir, en un intento de desviar la pregunta —. Megatron dijo qué los símbolos de mis visiones lo conducirán a una fuente de Energon aquí en la tierra. Eso es lo que querían extraer de mi hermano.

—¿Y qué pasa si la encontramos primero? —sugirió, ganándose mi completa atención—. La debe querer para algo y, dados los hechos, no serán fines pacíficos.

—No podemos leer los símbolos, ¿Recuerdas? Sin ellos, no sabremos dónde encontrarla.

—Tú no solo tienes los símbolos —respondió yendo a buscar algo al piso de arriba, y al volver, trajo mi libreta de dibujos—. Tienes un montón de pistas.

Bajó los escalones de prisa y dejó caer la libreta en la barra. Esa acción me devolvió las esperanzas. Todo lo que necesito, estaba plasmado en esas hojas.

—Hay que encontrar a alguien que nos ayude a descifrarlas.

—Pues debe ser de mucha confianza ya que todo el mundo te busca —me advirtió preocupado—. Y que sea un adulto porque nosotros somos dos niños, que tenga auto y que nos crea esto sin pensar qué estamos dementes.

—Creo que sé de alguien, pero necesitaré tú ayuda.