Después de haber escuchado la historia completa de Jetfire, corrimos a reunirnos con Bee y el otro par de Autobots. Entendiendo que debíamos partir de inmediato, ellos se transformaron en sus modalidades vehiculares, quedando perfectamente formados en una hilera.

Todd pasó a mi lado con los ojos iluminados, se dirigía hacia el Camaro pero Simmons se interpuso en su camino con una mano en alto.

—La gente con beneficio de antigüedad va al frente —sonriendo petulante, señaló a los otros dos Autobots—. Los invitados van atrás con Hugo y Paco.

—Grandioso —los hombros de Todd cayeron con decepción.

—No importa, está bien —el señor Turner lo animó dándole palmadas en la espalda—. Iremos con Hugo y Paco.

—Voy a ir con ellos —avisé a Sam.

—¿Segura? —preguntó sorprendido.

—Sí —me encogí de hombros—. Además no estoy lista para compartir espacio vital con maníacos de internet.

—¿Así que todavía hay rencores, bravucona? —inquirió Simmons, atrapando la indirecta.

—Mi último recuerdo sobre usted que me arrestó en mi propia casa —resoplé.

—¡Escondían a cinco alienígenas! —argumentó en su defensa.

Dejé de lado la posible discusión que, hubiera sido divertido seguir, pero realmente estaba demasiado preocupada con esto de la Matriz de Liderazgo.

Sin fijarme demasiado, terminé subiendo en el asiento trasero del auto verde. A los primeros minutos de viajé nos reveló que en realidad su nombre era Skids y el otro era su gemelo Mudflap. Estos eran parte de los Autobots que hubiera conocido en la otra base. Supongo que es tarde para arrepentirme de mis decisiones.

—¿Cómo te sientes? —la pregunta de Todd me hizo parpadear varias veces. Él estaba volteando desde el asiento del copiloto.

—¿Qué?

—Estás distraída —me dijo—. Solo quería saber cómo te sentías.

—Estoy… —bajé la cabeza y negué suspirando—. No lo sé.

—¿Tiene relación con lo que mencionó Jetfire? —cuestionó Todd nuevamente, haciéndome levantar la cabeza.

Él y el señor Turner se miraron entre sí, ese gesto de complicidad me hizo rascar nerviosamente mi sien.

—¿Lo escucharon?

—Bueno… —alargaron al mismo tiempo.

—No puede ser —escondí mi rostro entre mis manos—. Por favor, no mencionen nada frente a los demás.

—Ya tengo dos secretos —expuso Todd—. A este paso debería ganarme una medalla.

—Uy, secretos —la voz de Skids nos asustó a todos, por poco olvido que este auto está vivo—. Yo también quiero saber, ¿Qué escondemos?

—Esto es un club privado —Todd lo calló dándole un golpe a la radio.

—¡Hey! —el auto se ladeó en respuesta a la agresión, los tres nos sacudimos—. Yo también soy parte del equipo.

—Lastima, no se aceptan nuevos miembros —le respondió, comenzando así una discusión absurda que me hizo rodar los ojos.

—Grace —el señor Turner se inclinó hacia mí—. Si quieres hablar de lo que sea, sabes que cuentas conmigo.

—Gracias señor Turner, yo…

—Dylan —me interrumpió—. Ese es mi nombre.

—Dylan —pronuncié sonriendo.

—No estamos en la escuela, a partir de aquí ustedes me enseñan a mí —aclaró, guiñando un ojo.

La sonrisa en mi rostro se amplió. A pesar de que aún estoy devastada por dentro, es alentador tener en quiénes apoyarte todavía.

—¿Cómo va la fiesta allá atrás? —nos preguntó Simmons por la radio.

Una vez que Todd dejó de pelear con Skids, nos concentramos en el aparato.

—¿Qué necesita, Simmons? —Dylan decidió responderle.

—"Al Alba en la Punta de la Daga, los Tres Reyes revelarán la entrada", ¿Sabe que significa eso, profesor? —le preguntó—. Estamos tratando de averiguarlo por aquí.

—Los Tres Reyes es una manera de referirse a los Tres Reyes Magos o Las Tres Marías, son un grupo de tres estrellas parte del Cinturón de Orión. Es un asterismo qué…

—¿No aprendió del veterano? ¡Al grano! —lo presionó Simmons.

—En Egipto el Cinturón de Orión forma una alineación que se inclina hacia las tres pirámides de Giza. Y desde este lado del mundo, el asterismo solo es visible al amanecer. Así que, lo que el veterano quiso decir, es que al amanecer las estrellas apuntarán el camino que hay que seguir hacia la tumba.

—Las pirámides, claro —comprendió Simmons—. Hechas por extraterrestres.

—Hay que ir allá, supongo —comenté, cerca de la bocina—. Y esperar a que la constelación aparezca.

Nuestra conversación fue cortada por el repentino sonido de unas sirenas. Delante venían dos patrullas en un intento de bloquearnos el camino. Bee y los gemelos rompieron la formación consiguiendo evadirlos. Condujeron en dirección a un pueblo para poder perderlos, los tuvimos pisandonos los talones durante unas calles hasta que bajamos de los vehículos y ellos se transformaron. Nos ocultamos en la fachada de un viejo edificio, quedándonos completamente quietos hasta que las patrullas se alejaran.

—Que policías tan estúpidos —se rió Skids. Estaba colgado de cabeza en el techo por alguna razón.

—Esto si es camuflaje de ninja —Mudflap se sostenía desde el borde junto a su gemelo. Y en la cima estaba Bee. Por suerte nadie los vió.

—Se han ido —nos confirmó Mikaela, asomándose a la calle principal.

—Bien, se acaba el tiempo —anunció Sam—. Debo hablarle a Lennox.

—¿Para qué a Lennox? —pregunté.

—Si esto resulta necesitaremos el cuerpo de Optimus para revivirlo, tendrá que recorrer medio mundo y solo podrá hacerlo en un avión —me explicó Sam.

—Estás boletinado. Los dos —nos señaló Simmons—. Si hablas a la base te localizarán en segundos. La CIA está en todas partes.

—Localizelo —le pidió Sam.

—Que buena idea —dijo Simmons abriendo los ojos de sobremanera. Ni siquiera se le había ocurrido.

—¡Pues hágalo ya! —exclamé desesperada.

Lo empujé para que empezara a caminar. Entre todas estas casas debía haber al menos una cabina de teléfono que pudiéramos usar. Con un par de señas uno de los lugareños del pueblo nos entendió y apuntó una esquina donde había una.

Simmons tomó el teléfono, tecleó el número con rapidez y lo pegó a su oreja. En la espera de que Lennox aceptara su llamada, envíamos a Todd y Leo a vigilar los alrededores en caso de que los policías volvieran.

—¿Me escucha? —todos miramos a Simmons creyendo que finalmente tuvo respuesta—. Estoy con los chicos, ¿Recuerda? Lo que necesitamos es un camión. Camión. Hay una posible resurrección, no va a creer dónde estamos. Código "Tut" cómo el rey Tutankamón. Detrás de los billetes de $1.

—Es tan discreto —susurré de brazos cruzados.

—Las coordenadas —le recordó Sam.

—Coordenadas para el camión: 29,5 norte y 34,88 este. Anótelo. A-Anote… —Simmons se paralizó cuando vió que dos sujetos enmascarados se aproximaban—. ¡Debo irme ya! —pretendía terminar la llamada y en lugar de eso arrancó el teléfono.

—¡Somos nosotros! —Todd se quitó la tela que cubría la mitad inferior de su rostro.

—Ya viene la policía —nos advirtió Leo en el minuto preciso en que las sirenas sonaron.

Bumblebee y los gemelos se transformaron en sus modalidades vehiculares, subimos en el orden de antes y nos sacaron de ahí a toda prisa. Volvimos a la carretera para ir hacia las pirámides, no obstante, la revisión reglamentaria se plantó adelante como un obstáculo. En la caseta tenían militares y cámaras, si nos atrapan estamos perdidos.

No había otro camino, así que teníamos que cruzar esa barrera. Bee fue primero, vimos a un militar bajito acercarse a la ventana y hablar con ellos. No sé que le habrán dicho pero el hombre se soltó riendo, dejándonos pasar libremente.

—Eso estuvo cerca —solté un suspiro de alivio.

Seguimos en la formación detrás de Bumblebee. Luego de haber pasado la revisión, sentíamos que podíamos volver a respirar.

—¿Qué tal si pones algo de música, Hugo? Para pasar ese mal rato —Dylan presionó la radio y canciones aleatorias sonaron hasta que se detuvo en una—. Hey, Rocky. Que buen gusto.

—Adoro la cuarta entrega —comentó Todd.

—Y yo la tercera —le contestó emocionado.

La canción Eye Of The Tiger comenzó a sonar, pronto se le unieron tarareos y, en menos de lo que pude darme cuenta, ellos ya estaban cantando a todo pulmón. Esto me trajo un déjà vu.

Con la música sonando, terminamos conduciendo el resto del trayecto que nos quedaba. En menos de lo que pude notar, ya estábamos frente a una de las pirámides. Era sensacional de cerca.

Los Autobots se detuvieron para que pudiéramos bajar, tuvimos que correr al interior de la estructura antes de que algún guardia nos viera. Una vez infiltrados, nos escondimos a la espera del amanecer. Aunque no quisiéramos admitirlo, este viaje y todo lo que conlleva nos tiene exhaustos a todos. Nos dividimos por turnos para poder dormir y estar alerta. Todd y yo fuimos los últimos en vigilar. Subimos a la planta alta para poder observar mejor, a excepción de la luz de la luna, lo único que nos iluminaba era una antorcha que encontramos.

Sentados de frente, noté que estaba entretenido con la danza del fuego que hacía resplandecer más sus ojos. Me sacó una pequeña risa verlo tan ensimismado.

—¿Por qué haces esto? —mi pregunta lo trajo de vuelta a la realidad.

Alzando la mirada, arqueó una ceja.

—¿Hacer qué?

—Esto —extendí las manos, intentando abarcar nuestro entorno—. Estar aquí y arriesgar tú vida.

—Siento que debo hacerlo —respondió bastante simple.

—Te vuelves un fugitivo siendo mi amigo, ¿Sabes?

—¿Sí? Tal vez ya fui un buen chico mucho tiempo —por un instante su mirada cambió, se relamió los labios, cómo si se estuviera preparando para decir algo importante—. Y porque te entiendo.

—¿Qué es lo que entiendes? —lo miré intrigada. Él siempre había sido un misterio desde que apareció.

—Conozco el sentimiento de perder a alguien —su voz se debilitó al final, sonó herido—. Yo perdí a mi madre hace un año —confesó, aspirando una gran bocanada de aire—. De hecho, esa es la razón de habernos mudado.

Me sentí una grandísima estúpida. ¿Qué clase de persona soy si no conozco lo más básico de él? Todd sabe demasiado de mí, mientras que yo prácticamente no sé nada sobre él.

—Oye, de verdad lo lamento —me disculpé con culpa.

—Ella dijo que se sentía mejor para salir del hospital pero al día siguiente empeoró y yo… sostuve su mano —su mirada recuperó fuerza, enfocándose en mí—. Creo que me recordaste a ella el primer día. Te alejabas de todos e intentabas convencerte de que estabas bien cuándo no era cierto.

—Me lo hubieras dicho.

—Tenías problemas más grandes, no quería molestarte —contestó encogiéndose de hombros. Me sentí peor.

—De verdad lo lamento, nunca quise sobreponer mis problemas.

—No, lo entiendo. Si tuviera robots gigantes amenazandome también estaría agobiado —sus cejas se alzaron, provocando robándome una risa—. Te toca.

—¿A qué te refieres? —inquirí un poco pérdida.

—Yo te conté un secreto, ahora tú debes contarme uno. Así funciona esto —explicó—. ¿Por qué no me hablas sobre lo que dijo Jetfire?

—Dijo muchas cosas —me defendí nerviosa.

—Lo último —comentó obvio—. ¿De quién estaba hablando? —iba a abrir la boca para contestar pero él interpuso un dedo entre ambos—. Y no me salgas con mentiras. Dijiste lo mismo cuándo llegaste a mi casa. Mencionaste a alguien, tengo la suposición de qué se trata del mismo. ¿Quién es?

—No es importante —murmuré, evitando el contacto visual a toda costa.

—Pues parece qué para ti sí. Te trajo hasta Egipto y yo ni siquiera sabía que existía hace unas horas.

Eso me provocó una risa inconsciente. Tal vez es cierto.

—Él era… —mis ojos se perdieron en el fuego, el mismo fuego que sentía en mi corazón al recordarlo—. Increíble —suspiré—. Me hacía confiar en mí misma. Transmitía tanta que seguridad que siempre me sentía a salvo —agaché la mirada un instante, tuve un segundo golpe de culpa—. Creo que ese fue mi error.

Confié en que todo siempre estaría bien. En que esos dos años de tranquilidad perdurarían. En qué mis nuevas habilidades me resolverían todo. No fui más qué una ingenua. Y Optimus pagó ese precio.

—¿Y era verdad? —tragó saliva, cómo si se le dificultara preguntar—. ¿Qué tu lo amas?

Mi interior se volvió un mar de emociones. Tuve que sostenerme o me caería. Mis sentidos entorpecieron con esa palabra.

Quisiera escapar de esta situación cómo normalmente haría, es demasiado para mí. Pero siento que Todd realmente necesita mi respuesta.

¿A quién quiero engañar?

—Sí.

Es difícil comprender un sentimiento que nunca había tenido por nadie. Amor es una palabra fuerte. Probablemente la única que pueda describir la sensación de mi pecho.

—E-Es grandioso —balbuceó. Parecía perder el control de sus movimientos.

—¿Estás bien? —lo miré levantarse apresurado.

—Voy a ver cómo está Simmons —dijo apuntando el camino—. Necesito estirar las piernas.

No puedo negar que la actitud de Todd fue de lo más raro que he visto hoy. Y hoy vi demasiado.

Ahora que estoy sola, quizás debería aprovechar y hacerle una visita a Sam. No hemos podido hablar apropiadamente desde qué se fue a la universidad.

Yo también abandoné nuestra guardia para ir en busca de mi hermano, no sin antes apagar el fuego, claro. Bajé las escaleras trotando y salí al exterior, divisé a Sam acostado junto a Mikaela en una pequeña torre. Fui hasta ellos y escalé a la cima. Se mostraron sorprendidos de que me hubiera aparecido.

—Hola —les sonreí—. ¿Puedo sentarme?

—S-Sí —dijo Sam, haciéndome espacio.

Sam y Mikaela se acomodaron para que yo pudiera entrar. Me dejé caer con las piernas flexionadas y observé la luna en su compañía. Era agradable un momento de paz después de tanto dolor.

—Ya sé que están pensando —comenté pasados unos segundos—. Ah, tranquilos. No lo dije literalmente —aclaré al verlos sobresaltados—. Deben tener muchas preguntas.

—Tú dímelo —soltó Sam con sarcasmo—. De un día para el otro, resulta que mi hermana tiene poderes.

—¿Eso cómo sucedió? —preguntó Mikaela interesada.

—En realidad, no fue de un día para el otro. Estuvo desarrollándose en mi interior estos dos años —respondí a Sam—. Y, bueno, parece que de alguna forma la Chispa Suprema no quiso morir. Creyó que mi cuerpo era cómodo para alojarse.

—¿Hablas del Cubo? —ella preguntó nuevamente.

—¿Eso te dió poderes? —Sam frunció el entrecejo.

—Una descarga de energía, en realidad —mencioné alzando las cejas—. Ratchet dice que tuve suerte de no morir.

—Espera —Sam me detuvo—. ¿Cómo que Ratchet?

Apreté los labios al percatarme de mi error.

—¿Recuerdas hace dos meses, cuando solía decir qué iba a la biblioteca? —pude escuchar su gruñido malhumorado—. Es gracioso porque no es ahí a donde iba.

—Fantástico —exclamó Sam ofendido—. ¿Otra cosa de la qué debería enterarme?

No que quieras saber.

—Relájate —Mikaela posó una mano en su hombro—. Debió ser difícil para ella sobrellevar todo eso sola.

—De hecho no fue así —tuve que reconocer—. Siempre tuve a Optimus, los Autobots, a Todd… todos estuvieron conmigo.

Es por eso que debo encontrar una manera de repararlo. Que sea cómo antes.

—Me duele que no confiaras en mí —había reclamo en el tono de Sam.

—No era eso —negué—. Si se los decía, podía ponerlos en peligro.

Aunque no funcionó porque mis padres no están.

—Desde hoy no más secretos, ¿De acuerdo? —puso al frente su meñique, igual que hacía de niño.

Juntando valor suficiente, entrelacé mi meñique con el suyo.

—De acuerdo —acepté suspirando. Ahora estoy forzada a decirle todo. Pero no tiene porque ser aquí. Puedo tomarme mi tiempo.

Volví a mirar el cielo y las estrellas. Cada vez la oscuridad iba disminuyendo, el azul claro poco a poco iba pintando el horizonte. El amanecer estaba cayendo.

Me pregunto, ¿En dónde estará Optimus ahora? ¿Será alguna de esas estrellas? Desearía saberlo.

Perdóname, no pude salvarte.

—Ahí están —Sam contó las estrellas con su índice—. Los tres Reyes.

—Vamos por los demás.